lunes, 20 de febrero de 2017

Domingo 26 del tiempo ordinario (2015), Año B. Dar de beber un vaso de agua en nombre del Señor. La entrega a los demás, la Virgen María y el espíritu de servicio. Una homilía de Francisco en su viaje a Cuba. La presencia del Señor en nuestra vida «nos saca de casa», nos hace servir a los demás. María va a visitar a su prima Isabel. Los cristianos estamos invitados a renovar nuestra fe; a vivir la revolución de la ternura como María, Madre de la Caridad. Nuestra revolución pasa por la ternura, por la alegría que se hace siempre proximidad, que se hace siempre compasión y nos lleva a involucrarnos, para servir, en la vida de los demás. Nuestra fe nos hace salir de casa e ir al encuentro de los otros para compartir gozos y alegrías, esperanzas y frustraciones. Nuestra fe, nos saca de casa para visitar al enfermo, al preso, al que llora y al que sabe también reír con el que ríe, alegrarse con las alegrías de los vecinos. El espíritu de servicio forma parte de la identidad cristiana.


1 Domingo 26 del tiempo ordinario (2015), Año B. Dar de beber un vaso de agua en nombre del Señor. La entrega a los demás, la Virgen María y el espíritu de servicio. Una homilía de Francisco en su viaje a Cuba. La presencia del Señor en nuestra vida «nos saca de casa», nos hace servir a los demás. María va a visitar a su prima Isabel. Los cristianos estamos invitados a renovar nuestra fe; a vivir la revolución de la ternura como María, Madre de la Caridad. Nuestra revolución pasa por la ternura, por la alegría que se hace siempre proximidad, que se hace siempre compasión y nos lleva a involucrarnos, para servir, en la vida de los demás. Nuestra fe nos hace salir de casa e ir al encuentro de los otros para compartir gozos y alegrías, esperanzas y frustraciones. Nuestra fe, nos saca de casa para visitar al enfermo, al preso, al que llora y al que sabe también reír con el que ríe, alegrarse con las alegrías de los vecinos. El espíritu de servicio forma parte de la identidad cristiana. 1ª Lectura (Números 11,25-29) 25 En aquellos días, el Señor descendió de la nube y habló con Moisés. Tomó del Espíritu que reposaba sobre Moisés y se lo dio a los setenta ancianos. Cuando el Espíritu se posó sobre ellos, se pusieron a profetizar. 26 Se habían quedado en el campamento dos hombres: uno llamado Eldad y otro, Medad. También sobre ellos se posó el Espíritu, pues aunque no habían ido a la reunión, eran de los elegidos y ambos comenzaron a profetizar en el campamento. 27 Un muchacho corrió a contarle a Moisés que Eldad y Medad estaban profetizando en el campamento. 28 Entonces Josué, hijo de Nun, que desde muy joven era ayudante de Moisés, le dijo: "Señor mío, prohíbeselo". 29 Pero Moisés le respondió: "¿Crees que voy a ponerme celoso? Ojalá que todo el pueblo de Dios fuera profeta y descendiera sobre todos ellos el Espíritu del Señor". Salmo responsorial (18) R. Los mandamientos del Señor alegran el corazón. L. La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma; inmutables son las palabras del Señor y hacen sabio al sencillo /R. L. La voluntad de Dios es santa y para siempre estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos /R. L. Aunque tu servidor se esmera en cumplir tus preceptos con cuidado, ¿quién no falta, Señor, sin advertirlo? Perdona mis errores ignorados /R. L. Presérvame, Señor, de la soberbia, no dejes que el orgullo me domine; así, del gran pecado tu servidor podrá encontrarse libre /R. 2ª Lectura (Santiago 5,1-6) 1 Ahora, vosotros, los ricos, llorad a gritos por las desgracias que os van a caer. 2 Vuestra riqueza está podrida, y vuestros vestidos consumidos por la polilla; 3 vuestro oro y vuestra plata están enmohecidos, y su moho servirá de testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego. Habéis atesorado para los últimos días. 4 Mirad: el salario que habéis defraudado a los obreros que segaron vuestros campos, está clamando; y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. 5 Habéis vivido lujosamente en la tierra, entregados a los placeres, y habéis cebado vuestros corazones para el día de la matanza. 6 Habéis condenado y habéis dado muerte al justo, sin que él os ofreciera resistencia. Evangelio (Marcos 9,38-43.45.47-48) En aquel tiempo, 38 Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.» 39 Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. 40 Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.» 41 «Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.» 42 «Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. 43 Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. 45Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. 47 Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, 48 donde su gusano no muere y el fuego no se apaga. Cfr. 26 tiempo ordinario Ciclo B 27 de septiembre de 2015 Números 11, 25-29; Marcos 9, 38-43.45.47-48Salmo 18,8; 10; 12-13;14 2 «Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa». (Marcos 9, 41 – Evangelio de hoy) 1. La entrega a los demás, la Virgen María y el espíritu de servicio Cfr. Papa Francisco, Homilía, Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, Santiago, Cuba. Martes, 22 de septiembre de 2015 o La presencia del Señor en nuestra vida «nos saca de casa», nos hace servir a los demás. María va a visitar a su prima Isabel El Evangelio que escuchamos nos pone de frente al movimiento que genera el Señor cada vez que nos visita: nos saca de casa. Son imágenes que una y otra vez somos invitados a contemplar. La presencia de Dios en nuestra vida nunca nos deja quietos, siempre nos motiva al movimiento. Cuando Dios visita, siempre nos saca de casa. Visitados para visitar, encontrados para encontrar, amados para amar. Ahí vemos a María, la primera discípula. Una joven quizás de entre 15 y 17 años, que en una aldea de Palestina fue visitada por el Señor anunciándole que sería la madre del Salvador. Lejos de creérselo y pensar que todo el pueblo tenía que venir a atenderla o servirla, ella sale de casa y va a servir. Sale a ayudar a su prima Isabel. La alegría que brota de saber que Dios está con nosotros, con nuestro pueblo, despierta el corazón, pone en movimiento nuestras piernas, nos saca para afuera, nos lleva a compartir la alegría recibida como servicio, como entrega en todas esas situaciones embarazosas que nuestros vecinos o parientes puedan estar viviendo. El Evangelio nos dice que María fue de prisa, paso lento pero constante, pasos que saben a dónde van; pasos que no corren para llegar rápido o van demasiado despacio como para no arribar jamás. Ni agitada ni adormentada, María va con prisa, a acompañar a su prima embarazada en la vejez. María, la primera discípula visitada, ha salido a visitar. Y desde ese primer día fue siempre su característica particular. Ha sido la mujer que visitó a tantos hombres y mujeres, niños y ancianos, jóvenes. Ha sabido visitar y acompañar en las dramáticas gestaciones de muchos de nuestros pueblos; protegió la lucha de todos los que han sufrido por defender los derechos de sus hijos. Y ahora tampoco deja de traernos la Palabra de Vida, su Hijo nuestro Señor. La presencia de la Virgen en Cuba: estas tierras fueron visitadas por ella. Estas tierras también fueron visitadas por su maternal presencia. La patria cubana nació y creció al calor de la devoción a la Virgen de la Caridad. Ella ha dado una forma propia y especial al alma cubana — escribían los Obispos de estas tierras— suscitando los mejores ideales de amor a Dios, a la familia y a la Patria en el corazón de los cubanos. También lo expresaron sus compatriotas cien años atrás, cuando le pedían al Papa Benedicto XV que declarara a la Virgen de la Caridad Patrona de Cuba, y escribieron: Ni las desgracias ni las penurias lograron “apagar” la fe y el amor que nuestro pueblo católico profesa a esa Virgen, sino que, en las mayores vicisitudes de la vida, cuando más cercana estaba la muerte o más próxima la desesperación, surgió siempre como luz disipadora de todo peligro, como rocío consolador…, la visión de esa Virgen bendita, cubana por excelencia… porque así la amaron nuestras madres inolvidables, así la bendicen nuestras esposas. En este Santuario, que guarda la memoria del santo pueblo fiel de Dios que camina en Cuba, María es venerada como Madre de la Caridad. Desde aquí Ella custodia nuestras raíces, nuestra identidad, para que no nos perdamos en los caminos de la desesperanza. El alma del pueblo cubano, como acabamos de escuchar, fue forjada entre dolores y penurias que no lograron apagar la fe, esa fe que se mantuvo viva gracias a tantas abuelas que siguieron haciendo posible, en lo cotidiano del hogar, la presencia viva de Dios; la presencia del Padre que libera, fortalece, sana, da coraje y que es refugio seguro y signo de nueva resurrección. Abuelas, madres, y tantos otros que con ternura y cariño fueron signos de visitación, como María, de valentía, de fe para sus nietos, en sus familias. Mantuvieron abierta una rendija pequeña, como un grano de mostaza, por 3 donde el Espíritu Santo seguía acompañando el palpitar de este pueblo. Y cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño (Evangelii gaudium, 288). Los cristianos estamos invitados a renovar nuestra fe; a vivir la revolución de la ternura como María, Madre de la Caridad. Nuestra revolución pasa por la ternura, por la alegría que se hace siempre proximidad, que se hace siempre compasión y nos lleva a involucrarnos, para servir, en la vida de los demás. Nuestra fe nos hace salir de casa e ir al encuentro de los otros para compartir gozos y alegrías, esperanzas y frustraciones. Nuestra fe, nos saca de casa para visitar al enfermo, al preso, al que llora y al que sabe también reír con el que ríe, alegrarse con las alegrías de los vecinos. Generación tras generación, día tras día, estamos invitados a renovar nuestra fe. Estamos invitados a vivir la revolución de la ternura como María, Madre de la Caridad. Estamos invitados a salir de casa, a tener los ojos y el corazón abierto a los demás. Nuestra revolución pasa por la ternura, por la alegría que se hace siempre proximidad, que se hace siempre compasión y nos lleva a involucrarnos, para servir, en la vida de los demás. Nuestra fe nos hace salir de casa e ir al encuentro de los otros para compartir gozos y alegrías, esperanzas y frustraciones. Nuestra fe, nos saca de casa para visitar al enfermo, al preso, al que llora y al que sabe también reír con el que ríe, alegrarse con las alegrías de los vecinos. Queremos acompañar todas las situaciones embarazosas de nuestra gente, comprometidos con la vida, la cultura, la sociedad, no borrándonos sino caminando con nuestros hermanos, todos juntos. Como María, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad. Como María, Madre de la Caridad, queremos ser una Iglesia que salga de casa para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación. Como María, queremos ser una Iglesia que sepa acompañar todas las situaciones embarazosas de nuestra gente, comprometidos con la vida, la cultura, la sociedad, no borrándonos sino caminando con nuestros hermanos, todos juntos. Todos siguiendo ayudando, todos hijos de Dos, hijos de María, hijos de esta noble tierra cubana. Éste es nuestro cobre más precioso, ésta es nuestra mayor riqueza y el mejor legado que podamos dejar: como María, aprender a salir de casa por los senderos de la visitación. Y aprender a orar con María porque su oración es memoriosa, agradecida; es el cántico del Pueblo de Dios que camina en la historia. Es la memoria viva de que Dios va en medio nuestro; es memoria perenne de que Dios ha mirado la humildad de su pueblo, ha auxiliado a su siervo como lo había prometido a nuestros padres y a su descendencia por siempre. 2. El espíritu de servicio forma parte de la identidad cristiana Cfr. Espíritu de Servicio, Diccionario de san Josemaría “El espíritu de servicio forma parte de la identidad cristiana, ya que el cristiano está llamado a vivir la vida de Cristo, que vino a la tierra no para ser servido sino para servir y dar su vida en redención de muchos (cfr. Marcos 10, 45). Así lo subraya san Josemaría: “El Verbo se hizo carne y vino a la tierra ut omnes homines salvi fiant (cfr. 1Timoteo 2, 4), para salvar a todos los hombres. Con nuestras miserias y limitaciones personales, somos otros Cristos, el mismo Cristo, llamados también a servir a todos los hombres” (Es Cristo que pasa, 106). Y en otro lugar: “Tú quieres pisar sobre las huellas de Cristo, vestirte de su vestidura, identificarte con Jesús: pues que tu fe sea operativa y sacrificada, con obras de servicio, echando fuera lo que estorba” (Forja, 155). www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

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