viernes, 14 de julio de 2017

El mensaje del Santo Cura del Santo Cura de Ars para nosotros hoy, resumido en pocos puntos… Fuente: www.clerus.org


El mensaje del Santo Cura del Santo Cura de Ars para nosotros hoy, resumido en pocos puntos… Fuente: www.clerus.org Hombre de oración Largos momentos transcurridos delante del tabernáculo, una verdadera intimidad con Dios, un abandono total a su voluntad, un rostro transfigurado…todos elementos que impresionaban a los que lo encontraban y dejaban percibir la profundidad de su vida de oración y de su unión con Dios. Para no hablar de su gran alegría y de su verdadera amistad con Dios: “Os amo, oh mi Dios y mi sólo deseo es de amaros hasta el último respiro de mi vida.” Una amistad que sobrentiende una reciprocidad como dos trozos de cera, precisaba J. M. Vianney, que, una vez fundidos, ya no pueden ser separados ni identificados; así sucede a nuestra alma con Dios cuando rezamos… El corazón pulsante: la Eucaristía celebrada y adorada “¡Él está allí!” exclamaba el Santo Cura mirando el tabernáculo. Hombre de la Eucaristía, celebrada y adorada: “No hay nada más grande que la Eucaristía”, exclamaba. Quizás lo que más le impresionaba era constatar que su Dios estaba allí, presente para nosotros en el tabernáculo: “¡Él nos espera!.” La toma de conciencia de la presencia real de Dios en el Santo Sacramento fue quizás una de sus más grandes gracias y una de sus más grandes alegrías. Dar Dios a los hombres y los hombres a Dios: el sacrificio eucarístico se convierte muy pronto en el corazón de sus días y de su pastoral. Obsesionado por la salvación de los hombres Es quizás lo que resume mejor cuanto ha sido el Santo Cura durante sus 41 años de presencia en Ars. Obsesionado por la propia salvación y por aquella de los demás, especialmente de los que venían a él o que le habían sido confiados. Como Párroco, tendrá que “rendir cuenta” a Dios, decía. Para que cada uno pudiera apreciar la alegría de conocer a Dios y de amarlo, de saber que Él nos ama… así se afanó sin detenerse J. M. Vianney. Mártir del confesionario A partir del 1830, millares de personas vendrán a Ars para confesarse con él y más de 100.000 en el último año de su vida… Hasta 17 horas al día, clavado en su confesionario para reconciliar a los hombres con Dios y entre ellos, el Cura de Ars es un verdadero mártir del confesionario, subrayaba Juan Pablo II. Conquistado por el amor de Dios, admirado delante de la vocación del hombre, medía la locura que implicaba el querer separarse de Dios. Quería que cada uno estuviera libre de poder gustar del amor de Dios. Al corazón de su parroquia, un hombre auténticamente social “No se sabe cuánto hizo el Santo Cura en el social”, refiere uno de sus biógrafos. Viendo en cada uno de sus hermanos la presencia del Señor, no se dio paz en socorrerlos, ayudarlos, aliviar sus sufrimientos o sus heridas, crear las condiciones para que cada uno se sintiera libre y realizado. Orfanato, escuelas, el cuidado de los más pobres y de los enfermos, incansable constructor… nada le escapa. Acompaña a las familias y se esfuerza de protegerlas de todo lo que puede destruirlas (alcohol, violencia, egoísmo…). En su pueblo, trata de considerar al hombre en todas sus dimensiones (humana, espiritual, social). Patrón de todos los párrocos del universo Beatificado en el 1904, será declarado el mismo año, el 12 de abril, patrón de los sacerdotes de Francia por San Pío X. En el 1929, cuatro años después de su canonización, el Papa Pío XI lo declarará “patrón de todos los párrocos del universo.” El Papa Juan Pablo II confirmará esta idea recordando en tres ocasiones que “el Cura de Ars permanece para todos los países un modelo sin igual de la realización del ministerio y al mismo tiempo de la santidad del ministro.” “¡Oh, de verdad el sacerdote es algo grande!”, exclamaba Juan María Vianney, porque puede dar Dios a los hombres y los hombres a Dios; es el testigo de la ternura del Padre hacia cada uno y el artífice de la salvación. El Cura de Ars, un gran hermano en el sacerdocio, al que cada sacerdote del mundo puede venir a confiar su ministerio o su vida sacerdotal. Una llamada universal a la santidad “Te enseñaré el camino del Cielo”, había contestado al pastorcito que le indicaba el camino hacia Ars, es decir, te ayudaré a que seas santo. “¡Dónde pasan los santos, Dios pasa con ellos!” afirmará más tarde. Al fin, invitaba a cada uno a dejarse santificar por Dios, a buscar a través de todos los medios esta unión con Dios, aquí abajo y para la eternidad. www.parroquiasantamonica.com

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