miércoles, 18 de abril de 2018

Domingo 4º de Pascua. Domingo del Buen Pastor. Jornada Mundial de Oraciones por las Vocaciones.

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Ø Domingo 4º de Pascua. Domingo del Buen Pastor. Jornada Mundial de Oraciones por las
Vocaciones. Jesús se presenta a sí mismo como el Buen Pastor. La fe cristiana es ante todo conversión a  Jesucristo: adhesión a su persona, seguimiento. Dios siempre nos sale al encuentro: escuchar, discernir y vivir la llamada.

v  Cfr. Domingo 4 de Pascua, año B

22 de abril de 2018 - Hechos 4, 8-12; Salmo 117; 1 Juan 3, 1-1; Juan 10, 11-18
                  Domingo del Buen Pastor – 55 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones
Juan 10, 11-18: 11 Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; 12 el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; 13 y es que a un asalariado no le importan las ovejas. 14 Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, 15 igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. 16 Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. 17 Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. 18 Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».

Aunque son pastores humanos quienes gobiernan a las ovejas,
sin embargo es Cristo mismo el que sin cesar las guía y alimenta;
El, el Buen Pastor y Cabeza de los pastores, que dio su vida por las ovejas.
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 754)

1. Jesús es el Buen Pastor


v  1. Catecismo de la Iglesia Católica

o   Aunque son pastores humanos quienes gobiernan a las ovejas, sin embargo es Cristo mismo el que sin cesar las guía y alimenta

·         n. 754 "La Iglesia, en efecto, es el redil cuya puerta única y necesaria es Cristo (Juan 10, 1-
10). Es también el rebaño cuyo pastor será el mismo Dios, como él mismo anunció (cf. Isaías 40, 11; Ezequiel 34, 11-31). Aunque son pastores humanos quienes gobiernan a las ovejas, sin embargo es Cristo mismo el que sin cesar las guía y alimenta; El, el Buen Pastor y Cabeza de los pastores (cf. Juan 10, 11; 1 Pedro 5, 4), que dio su vida por las ovejas (cf. Juan 10, 11-15)".

v  2. Nuestra correspondencia: conversión a Jesucristo en la fe y en el amor

o   La fe cristiana es ante todo conversión a  Jesucristo: adhesión a su persona, seguimiento.

·         “Mirad si sois de verdad sus ovejas, si le conocéis, si habéis alcanzado la luz de su verdad. Si
le conocéis, digo, no sólo por la fe, sino también por el amor; no sólo por la credulidad, sino también por las obras. Porque el mismo Juan Evangelista, que nos dice lo que acabamos de oir, añada también: «Quien dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso»” (San Gregorio Magno  (540-604), hom.14,3)
·         La fe cristiana es ante todo conversión a  Jesucristo: adhesión a su persona, seguimiento. Pensar, juzgar,
vivir, como Él. Esta conversión dura toda la vida: desde el inicio hasta llegar “a la medida de la plenitud de Cristo” (Efesios 4, 13).

v  3. Jesús  se presenta a sí mismo como buen pastor: evangelio de hoy

·         Juan 10, 14-17 : 14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, 15 como
me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. 16 También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño,  un solo pastor. 17 Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo.

v  4. Algunas características del adjetivo “buen”. 

                      Cfr. Temi di Predicazione – Omelie, Editrice Domenicana Italiana 2/2012, Ciclo B. Claudio
                           Doglio,Quarta domenica di Pasqua, Vangelo, Esegesi.

o   a) Da la vida por las ovejas  (vv. 11, 15, 17 y 18).

  • El adjetivo “bueno” se puede entender en el sentido de “auténtico, justo, válido”, el pastor “por
excelencia”, el único capaz de realizar en plenitud la promesa de Dios de ser pastor de su pueblo. “El buen pastor ofrece la vida por las ovejas” (v. 11b); éste es su estilo y su connotación esencial que se repite en los versículos 15, 17 y 18.
En el v. 8 se distingue de otros, cualificados como “ladrones y salteadores”, y se contrapone a la figura metafórica del “mercenario” que trabaja por un estipendio y le interesa la paga y no las ovejas. Dentro del adjetivo bueno está la disponibilidad para perder la vida por el otro. 
Por otra parte, el término pastor es usado para designar a los jefes (sobre todo los reyes de Israel), a los responsables de la comunidad y la diversas autoridades (civiles, políticas, militares, religiosas). Durante el Exilio, el profeta Ezequiel escribió una página muy dura contra los pastores de Israel, porque fueron culpables de la ruina del pueblo, de la dispersión del rebaño. Sin embargo, Dios prometió a través de la voz del profeta una intervención suya personal en el futuro: se presenta como el pastor que hará bien su trabajo, buscará a sus ovejas y cuidará de ellas.
Ezequiel 34, 11-14: 11 Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él. 12 Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas. Las recobraré de todos los lugares donde se habían dispersado en día de nubes y brumas. 13 Las sacaré de en medio de los pueblos, las reuniré de los países, y las llevaré de nuevo a su suelo. Las pastorearé por los montes de Israel, por los barrancos y por todos los poblados de esta tierra. 14 Las apacentaré en buenos pastos, y su majada estará en los montes de la excelsa Israel. Allí reposarán en buena majada; y pacerán pingües pastos por los montes de Israel.
  • En la tradición judía, existía la convicción de que el Señor fuese personalmente el auténtico
pastor de Israel y de que los diversos jefes fuesen sus delegados.

o    b) Conoce a sus ovejas y las ovejas le conocen (v. 14)

  • En el lenguaje bíblico, el verbo conocer no indica una noción abstracta y teórica, sino una relación de
profundo afecto, de amistad auténtica, un vínculo fuerte y apasionado. Aunque se emplee todavía el término “ovejas”, se supera la imagen y las afirmaciones se refieren a las personas humanas y su relación con Dios mismo; se trata de una relación semejante a la que une a las personas divinas (v. 15: “como el Padre me conoce y yo conozco a mi Padre” ….).

o   c) La obra de Jesús parte históricamente de Israel pero es pastor también de los otros pueblos.  

  • La obra de Jesús (dar su vida) tiene una perspectiva universal, se refiere a la humanidad,
aunque tenga su punto de partida históricamente en Israel (“este aprisco”, v. 16). Aparece el proyecto de Dios de la unificación de la humanidad, reconciliada en la escucha del único pastor.

o   d) Jesús, Buen Pastor,  se sometió libremente a la voluntad del Padre. El Catecismo de la Iglesia Católica habla expresamente de esta característica del Buen Pastor.

·         n.  569: Jesús ha subido voluntariamente a Jerusalén sabiendo perfectamente que allí moriría de
muerte violenta a causa de la contradicción de los pecadores. (Cf Hebreos 12, 3).
·         n.  599: La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación de
circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios, como lo explica S. Pedro a los judíos de Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés: «Fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios» (Hechos 2, 23). Este lenguaje bíblico no significa que los que han «entregado a Jesús» (Hechos 3, 13) fuesen solamente ejecutores pasivos de un drama escrito de antemano por Dios.
·         n.  CCE n. 609: Jesús acepta libremente el amor redentor del Padre.

2. Del mensaje de Francisco (3 de diciembre de 2017) para la 55 Jornada Mundial de

Oración por las Vocaciones, que se celebra el 22 de abril de 2018.


v  Dios siempre nos sale al encuentro y es el Dios-con-nosotros, que pasa por los caminos a  veces polvorientos de nuestra vida.

o   Por nuestra parte, es necesario «escuchar», «discernir» y «vivir».

§  Así fructificamos nuestros talentos y somos instrumentos de salvación.
También en estos tiempos inquietos en que vivimos, el misterio de la Encarnación nos recuerda que Dios siempre nos sale al encuentro y es el Dios-con-nosotros, que pasa por los caminos a veces polvorientos de nuestra vida y, conociendo nuestra ardiente nostalgia de amor y felicidad, nos llama a la alegría. En la diversidad y la especificidad de cada vocación, personal y eclesial, se necesita escuchardiscernir vivir esta palabra que nos llama desde lo alto y que, a la vez que nos permite hacer fructificar nuestros talentos, nos hace también instrumentos de salvación en el mundo y nos orienta a la plena felicidad.
Estos tres aspectos —escuchadiscernimiento y vida— encuadran también el comienzo de la misión de Jesús, quien, después de los días de oración y de lucha en el desierto, va a su sinagoga de Nazaret, y allí se pone a la escucha de la Palabra, discierne el contenido de la misión que el Padre le ha confiado y anuncia que ha venido a realizarla «hoy» (cf. Lc 4,16-21).

o   Escuchar

§  Dios vienes de  modo silencioso y discreto, sin imponerse a nuestra libertad
Es necesario entonces prepararse para escuchar con profundidad su Palabra
La llamada del Señor —cabe decir— no es tan evidente como todo aquello que podemos oír, ver o tocar en nuestra experiencia cotidiana. Dios viene de modo silencioso y discreto, sin imponerse a nuestra libertad. Así puede ocurrir que su voz quede silenciada por las numerosas preocupaciones y tensiones que llenan nuestra mente y nuestro corazón.
Es necesario entonces prepararse para escuchar con profundidad su Palabra y la vida, prestar atención a los detalles de nuestra vida diaria, aprender a leer los acontecimientos con los ojos de la fe, y mantenerse abiertos a las sorpresas del Espíritu.
Si permanecemos encerrados en nosotros mismos, en nuestras costumbres y en la apatía de quien desperdicia su vida en el círculo restringido del propio yo, no podremos descubrir la llamada especial y personal que Dios ha pensado para nosotros, perderemos la oportunidad de soñar a lo grande y de convertirnos en protagonistas de la historia única y original que Dios quiere escribir con nosotros.
También Jesús fue llamado y enviado; para ello tuvo que, en silencio, escuchar y leer la Palabra en la sinagoga y así, con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, pudo descubrir plenamente su significado, referido a su propia persona y a la historia del pueblo de Israel.
Esta actitud es hoy cada vez más difícil, inmersos como estamos en una sociedad ruidosa, en el delirio de la abundancia de estímulos y de información que llenan nuestras jornadas. Al ruido exterior, que a veces domina nuestras ciudades y nuestros barrios, corresponde a menudo una dispersión y confusión interior, que no nos permite detenernos, saborear el gusto de la contemplación, reflexionar con serenidad sobre los acontecimientos de nuestra vida y llevar a cabo un fecundo discernimiento, confiados en el diligente designio de Dios para nosotros.
Como sabemos, el Reino de Dios llega sin hacer ruido y sin llamar la atención (cf. Lc 17,21), y sólo podemos percibir sus signos cuando, al igual que el profeta Elías, sabemos entrar en las profundidades de nuestro espíritu, dejando que se abra al imperceptible soplo de la brisa divina (cf. 1 R 19,11-13).

o   Discernir

§  El discernimiento espiritual del contenido de la misión
Sacude la falsa tranquilidad de la conciencia que ha olvidado la Palabra del Señor, discierne los acontecimientos a la luz de la promesa de Dios y ayuda al pueblo a distinguir las señales de la aurora en las tinieblas de la historia.
Jesús, leyendo en la sinagoga de Nazaret el pasaje del profeta Isaías, discierne el contenido de la misión para la que fue enviado y lo anuncia a los que esperaban al Mesías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19).
Del mismo modo, cada uno de nosotros puede descubrir su propia vocación sólo mediante el discernimiento espiritual, un «proceso por el cual la persona llega a realizar, en el diálogo con el Señor y escuchando la voz del Espíritu, las elecciones fundamentales, empezando por la del estado de vida» (Sínodo de los Obispos, XV Asamblea General Ordinaria, Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, II, 2).
Descubrimos, en particular, que la vocación cristiana siempre tiene una dimensión profética. Como nos enseña la Escritura, los profetas son enviados al pueblo en situaciones de gran precariedad material y de crisis espiritual y moral, para dirigir palabras de conversión, de esperanza y de consuelo en nombre de Dios. Como un viento que levanta el polvo, el profeta sacude la falsa tranquilidad de la conciencia que ha olvidado la Palabra del Señor, discierne los acontecimientos a la luz de la promesa de Dios y ayuda al pueblo a distinguir las señales de la aurora en las tinieblas de la historia.
También hoy tenemos mucha necesidad del discernimiento y de la profecía; de superar las tentaciones de la ideología y del fatalismo y descubrir, en la relación con el Señor, los lugares, los instrumentos y las situaciones a través de las cuales él nos llama. Todo cristiano debería desarrollar la capacidad de «leer desde dentro» la vida e intuir hacia dónde y qué es lo que el Señor le pide para ser continuador de su misión.

o   Vivir

§  Cada uno de nosotros está llamado a convertirse en testigo del Señor aquí y ahora.
¡La vocación es hoy! No llega a nosotros si permanecemos asomados a la ventana, con la excusa de esperar siempre un tiempo más adecuado.
No podemos esperar a ser perfectos para responder con nuestro generoso «aquí estoy», ni asustarnos de nuestros límites y de nuestros pecados.

Por último, Jesús anuncia la novedad del momento presente, que entusiasmará a muchos y endurecerá a otros: el tiempo se ha cumplido y el Mesías anunciado por Isaías es él, ungido para liberar a los prisioneros, devolver la vista a los ciegos y proclamar el amor misericordioso de Dios a toda criatura. Precisamente «hoy —afirma Jesús— se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc 4,20).
La alegría del Evangelio, que nos abre al encuentro con Dios y con los hermanos, no puede esperar nuestras lentitudes y desidias; no llega a nosotros si permanecemos asomados a la ventana, con la excusa de esperar siempre un tiempo más adecuado; tampoco se realiza en nosotros si no asumimos hoy mismo el riesgo de hacer una elección. ¡La vocación es hoy! ¡La misión cristiana es para el presente! Y cada uno de nosotros está llamado —a la vida laical, en el matrimonio; a la sacerdotal, en el ministerio ordenado, o a la de especial consagración— a convertirse en testigo del Señor, aquí y ahora.
Este «hoy» proclamado por Jesús nos da la seguridad de que Dios, en efecto, sigue «bajando» para salvar a esta humanidad nuestra y hacernos partícipes de su misión. El Señor nos sigue llamando a vivir con él y a seguirlo en una relación de especial cercanía, directamente a su servicio. Y si nos hace entender que nos llama a consagrarnos totalmente a su Reino, no debemos tener miedo. Es hermoso —y es una gracia inmensa— estar consagrados a Dios y al servicio de los hermanos, totalmente y para siempre.
El Señor sigue llamando hoy para que le sigan. No podemos esperar a ser perfectos para responder con nuestro generoso «aquí estoy», ni asustarnos de nuestros límites y de nuestros pecados, sino escuchar su voz con corazón abierto, discernir nuestra misión personal en la Iglesia y en el mundo, y vivirla en el hoy que Dios nos da.


Vida Cristiana

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