sábado, 7 de diciembre de 2019

Rezo del Ángelus de Papa Francisco Jueves, 8 de diciembre de 2016 – Solemnidad de la Inmaculada



Ø Un no y un sí a Dios. El primer no, el no de los orígenes, el no humano, cuando el hombre prefirió
mirarse a sí mismo antes que a su Creador, quiso actuar por su cuenta, decidió ser autosuficiente. El  gran sì -  el del pecado era el no; este es el sí, es un gran sí -, el de María en el momento de la Anunciación. Por ese  Jesús comenzó su camino por las sendas de la humanidad; lo comenzó en María. El sí de María es un sí pleno, total, para toda la vida, sin condiciones.

Cfr. Rezo del Ángelus de Papa Francisco

Jueves, 8 de diciembre de 2016 – Solemnidad de la Inmaculada

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz fiesta! Las lecturas de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María presentan dos pasajes cruciales en la historia de las relaciones entre hombre y Dios: podríamos decir que nos conducen al origen del bien y del mal. Esos dos pasajes nos llevan al origen del bien y del mal.

El Libro del Génesis muestra el primer no, el no de los orígenes, el no humano, cuando el hombre prefirió mirarse a sí mismo antes que a su Creador, quiso actuar por su cuenta, decidió ser autosuficiente. Pero, haciendo eso, saliendo de la comunión con Dios, se perdió a sí mismo y comenzó a tener miedo, a esconderse y a acusar a quien tenía al lado (cfr. Gen 3,10.12). Esos son los síntomas: el miedo es siempre un síntoma de no a Dios, indica que estoy diciendo no a Dios; acusar a los demás sin fijarse en sí mismo indica que me estoy alejando de Dios. Eso hace el pecado. Pero el Señor no deja al hombre a merced de su mal; en seguida lo busca y le dirige una pregunta llena de cariño: «¿Dónde estás?» (v. 9). Como si dijese: “Quieto, piensa: ¿dónde estás?”. Es la pregunta de un padre o de una madre que busca al hijo perdido: “¿Dónde estás? ¿En qué situación te has metido?”. Y eso lo hace Dios con mucha paciencia, hasta colmar la distancia creada desde los orígenes. Este es uno de los pasajes.

El segundo pasaje crucial, narrado hoy en el Evangelio, es cuando Dios viene a habitar entre nosotros, se hace hombre como nosotros. Y esto fue posible por medio de un gran sì —el del pecado era el no; este es el sí, es un gran sí—, el de María en el momento de la Anunciación. Por ese  Jesús comenzó su camino por las sendas de la humanidad; lo comenzó en María, transcurriendo los primeros meses de vida en el seno de su madre: no apareció ya adulto y fuerte, sino que siguió todo el recorrido de un ser humano. Se hizo en todo igual a nosotros, excepto una cosa, aquel no, excepto el pecado. Por eso eligió a María, la única criatura sin pecado, inmaculada. En el Evangelio, con una sola palabra, es llamada «llena de gracia» (Lc 1,28), es decir, colmada de gracia. Quiere decir que, en Ella, desde siempre llena de gracia, no hay sitio para el pecado. Y también nosotros, cuando nos dirigimos a Ella, reconocemos esa belleza: la invocamos “llena de gracia”, sin sombra de mal.

María respondió a la propuesta de Dios diciendo: «He aquí la esclava del Señor» (v. 38). No dice: “bueno, esta vez haré la voluntad de Dios, estoy disponible, pero luego ya veremos…”. No. El suyo es un sí pleno, total, para toda la vida, sin condiciones. Y así como el no de los orígenes cerró el paso del hombre a Dios, así el sí de María abrió el camino a Dios entre nosotros. Es el sí más importante de la historia, el sí humilde que da la vuelta al no soberbio de los orígenes, el sí fiel que cura la desobediencia, el sí disponible que rompe el egoísmo del pecado.

También para cada uno de nosotros hay una historia de salvación hecha de sí y de no a Dios. A veces, sin embargo, somos expertos en los medios sí: somos buenos para disimular no entender bien lo que Dios quiere y la conciencia nos sugiere. Somos incluso astutos, y para no decir un no rotundo a Dios decimos: “Perdona, pero no puedo”, “hoy no, quizá mañana”; “Mañana será mejor, mañana rezaré, haré el bien mañana”.


También para cada uno de nosotros hay una historia de salvación hecha de sí y de no a Dios. A veces, sin embargo, somos expertos en los medios sí: somos buenos para disimular no entender bien lo que Dios quiere y la conciencia nos sugiere. Somos incluso astutos, y para no decir un no rotundo a Dios decimos: “Perdona, pero no puedo”, “hoy no, quizá mañana”; “Mañana será mejor, mañana rezaré, haré el bien mañana”. Y esa argucia nos aleja del sí, nos aleja de Dios y nos lleva al no, al no del pecado, al no de la mediocridad. El famoso “sí, pero…”; “sí, Señor, pero….”. Y así cerramos la puerta al bien, y el mal se aprovecha de esos sí que faltan. Cada uno tiene una colección dentro. Pensemos, y encontraremos tantos sí que faltan. En cambio, cada sí pleno a Dios da origen a una historia nueva: decir sí a Dios es verdaderamente “original”, es origen; no el pecado, que nos hace viejos por dentro. ¿Habéis pensado esto, que el pecado nos envejece por dentro? ¡Nos envejece pronto! Cada sí a Dios origina historias de salvación para nosotros y para los demás. Como María con su sí.

En este camino de Adviento, Dios desea visitarnos y espera nuestro sí. Pensemos: ¿yo, hoy, qué sí debo decir a Dios? Pensémoslo, nos hará bien. Y encontraremos la voz del Señor dentro de Dios, que nos pide algo, un paso adelante. “Creo en Ti, espero en Ti, Te amo; cúmplase en mí tu voluntad de bien”. Eso es el sí. Con generosidad y confianza, como María, digamos hoy, cada uno, ese sí personal a Dios.



Vida Cristiana

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