sábado, 1 de septiembre de 2018

Domingo 22 del tiempo ordinario, Ciclo B. (2018). El corazón. “Toda nuestra obra en esta vida, queridos hermanos, consiste en curar los ojos del corazón para que puedan ver a Dios”




Ø  Domingo 22 del tiempo ordinario, Ciclo B. (2018). El corazón. “Toda nuestra obra en esta vida,

queridos hermanos, consiste en curar los ojos del corazón para que puedan ver a Dios” (San Agustín) En lo profundo del corazón está la raíz de todo bien y, por desgracia, de todo mal. Al conformar nuestro corazón al de Cristo, los cristianos podemos llevar a cabo lo más profundo de la vida: ser un don que se realiza al darse.  Jesús proclama en el Evangelio de hoy que la “pureza” no es una cuestión de una limpieza solamente exterior, sino del “corazón”. Las perversidades salen del corazón y contaminan el hombre. Para que la sociedad asuma un rostro verdaderamente humano y todos puedan afrontar el futuro con confianza, es necesario rehacer al hombre desde dentro. La transformación del corazón es atribuida al Espíritu Santo. Ya los profetas habían dicho al pueblo de Israel que Dios no aceptaba los sacrificios exteriores (la matanza de terneros y machos cabritos para ofrecerlos a Dios) porque tenían el corazón lejos de Él. El corazón es la sede de la personalidad moral. Son obras impuras no sólo «los pecados de la carne» en sentido estricto (fornicación, libertinaje, etc.), sino también la idolatría, los odios, la discordia, la ira, la envidia …  

v  Cfr. Dom. 22 tiempo ordinario, Año B 

 Deuteronomio  4, 1-2.6-8; Santiago 1, 17-18.21-22.27; Marcos 7, 1-8.14-15.21-23
 Salmo 15(14)  - 2 de septiembre  de 2018
Salmo 15 1 Salmo. De David. Yahveh, ¿quién morará en tu tienda? , ¿quién habitará en tu santo monte? 2 El que camina con integridad, el que practica la justicia, el que habla con corazón sincero, 3 y no calumnia con su lengua, no hace mal a su hermano, ni levanta infamia contra su prójimo; 4 el que tiene por vil al réprobo, y honra a los que temen al Señor; el que no se desdice aunque jure en propio daño, 5 el que no presta a usura su dinero, ni acepta soborno contra el inocente. Quien obra así jamás vacilará. 
 Marcos 7 1 . Se reúnen junto a él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. 2. Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas, 3. - es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, 4 y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas -. 5 Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: « ¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras? » 6 . El les dijo: « Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. 7. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres. 8 . Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres. 14 Llamó otra vez a la gente y les dijo: « Oídme todos y entended. 15 Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre.  21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, 22 adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. 23 Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.
Toda nuestra obra en esta vida, queridos hermanos,
consiste en curar los ojos del corazón para que puedan ver a Dios
(San Agustín, Sermo 88, 6)
De dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas …
Las perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.
(Marcos 7, 21.23, Evangelio de hoy)

En lo profundo del corazón está la raíz de todo bien

y, por desgracia, de todo mal.

(Juan Pablo II, 22 de junio de 2003, Discurso en Banja Luka (Bosnia)

1. Jesús proclama en el Evangelio de hoy que la “pureza” no es una cuestión de una limpieza solamente exterior, sino del “corazón”.


v  Las perversidades salen del corazón y contaminan al hombre.

  • Marcos 7: 14 Llamó otra vez a la gente y les dijo: « Oídme todos y entended. 15 Nada hay fuera del hombre
que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre.  21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, 22 adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. 23 Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.  Cfr. Mateo 15, 1-20
  • Se trata de doce  acciones negativas que, en cuanto que son elecciones que hace el hombre en su corazón,
vuelven impuro y contaminado a todo el sujeto, en cada acción es involucrada la totalidad de la existencia humana.

o   Extirpar un vicio del corazón produce sufrimiento y exige fatiga.

                            Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno B, Piemme  4ª edizione, XXII domenica.
·         “Jesús enumera doce acciones que son verdaderamente impuras, no tanto porque sean ritualmente indecorosas, sino
porque son moralmente indignas. Sobre la prostitución, el hurto, el homicidio, el adulterio, sobre la avaricia, la maldad, el fraude, el libertinaje, la envidia, la injuria, la insolencia, sobre la insensatez, se mide la autenticidad de la religiosidad, y no tanto sobre el lavarse las manos antes de comer, o sobre la purificación ritual del lavavajillas … Ciertamente es mucho más sencillo y cómodo adaptarse a un rito de purificación, mientras extirpar  un vicio del corazón produce sufrimiento, exige fatiga … ”.
·         “El corazón en la Biblia designa la conciencia, las decisiones fundamentales y su operatividad. Las verdaderas
impurezas nacen en el remolino de la libertad humana, y ahí debe brotar la genuina observancia, donde se juega el destino del hombre. Y no en la exterioridad de los trajes de ceremonia, de los alimentos rituales, de las frías rúbricas.”  

o   Para que la sociedad asuma un rostro verdaderamente humano y todos puedan afrontar el futuro con confianza, es necesario rehacer al hombre desde dentro.

asuma un rostro verdaderamente humano y todos puedan afrontar el futuro con confianza, es necesario rehacer al hombre desde dentro, curando las heridas y realizando una auténtica purificación de la memoria mediante el perdón recíproco. En lo profundo del corazón está la raíz de todo bien y, por desgracia, de todo mal (cf. Marcos 7,21-23). Allí es donde debe tener lugar el cambio, gracias al cual será posible renovar el entramado social y e
ntablar relaciones humanas abiertas a la colaboración entre las fuerzas vivas del país.

o   Hemos de cultivar la interioridad del hombre: la conversión constante.

·  Como muchos autores señalan, la novedad más profunda del perfeccionamiento del Antiguo Testamento realizado por Jesús es que traslada la ley del exterior al interior, de los labios al corazón,  de «fuera» a «dentro» del hombre.
Marcos, 7: Los escribas y fariseos piden explicaciones a Jesús porque «algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no lavadas» (v. 2). Y preguntan a Jesús: « ¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras? » Jesús denuncia su hipocresía con unos razonamientos muy claros: a) se preocupan de prescripciones  solamente exteriores a los que califica como «preceptos de hombres» (v. 7): se aferran a esta «tradición de los hombres» y «dejan el precepto de Dios» (v. 8); b) lo que hace impuro al hombre son «las cosas que salen del hombre» y «nada hay fuera del hombre que, al entrar en él, pueda hacerlo impuro» (cfr. vv. 15-16.18-19). Antes de acabar su discurso insistirá: «Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades  salen de dentro y contaminan al hombre»  (vv. 21-23). Como se ve, son 12 las «malas intenciones» que pueden anidar en el corazón, una realidad interior al hombre que lleva a la materialidad de los gestos exteriores y que debe ser objeto de  saneamiento: de conversión.
§  Ya los profetas habían dicho al pueblo de Israel que Dios no aceptaba los sacrificios exteriores (la matanza de terneros y machos cabritos para ofrecerlos a Dios) porque tenían el corazón lejos de Él.
·  Ya los profetas habían dicho al pueblo de Israel que Dios no aceptaba los sacrificios exteriores (la matanza de terneros y machos cabritos para ofrecerlos a Yahvé) porque tenían el corazón lejos: “ ¡Estoy harto de holocaustos de carneros y de grasa de animales cebados! La sangre de novillos, corderos y machos cabríos ¡no la quiero! ... No traigáis más ofrendas vanas. ¡Abomino del humo del incienso!  ...  dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien: buscad la justicia, proteged al oprimido ....” (cfr. Isaías 1, 10-17); “Este pueblo se me acerca con la boca, pero su corazón está lejos de mi” (Isaías 29, 13); cfr. Amos 5, 21-24). También los salmos (Cfr. 40, 7-9; 50, 5-15; 51, 18-19) destacan los sentimientos que  deben inspirar el sacrificio exterior: obediencia, acción de gracias, contrición.
·  El Catecismo de la Iglesia Católica explica muy bien esta problemática cuando dice que el sacrificio exterior, para ser auténtico, debe ser expresión del sacrificio espiritual (cfr. nn. 2100; 2611).  

o   Lo que Jesús pide es que nuestras vidas y el culto y los holocaustos no estén desligados de la pureza de corazón.

·  Lo que Jesús pide es que nuestras vidas y el culto y los holocaustos no estén desligados de la pureza de corazón, del ofrecimiento al Señor de la propia vida, de la búsqueda de la santidad personal y de la justicia y del amor hacia  los demás. San Lucas expone, a este respecto, con mucha sencillez las palabras del Señor:   “¡Hay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor de Dios!” (Lucas 11,42).  
·   “Jesucristo desenmascara (...) la hipocresía revestida de legalismo. Hay gentes que, so capa de bien, cumpliendo la mera letra de los preceptos, no cumplen su espíritu; no se abren al amor de Dios y del prójimo, y, bajo la apariencia de honorabilidad, apartan a los hombres del verdadero fervor, haciendo intolerable la virtud.[1]
·  Sencillas son  también otras  palabras del Señor a sus discípulos: «No todo el que me dice: Señor, Señor», entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos».

o   La transformación del corazón, que hará al pueblo capaz de observar plenamente la ley de Dios. Este cambio del corazón es atribuido por Ezequiel a la obra del Espíritu (Ez 36,  6-27),

·  Diccionario Ravasi  Cfr. Enseñanza, II, El conocimiento de Dios: El profeta Jeremías, por su parte, anuncia que en los últimos tiempos Dios establecerá con los hijos de Israel una nueva alianza, dentro de la cual escribirá su ley en su corazón, es decir, en lo que, según la Biblia, es el órgano mismo del conocimiento; en consecuencia, afirma: "No tendrán ya que instruirse mutuamente, diciéndose unos a otros: '¡Conoced al Señor!', pues todos me conocerán, desde el más pequeño al mayor -dice el Señor-, porque perdonaré su crimen y no me acordaré más de sus pecados" (Jr 31,34). La enseñanza escatológica de Yhwh no consiste en la comunicación de nuevas doctrinas o preceptos, sino en una transformación del corazón, que hará al pueblo capaz de observar plenamente la ley de Dios. Este cambio del corazón es atribuido por Ezequiel a la obra del Espíritu (Ez 36,26-27), que aparece así como el maestro interior del pueblo. Por medio del Espíritu Yhwh desempeñará algún día directamente la función de pastor de Israel (Ez 34,11-16 Jr 23,3 Jr 31,10).  
§  Al conformar nuestro corazón al de Cristo, los cristianos podemos llevar a cabo lo más profundo de la vida: ser un don que se realiza al darse.
Juan Pablo II, Catequesis 21/10/1998: Jesús, al obtenernos el don del Espíritu con el sacrificio de su vida, cumple la misión recibida del Padre: "He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Juan 10,10). El Espíritu Santo renueva nuestro corazón (Ezequiel 36,25-27 Jeremías 31,31-34), conformándolo al de Cristo. Así, el cristiano puede "comprender y llevar a cabo el sentido más verdadero y profundo de la vida: ser un don que se realiza al darse" (Evangelium vitae, 49). Esta es la ley nueva, "la ley del Espíritu, que da la vida en Cristo Jesús" (Romanos 8,2). Su expresión fundamental, a imitación del Señor que da la vida por sus amigos (Juan 15,13), es la entrega de si mismo por amor: "Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos" (1Juan 3,14). [La vida según el Espíritu]

v  Cuatro números en el Catecismo de la Iglesia Católica, entre los numerosos - todos importantes - sobre  el corazón.

o   El corazón es la sede de la personalidad moral.

·         n. 2517: El corazón es la sede de la personalidad moral:  “de dentro del corazón salen las intenciones
malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones” (Mt 15, 19). La lucha contra la concupiscencia de la carne pasa por la purificación del corazón:
«Mantente en la simplicidad y en la inocencia, y serás como los niños pequeños que ignoran la perversidad que destruye la vida de los hombres» (Hermas, Pastor 27, 1 [mandatum 2, 1]).

o   La educación de la conciencia garantiza la libertad y genera la paz del corazón.

·         n. 1784: La educación de la conciencia es una tarea de toda la vida. Desde los primeros años despierta al
niño al conocimiento y la práctica de la ley interior reconocida por la conciencia moral. Una educación prudente enseña la virtud; preserva o cura del miedo, del egoísmo y del orgullo, de los insanos sentimientos de culpabilidad y de los movimientos de complacencia, nacidos de la debilidad y de las faltas humanas. La educación de la conciencia garantiza la libertad y engendra la paz del corazón.

o   El corazón es lugar de la decisión, de la verdad, de la alianza, del encuentro de la alianza.

·         n. 2563.  El corazón es la morada donde yo estoy, o donde yo habito (según la expresión
semítica o bíblica: donde yo "me adentro"). Es nuestro centro escondido, inaprensible, ni por nuestra razón ni por la de nadie; sólo el Espíritu de Dios puede sondearlo y conocerlo. Es el lugar de la decisión, en lo más profundo de nuestras tendencias psíquicas. Es el lugar de la verdad, allí donde elegimos entre la vida y la muerte. Es el lugar del encuentro, ya que a imagen de Dios, vivimos en relación: es el lugar de la Alianza.

o   El Reino de los celos pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con un corazón humilde.

·         n. 544.  El Reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con
un corazón humilde. (…) Los declara bienaventurados porque de "ellos es el Reino de los cielos" (Mt 5, 3); a los "pequeños" es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que ha ocultado a los sabios y prudentes (cf. Mt 11, 25). Jesús, desde el pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres; conoce el hambre (cf. Mc 2, 23  - 26; Mt 21, 18), la sed (cf. Jn 4, 6  - 7; Jn 19, 28) y la privación (cf. Lc 9, 58). Aún más: se identifica con los pobres de todas clases y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su Reino (cf. Mt 25, 31  - 46).

2. Son obras impuras no sólo «los pecados de la carne» en sentido estricto (fornicación, libertinaje, etc.), sino también la idolatría, los odios, la discordia, la ira, la envidia …  

Cfr. san Juan Pablo II, Catequesis del 7 de enero de 1981
·         “Pablo, hablando de las «obras de la carne» (cfr. Gálatas 5, 11-21), menciona no sólo «fornicación,
impureza, libertinaje... embriaguez, orgías» - o sea, todo lo que, según un modo objetivo de comprender, tiene el carácter de los «pecados carnales» y del placer sensual unido con la carne - sino que menciona también otros pecados, a los que no solemos atribuir un carácter asimismo «carnal» y «sensual»: «idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias...» (Gálatas 5, 20-21).
            Según nuestras categorías antropológicas (y éticas) nos inclinaríamos más bien a llamar a todas las «obras» aquí enumeradas «pecados del espíritu» humano, en vez de pecados de la «carne». No sin motivo habríamos podido entrever en ellas más bien los efectos de la «concupiscencia de los ojos» o de la «soberbia de la vida» que los efectos de la «concupiscencia de la carne».
            Sin embargo, Pablo las califica a todas como «obras de la carne». Esto se entiende exclusivamente sobre el trasfondo de ese significado más amplio (en cierto sentido metonímico) que en las cartas paulinas asume el término «carne», contrapuesto no sólo y no tanto al «espíritu» humano cuanto al Espíritu Santo que obra en el alma (en el espíritu) del hombre.

3. Breve referencia a la insensatez, la última de las acciones enumeradas por el Señor que salen del corazón y contaminan al hombre.

v  La insensatez [sinónimos: estupidez, tontería, torpeza, necedad …]

·         Se consideran insensatas las personas que en su vida acumulan bienes para sí, pensando que de ello
depende la felicidad. Sin embargo, como se ha escrito muchas veces, la felicidad depende de lo que se da, no de lo que se acumula para sí.
·         Estas personas, después de haber sacrificado toda una vida para acumular bienes, al final se dan cuenta
de que no sólo no poseen los bienes, sino que son ellas mismas  poseídas por los bienes.
·         A este respecto se pueden recordar las palabras de San Agustín sobre aquello que debe constituir la obra
de nuestra vida: “Toda nuestra obra en esta vida, queridos hermanos, consiste en curar los ojos del corazón para que puedan ver a Dios” (Sermo 88, 6).

Vida Cristiana


[1] Cf..  Nuevo Testamento EUNSA,  nota a Lucas 11, 37-54.

viernes, 31 de agosto de 2018

“A mí me lo hicisteis”: por Santiago Agrelo

Lo sabemos desde que hemos sido llamados a la fe: nuestro Dios, aunque siempre escondido, aunque siempre misterio, está siempre cerca de nosotros, tan cerca como lo están de nuestro corazón los mandatos y decretos que nos mandó cumplir, la palabra de la Sagrada Escritura que escuchamos, el Pan de la Eucaristía que recibimos, los pobres con los que nos encontramos.
Dios se nos mostró cercano, bondadoso, pródigo, asombroso, sobrecogedor, en esta tierra que nos confió para que la cuidásemos y la trabajásemos.
Dios se nos hizo cercano como madre y padre que sube a sus hijos sobre sus rodillas, y les enseña a hablar, a discernir lo que lleva a la vida y lo que lleva a la muerte: Dios se nos reveló madre y padre que, con palabras humanas, con lazos humanos, nos ha enseñado a vivir.
Y al llegar a su plenitud los tiempos de la revelación, sin que nadie lo pudiera sospechar, sin que ningún profeta lo hubiese podido intuir, sin que ninguna razón lo pudiese prever, Dios se nos hizo tan cercano que “su Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”: en Cristo, Dios se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza; en Cristo, Dios se vació de sí mismo, “se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos”, y así, como uno cualquiera de nosotros, bajó con los pobres incluso a la muerte y a una muerte de cruz.
Entonces supimos que, en Cristo Jesús, Dios estaba tan cerca de nosotros como lo están los hermanos con quienes convivimos, como lo está la comunidad eclesial a la que pertenecemos, como lo están los necesitados que encontramos, como lo está el pan de la Eucaristía con que Cristo Jesús nos alimenta.
Y si alguien nos preguntase qué hay detrás de esa historia de Dios con nosotros, le diríamos que sólo hay amor, que la razón de todo es el amor, que todo viene del amor y todo lleva al amor, y sólo el amor puede honrar a Dios como Dios quiere ser honrado.
Si no lo honramos con la cercanía del corazón, amándolo allí donde él se nos hace cercano, a Dios sólo lo honraremos con los labios, que es una manera sarcástica de deshonrarlo.
Lo deshonra quien deja a un lado el mandamiento de Dios y se aferra a latines, a vestiduras, a genuflexiones, a sacralidades que son sólo tradiciones humanas.
Lo deshonramos adornando templos y olvidando a los pobres.
Lo deshonramos pidiendo que atienda nuestras oraciones y desoyendo su lamento en los oprimidos.
Lo deshonramos fingiendo recibirlo con respeto en la eucaristía y cubriéndolo de heridas y de injurias y de suciedad en los emigrantes.
Lo deshonramos apropiándonos de lo que fue creado para todos, destruyendo lo que los pobres necesitan para comer, y reduciendo la creación a un basurero.
Y en ese ejercicio blasfemo de honrar a Dios con los labios y dejarlo fuera del corazón, lamentablemente hemos sido pioneros y somos maestros los pueblos que nos decimos de «tradición cristiana».
Si queremos saber qué lugar ocupa Dios en nuestra vida, antes de preguntarnos cuántas veces comulgamos en la eucaristía, habremos de preguntarnos qué lugar ocupan los pobres en nuestro corazón.
Mañana, cuando todo llegue a su fin, todos hemos de escuchar la única verdad que vale la pena reconocer ahora, porque en ello nos va la vida: “A mí me lo hicisteis”.
Feliz encuentro con los pobres en la eucaristía. Feliz encuentro con Cristo resucitado.

miércoles, 29 de agosto de 2018

Despacho parroquial cerrado del 6 al 13/09/2018


Durante el viaje de Peregrinación a Tierra Santa (del 6 al 13/09/2018) el despacho parroquial no abrirá en su horario habitual.

No obstante se atenderá a cualquier asunto por correo electrónico en la dirección:
jesus.cruz@parroquiasantamonica.com


Disculpen las molestias.


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