lunes, 20 de marzo de 2017

La conversión del corazón: en el interior del hombre pueden anidar malas intenciones, perversidades, que llevan a malas acciones contra el prójimo y contaminan al hombre. El pecado nace de la intimidad del hombre, de su corazón perverso. El saneamiento del corazón es toda la obra de nuestra vida. Para que las cosas cambien, tienen que cambiar los sentimientos, el corazón tiene que liberarse. Hemos de cultivar la interioridad del hombre. El corazón, como sede de los pensamientos y de los deseos, representa la facultad espiritual del hombre, en la que se toman las decisiones relativas a la actividad exterior.



1 La conversión del corazón: en el interior del hombre pueden anidar malas intenciones, perversidades, que llevan a malas acciones contra el prójimo y contaminan al hombre. El pecado nace de la intimidad del hombre, de su corazón perverso. El saneamiento del corazón es toda la obra de nuestra vida. Para que las cosas cambien, tienen que cambiar los sentimientos, el corazón tiene que liberarse. Hemos de cultivar la interioridad del hombre. El corazón, como sede de los pensamientos y de los deseos, representa la facultad espiritual del hombre, en la que se toman las decisiones relativas a la actividad exterior. Cfr. Dom. 22 tiempo ordinario Año B - Deuteronomio 4, 1-2.6-8; Santiago 1, 17- 18.21-22.27; Mc 7, 1-8.14-15.21-23 Salmo 15(14) 30 agosto 2009 Cfr. Raniero Cantalamesa, La Parola e la Vita, Anno B, Città Nuova IX edizione giugno 2001, XXII domenica del tempo ordinario; Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno B. Piemme 4 edizione settembre 1996. Deuteronomio 4, 1 . Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las normas que yo os enseño para que las pongáis en práctica, a fin de que viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que os da Yahveh, Dios de vuestros padres. 2 . No añadireís nada a lo que yo os mando, ni quitaréis nada; para así guardar los mandamientos de Yahveh vuestro Dios que yo os prescribo. 6 Guardadlos y practicadlos, porque ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de todos estos preceptos, dirán: « Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente. » 7 Y, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está Yahveh nuestro Dios siempre que le invocamos? 8 Y ¿cuál es la gran nación cuyos preceptos y normas sean tan justos como toda esta Ley que yo os expongo hoy? Salmo 15 1 Salmo. De David. Yahveh, ¿quién morará en tu tienda? , ¿quién habitará en tu santo monte? 2 El que camina con integridad, el que practica la justicia, el que habla con corazón sincero, 3 y no calumnia con su lengua, no hace mal a su hermano, ni levanta infamia contra su prójimo; 4 el que tiene por vil al réprobo, y honra a los que temen al Señor; el que no se desdice aunque jure en propio daño, 5 el que no presta a usura su dinero, ni acepta soborno contra el inocente. Quien obra así jamás vacilará. Santiago 1: 17 Toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de rotación. 18 Nos engendró por su propia voluntad, con Palabra de verdad, para que fuésemos como las primicias de sus criaturas. 21 Por eso, desechad toda inmundicia y abundancia de mal y recibid con docilidad la Palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras almas. 22 Poned por obra la Palabra y no os contentéis sólo con oírla, engañándoos a vosotros mismos. 27 La religión pura e intachable ante Dios Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación y conservarse incontaminado del mundo. Marcos 7 1 . Se reúnen junto a él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. 2. Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas, 3. - es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, 4 y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas -. 5 Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: « ¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras? » 6 . El les dijo: « Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. 7. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres. 8 . Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres. 14 Llamó otra vez a la gente y les dijo: « Oídme todos y entended. 15 Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. 21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, 22 adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. 23 Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre. 1. La ley del A.T. o Los preceptos del Señor son sabiduría, luz, fuente de dicha, dan vida, dulces más que la miel en la boca. • Israel es consciente de que la Ley que le dio Dios cuando aceptó la Alianza que el mismo Señor le propuso (Yo os haré mi pueblo, y seré vuestro Dios, Éxodo 6.7) era lo que constituía su identidad, con 2 referencia a los de más pueblos; era luz, prueba de la cercanía de Dios, etc. En la primera lectura de hoy vemos como el mismo Señor dice a Israel que si ponen en práctica sus preceptos y sus normas vivirán y entrarán en posesión de la tierra prometida; que son su sabiduría e inteligencia; que son unos preceptos justos, dignos de una gran nación; que demuestran que tiene un Dios cercano. Se puede decir que Israel estaba orgulloso de todo esto. • Ravasi o.c., 22 domenica tempo ordinario: “La Torah, es decir, la ley bíblica, en la primera Lectura de hoy es presentada no como un castillo de áridas prescripciones sino como expresión del encuentro entre la voluntad del Dios «cercano» y la adhesión gozosa de la libre voluntad del hombre. La Palabra de Dios, como dice el salmo más largo, el 119, «es antorcha para mis pasos, luz en mi sendero» (v. 105). Observando libremente esa palabra el creyente descubre la presencia del Dios Salvador. El Señor, en efecto, no se ha de buscar en los cielos lejanos sino en la ley que él ha ofrecido a su pueblo. Entonces, la adhesión «a las leyes y normas que nos enseña» es el descubrimiento de la cercanía de Dios precisamente en el corazón de la existencia humana. Es espléndida la pregunta retórica que hay al final del párrafo: «¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está Yahveh nuestro Dios?». • El salmo 119 tiene muchas otras expresiones que nos hablan de la consideración en que tenían los judíos a la ley de Dios denominada con diferentes palabras: los preceptos, los mandamientos, decretos, estatutos, los juicios, etc., del Señor. Fue “compuesto después del destierro, más para ser leído y meditado personalmente con el fin de estimular la reverencia y la piedad hacia la Ley de Dios, que para ser proclamado en público. (...) Es un salmo que lleva a desarrollar en la oración el agradecimiento, la súplica y la búsqueda de sabiduría al hilo de la contemplación de la bondad de Dios manifestada en la donación de la Ley” 1 . Este salmo es largo (tiene 176 versículos), y transcribiré aquí una muy breve selección que refleje claramente la finalidad a la que acabo de referirme de estimular la piedad israelita hacia la Ley de Dios, hacia la revelación divina 2 . Pongo los números relativos a los versículos, de modo que se puedan cotejar fácilmente: 1 “Dichosos los de conducta íntegra, los que caminan en la Ley del Señor. 2 Dichosos los que guardan sus preceptos y le buscan de todo corazón; 3 los que no cometen iniquidad, y andan por sus caminos. 14 En el camino de tus preceptos me deleito más que en todas las riquezas. 15 Quiero meditar en tus mandatos, y fijar la vista en tus senderos. 16 En tus estatutos pongo mi gozo, no olvidaré tus palabras. 24 Pues tus preceptos son mi gozo, Y tus decretos mis consejeros. 32 Corro por el camino de tus mandamientos porque has dilatado mi corazón. 34 Dame inteligencia para guardar tu Ley, y observarla de todo corazón. 35 Encamíname por la senda de tus mandamientos, porque en ella me deleito. 47 Me deleitaré en tus mandamientos, que tanto amo. 72 Mejor es para mía la Ley de tu boca que montones de oro y plata. 1 Libros poéticos y sapienciales Eunsa, nota a Salmo 119 2 Cf.. Biblia de Jerusalén, comentario al salmo 119. 3 93 Jamás olvidaré tus mandatos, pues con ellos me das la vida. 94 Yo soy tuyo: sálvame, que voy buscando tus mandatos. 97 ¡Cuánto amo tu Ley, Señor! Es mi meditación el día entero. 103 ¡Qué dulces al paladar son tus palabras! Más que la miel en mi boca. 105 Antorcha es tu palabra ante mis pasos, luz en mi sendero. 125 Siervo tuyo soy: dame inteligencia para conocer tus preceptos. 130 La revelación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los sencillos. 135 Haz brillar tu rostro sobre tu siervo y enséñame tus decretos. 155 Lejos de los impíos está la salvación, porque no buscan tus decretos. o Salmo responsorial. Requisitos para ser gratos a los ojos de Dios: son exigencias morales de conducta recta, no son la pureza ritual o los sacrificios externos que se ofrecen. • Cfr. Libros Sapienciales, Eunsa 2001, nota Salmo 15: En el Salmo responsorial de hoy, n. 15, se nos habla de las condiciones para morar en el Templo del Señor, para permanecer en su presencia. ¿Quién será grato a los ojos Señor? El salmo proclama (vv. 2-5) once condiciones o requisitos. Esas condiciones se resumen, según la perspectiva cristiana, en el amor al prójimo. Los malvados o impíos hacen exactamente lo contrario: cfr. Salmo 10, 7-10; 12, 4-6. La pregunta del v. 1 ¿quién puede morar en tu tienda “tiene un significado simbólico de unión con Dios, ser grato en su presencia y encontrar su protección” (Libros sapienciales ...nota a salmo 15,1) • Libros sapienciales, Eunsa 2001, nota a Salmo 15,2-5: “Las condiciones para habitar en el Templo no son la pureza ritual o los sacrificios que se ofrecen, sino unas exigencias morales de conducta recta y honrada con el prójimo, tal como establecía la Alianza de Dios con su pueblo (cfr. Ex 20, 1-17), y recordaba la tradición profética (cfr. Isaías 1, 10-17; Jeremías 7, 2-7; Ezequiel 18, 5-9; Oseas 6,6; Amos 5, 14-15, etc.). El hombre que cumple esas condiciones se hace grato al Señor y encuentra, por tanto, la firmeza y seguridad en su vida”. 2. La novedad que trajo Jesús o ¿En qué consiste el perfeccionamiento de la ley proclamado por Jesús? La radicalización de algunas enseñanzas del AT. • “No penséis que he venido a abolir las Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud” (Mateo 5, 17) • Ciertamente se puede decir que ese perfeccionamiento se puede entender, por ejemplo, con la radicalización de algunas enseñanzas del AT, como cuando enseñó que había que perdonar no sólo siete veces sino siempre (Mateo 18, 21-22); o cuando dijo que había que amar también a los enemigos (Lucas 6, 27.35); se puede observar también en qué consiste este tipo perfeccionamiento en las contraposiciones que Jesús hace para explicar su doctrina y que encontramos en Mateo 5, 21- 43, usando la conocida fórmula: habéis decir .... pero yo os digo ... La interioridad del hombre es una realidad que hemos de cultivar: es la novedad más profunda de Jesús. La constante conversión. 4 • Sin embargo, como muchos autores señalan, la novedad más profunda del perfeccionamiento del AT realizado por Jesús es que traslada la ley del exterior al interior, de los labios al corazón, de «fuera» a «dentro» del hombre. Los escribas y fariseos piden explicaciones a Jesús porque «algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas» (v. 2). Y preguntan a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras? » Jesús denuncia su hipocresía con unos razonamientos muy claros: a) se preocupan de prescripciones solamente exteriores a los que califica como «preceptos de hombres» (v. 7): se aferran a esta «tradición de los hombres» y «dejan el precepto de Dios» (v. 8); b) lo que hace impuro al hombre son «las cosas que salen del hombre»y «nada hay fuera del hombre que, al entrar en él, pueda hacerlo impuro» (cfr. vv. 15-16.18-19). Antes de acabar su discurso insistirá: «Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre» (vv. 21-23). Como se ve, son 12 las «malas intenciones» que pueden anidar en el corazón, una realidad interior al hombre que lleva a la materialidad de los gestos exteriores y que debe ser objeto de de saneamiento: de conversión. • Ya los profetas habían dicho al pueblo de Israel que Dios no aceptaba los sacrificios exteriores (la matanza de terneros y machos cabritos para ofrecerlos a Yahvé) porque tenían el corazón lejos: “¡Estoy harto de holocaustos de carneros y de grasa de animales cebados! La sangre de novillos, corderos y machos cabríos ¡no la quiero! ... No traigáis más ofrendas vanas. ¡Abomino del humo del incienso! ... dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien: buscad la justicia, proteged al oprimido ....” (cfr. Isaías 1, 10-17); “Este pueblo se me acerca con la boca, pero su corazón está lejos de mi” (Isaías 29, 13); cfr. Amos 5, 21-24). También los salmos (Cf.. 40, 7-9; 50, 5-15; 51, 18-19) destacan los sentimientos que deben inspirar el sacrificio exterior: obediencia, acción de gracias, contrición. El Catecismo de la Iglesia Católica explica muy bien esta problemática cuando dice que el sacrificio exterior, para ser auténtico, debe ser expresión del sacrificio espiritual (cfr. nn. 2100; 2611). • Lo que Jesús pide es que nuestras vidas y el culto y los holocaustos no estén desligados de la pureza de corazón, del ofrecimiento al Señor de la propia vida, de la búsqueda de la santidad personal y de la justicia y del amor hacia los demás. San Lucas expone, a este respecto, con mucha sencillez las palabras del Señor: “¡Hay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor de Dios!” (Lucas 11,42). • “Jesucristo desenmascara (...) la hipocresía revestida de legalismo. Hay gentes que, so capa de bien, cumpliendo la mera letra de los preceptos, no cumplen su espíritu; no se abren al amor de Dios y del prójimo, y, bajo la apariencia de honorabilidad, apartan a los hombres del verdadero fervor, haciendo intolerable la virtud.3 ” • Sencillas son también otras palabras del Señor a sus discípulos: «No todo el que me dice: Señor, Señor», entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos». El elemento constitutivo del pecado es un desorden interior, una disposición perversa del corazón. • S. Virgulín Pecado, en P. Rossano/G. Ravasi/ A. Girlanda, Nuevo Diccionario de Teología Bíblica, Ed. Paulinas 1990: Los pecados concretos y el corazón.Jesús conoce y denuncia los pecados concretos, como la vanidad, el orgullo, la mentira, el apego a las riquezas, la explotación de los demás, el robo, el adulterio, el homicidio (Mateo 23,1-26 Marcos 7,20ss; 12,38ss; Lucas 11,37-52 16,14ss; Lucas 19,9-14 Lucas 20, 45ss). Sin embargo, para Jesús el elemento constitutivo del pecado es un desorden interior, una disposición perversa del corazón. Efectivamente, el corazón, como sede de los pensamientos y de los deseos, representa la facultad espiritual del hombre, en la que se toman las decisiones relativas a la actividad exterior (Mt 15,10-20 Marcos 7,14-23). En esta línea Jesús denuncia como pecados también los actos internos, que están en el origen de las acciones públicas (Mateo 5,22 Mateo 5,28). ( Diccionario RAVASI 2448) El precepto de Dios y las tradiciones de los hombres 3 Cf.. Nuevo Testamento Eunsa, nota a Lc 11, 37-54. 5 Con esta severa admonición que acabamos de ver (hipócritas, me honráis con los labios pero vuestro corazón está lejos ... enseñáis doctrinas que son preceptos de hombres y abandonáis el precepto de Dios) Jesús hacía referencia a que la ley mosaica se había convertido en un montón de prácticas minuciosas, que frecuentemente no tenían alma y que llevaban a una observancia formal de la ley de Dios. Junto a los preceptos de Dios se habían añadido prescripciones humanas que eran fruto de la interpretación que los rabinos hacen de la Torah (la Ley), y que formaban una parte no indiferente de la práctica religiosa y moral del judaísmo. Por tanto, la acusación a Jesús no se basaba en la violación de leyes y mandamientos que Dios dio a Israel (cfr. Compendio del Catecismo, nn. 442-533), sino en la violación de prescripciones que era fruto de la obra de los hombres. En efecto el número de los preceptos contenidos en la ley mosaica había llegado a 613. Además de ser un número elevado, estaban expuestos desordenadamente sin ningún criterio jerárquico; lógicamente entre los judíos se planteaba cuáles eran los más importantes, o los que podían ser considerados como punto de referencia de los demás, o si había alguno que fuese el principal de ellos4 . Por esto, además de que frecuentemente pedían al Señor una interpretación de la ley en asuntos concretos, en una ocasión, le preguntaron: « ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? » (cfr. Marcos 12,28)5 . En el capítulo 7 del evangelio según Marcos (vv. 3-4) se habla de «la tradición de los mayores» aludiendo, entre otras cosas a que “los fariseos y todos los judíos nunca comen si no se lavan las manos muchas veces”, por ejemplo, cuando llegan de la plaza. Y advierte que “hay otras muchas cosas que guardan por tradición”. Esas prescripciones meramente humanas son fruto de la interpretación que los rabinos hacen de la Torah (la Ley), que ha ido formando la práctica religiosa y moral del judaísmo. Por tanto, la acusación a Jesús no se basaba en la violación de le yes y mandamientos que Dios dio a Israel (cfr. compendio del Catecismo, nn. 442-533), sino en la interpretación que era fruto de la obra de los hombres. 3. Jesús y el perfeccionamiento de la Ley en el Catecismo • n. 581: Jesús fue considerado por los judíos y sus jefes espirituales como un "rabbi". Con frecuencia argumentó en el marco de la interpretación rabínica de la Ley. Pero al mismo tiempo, Jesús no podía menos que chocar con los doctores de la Ley porque no se contentaba con proponer su interpretación entre los suyos, sino que "enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas" (Mt 7,28-29). La misma Palabra de Dios, que resonó en el Sinaí para dar a Moisés la Ley escrita, es la que en El se hace oír de nuevo en el Monte de las Bienaventuranzas. Esa palabra no revoca la Ley sino que la perfecciona aportando de modo divino su interpretación definitiva: "Habéis oído también que se dijo a los antepasados... pero yo os digo" (Mt 5,33-34). Con esta misma autoridad divina, desaprueba ciertas "tradiciones humanas" (Mc 7,8) de los fariseos que "anulan la Palabra de Dios" (Mc 7,13). • n. 582: Yendo más lejos, Jesús da plenitud a la Ley sobre la pureza de los alimentos, tan importante en la vida cotidiana judía, manifestando su sentido "pedagógico" por medio de una interpretación divina: "Todo lo que de fuera entra en el hombre no puede hacerle impuro... -así declaraba puros todos los alimentos-... Lo que sale del hombre, eso es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas" (Mc 7,18-21). Jesús, al dar con autoridad divina la interpretación definitiva de la Ley, se vio enfrentado a algunos doctores de la Ley que no aceptaban su interpretación a pesar de estar garantizada por los signos divinos con que la acompañaba. Esto ocurre, en particular, respecto al problema del sábado: Jesús recuerda, frecuentemente con argumentos rabínicos, que el descanso del sábado no se quebranta por el servicio a Dios o al prójimo que realizan sus curaciones. 4 Las mismas escuelas rabínicas dedicaban mucho tiempo a discutir sobre la jerarquía de los mandamientos y su clasificación. 5 Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno B, Piemme 1996, Domenica XXXI, pp. 318-323; Sagrada Biblia, Nuevo Testamento, Eunsa 1999, comentario a Marcos 12, 28-34. 6 4. El saneamiento del corazón es la obra de nuestra vida • San Agustín, Sermo 88,6: “Toda nuestra obra en esta vida, queridos hermanos, consiste en curar los ojos del corazón para que puedan ver a Dios”. La curación del ciego de nacimiento (Juan 9, 1-41) Cfr. Romano Guardini, El Señor, Ediciones Cristiandad, Los ciegos y los que ven, pp. 197-203 Para entender la actitud de los fariseos, de los conocedores de la Ley, cuando arremeten contra Jesús que ha curado un ciego ... “La escala social del pueblo judío descendía desde las familias de los sumos sacerdotes hasta los mestizos descendientes de padre judío y de madre extranjera. Pero transversalmente había otra separación. Por un lado estaba los conocedores de la Ley, iniciados tanto en el discernimiento de lo verdadero y lo falso, lo permitido y lo prohibido, así como en la teoría, la mística y el simbolismo correspondientes; y por otro lado, los que ignoraban todo eso. Aquellos eran los «letrados», éstos «el pueblo de la tierra». La segunda diferencia era tan profunda que un individuo que perteneciera al estrato social más bajo, pero conociera la Ley, estaba incluso por encima del hijo del sumo sacerdote que pudiera desconocerla ... Y ahora [en la curación de este ciego] , los más prestigiosos de entre los letrados dicen: Ninguno de nosotros tiene nada que ver con la necedad y el sacrílego desafuero de ese hombre [de Jesús: vv. 28-29]. Sólo «el pueblo de la tierra» -¡«maldito sea!» -, que no conoce la Ley, puede pensar algo bueno de él. ¡Ahora comprendemos el sentido subversivo y la dicha verdaderamente divina de la alabanza que Jesús pronuncia a propósito de los «pobres de espíritu» (Mt 5,3). Esos, «pueblo de la tierra», maldecidos por los fariseos, estaban abierto a él. ¡Y ojalá hubieran seguido abiertos, y le hubieran mantenido su fidelidad! ¡Qué dichosos habrían llegado a ser, más allá de cualquier concepto, dichosos con la bienaventuranza prometida por el profeta Isaías!” pp 197-198 • “Los que preguntan [los fariseos al ciego que ha sido curado por Jesús] no quieren en absoluto examinar los hechos, sino intimidar al incómodo testigo. Prohibiendo reconocerlo y denostando al que lo ha realizado, quieren escamotear el milagro. La cosa es bien clara, pero sus ojos no la ven porque no quieren ver y la ensombrecen para que los demás tampoco la vean”. p. 198 Yo he venido al mundo para un juicio, para que los que no ven vean, y los que ven se vuelvan ciegos (v. 39) “Ciego es el que reconoce que, a pesar de todo su ver y saber terrenal, está en tinieblas ante Dios y no puede captar lo autentico. Al que comprende eso y se reconoce como tal delante de Dios, le llega «la luz del mundo» y librera en él la fuerza de la visión sagrada. Ahora ve al enviado de Dios, el nuevo orden de las cosas, la nueva creación que surge. Pero, a su vez, lo que ve le hace ver más; capta la realidad del reino de Dios más plena y profundamente. Por eso, la fuerza de la mirada crece en el objeto, y ante la creciente fuerza de esa mirada se abre una nueva plenitud del objeto. Por el contrario, los que ven son aquellos que, ante Dios, siguen aferrados a su inteligencia, a su juicio y a su sabiduría terrenales y juzgan a Dios desde ellas. Cristo hace sus milagros ante ellos, pero ellos no los ven o hacen de ellos una obra de Satanás [ cfr. Marcos 3, 22]. El Hijo de Dios está entre ellos, no ven más que un revolucionario y, con la indignación de los justos, la emprenden contra todo el que cree en él. Como no quieren ver, lo que viene a ellos desde Dios hace que en adelante no puedan ver. Su vista se cierra. Se vuelven ciegos”. pp. 199-200 Para que las cosas cambien tienen que cambiar los sentimientos. El corazón tiene que liberarse. “Ver es algo distinto de lo que hace el espejo, que recibe indiferentemente lo que aparece ante él. El hecho de ver procede de la vida e influye en la vida. Ver significa asimilar las cosas, someterse a su influencia, ser captado por ellas. Así, la voluntad de vivir vigila detrás de la mirada. Un arma contra el peligro es ver las cosas con la mayor agudeza para poder combatirlas; otra, no verlas en absoluto para que no impresionen. En la mirada actúa la elección del querer ver; y a través de ello, la vida se protege a sí misma. Así sucede ya en la visión corporal, pero más aún en la espiritual: en el conocimiento del prójimo, en la toma de postura con respecto a verdades y exigencias. Conocer a una persona significa aceptar su influencia. Por eso, cuando se la quiere mantener lejos de uno por temor o antipatía , eso influye ya en el ojo. Mi mirada la ve de otra manera; rechaza lo bueno que hay en ella; subraya lo malo, acentúa relaciones, ve intencionalidad. Eso ocurre sin esfuerzo especial, de modo completamente instintivo. Quizá sucede incluso sin que yo sea consciente de ello, en cuyo caso muestra todo su poder, porque entonces ese 7 poder que desfigura la realidad se sustrae a toda crítica. Mirar es una acción al servicio de la voluntad de vivir. Cuanto más profundamente arraigado está el temor o la antipatía, tanto más firmemente se empeña el ojo en no ver, hasta que llega un momento en que ya no puede percibir en absoluto al otro. ¡Qué palabra más profunda, la de «percibir» [whr-nehmen: tomar como verdad]. Se ha vuelto ciego con respecto al otro. La historia de cualquier enemistad contiene este fenómeno. Entonces ya no hay discurso, referencia, información ni explicación que valga. El ojo simplemente ya no percibe lo que tiene delante. Para que las cosas cambien, tienen que cambiar los sentimientos. La mente tiene que abrirse a la justicia, el corazón tiene que liberarse. Entonces la mirada se abre y comienza a ver. A medida que brilla el objeto se robustece la fuerza visual. Y así, progresivamente, se recobra la vista para la verdad.” p. 200 Podemos no ver a Cristo, revelación de carne y hueso en la que se manifiesta el Dios escondido, porque está dañada la pupila. “Cristo es el Hijo de Dios hecho hombre. Es la revelación en carne y hueso, en la que se manifiesta el Dios escondido (Mt 11,27). El que lo «ve a él, ve al Padre» (Jn 12,45). Él es «la luz que ilumina a todo hombre»; y vino al mundo, que ya «había sido hecho por él» y está lleno de sentido e iluminado con luz espiritual (Jn 1, 9-10). Por eso él está ahí e ilumina al hombre. Pero si éste es de «los que ven» en el sentido del mundo, entonces actúa en él una voluntad que no busca a Cristo, sino a sí mismo y al mundo. Su ojo permanece absorto en sí mismo y en el mundo. Lo que viene de otro sitio se desfigura en su pupila, se vuelve ambiguo, peligroso, feo, en la medida en que no desaparece por completo; y así puede ocurrir que el hombre, con toda la pasión de la razón, del orden y de la justicia, arremeta contra Jesús ¡porque lo que aparece en su ojo es efectivamente horroroso! Su propia mirada ha convertido la luz del mundo en algo horroroso, para así poderla rechazar, es decir, se ha escandalizado”. pp. 200-201 Al venir al mundo Jesús abre un proceso, un juicio. “Ante Jesús todo está en juego. Eso es también lo que indican estas palabras: «He venido a este mundo para abrir un proceso; así los que no ven, verán, y los que ven, quedarán ciegos». Cuando el mensajero de la revelación viene al hombre, lo pone ante una decisión; y se la pone también a sí mismo. ¡Ese es el destino que se toma sobre sí! La revelación no es una exactitud que haya que conocer, sino que en ella aparece también una verdad que, apenas vista, acapara la sensibilidad del hombre. La revelación exige ser aceptada, es decir, que el hombre renuncie a sí mismo y entre en lo que viene de Dios. El que realmente ve ahí, ya responde; al menos entra en el comienzo de la obediencia. Por eso, el anuncio de la verdad produce una separación entre los hombres: entre los dispuestos y los no dispuestos; entre los que quieren ver y los que no quieren; pero con ello, también entre unos que llegan a ver y otros que se vuelven ciegos. A estos últimos se refieren las palabras del profeta Isaías que se citan en el evangelio según Mateo, después de la parábola del sembrador: Por mucho que oigáis no entenderéis, por mucho que miréis, no veréis, porque está embotada la mente de este pueblo. Son duros de oído han cerrado los ojos para no ver con los ojos ni oír con los oídos ni entender con la mente ni convertirse, para que yo los cure (Isaías 6, 9-10) (Mateo 13, 14-15) www.parroquiasantamonica.com

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