viernes, 14 de julio de 2017

Sacerdocio y eucaristía. Corpus Christi. «Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre». Sólo de la unión con Jesús puede obtener el sacerdote la fecundidad espiritual que es generadora de esperanza en el ministerio pastoral. Cuando hay un culto eucarístico formal y vacío, en las celebraciones falta la participación del corazón; existe la tentación de reducir la oración a momentos superficiales y apresurados, dejándose dominar por las actividades y por las preocupaciones terrenales. (Benedicto XVI).


1 Sacerdocio y eucaristía. Corpus Christi. «Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre». Sólo de la unión con Jesús puede obtener el sacerdote la fecundidad espiritual que es generadora de esperanza en el ministerio pastoral. Cuando hay un culto eucarístico formal y vacío, en las celebraciones falta la participación del corazón; existe la tentación de reducir la oración a momentos superficiales y apresurados, dejándose dominar por las actividades y por las preocupaciones terrenales. (Benedicto XVI). Cfr. Benedicto XVI , Homilía, Celebración Eucarística en el Corpus Christi: El cielo viene a la tierra 12 junio de 2009. (…) o Eucaristía y sacerdocio Sólo de la unión con Jesús puede obtener el sacerdote la fecundidad espiritual que es generadora de esperanza en el ministerio pastoral. Me dirijo particularmente a vosotros, queridos sacerdotes, que Cristo ha elegido para que junto con Él podáis vivir vuestra vida como sacrificio de alabanza por la salvación del mundo. Sólo de la unión con Jesús podéis obtener esa fecundidad espiritual que es generadora de esperanza en vuestro ministerio pastoral. Recuerda san León Magno que "nuestra participación en el cuerpo y la sangre de Cristo sólo tiende a volvernos en aquello que recibimos" (Sermón 12, De Passione 3, 7, PL 54). Si ello es verdad para cada cristiano, lo es con mayor razón para nosotros los sacerdotes. Si el sacerdote es eucaristía, el sacrificio de su propia existencia acompañará al ofrecimiento del cuerpo y de la sangre del Señor que se hace en el altar. ¡Ser Eucaristía! Que éste sea, precisamente, nuestro constante anhelo y compromiso, para que al ofrecimiento del cuerpo y de la sangre del Señor que hacemos en el altar, se acompañe el sacrificio de nuestra existencia. Cada día, tomamos del Cuerpo y de Sangre del Señor aquel amor libre y puro que nos hace dignos ministros de Cristo y testigos de su alegría. Es lo que los fieles esperan del sacerdote: el ejemplo, es decir, de una auténtica devoción a la Eucaristía; aman verlo transcurrir largas pausas de silencio y de adoración ante Jesús, como hacía el santo cura de Ars, que vamos a recordar, de forma particular, durante el ya inminente Año Sacerdotal. o San Juan María Vianney, sobre la eucaristía: no somos dignos de ella pero la necesitamos. Cuando hay un culto eucarístico formal y vacío, en las celebraciones falta la participación del corazón; existe la tentación de reducir la oración a momentos superficiales y apresurados, dejándose dominar por las actividades y por las preocupaciones terrenales. San Juan María Vianney amaba decir a sus parroquianos: "Venid a la comunión... Es verdad que no sois dignos de ella, pero la necesitáis" (Bernad Nodet, Le curé d'Ars. Sa pensée - Son coeur, editorial Xavier Mappus, París 1995, p. 119). Con la conciencia de ser indignos por causa de los pecados, pero necesitados de alimentarnos con el amor que el Señor nos ofrece en el sacramento eucarístico, renovemos esta tarde nuestra fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía ¡No hay que dar por descontada nuestra fe! Hoy se da el riesgo de una secularización que penetra también dentro de la Iglesia, que puede traducirse en un culto eucarístico formal y vacío, en celebraciones a las que les falta esa participación del corazón que se expresa en la veneración y respeto de la liturgia. Siempre es fuerte la tentación de reducir la oración a momentos superficiales y apresurados, dejándose dominar por las actividades y por las preocupaciones terrenales. Cuando, dentro de poco, recitemos el Padrenuestro, la oración por excelencia, diremos: "Danos hoy nuestro pan de cada día", pensando naturalmente en el pan de cada día para nosotros y para todos los hombres. Sin embargo, este ruego contiene algo más profundo. El término griego epioúsios, que traducimos como "diario", podría aludir también al pan "supra-sustancial", al pan "del mundo que vendrá". Algunos Padres de la Iglesia han visto en esto una referencia a la Eucaristía, el pan de la vida eterna que se nos da en la santa misa, para que desde ahora el mundo futuro comience en nosotros. Con la Eucaristía el cielo viene a la tierra, el mañana de Dios desciende al presente y el tiempo es como abrazado por la eternidad divina. Queridos hermanos y hermanas: como cada año, al final de la santa misa, se desarrollará la tradicional procesión eucarística y elevaremos, con las oraciones y los cantos, una imploración conjunta al Señor presente en la Hostia consagrada. Le diremos en nombre de toda la ciudad: ¡Quédate con nosotros Jesús, entrégate a nosotros y danos el pan que nos alimenta para la vida eterna! Libera a este mundo del veneno del mal, de la violencia y del odio que contamina las conciencias, purifícalo con la potencia de tu amor 2 misericordioso. Y tú, María, que has sido mujer "eucarística" durante toda tu vida, ayúdanos a caminar unidos hacia la meta celestial, alimentados por el Cuerpo y la Sangre de Cristo, pan de vida eterna y remedio de la inmortalidad divina ¡Amén! [Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina] © Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana] www.parroquiasantamonica.com

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