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[Chiesa/Testos/Pasqua/Ascensión/SolemnidadAscensiónFrutosReconocimientoJesúsEsSeñorJPII]
Ø
Los frutos de
A. La elevación, la ascensión al cielo, significa la
participación de Cristo hombre en el poder y autoridad de Dios mismo: tal
participación se manifiesta en el «envío» del Espíritu el cual recibe de la
redención llevada a cabo por Cristo y realiza la conversión de los corazones.
v El
conjunto de los sucesos pascuales revelan a Jesús definitivamente como Mesías y
Señor
o
San Pablo repite en sus Cartas que Cristo es el
Señor
o
Nadie puede decir “Jesús es el Señor” sino bajo
la acción del Espíritu Santo
o
Jesucristo es el Señor, porque posee la plenitud
del poder 'en los cielos y sobre la tierra'
o
Como Señor, Cristo es
B. Cristo es el Señor de todo el cosmos
C. El Señor es el fin de la historia humana [El Señor
de la historia humana]
D. Cristo es el Señor de
[Chiesa/Testos/Pasqua/Ascensión/SolemnidadAscensiónFrutosReconocimientoJesúsEsSeñorJPII]
Ø
Los frutos de la Ascensión : el
reconocimiento de que Jesús es el Señor. Catequesis sobre la ascensión de Juan Pablo II. La Ascensión
manifiesta que Jesús es el Señor
(19.IV.89) [1]
JESÚS ES EL SEÑOR
A. La elevación, la ascensión al cielo, significa la
participación de Cristo hombre en el poder y autoridad de Dios mismo: tal
participación se manifiesta en el «envío» del Espíritu el cual recibe de la
redención llevada a cabo por Cristo y realiza la conversión de los corazones.
1. El anuncio
de Pedro en el primer discurso pentecostal en Jerusalén es elocuente y solemne:
'A este Jesús Dios lo resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos. Y exaltado por la diestra de Dios ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y
lo ha derramando' (Hech 2, 32)33). 'Sepa, pues, con certeza toda la casa de
Israel que Dios ha constituido Señor y
Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado' (Hech 2 36). Estas
palabras (dirigidas a la multitud compuesta por los habitantes de aquella
ciudad y por los peregrinos que habían llegado de diversas partes para la
fiesta) proclaman la elevación de Cristo
(crucificado y resucitado) 'a la derecha de Dios'. La 'elevación', o sea, la ascensión al cielo, significa la
participación de Cristo hombre en el poder y autoridad de Dios mismo. Tal
participación en el poder y autoridad de Dios Uno y Trino se manifiesta en el
'envío' del Consolador, Espíritu de la verdad, el cual 'recibiendo' (Cfr. Jn
16, 14) de la redención llevada a cabo por Cristo, realiza la conversión de los
corazones humanos. Tanto es así, que ya aquel día, en Jerusalén, 'al oír esto
sintieron el corazón compungido' (Hech 2, 37). Y es sabido que en pocos días se
produjeron miles de conversiones.
v El
conjunto de los sucesos pascuales revelan a Jesús definitivamente como Mesías y
Señor
2. Con el
conjunto de los sucesos pascuales, a los que se refiere el Apóstol Pedro en el
discurso de Pentecostés, Jesús se reveló definitivamente como Mesías enviado
por el Padre y como Señor.
La conciencia
de que Él era 'el Señor', había entrado ya de alguna manera en el ámbito de los
Apóstoles durante la actividad prepascual de Cristo. El mismo alude a este
hecho en la última Cena: 'Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís
bien porque lo soy' (Jn 13,17). Esto explica porque los Evangelistas hablan de
Cristo 'Señor' como de un dato admitido comúnmente en las comunidades
cristianas. En particular, Lucas pone ya ese término en boca del ángel que
anuncia el nacimiento de Jesús a los pastores: 'Os ha nacido un salvador que es
el Cristo Señor' (Lc 2, 11 ) . En muchos otros lugares usa el mismo apelativo
(Cfr. Lc 7, 13; 10, 1; 10, 41; 11, 39; 12, 42; 13, 15; 17, 6; 22, 61). Pero es
cierto que el conjunto de los sucesos pascuales ha consolidado definitivamente
esta conciencia. A la luz de estos sucesos es necesario leer la palabra 'Señor'
referida también a la vida y actividad anterior del Mesías. Sin embargo, es
necesario profundizar sobre todo el contenido y el significado que la palabra
tiene en el contexto de la elevación y de la glorificación de Cristo
resucitado, en su ascensión al cielo.
o
San Pablo repite en sus Cartas que Cristo es el
Señor
3. Una de las
afirmaciones más repetidas en las Cartas paulinas es que Cristo es el Señor. Es
conocido el pasaje de la
Primera Carta a los Corintios donde Pablo proclama: 'Para
nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las
cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas
las cosa y por el cual somos nosotros' (1 Cor 8,6; cfr. 16, 22; Rom 10, 9; Col
2, 6). Y el de la Carta
a los Filipenses, donde Pablo presenta como Señor a Cristo, que humillado hasta
la muerte, ha sido también exaltado 'para que al nombre de Jesús toda rodilla
se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese
que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre' (Flp 2, 10)11).
o
Nadie puede decir “Jesús es el Señor” sino bajo
la acción del Espíritu Santo
Pero Pablo
subraya que 'nadie puede decir: "Jesús es Señor'' sino bajo la acción del
Espíritu Santo' (1 Cor 12, 3). Por tanto 'bajo la acción del Espíritu Santo'
también el Apóstol Tomás dice a Cristo, que se le apareció después de la
resurrección: 'Señor mío y Dios mío' (Jn 20, 28). Y lo mismo se debe decir del
diácono Esteban, que durante la lapidación ora: 'Señor Jesús, recibe mi
espíritu no les tengas en cuenta este pecado' (Hech 7, 59)60).
Finalmente, el
Apocalipsis concluye el ciclo de la historia sagrada y de la revelación con la
invocación de la Esposa
y del Espíritu: 'Ven, Señor Jesús' (Ap 22, 20).
Es el misterio
de la acción del Espíritu Santo 'vivificante' que introduce continuamente en
los corazones la luz para reconocer a Cristo, la gracia para interiorizar en
nosotros su vida, la fuerza para proclamar que Él (y sólo Él) es 'el Señor'.
o
Jesucristo es el Señor, porque posee la plenitud
del poder 'en los cielos y sobre la tierra'
4. Jesucristo
es el Señor, porque posee la plenitud del poder 'en los cielos y sobre la
tierra'. Es el poder real 'por encima de todo Principado, Potestad, Virtud,
Dominación Bajo sus pies sometió todas las cosas' (Ef 1, 21- 22). Al mismo
tiempo es la autoridad sacerdotal de la que habla ampliamente la Carta los Hebreos, haciendo
referencia al Salmo 109/110, 4: 'Tú eres sacerdote para siempre, a semejanza de
Melquisedec' (Heb 5, 6). Este eterno sacerdocio de Cristo comporta el poder de
santificación de modo que Cristo 'se convirtió en causa de salvación eterna
para todos los que le obedecen' (Heb 5, 9). 'De ahí que pueda también salvar
perfectamente a los que por Él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para
interceder en su favor' (Heb 7, 25). Asimismo, en la Carta a los Romanos leemos
que Cristo 'está a la diestra de Dios e intercede por nosotros' (Rom 8, 34). Y
finalmente, San Juan nos asegura: 'Si alguno peca, tenemos a uno que abogue
ante el Padre: a Jesucristo, el Justo' (1 Jn 2, 1).
o
Como Señor, Cristo es la
Cabeza de la Iglesia
5. Como Señor,
Cristo es la Cabeza
de la Iglesia ,
que es su Cuerpo. Es la idea central de San Pablo en el gran cuadro
cósmico-histórico-sotereológico, con que describe el contenido del designio
eterno de Dios en los primeros capítulos de las Carta a los Efesios y a los
Colosenses: 'Bajo sus pies sometió todas las cosas y le constituyó Cabeza
suprema de la Iglesia
que es su Cuerpo, la Plenitud
del que lo llena todo en todo' (Ef 1, 22). 'Pues Dios tuvo a bien hacer residir
en El toda la Plenitud'
(Col 1, 19): en Él en el cual 'reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente'
(Col 2, 9).
Los Hechos nos
dicen que Cristo 'ha adquirido' la
Iglesia 'con su sangre' (Hech 20, 28; cfr. 1 Cor 6, 20).
También Jesús cuando al irse al Padre decía a los discípulos: 'Yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo' (Mt 28 20), en realidad
anunciaba el misterio de este Cuerpo que de él saca constantemente las energías
vivificantes de la redención. Y la redención continúa actuando como efecto de
la glorificación de Cristo.
Es verdad que
Cristo siempre ha sido el 'Señor', desde el primer momento de la encarnación,
como Hijo de Dios consubstancial al Padre, hecho hombre por nosotros. Pero sin
duda ha llegado a ser Señor en plenitud por el hecho de ‘haberse humillado’,
‘se despojó de sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y muerte en cruz’
(Cfr. Flp 2, 8). Exaltado, elevado al cielo y glorificado, habiendo cumplido
así toda su misión, permanece en el Cuerpo de su Iglesia sobre la tierra por
medio de la redención operada en cada uno y en toda la sociedad por obra del
Espíritu Santo. La redención es la fuente de la autoridad que Cristo, en virtud
del Espíritu Santo, ejerce sobre la
Iglesia , como leemos en la Carta a los Efesios: 'El mismo "dio" a
unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros,
pastores y maestros, para el recto ordenamiento de los santos en orden a las
funciones del ministerio, para edificación del Cuerpo de Cristo. . . a la
madurez de la plenitud de Cristo' (Ef 4, 11-13).
B. Cristo es el Señor de todo el cosmos
6. En la
expansión de la realeza que se le concedió sobre toda la economía de la
salvación, Cristo es el Señor de todo el cosmos. Nos lo dice otro gran cuadro
de la Carta a
los Efesios: 'Este que bajó es el mismo que subió por encima de todos los
cielos, para llenarlo todo' (Ef 4, 10). En la Primera Carta a los
Corintios San Pablo añade que todo se le ha sometido 'porque todo (Dios) lo
puso bajo sus pies' (con referencia l Sal 8, 5). 'Cuando diga que !todo está
sometido!, es evidente que se excluye a Aquél que ha sometido a El todas las
cosas' (1 Cor 15, 27). Y el Apóstol desarrolla ulteriormente este pensamiento,
escribiendo: 'Cuando hayan sido sometidas a Él todas las cosas, entonces
también el Hijo se someterá a Aquél que
ha sometido a El todas las cosas,
para que Dios sea todo en todo' (1 Cor 15, 28). 'Luego, el fin, cuando entregue
a Dios Padre el Reino, después de haber destruido todo Principado, Dominación y
Potestad' (1 Cor 15, 24).
C. El Señor es el fin de la historia humana [El Señor
de la historia humana]
7. La Constitución Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II ha
vuelto a tomar este tema fascinante, escribiendo que 'El Señor es el fin de la
historia humana, !el punto focal de los deseos de la historia y de la
civilización!, el centro del género humano, la alegría de todos los corazones,
la plenitud de sus aspiraciones' (n. 45). Podemos resumir diciendo que Cristo
es el Señor de la historia. En Él la historia del hombre, y puede decirse de
toda la creación, encuentra su cumplimiento trascendente. Es lo que en
Tradición se llamaba recapitulación “recapitulatio”, en griego: [ ]. Es
una concepción que encuentra su fundamento en la Carta a los Efesios en donde
se describe el eterno designio de Dios 'para realizarlo en la plenitud de los
tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y
lo que está en la tierra' (Ef 1,10).
D. Cristo es el Señor de la Vida eterna. A Él pertenece el juicio último.
8. Debemos
añadir, por último, que Cristo es el Señor de la Vida eterna. A Él pertenece
el juicio último, del que habla el Evangelio de Mateo: 'Cuando el Hijo del
hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará
en su trono de gloria ... Entonces dirá
el Rey a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia
del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo!' (Mt 25, 31.
34).
El derecho pleno de juzgar
definitivamente las obras de los hombres y conciencias humanas, pertenece a
Cristo en cuanto Redentor del mundo. El, en efecto, 'adquirió' este derecho
mediante la cruz. Por eso el Padre 'todo juicio lo ha entregado al Hijo' (Jn 5,
22). Sin embargo el Hijo no ha venido sobretodo para juzgar, sino para salvar.
Para otorgar la vida divina que está en El. 'Porque, como el Padre tiene vida
en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha
dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre' (Jn 5, 26)27).
Un poder, por
tanto, que coincide con la misericordia que fluye en su corazón desde el seno
del Padre, del que procede el Hijo y se hace hombre 'propter nos homines et
propter nostram salutem'. Cristo crucificado y resucitado, Cristo que 'subió a
los cielos y está sentado a la derecha del Padre'. Cristo que es, por tanto, el
Señor de la vida eterna, se eleva sobre el mundo y sobre la historia como un
signo de amor infinito rodeado de gloria, pero deseoso de recibir de cada
hombre una respuesta de amor para darles la vida eterna.
Vida Cristiana
[1] Es una de las tres
Catequesis en Audiencias Generales de San Juan Pablo II sobre la Ascensión (19
de abril de 1989). Las anteriores fueron el 5 y el 12 de abril,
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