viernes, 12 de mayo de 2017

Domingo dentro de la octava de Navidad, La Sagrada Familia: Jesús, María y José. (2013) La familia es una íntima comunidad de vida y de amor. El ser humano no fue creado para la soledad sino para la comunión. Al ser humano no le bastan relaciones simplemente funcionales. Necesita relaciones interpersonales, llenas de interioridad, gratuidad y espíritu de oblación. La construcción de vínculos duraderos, sin miedo a comprometerse con otra persona. Una carne: lo que los esposos realizan no es únicamente un encuentro corporal; es, además, una verdadera unidad de sus personas. La tarea educativa de los padres es esencial, original y primaria, insustituible inalienable. La misión de marido y padre. Ve en la esposa la realización del designio de Dios, con profundo respeto por la igual dignidad de la mujer, que no es su esclava. Está llamado a desarrollar una actitud de amor nuevo, manifestando hacia la propia mujer la caridad delicada y fuerte que Cristo tiene a la Iglesia. La educación en los valores esenciales de la vida humana. En la familia se aprenden los valores morales; se comienza a honrar a Dios y a usar bien de la libertad; la vida de familia es iniciación a la vida de la sociedad. La familia es escuela del más rico humanismo.



1 Domingo dentro de la octava de Navidad, La Sagrada Familia: Jesús, María y José. (2013) La familia es una íntima comunidad de vida y de amor. El ser humano no fue creado para la soledad sino para la comunión. Al ser humano no le bastan relaciones simplemente funcionales. Necesita relaciones interpersonales, llenas de interioridad, gratuidad y espíritu de oblación. La construcción de vínculos duraderos, sin miedo a comprometerse con otra persona. Una carne: lo que los esposos realizan no es únicamente un encuentro corporal; es, además, una verdadera unidad de sus personas. La tarea educativa de los padres es esencial, original y primaria, insustituible inalienable. La misión de marido y padre. Ve en la esposa la realización del designio de Dios, con profundo respeto por la igual dignidad de la mujer, que no es su esclava. Está llamado a desarrollar una actitud de amor nuevo, manifestando hacia la propia mujer la caridad delicada y fuerte que Cristo tiene a la Iglesia. La educación en los valores esenciales de la vida humana. En la familia se aprenden los valores morales; se comienza a honrar a Dios y a usar bien de la libertad; la vida de familia es iniciación a la vida de la sociedad. La familia es escuela del más rico humanismo. Cfr. Sagrada Familia: 29 diciembre 2013 Ciclo A. Mateo 2, 13-15.19-23; Sirácida 3, 2-6.12-14; Sal 127; Colosenses 3, 12-21 Mateo 2, 13-15. 19-23 : 13 Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. » 14 José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, y huyó a Egipto. 15 Allí permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto.» 19 Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto 20 y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño.» 21 Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a Israel. 22 Pero, al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allá. Y, avisado en sueños, se retiró a Galilea. 23 Y se fue a vivir a una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo dicho por medio de los Profetas: «Será llamado Nazareno». Colosenses 3, 12 :Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, 13 soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. 14 Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección. 15 Y que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos. 16 La palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; instruíos y amonestaos con toda sabiduría, cantad agradecidos, himnos y cánticos inspirados, 17 y todo cuanto hagáis, de palabra y de boca, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre. 18 Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestro maridos, como conviene en el Señor. 19 Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. 20 Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el Señor. 21 Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que se vuelvan apocados. Sirácida 3, 2 Pues el Señor glorifica al padre en los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole. 3 Quien honra a su padre expía sus pecados; 4 como el que atesora es quien da gloria a su madre. 5 Quien honra a su padre recibirá contento de sus hijos, y en el día de su oración será escuchado. 6 Quien da gloria al padre vivirá largos días, obedece al Señor quien da sosiego a su madre. 13 Aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente, no le desprecies en la plenitud de tu vigor. 14 Pues el servicio hecho al padre no quedará en olvido, será para ti restauración en lugar de tus pecados. 1. La familia es una íntima comunidad de vida y de amor. A) El clima espiritual, afectivo y moral de la familia cristiana en la segunda Lectura, de la Carta a los Colosenses Juan Pablo II, Homilía, Parroquia de San Marcos, Roma, 29-XII-1985 San Pablo, en la Carta a los Colosenses, trata de poner de relieve el clima de la familia cristiana: el clima espiritual, el clima afectivo, el clima moral. Escribe: “Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno 2 tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección”. (Col 3,12-14). Hay que leer con atención y meditar todo el pasaje de la Carta a los Colosenses, en el que el Apóstol formula los buenos deseos para los cónyuges y las familias cristianas sobre todo aquello que determina el verdadero bien de la comunidad humana, especialmente de aquella que en síntesis se puede llamar "communio personarum", "íntima comunidad de vida y de amor" (cfr. Gaudium et spes, 49). No existe otra comunidad interhumana tan unificante, tan profunda y universal como la familia. Y al mismo tiempo, tan capaz de hacer felices, y tan exigente, porque es muy vulnerable, dado que está expuesta a diversas "heridas". Por ello los buenos deseos del Apóstol se refieren a los problemas más esenciales de la familia cuando escribe: - revestíos de "amor, que es el vínculo de la unidad consumada..."; - "la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón..."; - "la palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza". Así se forma la familia humana en toda su dignidad y nobleza, en su entera belleza espiritual (que es incomparablemente más importante que todas las riquezas "reales" y materiales), ¡por la Palabra de Dios!, ¡por la palabra de Cristo! En esta Palabra se encierran las indicaciones y los mandamientos que determinan la solidez moral de aquella fundamental comunidad humana, de aquella "communio personarum". Por ello se puede decir que toda la primera lectura de la liturgia de hoy es un amplio comentario al IV mandamiento del Decálogo: ¡"Honra a tu padre y a tu madre"! Hay que leer con atención este texto y meditarlo, teniendo siempre ante los ojos aquel "amor, que es el vínculo de la unidad consumada". o El amor crea honor, estima y solicitud, entre todos los miembros de la familia Efectivamente, el amor crea el honor, la estima recíproca, la solicitud premurosa, tanto en la relación de los hijos hacia los padres, como en la de los padres hacia los hijos, y sobre todo en la relación recíproca entre los cónyuges. De este modo el matrimonio y la familia se convierten en aquel ambiente educativo que es absolutamente insustituible: el primero y fundamental y más consistente ambiente humano, que se convierte luego en la "iglesia doméstica". Se puede decir que en la familia también la educación se hace, a menudo inadvertidamente, una autoeducación, porque una sana comunidad familiar permite de por sí el desarrollo normal de toda persona que la compone. B) El ser humano no fue creado para la soledad sino para la comunión Juan Pablo II – Homilía en la celebración del Jubileo de las Familias – 15 de octubre de 2000. 1. "Nos bendiga el Señor, fuente de la vida". Amadísimos hermanos y hermanas, esta invocación, que hemos repetido en el Salmo responsorial, sintetiza muy bien la oración diaria de toda familia cristiana, y hoy, en esta celebración eucarística jubilar, expresa eficazmente el sentido de nuestro encuentro. Habéis venido aquí no sólo como individuos, sino también como familias. Habéis llegado a Roma desde todas las partes del mundo, con la profunda convicción de que la familia es un gran don de Dios, un don originario, marcado por su bendición. o Una bendición y una tarea específica de la familia En efecto, así es. Desde los albores de la creación, sobre la familia se posó la mirada y la bendición de Dios. Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen, y les dio una tarea específica para el desarrollo de la familia humana: "Los bendijo y les dijo: Creced, multiplicaos y llenad la tierra" (Gn 1, 28). Vuestro jubileo, amadísimas familias, es un canto de alabanza por esta bendición originaria. Descendió sobre vosotros, esposos cristianos, cuando, al celebrar vuestro matrimonio, os prometisteis amor eterno delante de Dios. La recibirán hoy las ocho parejas de diferentes partes del mundo, que han venido a celebrar su matrimonio en el solemne marco de este rito jubilar. Sí, que os bendiga el Señor, fuente de la vida. Abríos al flujo siempre nuevo de esta bendición, que encierra una fuerza creadora, regeneradora, capaz de eliminar todo cansancio y asegurar lozanía perenne a vuestro don. 3 o Una exigencia de comunión. El ser humano no fue creado para la soledad; en su misma naturaleza espiritual lleva arraigada una vocación relacional 2. Esta bendición originaria va unida a un designio preciso de Dios, que su palabra nos acaba de recordar: "No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude" (Gn 2, 18). Así es como el autor sagrado presenta en el libro del Génesis la exigencia fundamental en la que se basa tanto la unión conyugal de un hombre y una mujer como la vida de la familia que nace de ella. Se trata de una exigencia de comunión. El ser humano no fue creado para la soledad; en su misma naturaleza espiritual lleva arraigada una vocación relacional. En virtud de esta vocación, crece en la medida en que entra en relación con los demás, encontrándose plenamente "en la entrega sincera de sí mismo" (Gaudium et spes, 24). o Al ser humano no le bastan relaciones simplemente funcionales. Necesita relaciones interpersonales, llenas de interioridad, gratuidad y espíritu de oblación. Al ser humano no le bastan relaciones simplemente funcionales. Necesita relaciones interpersonales, llenas de interioridad, gratuidad y espíritu de oblación. Entre estas, es fundamental la que se realiza en la familia: no sólo en las relaciones entre los esposos, sino también entre ellos y sus hijos. Toda la gran red de las relaciones humanas nace y se regenera continuamente a partir de la relación con la cual un hombre y una mujer se reconocen hechos el uno para el otro, y deciden unir sus existencias en un único proyecto de vida: "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne" (Gn 2, 24). o Una carne: lo que los esposos realizan no es únicamente un encuentro corporal; es, además, una verdadera unidad de sus personas. El repudio de la ley mosaica es solamente una concesión a la «dureza de corazón». 3. ¡Una sola carne! ¡Cómo no captar la fuerza de esta expresión! El término bíblico "carne" no evoca sólo el aspecto físico del hombre, sino también su identidad global de espíritu y cuerpo. Lo que los esposos realizan no es únicamente un encuentro corporal; es, además, una verdadera unidad de sus personas. Se trata de una unidad tan profunda que, de alguna manera, los convierte en un reflejo del "Nosotros" de las tres Personas divinas en la historia (cf. Carta a las familias, 8). Así se comprende el gran reto que plantea el debate de Jesús con los fariseos en el evangelio de san Marcos, que acabamos de proclamar. Para los interlocutores de Jesús, se trataba de un problema de interpretación de la ley mosaica, que permitía el repudio, provocando debates sobre las razones que podían legitimarlo. Jesús supera totalmente esa visión legalista, yendo al núcleo del designio de Dios. En la norma mosaica ve una concesión a la “esclerocardia”, a la "dureza del corazón". Pero Jesús no se resigna a esa dureza. ¿Y cómo podría hacerlo él, que vino precisamente para eliminarla y ofrecer al hombre, con la redención, la fuerza necesaria para vencer las resistencias debidas al pecado? Jesús no tiene miedo de volver a recordar el designio originario: "Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer" (Mc 10, 6). C) La construcción de vínculos duraderos, sin miedo a comprometerse con otra persona. Cfr. Benedicto XVI, Homilía en la Jornada Nacional de las Familias, Zagreb (Croacia), 5 de junio de 2011. o La secularización actual. Se absolutiza una libertad sin compromiso por la verdad, y se cultiva como ideal el bienestar individual a través del consumo de bienes materiales y experiencias efímeras, descuidando la calidad de las relaciones con las personas y los valores humanos más profundos; se reduce el amor a una emoción sentimental y a la satisfacción de impulsos instintivos, sin esforzarse por construir vínculos duraderos de pertenencia recíproca y sin apertura a la vida. En la sociedad actual es más que nunca necesaria y urgente la presencia de familias cristianas ejemplares. Hemos de constatar desafortunadamente cómo, especialmente en Europa, se difunde una secularización que lleva a la marginación de Dios de la vida y a una creciente disgregación de la familia. Se absolutiza una libertad sin compromiso por la verdad, y se cultiva como ideal el bienestar individual a través del consumo de bienes materiales y experiencias efímeras, descuidando la calidad de las relaciones con las personas y los valores humanos más profundos; se reduce el amor a una emoción sentimental y a la satisfacción de impulsos instintivos, sin esforzarse por construir vínculos duraderos de pertenencia 4 recíproca y sin apertura a la vida. Estamos llamados a contrastar dicha mentalidad. Junto a la palabra de la Iglesia, es muy importante el testimonio y el compromiso de las familias cristianas, vuestro testimonio concreto, especialmente para afirmar la intangibilidad de la vida humana desde la concepción hasta su término natural, el valor único e insustituible de la familia fundada en el matrimonio y la necesidad de medidas legislativas que apoyen a las familias en la tarea de engendrar y educar a los hijos. Queridas familias, ¡sed valientes! No cedáis a esa mentalidad secularizada que propone la convivencia como preparatoria, o incluso sustitutiva del matrimonio. Enseñad con vuestro testimonio de vida que es posible amar, como Cristo, sin reservas; que no hay que tener miedo a comprometerse con otra persona. Enseñad con vuestro testimonio de vida que es posible amar, como Cristo, sin reservas; que no hay que tener miedo a comprometerse con otra persona. Queridas familias, alegraos por la paternidad y la maternidad. La apertura a la vida es signo de apertura al futuro, de confianza en el porvenir, del mismo modo que el respeto de la moral natural libera a la persona en vez de desolarla. El bien de la familia es también el bien de la Iglesia. Quisiera reiterar lo que ya he dicho otra vez: «La edificación de cada familia cristiana se sitúa en el contexto de la familia más amplia, que es la Iglesia, la cual la sostiene y la lleva consigo... Y, de forma recíproca, la Iglesia es edificada por las familias, “pequeñas Iglesias domésticas”» (Discurso en la apertura de la Asamblea eclesial de la diócesis de Roma, 6 junio 2005). Roguemos al Señor para que las familias sean cada vez más pequeñas Iglesias y las comunidades eclesiales sean cada vez más familia. 2. La tarea educativa de los padres es esencial, original y primaria, insustituible inalienable. o Hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos. Este deber de la educación familiar es de tanta transcendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. • Familiaris consortio, 36. “La tarea educativa tiene sus raíces en la vocación primordial de los esposos a participar en la obra creadora de Dios; ellos, engendrando en el amor y por amor una nueva persona, que tiene en sí la vocación al crecimiento y al desarrollo, asumen por eso mismo la obligación de ayudarla eficazmente a vivir una vida plenamente humana. Como ha recordado el Concilio Vaticano II: «Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole, y por tanto hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos. Este deber de la educación familiar es de tanta transcendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es, pues, deber de los padres crear un ambiente de familia animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales, que todas las sociedades necesitan» (Declaración sobre la educación cristiana de la juventud, Gravissimum educationis, 3). El derecho-deber educativo de los padres se califica como esencial, relacionado como está con la transmisión de la vida humana; como original y primario, respecto al deber educativo de los demás, por la unicidad de la relación de amor que subsiste entre padres e hijos; como insustituible e inalienable y que, por consiguiente, no puede ser totalmente delegado o usurpado por otros.” 3. La misión de marido y padre (JuanPablo II, Familiaris consortio, 25) Ve en la esposa la realización del designio de Dios, con profundo respeto por la igual dignidad de la mujer, que no es su esclava 1 . o Está llamado a desarrollar una actitud de amor nuevo, manifestando hacia la propia mujer la caridad delicada y fuerte que Cristo tiene a la Iglesia (Cfr. Efesios 5,25). • “Dentro de la comunión-comunidad conyugal y familiar, el hombre está llamado a vivir su don y su función de esposo y padre. 1 Acerca de la igualdad del hombre y de la mujer en el matrimonio, es decir de la sumisión recíproca entre los cónyuges (cfr. Col. vv. 18-19), cfr. Juan Pablo II: Audiencia General de los miércoles 11 y 18 de agosto de 1982; Carta Apostólica Mulieris dignitatem, Sobre la dignidad y la vocación de la mujer, 15 de agosto de 1988, nn. 23-24; Card. Joseph Ratzinger, Presentación de la Carta Apostólica Mulieris dignitatem, 30 de septiembre de 1988. 5 Él ve en la esposa la realización del designio de Dios: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada», (Génesis 2,18) y hace suya la exclamación de Adán, el primer esposo: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne».(Génesis 2,23) El auténtico amor conyugal supone y exige que el hombre tenga profundo respeto por la igual dignidad de la mujer: «No eres su amo —escribe san Ambrosio— sino su marido; no te ha sido dada como esclava, sino como mujer... Devuélvele sus atenciones hacia ti y sé para con ella agradecido por su amor».(S. Ambrosio, Exameron, V, 7,19) El hombre debe vivir con la esposa «un tipo muy especial de amistad personal».(Pablo VI, Cart. Enc. Humanae vitae,9). El cristiano además está llamado a desarrollar una actitud de amor nuevo, manifestando hacia la propia mujer la caridad delicada y fuerte que Cristo tiene a la Iglesia (Cfr. Efesios 5,25). o Importancia del padre, única e insustituible. Su ausencia y/o también su presencia opresiva donde vige el fenómeno del “machismo”, provocan desequilibrios psicológicos y morales así como dificultades notables en las relaciones familiares. • El amor a la esposa madre y el amor a los hijos son para el hombre el camino natural para la comprensión y la realización de su paternidad. Sobre todo, donde las condiciones sociales y culturales inducen fácilmente al padre a un cierto desinterés respecto de la familia o bien a una presencia menor en la acción educativa, es necesario esforzarse para que se recupere socialmente la convicción de que el puesto y la función del padre en y por la familia son de una importancia única e insustituible (Cfr. Juan Pablo II, Homilía a los fieles de Terni, 3-5, 19 de marzo 1981).Como la experiencia enseña, la ausencia del padre provoca desequilibrios psicológicos y morales, además de dificultades notables en las relaciones familiares, como también, en circunstancias opuestas, la presencia opresiva del padre, especialmente donde todavía vige el fenómeno del «machismo», o sea, la superioridad abusiva de las prerrogativas masculinas que humillan a la mujer e inhiben el desarrollo de sanas relaciones familiares. o El hombre está llamado a garantizar el desarrollo unitario de todos los miembros de la familia. Realizará esta tarea mediante una generosa responsabilidad por la vida concebida junto al corazón de la madre, y mediante un compromiso educativo más solícito y compartido con la propia esposa Revelando y reviviendo en la tierra la misma paternidad de Dios (Cfr. Efesios 3,15), el hombre está llamado a garantizar el desarrollo unitario de todos los miembros de la familia. Realizará esta tarea mediante una generosa responsabilidad por la vida concebida junto al corazón de la madre, un compromiso educativo más solícito y compartido con la propia esposa (Cfr. Conc. Vat. II, Const. Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 52), un trabajo que no disgregue nunca la familia, sino que la promueva en su cohesión y estabilidad, un testimonio de vida cristiana adulta, que introduzca más eficazmente a los hijos en la experiencia viva de Cristo y de la Iglesia”. 4. La educación en los valores esenciales de la vida humana (1) (Familiaris consortio, 37) A) La justa libertad ante los bienes materiales. La familia escuela de socialidad. Aun en medio de las dificultades, hoy a menudo agravadas, de la acción educativa, los padres deben formar a los hijos con confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana. Los hijos deben crecer en una justa libertad ante los bienes materiales, adoptando un estilo de vida sencillo y austero, convencidos de que «el hombre vale más por lo que es que por lo que tiene» (Conc. Ecum. Vaticano II, Const. Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et spes, 35). B) Los hijos deben enriquecerse no sólo con el sentido de la verdadera justicia, sino, más aún, del verdadero amor. o Éste enriquecimiento lleva no sólo al respeto de la dignidad personal de cada uno, sino también al sentido del verdadero amor, entendido como solicitud sincera y servicio desinteresado hacia los demás, especialmente a los más pobres y necesitados. La familia es la primera y fundamental escuela de socialidad. En una sociedad sacudida y disgregada por tensiones y conflictos a causa del choque entre los diversos individualismos y egoísmos, los hijos deben enriquecerse no sólo con el sentido de la verdadera justicia, que lleva al respeto de la dignidad personal de cada uno, sino también y más aún del sentido del 6 verdadero amor, como solicitud sincera y servicio desinteresado hacia los demás, especialmente a los más pobres y necesitados. La familia es la primera y fundamental escuela de socialidad; como comunidad de amor, encuentra en el don de sí misma la ley que la rige y hace crecer. El don de sí, que inspira el amor mutuo de los esposos, se pone como modelo y norma del don de sí que debe haber en las relaciones entre hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que conviven en la familia. La participación vivida en la casa es eficaz para la inserción en la sociedad. El don de sí, que inspira el amor mutuo de los esposos, se pone como modelo y norma del don de sí que debe haber en las relaciones entre hermanos y hermanas, y entre las diversas generaciones que conviven en la familia. La comunión y la participación vivida cotidianamente en la casa, en los momentos de alegría y de dificultad, representa la pedagogía más concreta y eficaz para la inserción activa, responsable y fecunda de los hijos en el horizonte más amplio de la sociedad. C) La educación para una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. o Ante una cultura que «banaliza» en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta, el servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. La educación para el amor como don de sí mismo constituye también la premisa indispensable para los padres, llamados a ofrecer a los hijos una educación sexual clara y delicada. Ante una cultura que «banaliza» en gran parte la sexualidad humana, porque la interpreta y la vive de manera reductiva y empobrecida, relacionándola únicamente con el cuerpo y el placer egoísta, el servicio educativo de los padres debe basarse sobre una cultura sexual que sea verdadera y plenamente personal. En efecto, la sexualidad es una riqueza de toda la persona —cuerpo, sentimiento y espíritu— y manifiesta su significado íntimo al llevar la persona hacia el don de sí misma en el amor. La educación sexual, derecho y deber fundamental de los padres, debe realizarse siempre bajo su dirección solícita, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos. En este sentido la Iglesia reafirma la ley de la subsidiaridad, que la escuela tiene que observar cuando coopera en la educación sexual, situándose en el espíritu mismo que anima a los padres. Educación para la castidad En este contexto es del todo irrenunciable la educación para la castidad, como virtud que desarrolla la auténtica madurez de la persona y la hace capaz de respetar y promover el «significado esponsal» del cuerpo. Más aún, los padres cristianos reserven una atención y cuidado especial —discerniendo los signos de la llamada de Dios— a la educación para la virginidad, como forma suprema del don de uno mismo que constituye el sentido mismo de la sexualidad humana. Por los vínculos estrechos que hay entre la dimensión sexual de la persona y sus valores éticos, esta educación debe llevar a los hijos a conocer y estimar las normas morales como garantía necesaria y preciosa para un crecimiento personal y responsable en la sexualidad humana. Por esto la Iglesia se opone firmemente a un sistema de información sexual separado de los principios morales y tan frecuentemente difundido, el cual no sería más que una introducción a la experiencia del placer y un estímulo que lleva a perder la serenidad, abriendo el camino al vicio desde los años de la inocencia. D) La familia y la educación específica cristiana o La misma vida de familia se hace itinerario de fe y, en cierto modo, iniciación cristiana y escuela de los seguidores de Cristo. • Familiaris consortio, 39: En la familia “se transmite e irradia el Evangelio, hasta el punto de que la misma vida de familia se hace itinerario de fe y, en cierto modo, iniciación cristiana y escuela de los seguidores de Cristo. En la familia consciente de tal don, como escribió Pablo VI, «todos los miembros evangelizan y son evangelizados» (Exhort. Apostólica Evangelii nuntiandi, 71).En virtud del ministerio de la educación los padres, mediante el testimonio de su vida, son los primeros mensajeros del Evangelio ante los hijos.” • Familiaris consortio, 39: la educación cristiana: “no persigue solamente la madurez propia de la 7 persona humana... sino que busca, sobre todo, que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don recibido de la fe, mientras se inician gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación; aprendan a adorar a Dios Padre en espíritu y en verdad (cf. Juan 4, 23), ante todo en la acción litúrgica, formándose para vivir según el hombre nuevo en justicia y santidad de verdad (Efesios 4, 22-24), y así lleguen al hombre perfecto, en la edad de la plenitud de Cristo (cf. Efesios 4, 13), y contribuyan al crecimiento del Cuerpo místico. Conscientes, además, de su vocación, acostúmbrense a dar testimonio de la esperanza que hay en ellos (cf. 1 Pedro 3, 15) y a ayudar a la configuración cristiana del mundo»” (Decl. Sobre la educación cristiana de la juventud Gravissimum educationis) Los hijos aprenden en la familia a descubrir su vocación, lo que Dios quiere de ellos: los padres han de fomentar la vocación personal de cada hijo 2 . • Familiaris consortio, n. 53: “La familia debe formar a los hijos para la vida, de manera que cada uno cumpla en plenitud su cometido, de acuerdo con la vocación recibida de Dios. Efectivamente, la familia que está abierta a los valores transcendentes, que sirve a los hermanos en la alegría, que cumple con generosa fidelidad sus obligaciones y es consciente de su cotidiana participación en el misterio de la cruz gloriosa de Cristo, se convierte en el primero y mejor seminario de vocaciones a la vida consagrada al Reino de Dios”. “El ministerio de evangelización y catequesis de los padres debe acompañar la vida de los hijos también durante su adolescencia y juventud, cuando ellos, como sucede con frecuencia, contestan o incluso rechazan la fe cristiana recibida en los primeros años de su vida”. Los hijos aprenden en la familia el sentido profundo de la oración • Familiaris consortio, n. 59: “La Iglesia ora por la familia cristiana y la educa para que viva en generosa coherencia con el don y el cometido sacerdotal recibidos de Cristo Sumo Sacerdote. En realidad, el sacerdocio bautismal de los fieles, vivido en el matrimonio-sacramento, constituye para los cónyuges y para la familia el fundamento de una vocación y de una misión sacerdotal, mediante la cual su misma existencia cotidiana se transforma en «sacrificio espiritual aceptable a Dios por Jesucristo». (1 Pe 2, 5). “La vida de oración en la familia “tiene como contenido original la misma vida de familia que en las diversas circunstancias es interpretada como vocación de Dios y es actuada como respuesta filial a su llamada: alegrías y dolores, esperanzas y tristezas, nacimientos y cumpleaños, aniversarios de la boda de los padres, partidas, alejamientos y regresos, elecciones importantes y decisivas, muerte de personas queridas, etc., señalan la intervención del amor de Dios en la historia de la familia, como deben también señalar el momento favorable de acción de gracias, de imploración, de abandono confiado de la familia al Padre común que está en los cielos.” Introducir progresivamente a los hijos al descubrimiento del misterio de Dios. • Familiaris consortio, n. 60: “En virtud de su dignidad y misión, los padres cristianos tienen el deber específico de educar a los hijos en la plegaria, de introducirlos progresivamente al descubrimiento del misterio de Dios y del coloquio personal con Él: «Sobre todo en la familia cristiana, enriquecida con la gracia y los deberes del sacramento del matrimonio, importa que los hijos aprendan desde los primeros años a conocer y adorar a Dios y a amar al prójimo según la fe recibida en el bautismo». (Conc. Vat. II, Declar. Sobre la educación cristiana de la juventud Gravissimum educationis, 3; Cfr. Juan Pablo II, Exhort. Ap. Catechesi tradendae, 36). 5. La educación en los valores esenciales de la vida humana (2) La familia es como la primera escuela de sabiduría, una escuela que educa a sus miembros en la práctica de las virtudes que llevan a una felicidad auténtica y duradera. Benedicto XVI, Homilía, en Nazaret, en el Monte del Precipicio, 14 de mayo de 2009 [Cfr. Primera y Segunda Lecturas] o Tiene un papel esencial como primera piedra de la construcción de una sociedad bien ordenada y acogedora. En la primera lectura de hoy, tomada del libro del Sirácida (Si 3, 3-7.14-17), la Palabra de Dios presenta a la familia como la primera escuela de sabiduría, una escuela que educa a sus miembros en la práctica de las virtudes que llevan a una felicidad auténtica y duradera. En el plan de Dios para la familia, el amor de los cónyuges produce el fruto de nuevas vidas, y se manifiesta cada día en los esfuerzos amorosos de los padres para impartir a sus hijos una formación integral, humana y espiritual. En la familia a cada persona —tanto al niño más pequeño como al familiar más anciano— se la valora por sí misma, y no se la ve meramente como un medio para otros fines. Aquí empezamos a vislumbrar algo del 2 Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 1656: Lumen gentium, 11; Familiaris consortio, 21. 8 papel esencial de la familia como primera piedra de la construcción de una sociedad bien ordenada y acogedora. Además logramos apreciar, dentro de la sociedad en general, el deber del Estado de apoyar a las familias en su misión educadora, de proteger la institución de la familia y sus derechos naturales, y de asegurar que todas las familias puedan vivir y florecer en condiciones de dignidad. o Es un lugar de fe, de oración y de solicitud amorosa por el bien verdadero y duradero de cada uno de sus miembros. El apóstol san Pablo, escribiendo a los Colosenses, habla instintivamente de la familia cuando quiere ilustrar las virtudes que edifican "el único cuerpo", que es la Iglesia. Como "elegidos de Dios, santos y amados", estamos llamados a vivir en armonía y en paz los unos con los otros, mostrando sobre todo magnanimidad y perdón, con el amor como el vínculo mayor de perfección (cf. Col 3, 12-14). Como en la alianza conyugal el amor del hombre y de la mujer es elevado por la gracia hasta convertirse en participación y expresión del amor de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5, 32), así también la familia, fundada en el amor, está llamada a ser una "iglesia doméstica", un lugar de fe, de oración y de solicitud amorosa por el bien verdadero y duradero de cada uno de sus miembros. El hombre debe ser considerado siempre en su dignidad de persona y de hijo de Dios. • Familiaris consortio, 64: “Animada y sostenida por el mandamiento nuevo del amor, la familia cristiana vive la acogida, el respeto, el servicio a cada hombre, considerado siempre en su dignidad de persona y de hijo de Dios.” 6. La familia en algunos puntos del Catecismo de la Iglesia Católica y del Concilio Vaticano II. • Catecismo de la Iglesia Católica, n. 526: El Misterio de Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo "toma forma" en nosotros (Gálatas 4, 19). Navidad es el Misterio de este "admirable intercambio": "O admirabile commercium! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad" (LH, antífona de la octava de Navidad). o La familia es la primera escuela de vida cristiana • La apertura a Dios es lo que hace ejemplar a la familia de Nazaret para todas las familias cristianas. Es muy importante que la familia viva su vida en la fe, de modo que a la luz de ésta los miembros de la familia interpreten todas las etapas y los sucesos que miden la misma vida. • Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1656: En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, "Ecclesia domestica" (Lumen Gentium, 11; cf. Familiaris Consortio, 21). En el seno de la familia, "los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada" (Lumen Gentium, 11). o En la familia se aprenden los valores morales; se comienza a honrar a Dios y a usar bien de la libertad; la vida de familia es iniciación a la vida de la sociedad. La familia es escuela del más rico humanismo. • Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2207: “La familia es la «célula original de la vida social». Es la sociedad natural en que el hombre y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida. La autoridad, la estabilidad y la vida de relación en el seno de la familia constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad, de la fraternidad en el seno de la sociedad. La familia es la comunidad en la que, desde la infancia, se pueden aprender los valores morales, se comienza a honrar a Dios y a usar bien de la libertad. La vida de familia es iniciación a la vida en sociedad”. • Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1657: Aquí es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, "en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras" (Lumen Gentium, 10). “El hogar es así la primera escuela de la vida cristiana y «escuela del más rico humanismo» (Gaudium et spes 52, 1). Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida.” www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

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