viernes, 20 de enero de 2017

Aborto. La libre decisión de la mujer para abortar sin explicar sus motivos a nadie es para el movimiento pro-choice un derecho irrenunciable. Pero ¿qué ocurre cuando este derecho se utiliza para abortar fetos femeninos por razón de su sexo? El feticidio femenino es una práctica común en países asiáticos, pero ahora se está extendiendo también a Occidente, y no solo entre comunidades de inmigrantes. La lógica pro-choice se ve obligada a decidir entre rechazar en este caso la libre elección o ser coherente hasta el final.



1 Aborto. La libre decisión de la mujer para abortar sin explicar sus motivos a nadie es para el movimiento pro-choice un derecho irrenunciable. Pero ¿qué ocurre cuando este derecho se utiliza para abortar fetos femeninos por razón de su sexo? El feticidio femenino es una práctica común en países asiáticos, pero ahora se está extendiendo también a Occidente, y no solo entre comunidades de inmigrantes. La lógica pro-choice se ve obligada a decidir entre rechazar en este caso la libre elección o ser coherente hasta el final. Cfr. El aborto selectivo en función del sexo crea polémica en países occidentales - La libertad de no elegir niñas. Juan Meseguer – Aceprensa - 7.MAR.2012 La eliminación de fetos femeninos se da también en América del Norte en proporciones que distorsionan la ratio hombres-mujeres en algunos grupos étnicos Mientras el Daily Telegraph agita la opinión pública con un reportaje sobre abortos ilegales en función del sexo, la Asociación Canadiense de Medicina se pregunta cómo erradicar la eliminación de niñas por inmigrantes asiáticos en Canadá. Ahora que esta modalidad del aborto selectivo empieza a ser noticia en Occidente, cabe preguntarse si hay mucha diferencia entre eliminar a un feto porque sea niña o niño, tenga síndrome de Down o no sea deseado por otra razón. El ideal pro-choice –que las mujeres puedan decidir si continúan o no con el embarazo en cualquier momento y por cualquier motivo– se hizo realidad por primera vez en Occidente en Canadá. En virtud de una sentencia del Tribunal Supremo de 1988, allí se puede abortar con todas las de la ley en hospitales públicos, de forma gratuita, sin límite de gestación y por cualquier motivo. A falta de limitaciones legales (por no haber, no hay ni ley del aborto), muchos médicos canadienses han terminado por funcionar en la práctica con algunas reservas. La mayoría evita realizar abortos a partir de la semana 20 del embarazo. Escogen ese límite porque la Asociación Canadiense de Medicina dice que el feto es viable a las 20 semanas de la gestación. No obstante, esa norma no escrita salta por los aires ante excepciones como el riesgo para la salud física o psíquica de la madre. Además, las reservas morales de los médicos no logran frenar el aluvión de abortos en Canadá. Desde hace varios años, la cifra de abortos anuales gira en torno a los 100.000 (a veces más). El año pasado hubo 386.013 nacimientos, lo que supone que hay un aborto por cada 3,8 nacimientos. Pero en Canadá, al igual que en la mayoría de los países occidentales, la opinión pública dominante ya está curada de espanto. A estas alturas, parece que lo único que puede provocar un cortocircuito en el debate sobre el aborto son los bombazos mediáticos como el del Daily Telegraph. Abortos ilegales con engaño 2 Ante la sospecha de que el aborto en función del sexo se está haciendo “cada vez más común por razones culturales y sociales” en el Reino Unido, unos periodistas del Daily Telegraph se lanzan a investigar con cámara oculta (práctica que acaba de prohibirse en España). El equipo visita nueve clínicas abortistas y descubre que, en tres de ellas, los médicos falsifican la documentación para realizar este tipo de abortos ilegales (en el Reino Unido se puede abortar hasta la semana 24 del embarazo en determinados supuestos, pero nunca en función del sexo del feto). Las grabaciones están colgadas en la web del Telegraph. En uno de los vídeos se ve a una mujer que acude a una clínica privada de Manchester para abortar porque “el feto es femenino”. La ginecóloga, que trabaja también en un hospital público, interrumpe en la conversación: “Yo no hago preguntas. Si usted quiere abortar, aborte”. Después telefonea a una colega para que ésta rellene el protocolo. La doctora le explica que el aborto que va a realizar está motivado por “razones sociales” y que la embarazada “no quiere que le pregunten”. Otro vídeo muestra a un médico que trabaja en una de las clínicas abortistas más conocidas del país, en Birmingham. Una mujer embarazada de 12 semanas le explica que quiere abortar porque no desea tener una niña. El médico objeta: “Pero eso es injusto... Sería como un infanticidio femenino, ¿no?”. Entonces la mujer le sugiere que ponga otro motivo en el formulario. Respuesta del ginecólogo: “Sí, mejor. Porque ésa nunca es una buena razón. Pondré que eres muy joven para llevar el embarazo, ¿te parece?”. El tercer caso ocurre en una clínica de Londres. La especialista accede a realizar el aborto a una mujer embarazada de 18 semanas, que quiere abortar porque su pareja ya tiene un hijo varón del primer matrimonio y ahora desean una niña. El reportaje del Telegraph ha puesto en guardia al gobierno británico. El ministro de Sanidad Andrew Lansley recuerda que “la selección en función del sexo es ilegal e inmoral”. La policía acaba de abrir una investigación. También en Canadá faltan niñas Poco antes de que el Telegraph publicara su reportaje, la Asociación Canadiense de Medicina –la más importante del país, con 70.000 afiliados– lanzó una propuesta sorprendente: retrasar la información sobre el sexo del bebé hasta la semana 30 del embarazo para evitar la eliminación de niñas asiáticas en Canadá. 3 El autor de la propuesta es Rajendra Kale, uno de los redactores jefe del Canadian Medical Association Journal. El editorial, muy comentado en la prensa canadiense, contiene ideas provocadoras y prepara el terreno para una noticia publicada en la misma revista por Lauren Vogel, periodista especializada en temas de salud. Dice Kale: “Cuando los inmigrantes asiáticos vinieron a los países occidentales trajeron consigo recetas para el curry y otros platos que fueron muy bienvenidas. Pero, por desgracia, algunos de ellos también importaron su preferencia por los hijos varones y el aborto de niñas. La eliminación de fetos femeninos se cuenta por millones en la India y en China, pero también se da en América del Norte en proporciones suficientemente grandes como para distorsionar la ratio hombres-mujeres en algunos grupos étnicos” (R. Kale, “It’s a girl! – could be a death sentence”, CMAJ, 16 enero 2012). Aquí entran en juego los datos de Vogel. Si en una población normalmente nacen 105 niños por cada 100 niñas, en Canadá nacen 108 niños por cada 100 niñas en las comunidades de inmigrantes del este y el sur de Asia, desequilibrio que no se observa en el resto del país. Además, cuando ya han nacido hijas, el déficit es más acentuado por cada nacimiento sucesivo. Así, entre los inmigrantes de China, Corea y Vietnam que ya tienen dos hijas, nacen 139 niños por cada 100 niñas. Y entre los inmigrantes de la India es de 190-100, casi dos niños por niña (cfr. L. Vogel, “Sex selection migrates to Canada”, CMAJ, 21 febrero 2012). Los datos aportados por Vogel reflejan lo que ocurre a mayor escala en los países de origen de estos inmigrantes, donde la mezcla de prejuicios sexistas, la pobreza, la política del hijo único en China, y el problema de la dote en la India conducen a la eliminación de millones de niñas y al consiguiente desequilibrio de sexos (cfr. Aceprensa, 30-01-2008). Cambiar los términos del debate El editorial de Kale menciona otro estudio cualitativo, realizado a 65 mujeres indias residentes en EE.UU. Aunque la muestra es muy pequeña, da una idea de la presión psicológica que sufren estas mujeres para que el bebé sea varón. Sobre los resultados cabe destacar que el 40% de esas mujeres abortó cuando se enteró de que estaban embarazadas de fetos femeninos; y el 89% intentó abortar por el mismo motivo en algún momento del embarazo. Kale cree que estos datos se pueden extrapolar a los inmigrantes asiáticos venidos a Canadá. Y entonces lanza la polémica propuesta: que los médicos retrasen a todos los padres la información sobre el sexo del feto hasta la semana 30 del embarazo, “un pequeño precio –dice Kale– que habría que pagar para salvar a cientos de niñas en Canadá”. Y la puntilla 4 final: “Si Canadá no puede controlar esta repugnante práctica, ¿qué esperanza de salvación tienen millones de mujeres en la India y China?”. Aunque la medida está cargada de buena intención, resulta muy pobre. Margaret Somerville, fundadora y directora del Centre for Medicine, Ethics and Law de la McGill University (Montreal), da dos razones en MercatorNet (30-01-2012). Primera: es muy fácil de burlar, ya que hoy día se puede conocer el sexo del feto a partir de la octava semana del embarazo con un sencillo análisis de sangre de la madre. Y segunda: en general, los pacientes tienen un derecho ético y legal a conocer la información que los médicos obtienen de ellos. Además, este ocultamiento de la información ya se ha intentado utilizar, sin éxito, en la India para frenar la eliminación de fetos femeninos. De todos modos, Kale ha tenido el acierto de atraer la atención mediática hacia el aborto en función del sexo. Y lo ha hecho con palabras fuertes. En un momento en que en Canadá se empieza a aceptar el eufemismo “equilibrio familiar” (family balancing, en inglés), él llega y pone una pica en Flandes con expresiones como “práctica repugnante” o “feticidio femenino”. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

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