viernes, 6 de abril de 2018

2º Domingo de Pascua o de la Misericordia Divina, Ciclo B, 8 de abril de 2018




[Chiesa/Omelie1/Pasqua/2PascuaB18MisericordiaDivinaSacramentoConfesión]

Ø Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia (2018) Ciclo B. La misericordia de Dios es eterna. Salmos que hablan de la misericordia de Dios. Una ola de misericordia que inunda toda la humanidad. Una imagen de la Divina Misericordia: la del costado traspasado de Cristo, del que salen sangre y agua. La conversión a Dios consiste siempre en descubrir su misericordia. No hay pecado humano que pueda limitar la misericordia de Dios. El confesor. La confesión es un acto de honradez y valentía: un acto de entrega de nosotros mismos, más allá del pecado, a la misericordia de un Dios que ama y perdona. Es un tribunal, sobre todo, de misericordia.


v  Cfr. 2º Domingo de Pascua o de la Misericordia Divina, Ciclo B, 8 de abril de  2018

Evangelio Juan 20, 19-31; Salmo Responsorial: 117, 2-4.16ab-18.22-24; Hechos 4, 32-
35; 1 Juan 5, 1-6
Salmo Responsorial (117): R/. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia  [o, Aleluya]
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
Juan 20, 19-31: 19 Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con vosotros". 20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría. 21 De nuevo les dijo Jesús: "La paz esté con vosotros. Como el Padre me ha enviado, así os envío yo". 22 Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid al Espíritu Santo. 23 A quienes les perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos". 24 Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25 Los otros discípulos le dijeron: "Hemos visto al Señor". Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré". Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con vosotros". 27 Luego le dijo a Tomás: "Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree". 28 Tomás le respondió: '¡Señor mío y Dios mío!' 29 Jesús añadió: "Tú crees porque me has visto. Dichosos los que creen sin haber visto". 30 Muchos otros signos hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritas en este libro. 31 Sin embargo, éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga Israel: «El Señor es bueno.
Eterna es su misericordia».
(Salmo responsorial, 118 [Vg 117], 2º Domingo de Pascua)

1. Introducción


v  A. Declaración oficial del 2º Domingo de Pascua como «Domingo de la Divina Misericordia»

- El segundo domingo de Pascua es llamado “Domingo de la Misericordia divina”: - El 5 de mayo del 2000 la Congregación del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos de la Santa Sede declaró el Segundo Domingo de Pascua, es decir, el domingo siguiente al Domingo de Resurrección, como “Segundo Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia”. El Papa dispuso que se conservaran los mismos textos tanto en el Misal Romano, como en la Liturgia de las Horas.
- Juan Pablo II: “En todo el mundo el Segundo Domingo de Pascua recibirá el nombre de Domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al género humano en los años venideros”.

v  B. Otros salmos que hablan de la misericordia de Dios

o   Salmo 23/22, 6

Tu bondad y misericordia me acompañan todos los días de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor

Por dilatados días.

Este salmo, que comienza con “El Señor es mi pastor, nada me falta”, se recita en la Solemnidad del S. Corazón de Jesús y en la fiesta de Cristo Rey. La bondad y la misericordia de Dios se manifiestan en la humanidad de Cristo.

o   Salmo 31/30, 8

Me alegraré y me gozaré en tu misericordia, pues te has fijado en mi miseria, has comprendido la

angustia de mi alma. No me has entregado en manos del enemigo; has mantenido mis pies en  lugar

espacioso.

o   Salmo 85/84, 8.11

Señor, muéstranos tu misericordia, y danos tu salvación. Misericordia y fidelidad se encontrarán,

Justicia y paz se besarán.

o   Salmo 103/102, 2-4; 8; 11; 14-17.

Bendice a Yahveh, alma mía, no olvides sus muchos beneficios. El, que todas tus culpas perdona, que cura

todas tus dolencias, rescata tu vida de la fosa, te corona de misericordia y compasión. El Señor es compasivo

y misericordioso, lento a la ira y rico en misericordia.  

Como se alzan los cielos por encima de la tierra, así de grande es su misericordia para quienes le
temen. Pues Él conoce de qué estamos hechos, recuerda  que somos polvo. ¡El hombre! Como la hierba son sus días, florece como flor silvestre; sobre él pasa el viento y deja de existir, ni se reconoce más su sitio. Pero la misericordia del Señor dura desde siempre, y para siempre con los que le temen; y su justicia con  los hijos de los hijos,

o   Salmo 138/137, 2.8

Me postraré hacia tu Templo santo, y daré gracias a tu nombre por tu misericordia y tu fidelidad, porque has engendrado tu promesa por encima de todo nombre. El Señor concluirá todo en favor mío. Señor tu misericordia es eterna: no abandones la obra de tus manos.

o   Salmo 144, 2 (Vg 143)

Misericordia mía, fortaleza mía/mi alcázar mi libertador;/mi escudo en el que me protejo,/el que me somete los pueblos.

v  C. Las dos raíces de la palabra misericordia.

-          Misericordia es una palabra compuesta por dos raíces: miseria (misereor) y corazón  (cordis).
“Es, efectivamente, un sentimiento compuesto de piedad y de compasión que nace en el corazón del hombre de la consideración de la miseria de la condición humana. La misericordia solamente se da hacia el hombre.  También Dios es, con nosotros, «clemente y compasivo, paciente y lleno de amor» por el mismo motivo, «porque  - dice el salmista – sabe de qué  [de qué pasta] estamos hechos, se acuerda de que somos polvo y de que los días del hombre son como la hierba: florecen como la flor del campo, que cuando la roza el viento deja de existir». (Sal 103)”. (Raniero Cantalamessa, La parola e la vita, anno A, Città Nuova luglio 1992, 24 dom tempo ordinario).

v  D. De las heridas de las manos de Jesús, de sus pies y sobre todo de su costado traspasado brota una ola de misericordia que inunda toda la humanidad.

-          Juan Pablo II, 22 abril 2001: “El evangelio, que acabamos de proclamar, nos ayuda a captar
plenamente el sentido y el valor de este don. El evangelista san Juan nos hace compartir la emoción que experimentaron los Apóstoles durante el encuentro con Cristo, después de su resurrección. Nuestra atención se centra en el gesto del Maestro, que transmite a los discípulos temerosos y atónitos la misión de ser ministros de la misericordia divina. Les muestra sus manos y su costado con los signos de su pasión, y les comunica: "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo" (Juan 20, 21). E inmediatamente después "exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos"" (Juan 20, 22-23). Jesús les confía el don de "perdonar los pecados", un don que brota de las heridas de sus manos, de sus pies y sobre todo de su costado traspasado. Desde allí una ola de misericordia inunda toda la humanidad.”

v  E. Una imagen de la Divina Misericordia: la del costado traspasado de Cristo, del que salen sangre y agua.

Cfr. Benedicto XVI, Regina caeli, 15 de abril de 202
-          Es muy importante lo que refiere el Evangelio, o sea, que Jesús, en las dos apariciones a los
Apóstoles reunidos en el cenáculo, repitió varias veces el saludo: «Paz a vosotros» (Jn 20, 19.21.26). El saludo tradicional, con el que se desea el shalom, la paz, se convierte aquí en algo nuevo: se convierte en el don de aquella paz que sólo Jesús puede dar, porque es el fruto de su victoria radical sobre el mal. La «paz» que Jesús ofrece a sus amigos es el fruto del amor de Dios que lo llevó a morir en la cruz, a derramar toda su sangre, como Cordero manso y humilde, «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1, 14). Por eso el beato Juan Pablo II quiso dedicar este domingo después de Pascua a la Divina Misericordia, con una imagen bien precisa: la del costado traspasado de Cristo, del que salen sangre y agua, según el testimonio ocular del apóstol san Juan (cf. Jn 19, 34-37). Pero Cristo ya ha resucitado, y de él vivo brotan los sacramentos pascuales del Bautismo y la Eucaristía: los que se acercan a ellos con fe reciben el don de la vida eterna.
Queridos hermanos y hermanas, acojamos el don de la paz que nos ofrece Jesús resucitado; dejémonos llenar el corazón de su misericordia. De esta manera, con la fuerza del Espíritu Santo, el Espíritu que resucitó a Cristo de entre los muertos, también nosotros podemos llevar a los demás estos dones pascuales. Que nos lo obtenga María santísima, Madre de Misericordia.

2. La misericordia de Dios es revelada plenamente en la Cruz. 

     cfr. San Juan Pablo II, Enciclica «Dives in misericordia», nn. 7-8

 - n. 7: “Creer en el Hijo crucificado significa « ver al Padre » (Cfr. Jn 14, 9), significa creer que el amor está presente en el mundo y que este amor es más fuerte que toda clase de mal, en que el hombre, la humanidad, el mundo están metidos. Creer en ese amor significa creer en la misericordia. En efecto, es ésta la dimensión indispensable del amor, es como su segundo nombre y a la vez el modo específico de su revelación y actuación respecto a la realidad del mal presente en el mundo que afecta al hombre y lo asedia, que se insinúa asimismo en su corazón y puede hacerle « perecer en la gehenna ».(Mateo 10, 28)”
- n. 8: “La cruz es la inclinación más profunda de la Divinidad hacia el hombre y todo lo que el hombre — de modo especial en los momentos difíciles y dolorosos — llama su infeliz destino. La cruz es como un toque del amor eterno sobre las heridas más dolorosas de la existencia terrena del hombre, es el cumplimiento, hasta el final, del programa mesiánico que Cristo formuló una vez en la sinagoga de Nazaret (Cfr. Lucas 4, 18-21) y repitió más tarde ante los enviados de Juan Bautista.(Cfr. Lucas 7, 20-23)”.
- n. 8: “De manera particular Dios revela asimismo su misericordia, cuando invita al hombre a la
«misericordia » hacia su Hijo, hacia el Crucificado. Cristo, en cuanto crucificado, es el Verbo que no pasa (Cfr. Mateo 24, 35), es el que está a la puerta y llama al corazón de todo hombre (Cfr. Apocalipsis 3, 20),  sin coartar su libertad, tratando de sacar de esa misma libertad el amor que es no solamente un acto de solidaridad con el Hijo del Hombre que sufre, sino también, en cierto modo, «misericordia» manifestada por cada uno de nosotros al Hijo del Padre eterno”.

3. La conversión a Dios consiste siempre en descubrir su misericordia

     Enc. Dives in misericordia, n. 13
-          “La Iglesia profesa y proclama la conversión. La conversión a Dios consiste siempre en
descubrir su misericordia, es decir, ese amor que es paciente y benigno (Cfr. 1 Cor 13, 4) a medida del Creador y Padre: el amor, al que « Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo » (2 Cor 1, 3) es fiel hasta las últimas  consecuencias en la historia de la alianza con el hombre: hasta la cruz, hasta la muerte y la resurrección de su Hijo. La conversión a Dios es siempre fruto del « reencuentro » de este Padre, rico en misericordia.

v  No hay pecado humano que pueda limitar la misericordia de Dios. Por parte del hombre sólo puede limitarla la falta de buena voluntad.

                  Encíclica Dives in misericordia, n. 13

-          “La misericordia en sí misma, en cuanto perfección de Dios infinito es también infinita.

Infinita pues e inagotable es la prontitud del Padre en acoger a los hijos pródigos que vuelven a casa. Son infinitas la prontitud y la fuerza del perdón que brotan continuamente del valor admirable del sacrificio de su Hijo. No hay pecado humano que prevalezca por encima de esta fuerza y ni siquiera que la limite. Por parte del hombre puede limitarla únicamente la falta de buena voluntad, la falta de prontitud en la conversión y en la penitencia, es decir, su perdurar en la obstinación, oponiéndose a la gracia y a la verdad especialmente frente al testimonio de la cruz y de la resurrección de Cristo”.


4. El sacramento de la confesión es el sacramento de la misericordia divina.


v  A. En el evangelio de hoy, v. 23

·         El texto evangélico de ese domingo (Juan. 20, 19-31) es elocuente en cuanto a la Misericordia
Divina: narra la institución del Sacramento de la Confesión o del Perdón. Es el Sacramento de la Misericordia Divina.

v  B. Catecismo de la Iglesia Católica

o   Los que se acercan al sacramento de la Penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados.

·         n. 1422: «Los que se acercan al sacramento de la Penitencia obtienen de la misericordia de
Dios el perdón de los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones» (Cf Lumen gentium 11).

v  C. El confesor

“A quienes les perdonéis los pecados,
les quedarán perdonados;
a quienes se los retengáis, les serán retenidos".
(Juan 20, 23)

o   Juan Pablo II, al llamar al confesor «ministro de la misericordia de Dios», hace las siguientes observaciones [1]:

-          “El confesor, ministro de la misericordia de Dios, se sentirá comprometido a ofrecer a los fieles,
con plena disponibilidad, su tiempo y su paciencia comprensiva. (...) Exhorto a los sacerdotes de todas las partes del mundo a ser ministros generosos de este sacramento, para que la abundancia de la misericordia divina pueda llegar a toda alma necesitada de purificación y consuelo”.

o   Papa Francisco: el sacerdote es instrumento de la misericordia de Dios en su servicio de parte de Dios para perdonar los pecados.

 Catequesis sobre la fe. 20 de noviembre de 2013
§  También los sacerdotes y los obispos deben confesarse: todos somos pecadores.  
También el Papa se confiesa cada quince días, porque incluso el Papa es un pecador.
-          El perdón de Dios que se nos da en la Iglesia, se nos transmite por medio del ministerio de un
hermano  nuestro, el sacerdote; también él es un hombre que, como nosotros, necesita de misericordia, se convierte verdaderamente en instrumento de misericordia, donándonos el amor sin límites de Dios Padre. También los sacerdotes deben confesarse, también los obispos: todos somos pecadores. También el Papa se confiesa cada quince días, porque incluso el Papa es un pecador. Y el confesor escucha las cosas que yo le digo, me aconseja y me perdona, porque todos tenemos necesidad de este perdón. A veces sucede que escuchamos a alguien que afirma que se confiesa directamente con Dios... Sí, como decía antes, Dios te escucha siempre, pero en el sacramento de la Reconciliación manda a un hermano a traerte el perdón, la seguridad del perdón, en nombre de la Iglesia.
§  El servicio que el sacerdote presta como ministro de parte de Dios para perdonar los pecados es muy delicado.
Ese servicio exige que el sacerdote tenga el corazón en paz, que no maltrate a los fieles, sino que sea apacible, benévolo y misericordioso.
El servicio que el sacerdote presta como ministro de parte de Dios para perdonar los pecados es muy delicado y exige que su corazón esté en paz, que el sacerdote tenga el corazón en paz; que no maltrate a los fieles, sino que sea apacible, benévolo y misericordioso; que sepa sembrar esperanza en los corazones y, sobre todo, que sea consciente de que el hermano o la hermana que se acerca al sacramento de la Reconciliación busca el perdón y lo hace como se acercaban tantas personas a Jesús para que les curase. El sacerdote que no tenga esta disposición de espíritu es mejor que, hasta que no se corrija, no administre este Sacramento. Los fieles penitentes tienen el derecho, todos los fieles tienen el derecho, de encontrar en los sacerdotes a los servidores del perdón de Dios.

v  D. En la Encíclica «Dives in misericordia»: el sacramento de la penitencia o reconciliación es una de las fuentes de la misericordia divina.

·         En la encíclica «Dives in Misericordia» se describen las diversas maneras en las que la Iglesia
«acerca a los hombres a la fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaria y dispensadora. En este ámbito tiene un gran significado la meditación constante de la palabra de Dios, y sobre todo la participación consciente y madura  en la Eucaristía y en el sacramento de la penitencia o reconciliación» [2]. Y trata de practicar la misericordia «usando misericordia» con los demás, viendo en las palabras de Jesús «bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mateo 5,7) una llamada a la acción y al esfuerzo por practicar la misericordia [3]. A este respecto se pueden recordar, como ejemplo emblemático, todos los esfuerzos que se hacen en la educación de las conciencias, en los testimonios de vida, etc. para  “hacer el mundo más humano” [4].

o   La Confesión es un acto de honradez y valentía: un acto de entrega de nosotros mismos, más allá del pecado, a la misericordia de un Dios que ama y perdona [5].

-          San Juan Pablo II, Reconciliatio et paenitentia, n. 31: Os pido que no veáis la Confesión
como un mero intento de liberación psicológica - por más legítimo que esto pueda ser -  sino como un sacramento, un acto litúrgico. La Confesión es un acto de honradez y valentía: un acto de entrega de nosotros mismos, más allá del pecado, a la misericordia de un Dios que ama y perdona. Es un acto del hijo pródigo que regresa a su Padre y es recibido por él con un beso de paz. Es fácil entender por qué “cada confesionario es un lugar privilegiado y bendito desde el cual, canceladas las divisiones, nace nuevo e incontaminado un hombre reconciliado, un mundo reconciliado”.

o   Es un tribunal, sobre todo, de misericordia

-          Es Cristo que pasa, 78: “Si se pierde la sensibilidad para las cosas de Dios, difícilmente se
entenderá el Sacramento de la Penitencia. La confesión sacramental no es un diálogo humano, sino un coloquio divino; es un tribunal, de segura y divina justicia y, sobre todo, de misericordia, con un juez amoroso que no desea la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (Ezequiel 33,11)”.


Vida Cristiana




[1] Discurso a un curso de la Penitenciaría apostólica, sábado 31 de marzo 2001
[2] Dives in misericordia, 13
[3] Cf. Dives in misericordia, n. 14
[4] Cf. Juan Pablo II, Dives in misericordia, n. 14
[5] Juan Pablo II, Homilía durante la Misa en Westover Hills, en San Antonio (Estados Unidos), 13-IX-1987

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