miércoles, 20 de septiembre de 2017

Reino de Dios. Salvación. Vida Eterna. Reino de Dios. La gratuidad de la salvación, de la vida eterna, del ingreso en el Reino de Dios. Domingo 25 del Tiempo Ordinario, ciclo A. (2017).







Ø     Reino de Dios. Salvación. Vida Eterna. Reino de Dios. La gratuidad de la salvación, de la vida eterna, del ingreso en el Reino de Dios. Domingo 25 del Tiempo Ordinario, ciclo A. (2017). La parábola de la contratación de los jornaleros de  la viña tiene como objeto hablar de la gratuidad de la salvación, del ingreso en el Reino de Dios. No nos salvamos por nuestras obras. Enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica sobre el mérito del hombre ante Dios.

v     Cfr. Domingo 25 del tiempo ordinario Ciclo A

24 de septiembre de 2017
Isaías 55, 6-9; Mateo 20, 1-16
Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno A, Piemme 1995, XXV domenica.
- Isaias 55, 6-9: Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón.

Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-.

Salmo responsorial 144,2-3. 8-9. 17-18: R/. Cerca está el Señor de los que lo invocan. Día tras día te bendeciré, Dios mío, y alabaré tu nombre por siempre jamás. Grande es el Señor y merece toda alabanza, es incalculable su grandeza.
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones;  cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.
Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes.
- Filipenses 1,20c-24.27a. Hermanos: Cristo será glorificado en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero no sé qué escoger. Me encuentro en esta alternativa: por un lado deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero por otro quedarme en esta vida, veo que es más necesario para vosotros. Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo.
- Mateo 20, 1-16: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos es semejante a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: 

"Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo-. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno."  Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

La gratuidad de la salvación,
de la vida eterna,
del ingreso en el Reino de Dios.

1.      La parábola de la contratación de los jornaleros de  la viña tiene como objeto

hablar de la gratuidad de la salvación, del ingreso en el Reino de Dios.

v     Dios ofrece la misma paga a todos independientemente del número de horas que han trabajado: desde el amanecer, o desde la media mañana, o desde el mediodía, o desde la media tarde o al caer de la tarde. 

·         Una vez más el Señor recurre a una parábola para explicar el Reino de Dios. Narra con elegancia una
historia verosímil, ambientándola en la vida ordinaria; pero, en medio de la normalidad, surge el hecho imprevisible e insólito: la paga de los obreros es igual para todos, a pesar del diverso trabajo que hacen. Es ésta la novedad del Reino de Dios: se ingresa en él de un modo gratuito e incomparable.
·         Cfr. Biblia de Jerusalén, Mateo 20.  “Y el Señor dice a los oyentes de esta parábola, que son
judíos, que ellos fueron llamados a primera hora, pero que después se ha dirigido también a los gentiles: “admite en su Reino a los que han llegado tarde, como los pecadores y paganos. Los llamados a primera hora (los judíos beneficiarios de la Alianza desde Abrahán) no deben escandalizarse por ello”.

o     Dios ofrece también la salvación a quien se convierte al final de su vida.

·         Cfr. Gianfranco Ravasi, o.c. p. 259. Queda claro, por tanto, que el objeto de la enseñanza de
Jesús no es entrar en las legítimas reglas de justicia de las relaciones en el trabajo entre propietarios y obreros, en los normales criterios económicos o sindicales. Tiene una finalidad teológica que toma ocasión de unas relaciones humanas conocidas. El mensaje de la parábola tiene varios aspectos: a) Dios ofrece a todos la salvación; b) la salvación es gratuita; c)  los «fariseos» y los «justos», los «primeros», se escandalizan de que ofrezca la misma salvación a los pecadores, a los «últimos». Como ha señalado un autor, “el obrero que fue llamado en la primera hora fundamentalmente no reclama un salario mayor, sino que, sobre todo, se lamenta por la igualdad de trato que ha tenido él y el que llegó el último”.

2.      La gratuidad de la salvación: el Reino es un don de Dios.


v     No nos salvamos por nuestras obras

·         Cfr. Gianfranco Ravasi, pp. 259.262.  “El Reino es un don de Dios y no un salario debido a las
obras de la ley; la salvación  no es una recompensa de naturaleza casi contractual, sino, sobre todo, una iniciativa divina fruto del amor y de la comunión a la que el hombre es invitado a participar con alegría y sin limitaciones. (...) Es muy probable que Cristo con la figura de los jornaleros haya querido reflejar la figura de los fariseos y del judaísmo más rígido y «observante». Para ellos, la religión es semejante a una rigurosa relación económica que debe ser regulada según criterios de justicia: por medio de la cotidiana fatiga de la observancia de la ley, el hombre «gana» la vida eterna. Para ellos la salvación divina es «debida» como recompensa por las obras humanas. Por esto, ante sus ojos es absolutamente insensato que una conversión se traduzca en un borrón y cuenta nueva del pasado, que se ofrezca la misma «salvación» a un pecador que ha trabajado en la obediencia a la ley solamente por un tiempo determinado. Es fácil imaginarse cuál es la causa de su recriminación: Jesús acoge y declara salvados a los publicanos, prostitutas y pecadores, después de que han pasado gran parte de la jornada de su vida en el ocio, en el vicio y en el mal. Podría ser su portavoz el primogénito de la parábola del hijo pródigo: “Mira cuántos años hace que te sirvo sin desobedecer ninguna orden tuya, y nunca me has dado ni un cabrito para divertirme con mis amigos. Pero en cuanto ha venido ese hijo tuyo que devoró su fortuna con meretrices, has hecho matar para él el ternero cebado” (Lucas 15, 29-30).

3.      Dos parábolas: A) la del fariseo y el publicano, B) y la del padre misericordioso


v     A)  Lucas 18, 9-14

·         El mismo evangelista explica el sentido de la parábola, cuando al inicio (v. 9) dice  que el Señor
la dijo “a algunos que confiaban en sí mismos teniéndose por justos y despreciaban a los demás”.
·         El fariseo presumía de su  minuciosa observancia de la Ley, y pensaba que tenía derecho a la
recompensa. Sin embargo, el publicano recurría a la misericordia de Dios. Según el fariseo la salvación divina es «debida» como recompensa por las obras humanas.

v     B) Lucas 15, 11-32

·         También aparece la gratuidad de la salvación en la parábola del hijo pródigo o del padre  misericordioso.
El hermano mayor, cuando ve la fiesta que da su padre al regreso del hermano menor, dice a su padre: Mira cuántos años hace que te sirvo sin  desobedecer ninguna orden tuya, y nunca me has dado ni un cabrito para divertirme con mis amigos. Pero en cuanto ha venido ese hijo tuyo que devoró tu fortuna con meretrices, has hecho  matar para él el ternero cebado (Lucas 15, 29-30). 

4.      Enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica sobre el mérito del hombre ante Dios.


v     La gratuidad del amor de Dios a Israel.

·         CEC 218: A lo largo de su historia, Israel pudo descubrir que Dios sólo tenía una razón para
revelársele y escogerlo entre todos los pueblos como pueblo suyo: su amor gratuito (Cf Deuteronomio 4, 37; 7, 8; 10, 15). E Israel comprendió, gracias a sus profetas, que también por amor Dios no cesó de salvarlo (Cf Isías 43, 1-7) y de perdonarle su infidelidad y sus pecados (Cf Oseas 2).

v      Hemos recibido todo de Dios

·         CEC 2007: Frente a Dios no hay, en el sentido de un derecho estricto, mérito por parte del
hombre. Entre Él y nosotros, la desigualdad no tiene medida, porque nosotros lo hemos recibido todo de Él, nuestro Creador.

v     Las buenas acciones del hombre proceden, en Cristo, de las gracias y auxilios del Espíritu Santo

·         CEC 2008: El mérito del hombre ante Dios en la vida cristiana proviene de que Dios ha
dispuesto libremente asociar al hombre a la obra de su gracia. La acción paternal de Dios es lo primero, en cuanto que El impulsa, y el libre obrar del hombre es lo segundo, en cuanto que éste colabora, de suerte que los méritos de las obras buenas deben atribuirse a la gracia de Dios en primer lugar, y al fiel, seguidamente. Por otra parte, el mérito del hombre recae también en Dios, pues sus buenas acciones proceden, en Cristo, de las gracias prevenientes y de los auxilios del Espíritu Santo.

v     La caridad de Cristo es fuente de los méritos ante Dios

·         CEC 2011: La caridad de Cristo es en nosotros la fuente de todos nuestros méritos ante Dios. La
gracia, uniéndonos a Cristo con un amor activo, asegura el carácter sobrenatural de nuestros actos y, por consiguiente, su mérito tanto ante Dios como ante los hombres. Los santos han tenido siempre una conciencia viva de que sus méritos eran pura gracia.
Tras el destierro en la tierra espero gozar de ti en la Patria, pero no quiero amontonar méritos para el Cielo, quiero trabajar sólo por vuestro amor... En el atardecer de esta vida compareceré ante ti con las manos vacías, Señor, porque no te pido que cuentes mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas a tus ojos. Por eso, quiero revestirme de tu propia Justicia y recibir de tu Amor la posesión eterna de ti mismo... (Sta. Teresa del Niño Jesús, ofr).
·         CEC 617: «Por su sacratísima pasión en el madero de la cruz nos mereció la justificación»,
enseña el Concilio de Trento (DS 1529) subrayando el carácter único del sacrificio de Cristo como «causa de salvación eterna» (Hebreos 5, 9). Y la Iglesia venera la Cruz cantando: «Salve, oh cruz, única esperanza». (Himno «Vexilla Regis»).

v     Nuestra justificación es obra de la gracia de Dios.

·         CEC 1996: Nuestra justificación es obra de la gracia de Dios. La gracia es el favor, el auxilio gratuito
que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios (Cf Juan 1, 12-18), hijos adoptivos (Cf Romanos 8, 14-17), partícipes de la naturaleza divina (Cf 2 Pedro 1, 3-4), de la vida eterna (Cf Juan 17, 3).

v     Incluso la preparación del hombre para acoger la gracia es ya una obra de la gracia.

·         CEC 2001: La preparación del hombre para acoger la gracia es ya una obra de la gracia. Esta es
necesaria para suscitar y sostener nuestra colaboración a la justificación mediante la fe y a la santificación mediante la caridad. Dios completa en nosotros lo que El mismo comenzó, «porque él, por su acción, comienza haciendo que nosotros queramos; y termina cooperando con nuestra voluntad ya convertida» (S. Agustín, grat. 17):
Ciertamente nosotros trabajamos también, pero no hacemos más que trabajar con Dios que trabaja. Porque su misericordia se nos adelantó para que fuésemos curados; nos sigue todavía para que, una vez sanados, seamos vivificados; se nos adelanta para que seamos llamados, nos sigue para que seamos glorificados; se nos adelanta para que vivamos según la piedad, nos sigue para que vivamos por siempre con Dios, pues sin él no podemos hacer nada (S. Agustín, nat. et grat. 31).

Vida Cristiana

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

Imprimir

Printfriendly