domingo, 23 de julio de 2017

Mientras sus hombres dormían…



v     Cfr. Domingo 16 del tiempo ordinario Año A

                  23 de julio de 2017

Evangelio - Mateo 13,24-30 (forma breve): 24 Les propuso otra parábola: «El reino de Dios es  semejante a un hombre que sembró buena semilla en un  campo. 25 Mientras sus hombres dormían, vino su  enemigo, esparció cizaña en medio del trigo y se fue. 26  Pero cuando creció la hierba y llevó fruto, apareció  también la cizaña. 27 Los criados fueron a decir a su amo: ¿No sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que  tiene cizaña?  28 Él les dijo: Un hombre enemigo hizo  esto. Los criados dijeron: ¿Quieres que vayamos a  recogerla? 29 Les contestó: ¡No!, no sea que, al recoger la  cizaña, arranquéis con ella el trigo30 Dejad crecer  juntas las dos cosas hasta la siega; en el tiempo de la siega  diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla  en haces para quemarla, pero el trigo recogedlo en mi  granero».

“Mientras sus hombres dormían ….” (Mateo 13, 25).


Estamos obligados a una vigilancia continua contra el sueño.
La vida no es cosa de juego,
sino un tesoro divino que hay que hacer fructificar.

v     Es responsabilidad de los cristianos prevenir el mal. Una vigilancia continua contra el sueño.

·         “Mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo y se fue” (Mateo
13,25). Es ésta otra enseñanza implícita, que podría interpretarse como un reproche ante la incapacidad de esos siervos de vigilar de algún modo  el campo sembrado con buena simiente.

o     San Juan Crisóstomo [1]

La semilla también se puede perder por el sueño.
·         “«Pero, mientras su gente dormía» (Mateo 13,25): estas palabras enseñan el  peligro a que están
 expuestos los que tienen la responsabilidad de las almas, a los que, en concreto, está confiada la defensa del campo; pero no sólo ésos, sino también los fieles. Cristo además precisa que el error aparece después de establecerse la verdad, como también la experiencia de los hechos puede testimoniar. Después de los profetas han aparecido los falsos profetas; después de los apóstoles los falsos apóstoles, y después de Cristo el anticristo. Si el demonio no ve qué tiene que imitar, o hacia quién debe dirigir sus insidias, no sabría cómo dañarnos. Pero ahora que ha visto fructificar en las almas la siembra divina de Jesús, el ciento, el sesenta y el treinta por ciento, recorre otro camino. Ya que se ha dado cuenta que no puede arrancar lo que tiene raíces bien profundas, ni puede ahogarlo y tampoco quemarlo, entonces recurre a  otro insidioso engaño, esparciendo su simiente. 
Pero cuál es la diferencia  - me preguntaréis - entre los que "duermen" en esta parábola y los
que, en la parábola anterior son representados por la semilla que cayó «junto al camino»? En el caso de los que son simbolizados en el "camino" la semilla es arrebatada enseguida por el Maligno, que no da tiempo para echar raíces; mientras en los que "duermen" el trigo ha echado raíces y entonces el demonio tiene que intervenir con un engaño más elaborado. Cristo dice eso para enseñarnos a vigilar continuamente, porque - nos advierte - aún cuando lograrais evitar aquellos daños a los que está sometida la simiente, no estaríais todavía al seguro de otros peligrosos asaltos. Como allí la semilla se pierde «junto al camino», o "en el terreno pedregoso, o "entre los espinos", también aquí la ruina puede derivar del sueño; por tanto estamos obligados a una vigilancia continua. En efecto, Jesús incluso ha dicho que se salvará quién habrá perseverado hasta al final (cf. Mc 4,33) ... 
Pero vosotros observaréis: ¿Cómo es posible prescindir de dormir? Ciertamente no es posible, si se refiere al sueño del cuerpo: pero es posible  no caer en el sueño de la voluntad. Por esto Paolo dijo también: «Vigilad, estad firmes en la fe» (1Cor 16,13 ...)”.

o     San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 123:

§         Los cristianos, que deberíamos estar vigilantes para que las cosas buenas puestas por el Creador en el mundo se desarrollen al servicio de la verdad y del bien, nos hemos dormido.
El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena simiente en su campo; pero,  al tiempo de dormir los jornaleros, vino cierto enemigo suyo, esparció cizaña en medio del trigo, y se fue (Mt 13,24-25). Está claro: el campo es fértil y la simiente es buena; el Señor del campo ha lanzado a voleo la semilla en el momento propicio y con arte consumada; además, ha organizado una vigilancia para proteger la siembra reciente. Si después aparece la cizaña, es porque no ha habido correspondencia, porque los hombres —los cristianos especialmente— se han dormido, y han permitido que el enemigo se acercara.
Cuando los servidores irresponsables preguntan al Señor por qué ha crecido la cizaña en su
campo, la explicación salta a los ojos: inimicus homo hoc fecit (Mt 13,28), ¡ha sido el enemigo! Nosotros, los cristianos que debíamos estar vigilantes, para que las cosas buenas puestas por el Creador en el mundo se desarrollaran al servicio de la verdad y del bien, nos hemos dormido — ¡triste pereza, ese sueño! —, mientras el enemigo y todos los que le sirven se movían sin cesar. Ya veis cómo ha crecido la cizaña: ¡qué siembra tan abundante y en todas partes!” 

o     Es Cristo que pasa, n. 147:

§         Es necesario, despertar a quienes hayan podido caer en ese mal sueño, mala cosa que sofoca la dignidad del hombre y le hace esclavo de la tristeza.
“Tened presente que, cum dormirent homines, mientras dormían los hombres, vino el sembrador de la cizaña, dice el Señor en una parábola. Los hombres estamos expuestos a dejarnos llevar del sueño del egoísmo, de la superficialidad, desperdigando el corazón en mil experiencias pasajeras, evitando profundizar en el verdadero sentido de las realidades terrenas. ¡Mala cosa ese sueño, que sofoca la dignidad del hombre y le hace esclavo de la tristeza!
Hay un caso que nos debe doler sobre manera: el de aquellos cristianos que podrían dar más y
no se deciden; que podrían entregarse del todo, viviendo todas las consecuencias de su vocación de hijos de Dios, pero se resisten a ser generosos. Nos debe doler porque la gracia de la fe no se nos ha dado para que esté oculta, sino para que brille ante los hombres (Cf. Mateo 5, 15-16); porque, además, está en juego la felicidad temporal y la eterna de quienes así obran. La vida cristiana es una maravilla divina, con promesas inmediatas de satisfacción y de serenidad, pero a condición de que sepamos apreciar el don de Dios (Cf Juan 4,10), siendo generosos sin tasa.
§         La vida no es cosa de juego, sino tesoro divino, que hay que hacer fructificar.
Es necesario, pues, despertar a quienes hayan podido caer en ese mal sueño: recordarles que  la
vida no es cosa de juego, sino tesoro divino, que hay que hacer fructificar. Es necesario también enseñar el camino, a quienes tienen buena voluntad y buenos deseos, pero no saben cómo llevarlos a la práctica. Cristo nos urge. Cada uno de vosotros ha de ser no sólo apóstol, sino apóstol de apóstoles, que arrastre a otros, que mueva a los demás para que también ellos den a conocer a Jesucristo”.





Vida Cristiana




[1] Patriarca de Constantinopla (347-407), In Matth. 46, 1).

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