sábado, 10 de junio de 2017

Fiesta de la Santísima Trinidad Año A, 11 de junio de 2017



  • Fiesta de la Santísima Trinidad, Año A (2017). El contenido de nuestra fe: el deseo de descubrir elrostro de Dios. A) de Dios Padre, B) de Dios Hijo y C) de Dios Espíritu Santo. La fiesta de hoy nos invita a contemplar a Dios, no para alejarnos del mundo y de sus problemas, sino para conocerlo y recibir las indicaciones fundamentales para nuestra vida. Del nombre de Dios depende nuestra historia, de la luz de su rostro depende nuestro camino.

  • Cfr. Fiesta de la Santísima Trinidad Año A, 11 de junio de 2017

Éxodo 34, 4-6.8-9; 2 Corintios 13; 11-13; Juan 3, 16-18

Éxodo 34, 4b-6. 8-9: 4 En aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, como le había mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra. 5 El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del Señor. 6 El Señor pasó ante él, proclamando: -«Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad.» 8 Moisés, al momento, se inclinó y le adoró 9 diciendo: -«Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque ése es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.»2 Corintios 13, 11-13: 11 Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros. Saludaos mutuamente con el beso ritual. Os saludan todos los santos. 13 La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos vosotros.
Juan 3, 16-18: 16 Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. 17 Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. 18 El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

El amor de Dios Padre,
la gracia del Señor Jesucristo,
la comunión del Espíritu Santo,
estén siempre con todos vosotros.
(2 Corintios 13, 13: segunda Lectura de la Misa de hoy)

  • Estas palabras forman parte del saludo inicial en la celebración eucarística. Y la acabamos con la
bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
  • También nos resulta familiar a los cristianos la referencia a la Trinidad, porque cada vez que hacemos la
señal de la cruz, pronunciamos el nombre de Dios Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Y si se hace con atención y verdadera fe, queda claro el significado: se quiere manifestar que lo que se hace - el principio de un trabajo, el principio del día, antes de las comidas, cuando se emprende un viaje, etcétera -, o lo que se recibe - los sacramentos, por ejemplo -, se hace o se recibe «en el nombre de», es decir «por la autoridad», o «por el poder» o «por gracia», del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
  • En el umbral de nuestra vida se nos dijo: "Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo…
Y en el momento del fallecimiento: "Parte, alma cristiana, de este mundo, en el nombre del Padre que te ha creado, del Hijo que te ha redimido, del Espíritu Santo que te ha santificado…."
  • Y entre estos dos extremos: en el nombre de la Trinidad los novios se unen en el matrimonio, en el
nombre de la Trinidad recibimos el sacramento del sacerdocio ministerial los sacerdotes, en el nombre de la Trinidad son remitidos pecados de todos en el sacramento de la Reconciliación…


1. El contenido de nuestra fe: el deseo de descubrir el rostro de Dios. A) de Dios Padre, B) de Dios Hijo y C) de Dios Espíritu Santo.

  • A) Uno de los rasgos de ese rostro es que Dios Padre es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad.

  • Primera Lectura (Éxodo 34, 6-7): “El Señor pasó ante Moisés, proclamando: -«Señor, Señor, Dios
compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad»”.
  • “El concepto de « misericordia » tiene en el Antiguo Testamento una larga y rica historia.

  • Juan Pablo II, Enc. Dives in misericordia, 4: “El concepto de « misericordia » tiene en el Antiguo
Testamento una larga y rica historia. Debemos remontarnos hasta ella para que resplandezca más plenamente la misericordia revelada por Cristo. (...) La miseria del hombre es también su pecado. El pueblo de la Antigua Alianza conoció esta miseria desde los tiempos del éxodo, cuando levantó el becerro de oro. Sobre este gesto de ruptura de la alianza, triunfó el Señor mismo, manifestándose solemnemente a Moisés como « Dios de ternura y de gracia, lento a la ira y rico en misericordia y fidelidad » (Ex 34,6). Es en esta revelación central donde el pueblo elegido y cada uno de sus miembros encontrarán, después de toda culpa, la fuerza y la razón para dirigirse al Señor con el fin de recordarle lo que Él había revelado de sí mismo (Cfr. Num 14, 18; 2 Par 30, 9; Neh 9, 17; Sal 86 (85), 15; Sab 15, 1; Eclo 2, 11; Jl 2, 13.) y para implorar su perdón”.
  • Encontramos el contenido de ese amor en el Evangelio de hoy (Juan 3,16), según revelación del mismo Jesús: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.”.

  • Encontramos el contenido de ese amor en el Evangelio de hoy (Juan 3,16), según revelación del
mismo Jesús: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.”. Es una iniciativa gratuita de parte de Dios, Dios es amor y es quien primero nos ha amado, como explica san Juan en su primera Carta (4, 9-10): “En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios: en que Dios envió a su Hijo Unigénito al mundo para que recibiéramos por él la vida. En esto consiste su amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados”.
  • B). El Hijo de Dios nos obtiene la participación en la vida eterna, que se nos comunica con el don del Espíritu Santo.

  • En el Evangelio de hoy: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Juan 3, 16).

Cfr. Benedicto XVI, Homilía, en la República de San Marino, 19 de junio de 2011
  • Dios muestra que ama al mundo, que ama al hombre, no obstante su pecado, y envía lo más valioso que tiene: su Hijo unigénito que dio su propia vida por nosotros en la cruz y nos obtiene así la participación en la vida eterna que se nos comunica con el don del Espíritu Santo.
El Evangelio completa esta revelación, que escuchamos en la primera lectura, porque indica hasta qué punto Dios ha mostrado su misericordia. El evangelista san Juan refiere esta expresión de Jesús: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (3, 16). En el mundo reina el mal, el egoísmo, la maldad, y Dios podría venir para juzgar a este mundo, para destruir el mal, para castigar a aquellos que obran en las tinieblas. En cambio, muestra que ama al mundo, que ama al hombre, no obstante su pecado, y envía lo más valioso que tiene: su Hijo unigénito. Y no sólo lo envía, sino que lo dona al mundo. Jesús es el Hijo de Dios que nació por nosotros, que vivió por nosotros, que curó a los enfermos, perdonó los pecados y acogió a todos. Respondiendo al amor que viene del Padre, el Hijo dio su propia vida por nosotros: en la cruz el amor misericordioso de Dios alcanza el culmen. Y es en la cruz donde el Hijo de Dios nos obtiene la participación en la vida eterna, que se nos comunica con el don del Espíritu Santo. Así, en el misterio de la cruz están presentes las tres Personas divinas: el Padre, que dona a su Hijo unigénito para la salvación del mundo; el Hijo, que cumple hasta el fondo el designio del Padre; y el Espíritu Santo —derramado por Jesús en el momento de la muerte— que viene a hacernos partícipes de la vida divina, a transformar nuestra existencia, para que esté animada por el amor divino.
  • La gracia del Señor Jesucristo….

Cfr. Juan Pablo II, Encíclica Redemptor hominis («Redentor del hombre»).
  • El valor del hombre a los ojos del Creador, que ha merecido tal redentor; el único fin de la Iglesia es que el hombre pueda encontrar a Cristo; todo hombre ha sido redimido por Cristo; la unión de Cristo con el hombre es en sí misma un misterio, del que nace el «hombre nuevo», llamado a participar en la vida de Dios, es la fuerza que transforma interiormente al hombre como principio de una vida nueva que dura hasta la vida eterna.
Es la vida divina, que el Padre tiene en sí y que da a su Hijo y que es comunicada a todos los hombres que están unidos a Cristo.
  • n. 10: “¡Qué valor debe tener el hombre a los ojos del Creador, si ha «merecido tener tan grande
Redentor (Misal Romano, Himno Exsultet de la Vigilia pascual) si « Dios ha dado a su Hijo », a fin de que él, el hombre, « no muera sino que tenga la vida eterna »! (Cfr. Juan 3, 16)”.
  • n. 13: “La Iglesia desea servir a este único fin: que todo hombre pueda encontrar a Cristo, para que
Cristo pueda recorrer con cada uno el camino de la vida, con la potencia de la verdad acerca del hombre y del mundo, contenida en el misterio de la Encarnación y de la Redención, con la potencia del amor que irradia de ella.”
  • n. 14: “El hombre - todo hombre sin excepción alguna - ha sido redimido por Cristo, porque con el
hombre - cada hombre sin excepción alguna - se ha unido Cristo de algún modo, incluso cuando ese hombre no es consciente de ello, « Cristo, muerto y resucitado por todos, da siempre al hombre » - a todo hombre y a todos los hombres - « ... su luz y su fuerza para que pueda responder a su máxima vocación » (Conc. Vat. II, Const. Past. Gaudium et spes, 10).
  • n. 18: “Esta unión de Cristo con el hombre es en sí misma un misterio, del que nace el « hombre nuevo»
(2 Pedro 1, 4), llamado a participar en la vida de Dios, creado nuevamente en Cristo, en la plenitud de la gracia y verdad (Cfr. Efesios2; 10; Juan 1, 14.16). La unión de Cristo con el hombre es la fuerza y la fuente de la fuerza, según la incisiva expresión de San Juan en el prólogo de su Evangelio: « Dios dioles poder de venir a ser hijos » (Jn 1, 12). Esta es la fuerza que transforma interiormente al hombre, como principio de una vida nueva que no se desvanece y no pasa, sino que dura hasta la vida eterna (Cfr. Juan 4, 14). Esta vida prometida y dada a cada hombre por el Padre en Jesucristo, Hijo eterno y unigénito, encarnado y nacido « al llegar la plenitud de los tiempos » (Cfr. Gálatas 4, 4) de la Virgen María, es el final cumplimiento de la vocación del hombre. Es de algún modo cumplimiento de la « suerte » que desde la eternidad Dios le ha preparado. Esta « suerte divina » se hace camino, por encima de todos los enigmas, incógnitas, tortuosidades, curvas de la « suerte humana » en el mundo temporal.”
  • n. 20: “La vida divina, que el Padre tiene en sí y que da a su Hijo (Cfr. Juan 5, 26; 1 Juan 5, 11), es
comunicada a todos los hombres que están unidos a Cristo.”
  • C. La comunión del Espíritu Santo.

  • Juan Pablo II, Enc. Dominum et Vivificantem (DV), El Espíritu Santo, Señor y dador de vida.
  • El Espíritu Santo es el dispensador de los bienes divinos (Cfr. DV 45, 46, 59, 63).
  • El establece la comunión con el Hijo, especialmente en la Eucaristía (cfr. 1 Co 10,16-17). (Cfr. DV 22, 25, 41)
  • Por medio de la comunión con el cuerpo de Cristo los cristianos quedamos unidos a Cristo y entre
nosotros. En Juan 14, 16 y en Juan 14, 26, el Espíritu Santo es enviado por el Padre a petición de Cristo; en Juan 16, 7-11 es enviado por Cristo mismo.
  • Juan Pablo II, Catequesis del 13/11/85: el Espíritu Santo os enseñará todo.
  • En la perspectiva de la despedida de los Apóstoles Jesús les anuncia la venida de 'otro Consolador'.
Dice así: 'Yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, que estará con vosotros para siempre: el Espíritu de Verdad.'(Juan 14, 16). 'Pero el Consolador, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, se os lo enseñará todo' (Juan 14, 26). El envío del Espíritu Santo, a quien Jesús llama aquí 'Consolador', será hecho por el Padre en el nombre del Hijo. Este envío es explicado más ampliamente poco después por Jesús mismo: 'Cuando venga el Consolador, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de Verdad que procede del Padre, El dará testimonio de mí.' (Juan 15,26).”
  • El Espíritu Santo, continua la obra de Cristo, entrando incesantemente en la historia del mundo a través del corazón del hombre.
La Secuencia de la solemnidad de Pentecostés: «padre de los pobres, dador de sus dones, luz de los corazones »; se convierte en « dulce huésped del alma». Descanso y brisa; consuelo …
  • Juan Pablo II, Enc. Dominum et vivificantem, 67: El Espíritu Santo, en su misterioso vínculo de
comunión divina con el Redentor del hombre, continua su obra; recibe de Cristo y lo transmite a todos, entrando incesantemente en la historia del mundo a través del corazón del hombre. En este viene a ser —como proclama la Secuencia de la solemnidad de Pentecostés— verdadero « padre de los pobres, dador de sus dones, luz de los corazones »; se convierte en « dulce huésped del alma », que la Iglesia saluda incesantemente en el umbral de la intimidad de cada hombre. En efecto, él trae « descanso » y « refrigerio » en medio de las fatigas del trabajo físico e intelectual; trae « descanso » y « brisa » en pleno calor del día, en medio de las inquietudes, luchas y peligros de cada época; trae por último, el « consuelo » cuando el corazón humano llora y está tentado por la desesperación.
Por esto la misma Secuencia exclama: « Sin tu ayuda nada hay en el hombre, nada que sea bueno ». En efecto, sólo el Espíritu Santo « convence en lo referente al pecado » y al mal, con el fin de instaurar el bien en el hombre y en el mundo: para « renovar la faz de la tierra ». Por eso realiza la purificación de todo lo que « desfigura » al hombre, de todo « lo que está manchado »; cura las heridas incluso las más profundas de la existencia humana; cambia la aridez interior de las almas transformándolas en fértiles campos de gracia y santidad. « Doblega lo que está rígido », « calienta lo que está frío », « endereza lo que está extraviado » a través de los caminos de la salvación.(Cf. Secuencia Veni, Sancte Spiritus)


2. Palabras como “misericordioso”, “compasivo”, nos hablan de alguien que se ofrece, que quiere dar y perdonar, que desea entablar un vínculo firme y duradero.

Cfr. Benedicto XVI, Homilía en la Solemnidad de la Santísima Trinidad, en Génova el 18 de mayo de 2008.
En la primera lectura (cf. Ex 34, 4-9) escuchamos un texto bíblico que nos presenta la revelación del nombre de Dios. Es Dios mismo, el Eterno, el Invisible, quien lo proclama, pasando ante Moisés en la nube, en el monte Sinaí. Y su nombre es: "El Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en gracia y fidelidad" (Ex 34, 6). San Juan, en el Nuevo Testamento, resume esta expresión en una sola palabra: "Amor" (1 Jn 4, 8. 16). Lo atestigua también el pasaje evangélico de hoy: "Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único" (Jn 3, 16).
Así pues, este nombre expresa claramente que el Dios de la Biblia no es una especie de mónada encerrada en sí misma y satisfecha de su propia autosuficiencia, sino que es vida que quiere comunicarse, es apertura, relación. Palabras como "misericordioso", "compasivo", "rico en clemencia", nos hablan de una relación, en particular de un Ser vital que se ofrece, que quiere colmar toda laguna, toda falta, que quiere dar y perdonar, que desea entablar un vínculo firme y duradero.
La sagrada Escritura no conoce otro Dios que el Dios de la alianza, el cual creó el mundo para derramar su amor sobre todas las criaturas (cf. Misal Romano, plegaria eucarística IV), y se eligió un pueblo para sellar con él un pacto nupcial, a fin de que se convirtiera en una bendición para todas las naciones, convirtiendo así a la humanidad entera en una gran familia (cf. Gn 12, 1-3; Ex 19, 3-6). Esta revelación de Dios se delineó plenamente en el Nuevo Testamento, gracias a la palabra de Cristo. Jesús nos manifestó el rostro de Dios, uno en esencia y trino en personas: Dios es Amor, Amor Padre, Amor Hijo y Amor Espíritu Santo. Y, precisamente en nombre de este Dios, el apóstol san Pablo saluda a la comunidad de Corinto y nos saluda a todos nosotros: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios (Padre) y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros" (2 Co 13, 13).
  • La fiesta de hoy nos invita a contemplar a Dios, no para alejarnos del mundo y de sus problemas, sino para conocerlo y recibir las indicaciones fundamentales para nuestra vida. Del nombre de Dios depende nuestra historia, de la luz de su rostro depende nuestro camino.

Por consiguiente, el contenido principal de estas lecturas se refiere a Dios. En efecto, la fiesta de hoy nos invita a contemplarlo a él, el Señor; nos invita a subir, en cierto sentido, al "monte", como hizo Moisés. A primera vista esto parece alejarnos del mundo y de sus problemas, pero en realidad se descubre que precisamente conociendo a Dios más de cerca se reciben también las indicaciones fundamentales para nuestra vida: como sucedió a Moisés que, al subir al Sinaí y permanecer en la presencia de Dios, recibió la ley grabada en las tablas de piedra, en las que el pueblo encontró una guía para seguir adelante, para encontrar la libertad y para formarse como pueblo en libertad y justicia. Del nombre de Dios depende nuestra historia; de la luz de su rostro depende nuestro camino.

Vida Cristiana

viernes, 9 de junio de 2017

¿Sectas “terapéuticas”?. Los expertos coinciden cada vez más en constatar el fenómeno de los pseudoterapeutas que establecen relaciones sectarias destructivas El psicólogo uruguayo Álvaro Farías, director del Servicio de Estudio y Asesoramiento en sectas del Uruguay (SEAS) y miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), es el pionero en el estudio de estos casos en su país.



¿Sectas “terapéuticas”?. Los expertos coinciden cada vez más en constatar el fenómeno de los pseudoterapeutas que establecen relaciones sectarias destructivas El psicólogo uruguayo Álvaro Farías, director del Servicio de Estudio y Asesoramiento en sectas del Uruguay (SEAS) y miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), es el pionero en el estudio de estos casos en su país. Cfr. Entrevista al psicólogo Álvaro Farías MONTEVIDEO, miércoles, 27 abril 2011 (ZENIT.org).-Los expertos coinciden cada vez más en constatar el fenómeno de los pseudoterapeutas que establecen relaciones sectarias destructivas El psicólogo uruguayo Álvaro Farías, director del Servicio de Estudio y Asesoramiento en sectas del Uruguay (SEAS) y miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), es el pionero en el estudio de estos casos en su país. En esta entrevista, Farías comparte algunas de sus conclusiones. o Usted se ha especializado en el fenómeno de las sectas y la manipulación psicológica sectaria. ¿Cómo surge ese interés? --Álvaro Farías: Es pertinente hacer una aclaración. Yo no soy especialista en sectas, en el Uruguay no se estudia el tema. He sido un autodidacta, estudiando e investigando desde hace muchos años, comprando libros por Internet, trabajando con otros especialistas, como el presbítero Miguel Pastorino. Y así surge el Servicio de Estudio y Asesoramiento en Sectas (SEAS), con una base de datos de grupos que supera las mil fichas. Y nuestro interés ha ido creciendo por la asistencia permanente a personas afectadas, como la necesidad de información y formación que nos piden diversas instituciones educativas. o Sabemos que con su tesis marcó un camino en su país. ¿Cuál es la razón? --Álvaro Farías: Mi tesis es original porque aborda el fenómeno del "lavado de cerebro" desde la Teoría Psicoanalítica, en ese sentido, es pionera en mi país. Luego han ido surgiendo otros trabajos posteriores que surgen de mi tesis de Licenciatura a modo de una matriz. o ¿Cuál es la situación en su país sobre el tema de las sectas? --Álvaro Farías: Mi país es un país laico, así lo consagra la Constitución de la República en su articulo 5º. Esto origina una tapadera constitucional que permite que se haga cualquier cosa si se invoca a Dios, manipulaciones, ejercicio ilegal de la medicina, apropiación de bienes y capitales, explotación sexual, en fin....violación de los derechos humanos. No hay controles, ni se toman medidas de ningún tipo. o Hemos leído una expresión suya interesante "sectas terapéuticas". ¿A qué se refiere? --Álvaro Farías: No me atribuyo la autoría, quizás alguien ya lo haya dicho. Pero reconozco en esa expresión un estilo personal que es el de jugar con las palabras, ya que lo que escribo tiene que ver con lo siniestro, trato de que al menos sea ameno o divertido de leer. o ¿Pero qué son las sectas terapéuticas? --Álvaro Farías: Es antes que nada un juego de palabras, jamás una secta puede ser terapéutica, con esa expresión me refiero a las terapias new age, que son llevadas a cabo por personas que no están formadas para actuar como actúa un psicoterapeuta o un psiquiatra. o ¿Se refiere usted al Reiki, las Flores de Bach, etc.? --Álvaro Farías: No, yo no hablo del Reiki en sí mismo, creo que eso no es objeto de mi análisis, le corresponderá a otros. Yo analizo la relación que se establece entre este "terapeuta" y sus "pacientes". Hoy en día ya quedan pocas comunidades sectarias tradicionales, las personas son reacias a ese tipo de vida, mas tienden a consultar a su tarotista, su Maestro de Reiki, Gurú o como le llamen. La relación "paciente" - "Maestro Reikista" es lo que me he dedicado a estudiar en éstos últimos años. o ¿Qué conclusiones puede sintetizar de sus investigaciones? --Álvaro Farías: En primer lugar se da lo que se define como la perversión de una relación transferencial. ¿Qué es esto? Para que todos lo comprendamos mejor se podría explicar así: todos tenemos una especial forma de establecer vínculos que en general se repite o se reimprime como si fuese un sello, esto responde a factores conscientes y a factores inconscientes, en la práctica psicoterapéutica es común que nuestro pacientes nos ubiquen, digámoslo esquemáticamente, en el lugar de su padre, se vinculan con nosotros así como se vinculan con su padre, los psicólogos no asumimos ese fenómeno sino que lo tomamos como la proyección de una fantasía inconsciente, la interpretamos y se la devolvemos al paciente para que gane en autonomía y salud. En las pseudoterapias new age sucede todo lo contrario, esa proyección es asumida como cierta y los terapeutas se convierten en madres o padres perfectos, sus adeptos/pacientes rinden culto a su persona, es un Gurú, un iluminado. Estos personajes son perversos y el grado de presión psicológica que ejercen es brutal si le sumamos ahora los sms, las redes sociales, las cadenas de mails, etc. Es bajo esta estrategia que opera el lavado de cerebro y la adhesión sectaria en nuestros días. o ¿Qué se puede hacer para evitar que la población se vea víctima de estos "terapeutas", manipuladores perversos? --Álvaro Farías: En primer el tema de las sectas, las sectas "terapéuticas", la new age y los nuevos movimientos religiosos debería ser objeto de estudio e investigación en todas partes. Muchas universidades católicas lo han hecho, pero en mi país todavía no ha sucedido. El tema no forma parte de los programas de grado en las carreras vinculadas a la salud. o ¿Ya tiene en mente algún otro trabajo o línea de investigación? --Álvaro Farías: Tengo casi terminado un nuevo trabajo sobre el tema de las "terapias alternativas", mi mayor esfuerzo radica en quizás lograr que se tome la verdadera dimensión de peligro que encierran estos supuestos grupos de sanación, dimensión que todavía no es percibida en su magnitud y complejidad. Otro trabajo que está tomando cuerpo es el de editar un libro en mi país sobre el fenómeno sectario. www.parroquiasantamonica.com

La piedad popular. Validez y purificación. La fe tiene que ser la fuente principal de la piedad popular, para que ésta no se reduzca a una simple expresión cultural, y tiene que estar en estrecha relación con la sagrada liturgia, la cual no puede ser sustituida por ninguna otra expresión religiosa. Hay que dar primacía a la Palabra de Dios para que sea alimento permanente de la vida cristiana y eje de toda acción pastoral. (Benedicto XVI)



1 La piedad popular. Validez y purificación. La fe tiene que ser la fuente principal de la piedad popular, para que ésta no se reduzca a una simple expresión cultural, y tiene que estar en estrecha relación con la sagrada liturgia, la cual no puede ser sustituida por ninguna otra expresión religiosa. Hay que dar primacía a la Palabra de Dios para que sea alimento permanente de la vida cristiana y eje de toda acción pastoral. (Benedicto XVI) Cfr. Benedicto XVI, Discurso a los Participantes en la Asamblea Plenaria de la Comisión Pontificia para América Latina sobre la piedad popular, 8 de abril de 2011 Señores Cardenales, queridos hermanos en el Episcopado: o La piedad popular es un espacio de encuentro con Jesucristo y una forma de expresar la fe de la Iglesia. Por tanto, no puede ser considerada como algo secundario de la vida cristiana 1. Saludo con afecto a los Consejeros y Miembros de la Comisión Pontificia para América Latina, que se han reunido en Roma para su Asamblea Plenaria. Saludo de manera especial al Señor Cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación para los Obispos y Presidente de dicha Comisión Pontificia, agradeciéndole vivamente las palabras que me ha dirigido en nombre de todos para presentarme los resultados de estos días de estudio y reflexión. 2. El tema elegido para este encuentro, «Incidencia de la piedad popular en el proceso de evangelización de América Latina», aborda directamente uno de los aspectos de mayor importancia para la tarea misionera en la que están empeñadas las Iglesias particulares de ese gran continente latinoamericano. Los Obispos que se reunieron en Aparecida para la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, que tuve el gusto de inaugurar en mi viaje a Brasil, en mayo de 2007, presentan la piedad popular como un espacio de encuentro con Jesucristo y una forma de expresar la fe de la Iglesia. Por tanto, no puede ser considerada como algo secundario de la vida cristiana, pues eso «sería olvidar el primado de la acción del Espíritu y la iniciativa gratuita del amor de Dios» (Documento conclusivo, n. 263). Es un precioso tesoro que hay que proteger, promover y, en lo que sea necesario, también purificar. Esta expresión sencilla de la fe tiene sus raíces en el comienzo mismo de la evangelización de aquellas tierras. En efecto, a medida que el mensaje salvador de Cristo fue iluminando y animando las culturas de allí, se fue tejiendo paulatinamente la rica y profunda religiosidad popular que caracteriza la vivencia de fe de los pueblos latinoamericanos, la cual, como dije en el Discurso de inauguración de la Conferencia de Aparecida, constituye «el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina, y que ella debe proteger, promover y, en lo que fuera necesario, también purificar» (n. 1). Las múltiples demostraciones de la piedad popular, bien encauzadas y debidamente acompañadas, propician un fructífero encuentro con Dios, una intensa veneración del Santísimo Sacramento, una entrañable devoción a la Virgen María, un cultivo del afecto al sucesor de Pedro, una toma de conciencia de pertenencia a la Iglesia. 3. Para llevar a cabo la nueva evangelización en Latinoamérica, dentro de un proceso que impregne todo el ser y quehacer del cristiano, no se pueden dejar de lado las múltiples demostraciones de la piedad popular. Todas ellas, bien encauzadas y debidamente acompañadas, propician un fructífero encuentro con Dios, una intensa veneración del Santísimo Sacramento, una entrañable devoción a la Virgen María, un cultivo del afecto al Sucesor de Pedro y una toma de conciencia de pertenencia a la Iglesia. Que todo ello sirva también para evangelizar, para comunicar la fe, para acercar a los fieles a los sacramentos, para fortalecer los lazos de amistad y de unión familiar y comunitaria, así como para incrementar la solidaridad y el ejercicio de la caridad. o La fe tiene que ser la fuente principal de la piedad popular, para que ésta no se reduzca a una simple expresión cultural de una determinada región, y tiene que estar en estrecha relación con la 2 sagrada liturgia, la cual no puede ser sustituida por ninguna otra expresión religiosa. Por consiguiente, la fe tiene que ser la fuente principal de la piedad popular, para que ésta no se reduzca a una simple expresión cultural de una determinada región. Más aún, tiene que estar en estrecha relación con la sagrada Liturgia, la cual no puede ser sustituida por ninguna otra expresión religiosa. A este respecto, no se puede olvidar, como afirma el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, publicado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que «liturgia y piedad popular son dos expresiones cultuales que se deben poner en relación mutua y fecunda: en cualquier caso, la Liturgia deberá constituir el punto de referencia para “encauzar con lucidez y prudencia los anhelos de oración y de vida carismática” que aparecen en la piedad popular; por su parte la piedad popular, con sus valores simbólicos y expresivos, podrá aportar a la Liturgia algunas referencias para una verdadera inculturación, y estímulos para un dinamismo creador eficaz» (n. 58). En la piedad popular se encuentran muchas expresiones de fe vinculadas a las grandes celebraciones del año litúrgico 4. En la piedad popular se encuentran muchas expresiones de fe vinculadas a las grandes celebraciones del año litúrgico, en las que el pueblo sencillo de América Latina reafirma el amor que siente por Jesucristo, en quien encuentra la manifestación de la cercanía de Dios, de su compasión y misericordia. Son incontables los santuarios que están dedicados a la contemplación de los misterios de la infancia, pasión, muerte y resurrección del Señor, y a ellos concurren multitudes de personas para poner en sus divinas manos sus penas y alegrías, pidiendo al mismo tiempo copiosas gracias e implorando el perdón de sus pecados. Íntimamente unida a Jesús, está también la devoción de los pueblos de Latinoamérica y el Caribe a la Santísima Virgen María. Ella, desde los albores de la evangelización, acompaña a los hijos de ese continente y es para ellos manantial inagotable de esperanza. Por eso, se recurre a Ella como Madre del Salvador, para sentir constantemente su protección amorosa bajo diferentes advocaciones. De igual modo, los santos son tenidos como estrellas luminosas que constelan el corazón de numerosos fieles de aquellos países, edificándolos con su ejemplo y protegiéndolos con su intercesión. No se puede negar, sin embargo, que existen ciertas formas desviadas de religiosidad popular que, lejos de fomentar una participación activa en la Iglesia, crean más bien confusión y pueden favorecer una práctica religiosa meramente exterior y desvinculada de una fe bien arraigada e interiormente viva. 5. No se puede negar, sin embargo, que existen ciertas formas desviadas de religiosidad popular que, lejos de fomentar una participación activa en la Iglesia, crean más bien confusión y pueden favorecer una práctica religiosa meramente exterior y desvinculada de una fe bien arraigada e interiormente viva. A este respecto, quisiera recordar aquí lo que escribí a los seminaristas el año pasado: «La piedad popular puede derivar hacia lo irracional y quizás también quedarse en lo externo. Sin embargo, excluirla es completamente erróneo. A través de ella, la fe ha entrado en el corazón de los hombres, formando parte de sus sentimientos, costumbres, sentir y vivir común. Por eso, la piedad popular es un gran patrimonio de la Iglesia. La fe se ha hecho carne y sangre. Ciertamente, la piedad popular tiene siempre que purificarse y apuntar al centro, pero merece todo nuestro aprecio, y hace que nosotros mismos nos integremos plenamente en el "Pueblo de Dios"» (Carta a los seminaristas, 18 octubre 2010, n. 4). o Un aspecto fundamental de la labor de la Iglesia, es dar primacía a la Palabra de Dios para que sea el alimento permanente de la vida cristiana y el eje de toda acción pastoral. 6. Durante los encuentros que he tenido en estos últimos años, con ocasión de sus visitas ad limina, los Obispos de América Latina y del Caribe me han hecho siempre referencia a lo que están realizando en sus respectivas circunscripciones eclesiásticas para poner en marcha y alentar la Misión continental, con la que el episcopado latinoamericano ha querido relanzar el proceso de nueva evangelización después de Aparecida, invitando a todos los miembros de la Iglesia a ponerse en un estado permanente de misión. Se trata de una opción de gran trascendencia, pues se quiere con ella volver a un aspecto fundamental de la labor de la Iglesia, es decir, dar primacía a la Palabra de Dios para que sea el alimento permanente de la vida cristiana y el eje de toda acción pastoral. 3 El encuentro con la divina Palabra debe llevar a un profundo cambio de vida, a una identificación radical con el Señor y su Evangelio, a tomar plena conciencia de que es necesario estar sólidamente cimentado en Cristo, reconociendo que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y, con ello, una orientación decisiva». Este encuentro con la divina Palabra debe llevar a un profundo cambio de vida, a una identificación radical con el Señor y su Evangelio, a tomar plena conciencia de que es necesario estar sólidamente cimentado en Cristo, reconociendo que «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y, con ello, una orientación decisiva» (Carta enc. Deus caritas est, n. 1). En este sentido, me complace saber que en América Latina ha ido creciendo la práctica de la lectio divina en las parroquias y en las pequeñas comunidades eclesiales, como una forma ordinaria para alimentar la oración y, de esa manera, dar solidez a la vida espiritual de los fieles, ya que «en las palabras de la Biblia, la piedad popular encontrará una fuente inagotable de inspiración, modelos insuperables de oración y fecundas propuestas de diversos temas» (Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, n. 87). 7. Queridos hermanos, les agradezco sus valiosos aportes encaminados a proteger, promover y purificar todo lo relacionado con las expresiones de la religiosidad popular en América Latina. Para alcanzar este objetivo, será de gran valor continuar impulsando la Misión continental, en la cual ha de tener particular espacio todo lo que se refiere a este ámbito pastoral, que constituye una manera privilegiada para que la fe sea acogida en el corazón del pueblo, toque los sentimientos más profundos de las personas y se manifieste vigorosa y operante por medio de la caridad (cf. Ga 5, 6). 8. Al concluir este gozoso encuentro, a la vez que invoco el dulce Nombre de María Santísima, perfecta discípula y pedagoga de la evangelización, les imparto de corazón la Bendición Apostólica, prenda de la benevolencia divina. © Copyright 2011 - Libreria Editrice Vaticana www.parroquiasantamonica.com

El papel de Dios en la vida pública. La influencia de Dios no está fuera de la estructura de nuestro actuar ni es una imposición sobre nuestra libertad. No podemos esperar tener una conversación sobre la dignidad humana si partimos de una visión que ve a la persona como una mera colección de genes. Dios no dicta nuestras decisiones en el orden social, económico y político, pero a medida que avanzamos en nuestras vidas la actividad humana más importante es la búsqueda de Dios. Una llamada de atención oportuna en una época en la que la gente se pone con demasiada frecuencia como centro de atención.



1 El papel de Dios en la vida pública. La influencia de Dios no está fuera de la estructura de nuestro actuar ni es una imposición sobre nuestra libertad. No podemos esperar tener una conversación sobre la dignidad humana si partimos de una visión que ve a la persona como una mera colección de genes. Dios no dicta nuestras decisiones en el orden social, económico y político, pero a medida que avanzamos en nuestras vidas la actividad humana más importante es la búsqueda de Dios. Una llamada de atención oportuna en una época en la que la gente se pone con demasiada frecuencia como centro de atención. Cfr. Construir un marco moral para la propia vida. Zenit.org, 12 junio 2011 Por el padre John Flynn, L. C. ROMA, domingo 12 de junio de 2011 (ZENIT.org) – En un momento en que se suele presentar la religión como algo perjudicial o nocivo para la sociedad moderna, el cardenal Francis George de Chicago ha publicado un libro en el que sostiene con firmeza que la religión puede hacer una contribución única al bien común. En God in Action: How Faith in God Can Address the Challenges of the World (Dios en Acción: ¿Cómo la Fe en Dios puede afrontar los Retos del Mundo) (Doubleday), publicado en mayo, aclara desde el principio que no habla de religión en el sentido de su influencia sobre cómo piensa y actúa la gente, o como filosofía de vida. El libro, por el contrario, es un intento de discernir cómo actúa Dios en nuestra época. En otras palabras, se trata de seguir la recomendación del Vaticano II a los católicos de que lean los “signos de los tiempos”. Puesto que la autonomía humana se ha convertido en el valor más importante, y el progreso ha sustituido a la providencia, el papel de Dios en gran parte ha desaparecido de la conciencia popular, señalaba el cardenal George. También explicaba que la tendencia de la filosofía moderna de exaltar la voluntad por encima de la razón ha influido en la reacción antes situaciones en las que la voluntad de Dios se enfrenta con nuestros deseos. En vez de ver el seguimiento de la voluntad de Dios como un modelo de santidad y alegría, dicha sumisión a Dios se considera como una servidumbre a un poder arbitrario. A partir de los siglos XVII y XVIII los pensadores modernos redujeron a Dios a la causa primera que no juega papel vital alguno en la sociedad. De este modo, la religión se convierte en un asunto privado sin valor normativo. Una vez en este camino, se ha dado un inevitable deslizamiento hacia el deísmo y a presentar a Dios como un símbolo vacío. De ahí a ver a Dios como una amenaza al progreso humano sólo hay un paso, como ha ocurrido con Feuerbach, Marx y Freud. "Más tarde o más temprano, quienes están seguros de ser totalmente libres para determinar su propia identidad y sus acciones sin Dios, negarán su existencia", afirmaba el cardenal George. o Libertad Preguntaba después cómo es posible considerar que la actuación de Dios fortalece la libertad humana en vez de ser una amenaza para ella. A partir de Tomás de Aquino, el cardenal George explicaba que Dios no sólo crea sino que también sostiene lo que ha creado. Además, las criaturas actúan de una manera determinada porque Dios les ha dado esa determinada naturaleza". 2 Un acto libre cuyo fin está en consonancia con la naturaleza humana se realiza bajo la providencia de Dios, no importa lo trivial o profundo que sea dicho acto. Vista bajo esta luz, la influencia de Dios no está fuera de la estructura de nuestro actuar ni es una imposición sobre nuestra libertad. Actuar, en cambio, con un fin contrario al bien de nuestra naturaleza humana no es libertad verdadera, ya que, según Tomás de Aquino, la libertad se ordena hacia el bien. El cardenal George recomendaba además que, si redescubrimos la perspectiva bíblica de un Dios que habla y actúa, podemos llegar a ver a Dios como un amigo de la libertad humana. Un Dios que se encarnó en Jesús y en el que dos voluntades, la divina y la humana, actúan en unión. "La libertad humana de Jesús debidamente ordenada no bloqueaba la libertad divina sino que era una imagen de ella", afirmaba. Tras la presentación inicial de su postura, el cardenal George dedicaba la mayor parte del libro, capítulo tras capítulo, a diversas consideraciones que exploran el papel de Dios en la sociedad, la búsqueda de la verdad, el cuerpo humano, y las áreas de la economía y de las relaciones internacionales. En el capítulo sobre la libertad y la verdad, señalaba que Dios actúa libremente al crear a los hombres y a las mujeres. Los seres humanos, a su vez, participan de este don al actuar libremente. Sin embargo, si la mentira nos atrapa, nuestro actuar humano impedirá colaborar con Dios, que es la verdad. o Verdad En contraste con la persona autónoma, que se autodefine por sus decisiones basadas únicamente en el deseo individual, existe otro sentido de persona, basado tanto en la fe como en la razón, sostenía el cardenal George. La ciencia y la tecnología pueden dar respuestas a muchas preguntas, pero debemos también lograr un conocimiento de nosotros mismos que viene de hacer preguntas como: ¿Quién soy? ¿Qué debo hacer? Las respuestas a estas cuestiones no se pueden deducir de las leyes de la física, sino que deben venir de una fuente espiritual regida y perfeccionada por la verdad. En esa fuente espiritual, continuaba el cardenal George, encontramos una verdad que nos convence y nos abre a nosotros mismos, a los demás y a nuestro mundo. "Nuestra dignidad como personas tiene sus raíces en la libertad que refleja a Dios y que llega a la propia conciencia desde la razón natural y desde la respuesta a la autorrevelación gratuita de Dios", afirmaba. Desgraciadamente, comentaba, en la sentencia del Tribunal Supremo de Planned Parenthood contra Casey, que establecía el derecho constitucional al aborto, los jueces afirmaron que la esencia de la personalidad es la capacidad de controlar y definir por uno mismo el significado y el propósito de la vida. Este pasaje consagra por ley el precepto de la libertad como algo separado de toda relación. "Es la libertad separada de la verdad de las cosas", observaba. Recuperar esta verdad es vital para trata con los desafíos que plantean muchas cuestiones de bioética, afirmaba en otro capítulo. No podemos esperar tener una conversación sobre la dignidad humana si partimos de una visión que ve a la persona como una mera colección de genes. 3 Por el contrario, necesitamos encontrar la dignidad humana como una característica de la naturaleza humana que no puede perderse. La dignidad nos viene también de la aceptación del don de la salvación de Dios y de la vida en él. o Negocios La separación de la fe de los asuntos ordinarios de la vida no es un problema nuevo para los cristianos, señalaba el cardenal George al inicio del capítulo dedicado a la economía. Si viéramos los negocios como una vocación, podrían convertirse en un camino para lograr la santificación personal y ayudar a los demás a lograrlo también. De esto modo el trabajo llega a ser mucho más que cumplir con las normas y protocolos de una empresa. El trabajo se hace dentro de una comunidad de personas, y sirve también a la comunidad, defendía el cardenal George. Las personas se unen al servicio de la sociedad. El mercado ofrece muchas oportunidades de ser creativos y productivos y de crear riqueza. Esto es bueno, admitía, pero hay también un orden de importancia. Los manuales de negocios aconsejan que las mejores empresas son las que respetan y cuidan de sus empleados, observaba. Esto, sin embargo, es una reflexión y una verdad profunda, es decir, que hemos sido creados por Dios como seres sociales. Es erróneo interpretar que el libro del Génesis considera el trabajo una maldición. Por el contrario, insistía el cardenal George, es una actividad creativa y trabajamos imitando la actividad creativa de Dios. Para un creyente, por tanto, el trabajo es participar en el plan de Dios para el mundo. "El trabajo es parte de nuestro ser criaturas de Dios, de trabajar en consonancia con su propósito y establecer el objetivo de lograr lo que es bueno para nosotros y para los demás", explicaba. La reciente crisis económica ha llevado a algunas personas religiosas a hablar como si fuera malo obtener beneficios. Esto está mal, sostenía el cardenal George, porque cuando una empresa logra beneficios ha utilizado sus recursos de manera correcta y se han satisfecho necesidades humanas. Aún así, el beneficio no es el criterio para juzgar la situación de una empresa. Es posible que las cuentas estén en orden y, al mismo tiempo, las personas que conforman la comunidad de trabajadores pueden ser humillados y ofendidos. Dios no dicta nuestras decisiones en el orden social, económico y político, pero a medida que avanzamos en nuestras vidas la actividad humana más importante es la búsqueda de Dios, concluía el cardenal George. Una llamada de atención oportuna en una época en la que la gente se pone con demasiada frecuencia como centro de atención. www.parroquiasantamonica.com

Sobre la fe. Benedicto XVI: Creer significa encontrar la vida en plenitud. El Papa explicó, citando a Juan Pablo II, que la Iglesia necesita lanzar “una nueva evangelización dirigida a quienes, a pesar de que ya han escuchado hablar de la fe, han dejado de apreciar la belleza del cristianismo, es más, en ocasiones lo consideran incluso como un obstáculo para alcanzar la felicidad”. Junto a la celebración de los sacramentos, es importante la catequesis para crecer en el conocimiento de Jesucristo.



1 Sobre la fe. Benedicto XVI: Creer significa encontrar la vida en plenitud. El Papa explicó, citando a Juan Pablo II, que la Iglesia necesita lanzar “una nueva evangelización dirigida a quienes, a pesar de que ya han escuchado hablar de la fe, han dejado de apreciar la belleza del cristianismo, es más, en ocasiones lo consideran incluso como un obstáculo para alcanzar la felicidad”. Junto a la celebración de los sacramentos, es importante la catequesis para crecer en el conocimiento de Jesucristo. Cf. Aceprensa, 16 de junio de 2011 Hay que volver a anunciar la fe como “la vida en plenitud” para mostrar la belleza del cristianismo, especialmente en países de antigua tradición cristiana. Benedicto XVI dio esta directriz en el discurso que dirigió el 13 de junio al congreso eclesial de la diócesis de Roma en la Basílica de San Juan de Letrán. El Papa explicó, citando a Juan Pablo II, que la Iglesia necesita lanzar “una nueva evangelización dirigida a quienes, a pesar de que ya han escuchado hablar de la fe, han dejado de apreciar la belleza del cristianismo, es más, en ocasiones lo consideran incluso como un obstáculo para alcanzar la felicidad”. A quienes piensan así, “deseo repetirles, afirmó, lo que dije a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia: ‘La felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis el derecho de experimentar tiene un nombre, un rostro: el de Jesús de Nazaret, escondido en la Eucaristía’. Se trata de redescubrir la belleza del cristianismo. “La respuesta de la fe nace cuando el hombre descubre, por gracia de Dios, que creer significa encontrar la verdadera vida, la ‘vida en plenitud’”, advirtió el pontífice. “La Iglesia, cada uno de nosotros, tiene que llevar al mundo esta gozosa noticia: Jesús es el Señor, aquel en el que se han hecho carne la cercanía y el amor de Dios por cada hombre y mujer y por toda la humanidad”. Según el diagnóstico del Papa, “los hombres se olvidan de Dios también porque con frecuencia se reduce la persona de Jesús a un hombre sabio y se debilita o incluso se niega la divinidad. Esta manera de pensar impide comprender la novedad radical del cristianismo, pues si Jesús no es el Hijo único del Padre, entonces tampoco Dios ha venido a visitar la historia del hombre. Por el contrario, ¡la encarnación forma parte del corazón mismo del Evangelio!”. “La fe –recordó el Papa– no se conserva en el mundo, no se transmite automáticamente al corazón del hombre, sino que debe ser siempre anunciada. El anuncio de la fe, a su vez, para que sea eficaz debe comenzar por un corazón que cree, que espera, que ama, un corazón que adora a Cristo y cree en la fuerza del Espíritu Santo”. o Los caminos de la iniciación cristiana. Hoy día hay que anunciar la novedad del Evangelio, tarea, dijo el Papa, que corresponde a todos los miembros de la Iglesia. “Junto a los niños y los muchachos de familias cristianas que piden recorrer los itinerarios de iniciación cristiana, hay adultos que no han recibido el Bautismo, o que se han alejado de la fe de la Iglesia. Es una atención hoy más urgente que nunca, que pide comprometernos con confianza, apoyados por la certeza de que la gracia de Dios siempre actúa en el corazón del hombre”. Los mensajeros de este anuncio son en primer lugar “los padres, quienes tienen la tarea de pedir el Bautismo para sus propios hijos” y de introducirlos en la oración y en aprender a distinguir el bien del mal. Cuando el niño va creciendo, encuentra también el apoyo de la Iglesia. “Desde siempre la comunidad cristiana ha acompañado la formación de los niños y de los muchachos, ayudándoles no sólo a comprender con la inteligencia las verdades de la fe, sino también viviendo experiencias de oración, de caridad y de fraternidad”. En este camino, “todavía hoy las parroquias, los campamentos de verano, las pequeñas y grandes experiencias de servicio son una preciosa ayuda para los adolescentes que recorren el camino de la iniciación cristiana para madurar un compromiso de vida coherente. Aliento por tanto 2 a recorrer este camino que permite descubrir el Evangelio como la plenitud de la existencia y no como una teoría”. Junto a la celebración de los sacramentos, es importante la catequesis para crecer en el conocimiento de Jesucristo. “La catequesis es acción eclesial y por tanto es necesario que los catequistas enseñen y den testimonio de la fe de la Iglesia y no su interpretación. Precisamente por este motivo fue redactado el Catecismo de la Iglesia Católica (...)La estructura del Catecismo deriva de la experiencia del catecumenado de la Iglesia de los primeros siglos y retoma los elementos fundamentales que hacen de una persona un cristiano: la fe, los sacramentos, los mandamientos, el Padrenuestro”. También es necesario, concluyó el Papa, “educar en el silencio y la interioridad. Confío que en las parroquias de Roma los itinerarios de iniciación cristiana eduquen en la oración para que penetre en la vida y ayude a encontrar la Verdad que habita en nuestro corazón”. www.parroquiasantamonica.com

Domingo 20 del tiempo ordinario, Año A. (2011). La fe de la mujer cananea. Reconoce que Jesús es el Señor. El título de «Señor» aplicado a Jesús, en el Catecismo de la Iglesia Católica. Ante la inminente celebración de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, con Benedicto XVI: “Arraigados y edificados en Cristo”. La fe cristiana es sobre todo una relación personal con Jesucristo. No cuenta la realización de mis propios deseos, sino su voluntad. Así, la vida se vuelve auténtica. Dónde encontramos a Jesús: en los Sacramentos de la Eucaristía, de la Penitencia; en el prójimo: en los pobres y en los enfermos, en los necesitados; en la lectura de los Evangelios y del Catecismo de la Iglesia Católica, y en la oración.



1 Domingo 20 del tiempo ordinario, Año A. (2011). La fe de la mujer cananea. Reconoce que Jesús es el Señor. El título de «Señor» aplicado a Jesús, en el Catecismo de la Iglesia Católica. Ante la inminente celebración de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, con Benedicto XVI: “Arraigados y edificados en Cristo”. La fe cristiana es sobre todo una relación personal con Jesucristo. No cuenta la realización de mis propios deseos, sino su voluntad. Así, la vida se vuelve auténtica. Dónde encontramos a Jesús: en los Sacramentos de la Eucaristía, de la Penitencia; en el prójimo: en los pobres y en los enfermos, en los necesitados; en la lectura de los Evangelios y del Catecismo de la Iglesia Católica, y en la oración. Cfr. Domingo 20 del tiempo ordinario Año A. 14 de agosto de 2011. Mateo 15, 21-28: 21 Después que Jesús partió de allí, se retiró a la región de Tiro y Sidón. 22 En esto una mujer cananea, venida de aquellos contornos, se puso a gritar: ¡Señor, Hijo de David, apiádate de mí! Mi hija es cruelmente atormentada por el demonio. 23 Pero él no le respondió palabra. Entonces, acercándose sus discípulos, le rogaban diciendo: Atiéndela y que se vaya, pues viene gritando detrás de nosotros. 24 El respondió: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 25 Ella, no obstante, se acercó y se postró ante él diciendo: ¡Señor, ayúdame! 26 El le respondió: No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos. 27 Pero ella dijo: Es verdad, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de las mesas de sus amos. 28 Entonces Jesús le respondió: ¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase como tú quieres. Y quedó sana su hija en aquel instante. 1. La fe de la mujer cananea: «En esto una mujer cananea, venida de aquellos contornos, se puso a gritar: ¡Señor, Hijo de David, apiádate de mí!» (Mateo 15, 22). Se dirige a Jesús llamándole «Señor». o Se trata de un acto insólito de fe y de humildad Cfr. Juan Pablo II, Audiencia, 16 diciembre de 1987 • Impresiona de manera particular el episodio de la mujer cananea que no cesaba de pedir la ayuda de Jesús para su hija “atormentada cruelmente por un demonio”. Cuando la cananea se postró delante de Jesús para implorar su ayuda, Él le respondió: “No es bueno tomar el pan de los hijos y arrojarlo a los perrillos” (Era una referencia a la diversidad étnica entre israelitas y cananeos que Jesús, Hijo de David, no podía ignorar en su comportamiento práctico, pero a la que alude con finalidad metodológica para provocar la fe). Y he aquí que la mujer llega intuitivamente a un acto insólito de fe y de humildad. Y dice: “Cierto, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores”. Ante esta respuesta tan humilde, elegante y confiada, Jesús replica: “¡Mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como tú quieres” (cf. Mt 15,21-28). ¡Es un suceso difícil de olvidar, sobre todo si se piensa en los innumerables “cananeos” de todo tiempo, país, color y condición social que tienden su mano para pedir comprensión y ayuda en sus necesidades! 2. El título de «Señor» aplicado a Jesús en el Catecismo de la Iglesia Católica Una novedad del Nuevo Testamento: reconocer a Jesús como Dios. • Cfr. CCE, n. 446: (…) Señor es «el nombre más habitual para designar la divinidad misma del Dios de Israel. El Nuevo Testamento utiliza en este sentido fuerte el título "Señor" para el Padre, pero lo emplea también, y aquí está la novedad, para Jesús reconociéndolo como Dios (1 Co 2,8)». Con mucha frecuencia, en los Evangelios, hay personas que se dirigen a Jesús llamándole "Señor": es una señal de respeto y de confianza, y, además, del reconocimiento del misterio divino de Jesús. • CCE, n 448 Con mucha frecuencia, en los Evangelios, hay personas que se dirigen a Jesús 2 llamándole "Señor". Este título expresa el respeto y la confianza de los que se acercan a Jesús y esperan de él socorro y curación (cf. Mateo 8,2 Mateo 14,30 Mateo 15, 22, etc. ). Bajo la moción del Espíritu Santo, expresa el reconocimiento del misterio divino de Jesús (cf. Lucas 1,43 Lucas 2,11). En el encuentro con Jesús resucitado, se convierte en adoración: "Señor mío y Dios mío" (Juan 20,28). Entonces toma una connotación de amor y de afecto que quedará como propio de la tradición cristiana: "¡Es el Señor!" (Juan 21,7). El mismo Jesús se atribuye este título • CCE, n. 447: El mismo Jesús se atribuye de forma velada este título cuando discute con los fariseos sobre el sentido del Salmo 109 (Mt 22,41-46; cf. también Hch 2, 34-36; Hb 1, 13), pero también de manera explícita al dirigirse a sus apóstoles (Jn 13, 13). (…) El hecho de que reconozcamos que «Jesús es Señor» es una acción del Espíritu Santo en nosotros. • CCE, n. 152: No se puede creer en Jesucristo sin tener parte en su Espíritu. Es el Espíritu Santo quien revela a los hombres quién es Jesús. Porque "nadie puede decir: 'Jesús es Señor' sino bajo la acción del Espíritu Santo" (1 Cor 12,3). (…). La afirmación del señoría de Jesús significa que el hombre no debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal. • CCE, n. 450: Desde el comienzo de la historia cristiana, la afirmación del señorío de Jesús sobre el mundo y sobre la historia (Ap 11, 15) significa también reconocer que el hombre no debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal sino sólo a Dios Padre y al Señor Jesucristo: César no es el "Señor" (Mc 12, 17; Hch 5, 29). " La Iglesia cree.. que la clave, el centro y el fin de toda historia humana se encuentra en su Señor y Maestro" (Gaudium et spes 10, 2; 45, 2). Confesar que "Jesús es Señor" es lo propio de la fe cristiana. • CCE, n. 202: Jesús mismo confirma que Dios es "el único Señor" y que es preciso amarle con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y todas las fuerzas (cf. Mc 12,29-30). Deja al mismo tiempo entender que él mismo es "el Señor" (cf. Mc 12,35-37). Confesar que "Jesús es Señor" es lo propio de la fe cristiana. Esto no es contrario a la fe en el Dios Unico. Creer en el Espíritu Santo, "que es Señor y dador de vida", no introduce ninguna división en el Dios único. 3. “Jesús es Señor” es como decir: Jesucristo es "mi" Señor; él es la razón de mi vida; yo vivo "para" él, y ya no "para mí". Cfr. Raniero Cantalamessa, La fuerza de la Cruz, Ed. Monte Carmelo 2000, Cap. I, Toda lengua proclame: Jesucristo es el Señor, pp. 9-21. La contradicción más radical no se da entre el vivir y el morir, sino entre el vivir "para el Señor" y el vivir "para sí mismos" • «Decir “¡Jesús es el Señor!” significa entrar libremente en el ámbito de su dominio. Es como decir: Jesucristo es "mi" Señor; él es la razón de mi vida; yo vivo "para" él, y ya no "para mí". "Ninguno de nosotros - escribía Pablo a los Romanos - vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor" (Romanos 14,7-8). La suprema contradicción que el hombre experimenta desde siempre - la contradicción entre la vida y la muerte - ya ha sido superada. Ahora la contradicción más radical no se da entre el vivir y el morir, sino entre el vivir "para el Señor" y el vivir "para sí mismos". Vivir para sí mismos es el nuevo nombre de la muerte». "Nadie puede decir '¡Jesús es el Señor!' si no es bajo la acción del Espíritu Santo" (1 Co 12,3). Este sentimiento de la presencia del Señor resucitado es una especie de iluminación interior que, a veces, cambia por completo el estado de ánimo de la persona que lo recibe. Nos recuerda lo que ocurría en las apariciones del Resucitado a los discípulos. Un día, después de Pascua, los apóstoles estaban pescando en el lago de Tiberíades, cuando en la orilla apareció un hombre que se puso a hablar con ellos desde lejos. Hasta cierto punto, todo era normal: se quejaban de que no habían pescado nada, como hacen con frecuencia los pescadores. Pero de pronto, en el corazón de uno de 3 ellos - del discípulo al que Jesús quería - se encendió una luz; lo reconoció y exclamó: "¡Es el Señor!" (Jn 21,7). Y entonces todo cambió de golpe en la barca. Entendemos así por qué afirma san Pablo que "nadie puede decir '¡Jesús es el Señor!' si no es bajo la acción del Espíritu Santo" (1 Co 12,3). Como el pan, en el altar, se convierte en el cuerpo vivo de Cristo por la fuerza del Espíritu Santo que desciende sobre él, así, de manera semejante, esa palabra se hace "viva y eficaz" (Hb 4,12) por la fuerza del Espíritu Santo que actúa en ella. Se trata de un acontecimiento de gracia que podemos preparar, favorecer y desear, pero que no podemos provocar por nosotros mismos. 4. El lema propuesto por Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid (2011: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. Colosenses 2,7). Cfr. Benedicto XVI, Mensaje para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud 2011. «Arraigado» evoca el árbol y las raíces que lo alimentan o ¿Cuáles son nuestras raíces? La fe cristiana es sobre todo una relación personal con Jesucristo. La primera imagen es la del árbol, firmemente plantado en el suelo por medio de las raíces, que le dan estabilidad y alimento. Sin las raíces, sería llevado por el viento, y moriría. ¿Cuáles son nuestras raíces? Naturalmente, los padres, la familia y la cultura de nuestro país son un componente muy importante de nuestra identidad. La Biblia nos muestra otra más. El profeta Jeremías escribe: «Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza: será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto» (Jer 17, 7-8). Echar raíces, para el profeta, significa volver a poner su confianza en Dios. De Él viene nuestra vida; sin Él no podríamos vivir de verdad. «Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en su Hijo» (1 Jn 5,11). Jesús mismo se presenta como nuestra vida (cf. Jn 14, 6). Por ello, la fe cristiana no es sólo creer en la verdad, sino sobre todo una relación personal con Jesucristo. El encuentro con el Hijo de Dios proporciona un dinamismo nuevo a toda la existencia. o Cuando comenzamos a tener una relación personal con Él, Cristo nos revela nuestra identidad y, con su amistad, la vida crece y se realiza en plenitud. Existe un momento en la juventud en que cada uno se pregunta: ¿qué sentido tiene mi vida, qué finalidad, qué rumbo debo darle? No cuenta la realización de mis propios deseos, sino su voluntad. Así, la vida se vuelve auténtica. Cuando comenzamos a tener una relación personal con Él, Cristo nos revela nuestra identidad y, con su amistad, la vida crece y se realiza en plenitud. Existe un momento en la juventud en que cada uno se pregunta: ¿qué sentido tiene mi vida, qué finalidad, qué rumbo debo darle? Es una fase fundamental que puede turbar el ánimo, a veces durante mucho tiempo. Se piensa cuál será nuestro trabajo, las relaciones sociales que hay que establecer, qué afectos hay que desarrollar… En este contexto, vuelvo a pensar en mi juventud. En cierto modo, muy pronto tomé conciencia de que el Señor me quería sacerdote. Pero más adelante, después de la guerra, cuando en el seminario y en la universidad me dirigía hacia esa meta, tuve que reconquistar esa certeza. Tuve que preguntarme: ¿es éste de verdad mi camino? ¿Es de verdad la voluntad del Señor para mí? ¿Seré capaz de permanecerle fiel y estar totalmente a disposición de Él, a su servicio? Una decisión así también causa sufrimiento. No puede ser de otro modo. Pero después tuve la certeza: ¡así está bien! Sí, el Señor me quiere, por ello me dará también la fuerza. Escuchándole, estando con Él, llego a ser yo mismo. No cuenta la realización de mis propios deseos, sino su voluntad. Así, la vida se vuelve auténtica. «Edificado» evoca a la casa construida sobre los cimientos. 4 o La edificación de la vida sobre la Palabra de Dios. Como las raíces del árbol lo mantienen plantado firmemente en la tierra, así los cimientos dan a la casa una estabilidad perdurable. Mediante la fe, estamos arraigados en Cristo (cf. Col 2, 7), así como una casa está construida sobre los cimientos. En la historia sagrada tenemos numerosos ejemplos de santos que han edificado su vida sobre la Palabra de Dios. El primero Abrahán. Nuestro padre en la fe obedeció a Dios, que le pedía dejar la casa paterna para encaminarse a un país desconocido. «Abrahán creyó a Dios y se le contó en su haber. Y en otro pasaje se le llama “amigo de Dios”» (St 2, 23). Estar arraigados en Cristo significa responder concretamente a la llamada de Dios, fiándose de Él y poniendo en práctica su Palabra. Jesús mismo reprende a sus discípulos: «¿Por qué me llamáis: “¡Señor, Señor!”, y no hacéis lo que digo?» (Lc 6, 46). Y recurriendo a la imagen de la construcción de la casa, añade: «El que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra… se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida» (Lc 6, 47-48). o Intentad también vosotros acoger cada día la Palabra de Cristo. Escuchadle como al verdadero Amigo con quien compartir el camino de vuestra vida. Continuamente se os presentarán propuestas más fáciles, pero vosotros mismos os daréis cuenta de que se revelan como engañosas, no dan serenidad ni alegría. Sólo la Palabra de Dios nos muestra la auténtica senda. Convertíos en adultos en la fe. Queridos amigos, construid vuestra casa sobre roca, como el hombre que “cavó y ahondó”. Intentad también vosotros acoger cada día la Palabra de Cristo. Escuchadle como al verdadero Amigo con quien compartir el camino de vuestra vida. Con Él a vuestro lado seréis capaces de afrontar con valentía y esperanza las dificultades, los problemas, también las desilusiones y los fracasos. Continuamente se os presentarán propuestas más fáciles, pero vosotros mismos os daréis cuenta de que se revelan como engañosas, no dan serenidad ni alegría. Sólo la Palabra de Dios nos muestra la auténtica senda, sólo la fe que nos ha sido transmitida es la luz que ilumina el camino. Acoged con gratitud este don espiritual que habéis recibido de vuestras familias y esforzaos por responder con responsabilidad a la llamada de Dios, convirtiéndoos en adultos en la fe. No creáis a los que os digan que no necesitáis a los demás para construir vuestra vida. Apoyaos, en cambio, en la fe de vuestros seres queridos, en la fe de la Iglesia, y agradeced al Señor el haberla recibido y haberla hecho vuestra. Dónde encontramos a Jesús o a) El encuentro con Jesús en los Sacramentos de la Eucaristía, de la Penitencia; en el prójimo: en los pobres y en los enfermos, en los necesitados. En el Evangelio se nos describe la experiencia de fe del apóstol Tomás cuando acoge el misterio de la cruz y resurrección de Cristo. Tomás, uno de los doce apóstoles, siguió a Jesús, fue testigo directo de sus curaciones y milagros, escuchó sus palabras, vivió el desconcierto ante su muerte. En la tarde de Pascua, el Señor se aparece a los discípulos, pero Tomás no está presente, y cuando le cuentan que Jesús está vivo y se les ha aparecido, dice: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo» (Jn 20, 25). También nosotros quisiéramos poder ver a Jesús, poder hablar con Él, sentir más intensamente aún su presencia. A muchos se les hace hoy difícil el acceso a Jesús. Muchas de las imágenes que circulan de Jesús, y que se hacen pasar por científicas, le quitan su grandeza y la singularidad de su persona. Por ello, a lo largo de mis años de estudio y meditación, fui madurando la idea de transmitir en un libro algo de mi encuentro personal con Jesús, para ayudar de alguna 5 forma a ver, escuchar y tocar al Señor, en quien Dios nos ha salido al encuentro para darse a conocer. De hecho, Jesús mismo, apareciéndose nuevamente a los discípulos después de ocho días, dice a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente» (Jn 20, 27). También para nosotros es posible tener un contacto sensible con Jesús, meter, por así decir, la mano en las señales de su Pasión, las señales de su amor. En los Sacramentos, Él se nos acerca en modo particular, se nos entrega. Queridos jóvenes, aprended a “ver”, a “encontrar” a Jesús en la Eucaristía, donde está presente y cercano hasta entregarse como alimento para nuestro camino; en el Sacramento de la Penitencia, donde el Señor manifiesta su misericordia ofreciéndonos siempre su perdón. Reconoced y servid a Jesús también en los pobres y enfermos, en los hermanos que están en dificultad y necesitan ayuda. o b) El encuentro con Jesús en la lectura de los Evangelios y del Catecismo de la Iglesia Católica, y en la oración. Entablad y cultivad un diálogo personal con Jesucristo, en la fe. Conocedle mediante la lectura de los Evangelios y del Catecismo de la Iglesia Católica; hablad con Él en la oración, confiad en Él. Nunca os traicionará. Así podréis adquirir una fe madura, sólida, que no se funda únicamente en un sentimiento religioso o en un vago recuerdo del catecismo de vuestra infancia. Entablad y cultivad un diálogo personal con Jesucristo, en la fe. Conocedle mediante la lectura de los Evangelios y del Catecismo de la Iglesia Católica; hablad con Él en la oración, confiad en Él. Nunca os traicionará. «La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado» (Catecismo de la Iglesia Católica, 150). Así podréis adquirir una fe madura, sólida, que no se funda únicamente en un sentimiento religioso o en un vago recuerdo del catecismo de vuestra infancia. Podréis conocer a Dios y vivir auténticamente de Él, como el apóstol Tomás, cuando profesó abiertamente su fe en Jesús: «¡Señor mío y Dios mío!». La fe en la Iglesia o «Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros». (…) Nuestra fe personal en Cristo, nacida del diálogo con Él, está vinculada a la fe de la Iglesia: no somos creyentes aislados, sino que, mediante el Bautismo, somos miembros de esta gran familia, y es la fe profesada por la Iglesia la que asegura nuestra fe personal. El Credo que proclamamos cada domingo en la Eucaristía nos protege precisamente del peligro de creer en un Dios que no es el que Jesús nos ha revelado: «Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros» (Catecismo de la Iglesia Católica, 166). Agradezcamos siempre al Señor el don de la Iglesia; ella nos hace progresar con seguridad en la fe, que nos da la verdadera vida (cf. Jn 20, 31). (…) También vosotros, si creéis, si sabéis vivir y dar cada día testimonio de vuestra fe, seréis un instrumento que ayudará a otros jóvenes como vosotros a encontrar el sentido y la alegría de la vida, que nace del encuentro con Cristo. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

Domingo 22 del Tiempo Ordinario, Año A (2011). La vocación cristiana. En el Evangelio: el seguimiento del Señor; en Jeremías: una historia de amor, el Señor le sedujo; en san Pablo: el verdadero culto a Dios es la ofrenda de la propia vida. La fe y el seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados.



1 Domingo 22 del Tiempo Ordinario, Año A (2011). La vocación cristiana. En el Evangelio: el seguimiento del Señor; en Jeremías: una historia de amor, el Señor le sedujo; en san Pablo: el verdadero culto a Dios es la ofrenda de la propia vida. La fe y el seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados. Cfr. Domingo 22 tiempo ordinario Año A 28 agosto 2011 1ª Lectura Jeremías 20,7-9: 7 Tú me has seducido, Señor, y yo me he dejado seducir; has sido más fuerte que yo, me has podido. Me he convertido en irrisión continua, todos se burlan de mí. 8 Pues cada vez que hablo tengo que gritar y proclamar: «¡Violencia y ruina!». La palabra del Señor es para mí oprobio y burla todo el día. 9 Yo me decía: No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre. Pero había en mi corazón como un fuego abrasador encerrado en mis huesos; me he agotado en contenerlo y no lo he podido soportar. Salmo Responsorial 63,2-6.8-9: 2 Oh Dios, tú eres mi Dios; desde el amanecer ya te estoy buscando, mi alma tiene sed de ti, en pos de ti mi ser entero desfallece cual tierra de secano árida y falta de agua. 3 Así en el santuario te contemplo para ver tu gloria y tu poder. 4 Tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán; 5 toda mi vida te bendeciré, en tu nombre levantaré mis manos; 6 me saciaré como en banquete espléndido, mi boca te alabará con labios jubilosos. 8 porque tú eres mi auxilio y a la sombra de tus alas me recreo; 9 me abrazo a ti con toda el alma, y tu diestra me sostiene. 2ª Lectura Rom 12,1-2: 1 Hermanos, os ruego, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, consagrado, agradable a Dios; éste es el culto que debéis ofrecer. 2 Y no os acomodéis a este mundo; al contrario, transformaos y renovad vuestro interior para que sepáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto. Evangelio Mt 16,21-27: 21 Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que él tenía que ir a Jerusalén y padecer mucho de parte de los ancianos del pueblo, de los sumos sacerdotes y de los maestros de la ley, ser matado y resucitar al tercer día. 22 Pedro se lo llevó aparte y se puso a reprenderle: «¡Dios te libre, Señor! ¡No te sucederá eso!». 23 Pero él, volviéndose, le dijo: «¡Apártate de mí, Satanás!, pues eres un obstáculo para mí, porque tus sentimientos no son los de Dios, sino los de los hombres». 24 Luego dijo a sus discípulos: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. 25 Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí la encontrará. 26 ¿Qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué dará el hombre a cambio de su vida? 27 Porque el hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras. LA VOCACIÓN CRISTIANA: LA FE Y EL SEGUIMIENTO DE CRISTO ESTÁN ESTRECHAMENTE RELACIONADOS. 1. Evangelio o a) El Señor anuncia por primera vez su pasión (Mateo 16, 21). • El Señor introduce la descripción de todas las acciones que iba a realizar (ir a Jerusalén, padecer, ser matado y resucitar al tercer día) con la expresión “tenía que” (debía). Todo sucedería necesariamente como obediencia a la voluntad del Padre, que ofrece así la salvación a la humanidad. Por parte de Jesús se trata de una obediencia consciente al proyecto de Dios Padre. o b) Los discípulos no comprenden ese proyecto. Jesús indica a los discípulos en qué consiste la entrega que él les pide, en qué consiste el seguimiento de Jesús. • También Pedro se escandaliza, pero tiene el coraje de hablar. La incomprensión de los discípulos se puede explicar de diversos modos. Tal vez se puede resumir en que no entienden que el Reino de Dios se realiza a través del sufrimiento de un inocente. La reacción de Jesús es clara. Por una parte llama a Pedro “Satanás” porque sus sentimientos no son los de Dios sino los de los hombres. Por otra, en los vv. 24-26 dice a todos los discípulos frases categóricas: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mí la encontrará. ¿Qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué dará el hombre a cambio de su vida?». Indica así el contenido del seguimiento de Cristo, de lo que significa ser su discípulo. 2 2. Primera Lectura, del Libro de Jeremías o Su figura Jeremías vivió entre el VII y el VI siglo a.C., en una de las épocas más funestas de la historia de Israel. Dios le confió la misión de anunciar a Israel el castigo del exilio que sufriría para purificar su fe con vistas a nueva alianza entre Dios y su pueblo, que anunciará Jeremías en el capítulo 31. Así como hubo profetas cuya misión era la de consolar a Israel, la misión de Jeremías fue la de hablar del castigo punitivo y, por tanto, más que nada ser el típico “profeta de las desgracias”; como consecuencia fue odiado y perseguido y maltratado por sus opositores. o Su vocación: el Señor me ha seducido. Se podría añadir que los profetas han experimentado la incomprensión, en cuanto que tenían que hablar de parte de Dios de modo que, muchas veces, su palabra entraba en colisión con el modelo de vida y los comportamientos de los que les escuchaban. Jeremías en 20, 7-18 hace sus confesiones. Abre su corazón para expresar que, por una parte, se siente aislado en el cumplimiento de la misión que Dios le había encomendado y, por otra, confiesa que se sabe sostenido por el Señor. Jeremías comienza explicando su vocación como una historia de amor: el Señor le ha elegido antes de nacer, lo ha “seducido” y lo llama a ser profeta, a pesar de su resistencia y dudas y rebeldías (cfr. el primer capítulo del libro de Jeremías). Con la ayuda del Señor supo superar pruebas muy duras. o Jeremías se siente incomprendido y aislado Al llevar a cabo su misión tiene que soportar un aislamiento social. Es lo que leemos hoy en la primera Lectura: “Me he convertido en irrisión continua, todos se burlan de mí. 8 Pues cada vez que hablo tengo que gritar y proclamar: «¡Violencia y ruina!». La palabra del Señor es para mí oprobio y burla todo el día” (vv. 7-8). Siente fuertemente la tentación de renunciar a la misión que había recibido de Dios: “No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre” (v. 9). Pero acepta que la vocación es irrevocable El mismo Jeremías admite que es imposible dejar de lado la vocación recibida, y, para explicar la fuerza de Dios que le llama, utiliza la imagen de un fuego interno - en sus huesos - abrasador : “Pero había en mi corazón como un fuego abrasador encerrado en mis huesos; me he agotado en contenerlo y no lo he podido soportar” (v. 9). La oración del profeta “cara a cara con Dios”: a veces es una escucha, a veces es un litigio o a veces es una queja. • Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2584 En el "cara a cara" con Dios, los profetas sacan luz y fuerza para su misión. Su oración no es una huida del mundo infiel, sino una escucha de la palabra de Dios, a veces un litigio o una queja, siempre una intercesión que espera y prepara la intervención del Dios salvador, Señor de la historia (cf Amós 7,2 Amós 7,5 Isaías 6,5 Isaias 6,8 Isaías 6,11 Jeremías 1,6 Jeremías 15,15-18 Jeremías 20,7-18). • Cfr. Verbum Domini, 24. 24. La Palabra divina nos introduce a cada uno en el coloquio con el Señor: el Dios que habla nos enseña cómo podemos hablar con Él. Pensamos espontáneamente en el Libro de los Salmos, donde se nos ofrecen las palabras con que podemos dirigirnos a él, presentarle nuestra vida en coloquio ante él y transformar así la vida misma en un movimiento hacia él.[73] En los Salmos, en efecto, encontramos toda la articulada gama de sentimientos que el hombre experimenta en su propia existencia y que son presentados con sabiduría ante Dios; aquí se encuentran expresiones de gozo y dolor, angustia y esperanza, temor y ansiedad. Además de los Salmos, hay también muchos otros textos de la Sagrada Escritura que hablan del hombre que se dirige a Dios mediante la oración de intercesión (cf. Ex 33,12-16), del canto de júbilo por la victoria (cf. Ex 15), o de lamento en el cumplimiento de la propia misión (cf. Jr 20,7-18). Así, la palabra que el hombre dirige a Dios se hace también Palabra de Dios, confirmando el carácter dialogal de toda la revelación cristiana,[74] y toda la existencia del hombre se convierte en un diálogo con Dios que habla y escucha, que llama y mueve nuestra vida. La Palabra de Dios revela aquí que toda la existencia del hombre está bajo la llamada divina.[75] 3 [73] Cf. Discurso en el encuentro con el mundo de la cultura en el Collège des Bernardins de París (12 septiembre 2008): AAS 100 (2008), 721-730. [74] Cf. Propositio 4. [75] Cf. Relatio post disceptationem, 12. 3. Segunda Lectura de la Carta a los Romanos: el culto espiritual o El culto espiritual agradable a Dios es la ofrenda de la propia vida, el sacrificio de la propia existencia. Hoy leemos el texto que, seguramente, es uno de los más importantes en la Escritura para explicar lo que es en la vida cristiana el culto espiritual, el verdadero culto a Dios: la ofrenda de la propia vida para seguir la voluntad de Dios, como “como sacrificio vivo, consagrado, agradable a Dios”. En la Escritura, en este caso, “cuerpo” equivale a “vida”. Se trata del sacrificio de la propia existencia. Aparece claro en el v. 2: “Y no os acomodéis a este mundo; al contrario, transformaos y renovad vuestro interior para que sepáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto”. El “culto racional” del que habla san Pablo en su Carta los Romanos, lleva a orientar la vida a Dios, rechazando la mentalidad de quien reduce la identidad del hombre a lo que come o a la satisfacción de necesidades. 4. Algo común en estas Lecturas o La fe, don de Dios, es necesaria para comprender los proyectos de Dios Uno de los rasgos que aparece en las Lecturas de hoy, es el hecho de que los proyectos de Dios son de tal manera únicos que las criaturas tenemos serias dificultades para comprenderlos. Para su comprensión es necesaria la fe, don del mismo Dios, con el fin de que podamos superar nuestras convicciones y llegar a pensar y obrar de acuerdo con los pensamientos de Dios. 5. La fe y el seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados. Cfr. Benedicto XVI, Homilía en La Jornada Mundial de la Juventud, Madrid, 21 de agosto de 2011, La fe es un don de Dios que no proporciona solo información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión a su persona, el seguimiento. La fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo. Así, la pregunta de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?», en el fondo está impulsando a los discípulos a tomar una decisión personal en relación a Él. Fe y seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados. Y, puesto que supone seguir al Maestro, la fe tiene que consolidarse y crecer, hacerse más profunda y madura, a medida que se intensifica y fortalece la relación con Jesús, la intimidad con Él. También Pedro y los demás apóstoles tuvieron que avanzar por este camino, hasta que el encuentro con el Señor resucitado les abrió los ojos a una fe plena. También hoy Cristo se dirige a vosotros con la misma pregunta que hizo a los apóstoles: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Queridos jóvenes, también hoy Cristo se dirige a vosotros con la misma pregunta que hizo a los apóstoles: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Respondedle con generosidad y valentía, como corresponde a un corazón joven como el vuestro. Decidle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone. 4 6. La fe como nuevo principio operativo Cfr. Livio Melina, José Noriega, Juan José Pérez-Soba, Una luz para el obrar. Experiencia moral, caridad y acción cristiana. Palabra 2006. La fe como nuevo principio operativo: pp. 192-194. • “Debemos ahora desarrollar una segunda serie de reflexiones que permitan captar el valor de la fe como «nuevo principio operativo», según la expresión usada por Veritatis splendor, n. 88. La palabra bíblica que iluminará nuestra reflexión es la de la Carta a los Gálatas (5,6): «la fe que obra mediante la caridad»”. (p. 192) (…) • “La fe bíblica no es nunca un puro creer teórico, sino que se expresa siempre, necesariamente, en un obrar. En la Sagrada Escritura, creer significa obrar: salir del propio país, aceptar el realizar un sacrificio, marcharse de Egipto, obedecer a las palabras de la Alianza. Solo en la acción se expresa la propia fe en Dios, porque «no todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mateo 7, 21). Y, por esto, el gran discurso moral de Jesús, conocido como el Sermón de la Montaña, se cierra con la amonestación de que una sólida construcción de la propia vida se fundamenta sobre la unidad entre escuchar y poner por práctica aquello que se ha oído, de otro modo sería como haber construido sobre arena, en vez de sobre roca (cfr. Mateo 7, 24-27). El verdadero discípulo que sigue a Jesús es aquel que expresa en la praxis su adhesión de fe. (…) De nuevo nos vuelve para este propósito la referencia cristológica de la fe, como fundamento de su unidad con la vida. Es precisamente la definición de fe presentada en la constitución Dei Verbum (n. 5) la que nos recuerda su esencial dimensión personalista y existencial.: «Cuando Dios se revela - dicen los Padre conciliares -, el hombre tiene que someterse en la fe. Por la fe, el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece «el homenaje total de su entendimiento y voluntad», asintiendo libremente a lo que Dios revela». Sin negar la dimensión de contenido de la verdad a creer, que se reconoce en el homenaje del entendimiento y de la voluntad, el Concilio Vaticano II valora el aspecto personalista más fundamental de la fe, que implica un abandono de toda la propia persona a Dios que se ha revelado en la Persona de Jesús. La fe cristiana tiene, entonces, la forma específica de una relación con Jesús, reconocido como Hijo del Padre y como camino que llega a la praxis y se expresa en el obrar”. (pp. 193-194). www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

jueves, 8 de junio de 2017

Educar en la fe quiere decir ayudarnos mutuamente a entablar una relación viva con Cristo y con el Padre. Dios no está lejos, se ha hecho "camino" y el "camino" mismo vino a nosotros. Caminar quiere decir ayudarnos recíprocamente a ser realmente amigos de Jesucristo e hijos de Dios. Cada discípulo está llamado a crecer en la adhesión a Cristo, dando y recibiendo ayuda de los hermanos en la fe.



1 Educar en la fe quiere decir ayudarnos mutuamente a entablar una relación viva con Cristo y con el Padre. Dios no está lejos, se ha hecho "camino" y el "camino" mismo vino a nosotros. Caminar quiere decir ayudarnos recíprocamente a ser realmente amigos de Jesucristo e hijos de Dios. Cada discípulo está llamado a crecer en la adhesión a Cristo, dando y recibiendo ayuda de los hermanos en la fe. Cfr. Benedicto XVI, Discurso en la Asamblea Diocesana de Roma, 11 junio 2007 Queridos hermanos y hermanas: Por tercer año consecutivo la asamblea de nuestra diócesis me brinda la posibilidad de encontrarme con vosotros y dirigirme a todos, abordando la temática que la Iglesia de Roma afrontará en el próximo año pastoral, en estrecha continuidad con el trabajo desarrollado en el año que se está concluyendo. Os saludo con afecto a cada uno de vosotros, obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos que participáis con generosidad en la misión de la Iglesia. Agradezco en particular al cardenal vicario las palabras que me ha dirigido en nombre de todos vosotros. o Cada discípulo confiesa que Jesús es el Señor y está llamado a crecer en la adhesión a él, dando y recibiendo ayuda de la gran compañía de los hermanos en la fe. El tema de la asamblea es "Jesús es el Señor. Educar en la fe, en el seguimiento y en el testimonio". Se trata de un tema que nos atañe a todos, porque cada discípulo confiesa que Jesús es el Señor y está llamado a crecer en la adhesión a él, dando y recibiendo ayuda de la gran compañía de los hermanos en la fe. Ahora bien, el verbo "educar", puesto en el título de la asamblea, implica una atención especial a los niños, a los muchachos y a los jóvenes, y pone de relieve la tarea que corresponde ante todo a la familia: así permanecemos dentro del itinerario que ha caracterizado durante los últimos años la pastoral de nuestra diócesis. o Textos de la Escritura donde encontramos la afirmación “Jesús es el Señor”. Es importante considerar ante todo la afirmación inicial, que da el tono y el sentido de nuestra asamblea: "Jesús es el Señor". Ya la encontramos en la solemne declaración con la que concluye el discurso de san Pedro en Pentecostés, donde el primero de los Apóstoles dijo: "Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado" (Hechos 2, 36). Es análoga la conclusión del gran himno a Cristo contenido en la carta de san Pablo a los Filipenses: "Toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre" (Filipenses 2, 11). También san Pablo, en el saludo final de la primera carta a los Corintios, exclama: "El que no quiera al Señor, sea anatema. Marana tha, Ven, Señor" (1 Corintios 16, 22), transmitiéndonos así la antiquísima invocación, en lengua aramea, de Jesús como Señor. Se podrían añadir otras citas: pienso en el capítulo 12 de la misma carta a los Corintios, donde san Pablo dice: "Nadie puede decir "Jesús es Señor" sino con el Espíritu Santo" (1 Corintios 12, 3). Así declara que esta es la confesión fundamental de la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo. Podríamos pensar también en el capítulo 10 de la carta a los Romanos, donde el Apóstol dice: "Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor..." (Romanos 10, 9), recordando también a los cristianos de Roma que las palabras "Jesús es el Señor" constituyen la confesión común de la Iglesia, el fundamento seguro de toda la vida de la Iglesia. A partir de esas palabras se ha desarrollado toda la confesión del Credo apostólico, del Credo niceno. En otro pasaje de la primera carta a los Corintios san Pablo afirma también: "Pues aun cuando se les dé el nombre de dioses, bien en el cielo bien en la tierra, de forma que hay multitud de dioses y de señores, para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros" (1 Corintios 8, 5-6). 2 Reconocemos que Jesús resucitado es nuestro hermano en la humanidad y que también es totalmente uno con Dios; que con su venida al mundo, con toda su vida, con su muerte y su resurrección, nos trajo a Dios, que en él encontramos el verdadero rostro de Dios. Así, desde el inicio, los discípulos reconocieron que Jesús resucitado es nuestro hermano en la humanidad y que también es totalmente uno con Dios; que con su venida al mundo, con toda su vida, con su muerte y su resurrección, nos trajo a Dios, hizo presente a Dios en el mundo de modo nuevo y único; y que, por tanto, da sentido y esperanza a nuestra vida: en él encontramos el verdadero rostro de Dios, que realmente necesitamos para vivir. o Educar en la fe quiere decir ayudarnos mutuamente a entablar una relación viva con Cristo y con el Padre. Educar en la fe, en el seguimiento y en el testimonio quiere decir ayudar a nuestros hermanos, o mejor, ayudarnos mutuamente a entablar una relación viva con Cristo y con el Padre. Esta ha sido desde el inicio la tarea fundamental de la Iglesia, como comunidad de los creyentes, de los discípulos y de los amigos de Jesús. La Iglesia, cuerpo de Cristo y templo del Espíritu Santo, es la compañía fiable en la que hemos sido engendrados y educados para llegar a ser, en Cristo, hijos y herederos de Dios. En ella recibimos al Espíritu, "que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!" (cf. Rm 8, 14-17). Dios no está lejos, se ha hecho "camino" y el "camino" mismo vino a nosotros. Caminar quiere decir ayudarnos recíprocamente a ser realmente amigos de Jesucristo e hijos de Dios. En la homilía de san Agustín hemos escuchado que Dios no está lejos, que se ha hecho "camino" y que el "camino" mismo vino a nosotros. Dice: "Levántate, perezoso, y comienza a caminar". Comenzar a caminar quiere decir emprender el "camino" que es Cristo mismo, en compañía de los creyentes; quiere decir caminar ayudándonos los unos a los otros a ser realmente amigos de Jesucristo e hijos de Dios. (…) [Sobre la emergencia educativa] www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana
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