viernes, 27 de abril de 2018

De Dios y de los pobres: por Santiago Agrelo

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos”:
Necesito recordar, Cristo resucitado, esa misteriosa comunión contigo, por la que nosotros, los sarmientos, permanecemos en ti, y tú, la vid, permaneces en nosotros.
Necesito celebrar esa misteriosa comunión contigo, porque, unidos a ti, los sarmientos alcanzamos ya el destino donde nos ha precedido la vid; y tú continúas haciendo con nosotros el camino que nos queda por recorrer.
Necesito saberme en ti y para siempre, Cristo resucitado, si no quiero que me ahogue la evidente comunión de todo mi ser con la muerte de los sueños, con la muerte del hombre, con la banalidad de la muerte, con la banalidad del mal.
Necesito saberte en mí, saberte resucitado en mí, saberte vivo en esta vida mía, que sólo puede merecer ese nombre si eres tú quien vive en ella.
En ti, Cristo resucitado, somos algo más, mucho más, que residuos errantes de una estrella apagada: somos poco menos, sólo poco menos, que el cuerpo de Dios.
Lo que somos en ti, nos permite liberarnos de nosotros mismos, del afán de atesorar, del agobio por la vida y el alimento, de la preocupación por el cuerpo y el vestido.
Lo que tú eres en nosotros, en tu cuerpo, en tu Iglesia, eso nos deja arrodillados a los pies de todos, últimos entre todos, siervos de todos.
Tú, por la encarnación, te has revestido de nosotros; y nosotros, por el bautismo, nos hemos revestido de ti; por la fe en ti, somos uno contigo, somos hijos de Dios.
Contigo permanecemos en Dios; con nosotros tú permaneces en los caminos de la humanidad. Contigo hemos conocido la libertad de todo agobio y preocupación; con nosotros tú continúas haciéndote siervo de todos.
Hoy, después de escuchar la palabra que nutre la fe, después de cantar la dicha de haberte conocido, después de bendecir al Padre de toda gracia, haremos comunión contigo, Cristo resucitado, y contigo, como tú, seremos para siempre de Dios y de los hombres, de Dios y de los pobres.
Feliz domingo.

miércoles, 25 de abril de 2018

5 Pascua Año B 29 de abril de 2018




Domingo 5 de Pascua, Año B (29 de abril de 2018). La imagen de la  vid y los sarmientos[1] .

Permaneced en  Mí. La vida en comunión con Cristo. La vid significa la unión indisoluble de Jesús con los suyos, por medio de Él y con Él se convierten todos en «vid», y su vocación es «permanecer» en la vid. Cristo se convierte, en cierto sentido, en sujeto de todas las acciones vitales del cristiano. El secreto de la fecundidad espiritual es la unión con Dios, que se realiza sobre todo en la Eucaristía. Cada uno de nosotros es como un sarmiento, que sólo vive si hace crecer cada día. La vid ha de ser purificada constantemente. La poda/purificación es una operación dolorosa pero necesaria. Por medio de las lágrimas de las persecuciones y de las pruebas, brotan  las piedras preciosas de la primavera espiritual.  Dios espera uva de su viña, un buen vino.


v  Cfr. 5 Pascua Año B  29 de abril de  2018

Juan 15, 1-8; Hechos 9, 26-31; 1 Juan 3, 18-24

Juan 15, 1-8: 1 «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. 2  Todo sarmiento que en mí no da fruto,  lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. 3 Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. 4 Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. 6  Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento,  y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden [2]. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. 8 La gloria de mi Padre está  en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos.
           
La vida cristiana es  misterio de comunión con Jesús.
La imagen de la vid y los sarmientos significa
la unión indisoluble de Jesús con los suyos.
El cristiano conforma sus pensamientos, palabras y acciones
«con los sentimientos que tuvo Cristo».

1. La vid y los sarmientos es una de las grandes imágenes del Evangelio de Juan.

    Cfr. J. Ratzinger, Jesús de Nazaret, cap. 8, 2: Las grandes imágenes del Evangelio de Juan, La vid
     y el vino, pp. 294-310

o   La vid significa la unión indisoluble de Jesús con los suyos por medio de El y con Él; se convierten todos en «vid», y su vocación es «permanecer» en la vid.

  • “La vid (…) significa la unión indisoluble de Jesús con los suyos que, por medio de El y con
Él, se convierten todos en «vid», y que su vocación es «permanecer» en la vid. Juan no conoce la imagen de Pablo del «cuerpo de Cristo». Sin embargo, la imagen de la vid expresa objetivamente lo mismo: la imposibilidad de separar a Jesús de los suyos, su ser uno con El y en El. Así, las palabras sobre la vid muestran el carácter irrevocable del don concedido por Dios, que nunca será retirado. En la encarnación Dios se ha comprometido a sí mismo; pero al mismo tiempo estas palabras nos hablan de la exigencia de este don, que siempre se dirige de nuevo a nosotros reclamando nuestra respuesta”.

o   La vid ha de ser purificada constantemente.  Los actos de purificación son dolorosos pero necesarios: Dios espera uva de su viña, un buen vino.

  • “Hay que purificarla constantemente. Purificación, fruto, permanencia, mandamiento, amor,
unidad: éstas son las grandes palabras clave de este drama del ser en y con el Hijo en la vid, un drama que el Señor con sus palabras nos pone ante nuestra alma. Purificación: la Iglesia y el individuo siempre necesitan purificarse. Los actos de purificación, tan dolorosos como necesarios, aparecen a lo largo de toda la historia, a lo largo de toda la vida de los hombres que se han entregado a Cristo. En estas purificaciones está siempre presente el misterio de la muerte y la resurrección. Hay que recortar la autoexaltación del hombre y de las instituciones; todo lo que se ha vuelto demasiado grande debe volver de nuevo a la sencillez y a la pobreza del Señor  mismo. Solamente a través de tales actos de mortificación la fecundidad permanece y se renueva.
§  Un buen vino: la justicia, la rectitud, que se alcanza viviendo en la palabra de Dios, en la voluntad de Dios.
La purificación tiende al fruto, nos dice el Señor. ¿Cuál es el fruto que El espera? Veamos en primer lugar el fruto que El mismo ha producido con su muerte y resurrección. Isaías y toda la tradición profética habían dicho que Dios esperaba uvas de su viña y, con ello, un buen vino: una imagen para indicar la justicia, la rectitud, que se alcanza viviendo en la palabra de Dios, en la voluntad de Dios; la misma tradición habla de que Dios, en lugar de eso, no encuentra más que agracejos inútiles y para tirar: una imagen de la vida alejada de la justicia de Dios y que tiende a la injusticia, la corrupción y la violencia. La vid debe dar uva de calidad de la que se pueda obtener, una vez recogida, prensada y fermentada, un vino de calidad”.

v  El secreto de la fecundidad espiritual es la unión con Dios, que se realiza sobre todo en la Eucaristía.

Benedicto XVI, Regina caeli, 14 de mayo de 2016.
·         “En este V domingo de Pascua, la liturgia nos presenta la página del evangelio de san Juan en la que
Jesús, hablando a los discípulos durante la última Cena, los exhorta a permanecer unidos a él como los sarmientos a la vid. Se trata de una parábola realmente significativa, porque expresa con gran eficacia que la vida cristiana es misterio de comunión con Jesús: "El que permanece en mí y yo en él —dice el Señor—, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada" (Jn 15, 5). El secreto de la fecundidad espiritual es la unión con Dios, unión que se realiza sobre todo en la Eucaristía, con razón llamada también "Comunión". Me complace subrayar este misterio de unidad y de amor en este período del año, en el que muchísimas comunidades parroquiales celebran la primera Comunión de los niños. A todos los niños que en estas semanas se encuentran por primera vez con Jesús Eucaristía quiero dirigirles un saludo especial, deseándoles que se conviertan en sarmientos de la Vid, que es Jesús, y crezcan como verdaderos discípulos suyos”.  

v  Cada uno de nosotros es un sarmiento si …

Benedicto XVI, Regina caeli, 6 de mayo de 2012.
·         (…) “Queridos amigos, cada uno de nosotros es como un sarmiento, que sólo vive si hace crecer cada día
Con la oración, con la participación en los sacramentos y con la caridad, su unión con el Señor. Y quien ama a Jesús, la vid verdadera, produce frutos de fe para una abundante cosecha espiritual”. (…)


2. La Iglesia es comunión con Jesús

     Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica

v  La verdadera vid es Cristo, que da vida y fecundidad a los sarmientos, es decir, a nosotros.

§  Jesús asocia a sus discípulos a la misión que Él recibió del Padre
  • n. 859 Jesús los asocia [a sus discípulos] a su misión recibida del Padre: como "el Hijo no puede
hacer nada por su cuenta" (Juan 5,19; Juan 5,30), sino que todo lo recibe del Padre que le ha enviado, así, aquellos a quienes Jesús envía no pueden hacer nada sin Él (cf Juan 15,5) de quien reciben el encargo de la misión y el poder para cumplirla. (…)
§  La Iglesia – Cuerpo de Cristo, nuevo Israel – es comunión con Jesús, realidad que tiene unas consecuencias.
  • n. 787:  “La Iglesia es comunión con Jesús Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su
vida (Cf Marcos 1, 16-20; 3, 13-19); les reveló el Misterio del Reino (Cf Mateo 13, 10-17); les dio parte en su misión, en su alegría (Cf Lucas 10, 17-20) y en sus sufrimientos (Cf Lucas 22, 28-30). Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre Él y los que le sigan: «Permaneced en mí, como yo en vosotros... Yo soy la vid y vosotros los sarmientos» (Juan 15, 4-5). Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: «Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él» (Juan 6, 56).”
§  La verdadera vid es Cristo, que da vida y fecundidad a  los sarmientos.
  • n. 755: "La Iglesia es labranza o campo de Dios (1CO 3,9). En este campo crece el antiguo
olivo cuya raíz santa fueron los patriarcas y en el que tuvo y tendrá lugar la reconciliación de los judíos y de los gentiles (Romanos 11,13-26). El labrador del cielo la plantó como viña selecta (Mateo 21,33-43 par.; cf. Is 5,1-7). La verdadera vid es Cristo, que da vida y fecundidad a los sarmientos, es decir, a nosotros, que permanecemos en él por medio de la Iglesia y que sin él no podemos hacer nada (Juan 15,1-5)".
§  La misión del Espíritu Santo es poner en comunión con Cristo.  El Espíritu Santo es como la savia de la viña del Padre que da su fruto en los sarmientos.
  • n. 1108: La finalidad de la misión del Espíritu Santo en toda acción litúrgica es poner en
comunión con Cristo para formar su Cuerpo. El Espíritu Santo es como la savia de la viña del Padre que da su fruto en los sarmientos (cf Juan 15,1-17 Gálatas 5,22). En la Liturgia se realiza la cooperación más íntima entre el Espíritu Santo y la Iglesia. El Espíritu de Comunión permanece indefectiblemente en la Iglesia, y por eso la Iglesia es el gran sacramento de la comunión divina que reúne a los hijos de Dios dispersos. El fruto del Espíritu en la Liturgia es inseparablemente comunión con la Trinidad Santa y comunión fraterna (cf 1Juan 1,3-7).
§  Por el poder del Espíritu Santo somos sarmientos unidos a la Vid que es él mismo.
  • n. 1988: Por el poder del Espíritu Santo participamos en la Pasión de Cristo, muriendo al
pecado, y en su Resurrección, naciendo a una vida nueva; somos miembros de su Cuerpo que es la Iglesia (cf 1 Corintios 12), sarmientos unidos a la Vid que es él mismo (cf Juan 15,1-4).
§  La persona de Cristo viene a ser, por obra del Espíritu, la norma viva e interior de nuestro obrar.
  • n. 2074 "Sin mí no podéis hacer nada"» - Jesús dice: "Yo soy la vid; vosotros los sarmientos.
El que permanece en mí como yo en él, ése da mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada" (Juan 15, 5). El fruto evocado en estas palabras es la santidad de una vida fecundada por la unión con Cristo. Cuando creemos en Jesucristo, participamos en sus misterios y guardamos sus mandamientos, el Salvador mismo ama en nosotros a su Padre y a sus hermanos, nuestro Padre y nuestros hermanos. Su persona viene a ser, por obra del Espíritu, la norma viva e interior de nuestro obrar. "Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado" (Juan 15, 12).

3. Permanecer en el Señor  - como el sarmiento en la vid -  nos lleva a que Cristo esté presente en nosotros, en nuestras vidas.


o   En el Evangelio de hoy aparece siete veces la palabra «permanecer» en el Señor.

  • En la parte del Evangelio que leemos hoy, siete veces aparece la palabra  «permanecer» en el Señor,
para indicar que, para producir fruto, hemos de vivir la vida en Cristo, es decir, estar en comunión con Él; de modo que produzcamos frutos de vida cristiana, de vida eterna.

o   Cristo se convierte, en cierto sentido, en sujeto de todas las acciones vitales del cristiano

  • “Para mí el vivir es Cristo”  (Filipenses 1,21). Como consecuencia, Cristo se convierte, en
cierto sentido, en sujeto de todas las acciones vitales del cristiano [3]. Se trata de la vida según el Espíritu Santo, por el que hacemos morir en nuestras vidas todo lo que es pecado, esclavitud (la concupiscencia mala, la avaricia, la ira, la mentira, etc. ) para vivir, como criaturas nuevas,  en la libertad de los hijos de Dios ( con entrañas de misericordia, de paciencia, revestidos sobre todo con la caridad, etc. ) [4].
·         Catecismo de la Iglesia Católica, n.  1694: “Incorporados a Cristo por el Bautismo, los cristianos
«están «muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús» (Romanos 6, 11), participando así en la vida del Resucitado (Cf  Colosenses 2, 12). Siguiendo a Cristo y en unión con él (Cf Juan 15, 5), los cristianos pueden ser «imitadores de Dios, como hijos queridos y vivir en el amor» (Efesios 5, 1), conformando sus pensamientos, sus palabras y sus acciones con «los sentimientos que tuvo Cristo» (Filipenses 2, 5) y siguiendo sus ejemplos (Cf  Juan 13, 12-16)”.

4. Cristo se presenta como la «verdadera» vid.

    Cfr. Gianfranco Ravasi,  Secondo le Scritture, Anno B, 4ª edizione settembre 1996 – V domenica di
    Pasqua pp. 128-133

v  La vid  y los sarmientos: Cristo e Israel/Iglesia.

o   La viña, el árbol símbolo de la prosperidad y de la alegría mesiánica.

  • “La comunión entre Dios y el fiel es presentado por Jesús en el evangelio de Juan con una
célebre parábola insertada en el largo testamento que Cristo dejó a sus discípulos en la última tarde de su vida terrena. Como punto central hay una imagen clásica en la Biblia, la de la viña, el árbol símbolo de la prosperidad y de la alegría mesiánica, signo de Israel fiel e infiel: léase, por ejemplo, el grandioso canto de la viña de Isaías (5, 1-7) o el salmo 80 o la parábola de la viña pronunciada por Jesús (Mc 12, 1-11). Uno de los adornos más vistosos del Templo erigido en Jerusalén por Herodes y frecuentado también por Jesús era, precisamente, una vid de oro con racimos altos como un hombre, mientras que el perfil de una vid con sarmientos estaba grabada en las monedas acuñadas por los Hebreos durante la primera revuelta antiromana del 66-70 d-C.
            Jesús, sin embargo, realiza una adaptación muy original sobre aquella imagen muy conocida por sus oyentes. En efecto, Él se identifica explícitamente con la vid pero los sarmientos de esta planta espiritual son los discípulos, es decir, la Iglesia.
            Debemos observar, por lo tanto, más atentamente los detalles de esta identificación.  En primer lugar Cristo se presenta como la «verdadera» vid, tal vez como una alusión a la «falsa» vid, es decir, al árbol lleno de hojas pero capaz de producir solamente uva salvaje y amarga, como había sucedido con el Israel pecador según Isaías. También Jeremías reprochaba al pueblo infiel así: «Yo te había plantado de viña selecta, toda ella de pura cepa. ¿Cómo es que te me mudaste en sarmientos de vid bastarda?» (2, 21) 

o   La poda/purificación

§  a) operación dolorosa pero necesaria. Por medio de las lágrimas de las persecuciones y de las pruebas, brotan  las piedras preciosas de la primavera espiritual.   pp. 129-130
En las palabras de Jesús entra en la escena después el agricultor que poda el sarmiento de la vid. Es una operación dolorosa pero necesaria. Por medio de las lágrimas de las persecuciones y de las pruebas, brotan  las piedras preciosas de la primavera espiritual. En esta operación se configura el trágico destino del sarmiento muerto, que es separado de la linfa vital de la vid. Es también Jeremías quien describe esta realidad e identifica la causa: «Arrancad sus [de la casa de Judá] sarmientos, que no son del Señor» (5,10). Ante los ojos de Jesús, aquella tarde un sarmiento ya arrancado y sin fruto es el de Judá, entregado a la muerte y al mal.
El principio fundamental de la vida cristiana es «permanecer» injertados en la vid espiritual que es Cristo.
            El principio fundamental de la vida cristiana es «permanecer» [5]injertados en la vid espiritual que es Cristo: si el discípulo permanece en Jesús a través de la fe y del amor, Jesús permanece en él con su amor y con  su fecundidad. (...) Si falta esta continua osmosis de vida con Cristo, nuestra vida se vuelve árida y  las acciones mecánicas, las palabras religiosas son sólo sonidos vanos, la frialdad del corazón y la sequedad de la conciencia nos atenazan. (...)
§  b) las manos de Dios son manos de gracia o de dolor, pero siempre manos de amor.  El acto de podar no es una nota desafinada sino un gesto necesario, aunque sea fatigoso.  p. 133
            La poda que hace gemir la vida, es la purificación, es una obra de amor y de favor a pesar del sufrimiento y de la aflicción que genera. En efecto, después de pocas semanas, la vid vuelve a todo su esplendor. La oscuridad del sufrimiento no es total; en su interior se abre un resquicio de esperanza y de luz  «Las manos de Dios, escribía D. Bonhoeffer,  son manos en unos casos de gracia y en otros de dolor, pero siempre son manos de amor».
§  El sufrimiento puede nacer del amor y producir amor. 
El acto de podar no es, por tanto, una nota desafinada sino un gesto necesario, aunque sea fatigoso. En la misma tarde Jesús dijo, usando una imagen delicada: «La mujer, cuando va a dar a luz, está triste porque ha llegado su hora, pero una vez que ha dado a la luz un niño, ya no se acuerda del sufrimiento por la alegría de que ha nacido un hombre en el mundo» (Juan 16,21). Y pocos días antes había declarado, usando un símbolo de la agricultura: «En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no muere al caer en tierra, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto» (Juan 12,24). Entonces, el discurso sobre la vid se convierte en un símbolo de amor y de dolor pero no de forma antitética porque el sufrimiento puede nacer del amor y producir amor. 
§  El símbolo de la viña en el canto a la viña del profeta Isaías.  p. 131
            Isaías, en un admirable «canto de la viña» (5, 1-7) escenifica la desilusión de Dios en relación a Israel, pero en otra página lírica exalta la belleza: «3 Yo, el Señor, soy su guardián. A cada instante la riego. Para que nadie le haga daño, día y noche la guardo. 5 A no ser que se  acoja a mi protección, que haga la paz conmigo, que conmigo haga la paz» (27, 3.5). Jeremías (5, 10; 6,9; 12, 10-11), Ezequiel (15, 1-6; 17, 5-10; 19, 10-14), Oseas (10,1; 14,8) y otros profetas celebran con pasión este símbolo. Y el mismo Jesús lo retomará en sus parábolas de los obreros de la viña (Mt 20, 1-6), de los dos hijos (Mateo 21, 28-32), de  los viñadores homicidas (Mateo 21, 33-44), de la higuera plantada en la viña (Lucas 13, 6-9).

5. Los cristianos hemos sido llamados a convertirnos en una sola cosa con Cristo, a participar de su misma vida divina.

o   No se trata de un encuentro fugaz entre Jesús y sus discípulos.

Se trata de una imagen que explica la profunda relación que hay – debe haber - entre Jesús y sus discípulos: si los sarmientos son una prolongación de la vid, en aquellos corre la misma linfa de la vid, y no pueden vivir separados de ella. Es una estupenda imagen que nos hace comprender que nosotros, los cristianos hemos sido llamados a convertirnos en una sola cosa con Cristo, a participar de su misma vida divina.
Para describir la necesidad absoluta de esa relación del discípulo con Él, Jesús usa siete veces el verbo «permanecer» («menein»), «habitar» en él, «estar» en él. Se trata de vivir uno en el otro, de una permanencia recíproca (vv. 5 y 7). Dios quiere a los suyos unidos íntimamente a él,  para que den frutos, para que lleven el fruto de esta presencia a los demás. No se trata, por tanto, de un encuentro fugaz entre Jesús y sus discípulos. Para inculcar en los suyos esa necesidad de vivir unidos a él, afirmará: «si alguno no permanece en mí es echado fuera como los sarmientos y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden». Se trata de una sutil referencia al juicio final.

o   Permaneced en mí y yo en vosotros (v. 4)

En las cartas de Pablo y en el Evangelio de Juan, son numerosas las alusiones a la habitación del Señor dentro de nosotros. Pablo habla de hacer crecer la Palabra de Dios en cada uno de los creyentes, con una referencia evidente a María, en cinta por obra del Espíritu. San Ambrosio, el gran obispo de Milán y también Orígenes, desarrollan esta idea que podría hacer referencia al profeta Ezequiel del Antiguo Testamento. Este profeta, cerca de seis siglos antes de Cristo dice: “Os daré un corazón nuevo y pondré dentro de vosotros un espíritu nuevo. Quitaré de su carne ese corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Pondré dentro de vosotros mi Espíritu y haré que caminéis según mis mandamientos, que observéis mis leyes y que las pongáis en práctica.”( Ezequiel 36, 26-27).   Se trata de un claro testimonio de hacer un todo uno con nosotros.

o   Amemos de verdad y con las obras

                       2ª Lectura 1 Juan 3, 18-24
Cuando los primeros cristianos se declaraban «santos» lo hacían no ciertamente porque se creyesen perfectos, sino porque tenían conciencia de que disponían de la íntima compañía del Señor y, por tanto, de una fecunda energía transmitida por el Señor. Contaban con esta garantía  para saber que eran capaces de poner algo de su parte para llevar una vida cristiana. 

o   «Al que da fruto lo poda para que dé más fruto»

Evangelio  
Dada la fragilidad de toda criatura, los sarmientos deben ser curados, podados, y así no pierden nada de la energía de Dios. San Pedro explica lo mismo con otra imagen: la del oro purificado por el fuego (cf. 1 Pedro 1, 6-9).  Las diversas pruebas de la vida son el crisol para la purificación, a fin de que se refuerce y nos llenemos de alegría; se trata de una alegría inexplicable.



Vida Cristiana



[1] El sarmiento es el vástago de la vid, largo, delgado, flexible y nudoso, de donde brotan las hojas y los racimos; los
   sarmientos son  ramas alargadas, de unos 15-30 cm., y de 1-2cm. de grosor.  
[2] Tras su poda, se someten a un proceso de secado para perder humedad y facilitar su combustión. Son muy apreciados
   porque se queman pronto y producen brasas suficientes para preparar las comidas.
[3] Cf. Romanos  8, 2.10-11; Filipenses 1,21;  Colosenses 3,3
[4] Cf. Colosenses 3, 1-17
[5]  En la segunda Lectura del domingo 5 de Pascua (1 Juan 3, 18-24), se lee: El que guarda sus mandamientos permanece en Dios y Dios en él;  y por esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado.

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