domingo, 3 de noviembre de 2019

EL ENCUENTRO CON CRISTO: CARACTERÍSTICAS Cfr. Domingo de la semana 31 de tiempo ordinario; ciclo C - Cfr.Almudi.org 3 de noviembre de 2019



[Chiesa/Omelie1/Jesucristo/31C19CristoCaracterìsticasDelEncuentroConEl JPIIJustoCatecismo]

Ø Domingo 31 del Tiempo Ordinario (2019). Cristo se hace siempre el encontradizo con todos.
Necesidad de querer ver a Cristo. El encuentro con Cristo provoca la conversión. El episodio de Zaqueo[1] que acabamos de escuchar demuestra que el Señor nos conoce por nuestro nombre y se interesa por cada uno. Cualquier empeño nuestro por acercarnos a Jesús es recompensado como nos dice S. Agustín: “Quien consideraba un privilegio el verle pasar tan solo, mereció tenerlo a la mesa en su casa”.
El recaudador de impuestos “No se asusta de que la acogida de Cristo en la propia casa pudiese amenazar, por ejemplo, su carrera profesional, o hacerle difícil algunas acciones ligadas con su actividad de jefe de publicanos”. Al acoger en su casa a Jesús, la vida de Zaqueo cambió radicalmente: “Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres y si he defraudado a alguien le devolveré cuatro veces más”.
Lucas 19, 1-10. 1 Entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. 2 En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, 3 trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. 4 Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. 5 Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». 6 Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento. 7 Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». 8 Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más».  9 Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. 10 Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
EL ENCUENTRO CON CRISTO: CARACTERÍSTICAS
Cfr. Domingo de la semana 31 de tiempo ordinario; ciclo C - Cfr.Almudi.org
3 de noviembre de 2019

 

v A. Homilía I: con el texto de la homilía pronunciada por el Papa Juan Pablo

     II, en Roma, en la parroquia del Santísimo Sacramento y de los Mártires

     Canadienses, el 2 de noviembre de 1980,


o   --- Cristo se hace siempre el encontradizo con todos

El fragmento del Evangelio de San Lucas, que la liturgia de hoy propone para meditar recuerda el episodio que tuvo lugar mientras Jesús estaba atravesando la ciudad de Jericó. Fue un acontecimiento tan significativo que, aunque ya lo sabemos de memoria, es preciso meditar otra vez con atención en cada uno de sus elementos. Zaqueo era no sólo un publicano (igual que lo había sido Leví, después el Apóstol Mateo), sino un "jefe de publicanos", y era muy "rico". Cuando Jesús pasaba cerca de su casa, Zaqueo, a toda costa, "hacía por ver a Jesús" (Lc 19,3), y para ello -por ser pequeño de estatura- ese día se subió a un árbol (el Evangelista dice a un sicómoro), "para verle" (Lc 19,4).
Cristo vio de este modo a Zaqueo y se dirigió a él con las palabras que nos hacen pensar tanto. Efectivamente, Cristo no sólo le dio a entender que le había visto (a él, jefe de publicanos, por lo tanto, hombre de una cierta posición) sobre el árbol, sino que además manifestó ante todo que quería "hospedarse en su casa" (Cf. Lc 19,5). Lo que suscitó alegría en Zaqueo y, a la vez, murmuraciones entre aquellos a quienes evidentemente no agradan estas manifestaciones de las relaciones del Maestro de Nazaret con "los publicanos y pecadores".

o   --- Necesidad de querer ver a Cristo: ir a su encuentro como Zaqueo.

Esta es la primera parte de la perícopa, que merece una reflexión. Sobre todo, es necesario detenerse en la afirmación de que Zaqueo "hacía por ver a Jesús" (Lc 19,3). Se trata de una frase muy importante que debemos referir a cada uno de nosotros aquí presentes. Más aún, indirectamente, a cada uno de los hombres. ¿Quiero yo "ver a Cristo"? ¿Hago todo para "poder verlo"? Este problema, después de dos mil años, es tan actual como entonces, cuando Jesús atravesaba las ciudades y los poblados de su tierra. Es el problema actual para cada uno de nosotros personalmente: ¿quiero?, ¿quiero verdaderamente? O, quizá más bien, ¿evito el encuentro con Él? ¿Prefiero no verlo o prefiero que Él no me vea (al menos a mi modo de pensar y de sentir)? Y si ya lo veo de algún modo, ¿prefiero entonces verlo de lejos, no acercándome demasiado, no poniéndome ante sus ojos para no llamar la atención demasiado..., para no tener que aceptar toda la verdad que hay en Él, que proviene de Él, de Cristo?
Esta es una dimensión del problema que encierran las palabras del Evangelio de hoy sobre Zaqueo.
En la segunda lectura de la Misa, tomadas de la Carta de San Pablo a los Tesalonicenses: Hermanos... "rogamos en todo tiempo por vosotros: que nuestro Dios os haga dignos de la vocación y lleve a término con su poder todo vuestro deseo de hacer el bien y la actividad de la fe, para que así, el nombre de nuestro Señor Jesús sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo" (2 Tes 1,11-12). Es decir -hablando con el lenguaje del pasaje evangélico de hoy-, oremos para que vosotros tratéis de ver a Cristo (Cf. Lc 19,3), para que vayáis a su encuentro, como Zaqueo... y que, si sois pequeños de estatura, subáis, por este motivo, un árbol.

o   --- El encuentro con Cristo provoca la conversión

Y Pablo continúa desarrollando su oración, pidiendo a los destinatarios de su carta que no se dejen demasiado fácilmente confundir y turbar, por supuestas inspiraciones de este mundo... (Cf. 2 Tes 2,2). ¿Por qué "inspiraciones"? Acaso sencillamente por las "inspiraciones de este mundo". Digámoslo con lenguaje de hoy: por una oleada de secularización e indiferencia respecto a los mayores valores divinos y humanos. Después dice Pablo: "ni por palabras". Efectivamente, no faltan hoy palabras que tienden a "confundir" o a "turbar" a los cristianos.
Zaqueo no se dejó confundir ni turbar. No se asustó de que la acogida de Cristo en la propia casa pudiera amenazar, por ejemplo, su carrera profesional o hacer difíciles algunas acciones, ligadas con su actividad de jefe de publicanos. Acogió a Cristo en su casa y dijo: "Señor doy la mitad de mis bienes a los pobres y, si a alguien he defraudado en algo, le devuelvo el cuádruplo" (Lc 19,8).
En este punto se hace evidente que no sólo Zaqueo "ha visto a Cristo", sino que, al mismo tiempo, Cristo ha escrutado su corazón y su conciencia; lo ha radiografiado hasta el fondo. Y he aquí que se realiza lo que constituye el fruto propio de "ver" a Cristo, del encuentro con Él en la verdad plena: se realiza la apertura del corazón, se realiza la conversión. Se realiza la obra de la salvación. Lo manifiesta el mismo Cristo cuando dice: "Hoy ha venido la salud a tu casa, por cuanto éste es también hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc 19,9-10). Y ésta es una de las expresiones más bellas del Evangelio.
Estas últimas palabras tienen una importancia particular. Descubren el universalismo de la misión salvífica de Cristo. De la misión que permanece en la Iglesia. Sin estas palabras sería difícil comprender la enseñanza del Vaticano II y en particular sería difícil comprender la Constitución dogmática sobre la Iglesia "Lumen gentium".
Hoy escuchamos con una emoción especial las palabras del Evangelio de San Juan: "Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna" (Jn 3,16).
Renovemos la fe y la esperanza de la vida eterna: porque "el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc 19,10).
DP-286 1980

v  B. Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva

Hay quienes por estar excesivamente absorbidos por las cosas de este mundo, se olvidan del Dios Creador del mundo y tienden a imaginarlo como un ser lejano y ajeno a sus expectativas.
Sin embargo el episodio de Zaqueo que acabamos de escuchar demuestra que el Señor nos conoce por nuestro nombre y se interesa por cada uno. Jesús va camino de Jerusalén rodeado de una muchedumbre entre la que se encuentra Zaqueo, un jefe de publicanos y rico que, debido al gentío y su corta estatura, decide sin rubor subirse a una higuera para poder verlo pasar. No conocía a Jesús y deseaba verle, pero el Señor le vio y le llamó por su nombre, como a un viejo amigo y como tal se invitó a comer en su casa. ¡Jesús le conocía, le llamó por su nombre! ¡Jesús nos conoce, sabe nuestro nombre! ¡Ha venido a este mundo a por nosotros!
Cualquier empeño nuestro por acercarnos a Jesús es recompensado como nos dice S. Agustín: “Quien consideraba un privilegio el verle pasar tan solo, mereció tenerlo a la mesa en su casa”. Comentando este episodio, Juan Pablo II decía: “No se asusta de que la acogida de Cristo en la propia casa pudiese amenazar, por ejemplo, su carrera profesional, o hacerle difícil algunas acciones ligadas con su actividad de jefe de publicanos”, que, como recaudador de impuestos, no gozaba de la simpatía del pueblo, y menos aún de los judíos que, como pueblo elegido, veía en ello una afrenta.
No le importa a Zaqueo, un personaje de cierto rango, trepar como un chiquillo a un árbol, “el qué dirán”, “los respetos humanos”. Vivimos en una sociedad abierta y plural en la que cada uno puede expresarse libremente, silenciar nuestra condición de cristianos supone una falta de personalidad alarmante: ¿qué libertad tendría quien no se atreviera a vivir según sus creencias? Esto en lo humano ya es preocupante, pero en el plano espiritual es grave: “Todo el que me confiese delante de los hombres, también yo le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos .Pero el que me niegue delante de los hombres, también yo le negaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mt 10, 32 y 33).
Al acoger en su casa a Jesús, la vida de Zaqueo cambió radicalmente: “Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres y si he defraudado a alguien le devolveré cuatro veces más”. Jesús le respondió: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también éste es hijo de Abrahán; porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”.
¡Si generosa fue la determinación de Zaqueo, más espléndida fue la respuesta de Jesucristo: la Salvación! No descalifiquemos espiritualmente a nadie. A nuestro alrededor hay personas a las que un malentendido, una experiencia negativa, o una equivocada orientación de sus vidas, les ha alejado de Dios pero conservan, como Zaqueo, la nostalgia de la verdad, y si una persona amiga les trata con respeto, sin el desprecio de los hipócritas, recuperarían la confianza en Dios y en su Iglesia.
(…

www.parroquiasantamonica.com
Vida Cristiana



[1] Recaudador de impuestos judío. Zaqueo era odiado por sus compatriotas a causa de su profesión.
Y era considerado un pecador público. Hombre de baja estatura, para ver pasar a Jesús por Jericó tuvo que encaramarse a un árbol, y allí le sorprendió la benévola mirada del Maestro, que le dijo: "Baja en seguida, Zaqueo, porque hoy necesito parar en tu casa". Esto produjo la irritación de la muchedumbre, que acusó a Jesús de entrar en casa de un pecador.  Pero Zaqueo declaró su gratitud a Jesús: "He aquí, Señor, que doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si alguna vez defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo".


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