martes, 4 de abril de 2017

Domingo 2º de Cuaresma (2014), Año A. La fe de Abrahán: primera Lectura del libro del Génesis. La prueba de la fe. Abrahán tendrá que creer y confiar en la misteriosa acción de Dios. La triple ruptura respecto al pasado; Abrahán debe abandonar su tierra, su patria y la casa de su padre. La bendición de Dios a Abrahán tiene tres horizontes: su persona, quienes le bendigan y todos los pueblos de la tierra. La fe y el sufrimiento. La luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar. Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña.



1 Domingo 2º de Cuaresma (2014), Año A. La fe de Abrahán: primera Lectura del libro del Génesis. La prueba de la fe. Abrahán tendrá que creer y confiar en la misteriosa acción de Dios. La triple ruptura respecto al pasado; Abrahán debe abandonar su tierra, su patria y la casa de su padre. La bendición de Dios a Abrahán tiene tres horizontes: su persona, quienes le bendigan y todos los pueblos de la tierra. La fe y el sufrimiento. La luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar. Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña. Cfr. 2º Cuaresma A 2014 – 16 marzo 2014 Mateo 17, 1-9; Génesis 12, 1-4a; 2 Timoteo 1, 8b-10 Génesis 12, 1-4a: 1 En aquellos días el Señor dijo a dijo a Abrán: "Sal de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. 2 Haré de ti haré un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y será una bendición. 3 Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todos los pueblos de la tierra. "4 Marchó, pues, Abrán, como le había dicho el Señor. Por la fe Abrahán, obedeciendo la llamada divina, partió para un país que recibiría en posesión, y partió sin saber adónde iba. (Carta a los Hebreos 11,8) 1. La fe de Abrahán La promesa divina se abrirá camino en medio de las pruebas. Cfr. Gianfranco Ravasi, Los rostros de la biblia, San Pablo 2008, pp. 37-39 o De Abrán a Abrahán. • La Biblia trata de interpretar el nombre del patriarca recurriendo a una variación que tenga afinidad con una expresión hebrea: de Abrán (que literalmente significaba «padre elevado, exaltado», título glorioso reservado a la divinidad como padre) se tiene Abrahán, «padre de una multitud de pueblos» (Génesis 17, 5). De este modo aparece uno de los temas de la promesa que Señor había hecho al patriarca, el de la descendencia, al que se unirá el don de la tierra de Canaán. De cualquier modo la posteridad será como el signo fundamental de la «bendición» divina para Abrahán. Porque si se lee atentamente el texto bíblico de la liturgia de hoy, se oye resonar por cinco veces un término: «Te bendeciré … serás una bendición … bendeciré a los que te bendigan …en ti serán benditos los pueblos de la tierra». o Abrahán tendrá que creer y confiar en la misteriosa acción de Dios. • Sabemos que la promesa divina se abrirá camino en medio de las pruebas del patriarca fatigosa y lentamente, por lo que Abrahán tendrá que creer y confiar en la misteriosa acción de Dios que, primero, por medio de su esclava Agar, le da un hijo, Ismael, según un típico procedimiento del antiguo Oriente Próximo, y después, a través de su mujer ya anciana, Sara, le permitirá concebir a Isaac. 2 La prueba de la fe se consumará en la cima del monte Moria: Abrahán está dispuesto a renunciar al hijo tan esperado y prometido por el mismo Señor. Pero la prueba de la fe, que se consumará en la cima del monte Moria, va a llegar entonces a su punto culminante: allá arriba Abrahán estará dispuesto a renunciar al hijo tan esperado, y prometido por el mismo Señor que ahora le pide que lo sacrifique. Sin embargo será Dios mismo el que se lo entregue de nuevo como como signo total de su bendición y como suprema garantía de una fe pura y absoluta que hará de Abrahán «nuestro padre en la fe», como dirá san Pablo (léase Romanos 4, 1-25 y Gálatas 3, 1-19). La triple ruptura respecto al pasado; Abrán debe abandonar su tierra, su patria y la casa de su padre Cfr. Gianfranco Ravasi, Guía espiritual del Antiguo Testamento, El libro del Génesis (12-50), Herder Ciudad Nueva 1994, pp. 33-35 • Tierra: “su horizonte material, sus propiedades, sus bienes, las pequeñas y grandes cosas a que estaba acostumbrado, los paisajes y los objetos, los amaneceres y los atardeceres dentro de un marco conocido, ese cálido rincón que es la vida cotidiana” (Ravasi, 33); patria: “el «lugar natal», es decir, el horizonte humano y cultural, los usos y costumbres, la religión nacional, el estilo social de vida, la propia identidad general, modelada por el entorno humano y sus valores” (Ravasi, 33); casa de su padre: “la familia, el clan, con toda su red de relaciones humanas, afectivas, hereditarias, morales, económicas, tradicionales. Es aquí donde la vida continúa y donde el «nombre» se conserva asegurando la inmortalidad en la memoria de sus miembros, que se suceden de generación en generación a través de las cadenas de las genealogías, de las que el Génesis nos ofrece una amplia documentación”. Este último nivel de renuncia es, absolutamente hablando, el más áspero, genera miedo y soledad, es un auténtico desgarro, porque es como salir de un seno cálido y protegido para afrontar la oscuridad y la incertidumbre del mundo exterior” (Ravasi, 33- 34). La bendición a Abrahán: los tres horizontes Cfr. Ravasi, Guía espiritual ... , pp. 35-41 o La bendición divina, entonada cinco veces (pp. 35-41) Implica una referencia concreta a la fecundidad, entendida como don divino. • “Implica una referencia concreta a la fecundidad, entendida como don divino”. “La llamada «bendición constitutiva» - la que desciende de Dios al hombre (distinta de la «bendición declarativa» del hombre que «bendice» al Señor por los dones recibidos) - tiene la finalidad de «constituir» al hombre en su dignidad y función.” p. 36 Tiene tres horizontes • a) te bendeciré: la persona del patriarca; b) bendeciré a los que te bendigan, vecinos, familiares y amigos de Abraham, cfr. el canto del Salmo 128; c) en ti serán bendecidos todos los linajes de la tierra, cfr.Isaías 19,24: «Aquel día, Israel será un tercero con Egipto y Asiria; una bendición en medio de la tierra» “La traducción más probable desde el punto de vista filológico es la reflexiva ... Significa que si las «familias de la tierra» piden la bendición invocando el nombre de Abraham, la recibirán. Sea como fuera, aflora aquí una resplandor universalista”. (Ravasi, pp. 37-39) El tercer horizonte: la vocación a la universalidad de la fe Cfr. Ravasi, Guía espiritual ... p. 39 • “La elección no es un privilegio celoso, no es una distinción honorífica que deba fijarse en el escudo familiar. Es, por el contrario, una misión que se debe cumplir frente a los otros. Es irradiación de un bien recibido que no se puede reducir ámbito de sí mismo y de la propia familia, sino que se debe sembrar con manos generosas en el mundo. En la estela de la descripción del sabio diseñada por el Sirácida, podremos decir que el justo es «como canal que sale del río, como 3 acueducto que sale hacia el paraíso ... Ved que he trabajado no sólo para mí, sino para todos los que la buscan [la verdad]» (Eclo 24, 30.34). La vocación a la fe tiene una irremediable vocación misionera; impide mantenerse cerrados en el propio gueto espiritual o humano, nos obliga a salir fuera, a fecundar el jardín del mundo”. 2. La fe: fuerza que conforta en el sufrimiento Francisco, Enc. Lumen fidei, 29 de junio de 2013 En la hora de la prueba, la fe nos ilumina y, precisamente en medio del sufrimiento y la debilidad, aparece claro que« no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor». o El cristiano sabe que siempre habrá sufrimiento, pero que la fe le puede dar sentido, puede convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en las manos de Dios, que no nos abandona y, de este modo, puede constituir una etapa de crecimiento en la fe y en el amor. • n. 56. San Pablo, escribiendo a los cristianos de Corinto sobre sus tribulaciones y sufrimientos, pone su fe en relación con la predicación del Evangelio. Dice que así se cumple en él el pasaje de la Escritura: « Creí, por eso hablé » (2 Co 4,13). Es una cita del Salmo 116. El Apóstol se refiere a una expresión del Salmo 116 en la que el salmista exclama: « Tenía fe, aun cuando dije: ‘‘¡Qué desgraciado soy!” » (v. 10). Hablar de fe comporta a menudo hablar también de pruebas dolorosas, pero precisamente en ellas san Pablo ve el anuncio más convincente del Evangelio, porque en la debilidad y en el sufrimiento se hace manifiesta y palpable el poder de Dios que supera nuestra debilidad y nuestro sufrimiento. El Apóstol mismo se encuentra en peligro de muerte, una muerte que se convertirá en vida para los cristianos (cf. 2 Co 4,7-12). En la hora de la prueba, la fe nos ilumina y, precisamente en medio del sufrimiento y la debilidad, aparece claro que « no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor » (2 Co 4,5). El capítulo 11 de la Carta a los Hebreos termina con una referencia a aquellos que han sufrido por la fe (cf. Hb 11,35- 38), entre los cuales ocupa un puesto destacado Moisés, que ha asumido la afrenta de Cristo (cf. v. 26). El cristiano sabe que siempre habrá sufrimiento, pero que le puede dar sentido, puede convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en las manos de Dios, que no nos abandona y, de este modo, puede constituir una etapa de crecimiento en la fe y en el amor. Viendo la unión de Cristo con el Padre, incluso en el momento de mayor sufrimiento en la cruz (cf. Mc15,34), el cristiano aprende a participar en la misma mirada de Cristo. Incluso la muerte queda iluminada y puede ser vivida como la última llamada de la fe, el último « Sal de tu tierra », el último « Ven », pronunciado por el Padre, en cuyas manos nos ponemos con la confianza de que nos sostendrá incluso en el paso definitivo. ¡Cuántos hombres y mujeres de fe han recibido luz de las personas que sufren! o La luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar. Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña. • n. 57. La luz de la fe no nos lleva a olvidarnos de los sufrimientos del mundo. ¡Cuántos hombres y mujeres de fe han recibido luz de las personas que sufren! San Francisco de Asís, del leproso; la Beata Madre Teresa de Calcuta, de sus pobres. Han captado el misterio que se esconde en ellos. Acercándose a ellos, no les han quitado todos sus sufrimientos, ni han podido dar razón cumplida de todos los males que los aquejan. La luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar. Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz. En Cristo, Dios mismo ha querido compartir con nosotros este camino y ofrecernos su mirada para darnos luz. Cristo es aquel que, habiendo soportado el dolor, « inició y completa nuestra fe » (Hb12,2). 4 o Fe, esperanza y caridad El sufrimiento nos recuerda que el servicio de la fe al bien común es siempre un servicio de esperanza, que mira adelante, sabiendo que sólo en Dios, en el futuro que viene de Jesús resucitado, puede encontrar nuestra sociedad cimientos sólidos y duraderos. En este sentido, la fe va de la mano de la esperanza porque, aunque nuestra morada terrenal se destruye, tenemos una mansión eterna, que Dios ha inaugurado ya en Cristo, en su cuerpo (cf. 2 Co 4,16-5,5). El dinamismo de fe, esperanza y caridad (cf. 1 Ts 1,3; 1 Co 13,13) nos permite así integrar las preocupaciones de todos los hombres en nuestro camino hacia aquella ciudad « cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios » (Hb 11,10), porque « la esperanza no defrauda » (Rm 5,5). En unidad con la fe y la caridad, la esperanza nos proyecta hacia un futuro cierto, que se sitúa en una perspectiva diversa de las propuestas ilusorias de los ídolos del mundo, pero que da un impulso y una fuerza nueva para vivir cada día. No nos dejemos robar la esperanza, no permitamos que la banalicen con soluciones y propuestas inmediatas que obstruyen el camino, que « fragmentan » el tiempo, transformándolo en espacio. El tiempo es siempre superior al espacio. El espacio cristaliza los procesos; el tiempo, en cambio, proyecta hacia el futuro e impulsa a caminar con esperanza. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

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