jueves, 20 de julio de 2017

Domingo 22 del Tiempo Ordinario, Año A (2014). La vocación. En Jeremías, una historia de amor, el Señor me ha seducido. En San Pablo, todos estamos llamados a ofrecer la propia vida a Dios. En el Evangelio: perder y ganar la vida.


1 Domingo 22 del Tiempo Ordinario, Año A (2014). La vocación. En Jeremías, una historia de amor, el Señor me ha seducido. En San Pablo, todos estamos llamados a ofrecer la propia vida a Dios. En el Evangelio: perder y ganar la vida. Cfr. Domingo 22 tiempo ordinario Año A, 31 de agosto de 2014 1ª Lectura Jeremías 20,7-9: 7 Tú me has seducido, Señor, y yo me he dejado seducir; has sido más fuerte que yo, me has podido. Me he convertido en irrisión continua, todos se burlan de mí. 8 Pues cada vez que hablo tengo que gritar y proclamar: «¡Violencia y ruina!». La palabra del Señor es para mí oprobio y burla todo el día. 9 Yo me decía: No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre. Pero había en mi corazón como un fuego abrasador encerrado en mis huesos; me he agotado en contenerlo y no lo he podido soportar. Salmo Responsorial 63,2-6.8-9: 2 Oh Dios, tú eres mi Dios; desde el amanecer ya te estoy buscando, mi alma tiene sed de ti, en pos de ti mi ser entero desfallece cual tierra de secano árida y falta de agua. 3 Así en el santuario te contemplo para ver tu gloria y tu poder. 4 Tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán; 5 toda mi vida te bendeciré, en tu nombre levantaré mis manos; 6 me saciaré como en banquete espléndido, mi boca te alabará con labios jubilosos. 8 porque tú eres mi auxilio y a la sombra de tus alas me recreo; 9 me abrazo a ti con toda el alma, y tu diestra me sostiene. 2ª Lectura Rom 12,1-2: 1 Hermanos, os ruego, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, consagrado, agradable a Dios; éste es el culto que debéis ofrecer. 2 Y no os acomodéis a este mundo; al contrario, transformaos y renovad vuestro interior para que sepáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto. Evangelio Mt 16,21-27: 21 Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que él tenía que ir a Jerusalén y padecer mucho de parte de los ancianos del pueblo, de los sumos sacerdotes y de los maestros de la ley, ser matado y resucitar al tercer día. 22 Pedro se lo llevó aparte y se puso a reprenderle: «¡Dios te libre, Señor! ¡No te sucederá eso!». 23 Pero él, volviéndose, le dijo: «¡Apártate de mí, Satanás!, pues eres un obstáculo para mí, porque tus sentimientos no son los de Dios, sino los de los hombres». 24 Luego dijo a sus discípulos: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. 25 Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí la encontrará. 26 ¿Qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué dará el hombre a cambio de su vida? 27 Porque el hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras. La vocación: diversos aspectos. Profeta Jeremías: una historia de amor. El Señor me ha seducido. Pablo a los Romanos: todos estamos llamados a ofrecer la propia vida a Dios. Evangelio, el Señor Jesús: “perder” y “ganar la vida”. 1. Primera Lectura, del Libro de Jeremías 20, 7-9 La figura del profeta Jeremías. Jeremías vivió entre el VII y el VI siglo a.C., en una de las épocas más funestas de la historia de Israel. Dios le confió la misión de anunciar a Israel el castigo del exilio que sufriría para purificar su fe con vistas a nueva alianza entre Dios y su pueblo, que anunciará Jeremías en el capítulo 31. Así como hubo profetas cuya misión era la de consolar a Israel, la misión de Jeremías fue la de hablar del castigo punitivo y, por tanto, más que nada ser el típico “profeta de las desgracias”; como consecuencia fue odiado y perseguido y maltratado por sus opositores 1 . Su vocación. Una historia de amor: el Señor me ha seducido. o Ante las dificultades, tiene la tentación de renunciar a la misión que le ha sido encomendada. Pero reconoce que en su corazón hay como un fuego abrasador encerrado en los huesos; que se ha agotado en contenerlo y no ha podido. 1 “Jeremías desarrolló su actividad en Judá, en los tiempos en que el nuevo imperio babilónico comenzaba a constituir una amenaza para los israelitas (años 605 a.C. y siguientes), amenaza que culminó con la caída definitiva de Jerusalén ante las tropas de Nabucodonosor (598 a.C) y la deportación a Babilonia”. (Cfr. Antiguo Testamento, Libros proféticos, Introducción al libro del profeta Jeremías, Eunsa p. 305) 2 Se podría añadir que los profetas han experimentado la incomprensión, en cuanto que tenían que hablar de parte de Dios de modo que, muchas veces, su palabra entraba en colisión con el modelo de vida y los comportamientos de los que les escuchaban. Abre su corazón para expresar que, por una parte, se siente aislado en el cumplimiento de la misión que Dios le había encomendado, tiene que soportar un aislamiento social y siente fuertemente la tentación de renunciar a la misión que Dios le ha encomendado 2 . Y, por otra parte, confiesa que se sabe sostenido por el Señor. Y, para explicar la fuerza de Dios que le llama, utiliza la imagen de un fuego interno - en sus huesos - abrasador : “Pero había en mi corazón como un fuego abrasador encerrado en mis huesos; me he agotado en contenerlo y no lo he podido soportar” (v. 9). Jeremías comienza explicando su vocación como una historia de amor: el Señor le ha elegido antes de nacer, lo ha “seducido” y lo llama a ser profeta, a pesar de su resistencia y dudas y rebeldías (cfr. el primer capítulo del libro de Jeremías 3 ). Con la ayuda del Señor supo superar pruebas muy duras. La oración del profeta. o La oración del profeta “cara a cara con Dios”: a veces es una escucha, a veces es un litigio o a veces es una queja o lamento. • Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2584 En el "cara a cara" con Dios, los profetas sacan luz y fuerza para su misión. Su oración no es una huida del mundo infiel, sino una escucha de la palabra de Dios, a veces un litigio o una queja, siempre una intercesión que espera y prepara la intervención del Dios salvador, Señor de la historia (cf Amós 7,2 Amós 7,5 Isaías 6,5 Isaias 6,8 Isaías 6,11 Jeremías 1,6 Jeremías 15,15-18 Jeremías 20,7-18). • Benedicto XVI, Exhort. Apostólica Verbum Domini, 24 (30 de septiembre de 2010). La Palabra divina nos introduce a cada uno en el coloquio con el Señor: el Dios que habla nos enseña cómo podemos hablar con Él. Pensamos espontáneamente en el Libro de los Salmos, donde se nos ofrecen las palabras con que podemos dirigirnos a él, presentarle nuestra vida en coloquio ante él y transformar así la vida misma en un movimiento hacia él. [73] En los Salmos, en efecto, encontramos toda la articulada gama de sentimientos que el hombre experimenta en su propia existencia y que son presentados con sabiduría ante Dios; aquí se encuentran expresiones de gozo y dolor, angustia y esperanza, temor y ansiedad. Además de los Salmos, hay también muchos otros textos de la Sagrada Escritura que hablan del hombre que se dirige a Dios mediante la oración de intercesión (cf. Ex 33,12-16), del canto de júbilo por la victoria (cf. Exodo 15), o de lamento en el cumplimiento de la propia misión (cf. Jeremías 20,7-18). Así, la palabra que el hombre dirige a Dios se hace también Palabra de Dios, confirmando el carácter dialogal de toda la revelación cristiana, [74] y toda la existencia del hombre se convierte en un diálogo con Dios que habla y escucha, que llama y mueve nuestra vida. La Palabra de Dios revela aquí que toda la existencia del hombre está bajo la llamada divina. [75] [73] Cf. Discurso en el encuentro con el mundo de la cultura en el Collège des Bernardins de París (12 septiembre 2008): AAS 100 (2008), 721-730. 2 Jeremías 20, 7-9: “Me he convertido en irrisión continua, todos se burlan de mí. Pues cada vez que hablo tengo que gritar y proclamar: «¡Violencia y ruina!». La palabra del Señor es para mí oprobio y burla todo el día. Yo me decía: No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre”. 3 Jeremías 1, 4-9: Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí. Yo dije: "¡Ah, Señor Yahveh! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho." Y me dijo Yahveh: No digas: "Soy un muchacho", pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás. No les tengas miedo, que contigo estoy yo para salvarte -oráculo de Yahveh-. Entonces alargó Yahveh su mano y tocó mi boca. Y me dijo Yahveh: Mira que he puesto mis palabras en tu boca. “El relato de la vocación de Jeremías muestra en profundidad el misterio de toda llamada divina, acto eterno y gratuito de Dios por el que se desvela a un alma el porqué y el para qué de su vida. (…) Cuando el misterio de la vocación personal comienza a desvelarse, la primera reacción puede ser de miedo, puesto que se constatan las personales limitaciones para llevar a cabo la tarea a la que el Señor llama. Así sucede a Jeremías, que se escusa por su excesiva juventud (v. 6). (…) En cualquier caso, en la respuesta a la vocación hay que atender sobre todo a Dios mismo que llama, nunca abandona a sus elegidos y proporciona todo el apoyo necesario para realizar la misión que les encomienda (vv. 7-8) (Antiguo Testamento, Libros proféticos, Jeremías 1, 4-10, Eunsa pp. 320-321). 3 [74] Cf. Propositio 4. [75] Cf. Relatio post disceptationem, 12. 2. Segunda Lectura de la Carta a los Romanos: todo estamos llamados a ofrecer la propia vida a Dios, es nuestra vocación. Romanos 12, 1-2 El culto espiritual agradable a Dios es la ofrenda de la propia vida, el sacrificio de la propia existencia. o La identidad del hombre: orientar la vida a Dios, no reduciéndola a lo que come o a la satisfacción de necesidades. Hoy leemos el texto que, seguramente, es uno de los más importantes en la Escritura para explicar lo que es en la vida cristiana el culto espiritual, el verdadero culto a Dios: la ofrenda de la propia vida para seguir la voluntad de Dios, como “como sacrificio vivo, consagrado, agradable a Dios”. En la Escritura, en este caso, “cuerpo” equivale a “vida”. Se trata del sacrificio de la propia existencia. Aparece claro en el v. 2: “Y no os acomodéis a este mundo; al contrario, transformaos y renovad vuestro interior para que sepáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto”. El “culto racional” del que habla san Pablo en su Carta los Romanos, lleva a orientar la vida a Dios, rechazando la mentalidad de quien reduce la identidad del hombre a lo que come o a la satisfacción de necesidades. o El cristiano es sacerdote de su propia existencia, para realizar cada una de sus acciones en espíritu de obediencia a la voluntad de Dios. • Nuevo Testamento, Eunsa 1999, Romanos 12,1-8: “En los vv. 1-2 el Apóstol introduce la invitación a dar a Dios un culto espiritual, como consecuencia de la nueva condición dada por el Bautismo. Los cristianos son el nuevo Pueblo de Dios y están incorporados a Cristo como miembros suyos, de modo que «todos, por el Bautismo, hemos sido constituidos sacerdotes de nuestra propia existencia, ‘para ofrecer víctimas espirituales, que sean agradables a Dios por Jesucristo’ (1 P 2,5), para realizar cada una de nuestras propias acciones en espíritu de obediencia a la voluntad de Dios, perpetuando así la misión del Dios-Hombre» S. Josemaría Escrivá, Hom 1.96).” o El culto verdadero a Dios por parte del hombre: unido a Cristo, honrando a Dios en la existencia cotidiana más concreta. El ofrecimiento a Dios de la persona entera. Benedicto XVI Audiencia General, 7 enero 2009 La exhortación a "ofrecer los cuerpos" se refiere a la persona entera. Se trata de honrar a Dios en la existencia cotidiana más concreta, hecha de visibilidad relacional y perceptible. "Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual". En estas palabras se verifica una paradoja aparente: mientras el sacrificio exige por norma la muerte de la víctima, Pablo hace referencia a la vida del cristiano. La expresión "presentar vuestros cuerpos", unida al concepto sucesivo de sacrificio, asume el esbozo cultual de "dar en oblación, ofrecer". La exhortación a "ofrecer los cuerpos" se refiere a la persona entera; de hecho, en Romanos 6, 13, invita a "presentaros a vosotros mismos". Por lo demás, la referencia explícita a la dimensión física del cristiano coincide con la invitación a "glorificar a Dios con vuestro cuerpo" (1 Corintios 6, 20): se trata de honrar a Dios en la existencia cotidiana más concreta, hecha de visibilidad relacional y perceptible. Un comportamiento de este tipo es calificado por Pablo como "sacrificio vivo, santo, agradable a Dios". Es aquí donde encontramos precisamente el vocablo "sacrificio". En el uso corriente este término forma parte de un contexto sacro y sirve para designar el degollamiento de un animal, del que una parte puede ser quemada en honor de los dioses y la otra consumida por los oferentes en un banquete. Pablo lo aplicaba en cambio a la vida del cristiano. De hecho califica un sacrificio así sirviéndose de tres adjetivos. El primero --"vivo"-- expresa una vitalidad. El segundo -- "santo"-- recuerda la idea paulina de una santidad que no está ligada a lugares u objetos, sino a la persona misma del cristiano. El tercero --"agradable a Dios"-- recuerda quizás la frecuente expresión bíblica del sacrificio "de suave olor" (Cf. Levítico 1,13.17; 23,18; 26,31; etc.). Un culto en el que el hombre mismo en su totalidad de un ser dotado de razón, se convierte en adoración, glorificación del Dios vivo. 4 Inmediatamente después, Pablo define así esta nueva forma de vivir: éste es "vuestro culto espiritual". Los comentadores del texto saben bien que la expresión griega (ten logiken latreían) no es fácil de traducir. La Biblia latina traduce: "rationabile obsequium". La misma palabra "rationabile" aparece en la primera Plegaria eucarística, el Canon Romano: en él se reza para que Dios acepte esta ofrenda como "rationabile". La tradicional traducción italiana "culto espiritual" no refleja todos los detalles del texto griego (y ni siquiera del latino). En todo caso no se trata de un culto menos real, o incluso solamente metafórico, sino de un culto más concreto y realista, un culto en el que el hombre mismo en su totalidad de un ser dotado de razón, se convierte en adoración, glorificación del Dios vivo. 3. Evangelio a) El Señor anuncia por primera vez su pasión (Mateo 16, 21), como obediencia consciente al proyecto de Dios Padre. • El Señor introduce la descripción de todas las acciones que iba a realizar (ir a Jerusalén, padecer, ser matado y resucitar al tercer día) con la expresión “tenía que” (debía). Todo sucedería necesariamente como obediencia a la voluntad del Padre, que ofrece así la salvación a la humanidad. Por parte de Jesús se trata de una obediencia consciente al proyecto de Dios Padre. o b) Los discípulos no comprenden ese proyecto. Jesús indica a los discípulos en qué consiste la entrega que él les pide, en qué consiste el seguimiento de Jesús. En los vv. 24-26 dice a todos los discípulos frases categóricas: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí la encontrará. ¿Qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué dará el hombre a cambio de su vida?». Indica así el contenido del seguimiento de Cristo, de lo que significa ser su discípulo. “Perder” y “encontrar” la vida. • A veces podemos aferrarnos a la vida viviendo exclusivamente para uno mismo, al hacer del propio “yo” la razón última y el objetivo supremo de la existencia. • Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno A, Piemme 1995, p. 246: “Jesús nos propone, abiertamente, el “perdernos” en la donación a Él por amor (“por mí”). Es el “dar la vida por la persona que se ama” 4 , el entregarnos a nosotros mismos a manos llenas, las propias energías, el propio tiempo y los propios bienes a los hermanos, lo que nos constituye como verdaderos discípulos. Y el resultado es paradójico. Mientras la civilización actual nos enseña a “encontrar”, a “poseer” y al fin hace que nos sintamos solos y pobres en la conciencia, Jesús nos enseña a “perdernos” para colmarnos de serenidad y de paz. Contra las leyes de la economía su “perdernos” se convierte en “encontrarnos”; al donarnos no nos privamos sino que nos enriquecemos”. 4. Algo común en estas Lecturas La fe, don de Dios, es necesaria para comprender los proyectos de Dios, la propia vocación. Uno de los rasgos que aparece en las Lecturas de hoy, es el hecho de que los proyectos de Dios son de tal manera únicos que las criaturas tenemos serias dificultades para comprenderlos. Para su comprensión es necesaria la fe, don del mismo Dios, con el fin de que podamos superar nuestras convicciones y llegar a pensar y obrar de acuerdo con los pensamientos de Dios. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana 4 “No hay prueba de amor más grande que dar la vida por los hermanos” (Juan 15, 13).

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