jueves, 15 de diciembre de 2016

El Bautismo del Señor (2013). La unción de Jesús y la presencia plena del Espíritu en Él.



1 El Bautismo del Señor (2013). La unción de Jesús y la presencia plena del Espíritu en Él. Nuestra participación por nuestro bautismo en el de Jesús. Efectos en nosotros de nuestro bautismo. El bautismo con el agua y el Espíritu Santo es el sacramento primero y fundamental de la Iglesia, el sacramento de la vida nueva en Cristo. El bautismo libera de la culpa original, perdona los pecados, nos comunica una nueva vida que es participación de la vida de Dios Padre. Somos ungidos con el óleo de los catecúmenos, signo de la suave fortaleza de Cristo, que se nos da para luchar contra el mal. El agua bendita que se nos derrama es signo de la purificación interior mediante el don del Espíritu Santo, que Jesús nos hizo al morir en la cruz. Después recibimos una segunda y más importante unción con el “crisma”, para indicar que somos consagrados a imagen de Jesús, el ungido del Padre. La vela encendida que se nos entrega es símbolo de la luz de la fe que los padres y padrinos deberán custodiar y alimentar continuamente con la gracia vivificante del Espíritu. Lucas 3, 15-16.21-22: 15 Como el pueblo estimase, y todos se preguntaran en su interior, si acaso Juan no sería el Cristo, 16 Juan salió al paso diciendo a todos: Yo os bautizo con agua; pero viene quien es más fuerte que yo, al que no soy digno de desatar la correa de sus sandalias: él os bautizará en Espíritu Santo y en fuego. 21 Cuando se bautizaba todo el pueblo, y Jesús, habiendo sido bautizado, y mientras oraba, sucedió que se abrió el cielo, 22 y bajó el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como una paloma, y se oyó una voz que venía del cielo: Tú eres mi Hijo, el Amado, en ti me he complacido. «Tú eres mi Hijo, el Amado, en ti me he complacido» (Lucas 3,22) “El sentido del año litúrgico en general, no es otro que el de sacarnos de nuestra desmemoria y de la oscuridad de nuestra vida cotidiana y llevarnos hacia estas huellas de Dios que han sido marcadas a fuego de una vez para siempre en la historia a fin de que nuestro corazón se abra nuevamente, a fin de que las veamos y ellas nos señalen el camino”. “A través del bautismo Jesús se ha unido a nosotros: Su bautismo es el como puente Que él ha tendido entre sí y nosotros, el camino a través del cual él se nos hace accesible”. “El bautismo de Jesús nos recuerda sobre todas las cosas nuestro propio bautismo y nos pregunta qué ha surgido en nuestra vida con esa entrada de Dios en mi existencia personal. Nos pregunta qué significa para mí, en realidad, el ser bautizado”. (J. Ratzinger - Benedicto XVI, Y Dios se hizo hombre, Ed. Encuentro 2012, pp. 76-77) I La unción de Jesús: el Espíritu de Dios descendió sobre Jesús y lo ungió (Lucas 3,22). • Hoy celebramos el Bautismo de Jesús en el río Jordán, cuando Jesús fue colmado por el Padre de Espíritu Santo. Aunque nadie ignora la presencia del Espíritu Santo en Jesús ya desde el momento de su nacimiento, se atribuye un significado decisivo a la unción solemne recibida por Jesús en el Jordán, con motivo del comienzo de su acción mesiánica 1 . • “El Espíritu Santo viene a ungir, esto es - en el lenguaje bíblico -, a consagrar, a dar la investidura y los poderes necesarios para esta misión a Jesús; misión que no es simplemente salvar a los hombres, sino salvarlos de un modo concreto establecido por el Padre: a través del abajamiento, la obediencia voluntaria y el sacrificio expiatorio”. (…) “A esta nueva y fundamental etapa de la vida de Jesús, le corresponde una nueva y fundamental unción del Espíritu Santo; y esto es lo que 1 Cfr. Raniero Cantalamesa, El misterio del Bautismo de Jesús, Edicep 1997 2 entendemos, precisamente, cuando hablamos del misterio de la unción”. (Cfr. R. Cantalamessa o.c. pp. 12-13). • Aunque todo lo que Jesús hace o dice en el evangelio lo realiza «en el Espíritu Santo», los evangelios ponen algunos momentos determinados explícitamente en relación con una moción especial del Espíritu Santo sobre Jesús(Cfr. R. Cantalamessa o.c. pp. 27-28): a) el Espíritu impulsa a Jesús a luchar contra el demonio. En la lucha contra el demonio Jesús realiza su misión real, en cuanto que abate el reino de Satanás y establece el reino de Dios: «Si yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios, es que ha llegado a vosotros el reino de Dios» (Mateo 12,28); b) impulsa a Jesús a predicar el evangelio; el Espíritu consagra a Jesús con la unción para llevar la buena nueva a los pobres (Lucas 4,18); c) impulsa a orar al Padre, ofreciéndose a él en sacrificio; el Espíritu hace «exultar de gozo» a Jesús, y le hace decir: Yo te bendigo, Padre ... (Lucas 10,20). II. Los cristianos participamos por nuestro bautismo de esa unción de Jesús, de esa presencia plena del Espíritu Santo en Jesús. o Un mismo Espíritu fluye en Jesús y en nosotros, del mismo modo que es una misma savia la que fluye entre la vid y los sarmientos. cfr. Raniero Cantalamessa o.c. pp. 14-18 • El descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en el Jordán es para nuestra santificación. La unción de Cristo es una “unción para nosotros”, estaba destinada a nosotros. San Pedro afirma: “Este Jesús … ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido y ha derramado lo que vosotros veis y oís” (hechos 2, 3s ss.). Y san Pablo escribe que Dios ha enviado a nuestros corazones “el Espíritu de su Hijo”, es decir, el Espíritu de Jesús que clama “Abbá, Padre” (Cfr. Romanos 8, 15). El hecho de que el Espíritu Santo grite en nosotros “Abbá, Padre” es la mejor prueba de que es el mismo Espíritu que estaba en Jesús de Nazaret. • Un mismo Espíritu fluye en Jesús y en nosotros, del mismo modo que es una misma savia la que fluye entre la vid y los sarmientos. o El momento en que Jesús, en la cruz, «expiró» cfr. Raniero Cantalamessa o.c. pp. 14-18 • “El momento en que Jesús, en la cruz, «expiró» (Juan 19, 30), es también para el evangelista, el momento en que «entregó el Espíritu»; la misma expresión griega debe ser entendida, según el uso propio de Juan, en uno y en otro sentido: en el sentido literal de «expirar» y en el místico de «entregar el Espíritu». El episodio del agua y de la sangre que sigue inmediatamente, acentúa este significado místico. Poco después, este misterio es como representado plásticamente, cuando, en el cenáculo, Jesús resucitado «sopló» sobre los discípulos diciéndoles: «Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20, 22). Parafraseando unas palabras de Jesús («Yo les he dado a ellos la gloria que tú me diste»), san Gregorio de Nisa hace decir al mismo Jesús: «Yo les he dado a ellos el Espíritu Santo que tú me diste» 2 . (Raniero Cantalamessa o.c. pp. 14-18). o Así lo describen algunos escritores de los primeros tiempos del cristianismo. • San Ireneo de Lyon (130-202). «El Espíritu de Dios descendió, pues, sobre Jesús y lo ungió, como había prometido en los profetas, a fin de que nosotros fuésemos salvados participando en la abundancia de su unción» 3 . • San Atanasio (296-373) de Alejandría: «De su plenitud hemos recibido la gracia del Espíritu» 4 . • «A nosotros - escribe también san Atanasio - está destinado el descenso del Espíritu Santo 2 Ssan Gregorio de Nisa, In Cant. 17,22; PG 44, 1116 3 San Ireneo, Adv. Haer. III, 9, 3; PG 7, 872 A. 4 San Atanasio, C. Ariani. 1, 50; PG 26,118. 3 sobre Jesús en el Jordán... es para nuestra santificación, a fin de que fuésemos hechos partícipes de su unción y se pudiera decir de nosotros: ¿No sabéis que sois santuario de Dios y el Espíritu Santo habita en vosotros? (1 Co 3,16). En efecto, mientras el Señor, como hombre, era lavado en el Jordán, también nosotros éramos lavados, con el Señor y por el Señor, y mientras él recibía el Espíritu, éramos nosotros quienes, por el Señor, nos hacíamos capaces de recibir el Espíritu» 5 . o En el Concilio Vaticano II • En el Concilio Vaticano II se afirma que en Pentecostés el Señor Jesús “hace partícipe a todos su cuerpo místico de la unción del Espíritu Santo con que fue él ungido” 6 . o En el Bautismo nuestro Padre Dios ha tomado posesión de nuestras vidas, nos ha incorporado a la de Cristo y nos ha enviado el Espíritu Santo. Cfr. San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 128 También nosotros, como aquellos primeros que se acercaron a San Pedro en el día de Pentecostés, hemos sido bautizados. En el bautismo, Nuestro Padre Dios ha tomado posesión de nuestras vidas, nos ha incorporado a la de Cristo y nos ha enviado el Espíritu Santo. El Señor, nos dice la Escritura Santa, nos ha salvado haciéndonos renacer por el bautismo, renovándonos por el Espíritu Santo, que El derramó copiosamente sobre nosotros por Jesucristo Salvador nuestro, para que, justificados por la gracia, vengamos a ser herederos de la vida eterna conforme a la esperanza que tenemos (Tito 3, 5-7). o Lo que algunas personas piensan hoy en día sobre el bautismo. Cfr. J. Ratzinger – Benedicto XVI, Y Dios se hizo hombre, Ed. Encuentro 2012, pp. 77-78. • “Algunas personas piensan hoy en día que, en realidad, el bautismo no es más que una modalidad un tanto anticuada de incorporar a alguien en una comunidad religiosa. Piensan que se ha realizado de ese modo porque la mayoría no sabía leer ni escribir. Hoy – así piensan -, eso sería mucho más fácil con una simple anotación en actas, con un certificado o algo semejante. Y porque así piensan, omiten el bautismo y dicen: que el niño quiera inscribirse o no alguna vez lo dejamos a su arbitrio. Sin embargo, por el aparente respeto a la libertad del niño, olvidan que tampoco le han preguntado si acaso quería nacer, si quería aceptar la exigencia que significa la vida humana. Y, de hecho, esta exigencia de vivir hacia lo desconocido de un futuro ignoto solo puede justificarse si podemos brindar inicialmente algo más que la mera existencia biológica; si, junto con la vida, que se adentra hacia un futuro indefinible, podemos brindar también un sentido, una fuerza del bien que sea más fuerte que todas las amenazas y destrucciones imaginables y, posibles hacia las que, tal vez, ese niño se encamine. Solo si podemos dar también esto segundo está bien y tiene sentido hacer lo primero”. III. La unción de Jesús y del cristiano en el Catecismo de la Iglesia Católica o El descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su Bautismo por Juan fue el signo de que él era el que debía venir, el Mesías, el Hijo de Dios • n. 1286: En el Antiguo Testamento, los profetas anunciaron que el Espíritu del Señor reposaría sobre el Mesías esperado (cf. Is 11, 2) para realizar su misión salvífica (cf Lc 4, 16 - 22; Is 61, 1). El descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su Bautismo por Juan fue el signo de que él era el que debía venir, el Mesías, el Hijo de Dios (Mt 3, 13 - 17; Jn 1, 33 - 34). Habiendo sido concedido por obra del Espíritu Santo, toda su vida y toda su misión se realizan en una comunión total con el Espíritu Santo que el Padre le da "sin medida" (Jn 3, 34). o Esta plenitud del Espíritu no debía permanecer únicamente en el Mesías, sino que debía ser comunicada a todo el pueblo mesiánico • n. 1287: Ahora bien, esta plenitud del Espíritu no debía permanecer únicamente en el Mesías, sino que debía ser comunicada a todo el pueblo mesiánico (cf Ez 36, 25 - 27; Jl 3, 1 - 2). En repetidas ocasiones Cristo prometió esta efusión del Espíritu (cf Lc 12, 12; Jn 3, 5 - 8; Jn 7, 37 - 39; Jn 16, 7 - 15; Hch 1, 8), promesa que realizó primero el día de Pascua (Jn 20, 22) y luego, de manera más manifiesta el día de Pentecostés (cf Hch 2, 1 - 4). Llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles comienzan a proclamar "las 5 San Atanasio, Or. I c. Arian. 47; PG 26, 108s. 6 Presbyterorum ordinis, 1,2 4 maravillas de Dios" (Hch 2, 11) y Pedro declara que esta efusión del Espíritu es el signo de los tiempos mesiánicos (cf Hch 2, 17 - 18). Los que creyeron en la predicación apostólica y se hicieron bautizar, recibieron a su vez el don del Espíritu Santo (cf Hch 2, 38). • n. 1288: "Desde aquel tiempo, los Apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo, comunicaban a los neófitos, mediante la imposición de las manos, el don del Espíritu Santo, destinado a completar la gracia del Bautismo (cf Hch 8, 15 - 17; Hch 19, 5)”. (…) El signo de la unción designa e imprime un sello espiritual. • n. 1289: Muy pronto, para mejor significar el don del Espíritu Santo, se añadió a la imposición de las manos una unción con óleo perfumado (crisma). Esta unción ilustra el nombre de "cristiano" que significa "ungido" y que tiene su origen en el nombre de Cristo, al que "Dios ungió con el Espíritu Santo" (Hch 10, 38). (…) Significaciones de la unción en el simbolismo bíblico y antiguo • n. 1293: “La unción, en el simbolismo bíblico y antiguo, posee numerosas significaciones: el aceite es signo de abundancia (cf Dt 11, 14, etc. ) y de alegría (cf Sal 23, 5; Sal 104, 15); purifica (unción antes y después del baño) y da agilidad (la unción de los atletas y de los luchadores); es signo de curación, pues suaviza las contusiones y las heridas (cf Is 1, 6; Lc 10, 34) y el ungido irradia belleza, santidad y fuerza.” El sello es el símbolo de la persona, signo de su autoridad, de su propiedad sobre un objeto. • 1295: “Por medio de esta unción, el confirmando recibe "la marca", el sello del Espíritu Santo. El sello es el símbolo de la persona (cf Gn 38, 18; Ct 8, 9), signo de su autoridad (cf Gn 41, 42), de su propiedad sobre un objeto (cf. Dt 32, 34) - por eso se marcaba a los soldados con el sello de su jefe y a los esclavos con el de su señor - ; autentifica un acto jurídico (cf 1R 21, 8) o un documento (cf Jr 32, 10) y lo hace, si es preciso, secreto (cf Is 29, 11)”. Cristo mismo se declara marcado con el sello de su Padre. El cristiano también está marcado con un sello. • n. 1296: “Cristo mismo se declara marcado con el sello de su Padre (cf Jn 6, 27). El cristiano también está marcado con un sello: "Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió, y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones" (2Co 1, 22; cf Ef 1, 13; Ef 4, 30). Este sello del Espíritu Santo, marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre, pero indica también la promesa de la protección divina en la gran prueba escatológica (cf Ap 7, 2 - 3; Ap 9, 4; Ez 9, 4 - 6)”. Todas estas significaciones de la unción con aceite se encuentran en la vida sacramental. • n. 1294: “Todas estas significaciones de la unción con aceite se encuentran en la vida sacramental. La unción antes del Bautismo con el óleo de los catecúmenos significa purificación y fortaleza; la unción de los enfermos expresa curación y el consuelo. La unción del santo crisma después del Bautismo, en la Confirmación y en la Ordenación, es el signo de una consagración. Por la Confirmación, los cristianos, es decir, los que son ungidos, participan más plenamente en la misión de Jesucristo y en la plenitud del Espíritu Santo que éste posee, a fin de que toda su vida desprenda "el buen olor de Cristo" (cf 2Co 2, 15)”. IV. Juan Pablo II: los efectos del bautismo en los cristianos. A) De una homilía en la fiesta del Bautismo del Señor en el Jordán 12 de enero de 1997 Isaías 42,1-4.6-7; Hechos 10,34-38; Marcos 1,6-11 o Los efectos del bautismo que recibimos los cristianos (…) La Iglesia celebra hoy el bautismo de Cristo, y también este año tengo la alegría de administrar, en esta circunstancia, el sacramento del bautismo a algunos recién nacidos. El bautismo libera de la culpa original, perdona los pecados, nos comunica una nueva vida que es participación de la vida de Dios Padre. (…) El bautismo libera al hombre de la culpa original y perdona sus pecados, lo rescata de la esclavitud del mal y marca su renacimiento en el Espíritu Santo; le comunica una nueva vida que es participación de la vida de Dios Padre y que nos ofrece su Hijo unigénito, hecho hombre, muerto y resucitado. (…) 5 El bautismo con el agua y el Espíritu Santo es el sacramento primero y fundamental de la Iglesia, sacramento de la vida nueva en Cristo. La unción con el óleo de los catecúmenos, el agua que se derrama, la unción con el “crisma”, la vela encendida. Estos niños dentro de poco recibirán ese mismo bautismo y se convertirán en miembros vivos de la Iglesia. Serán ungidos con el óleo de los catecúmenos, signo de la suave fortaleza de Cristo, que se les da para luchar contra el mal. El agua bendita que se les derrama es signo de la purificación interior mediante el don del Espíritu Santo, que Jesús nos hizo al morir en la cruz. Después se recibe una segunda y más importante unción con el “crisma”, para indicar que son consagrados a imagen de Jesús, el ungido del Padre. La vela encendida que se les entrega es símbolo de la luz de la fe que los padres y padrinos deberán custodiar y alimentar continuamente con la gracia vivificante del Espíritu. B) Catequesis. El bautismo, fundamento de la vida cristiana, el 1-04-1998. o En bautismo se da al hombre el Espíritu de la vida que "consagró" la humanidad de Cristo desde el momento de la Encarnación y que Cristo mismo infundió en virtud de su obra redentora. El Espíritu Santo hace nacer y crecer en el cristiano una vida "espiritual", divina, que anima y eleva todo su ser. A través del Espíritu, la vida misma de Cristo produce sus frutos en la existencia cristiana». • «Pablo muestra el efecto esencial del bautismo, cuando escribe a los Gálatas: "Todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo" (Gálatas 3,27). Existe una semejanza fundamental del cristiano con Cristo, que implica el don de la filiación divina adoptiva. Los cristianos, precisamente porque están "bautizados en Cristo", son por una razón especial "hijos de Dios". El bautismo produce un verdadero "renacimiento". La reflexión de san Pablo se relaciona con la doctrina transmitida por el evangelio de san Juan, especialmente con el dialogo de Jesús con Nicodemo: "El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu" (Juan 3,5-6). "Nacer del agua" es una clara referencia al bautismo, que de ese modo resulta un verdadero nacimiento del Espíritu. En efecto, en él se da al hombre el Espíritu de la vida que "consagró" la humanidad de Cristo desde el momento de la Encarnación y que Cristo mismo infundió en virtud de su obra redentora. El Espíritu Santo hace nacer y crecer en el cristiano una vida "espiritual", divina, que anima y eleva todo su ser. A través del Espíritu, la vida misma de Cristo produce sus frutos en la existencia cristiana». V. Los efectos del bautismo en el Catecismo de la Iglesia Católica o Los dos efectos principales del bautismo. • n. 1262: “La gracia del Bautismo. Los distintos efectos del Bautismo son significados por los elementos sensibles del rito sacramental. La inmersión en el agua evoca los simbolismos de la muerte y de la purificación, pero también los de la regeneración y de la renovación. Los dos efectos principales, por tanto, son la purificación de los pecados y el nuevo nacimiento en el Espíritu Santo (Cf Hechos 2, 38; Juan 3, 5)”. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

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