martes, 29 de noviembre de 2016

II domingo de Adviento, ciclo C (2012).


1 II domingo de Adviento, ciclo C (2012). El Bautista es el mensajero de la Palabra de Dios que llama a la conversión: la palabra «preparad» es la palabra de la conversión y va dirigida al hombre interior, al espíritu humano. Expresa lo que es necesario hacer en el alma, en el corazón, en la conciencia, para hacerlos accesibles a Dios. Una imagen del Señor para predicar la urgencia de la conversión: el bieldo y el hacha. El camino que hay que preparar no es el que atraviesa el desierto, de Babilonia a Jerusalén, sino más bien el más breve, pero más insidioso, que va de la mente al corazón, a la voluntad del hombre, donde anidan curvas de todo tipo que obstaculizan e impiden la viabilidad. Cfr. 2º Domingo de Adviento Año C 9 diciembre 2012 - Lucas 3, 1-6 Cfr. Raniero Cantalamessa, Passa Gesù di Nazaret, Piemme 1999; Temi di Predicazione. Omelie, 46 nuova serie Ciclo C, Editrice Domenicana Italiana, Napoli-Bari; Sagrada Biblia, Nuevo Testamento, EUNSA. Lucas 3, 1-6: 1 En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; 2 en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. 3 Y recorrió toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, 4 como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: «Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; 5 todo valle será rellenado, todo monte y colina serán allanados, los caminos torcidos se harán rectos y los caminos escarpados serán llanos. 6 Y todo hombre verá la salvación de Dios». [cfr Isaías 40, 3-5] 1. ¿Quién es el profeta? No es el adivino, sino “el que anuncia”, el mensajero de la palabra de Dios. • Juan Chapa (ed.), Historia de los hombres y acciones de Dios, La historia de la salvación en la Biblia, Ediciones Rialp, Madrid 2000, pp. 87-88): “Se ha dicho, no sin razón, que la civilización occidental no sería la que es sin la ley de los romanos, la razón de los griegos y la justicia de los profetas de Israel. (...) La palabra castellana «profeta» deriva del griego profetes, que a su vez viene del verbo pro-femi, «proferir», «hablar en lugar de otro» (en griego también existe el verbo profeteuein que significa hablar en nombre de la divinidad», «revelar cosas oscuras»)1 . Se recoge así fielmente el sentido que aparece en la terminología hebrea. Al profeta se le designa con la palabra nabí (nebiim en plural), que probablemente deriva de un verbo que significa «llamar», «anunciar». Nabí sería «el llamado» o «el que anuncia», es decir, el mensajero de la palabra de Dios”. • Raniero Cantalamessa, o.c. p. 15: “Los profetas son como los ojos de la humanidad. Sin ellos la humanidad se siente ciega y no sabe en qué dirección moverse. La más grande desventura del pueblo de Israel después del exilio no era la falta de alimento o de sacrificios en el templo, sino la falta de profetas: «no existen ya profetas, ni nadie entre nosotros que sepa hasta cuándo» (Salmo 74,9)”. 2. La misión de Juan: llama a la conversión. Juan llama a la conversión en razón de la venida del Señor como liberador. o El camino que hay que preparar no es el que atraviesa el desierto, de Babilonia a Jerusalén, sino más bien el más breve, pero más insidioso, que va de la mente al corazón, a la voluntad del hombre, donde anidan curvas de todo tipo que obstaculizan e impiden la viabilidad. • Temi di predicazione - Omelie, n. 46 – Nuova serie, p. 35: “La misión de Juan es la de todos los profetas: devolver el pueblo a Dios. Pero esta vez llama a la «conversión» en vista de un suceso extraordinario, la realización de las promesas escatológicas, es decir, la realización de la salvación mesiánica (3,6). No se trata, por tanto, de la venida de JHWH como juez, sino como liberador de cualquier pueblo («todo hombre») y de cualquier esclavitud, de los enemigos (cfr. Lucas 1,71; 4,18) y, todavía más, del pecado” (Temi di Predicazione - Omelie, p. 35). • Temi di Predicazione – Omelie, 6/2012, II Domenica di Avvento 9 dicembre 2012, pp. 30-40: 1 El sentido moderno de la palabra como alguien que anuncia cosas futuras (en algunos casos empleado como equivalente a un adivino) es ajeno al sentido etimológico del término profeta. Es, sin embargo, un derivado de éste, ya que lo que dice un profeta, en cuanto que es palabra de Dios, siempre se cumple. 2 “El camino que hay que preparar ( cfr. Lucas 3,4) no es el que atraviesa el desierto, de Babilonia a Jerusalén, sino más bien el más breve, pero más insidioso, que va de la mente al corazón, a la voluntad del hombre, donde anidan curvas de todo tipo que obstaculizan e impiden la viabilidad. El obrar moral del hombre para el autor bíblico es la conformidad con un código; se sugieren varias infracciones, la de la pereza , la del orgullo o de la vanidad que deben ser evitadas, porque en caso contrario el mensaje evangélico no será acogido. Son verdaderos ídolos que obstaculizan el camino de Dios en el hombre, y por ello deben ser removidos si se quiere «ver», es decir, experimentar la salvación que se espera”. La palabra «preparad» es la palabra de la conversión y va dirigida al hombre interior, al espíritu humano. Expresa lo que es necesario hacer en el alma, en el corazón, en la conciencia, para hacerlos accesibles a Dios. • Juan Pablo II , Homilía en el II Domingo de Adviento, 9-12-79: “En la liturgia del domingo de hoy; que es el II del período de Adviento, se repite muy frecuentemente la misma palabra invitando, por así decirlo, a concentrar sobre ella nuestra atención. Es la palabra: "preparad". «Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas... Y toda carne verá la salud de Dios»" (Lc 3, 4. 6). La hemos escuchado hace poco en el Evangelio según San Lucas, y antes aún en el canto solemne del aleluya. La Iglesia toma hoy esta palabra de labios de Juan Bautista. El enseñó así, predicó de este modo, cuando la Palabra de Dios descendió sobre él en el desierto (cf. Lc 3, 2). El la acogió y «vino por toda la región del Jordán predicando el bautismo de penitencia» (Lc 3, 3). La palabra «preparad» es la palabra de la conversión —en griego corresponde la expresión «metánoia»— por lo que se ve que esta expresión va dirigida al hombre interior, al espíritu humano. Y de este modo es necesario comprender la palabra «preparad». El lenguaje del Precursor de Cristo, es metafórico. Habla de los caminos, de los senderos que es necesario "enderezar", de los montes y collados que deben ser "allanados", de los barrancos que es necesario "rellenar", esto es, colmar para elevarlos a un nivel adecuadamente más alto; finalmente, habla de los lugares intransitables que deben ser allanados. Se dice todo esto en metáfora, como si se tratase de preparar la acogida de un huésped especial al que se le debe facilitar el camino, para quien se debe hacer accesible el país, hacerlo atrayente y digno de ser visitado. Tal, como por ejemplo, los italianos han hecho atrayentes y dignas de ser visitadas por los turistas y por los peregrinos de todo el mundo las regiones montañosas y roqueñas de su país. Ahora bien, esta metáfora espléndida de Juan, en la que resuenan las palabras del gran Profeta Isaías que se refería al paisaje de Palestina, expresa lo que es necesario hacer en el alma, en el corazón, en la conciencia, para hacerlos accesibles al Huésped Supremo: a Dios, que debe venir en la noche de Navidad y debe llegar después constantemente al hombre, y por último llegar para cada uno al fin de la vida, y para todos al fin del mundo. Una imagen del Señor para predicar la urgencia de la conversión: el bieldo y el hacha. • La urgencia de la conversión aparece clara en la predicación de San Juan Bautista: “(El Señor) tiene el bieldo en su mano, para limpiar su era y recoger el trigo en su granero y quemará la paja con un fuego que no se apaga” (Lucas 3,17). Dado que la imagen es fuerte, será difícil cerrar los oídos ante su advertencia. El esfuerzo de conversión tendrá que ser constante puesto que - dice también San Juan Bautista - “Ya está el hacha puesta junto la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego” (Lucas 3,9). Sin olvidar, por tanto, que el juicio del Señor es el decisivo, la última instancia. Juan el Bautista: Fue definido por Cristo el mayor: «entre los nacidos de mujer nadie hay mayor que Juan» (Lucas, 7,28). o Predica la dignidad del hombre. Osa gritar a la cara al tirano, como hará, en efecto, Juan el Bautista con Herodes: «No te es lícito». • Raniero Cantalamessa o.c., p. 15: “En la misma línea de los antiguos profetas de Israel, él ha predicado contra la opresión y la injusticia social. Lo oiremos en el evangelio del próximo domingo: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo» (Lucas 3,11). A los publicanos [recaudadores de contribuciones], que frecuentemente «chupaban la sangre» a los pobres con peticiones arbitrarias, les dice: «No exijáis más de lo que os está fijado» (Lucas 3,13). A los soldados, tentados por la violencia: «No hagáis extorsión a nadie» (Lucas 13,14). También las palabras que hemos escuchado, sobre enderezar las sendas; rellenar el valle, rebajar el monte y la colina, pueden tener una aplicación social. Podríamos entenderlo así: «Toda diferencia social injusta entre los muy ricos (los montes) y los muy pobres (los valles) debe ser eliminada o, al menos, reducida; los caminos torcidos de la corrupción 3 y del engaño deben ser rectificados». Hasta aquí reconocemos fácilmente la idea que tenemos hoy del profeta: uno que empuja hacia el cambio; que denuncia las torceduras del sistema, que levanta el dedo contra el poder en todas sus formas – religioso, económico, militar -, que osa gritar a la cara al tirano, como hará, en efecto, Juan el Bautista con Herodes: «No te es lícito» (Mateo 14,4)”. o Predica la salvación para el perdón de los pecados; y señala la presencia escondida de Cristo. Los profetas tradicionales ayudaban a los contemporáneos a pasar más allá del muro del tiempo y ver el futuro, pero él ayuda a superar el muro, más espeso, de las apariencias contrarias, y hace descubrir el Mesías escondido detrás de la semblanza de un hombre como los otros. • Raniero Cantalamessa o.c., p. 16: “Pero Juan el Bautista fue también otra cosa. Enseñó al pueblo la «salvación para el perdón de sus pecados» (Lucas 1,77). En qué sentido, podríamos preguntarnos, ¿esto hace de él un profeta? ¿Dónde encontramos aquí la profecía? Los profetas anunciaban una salvación futura; pero Juan el Bautista no anuncia una salvación futura; indica a uno que está presente. El es quien señala con el dedo una persona y grita: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1,29). «El que era esperado por siglos y siglos, está aquí, es Él» ¡Qué estremecimiento debió pasar aquel día por el cuerpo de los que estaban presentes y le oyeron hablar de ese modo! Alguno podría pensar: ¿pero qué profeta es el Precursor, si se limita a indicar aquél que todos ven con sus ojos? Y, sin embargo, ¡aquí está la grandeza de su profecía! Los profetas tradicionales ayudaban a los contemporáneos a pasar más allá del muro del tiempo y ver el futuro, pero él ayuda a superar el muro, más espeso, de las apariencias contrarias, y hace descubrir el Mesías escondido detrás de la semblanza de un hombre como los otros. El Bautista inauguraba de este modo la nueva profecía cristiana, que no consiste en anunciar una salvación futura («en los últimos tiempos»), sino en revelar la presencia escondida de Cristo en el mundo”. 3. ¿Qué nos dice a nosotros el profeta Juan el Bautista? Mantener juntos dos aspectos: la fe y el compromiso por el hombre. • Raniero Cantalamessa o.c., pp. 16-17: “En primer lugar que también nosotros debemos mantener juntos los dos aspectos del ministerio profético: el compromiso por la justicia social por una parte y el anuncio del evangelio por otra. No podemos reducir a la mitad el compromiso, en un sentido o en otro. Un anuncio de Cristo que no fuese acompañado por el esfuerzo por la promoción humana, resultaría desencarnado y poco creíble; un compromiso por la justicia privado del anuncio de la fe y del contacto que regenera con la palabra de Dios, se agotaría enseguida, o terminaría en una protesta estéril. El anuncio del Evangelio y la lucha por la justicia deben permanecer no como dos cosas yuxtapuestas, pero sin un vínculo entre ellas. Debe ser precisamente el Evangelio de Cristo lo que nos empuja a luchar por el respeto del hombre, de modo que sea posible a todo hombre «ver la salvación de Dios». Juan el Bautista no predicaba contra los abusos como agitador social, sino como heraldo del evangelio, «a fin de preparar al Señor un pueblo perfecto» (Lucas 1,17)”. La capacidad de hacer sentir cercano e importante en nuestras vidas a Cristo. o La importancia de lo que está en juego. • Raniero Cantalamessa o.c. p.18: ¿Qué método usa?. “No es nuestro maestro en los contenidos. El se sitúa en los albores de la fe, tiene una cristología pobre y elemental. No conoce todavía los títulos más altos de Jesús: Verbo, Hijo de Dios, Señor. Como compensación, sin embargo, tiene una capacidad extraordinaria para hacer sentir a Cristo cercano e importante en la vida. El Bautista grita: «En medio de vosotros hay uno a quien no conocéis». Comunica el sentido de la urgencia de la decisión («Ya está el hacha puesta junto a la raíz de los árboles»), y de la importancia de lo que está en juego”. «Él tiene el bieldo en su mano», es decir: ante él está quien resiste y quien cae, quien será buen grano y quien será como paja que dispersa el viento”. Para evangelizar, es necesaria la convicción, la coherencia, la experiencia de Cristo, no la capacidad de hacer razonamientos complicados. • Raniero Cantalamessa o.c. p. 19: “Juan el Bautista nos recuerda que para participar en el esfuerzo de la evangelización de la Iglesia, no se requiere necesariamente un grande conocimiento de la teología o la capacidad de hacer razonamientos complicados. Se requiere más bien coraje, convicción, experiencia (se 4 entiende, de Cristo) y coherencia de vida. Todos pueden hablar de Cristo como hablaba el Precursor, también quien no ha estudiado”. 4. Todos los fieles estamos llamados a anunciar el Evangelio con la palabra y con las obras: a ser profetas, a participar del oficio profético de Cristo. • Juan Pablo II, Exhort. Apost. Christifideles laici, n.14, 30/12/1988: (...) los fieles laicos participan, según el modo que les es propio, en el triple oficio - sacerdotal, profético y real- de Jesucristo. (...) La participación en el oficio profético de Cristo, "que proclamó el Reino del Padre con el testimonio de la vida y con el poder de la palabra" (Lumen gentium, 35), habilita y compromete a los fieles laicos a acoger con fe el Evangelio y a anunciarlo con la palabra y con las obras, sin vacilar en denunciar el mal con valentía. Unidos a Cristo, el "gran Profeta" (Lucas. 7, 16), y constituidos en el Espíritu "testigos" de Cristo Resucitado, los fieles laicos son hechos partícipes tanto del sobrenatural sentido de fe de la Iglesia, que "no puede equivocarse cuando cree" (Lumen gentium, 12), cuanto de la gracia de la palabra (cf. Hechos. 2, 17- 18; Apocalipsis. 19, 10). Son igualmente llamados a hacer que resplandezca la novedad y la fuerza del Evangelio en su vida cotidiana, familiar y social, como a expresar, con paciencia y valentía, en medio de las contradicciones de la época presente, su esperanza en la gloria "también a través de las estructuras de la vida secular" (Lumen gentium, 35). 5. Dos textos de Benedicto XVI sobre la fe y el compromiso con la dignidad del hombre No se puede dar culto a Dios sin velar por el hombre su hijo y no se sirve al hombre sin preguntarse por quién es su Padre y responderle a la pregunta por él. Cfr. Benedicto XVI, Viaje a Santiago de Compostela y a Barcelona. 6-7 noviembre 2010. Homilía en Santiago. o Dejadme que proclame desde aquí la gloria del hombre, que advierta de las amenazas a su dignidad por el expolio de sus valores y riquezas originarios y por la marginación o la muerte infligidas a los más débiles y pobres. No se puede dar culto a Dios sin velar por el hombre su hijo y no se sirve al hombre sin preguntarse por quién es su Padre. Esto es lo que la Iglesia desea aportar a Europa: velar por Dios y velar por el hombre, desde la comprensión que de ambos se nos ofrece en Jesucristo. Dejadme que proclame desde aquí la gloria del hombre, que advierta de las amenazas a su dignidad por el expolio de sus valores y riquezas originarios, por la marginación o la muerte infligidas a los más débiles y pobres. No se puede dar culto a Dios sin velar por el hombre su hijo y no se sirve al hombre sin preguntarse por quién es su Padre y responderle a la pregunta por él. La Europa de la ciencia y de las tecnologías, la Europa de la civilización y de la cultura, tiene que ser a la vez la Europa abierta a la trascendencia y a la fraternidad con otros continentes, al Dios vivo y verdadero desde el hombre vivo y verdadero. Esto es lo que la Iglesia desea aportar a Europa: velar por Dios y velar por el hombre, desde la comprensión que de ambos se nos ofrece en Jesucristo. La afirmación de Dios lleva consigo la suprema afirmación y tutela de la dignidad de cada hombre. Cfr. Benedicto XVI, Viaje a Santiago de Compostela y a Barcelona. 6-7 noviembre 2010. Homilía en Barcelona. o La afirmación de Dios lleva consigo la suprema afirmación y tutela de la dignidad de cada hombre y de todos los hombres: «¿No sabéis que sois templo de Dios?... El templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros». He aquí unidas la verdad y dignidad de Dios con la verdad y la dignidad del hombre. Esa afirmación de Dios lleva consigo la suprema afirmación y tutela de la dignidad de cada hombre y de todos los hombres: « ¿No sabéis que sois templo de Dios?... El templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros» (1 Corintios 3,16-17). He aquí unidas la verdad y dignidad de Dios con la verdad y la dignidad del 5 hombre. Al consagrar el altar de este templo, considerando a Cristo como su fundamento, estamos presentando ante el mundo a Dios que es amigo de los hombres e invitando a los hombres a ser amigos de Dios. Como enseña el caso de Zaqueo, del que se habla en el Evangelio de hoy (cf. Lucas 19,1-10), si el hombre deja entrar a Dios en su vida y en su mundo, si deja que Cristo viva en su corazón, no se arrepentirá, sino que experimentará la alegría de compartir su misma vida siendo objeto de su amor infinito. 6. Juan el Bautista presentado por el Catecismo de la Iglesia Católica El Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural. (Cfr. Benedicto XVI, Carta Apostólica «Porta Fidei», con la que se convoca el Año de la Fe, n. 12) Da testimonio de Cristo mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio. • n. 523: S. Juan Bautista es el precursor (Cf Hechos 13, 24) inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino (Cf Mateo 3, 3). «Profeta del Altísimo» (Lucas 1, 76), sobrepasa a todos los profetas (Cf Lc 7, 26), de los que es el último (Cf Mt 11, 13), e inaugura el Evangelio (Cf Hechos 1, 22; Lc 16, 16), desde el seno de su madre (Cf Lucas 1, 41) saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en ser «el amigo del esposo» (Jn 3, 29) a quien señala como «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1, 29). Precediendo a Jesús «con el espíritu y el poder de Elías» (Lucas 1, 17), da testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio (Cf Marcos 6, 17-29). • n. 717: IV. EL ESPIRITU DE CRISTO EN LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS - Juan, Precursor, Profeta y Bautista "Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. (Jn 1, 6). Juan fue "lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre" (Lucas 1, 15. 41) por obra del mismo Cristo que la Virgen María acababa de concebir del Espíritu Santo. La "visitación" de María a Isabel se convirtió así en "visita de Dios a su pueblo" (Lc 1, 68). • n. 718: Juan es "Elías que debe venir" (Mt 17, 10 - 13): El fuego del Espíritu lo habita y le hace correr delante [como "precursor"] del Señor que viene. En Juan el Precursor, el Espíritu Santo culmina la obra de "preparar al Señor un pueblo bien dispuesto" (Lucas 1, 17). • n. 719: Juan es «más que un profeta» (Lucas 7, 26). En él, el Espíritu Santo consuma el «hablar por los profetas». Juan termina el ciclo de los profetas inaugurado por Elías (cf. Mateo 11, 13 - 14).). Anuncia la inminencia de la consolación de Israel, es la «voz» del Consolador que llega (Juan 1, 23; cf. Is 40, 1 - 3).). Como lo hará el Espíritu de Verdad, «vino como testigo para dar testimonio de la luz» (Juan 1, 7; cf. Juan 15, 26; Juan 5, 33). (…) • n. 720: En fin, con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que realizará con y en Cristo: volver a dar al hombre la "semejanza" divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento, el del agua y del Espíritu será un nuevo nacimiento (cf. Juan 3, 5). Proclama un bautismo de conversión para el perdón de los pecados • Cf. n. 535: Juan proclamaba «un bautismo de conversión para el perdón de los pecados» (Lucas 3, 3). Una multitud de pecadores, publicanos y soldados (Cf Lucas 3, 10-14), fariseos y saduceos (Cf Mateo 3, 7) y prostitutas (Cf Mateo 21, 32) viene a hacerse bautizar por él. «Entonces aparece Jesús». (…) Señala a Jesús, concretamente, como el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo • n. 608: «El cordero que quita el pecado del mundo» - Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores (Cf Lucas 3, 21; Mateo 3, 14-15), vio y señaló a Jesús como el «Cordero de Dios que quita los pecados del mundo» (Juan 1, 29) (Cf Juan 1, 36). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (Isaías 53, 7) (Cf Jeremías 11, 19) y carga con el pecado de las multitudes (Cf Isaías 53, 12), y el cordero pascual símbolo de la redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (Ex 12, 3-14) (Cf Juan 19, 36; 1 Corintios 5, 7). Toda la vida de Cristo expresa su misión: «Servir y dar su vida en rescate por muchos» (Marcos 10, 45). www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

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