domingo, 25 de noviembre de 2018

Domingo Solemnidad Cristo Rey 2018




[Chiesa/Omelie1/Cristo/Re/34B18CristoReinaEquivalenteJesúsEsElSeñor]
  • Solemnidad de Cristo Rey (25 de noviembre de 2018). El reinado de Cristo. El señorío de Cristo.

  • Cfr. Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo – ciclo B - 25 noviembre 2018

Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno B, Piemme 1996 //Vincenzo Raffa, Liturgia Festiva, Tipografía Poliglota Vaticana , 1983 //Sagrada Biblia, Nuevo Testamento, Facultad de Teología, Universidad de Navarra, 1999// Es Cristo que pasa, Homilía «Cristo Rey».

Juan 18, 33-37: 33 Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» 34 Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?» 35 Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» 36 Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.» 37 Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.»
Daniel 7, 13-14: 13 Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia. 14 A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás.
Apocalipsis 1: 5 y de parte de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados 6 . y ha hecho de nosotros un Reino de Sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. 7 . Mirad, viene acompañado de nubes: todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por él harán duelo todas las razas de la tierra. Sí. Amén. 8 Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, « Aquel que es, que era y que va a venir », el Todopoderoso.
CRISTO REINA. SU EQUIVALENTE EN LA PROFESIÓN DE FE.
«JESÚS ES EL SEÑOR»:
EL SEÑORÍO DE CRISTO EN NUESTRAS VIDAS
  1. JESÚS ES EL SEÑOR

  • Filipenses 2.5-11:
5 Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.
6 El cual, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a Dios;
7 al contrario, se despojó de sí mismo
tomando la condición de esclavo,
hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia,
8 se humilló a sí mismo,
hecho obediente hasta la muerte,
y una muerte de cruz.
9 Por eso Dios lo exaltó sobre todo
y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre;
10 de modo que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
11 y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.
  • Dios le dio a Jesús un nombre sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo y en la tierra, y toda legua proclame que Jesucristo es el Señor (cfr. vv. 9-11)
  • Algunas consecuencias:

  • Juan 1, 3-4: Todo se hizo por él … en él estaba la vida, y la vida era la luz de los
hombres.
  • Juan 1, 10-12: En el mundo estaba, y el mundo se hizo por él, y el mundo no le conoció.
Vino a los suyos y los suyos no le recibieron. Pero a cuantos le recibieron les dio la potestad de ser hijos de Dios.
“«Les dio poder para ser hijos de Dios. Esta es la fuerza que transforma interiormente al
hombre, como principio de una vida nueva que no se desvanece y no pasa, sino que dura hasta la vida eterna (cfr. Juan 4,14)». (San Juan Pablo II, Redemptor hominis, n. 18). Es decir, por la filiación divina que se adquiere mediante la unión con Cristo a través del Bautismo podemos participar, real y sobrenaturalmente, de la vida de Dios (cfr. 2 Pedro 1,4)” (Cfr. Nuevo Testamento, EUNSA, 2004, Comentario a Juan 1, 1-18).

  • EN EL CREDO O PROFESIÓN DE FE, DECIMOS:

  • “Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor”.

  • EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

  • El Nuevo Testamento utiliza en este sentido fuerte el título "Señor" para el Padre, pero lo emplea también, y aquí está la novedad, para Jesús reconociéndolo como Dios

  • n. 446: En la traducción griega de los libros del Antiguo Testamento, el nombre inefable con el
cual Dios se reveló a Moisés (cf. Ex 3, 14), YHWH, es traducido por Kyrios ["Señor"]. Señor se convierte desde entonces en el nombre más habitual para designar la divinidad misma del Dios de Israel. El Nuevo Testamento utiliza en este sentido fuerte el título "Señor" para el Padre, pero lo emplea también, y aquí está la novedad, para Jesús reconociéndolo como Dios (cf. 1 Co 2,8).

  • A lo largo de toda su vida pública sus actos de dominio sobre la naturaleza, sobre las enfermedades, sobre los demonios, sobre la muerte y el pecado, demostraban su soberanía divina.

  • n. 447: El mismo Jesús se atribuye de forma velada este título cuando discute con los fariseos
sobre el sentido del Salmo 109 (cf. Mt 22, 41-46; cf. también Hch 2, 34-36; Hb 1, 13), pero también de manera explícita al dirigirse a sus Apóstoles (cf. Jn 13, 13). A lo largo de toda su vida pública sus actos de dominio sobre la naturaleza, sobre las enfermedades, sobre los demonios, sobre la muerte y el pecado, demostraban su soberanía divina.
  • El título Señor expresa el reconocimiento del misterio divino de Jesús, respeto y confianza en los que se le acercan, connotación de amor y de afecto propio de la tradición cristiana.

  • n. 448: Con mucha frecuencia, en los evangelios, hay personas que se dirigen a Jesús
llamándole “Señor”. Este título expresa el respeto y la confianza de los que se acercan a Jesús y esperan de Él socorro y curación (cf. Mt 8, 2; 14, 30; 15, 22, etc.). Bajo la moción del Espíritu Santo, expresa el reconocimiento del misterio divino de Jesús (cf. Lc 1, 43; 2, 11). En el encuentro con Jesús resucitado, se convierte en adoración: "Señor mío y Dios mío" (Jn20, 28). Entonces toma una connotación de amor y de afecto que quedará como propio de la tradición cristiana: "¡Es el Señor!" (Jn 21, 7).
  • Jesús es de "condición divina" y Dios Padre manifestó esta soberanía de Jesús resucitándolo de entre los muertos y exaltándolo a su gloria.

  • n. 449: Atribuyendo a Jesús el título de Señor, las primeras confesiones de fe de la Iglesia

afirman desde el principio (cf. Hch 2, 34-36) que el poder, el honor y la gloria debidos a Dios Padre convienen también a Jesús (cf. Rm 9, 5; Tt 2, 13; Ap 5, 13) porque Él es de "condición divina" (Flp 2, 6) y porque el Padre manifestó esta soberanía de Jesús resucitándolo de entre los muertos y exaltándolo a su gloria (cf. Rm 10, 9;1 Co 12, 3; Flp 2,11).
  • La afirmación del señorío de Jesús sobre el mundo y sobre la historia significa también reconocer que el hombre no debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal sino sólo a Dios Padre y al Señor Jesucristo: César no es el "Señor".

  • n. 450: Desde el comienzo de la historia cristiana, la afirmación del señorío de Jesús sobre el
mundo y sobre la historia (cf. Ap 11, 15) significa también reconocer que el hombre no debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal sino sólo a Dios Padre y al Señor Jesucristo: César no es el "Señor" (cf. Mc 12, 17; Hch 5, 29)." La Iglesia cree que la clave, el centro y el fin de toda historia humana se encuentra en su Señor y Maestro" (GS 10, 2; cf. 45, 2).
  • La oración cristiana está marcada por el título "Señor".

  • n. 451: La oración cristiana está marcada por el título “Señor”, ya sea en la invitación a la
oración "el Señor esté con vosotros", o en su conclusión "por Jesucristo nuestro Señor" o incluso en la exclamación llena de confianza y de esperanza: Maran atha ("¡el Señor viene!") o Marana tha ("¡Ven, Señor!") (1 Co 16, 22): "¡Amén! ¡ven, Señor Jesús!" (Ap 22, 20).
  1. MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO

Evangelio de hoy, Juan 18, 36

  • No es un proyecto político tutelado por el aparato militar; es un reino de amor y de paz.

  • El Señor recalca que su reino no es de este mundo: “Mi reino no es de este mundo ... si mi reino fuese de
    este mundo ... mi reino no es de aquí”. (v. 36).
  • Ravasi o.c. p. 336: “No se trata, por tanto, de un proyecto político ni de una estrategia socio-económica
o militar. Jesús, al recordar que todo poder se funda sobre el aparato militar, contrapone su solitaria debilidad, no tutelada por guardias del cuerpo o de legiones terrenas, como prueba de la diversidad radical positiva de la realeza de Cristo”.
  • Cristo afirma que no se funda sobre servidores que están obligados a combatir para defenderlo (Juan
    18, 36); de esto se habla claramente en el ya citado Prefacio de la Misa: «un Reino eterno y universal: Reino de la verdad y de la vida, Reino de la santidad y de la gracia, Reino de la justicia, del amor y de la paz». Jesús no es rey en sentido político, como Pilato podía entenderlo.
  • Eternidad y trascendencia del reino

  • Ravasi p. 337: “Todas las lecturas de la solemnidad subrayan la eternidad, la trascendencia – y, por
tanto, la indestructibilidad – de este pequeño reino, de este semen escondido en la tierra de la historia. En la celebre visión mesiánica de Daniel (primera lectura) el Hijo del hombre está revestido por Dios «de un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás». El Salmo 92 (93) exalta el trono divino que «para siempre está firme». Y el Cristo del Apocalipsis (segunda lectura) es el Alfa y Omega de la historia, es decir, la primera y la última palabra de nuestra vida humana, es «el que es, el que era y el que ha de venir», abraza en sí las tres dimensiones del tiempo, el pasado, el presente y el futuro”.
  1. EL REINADO DE CRISTO SOBRE EL MUNDO INTERIOR DEL HOMBRE


  • Si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo nos domine el pecado.

  • Orígenes, Sobre la oración, cap. 25: “Con respecto al reino de Dios, hay que tener también esto en
cuenta: del mismo modo que no tiene que ver la luz con las tinieblas, ni la justicia con la maldad, ni pueden estar de acuerdo Cristo y el diablo (Cf. 2 Cor 6, 14-15), así tampoco pueden coexistir el reino de Dios y el reino del pecado.
Por consiguiente, si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo el pecado siga dominando nuestro cuerpo mortal (Romanos 6,12), antes bien, mortifiquemos todo lo terreno que hay en nosotros (Cf. Colosenses 3,5) y fructifiquemos por el Espíritu; de este modo, Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso espiritual y reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará en nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se sentará hasta que todos sus enemigos que hay en nosotros sean puestos por estrado de sus pies, y sean reducidos a la nada en nosotros todos los principados, todos los poderes y todas las fuerzas”.
  • Los cristianos vencemos el reino del pecado con una vida santa.

  • Catecismo de la Iglesia Católica n. 908: Por su obediencia hasta la muerte (Cf Filipenses 2, 8-
    9), Cristo ha comunicado a sus discípulos el don de la libertad regia, «para que vencieran en sí mismos, con la propia renuncia y una vida santa, al reino del pecado» (Lumen gentium 36).
El que somete su propio cuerpo y domina su alma, sin dejarse llevar por las pasiones es dueño de sí mismo: se puede llamar rey porque es capaz de gobernar su propia persona; es libre e independiente y no se deja cautivar por una esclavitud culpable (S. Ambrosio, Psal. 118, 14, 30: PL 15, 1403A.).
  • Catecismo de la Iglesia Católica n. 549: Al liberar a algunos hombres de los males terrenos del
hambre (cf. Jn 6,5-15), de la injusticia (cf. Lc 19,8), de la enfermedad y de la muerte (cf. Mt 11,5), Jesús realizó unos signos mesiánicos; no obstante, no vino para abolir todos los males aquí abajo (cf. Lc 12, 13.14; Jn 18, 36), sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado (cf. Jn 8,34-36), que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres humanas.
  • El reinado sobre los propios afectos, sentimientos y tendencias: ser dueños de la actividad del pensamiento, de la fantasía y del instinto

  • Vincenzo Raffa o.c. n. 871: “Una manera de ejercitar la realeza, por parte nuestra, con Cristo, como
prenda de la vida eterna, es el dominio de sí, no por cálculo humano sino por solidaridad con Cristo. Y esto es un don del Espíritu Santo (Gálatas 5, 22-23: 22 «En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, 23 mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley»).
Es realeza divina reinar sobre el mundo interior de los propios afectos, sentimientos y tendencias; ser dueños de la actividad del pensamiento, de la fantasía, del ámbito instintivo; coordinar la propia existencia y orientarla conscientemente y firmemente hacia un fin; resistir a los estímulos contrarios del mundo exterior. (...) No como simple fruto de especiales técnicas psico-físicas, que refuerzan el yo y su concentración. No por estos o semejantes motivos, sino principalmente para una perfecta liberación espiritual como imitación de la realeza victoriosa de Cristo”.
  • A este tipo de realeza se refieren diversas exhortaciones de San Pablo en sus Cartas.

  • Colosenses 3, 5-15: 5 Por tanto, mortificad vuestros miembros terrenos: fornicación, impureza,
pasiones, malos deseos y la codicia, que es una idolatría, 6 todo lo cual atrae la cólera de Dios sobre los rebeldes, 7 y que también vosotros practicasteis en otro tiempo, cuando vivíais entre ellas. 8 Mas ahora, desechad también vosotros todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y palabras groseras, lejos de vuestra boca. 9 No os mintáis unos a otros. Despojaos del hombre viejo con sus obras, 10 y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento pefecto, según la imagen de su Creador, 11 donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos. 12 Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, 13 soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. 14 Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección. 15 Y que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos.
  • Romanos 6, 12-23: 12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a
sus apetencias. 13 Ni hagáis ya de vuestros miembros armas de injusticia al servicio del pecado; sino más bien ofreceos vosotros mismos a Dios como muertos retornados a la vida; y vuestros miembros, como armas de justicia al servicio de Dios. 14 Pues el pecado no dominará ya sobre vosotros, ya que no estáis bajo la ley sino bajo la gracia.
  • 1 Corintios 6, 19-20: 19 ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, que está
en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? 20 Habéis sido comprados mediante un precio. Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo.
  • Cfr. también Gálatas 5, 1-26.
  • Con el pecado el hombre pierde el dominio interior; con la Redención recupera la imagen perdida.

  • Vincenzo Raffa o.c.: n. 871 “Con el pecado el hombre perdió el dominio interior, llegando a ser
esclavo de la concupiscencia (Rom 6, 12-23). Se convirtió en un rey sin corona. La redención le da la posibilidad de volver a tener el poder perdido y re-adquirir la imagen del Soberano (Col 3, 18). Puede volver a adquirir aquella imagen que estuvo siempre presente en Cristo, en grado perfectísimo. (Rom. 8,29).
La imagen de la supremacía divina es una gloria que se proyecta de Cristo sobre el rostro de todo bautizado, hasta transfigurarlo: «Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu» (1 Cor 3,18)”.

4. LA REALEZA Y EL ESPÍRITU DE SERVICIO: EL REINADO DE CRISTO NO TIENE COMO LEY EL DOMINIO SOBRE LOS DEMÁS.
  • No tiene como ley el dominio, sino el servicio (cfr. Marcos 10, 41-45). No se construye sobre la
prevaricación sino sobre la justicia.

  • A) Para el cristiano «servir es reinar».

  • Catecismo de la Iglesia Católica n. 786: (...) Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de
todos, no habiendo «venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20, 28). Para el cristiano, «servir es reinar» (Lumen gentium, 36) particularmente «en los pobres y en los que sufren» donde descubre «la imagen de su Fundador pobre y sufriente» (Lumen gentium, 8). El pueblo de Dios realiza su «dignidad regia» viviendo conforme a esta vocación de servir con Cristo.
  • B) Si dejamos que Cristo reine en nuestra alma, también los cristianos seremos servidores de todos los hombres.

  • San Josemaría, Es Cristo que pasa, 182: “Si dejamos que Cristo reine en nuestra alma, no nos
    convertiremos en dominadores, seremos servidores de todos los hombres. Servicio. ¡Cómo me gusta esta palabra! Servir a mi Rey y, por El, a todos los que han sido redimidos con su sangre. ¡Si los cristianos supiésemos servir! Vamos a confiar al Señor nuestra decisión de aprender a realizar esta tarea de servicio, porque sólo sirviendo podremos conocer y amar a Cristo, y darlo a conocer y lograr que otros más lo amen”.
5. LA VOCACIÓN CRISTIANA: NUESTRA PARTICIPACIÓN EN LA REALEZA DE CRISTO. LOS CRISTIANOS REINAMOS SIRVIENDO.
  • Reinar es servir y servir es reinar

  • La dignidad de la realeza se expresa en la disponibilidad para servir

dominándose a uno mismo.

  • A la vez, el «servir» exige tal madurez espiritual que es necesario definirla como el «reinar».
Cfr. Juan Pablo II, Enc. Redemptor hominis, n. 21

  • El Concilio Vaticano II, construyendo desde la misma base la imagen de la Iglesia como Pueblo de
Dios --a través de la indicación de la triple misión del mismo Cristo, participando en ella, nosotros formamos verdaderamente parte del pueblo de Dios-- ha puesto de relieve también esta característica de la vocación cristiana, que puede definirse « real ». Para presentar toda la riqueza de la doctrina conciliar, haría falta citar numerosos capítulos y párrafos de la Constitución Lumen gentium y otros documentos conciliares. En medio de tanta riqueza, parece que emerge un elemento: la participación en la misión real de Cristo, o sea el hecho de re-descubrir en sí y en los demás la particular dignidad de nuestra vocación, que puede definirse como « realeza». Esta dignidad se expresa en la disponibilidad a servir, según el ejemplo de Cristo, que « no ha venido para ser servido, sino para servir». (Mt 20, 28). Si, por consiguiente, a la luz de esta actitud de Cristo se puede verdaderamente « reinar » sólo « sirviendo », a la vez el «servir » exige tal madurez espiritual que es necesario definirla como el « reinar». Para poder servir digna y eficazmente a los otros, hay que saber dominarse, es necesario poseer las virtudes que hacen posible tal dominio. Nuestra participación en la misión real de Cristo - concretamente en su « función real » (munus) - está íntimamente unida a todo el campo de la moral cristiana y a la vez humana”.

Vida Cristiana

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