sábado, 20 de mayo de 2017

La Ley que Dios dio en el monte Sinaí, los diez mandamientos de la Alianza. Juan Pablo II, Homilía en la Celebración de la Palabra en el Monte Sinaí 1, 26 febrero 2002


[Chiesa/Omelie1/MandamientosHomilíaJPIISinai26Febrero2002]

La Ley que Dios dio en el monte Sinaí, los diez mandamientos de la Alianza. Juan Pablo II,

Homilía en la Celebración de la Palabra en el Monte Sinaí 1, 26 febrero 2002


a) Es ley de vida y de libertad. La obediencia liberadora.

- Hoy, con gran alegría y profunda emoción, el Obispo de Roma llega como peregrino al monte
Sinaí, atraído por este monte santo que se eleva como un monumento majestuoso a lo que Dios reveló aquí. ¡Aquí reveló su nombre! ¡Aquí dio su ley, los diez mandamientos de la Alianza!
(...) Aquí, en el monte Sinaí, la verdad de "quién es Dios" ha llegado a ser el fundamento y la garantía de la Alianza. Moisés entra en la "oscuridad luminosa" (Vida de Moisés, II, 164), y aquí recibe la ley "escrita por el dedo de Dios" (Ex 31, 18). ¿Qué es esta ley? Es la ley de la vida y de la libertad.
En el mar Rojo el pueblo experimentó una gran liberación. Vio el poder y la fidelidad de Dios; descubrió que él es el Dios que realmente libra a su pueblo, como había prometido. Pero ahora, en las alturas del Sinaí, este mismo Dios sella su amor estableciendo una Alianza, a la que jamás renunciará. Si el pueblo obedece a su ley, conocerá la libertad para siempre. El Éxodo y la Alianza no son solamente acontecimientos del pasado; son para siempre el destino de todo el pueblo de Dios.
El encuentro entre Dios y Moisés en este monte encierra en el corazón de nuestra religión el misterio de la obediencia liberadora, que llega a su culmen en la obediencia perfecta de Cristo en la encarnación y en la cruz (cf. Flp 2, 8; Hb 5, 8-9). También nosotros seremos verdaderamente libres si aprendemos a obedecer como hizo Jesús (cf. Hb 5, 8).

b) Los mandamientos, antes de ser escritos en piedra fueron escritos en el corazón del hombre como ley moral universal, válida en todo tiempo y lugar.

o Salvan al hombre de la fuerza destructora del egoísmo, del odio y de la mentira. Señalan todos los falsos dioses que lo esclavizan.

- Los diez mandamientos no son una imposición arbitraria de un Señor tirano. Fueron escritos en
la piedra; pero antes fueron escritos en el corazón del hombre como ley moral universal, válida en todo tiempo y en todo lugar. Hoy, como siempre, las diez palabras de la ley proporcionan la única base auténtica para la vida de las personas, de las sociedades y de las naciones. Hoy, como siempre, son el único futuro de la familia humana. Salvan al hombre de la fuerza destructora del egoísmo, del odio y de la mentira. Señalan todos los falsos dioses que lo esclavizan: el amor a sí mismo que excluye a Dios, el afán de poder y placer que altera el orden de la justicia y degrada nuestra dignidad humana y la de nuestro prójimo. Si nos alejamos de estos falsos ídolos y seguimos a Dios, que libera a su pueblo y permanece siempre con él, apareceremos como Moisés, después de cuarenta días en el monte, "resplandecientes de gloria" (san Gregorio de Nisa, Vida de Moisés, II, 230), envueltos en la luz de Dios.

c) Guardar los mandamientos significa ser fieles a Dios, pero también a nosotros mismos, a nuestra verdadera naturaleza y a nuestras aspiraciones más profundas.

- Guardar los mandamientos significa ser fieles a Dios, pero también ser fieles a nosotros mismos,
a nuestra verdadera naturaleza y a nuestras aspiraciones más profundas. El viento que aún hoy sopla en el Sinaí nos recuerda que Dios quiere ser honrado en sus criaturas y en su crecimiento: gloria Dei, homo vivens. En este sentido, ese viento lleva una insistente invitación al diálogo entre los seguidores de las grandes religiones monoteístas para el bien de la familia humana. Sugiere que en Dios podemos encontrar nuestro punto de encuentro: en Dios omnipotente y misericordioso, Creador del universo y Señor de la historia, que al final de nuestra existencia terrena nos juzgará con perfecta justicia.



Vida Cristiana



1  El Monte Sinaí está situado al sur de la Península del Sinaí, al nordeste de Egipto, y es el lugar donde, según la Biblia (Libro del Éxodo), Dios entregó a Moisés los Diez Mandamientos o el Decálogo, que es una palabra griega que significa “diez palabras”, que son el “núcleo de la ética del antiguo Testamento y mantienen su valor en el Nuevo Testamento: Jesucristo los recuerda frecuentemente (cfr. Lucas 18,20) y los completa (cfr. Mateo 5, 17,ss). Los Santos Padres y los Doctores de la Iglesia los han comentado con profusión pues, como señala Santo Tomás, todos los preceptos de la ley natural están incluidos en el Decálogo: los universales, p.ej. hacer el bien y evitar el mal, están «contenidos como los principios en sus próximas conclusiones», y los particulares que se deducen por raciocinio, se hallan contenidos «como conclusiones en sus principios»” (Summa theologiae, 1-2, 100,3). (Antiguo Testamento, Pentateuco, Eunsa 2º edición, agosto 2000, Éxodo 20, 1-21).

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