sábado, 2 de febrero de 2019

Domingo 4º del tiempo ordinario, Año C.



[Chiesa/Omelie1/Vocazione/4C19CaracterísticasVocaciónLlamadaJeremíasJesucristo]

Ø Domingo 4º del tiempo ordinario, Año C (2019). Primera Lectura: la vocación del profeta

Jeremías. El Señor nos conoce y nos ha constituido antes de que seamos concebidos y hayamos nacido. La vocación o llamada de parte de Dios precede a la concepción y nacimiento del profeta, el cual observa una incapacidad o ineptitud para cumplir un compromiso tan alto. Pero dado que es un mensajero de Dios, el Señor elige las palabras que debe decir, y le protegerá. Pero no obstante el origen de su misión, encontrará dificultades e graves peligros. Y el mensaje de Jesús está destinado a “plantear problemas” en la vida de cada uno de los seres humanos. Nuestra conciencia encuentra fatiga para convertirse al Señor. Sólo la acción salvadora del Espíritu Santo - que transforma esa fatiga en amor salvífico - realiza la fatigosa y salvadora conversión del corazón. Se sabe que reconocer el mal en uno mismo a menudo cuesta mucho.


v  Cfr. Domingo 4º del tiempo ordinario, Año C.

Jeremías 1, 4-5.17-19; Salmo 70; 1 Corintios 12, 31-13,13; Lucas 4, 21-30
3 de febrero de 2019
Jeremías 1: 4 Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: 5 Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí. 17 Por tu parte, te apretarás la cintura, te alzarás y les dirás todo lo que yo te mande. No desmayes ante ellos, y no te haré yo desmayar delante de ellos; 18 pues, por mi parte, mira que hoy te he convertido en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda esta tierra, así se trate de los reyes de Judá como de sus jefes, de sus sacerdotes o del pueblo de la tierra. 19 Te harán la guerra, mas no podrán contigo, pues contigo estoy yo -oráculo de Yahveh- para salvarte."
Lucas 4, 21-30: 21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír. 22 Todos daban testimonio en favor de él, y se admiraban de las palabras de gracia que procedían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José? 23 Entonces les dijo: Sin duda me aplicaréis aquel proverbio: Médico, cúrate a ti mismo. Cuanto hemos oído que has hecho en Cafarnaún, hazlo también aquí en tu patria. 24 Y añadió: En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. 25 Os digo de verdad que muchas viudas había en Israel en tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses se cerró el cielo y hubo gran hambre por toda la tierra; 26 y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. 27 Muchos leprosos había también en Israel en tiempo del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue curado, sino Naamán el Sirio. 28 Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira, 29 y se levantaron, le echaron fuera de la ciudad, y lo llevaron hasta la cima del monte sobre el que estaba edificada su ciudad para despeñarle. 30 Pero él, pasando por medio de ellos, seguía su camino.

Ciertamente el mensaje de Jesús está destinado a “plantear problemas”
en la vida de cada uno de los seres humanos
(San Juan Pablo II, Homilía, 3 de febrero de 1980, domingo 4 del tiempo ordinario ciclo C )
La fatiga de la conciencia humana:
reconocer el mal en uno mismo a menudo cuesta mucho.
Mediante esta conversión en el Espíritu Santo,
el hombre se abre al perdón y a la remisión de los pecados.
(San Juan Pablo II, Enc. Dominum et vivificantem, n. 45)

1. Primera Lectura: primera lectura: la vocación del profeta Jeremías (1, 4-5.17-19).


·         Se trata de una de las diversas “confesiones” que hace el profeta. Encontramos otras en otros
capítulos de su libro (cfr. 11, 18-23; 12,1-8; 13,11-18; 15,10-21; 18,18-23; 20,7-18).

v  Características del convencimiento del profeta que ha sido llamado por Dios para realizar una tarea.

                        Cfr. Temi di Predicazione – Omelie, Editrice Domenicana Italiana, 20 gennaio – 10 febbraio 2013,
                          domeniche II a 5 del tempo ordinario, Napoli, p. 38

o   La vocación o llamada de parte de Dios precede a la concepción y nacimiento del profeta.

El profeta está tan convencido de la llamada de Dios que afirma que ella precede  a su concepción y a su nacimiento (v. 5). Dios le ha «formado» en el seno materno con una finalidad; y así le ha «conocido» (v. 5), es decir , le ha preferido y elegido, y, por tanto, le ha «consagrado» (v. 5) y «establecido», o sea, le ha «constituido» (v. 5) portavoz ante su pueblo.
            La misma cosa dirá sobre sí mismo el siervo de Yahveh 0F[1], y lo repetirá refiriéndose también a sí mismo Pablo 1F[2].

o   Este lenguaje señala el origen sobrenatural de la vocación.

§  El profeta se encuentra ante una propuesta sin alternativas y aunque su respuesta parezca como predeterminada permanece libre.
            Se trata de un lenguaje teológico destinado a señalar el origen sobrenatural de la vocación profética. No es una elección del hombre; es más él se encuentra ante una propuesta sin alternativas, y su respuesta parece como predeterminada, aunque permanece libre.
§  El profeta observa una incapacidad o ineptitud para cumplir un compromiso tal alto.
            Si el elegido tiene algo que observar ante la decisión divina es una incapacidad, y hasta una ineptitud para cumplir un compromiso tan alto. Ni siquiera Moisés se sentía capaz de afrontar al faraón porque era “torpe de boca y de lengua” (Éxodo 4, 10).

o   Pero dado que es un mensajero de Dios, el Señor elige las palabras que debe decir, y le protegerá.

§  Y no obstante el origen de su misión, encontrará dificultades e graves peligros.
                Pero el profeta es un mensajero de Dios; habla en su nombre y en su lugar, y por ello no le corresponde a él elegir las palabras oportunas sino que es obligación de quien le manda (Éxodo 4, 12): “Así pues, vete, que yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que debes decir”.
Lo mismo repite a Jeremías (1,7): “Y me dijo Yahveh: No digas: "Soy un muchacho", pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás”. Y el Señor añade (Jeremías 1,8):  “No les tengas miedo, que contigo estoy yo para protegerte”. Esta aclaración le hace comprender al profeta que, no obstante el origen de su misión, encontrará dificultades e graves peligros. De hecho, se alzarán contra él los reyes, los cortesanos, los falsos profetas, nobles y gentes del pueblo. No estará siempre su vida al seguro, pero no se echará atrás en la tarea que le ha sido encomendada.
A veces también parece que vacila la fe en su vocación (Jeremías 20, 7-18)2F[3]: 
·         “7 Me has seducido, Yahveh, y me dejé seducir; me has agarrado y me has podido. He sido la irrisión cotidiana:
 todos me remedaban. 8 Pues cada vez que hablo es para clamar: "¡Atropello!", y para gritar: "¡Expolio!". La palabra de Yahveh ha sido para mí oprobio y befa cotidiana.9 Yo decía: "No volveré a recordarlo, ni hablaré más en su Nombre." Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo trabajada por ahogarlo, no podía. 10 Escuchaba las calumnias de la turba: "¡Terror por doquier!, ¡denunciadle!, ¡denunciémosle!" Todos aquellos con quienes me saludaba estaban acechando un traspiés mío: "¡A ver si se distrae, y le podremos, y tomaremos venganza de él!". 11 Pero Yahveh está conmigo, cual campeón poderoso. Y así mis perseguidores tropezarán impotentes; se avergonzarán mucho de su imprudencia: confusión eterna, inolvidable”. 12 ¡Oh Yahveh Sebaot, juez de lo justo, que escrutas los riñones y el corazón!, vea yo tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa. 13 Cantad a Yahveh, alabad a Yahveh, porque ha salvado la vida de un pobrecillo de manos de malhechores. 14 ¡Maldito el día en que nací! ¡el día que me dio a luz mi madre no sea bendito! 15 ¡Maldito aquel que felicitó a mi padre diciendo: "Te ha nacido un hijo varón", y le llenó de alegría! 16 Sea el hombre aquel semejante a las ciudades que destruyó Yahveh sin que le pesara, y escuche alaridos de mañana y gritos de ataque al mediodía.17 ¡Oh, que no me haya hecho morir desde el vientre, y hubiese sido mi madre mi sepultura, con seno preñado eternamente! 18 ¿Para qué haber salido del seno, a ver pena y aflicción, y a consumirse en la vergüenza mis días?  
Pero el profeta conseguirá reprenderse (Jeremías 20,9): 

2. El Salmo Responsorial (70,1-2; 3-4; 5-6; 15.17)

v  El salmista se dirige a Dios en la dificultad.

  • “A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre;  tú que eres justo, líbrame y ponme a
salvo, inclina a mí tu oído y sálvame. Sé tú mi roca de refugio, al alcázar donde me salve, porque mi pena y mi alcázar eres tú, Dios, Dios mío, líbrame de la mano perversa.Por que tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías. Mi boca contaré tu auxilio, y todo el día tu salvación.  Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas”.
  • El salmista se dirige al Dios en la dificultad, en el que siempre ha confiado, para pedir ayuda
y protección. También es una oración de agradecimiento por los beneficios que el Señor le ha concedido siempre. 

3. Algunas de las manifestaciones de Jesús sobre la vocación del profeta, un sábado, en la Sinagoga.

     Lucas 4, 21-30 (cfr. Marcos 6, 1-6).
      Cfr. Temi di Predicazione – Omelie, Editrice Domenicana Italiana, 20 gennaio – 10 febbraio 2013, domeniche II  a
      V del tempo ordinario, Napoli, pp. 3-38

v  Las dificultades que encuentra en la realización de su tarea.

Lucas pone en boca de Jesús las razones por las que quienes le escuchaban rechazan sus palabras. Aparte de que su conciudadanos de Nazaret , aunque se admirasen de su doctrina no acabasen de creer (v. 22: «¿No es éste el hijo de José?»),  se habían sentido ofendidos porque no había hecho en su tierra lo mismos milagros que en Cafarnaún. Con esta expresión  - que equivaldría a querer resaltar algo así como que pertenece a la familia de un “común carpintero” - parece que dan a entender que se trata de una familia de poca importancia que no justifica la doctrina y los poderes de un sedicente profeta. 
En cualquier caso, se sentían descuidados (Lucas 4, 23). Había socorrido a otros antes que a ellos mismos. Si tenía virtudes terapéuticas, como parecía, los familiares, amigos y conocidos de su tierra, deberían haber sido los primeros beneficiarios. Jesús recurre, para explicar ese enfado, a un refrán de la sabiduría popular: “ningún profeta es bien recibido en su patria” (v. 24).  
La discusión se hace incandescente cuando Jesús ilustra su comportamiento recurriendo a algunos ejemplos de la Escritura, citando el caso de Elías y Eliseo que socorren al hijo de una viuda de Zarepta y a un leproso de Siria ( 1 Reyes 17,17; 2 Reyes 5).    

v  Cfr. Juan Pablo II, Homilía en la Parroquia de la Ascensión (3-II-1980), Domingo IV del Tiempo ordinario, Ciclo C.

o   La contradicción que Cristo encontró al comienzo mismo de su misión.

Ciertamente el mensaje de Jesús está destinado a “plantear problemas” en la vida de cada uno de los seres humanos. Nos lo recuerdan también las lecturas de la liturgia de hoy, y sobre todo el texto del Evangelio de Lucas, que acabamos de oír. Él nos induce a volver una vez más con el pensamiento (...) al momento de la Presentación de Jesús en el templo, que tuvo lugar a los 40 días de su nacimiento, el anciano Simeón pronunció sobre el Niño las siguientes palabras: “Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción” (Lucas 2:34).
            Hoy somos testigos de la contradicción que Cristo encontró al comienzo mismo de su misión - en su Nazaret -. Efectivamente: cuando, basándose en las palabras del profeta Isaías, leídas en la sinagoga de Nazaret, Jesús hace entender a sus paisanos que la predicción se refería precisamente a Él, esto es, que Él era el anunciado Mesías de Dios (el Ungido en la potencia del Espíritu Santo), surgió primero el estupor, luego la incredulidad y finalmente los oyentes “se llenaron de cólera” (Lucas 4,28), y se pusieron de acuerdo en la decisión de tirarlo desde el monte sobre el que estaba construida la ciudad de Nazaret... “Pero Él, atravesando por medio de ellos, se fue” (Lucas 4,30).
            Y he aquí que la liturgia de hoy - sobre el fondo de este acontecimiento - nos hace oír en la primera lectura la voz lejana del profeta Jeremías: “Ellos te combatirán, pero no te podrán, porque yo estaré contigo para protegerte” (Jeremías 1,19). (…)
El amor es exigente. Es difícil. Es atrayente, ciertamente, pero también es difícil. Y por eso encuentra resistencia en el hombre. Y esta resistencia aumenta cuando desde fuera actúan también programas en los que está presente el principio del odio y de la violencia destructora. Cristo, cuya misión mesiánica, encuentra desde el primer momento la contradicción de los propios paisanos en Nazaret, vuelve a afirmar la veracidad de las palabras que pronunció sobre Él el anciano Simeón el día de la Presentación en el templo: “Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para signo de contradicción” (Lucas. 2,34).
            Estas palabras acompañan a Cristo por todos los caminos de su experiencia humana, hasta la cruz.
            Esta verdad sobre Cristo es también la verdad sobre el amor. También el amor encuentra la resistencia, la contradicción. En nosotros, y fuera de nosotros. Pero esto no debe desalentarnos. El verdadero amor -como enseña San Pablo- todo lo “excusa” y “todo lo tolera” (1 Corintios 13,7).

4. Catecismo de la Iglesia Católica: algunos puntos sobre Jesús, signo de contradicción.

·  CEC n. 529: (…) Jesús es reconocido como el Mesías tan esperado, «luz de las naciones» y «gloria de Israel», pero también «signo de contradicción». La espada de dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz que dará la salvación que Dios ha preparado «ante todos los pueblos».
·  CEC 569: Jesús ha subido voluntariamente a Jerusalén sabiendo perfectamente que allí moriría de muerte violenta a causa de la contradicción de los pecadores. (Cf Hebreos 12, 3)
·  CEC 575: Muchas de las obras y de las palabras de Jesús han sido, pues, un «signo de contradicción» (Lucas 2, 34) para las autoridades religiosas de Jerusalén, aquéllas a las que el Evangelio de S. Juan denomina con frecuencia «los judíos» (Cf Juan 7, 48-49), más incluso que a la generalidad del pueblo de Dios (Cf Juan 7, 48-49). Ciertamente, sus relaciones con los fariseos no fueron solamente polémicas. Fueron unos fariseos los que le previnieron del peligro que corría (Cf Lucas 13, 31). Jesús alaba a alguno de ellos como al escriba de Marcos 12, 34 y come varias veces en casa de fariseos (Cf Lucas 7, 36; 14, 1). Jesús confirma doctrinas sostenidas por esta élite religiosa del pueblo de Dios: la resurrección de los muertos (Cf Mateo 22, 23-34; Lc 20, 39), las formas de piedad (limosna, ayuno y oración) (Cf Mateo 6, 18) y la costumbre de dirigirse a Dios como Padre, carácter central del mandamiento del amor a Dios y al prójimo (Cf Marcos 12, 28-34).
·  CEC 587: Si la Ley y el Templo pudieron ser ocasión de «contradicción» (Cf Lucas 2, 34) entre Jesús y las autoridades religiosas de Israel, la razón está en que Jesús, para la redención de los pecados -obra divina por excelencia-, acepta ser verdadera piedra de escándalo para aquellas autoridades (Cf Lucas 20, 17-18; Salmo 118, 22).

 

5. Además de la posibilidad de una respuesta positiva al don de la fe, existe también el riesgo del rechazo del Evangelio, de la no acogida del encuentro vital con Cristo.

     Cfr. Cfr. Benedicto XVI, Catequesis sobre la fe (2).  24 de octubre de 2012
·         Con todo, a nuestro alrededor vemos cada día que muchos permanecen indiferentes o rechazan
acoger este anuncio. Al final del Evangelio de Marcos, hoy tenemos palabras duras del Resucitado, que dice: «El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado» (Mc 16, 16), se pierde él mismo. Desearía invitaros a reflexionar sobre esto. La confianza en la acción del Espíritu Santo nos debe impulsar siempre a ir y predicar el Evangelio, al valiente testimonio de la fe; pero, además de la posibilidad de una respuesta positiva al don de la fe, existe también el riesgo del rechazo del Evangelio, de la no acogida del encuentro vital con Cristo. Ya san Agustín planteaba este problema en un comentario suyo a la parábola del sembrador: «Nosotros hablamos —decía—, echamos la semilla, esparcimos la semilla. Hay quienes desprecian, quienes reprochan, quienes ridiculizan. Si tememos a estos, ya no tenemos nada que sembrar y el día de la siega nos quedaremos sin cosecha. Por ello venga la semilla de la tierra buena» (Discursos sobre la disciplina cristiana, 13,14: PL 40, 677-678). El rechazo, por lo tanto, no puede desalentarnos. Como cristianos somos testigos de este terreno fértil: nuestra fe, aún con nuestras limitaciones, muestra que existe la tierra buena, donde la semilla de la Palabra de Dios produce frutos abundantes de justicia, de paz y de amor, de nueva humanidad, de salvación. Y toda la historia de la Iglesia con todos los problemas demuestra también que existe la tierra buena, existe la semilla buena, y da fruto.

6. Dos sencillas conclusiones

v  1. Unas advertencias del salmo sobre la necesidad de estar atentos

·         En el salmo 18 (vv. 10-14) , se nos advierte sobre la necesidad de estar atentos a las
inadvertencias, a la falta oculta, a la arrogancia: “Los juicios del Señor son veraces, son enteramente justos, más preciosos que el oro, que el oro más fino, más dulces que la miel que destila el panal. Aunque tu siervo se instruya en ellos, y encuentra provecho en observarlos, las inadvertencias, ¿quién las puede discernir? De las faltas ocultas, absuélveme. Preserva a tu siervo de las arrogancias, que no me dominen. Así podré ser íntegro y libre de grave delito”

v  2. La fatiga del corazón humano y de  la conciencia para convertirse.

Cfr. San Juan Pablo II, Enc. Dominum et vivificantem  

o   Sólo la acción salvadora del Espíritu Santo - que transforma en amor salvífico esa fatiga – realiza la fatigosa y salvadora conversión del corazón. 

§  «Se sabe que reconocer el mal en uno mismo a menudo cuesta mucho»; la conciencia juzga; es también fuente de remordimiento: sufre interiormente por el mal cometido.
·         DV, n. 45: “El Espíritu de la verdad, que « convence al mundo en lo referente al pecado », se
encuentra con aquella fatiga de la conciencia humana, de la que los textos conciliares hablan de manera tan sugestiva. Esta fatiga de la conciencia determina también los caminos de las conversiones humanas: el dar la espalda al pecado para reconstruir la verdad y el amor en el corazón mismo del hombre. Se sabe que reconocer el mal en uno mismo a menudo cuesta mucho. Se sabe que la conciencia no sólo manda o prohibe, sino que juzga a la luz de las órdenes y de las prohibiciones interiores. Es también fuente de remordimiento: el hombre sufre interiormente por el mal cometido. ¿No es este sufrimiento como un eco lejano de aquel « arrepentimiento por haber creado al hombre », que con lenguaje antropomórfico el Libro sagrado atribuye a Dios; de aquella « reprobación » que, inscribiéndose en el « corazón » de la Trinidad, en virtud del amor eterno se realiza en el dolor de la Cruz y en la obediencia de Cristo hasta la muerte? Cuando el Espíritu de la verdad permite a la conciencia humana la participación en aquel dolor, entonces el sufrimiento de la conciencia es particularmente profundo y también salvífico. Pues, por medio de un acto de contrición perfecta, se realiza la auténtica conversión del corazón: es la « metanoia » evangélica.
            La fatiga del corazón humano y la fatiga de la conciencia, donde se realiza esta «metanoia» o conversión, es el reflejo de aquel proceso mediante el cual la reprobación se transforma en amor salvífico, que sabe sufrir. El dispensador oculto de esa fuerza salvadora es el Espíritu Santo, que es llamado por la Iglesia « luz de las conciencias », el cual penetra y llena « lo más íntimo de los corazones » humanos.(176) Mediante esta conversión en el Espíritu Santo, el hombre se abre al perdón y a la remisión de los pecados”.



Vida Cristiana


[1] Isaías 49, 1: ¡Oídme, islas, atended, pueblos lejanos! Yahveh desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre.
[2] Gálatas 1, 15-16: “15 Pero cuando Dios, que me eligió desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien 16 revelar en mí a su Hijo para que le anunciara entre los gentiles”.
[3] Traducción de la redacción de Vida Cristiana.

viernes, 1 de febrero de 2019

«Hoy» y «aquí», adverbios para la gracia y la fiesta: por Santiago Agrelo

“En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: _Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Queda atrás la profecía, queda fuera la reflexión moral, quedan allí sin sentido la exposición doctrinal y la exhortación piadosa. Las palabras de Jesús son revelación de un acontecimiento turbador. Cuando Jesús dice, “hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”, sus palabras, no sólo desvelan el misterio de la profecía que acaba de leer, sino que empiezan a desvelar también su misterio personal, el de un hombre que ha sido ungido por el Espíritu Santo, y ha sido enviado para que lleve a los pobres la buena noticia de la gracia de Dios.
Una reflexión moral, una exposición doctrinal, una exhortación piadosa son intemporales. Los acontecimientos están necesariamente anclados a un «ahora» en el tiempo, y a un «aquí» en el espacio. De ahí la importancia que tiene en las palabras de Jesús el adverbio de tiempo «hoy», y la locución espacial “en vuestros oídos”, que la traducción oficial lamentablemente ignoró y substituyó por un desubicado “que acabáis de oír”.
«Aquí» acontece. «Hoy» se cumple. «Hoy, aquí» es salvación cumplida –evangelio- lo que hasta hoy era sólo salvación prometida –profecía-.
A donde llega Jesús la salvación se hace cosa de «aquí» y de «hoy»: “Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador” –dice el ángel a los pastores en la noche de Belén-. “Hoy tengo que alojarme en tu casa…Hoy ha llegado la salvación a esta casa” –le dice Jesús a Zaqueo, el publicano de Jericó-. “Hoy estarás conmigo en el paraíso” –le dice Jesús a uno de los malhechores ajusticiados con él-.
Jesús es la salvación. Lo fue para los pastores de Belén, para Zaqueo, para el ladrón del paraíso. Lo es para nosotros, que hoy nos encontramos con el Señor y escuchamos su palabra en la asamblea litúrgica de la comunidad cristiana.
La salvación que es Jesús, es gracia de Dios para enfermos y pecadores, para publicanos y malhechores; y porque es gracia, es también alegría, fiesta en el corazón, para enfermos y pecadores, para recaudadores y bandidos.
Feliz domingo. Feliz encuentro con Cristo Jesús, hoy, en la celebración eucarística.

miércoles, 30 de enero de 2019

Ángelus de Papa Francisco, en la Casa Hogar Buen Samaritano Domingo, 27 de enero de 2019




Ø ¿Quién es el prójimo? Ángelus d Papa Francisco en Panamá – Hogar de Buen Samaritano


v  Cfr. Ángelus de Papa Francisco, en la Casa Hogar Buen Samaritano

Domingo, 27 de enero de 2019

Queridos jóvenes, estimados directores, colaboradores, agentes de pastoral, amigas y amigos.

Gracias padre Domingo por las palabras que, en nombre de todos, me ha dirigido. Quise este encuentro con ustedes, que están aquí en el hogar El Buen Samaritano, y también con los demás jóvenes presentes del Centro Juan Pablo II, del Hogar San José de las Hermanas de la Caridad y de la “Casa del Amor”, de la Congregación Hermanos de Jesús Kkottonngae. Estar hoy con ustedes
es para mí un motivo para renovar la esperanza. Gracias por permitirlo.

v  Nacer de nuevo. Ver a los demás como prójimo

o   Nacemos  de nuevo cuando el Espíritu Santo nos regala los ojos para ver a los demás como nuestros prójimos.

§  La parábola del Buen Samaritano
Preparando este encuentro pude leer el testimonio de un miembro de este hogar que me tocó el corazón porque decía: «aquí yo nací de nuevo». Este hogar, y todos los centros que ustedes representan, son signo de esa vida nueva que el Señor nos quiere regalar. Es fácil confirmar la fe de unos hermanos cuando se la ve actuar ungiendo heridas, sanando esperanza y animando a creer.  Acá no nacen de nuevo solo los que podríamos llamar “beneficiarios primeros” de vuestros hogares; aquí la Iglesia y la fe nacen; aquí la Iglesia y la fe se recrean continuamente por medio de la caridad.
Comenzamos a nacer de nuevo cuando el Espíritu Santo nos regala los ojos para ver a los demás, como nos decía el P. Domingo, no solo como nuestros vecinos ―que eso es ya decir  mucho― sino como nuestros prójimos. Ver a los demás como prójimo.
El Evangelio nos dice que una vez le preguntaron a Jesús: ¿Quién es mi prójimo? (cf. Lc 10,29). Él no respondió con teorías, tampoco hizo un discurso bonito o elevado, sino que usó una parábola ―la del Buen Samaritano―, un ejemplo concreto de la vida real que todos ustedes conocen y viven muy bien.
El prójimo es una persona, un rostro que encontramos en el camino, y por el cual nos dejamos mover, nos dejamos conmover: mover de nuestros esquemas y prioridades y conmover entrañablemente por lo que esa persona vive para darle lugar y espacio en nuestro andar. Así lo entendió el buen Samaritano ante el hombre que había quedado medio muerto al borde del
camino no solo por unos bandidos sino también por la indiferencia de un sacerdote y de un levita que no se animaron a ayudar, y que, saben, la indiferencia también mata, hiere y mata. Unos por unas míseras monedas, los otros por miedo a contaminarse, por desprecio o disgusto social no tuvieron problema en dejar tirado en la calle a ese hombre. El buen Samaritano, así como todas vuestras casas, nos muestran que el prójimo es en primer lugar una persona, alguien con rostro concreto, con rostro real y no algo a saltear o ignorar, sea cual sea su situación. Es rostro que revela nuestra humanidad tantas veces sufriente e ignorada.
El prójimo es rostro que incomoda hermosamente la vida porque nos recuerda y pone en el camino de lo verdaderamente importante y nos libra de banalizar y volver superfluo nuestro seguimiento del Señor.
Estar aquí es tocar el rostro silencioso y maternal de la Iglesia que es capaz de profetizar y crear hogar, crear comunidad. El rostro de la Iglesia que normalmente no se ve y pasa desapercibido, pero es signo de la concreta misericordia y ternura de Dios, signo vivo de la buena nueva de la resurrección que actúa hoy en nuestras vidas.

v  Crear “hogar” es crear familia; es aprender a sentirse unidos a los otros más allá de vínculos utilitarios o funcionales, unidos de tal manera que sintamos la vida un poco más humana.

o   Y eso implica pedirle al Señor que nos regale la gracia de aprender a tenernos paciencia, de aprender a perdonarse; aprender todos los días a volver a empezar.

Crear “hogar” es crear familia; es aprender a sentirse unidos a los otros más allá de vínculos utilitarios o funcionales, unidos de tal manera que sintamos la vida un poco más humana. Crear hogar es permitir que la profecía tome cuerpo y haga nuestras horas y días menos inhóspitos, menos indiferentes y anónimos. Es crear lazos que se construyen con gestos sencillos, cotidianos y que todos podemos realizar. Un hogar, y lo sabemos todos muy bien, necesita de la colaboración de todos. Nadie puede ser indiferente o ajeno, ya que cada uno es piedra necesaria en su construcción.
Y eso implica pedirle al Señor que nos regale la gracia de aprender a tenernos paciencia, de aprender a perdonarse; aprender todos los días a volver a empezar. Y, ¿cuántas veces perdonar o volver a empezar? Setenta veces siete, todas las que sean necesarias. Crear lazos fuertes exige de la confianza que se alimenta todos los días de la paciencia y el perdón.
Y así se produce el milagro de experimentar que aquí se nace de nuevo, aquí todos nacemos de nuevo porque sentimos actuante la caricia de Dios que nos posibilita soñar el mundo más humano y, por tanto, más divino.
Gracias a todos ustedes por el ejemplo y generosidad; gracias a sus Instituciones, a los voluntarios y a los bienhechores. Gracias a cuantos hacen posible que el amor de Dios se haga cada vez más concreto, más real, mirando a los ojos de los que están a nuestro alrededor y reconociéndonos como prójimos.
Ahora vamos a rezar el Ángelus, los confío a nuestra Madre la Virgen. Le pedimos a Ella, que como buena Madre que sabe de ternura y de proximidad, nos enseñe a estar atentos para descubrir cada día quién es nuestro prójimo y nos anime a salir con rapidez a su encuentro, y así poder darle un hogar, un abrazo donde encuentre cobijo y amor de hermanos. Una misión en la que
todos estamos involucrados.
Los invito ahora a poner bajo su manto todas las inquietudes que tengan, todas las necesidades, aquellos dolores que llevan, las heridas que padecen, para que, como Buena Samaritana, venga a nosotros y nos auxilie con su maternidad, con su ternura, con su sonrisa de Madre.



Vida Cristiana

Papa Francisco, Homilía de la JMJ en el Campo San Juan Pablo II - Panamá







[Chiesa/Papas/Francisco/ElAhoraDeDiosHomilíaFinalJMJPanamá2019Francisco]
«Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.
Entonces comenzó a decirles:
Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír»
(Lc 4,20- 21)

v  Cfr. Papa Francisco, Homilía de la JMJ en el Campo San Juan Pablo II - Panamá

Domingo, 27 de enero de 2019 – 3º del Tiempo Ordinario
Lucas 1, 1-4;  4, 14-21

«Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír» (Lc 4,20- 21). Así el evangelio nos presenta el comienzo de la misión pública de Jesús. Lo hace en la sinagoga que lo vio crecer, rodeado de conocidos y vecinos y hasta quizá de alguna de sus “catequistas” de la infancia que le enseñó la ley.
Momento importante en la vida del Maestro por el cual, el niño que se formó y creció en el seno de esa comunidad, se ponía de pie, tomaba la palabra para anunciar y poner en acto el sueño de Dios. Una palabra proclamada hasta entonces solo como promesa de futuro, pero que en boca de Jesús solo podía decirse en presente, haciéndose realidad: «Hoy se ha cumplido».

v  Jesús sale a nuestro encuentro para convocarnos también a tomar parte en su ahora de «llevar la Buena Noticia a los pobres, la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia en el Señor» (cf. Lc 4,18-19).

o   No siempre creemos que Dios pueda ser tan concreto, tan cotidiano, tan cercano y tan real, y menos aún que se haga tan presente y actúe a través de alguien conocido como puede ser un vecino, un amigo, un familiar.

§  Un Dios cercano y cotidiano, un Dios amigo y hermano nos pide aprender de cercanías, de cotidianeidad y sobre todo de fraternidad.
Queramos vivir el ahora de Dios
Jesús revela el ahora de Dios que sale a nuestro encuentro para convocarnos también a tomar parte en su ahora de «llevar la Buena Noticia a los pobres, la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia en el Señor» (cf. Lc 4,18-19). Es el ahora de Dios que con Jesús se hace presente, se hace rostro, carne, amor de misericordia
que no espera situaciones ideales, situaciones perfectas para su manifestación, ni acepta excusas para su realización. Él es el tiempo de Dios que hace justa y oportuna cada situación y cada espacio.
En Jesús se inicia y se hace vida el futuro prometido. ¿Cuándo? Ahora. Pero no todos los que allí lo escucharon se sintieron invitados o convocados. No todos los vecinos de Nazaret estaban preparados para creer en alguien que conocían y habían visto crecer y que los invitaba a
poner en acto un sueño tan esperado. Es más, decían: “¿Pero este no es el hijo de José?” (cf. Lc 4,22).
También a nosotros nos puede pasar lo mismo. No siempre creemos que Dios pueda ser tan concreto, tan cotidiano, tan cercano y tan real, y menos aún que se haga tan presente y actúe a través de alguien conocido como puede ser un vecino, un amigo, un familiar. No siempre creemos que el Señor nos pueda invitar a trabajar y a embarrarnos las manos junto a Él en su Reino de forma
tan simple pero contundente. Cuesta aceptar que «el amor divino se haga concreto y casi experimentable en la historia con todas sus vicisitudes dolorosas y gloriosas» (Benedicto XVI, Audiencia general, 28-IX-2005).
Y no son pocas las veces que actuamos como los vecinos de Nazaret, que preferimos un Dios a la distancia: lindo, bueno, generoso, bien dibujadito pero distante y, sobre todo, un Dios que no incomode, un Dios “domesticado”.
Porque un Dios cercano y cotidiano, un Dios amigo y hermano nos pide aprender de cercanías, de cotidianeidad y sobre todo de fraternidad. Él no quiso tener una manifestación angelical o espectacular, sino quiso regalarnos un rostro hermano y amigo, concreto, familiar. Dios es real porque el amor es real, Dios es concreto porque el amor es concreto. Y es precisamente esta
«concreción del amor lo que constituye uno de los elementos esenciales de la vida de los cristianos» (cf. Benedicto XVI, Homilía, 1-III-2006).
            Nosotros también podemos correr los mismos riesgos que los vecinos de Nazaret, cuando en nuestras comunidades el Evangelio se quiere hacer vida concreta y comenzamos a decir: “pero estos chicos, ¿no son hijos de María, José, no son hermanos de... son parientes de...? Estos, ¿no son los jovencitos que nosotros ayudamos a crecer…? Que se calle la boca, ¿cómo le vamos a creer? Ese de allá, ¿no era el que siempre rompía los vidrios con su pelota?”. Y lo que nació para ser profecía y anuncio del Reino de Dios termina domesticado y empobrecido. Querer domesticar la Palabra de Dios es tentación de todos los días.
            E incluso a ustedes, queridos jóvenes, les puede pasar lo mismo cada vez que piensan que su misión, su vocación, que hasta su vida es una promesa pero solo para el futuro y nada tiene que ver con el presente. Como si ser joven fuera sinónimo de sala de espera de quien aguarda el turno de su hora. Y en el “mientras tanto” de esa hora, les inventamos o se inventan un futuro higiénicamente bien empaquetado y sin consecuencias, bien armado y garantizado y con todo “bien asegurado”.
No queremos ofrecerles a ustedes un futuro de laboratorio. Es la “ficción” de alegría, no la alegría del hoy, del concreto, del amor. Y así con esta ficción de la alegría los “tranquilizamos”, los
adormecemos para que no hagan ruido, para que no molesten mucho, para que no se pregunten ni nos pregunten, para que no se cuestionen ni nos cuestionen; y en ese “mientras tanto” sus sueños pierden vuelo, se vuelven rastreros, comienzan a dormirse y son “ensoñamientos” pequeños y tristes (cf. Homilía del Domingo de Ramos, 25-III-2018), tan solo porque consideramos o consideran que todavía no es su ahora; que son demasiado jóvenes para involucrarse en soñar y trabajar el mañana. Y así los seguimos procrastinando… Y ¿saben una cosa?, que a muchos jóvenes esto les gusta.
Por favor, ayudémosle a que no les guste, a que se rebelen, a que quieran vivir el ahora de Dios.

v  Los jóvenes no son el futuro, son el presente

o   Tu vida hoy, es hoy. Tu jugarte es hoy. Tu espacio es hoy. ¿Cómo estás respondiendo a esto?

§  El Señor y su misión no son un “mientras tanto” en nuestra vida, un algo pasajero, no son solo una Jornada Mundial de la Juventud, ¡son nuestra vida de hoy y caminando!
Ahora, porque allí, ahora, donde está tu tesoro está también tu corazón.
Uno de los frutos del pasado Sínodo fue la riqueza de poder encontrarnos y, sobre todo, escucharnos. La riqueza de la escucha entre generaciones, la riqueza del intercambio y el valor de reconocer que nos necesitamos, que tenemos que esforzarnos en propiciar canales y espacios en los que involucrarse en soñar y trabajar el mañana ya desde hoy. Pero no aisladamente, sino juntos, creando un espacio en común. Un espacio que no se regala ni lo ganamos en la lotería, sino un espacio por el que también ustedes deben pelear. Ustedes jóvenes deben pelear por su espacio hoy,
porque la vida es hoy. Nadie te puede prometer un día del mañana. Tu vida hoy, es hoy. Tu jugarte es hoy. Tu espacio es hoy. ¿Cómo estás respondiendo a esto?
Ustedes, queridos jóvenes, no son el futuro. Nos gusta decir: “Ustedes son el futuro…”. No, son el presente. No son el futuro de Dios, ustedes jóvenes son el ahora de Dios. Él los convoca, los llama en sus comunidades, los llama en sus ciudades para ir en búsqueda de sus abuelos, de sus mayores; a ponerse de pie junto a ellos, tomar la palabra y poner en acto el sueño con el que el Señor los soñó.
No mañana, ahora, porque allí, ahora, donde está tu tesoro está también tu corazón (cf. Mt 6,21); y aquello que los enamore conquistará no solo vuestra imaginación, sino que lo afectará todo. Será lo que los haga levantarse por la mañana y los impulse en las horas de cansancio, lo que les rompa el corazón y lo que les haga llenarse de asombro, de alegría y de gratitud. Sientan que
tienen una misión y enamórense, que eso lo decidirá todo (cf. Pedro Arrupe, sj, Nada es más práctico). Podremos tener todo, pero, queridos jóvenes, si falta la pasión del amor, faltará todo. ¡La pasión del amor hoy! ¡Dejemos que el Señor nos enamore y nos lleve hasta el mañana!
Para Jesús no hay un “mientras tanto” sino amor de misericordia que quiere anidar y conquistar el corazón. Él quiere ser nuestro tesoro, porque Jesús no es un “mientras tanto” en la vida o una moda pasajera, es amor de entrega que invita a entregarse.
Es amor concreto, de hoy, cercano, real; es alegría festiva que nace al optar y participar en la pesca milagrosa de la esperanza y la caridad, la solidaridad y la fraternidad frente a tanta mirada paralizada y paralizante por los miedos y la exclusión, la especulación y la manipulación.
Hermanos: El Señor y su misión no son un “mientras tanto” en nuestra vida, un algo pasajero, no son solo una Jornada Mundial de la Juventud, ¡son nuestra vida de hoy y caminando!

v  El hágase de María. Se animó a decir “sí” para participar en este ahora del Señor. Sintió que tenía una misión, se enamoró y eso lo decidió todo.

o   Que ustedes sientan que tienen una misión, se dejen enamorar y el Señor decidirá todo.

Todos estos días de forma especial ha susurrado como música de fondo el hágase de María. Ella no solo creyó en Dios y en sus promesas como algo posible, le creyó a Dios, se animó a decir “sí” para participar en este ahora del Señor. Sintió que tenía una misión, se enamoró y eso lo decidió todo. Que ustedes sientan que tienen una misión, se dejen enamorar y el Señor decidirá
todo.
Y como sucedió en la sinagoga de Nazaret, el Señor, en medio nuestro, sus amigos y conocidos, vuelve a ponerse de pie, a tomar el libro y decirnos: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír» (Lc 4,21).
Queridos jóvenes, ¿quieren vivir la concreción de su amor? Que vuestro “sí” siga siendo la puerta de ingreso para que el Espíritu Santo nos regale un nuevo Pentecostés, a la Iglesia y al mundo. Que así sea.



Vida Cristiana

domingo, 27 de enero de 2019

Ungidos para salvar: por Santiago Agrelo

Vendrá de Dios, como la palabra viene de quien la pronuncia. Vendrá de Dios, ungido por el Espíritu y enviado por él. Vendrá de Dios, y vendrá para ti que lo necesitas. Vendrá para los pobres, entiende cautivos, ciegos, oprimidos, esclavizados.
Así lo proclamaba la palabra profética.
Aquel día en la sinagoga de Nazaret, la palabra proclamada dejó de ser una promesa de salvación, y comenzó a ser un evangelio, buena noticia de que la salvación prometida para el futuro era ya salvación cumplida en el presente: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.
La buena noticia se llamaba Jesús, y era para los pobres.
El evangelio no es una complicada doctrina, sino una persona que viene a salvar a los oprimidos por el mal. El evangelio no es una fuente de valores morales para mantener alta la producción industrial, sino revelación del misterio de la unción divina sobre el hombre Jesús de Nazaret, para que este hombre proclame el año de gracia del Señor. En realidad, él, Jesús, es el verdadero año de gracia que ya nunca se acabará para el hombre que quiera recibirla.
Hoy es un día santo para ti, Iglesia rescatada del Señor, pues para ti ha sido ungido Aquel que viene a ser tu luz y tu libertador.
La Escritura, toda la Escritura, recibe en Jesús de Nazaret su interpretación verdadera, real, última, pues en él se cumplen las promesas que la Escritura encierra, y tú, comunidad de los que han entrado por la fe en el año de gracia del Señor, has visto y conocido al que velaban las palabras de la profecía. Es más, hoy te encuentras con él, lo escuchas, comulgas con él. Hoy te encuentras con tu luz y con tu libertad, con el que es para ti el evangelio de la gracia.
No quiero que olvides, sin embargo, otra dimensión del misterio que celebras. Hoy eres ungida tú también, y enviada, como Jesús, como el siervo del Señor, para llevar la buena noticia a los pobres. Hoy eres ungida para liberar, para iluminar, para salvar. Hoy eres enviada a la frontera sur de la riqueza, en la que se levantan barreras para que los explotados no perturben la tranquilidad de los explotadores. Hoy te esperan los desesperados de todas las latitudes del sufrimiento. Seguramente los encontrarás con la mano tendida a las puertas mismas de tu celebración dominical. Hoy se cumplen en el cuerpo de Cristo, que eres tú, las palabras de la profecía: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres”.

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