miércoles, 20 de junio de 2018

Solemnidad de San Juan Bautista, 24 de junio de 2018




Ø Solemnidad de S. Juan  Bautista,  24 de junio de 2018. La vocación de Juan el Bautista: fue
elegido para preparar la venida de Jesús, el Mesías, Siervo de Dios. La vocación cristiana. Dios llama y concede la capacidad para cumplir la misión encomendada. El Siervo se sabe elegido por Dios desde el seno materno.  Juan dirige las personas hacia Jesús. La fe y la vocación de cristianos afectan a toda nuestra existencia, y no sólo a una parte. Diversos aspectos del trabajo del hombre que aparece como participación en la obra creadora de Dios

v  Cfr. Solemnidad de San Juan Bautista, 24 de junio de 2018

      En lugar del Domingo 12 del Tiempo Ordinario 2018
      Isaías 49, 1-6; Salmo 139 (138) 1-3.13-14.15; Hechos 13, 22-26; Evangelio: Lucas 1, 57-
      66.80;
      Cfr. Temi di predicazione – Omelie – Editrice domenicana italiana, 103 nuova serie, Luca de
      Santis, o.p., Natività San Giovanni Battista, pp, 27-31

Isaías 49, 1-6:  1  ¡Oídme, islas, atended, pueblos lejanos! El Señor me llamó  desde el seno materno, desde las entrañas de mi madre pronunció mi nombre. 2 . Hizo de mi boca espada afilada, en la sombra de su mano me encubrió; hizo de mí una flecha aguzada, en su aljaba me guardó. 3 . Y me dijo: « Tú eres mi siervo Israel, en quien me glorío. » 4 . Yo me decía: « En balde me he fatigado, en vano e inútilmente he gastado mi fuerza. Sin embargo, mi juicio pertenece al Señor, y mi recompensa está en mi Dios » 5 . Ahora dice el Señor, el que me formó desde el seno materno para ser su siervo, para hacer que Jacob volviese a él, y para reunirle a Israel, pues soy estimado a los ojos del Señor y mi Dios ha venido a ser mi fortaleza. 6 . «Muy poco es que seas mi siervo, para restaurar a las tribus de Jacob, y  hacer volver los supervivientes de Israel. Te he puesto para ser  luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta los extremos de la tierra.»
Salmo 139, 1-3.13-15:  1 Señor , Tú me examinas y me conoces; 2  sabes cuándo me siento y cuándo me levanto. Penetras mis pensamientos desde lejos; 3 Camine o descanse, Tú lo adviertes; te son familiares todas mis sendas. 13 has formado mis entrañas, me has plasmado en el vientre de mi madre. 14 Te doy gracias porque me has hecho como un prodigio: tus obras son  maravillosas, bien lo sabe mi alma. 15 No se te ocultaban mis huesos cuando iba yo siendo hecho en secreto, cuando era formado en lo profundo  de la tierra.
Hechos 13, 22-26: En aquellos días, decía Pablo: 22 Dios suscitó como rey de Israel a David, de quien precisamente dio este testimonio: He encontrado a David, el hijo de Jesé, un hombre según mi corazón, que realizará todo lo que yo quiera. 23 De la descendencia de éste, Dios, según la Promesa, ha suscitado para Israel un Salvador, Jesús. 24 Juan predicó como precursor, ante su venida, un bautismo de conversión a todo el pueblo de Israel. 25 Al final de su carrera, Juan decía: "Yo no soy el que vosotros os pensáis, sino mirad que viene detrás de mí aquel a quien no soy digno de desatar las sandalias de los pies." 26 «Hermanos, hijos de la raza de Abraham, y cuantos entre vosotros temen a Dios: a vosotros ha sido enviada esta  Palabra de salvación.
Lucas 1, 57-66.80: 57 Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. 58 Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. 59 Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, 60 pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan.» 61 Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre.» 62 Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. 63           El pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Y todos quedaron admirados. 64 Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. 65 Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; 66 todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?» Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. 80 El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.

 

LA VOCACIÓN DE JUAN EL BAUTISTA:

ELEGIDO PARA PREPARAR  LA VENIDA  DEL MESÍAS


Se prodigó con todas sus fuerzas para preparar a los hombres de su tiempo para la inminente venida del Mesías. Jesús mismo lo saludó como el más grande de los profetas. Como el Bautista, cada cristiano debe sentirse llamado a  ayudar a los hombres a caminar hacia Cristo, Salvador único y universal.

La liturgia de hoy nos invita a reflexionar sobre la vocación cristiana, como obra de Dios que comienza incluso antes de que el hombre exista: es un modo de señalar ya sea la gratuidad de la elección de parte de Dios, ya sea la dedicación total en la respuesta por parte del hombre. Cuando quien es llamado descubre la invitación de Dios, no puede reservarse nada para sí: palabras, pensamientos, acciones.

1. La vocación en cada una de las Lecturas: diversos aspectos.


v  A. En el Evangelio, Lucas 1, 57-66.80


§  La mano del Señor estaba en Juan el Bautista
·         El evangelista resalta por los comentarios de los vecinos y parientes (1, 58),  que  la nueva
vida que había venido a la luz era obra de la gran misericordia que Dios había manifestado a Isabel, preparando de este modo la elección del nombre del niño: Juan, en efecto, significa “Dios es misericordioso”. (cfr. de Santis, p. 28). 
·         “El prodigio que acompaña la circuncisión de Juan (vv. 59-66) se suma al prodigio de su
nacimiento de una mujer estéril y de un hombre ya anciano (circunstancia que Lucas señala repitiéndola dos veces: 1, 7.18), y, de este modo, se justifica el temor que suscita al hecho y el que se hablase de ello. Ciertamente la mano del Señor estaba con él (1,66)” (de Santis, p. 28).

v  B. En la primera lectura, Isaías 49, 1-6

  • Es el segundo de los Cantos del Siervo de Dios.
·         Se lee el martes de la Semana Santa.  En el NT se aplica esta figura del Siervo de Yahvé a
Jesús de Nazaret, mediador de la salvación para todas las naciones.
§  Dios llama y concede la capacidad para cumplir la misión encomendada. El Siervo se sabe elegido por Dios desde el seno materno.
·         La iniciativa es de Dios: el siervo se sabe elegido por Dios desde el seno materno (v. 1),
como Jeremías (1,5), y le concede los dones necesarios para que colabore eficazmente en la misión que le ha sido encomendada (v. 2).
·         “El profeta es consciente de que su misión tiene un inicio que precede su existencia. El
descubrimiento de la vocación y la adhesión a un designio que supera la dimensión humana, es el reconocimiento y la acogida de una invitación por la que el primer sorprendido es quien ha sido llamado, quien, al medir la propia inadecuación, reconoce la gratuidad de la elección y aprende que el fundamento de su acción está en Dios que lo  ha llamado. Todo esto el profeta lo ha expresado con una referencia al tiempo antes del nacimiento, cuando - mientras su cuerpo estaba todavía en formación, escondido en el seno de la madre - Dios ha pronunciado su nombre, fórmula que puede significar la asignación de un encargo (v.1)” (de Santis, p. 29).
·         San Agustín, Confesiones X, c. 19: Pídeme lo que quieras y dame lo que me pides

v  C. En la segunda lectura, Hechos 13, 22-26


§  Juan dirige las personas hacia Jesús
·         San Pablo recuerda la afirmación de Juan el Bautista: "Yo no soy el que vosotros os
pensáis, sino mirad que viene detrás de mí aquel a quien no soy digno de desatar las sandalias de los pies." Por muy grande que hubiese sido su fama, está claro el hecho de que su actividad tiene una función subalterna en relación con Jesús, ya que su cometido era el de anunciar la inminente venida del Salvador.

v  D. En el Salmo Responsorial: 138, 1-3.13-15

·         El salmista manifiesta (vv. 1-3) su convicción de que es conocido por Dios perfectamente:
“sabe cuando se sienta y cuando se alza, es decir conoce su actividad y su reposo; tiene un conocimiento que no se limita sólo a lo que se ve exteriormente; en efecto, Dios conoce también los pensamientos, a los que llega por la capacidad de penetrar también en lo que no se ve. Y también conoce todos los caminos del salmista, es decir, sus decisiones y las formas concretas que asumirán. Se trata de un conocimiento total y profundo, que es una prerrogativa exclusiva de Dios” (De Santis, p. 30). 
·         En el versículo 13, el salmista explica el por qué de ese conocimiento de Dios: “Conoce
tan bien porque el hombre es criatura suya. Dios lo ha tejido cuando todavía estaba en el seno materno, creando las entrañas, es decir, según el lenguaje sapiencial, lo que tiene que ver con los sentimientos que, desde el punto de vista anatómico, no se ven porque no son directamente accesibles a la mirada. Este conocimiento de Dios, que escruta todo, no es visto por el salmista como una presencia entrometida e indiscreta, sino que es percibido como motivo de agradecimiento, como aparece en el v. 14: “yo te doy gracias por tantas maravillas: prodigio soy, prodigios son tus obras”.(de Santis, p. 30). 
·         Libros poéticos y sapienciales, Eunsa 2001, salmo 139, 13-18: “Dios interviene asimismo
en la vida entera del hombre: en concepción (v. 13) y en los bienes que recibe a lo largo de su existencia. El salmista es bien consciente de ello (v. 14), y lo explica proclamando de nuevo la omnisciencia divina (vv. 15-16). Las expresiones poéticas del v. 15 para indicar el origen del hombre en el seno materno – en secreto, lo profundo de la tierra – asumen la consideración de que el hombre viene de la tierra y vuelve a la tierra (cfr Gn 2,7). (...)

2. Algunos comentarios

 

v  Es Cristo que pasa  

§  La vocación divina nos da una misión, enciende una luz que hace reconocer el sentido de la existencia ...  n. 45
La vocación divina nos da una misión, nos invita a participar en la tarea única de la Iglesia, para ser así testimonio de Cristo ante nuestros iguales los hombres y llevar todas las cosas hacia Dios.
La vocación enciende una luz que nos hace reconocer el sentido de nuestra existencia. Es convencerse, con el resplandor de la fe, del porqué de nuestra realidad terrena. Nuestra vida, la presente, la pasada y la que vendrá, cobra un relieve nuevo, una profundidad que antes no sospechábamos. Todos los sucesos y acontecimientos ocupan ahora su verdadero sitio: entendemos adónde quiere conducirnos el Señor, y nos sentimos como arrollados por ese encargo que se nos confía.
Dios nos saca de las tinieblas de nuestra ignorancia, de nuestro caminar incierto entre las incidencias de la historia, y nos llama con voz fuerte, como un día lo hizo con Pedro y con Andrés: Venite post me, et faciam vos fieri piscatores hominum (Mt 4, 19), seguidme y yo os haré pescadores de hombres, cualquiera que sea el puesto que en el mundo ocupemos.
El que vive de fe puede encontrar la dificultad y la lucha, el dolor y hasta la amargura, pero nunca el desánimo ni la angustia porque sabe que su vida sirve, sabe para qué ha venido a esta tierra. Ego sum lux mundi —exclamó Cristo—; qui sequitur me non ambulat in tenebris, sed habebit lumen vitæ (Jn 8, 12). Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina a oscuras, sino que poseerá la luz de la vida. (...)
§  La fe y la vocación de cristianos afectan a toda nuestra existencia, y no sólo a una parte. Las realidades que no son ajenas a los planes divinos  n. 46
La fe y la vocación de cristianos afectan a toda nuestra existencia, y no sólo a una parte. Las relaciones con Dios son necesariamente relaciones de entrega, y asumen un sentido de totalidad. La actitud del hombre de fe es mirar la vida, con todas sus dimensiones, desde una perspectiva nueva: la que nos da Dios.
Vosotros, que celebráis hoy conmigo esta fiesta de San José, sois todos hombres dedicados al trabajo en diversas profesiones humanas, formáis diversos hogares, pertenecéis a tan distintas naciones, razas y lenguas. Os habéis educado en aulas de centros docentes o en talleres y oficinas, habéis ejercido durante años vuestra profesión, habéis entablado relaciones profesionales y personales con vuestros compañeros, habéis participado en la solución de los problemas colectivos de vuestras empresas y de vuestra sociedad.
Pues bien: os recuerdo, una vez más, que todo eso no es ajeno a los planes divinos. Vuestra vocación humana es parte, y parte importante, de vuestra vocación divina. Esta es la razón por la cual os tenéis que santificar, contribuyendo al mismo tiempo a la santificación de los demás, de vuestros iguales, precisamente santificando vuestro trabajo y vuestro ambiente: esa profesión u oficio que llena vuestros días, que da fisonomía peculiar a vuestra personalidad humana, que es vuestra manera de estar en el mundo; ese hogar, esa familia vuestra; y esa nación, en la que habéis nacido y a la que amáis
§  Diversos aspectos del trabajo del hombre, perspectivas que se alargan para el cristiano  n. 47
(...)
Es hora de que los cristianos digamos muy alto que el trabajo es un don de Dios, y que no tiene ningún sentido dividir a los hombres en diversas categorías según los tipos de trabajo, considerando unas tareas más nobles que otras. El trabajo, todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre, de su domino sobre la creación. Es ocasión de desarrollo de la propia personalidad. Es vínculo de unión con los demás seres, fuente de recursos para sostener a la propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que se vive, y al progreso de toda la Humanidad.
Para un cristiano, esas perspectivas se alargan y se amplían. Porque el trabajo aparece como participación en la obra creadora de Dios, que, al crear al hombre, lo bendijo diciéndole: Procread y multiplicaos y henchid la tierra y sojuzgadla, y dominad en los peces del mar, y en las aves del cielo, y en todo animal que se mueve sobre la tierra. Porque, además, al haber sido asumido por Cristo, el trabajo se nos presenta como realidad redimida y redentora: no sólo es el ámbito en el que el hombre vive, sino medio y camino de santidad, realidad santificable y santificadora.

§  El trabajo profesional es también apostolado, ocasión de entrega a los demás hombres, para revelarles a Cristo y llevarles hacia Dios Padre   n. 49
El trabajo profesional es también apostolado, ocasión de entrega a los demás hombres, para revelarles a Cristo y llevarles hacia Dios Padre, consecuencia de la caridad que el Espíritu Santo derrama en las almas. (...) Con vuestro trabajo mismo, con las iniciativas que se promuevan a partir de esa tarea, en vuestras conversaciones, en vuestro trato, podéis y debéis concretar ese precepto apostólico.
Si trabajamos con este espíritu, nuestra vida, en medio de las limitaciones propias de la condición terrena, será un anticipo de la gloria del cielo, de esa comunidad con Dios y con los santos, en la que sólo reinará el amor, la entrega, la fidelidad, la amistad, la alegría. En vuestra ocupación profesional, ordinaria y corriente, encontraréis la materia —real, consistente, valiosa— para realizar toda la vida cristiana, para actualizar la gracia que nos viene de Cristo.
En esa tarea profesional vuestra, hecha cara a Dios, se pondrán en juego la fe, la esperanza y la caridad. Sus incidencias, las relaciones y problemas que trae consigo vuestra labor, alimentarán vuestra oración. El esfuerzo para sacar adelante la propia ocupación ordinaria, será ocasión de vivir esa Cruz que es esencial para el cristiano. La experiencia de vuestra debilidad, los fracasos que existen siempre en todo esfuerzo humano, os darán más realismo, más humildad, más comprensión con los demás. Los éxitos y las alegrías os invitarán a dar gracias, y a pensar que no vivís para vosotros mismos, sino para el servicio de los demás y de Dios.

2. La vocación de todo cristiano

 

v  Ser testimonio de Cristo 

·         El cometido de Juan “era el de orientar los corazones hacia Jesús, el de «preparar un
pueblo para Jesucristo», como dice la oración colecta de la Misa de hoy. Así, el verdadero discípulo que se interesa por el reino de Dios, debe ser capaz de ser como el índice que apunta hacia su Señor, debe desviar la atención sobre Dios, debe proclamar no sus tesis sino la voluntad divina, debe alegrarse cuando ve que los demás no se paran junto a él sino que se dirigen hacia quien él ha indicado. No en vano el célebre Juan Bautista de Mathias Grünewald, en la “Crucifixión” del altar de Isenheim (museo de Colmar en la Alsacia alemana) está pintado con un enorme índice que se dirige al Crucifijo. En esa figura se resume la historia del Precursor” (Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno C, Piemme 1999, p 370).
·         El cristiano debe ser siempre precursor de Cristo, señal viva de su presencia en medio de
los hombres.
·         «Los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los
creyentes de hoy no sólo « hablar » de Cristo, sino en cierto modo hacérselo « ver ». ¿Y no es quizá cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resplandecer también su rostro ante las generaciones del nuevo milenio?»  (Juan Pablo II, Novo millennio ineunte, 16).
·         Un programa de vida cristiana: « El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el
Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste. Es un programa que no cambia al variar los tiempos y las culturas, aunque tiene cuenta del tiempo y de la cultura para un verdadero diálogo y una comunicación eficaz.»  (Juan Pablo II,  Novo millennio ineunte, 29). 

3. Juan el Bautista en el Catecismo de la Iglesia Católica


v  «Vino como testigo para dar testimonio de la luz»


·         CEC 719: Juan es «más que un profeta» (Lc 7, 26). En él, el Espíritu Santo consuma el
«hablar por los profetas». Juan termina el ciclo de los profetas inaugurado por Elías (Cf Mt 11, 13-14). Anuncia la inminencia de la consolación de Israel, es la «voz» del Consolador que llega (Jn 1, 23) (Cf Is 40, 1-3.). Como lo hará el Espíritu de Verdad, «vino como testigo para dar testimonio de la luz» (Jn 1, 7) (Cf Jn 15, 26; 5, 33). Con respecto a Juan, el Espíritu colma así las «indagaciones de los profetas» y el ansia de los ángeles (Cf 1 P 1, 10-12): «Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo... Y yo lo he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios... He ahí el Cordero de Dios» (Jn 1, 33-36).



Vida Cristiana

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