sábado, 2 de septiembre de 2017

Domingo 22 del tiempo ordinario Año A, 3 de septiembre de 2017



Ø     Domingo 22 del Tiempo Ordinario, Año A (2017). La vocación cristiana. Diversos aspectos

de nuestras relaciones con Dios. a) Primera Lectura (Jeremías): una historia de amor. El Señor me ha seducido. b) Segunda Lectura (Carta a los Romanos). El verdadero culto: todos estamos llamados a ofrecer la propia vida a Dios. c) Evangelio (Mateo). Jesús habla de “perder” o “ganar”  la vida.


v     Cfr. Domingo 22 del tiempo ordinario Año A, 3 de septiembre de 2017


1ª Lectura Jeremías 20,7-9: 7 Tú me has seducido, Señor, y yo me he dejado seducir; has sido más fuerte que yo, me has podido. Me he convertido en irrisión continua, todos se burlan de mí. 8 Pues cada vez que hablo tengo que gritar y proclamar: «¡Violencia y ruina!». La palabra del Señor es para mí oprobio y burla todo el día.  9 Yo me decía: No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre. Pero había en mi corazón como un fuego abrasador encerrado en mis huesos; me he agotado en contenerlo y no lo he podido soportar. 
Salmo Responsorial  63,2-6.8-9: 2 Oh Dios, tú eres mi Dios;  desde el amanecer ya te estoy buscando,  mi alma tiene sed de ti,  en pos de ti mi ser entero desfallece  cual tierra de secano árida y falta de agua. 3 Así en el santuario te contemplo  para ver tu gloria y tu poder.  4 Tu amor vale más que la vida,  mis labios te alabarán; 5 toda mi vida te bendeciré,  en tu nombre levantaré mis manos;  6 me saciaré como en banquete espléndido,  mi boca te alabará con labios jubilosos. 8 porque tú eres mi auxilio  y a la sombra de tus alas me recreo;   9 me abrazo a ti con toda el alma,  y tu diestra me sostiene.  
2ª Lectura Romanos  12,1-2: 1 Hermanos, os ruego, por la misericordia de Dios, que   ofrezcáis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, consagrado, agradable a Dios; éste es el culto que debéis   ofrecer.   2 Y no os acomodéis a este mundo; al   contrario, transformaos y renovad vuestro interior para   que sepáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo   bueno, lo que le agrada, lo perfecto.  
Evangelio Mt 16,21-27: 21 Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que él tenía que ir a Jerusalén y padecer mucho  de parte de los ancianos del pueblo, de los sumos   sacerdotes y de los maestros de la ley, ser matado y   resucitar al tercer día.  22 Pedro se lo llevó aparte y se   puso a reprenderle: «¡Dios te libre, Señor! ¡No te   sucederá eso!».  23 Pero él, volviéndose, le dijo:   «¡Apártate de mí, Satanás!, pues eres un obstáculo para   mí, porque tus sentimientos no son los de Dios, sino los   de los hombres». 24 Luego dijo a sus discípulos: «El que quiera venir en   pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.     25 Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el   que pierda su vida por mí la encontrará.   26 ¿Qué le vale   al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué   dará el hombre a cambio de su vida?   27 Porque el hijo   del hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus   ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras.  

Vocación cristiana: diversos aspectos de nuestras relaciones con Dios
Primera Lectura (Jeremías): una historia de amor. El Señor me ha seducido.
Segunda Lectura (Carta a los Romanos). El verdadero culto: todos estamos llamados a ofrecer la propia vida a Dios.
Evangelio (Mateo). Jesús habla de “perder” o “ganar” la vida.

1. Primera Lectura, del Libro de  Jeremías

     20, 7-9

v     A. La figura del profeta Jeremías.

Jeremías vivió entre el VII y el VI siglo a.C., en una de las épocas más funestas de la historia de Israel. Dios le confió la misión de anunciar a Israel el castigo del exilio que sufriría para purificar su fe con vistas a nueva alianza entre Dios y su pueblo, que anunciará Jeremías en el capítulo 31. Así como hubo profetas cuya misión era la de consolar a Israel, la misión de Jeremías fue la de hablar del castigo punitivo y, por tanto, más que nada ser el típico “profeta de las desgracias”; como  consecuencia fue odiado y perseguido y maltratado por sus opositores [1].

v     B. Su vocación. Una historia de amor: el Señor me ha seducido.

o        Ante las dificultades,  tiene la tentación de renunciar a la misión que le ha sido encomendada.

§         Pero reconoce que en su corazón hay como  un fuego abrasador encerrado en los huesos; que se ha agotado en contenerlo y no ha podido soportarlo.   
Se podría añadir que los profetas han experimentado la incomprensión, en cuanto que tenían que hablar de parte de Dios de modo que, muchas veces, su palabra entraba en colisión con el modelo de vida y los comportamientos de los que les escuchaban. 
Abre su corazón para expresar que, por una parte, se siente aislado en el cumplimiento de la misión que Dios le había encomendado, tiene que soportar un aislamiento social y siente fuertemente   la tentación de renunciar a la misión que Dios le ha encomendado [2].
 Y, por otra parte, confiesa que se sabe sostenido por el Señor. Y, para explicar la fuerza de Dios que le llama, utiliza  la imagen de un fuego interno - en sus huesos -  abrasador : “Pero había en mi corazón como un fuego abrasador encerrado en mis huesos; me he agotado en contenerlo y no lo he podido soportar” (v. 9).
Jeremías comienza explicando su vocación como una historia de amor: el Señor le ha elegido antes de nacer, lo ha “seducido” y lo llama a ser profeta, a pesar de su resistencia y dudas y rebeldías (cfr. el primer capítulo del libro de Jeremías [3] ). Con la ayuda del Señor supo superar pruebas muy duras.

v     C. La oración del profeta.

o        La oración del profeta “cara a cara con Dios”: a veces es una escucha, a veces es un litigio o a veces es una queja o lamento.

·        Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2584 En el "cara a cara" con Dios, los profetas
sacan luz y fuerza para su misión. Su oración no es una huida del mundo infiel, sino una escucha de la palabra de Dios, a veces un litigio o una queja, siempre una intercesión que espera y prepara la intervención del Dios salvador, Señor de la historia (cf Amós 7,2 Amós  7,5 Isaías 6,5 Isaias 6,8 Isaías  6,11 Jeremías 1,6 Jeremías 15,15-18  Jeremías  20,7-18).

2. Segunda Lectura de la Carta a los Romanos: todo estamos llamados a ofrecer la propia vida a Dios, es “el culto que debemos ofrecer”.  

Romanos 12, 1-2

v     El culto espiritual agradable a Dios es la ofrenda de la propia vida, el sacrificio de la propia existencia.


o        La identidad del hombre: orientar la vida a Dios, no reduciéndola a lo que come o a la satisfacción de necesidades.

Hoy leemos el texto que, seguramente, es  uno de los más importantes en la Escritura para explicar lo que es en la vida cristiana el culto espiritual, el verdadero culto a Dios: la ofrenda de la propia vida para seguir la voluntad de Dios, como “como sacrificio vivo, consagrado, agradable a Dios”. En la Escritura, en este caso, “cuerpo” equivale a “vida”. Se trata del sacrificio de la propia existencia. Aparece claro en el v. 2: “Y no os acomodéis a este mundo; al   contrario, transformaos y renovad vuestro interior para   que sepáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo   bueno, lo que le agrada, lo perfecto”. 
El “culto racional” del que habla san Pablo en su Carta los Romanos, lleva a orientar la vida a Dios, rechazando la mentalidad de quien reduce la identidad del hombre a lo que come o a la satisfacción de necesidades. 

o        El cristiano es sacerdote de su propia existencia, para realizar cada una de sus acciones en espíritu de obediencia a la voluntad de Dios.

·        Nuevo Testamento, Eunsa 1999, Romanos 12,1-8: “En los vv. 1-2 el Apóstol introduce la
invitación a dar a Dios un culto espiritual, como consecuencia de la nueva condición dada por el Bautismo. Los cristianos son el nuevo Pueblo de Dios y están incorporados a Cristo como miembros suyos, de modo que «todos, por el Bautismo, hemos sido constituidos sacerdotes de nuestra propia existencia, ‘para ofrecer víctimas espirituales, que sean agradables a Dios por Jesucristo (1 Pedro  2,5), para realizar cada una de nuestras propias acciones en espíritu de obediencia a la voluntad de Dios, perpetuando así la misión del Dios-Hombre» (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 96)”.

o        El culto verdadero a Dios por parte del hombre: unido a Cristo, honrando a Dios en la existencia cotidiana más concreta. El ofrecimiento a Dios de la persona entera.

Benedicto XVI Audiencia General, 7 enero 2009
§         La exhortación a "ofrecer los cuerpos" se refiere a la persona entera. Se trata de honrar a Dios en la existencia cotidiana más concreta, hecha de visibilidad relacional y perceptible.
"Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual". En estas palabras se verifica una paradoja aparente: mientras el sacrificio exige por norma la muerte de la víctima, Pablo hace referencia a la vida del cristiano. La expresión "presentar vuestros cuerpos", unida al concepto sucesivo de sacrificio, asume el esbozo cultual de "dar en oblación, ofrecer". La exhortación a "ofrecer los cuerpos" se refiere a la persona entera; de hecho, en Romanos 6, 13, invita a "presentaros a vosotros mismos". Por lo demás, la referencia explícita a la dimensión física del cristiano coincide con la invitación a "glorificar a Dios con vuestro cuerpo" (1 Corintios 6, 20): se trata de honrar a Dios en la existencia cotidiana más concreta, hecha de visibilidad relacional y perceptible.
            Un comportamiento de este tipo es calificado por Pablo como "sacrificio vivo, santo, agradable a Dios". Es aquí donde encontramos precisamente el vocablo "sacrificio". En el uso corriente este término forma parte de un contexto sacro y sirve para designar el degollamiento de un animal, del que una parte puede ser quemada en honor de los dioses y la otra consumida por los oferentes en un banquete. Pablo lo aplicaba en cambio a la vida del cristiano. De hecho califica un sacrificio así sirviéndose de tres adjetivos. El primero --"vivo"-- expresa una vitalidad. El segundo --"santo"-- recuerda la idea paulina de una santidad que no está ligada a lugares u objetos, sino a la persona misma del cristiano. El tercero --"agradable a Dios"-- recuerda quizás la frecuente expresión bíblica del sacrificio "de suave olor" (Cf. Levítico 1,13.17; 23,18; 26,31; etc.).
§         Un culto en el que el hombre mismo en su totalidad de un ser dotado de razón, se convierte en adoración, glorificación del Dios vivo.
Inmediatamente después, Pablo define así esta nueva forma de vivir: éste es "vuestro culto espiritual". Los comentadores del texto saben bien que la expresión griega (ten logiken latreían) no es fácil de traducir. La Biblia latina traduce: "rationabile obsequium". La misma palabra "rationabile" aparece en la primera Plegaria eucarística, el Canon Romano: en él se reza para que Dios acepte esta ofrenda como "rationabile". La tradicional traducción italiana "culto espiritual" no refleja todos los detalles del texto griego (y ni siquiera del latino). En todo caso no se trata de un culto menos real, o incluso solamente metafórico, sino de un culto más concreto y realista, un culto en el que el hombre mismo en su totalidad de un ser dotado de razón, se convierte en adoración, glorificación del Dios vivo.

3. Evangelio

v     A. El Señor anuncia por primera vez su pasión (Mateo 16, 21), como obediencia consciente  al proyecto de Dios Padre.  

·         El Señor introduce la descripción de todas las acciones que iba a realizar (ir a Jerusalén,
padecer, ser matado y resucitar al tercer día) con la expresión  “tenía que” (debía).  Todo sucedería necesariamente como obediencia a la voluntad del Padre, que ofrece así la salvación a la humanidad. Por parte de Jesús se trata de una obediencia consciente al proyecto de Dios Padre.

v     B. Los discípulos no comprenden ese proyecto. Jesús indica a los discípulos en qué consiste la entrega que él les pide, en qué consiste el seguimiento de Jesús.

En los vv. 24-26 dice a todos los discípulos frases categóricas: «El que quiera venir en   pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.  Porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el   que pierda su vida  por mí la encontrará. ¿Qué le vale   al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué   dará el hombre a cambio de su vida?».  Indica así el contenido del seguimiento de Cristo, de lo que significa ser su discípulo.

o        “Perder” y “encontrar” la vida.

·        A veces podemos aferrarnos a la vida viviendo exclusivamente para uno mismo, al hacer del
propio “yo” la razón última y el objetivo supremo de la existencia.
·        Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno A, Piemme 1995, p. 246:  “Jesús nos
propone, abiertamente, el “perdernos” en la donación a Él por amor (“por mí”). Es el “dar la vida por
la persona que se ama” [4] , el entregarnos a nosotros mismos a manos llenas, las propias energías, el
propio tiempo y los propios bienes a los hermanos, lo que nos constituye como verdaderos
discípulos. Y el resultado es paradójico. Mientras la civilización actual nos enseña a “encontrar”, a
“poseer” y al fin hace que nos sintamos solos y pobres en la conciencia, Jesús nos enseña a
“perdernos” para colmarnos de serenidad y de paz. Contra las leyes de la economía su “perdernos” se
convierte en “encontrarnos”; al donarnos no nos privamos sino que nos enriquecemos”.

4. La fe como nuevo principio operativo

v     El verdadero discípulo que sigue a Jesús es aquel que expresa en la praxis su adhesión a la fe.

- “La fe bíblica no es nunca un puro creer teórico, sino que se expresa siempre, necesariamente, en un obrar. En la Sagrada Escritura, creer significa obrar: salir del propio país, aceptar el realizar un sacrificio, marcharse de Egipto, obedecer a las palabras de la Alianza. Solo en la acción se expresa la propia fe en Dios, porque no todo el que dice: «Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mateo 7, 21). Y, por esto, el gran discurso moral de Jesús, conocido como el Sermón de la Montaña, se cierra con la amonestación de que un sólida construcción de la propia vida se fundamenta sobre la unidad entre el escuchar y poner en práctica aquello que se ha oído, de otro modo sería como haber construido sobre arena, en vez de sobre la roca (cfr. Mateo 7, 14-27).  El verdadero discípulo que sigue a Jesús es aquel que expresa en la praxis su adhesión a la fe” (Cfr. Livio Melina, José Noriega, Juan Pérez Soba, Una luz para el obrar. Experiencia moral, caridad y acción cristiana, Palabra 2006. La fe como nuevo principio operativo: pp. 192-194).

Vida Cristiana





[1] “Jeremías desarrolló su actividad en Judá, en los tiempos en que el nuevo imperio babilónico comenzaba a constituir una amenaza para los israelitas (años 605 a.C. y siguientes), amenaza que culminó con la caída definitiva de Jerusalén ante las tropas de Nabucodonosor (598 a.C) y la deportación a Babilonia”. (Cfr. Antiguo Testamento, Libros proféticos, Introducción al libro del profeta Jeremías, Eunsa p. 305)    
[2] Jeremías 20, 7-9: “Me he convertido en irrisión continua, todos se burlan de mí. Pues cada vez que hablo tengo que gritar y proclamar: «¡Violencia y ruina!». La palabra del Señor es para mí oprobio y burla todo el día.  Yo me decía: No pensaré más en él, no hablaré más en su nombre”.
[3] Jeremías 1, 4-9: Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos:  Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí.  Yo dije: "¡Ah, Señor Yahveh! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho." Y me dijo Yahveh: No digas: "Soy un muchacho", pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás. No les tengas miedo, que contigo estoy yo para salvarte -oráculo de Yahveh-. Entonces alargó Yahveh su mano y tocó mi boca. Y me dijo Yahveh: Mira que he puesto mis palabras en tu boca. “El relato de la vocación de Jeremías muestra en profundidad el misterio de toda llamada divina, acto eterno y gratuito de Dios por el que se desvela a un alma el porqué y el para qué de su vida. (…) Cuando el misterio de la vocación personal comienza a desvelarse, la primera reacción  puede ser de miedo, puesto que se constatan las personales limitaciones para llevar a cabo la tarea a la que el Señor llama. Así sucede a Jeremías, que se escusa por su excesiva juventud (v. 6). (…) En cualquier caso, en la respuesta a la vocación hay que atender sobre todo a Dios mismo que llama, nunca abandona a sus elegidos y proporciona todo el apoyo necesario para realizar la misión que les encomienda (vv. 7-8) (Antiguo Testamento, Libros proféticos, Jeremías 1, 4-10, Eunsa pp. 320-321). 
[4] “No hay prueba de amor más grande que dar la vida por los hermanos” (Juan 15, 13).

A ti te necesito, sólo a ti: + Fr. Santiago Agrelo Arzobispo de Tánger

El creyente sabe que Dios no es para él una idea, pues lo ha sentido como fuego que abrasa, como caudal inagotable y limpio de agua que refrigera. El creyente no piensa en Dios para poder decir de él algo novedoso o admirable, sino que se acerca a Dios para abrasarse en su fuego, busca a Dios para apagar en él la sed, y sólo dejará de agitarse cuando Dios sea para él el aire que respira, la luz que lo ilumina, la dicha que lo posee.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío”. Éste es hoy el estribillo de nuestra oración responsorial. Son palabras de fe para labios creyentes; y serán palabras verdaderas sólo para quien haya conocido al Señor, sólo para quien haya experimentado su fuerza y su gloria, su gracia y su amor.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío”. Las palabras de la oración expresan a un tiempo plenitud y vacío, cercanía y ausencia, conocimiento y búsqueda. El orante –Jeremías, el salmista, Jesús de Nazaret, nuestra asamblea eucarística, la Iglesia entera- madruga por Dios para buscarlo mientras Dios camina con el orante y lo sostiene; tú tienes sed de Dios, aunque todo tu ser está unido a él; tienes ansia de Dios, ¡y cantas con júbilo a la sombra de sus alas! Dios es caudal inagotable de agua, y en su presencia nosotros somos siempre “como tierra reseca, agostada, sin agua”.
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío”. Las palabras de la oración han puesto a Dios en el centro de tu vida: “Tu amor me sacó de mí. A ti te necesito, sólo a ti. Ardiendo estoy día y noche, a ti te necesito, sólo a ti… Tu amor disipa otros amores, en el mar del amor los hunde. Tu presencia todo lo llena. A ti te necesito, sólo a ti”, pues “tú eres el bien, todo bien, sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero”. ¡Plenitud y vacío, cercanía y ausencia, conocimiento y búsqueda!
De ti, Señor, dice tu profeta: “Me sedujiste, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste”. Lo cautivaste, Señor, con el atractivo de tu palabra, lo cegaste con el resplandor de tu belleza, y así lo llevaste a tu luz y a su noche, a tu fuego y a su oprobio, a tu gloria y a su cruz.
Considera la noche del profeta: “Yo era el hazmerreír todo el día; todos se burlan de mí… La Palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día”. Considera la noche oscura de Jesús: “Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: Tú que destruyes el santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz! Igualmente los sumos sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él, diciendo: A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere”.
Ahora ya puedes, Iglesia de Dios, mirarte a ti misma en el espejo de Cristo, pues otra cosa no eres que el cuerpo del Hijo que todavía está subiendo a Jerusalén, a su noche, al sufrimiento, a la muerte, a la vida. Mírate a ti misma en el espejo de los pobres, que otra cosa no son que el cuerpo de Cristo, tu propio cuerpo, subiendo a la noche de sus angustias.
Si estabas sedienta de Dios porque habías conocido su bondad y su hermosura, su gloria y su poder, ahora que has experimentado la noche, la de Cristo, la de los pobres, tu propia noche, eres delante de Dios como “tierra reseca, agostada, sin agua”. Tenías sed, y la noche hizo que la sed te devore, hasta hacer de ti pura sed de Dios.

domingo, 27 de agosto de 2017

Con Cristo Jesús entra en mi casa la esperanza del mundo: + Fr. Santiago Agrelo Arzobispo de Tánger

Me pregunto quién es el orante del salmo con que nosotros hemos orado hoy: “Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti”. Con estas palabras pudo orar Eliacín, siervo del Señor, llamado por Dios a ser un padre para los habitantes de Jerusalén, escogido para dar a la casa paterna un trono glorioso. Él pudo decir con el corazón lleno de agradecimiento: “Me postraré hacia tu santuario, daré gracias a tu nombre”. Pero esas palabras también puede hacerlas suyas con verdad Simón el pescador, apóstol de Jesús, a quien Jesús llama dichoso, porque el Padre del cielo le ha revelado misterios inefables; Simón será la Piedra sobre la que Jesús edificará su Iglesia; a Simón entregará Jesús las llaves del Reino de los cielos; Simón puede llenar de sentido nuevo y pronunciar con asombro renovado todas las palabras del salmista: “El Señor es sublime, se fija en el humilde… Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos”. Con todo, nadie podrá nunca decir las palabras de esa oración con más verdad, más agradecimiento y más gozo que el mismo Cristo Jesús; él es el “Hijo del Hombre, vestido de una túnica talar, ceñido el pecho con un ceñidor de oro”; sólo él puede decir de sí mismo: “Soy yo, el Primero y el Último, el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo… y tengo las llaves de la muerte”; sólo él es “el Santo, el Veraz, el que tiene la llave de David: si él abre, nadie puede cerrar; si él cierra, nadie puede abrir”.
Ahora ya puedes, Iglesia santa, decir tú también las palabras de tu oración en comunión con tu Señor, como cuerpo suyo que eres, pues a ti misma puedes verte “revestida con la justicia” que te ha venido de Dios, puedes ver “ceñida tu cintura con la verdad”, puedes ver en tu mano “las llaves” de la reconciliación que tu Señor te ha confiado. Grita tu agradecimiento con más fuerza que si gritases delante de Dios tu necesidad: “Te doy gracias, Señor, de todo corazón…”.
Ya sabes, amada del Señor, con quién has pronunciado las palabras de tu salmo; ya sabes a quién vas a recibir en comunión; ya puedes decir a tu Señor quién es él para ti.
Si digo que tú eres para mí el Primero y el Último, digo, mi Señor, que tú eres mi todo, mi bien, mí único bien. Me gustaría decir con palabras mías quién eres para mí, pero sólo encontraría pobres palabras, sólo sabría balbucir como un niño mientras te miro. Por eso recurro a ti, Señor, para decirte quién eres con palabras tuyas: Tú eres el único de entre nosotros que “ha nacido para todos” los demás; tú eres el único de entre nosotros a quien todos podemos llamar “mi Salvador”; tú eres “la Luz que ilumina el mundo”, el “Pan de cielo” para el camino del pueblo de Dios, el buen Pastor que busca su oveja perdida hasta dar la vida por ella, tú eres la Resurrección y la Vida para todos los que mueren.
Si te recibo, Señor, entra en mi casa la esperanza del mundo; si te acojo, tu santidad me penetra, tu gracia me justifica, tu justicia me ciñe; en las penas “tú eres nuestra dulzura”, en el ardor “tú eres el refrigerio”, en la tristeza “tú eres el gozo”, en la prueba “tú eres seguridad”, en la fatiga “tú eres el descanso”, en la pobreza “tú eres toda nuestra riqueza y satisfacción”. Tú eres quien hace suya mi lepra para que yo quede limpio; tú eres quien toca mis ojos para que vea; tú eres quien me toma de la mano para que camine. Para los esclavos eres libertad, para los pecadores eres perdón, para los pobres tú eres el reino de Dios. Y para mí, Señor, para mí que soy esclavo y ciego, leproso y pecador, para mí, Señor, pido que seas tú solo mi todo.
Iglesia amada del Señor, ya sabes también con quién vas a comulgar, quién te recibe, a quién vas a recibir. No habría comunión de verdad si tú, creyente y pobre, no fueses recibida por Cristo; no habrá comunión de verdad si tú no recibes a Cristo en sus pobres.

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