miércoles, 28 de marzo de 2018

La Eucaristía (2018). La Santa Misa (13). Liturgia eucarística: III. El Padrenuestro y la fracción del Pan.




[Chiesa/Testi/Eucaristía/Misa(13)LiturgiaEucarísticaIIIPadrenuestroYFracciónPanFrancisco]

Ø  La Eucaristía (2018). La Santa Misa (12).  Liturgia eucarística: III. El Padrenuestro y la
fracción del Pan. 

v  Cfr. Audiencia general de Papa Francisco

 Miércoles, 14 de marzo de 2018
La Santa Misa - 13. Liturgia eucarística: III. Padrenuestro y fracción del Pan.

o   Comienzo de los ritos de la Comunión.

Continuamos con la Catequesis sobre la Santa Misa. En la Última Cena, después de que Jesús tomase el pan y el cáliz del vino, y diese gracias a Dios, sabemos que «partió el pan». A esta acción corresponde, en la Liturgia eucarística de la Misa, la fracción del Pan, precedida por la oración que el Señor nos enseñó, el “Padrenuestro”.

o   Rezo del Padrenuestro: oración de los hijos de Dios que nos enseñó Jesús.

Y así comienzan los ritos de la Comunión, prologando la alabanza y la súplica de la Plegaria eucarística con el rezo en común del “Padrenuestro”. No es una más de las muchas oraciones cristianas, sino la oración de los hijos de Dios: la gran oración que nos enseñó Jesús.
Entregado el día de nuestro Bautismo, el “Padrenuestro” hace resonar en nosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús. Cuando rezamos el “Padrenuestro”, oramos como rezaba Jesús. Es la oración que hizo Jesús y que nos enseñó cuando los discípulos le dijeron:
“Maestro, enséñanos a rezar como rezas tú”.  
§   ¡Es tan bonito rezar como Jesús!
Nos atrevemos a llamar a Dios “Padre”: por inspiración del Espíritu Santo, porque hemos renacido como hijos suyos. Nos unimos a Dios que nos ama.
Y Jesús rezaba así. ¡Es tan bonito rezar como Jesús! Siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a dirigirnos a Dios llamándolo “Padre”, porque hemos renacido como hijos suyos mediante el agua y el Espíritu Santo (cfr. Ef 1,5). Nadie, en realidad, podría llamarlo familiarmente “Abbà” –“Padre”– sin haber sido engendrado por Dios, sin la inspiración del Espíritu, como enseña san Pablo (cfr. Rm 8,15). Debemos pensar: nadie puede llamarlo “Padre” sin la inspiración del Espíritu. Cuántas veces hay gente que reza el “Padrenuestro”, y no sabe qué dice. Porque sí, es
el Padre, pero ¿tú sientes, cuando dices “Padre”, que Él es el Padre, tu Padre, el Padre de la humanidad, el Padre de Jesucristo? ¿Tú tienes un trato con este Padre? Cuando rezamos el “Padrenuestro”, nos unimos al Padre que nos ama, pero es el Espíritu quien nos da esa unión, ese sentimiento de ser hijos de Dios.
¿Qué mejor oración que la enseñada por Jesús puede disponernos a la Comunión sacramental con Él? Además de en la Misa, el “Padrenuestro” se reza, por la mañana y por la noche, en Laudes y Vísperas; de ese modo, la actitud filial con Dios y de fraternidad con el prójimo contribuyen a dar forma cristiana a nuestras jornadas.
Pedimos el pan de cada día con una referencia al Pan Eucarístico.  Imploramos perdón por nuestras ofensas, y pedimos que nos libre del mal que nos separa de Él y de nuestros hermanos. 
En la Oración del Señor –en el “Padrenuestro”– pedimos el «pan de cada día», en el que advertimos una particular referencia al Pan eucarístico, del que tenemos necesidad para vivir como hijos de Dios. Imploramos también «perdona nuestras ofensas», y para ser dignos de recibir el perdón de Dios nos comprometemos en perdonar a los que nos ofenden. Y eso no es fácil. Perdonar a las personas que nos han ofendido no es fácil; es una gracia que debemos pedir: “Señor, enséñame a perdonar como tú me has perdonado”. Es una gracia. Con nuestras fuerzas no podemos: es una gracia del Espíritu Santo perdonar. Así, mientras nos abre el corazón a Dios, el “Padrenuestro” nos
dispone también al amor fraterno. Finalmente, pedimos también a Dios «líbranos del mal» que nos separa de Él y nos divide de nuestros hermanos.

§  Peticiones adecuadas para prepararnos a la Comunión.
El rito de la paz. No es posible comulgar con el único Pan que nos hace un solo Cuerpo en Cristo, sin reconocerse pacificados por el amor fraterno.
Comprendemos bien que estas son peticiones muy adecuadas para prepararnos a la sagrada Comunión (cfr. Ordenación General del Misal Romano, 81). 
En efecto, cuanto pedimos en el “Padrenuestro” se prolonga por la oración del sacerdote que, en nombre de todos, suplica: «Líbranos, Señor, de todos los males, y concédenos la paz en nuestros días». Y luego recibe una especie de sello en el rito de la paz: primero se invoca de Cristo que el don de su paz (cfr. Jn 14,27) –tan distinta de la paz del mundo– haga crecer a la Iglesia en la
unidad y en la paz, según su voluntad; luego, con el gesto concreto de la paz, expresamos «la comunión eclesial y el amor mutuo, antes de comulgar el Sacramento» (OGMR, 82).
En el Rito romano el signo de la paz, situado desde la antigüedad antes de la Comunión, está ordenado a la Comunión eucarística. Según la advertencia de san Pablo, no es posible comulgar con el único Pan que nos hace un solo Cuerpo en Cristo, sin reconocerse pacificados por el amor fraterno (cfr. 1Cor 10,16-17; 11,29). La paz de Cristo no puede arraigar en un corazón incapaz de vivir la fraternidad y de recomponerla tras haberla herido. La paz la da el Señor: Él nos da la gracia de perdonar a los que nos han ofendido.
§  Al gesto de la paz le sigue la Fracción del Pan.
Es el gesto revelador que permitió a los discípulos reconocerlo tras su resurrección.
Al gesto de la paz le sigue la Fracción del Pan, que desde el tiempo apostólico dio nombre a toda la celebración de la Eucaristía (cfr. OGMR, 83; Catecismo de la Iglesia Católica, 1329). Realizado por Jesús durante la Última Cena, partir el Pan es el gesto revelador que permitió a los discípulos reconocerlo tras su resurrección. Recordemos a los discípulos de Emaús que, hablando del encuentro con el Resucitado, cuentan «que lo habían reconocido al partir el pan» (cfr. Lc 24,30-31.35).
La Fracción del Pan va acompañada por la invocación del «Cordero de Dios»,  «que quita el pecado del mundo»
La fracción del Pan eucarístico va acompañada por la invocación del «Cordero de Dios», figura con la que Juan Bautista señaló a Jesús «como el que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). La imagen bíblica del cordero habla de la redención (cfr. Ex 12,1-14; Is 53,7; 1Pe 1,19; Ap 7,14).
Y suplicamos a Cristo Redentor que tenga piedad de nosotros, para disponernos para participar en el convite eucarístico.
En el Pan eucarístico, partido por la vida del mundo, la asamblea orante reconoce al verdadero Cordero de Dios, es decir el Cristo Redentor, y le suplica: «Ten piedad de
nosotros… danos la paz». «Ten piedad de nosotros», «danos la paz» son invocaciones que, desde la oración del “Padrenuestro” hasta la fracción del Pan, nos ayudan a disponer el ánimo para participar en el convite eucarístico, fuente de comunión con Dios y con los hermanos. No olvidemos la gran
oración: la que enseñó Jesús, y que es la oración con la que Él rezaba al Padre. Y esa oración nos prepara a la Comunión.

Vida Cristiana

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