sábado, 1 de febrero de 2020

La Presentación del Señor


Ø La Presentación del Señor

     Cfr. Aciprensa
26771
Aunque esta fiesta del 2 de febrero cae fuera del tiempo de navidad, es una parte integrante del relato de navidad. Es una chispa de fuego de navidad, es una epifanía del día cuadragésimo. Navidad, epifanía, presentación del Señor son tres paneles de un tríptico litúrgico.
Es una fiesta antiquísima de origen oriental. La Iglesia de Jerusalén la celebraba ya en el siglo IV. Se celebraba allí a los cuarenta días de la fiesta de la epifanía, el 14 de febrero. La peregrina Eteria, que cuenta esto en su famoso diario, añade el interesante comentario de que se "celebraba con el mayor gozo, como si fuera la pascua misma"'. Desde Jerusalén, la fiesta se propagó a otras iglesias de Oriente y de Occidente. En el siglo VII, si no antes, había sido introducida en Roma. Se asoció con esta fiesta una procesión de las candelas. La Iglesia romana celebraba la fiesta cuarenta días después de navidad.
Entre las iglesias orientales se conocía esta fiesta como "La fiesta del Encuentro" (en griego, Hypapante), nombre muy significativo y expresivo, que destaca un aspecto fundamental de la fiesta: el encuentro del Ungido de Dios con su pueblo. San Lucas narra el hecho en el capítulo 2 de su evangelio. Obedeciendo a la ley mosaica, los padres de Jesús llevaron a su hijo al templo cuarenta días después de su nacimiento para presentarlo al Señor y hacer una ofrenda por él.
Esta fiesta comenzó a ser conocida en Occidente, desde el siglo X, con el nombre de Purificación de la bienaventurada virgen María. Fue incluida entre las fiestas de Nuestra Señora. Pero esto no era del todo correcto, ya que la Iglesia celebra en este día, esencialmente, un misterio de nuestro Señor. En el calendario romano, revisado en 1969, se cambió el nombre por el de "La Presentación del Señor". Esta es una indicación más verdadera de la naturaleza y del objeto de la fiesta. Sin embargo, ello no quiere decir que infravaloremos el papel importantísimo de María en los acontecimientos que celebramos. Los misterios de Cristo y de su madre están estrechamente ligados, de manera que nos encontramos aquí con una especie de celebración dual, una fiesta de Cristo y de María.
La bendición de las candelas antes de la misa y la procesión con las velas encendidas son rasgos chocantes de la celebración actual. El misal romano ha mantenido estas costumbres, ofreciendo dos formas alternativas de procesión. Es adecuado que, en este día, al escuchar el cántico de Simeón en el evangelio (Lc 2,22-40), aclamemos a Cristo como "luz para iluminar a las naciones y para dar gloria a tu pueblo, Israel".



Vida  Cristiana



2 de febrero de 2020: fiesta de la Presentación del Señor


[Chiesa/Omelie1/Gesucristo/PresentaciónSeñorTemplo2020LuzGentesContradicciónSimeón]

Ø Fiesta de la Presentación del  Señor en el Templo, el  2 de febrero de 2020. A los cuarenta días de su nacimiento, siguiendo lo prescrito por la ley mosaica, Jesús fue presentado en el Templo, al mismo tiempo que su Madre realizaba la ceremonia de su purificación. Jesús se manifestó así como luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo Israel. Este año, la fiesta sustituye al 4º Domingo del Tiempo Ordinario.


v  Cfr. 2 de febrero de 2020: fiesta de la Presentación del Señor

Lucas 2, 22-40 (forma breve: 2, 22-32);  Malaquías 3,1-4; Salmo 23; Hebreos 2, 14-18


Lucas 2, 22-40: Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén  para presentarle al Señor, 23 como está escrito en la Ley del Señor: “Todo varón primogénito será consagrado al Señor” 24 y para ofrecer en sacrificio “un par de tórtolas o dos pichones”, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. 25      Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. 26 Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. 27 Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, 28 le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: 29 «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; 30 porque han visto mis ojos tu salvación, 31 la que has preparado a la vista de todos los pueblos, 32 luz para iluminar a los gentiles  y gloria de tu pueblo Israel.» 33 Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. 34 Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción – 35 ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos  corazones.» 36 Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, 37 y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. 38    Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. 39 Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40 El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.

 

1.    La fiesta de la Presentación del Señor en el Templo


v  En el Antiguo Testamento

·         La Sagrada Familia fue a Jerusalén para cumplir dos prescripciones de la Ley de
Moisés: la purificación de la madre (Levítico 12, 2-8) y la presentación del primogénito (cfr. Éxodo 13,2.12-13).
·         Acerca de la segunda prescripción, nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica que
 “la Presentación de Jesús en el templo lo muestra como el primogénito que pertenece al Señor” (n. 529).  
Efectivamente, en el libro del Exodo se prescribía que todo primogénito de las familias israelitas debía ser consagrado al Señor: “Yahvé dijo a Moisés: «Conságrame todo primogénito, todo primer parto entre los israelitas, tanto de hombres como de animales; es mío»” (13, 1-2; cfr. v.12). Esta prescripción forma parte del Código de la Alianza, colección de leyes y costumbres: “Me entregarás el primogénito de tus hijos. Lo mismo harás con el de tus vacas y ovejas” (Exodo 22, 28-29).
Era un recuerdo de los primogénitos de Israel que no fueron matados por el ángel exterminador, al contrario de los primogénitos de los egipcios, que sí fueron matados como castigo porque el faraón no dejaba libre al pueblo israelita, según se lo pedía Yahvé. Se trata de la conocida décima plaga (Exodo 12, 29-34).

v  En el rezo del Rosario: ha sido meditado siempre como uno de los misterios gozosos de la vida de Cristo.

·         El misterio de la «Presentación de  Jesús  en el templo» ha sido meditado siempre en
el rezo del Rosario, como uno de los misterios gozosos de la vida de Cristo.  
En su último documento sobre el Rosario, Juan Pablo II afirma que “el misterio de la presentación en el templo, a la vez que expresa la dicha de la consagración y extasía al viejo Simeón, contiene también la profecía de que el Niño será «señal de contradicción» para Israel y de que una espada traspasará el alma de la Madre (cf. Lc 2, 34-35)” (Rosarium Virginis Mariae, n. 20)). Acerca de este  cuarto misterio gozoso y del quinto, «El Niño perdido y hallado en el Templo», el Papa añade que «aun conservando el sabor de la alegría, anticipan indicios del drama» (ibidem).

v  Catecismo de la Iglesia Católica

o   Jesús es reconocido como luz de las naciones, gloria de Israel y «signo de contradicción».

n. 529: “… Jesús es reconocido como el Mesías tan esperado, "luz de las naciones" y "gloria de Israel", pero también "signo de contradicción". La espada de dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz que dará la salvación que Dios ha preparado "ante todos los pueblos".

2. Jesús y el Templo, en el Catecismo de la Iglesia Católica


583 Como los profetas anteriores a él, Jesús profesó el más profundo respeto al Templo de Jerusalén. Fue presentado en él por José y María cuarenta días después de su nacimiento (Lc 2,22-39). A la edad de doce años, decidió quedarse en el Templo para recordar a sus padres que se debía a los asuntos de su Padre (cf. Lc 2,46-49). Durante su vida oculta, subió allí todos los años al menos con ocasión de la Pascua (cf. Lc 2,41); su ministerio público estuvo jalonado por sus peregrinaciones a Jerusalén con motivo de las grandes fiestas judías (cf. Jn 2,13-14 Jn 5,1 Jn 5,14 Jn 7,1 Jn 7,10 Jn 7,14 Jn 8,2 Jn 10,22-23).
584 Jesús subió al Templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El Templo era para él la casa de su Padre, una casa de oración, y se indigna porque el atrio exterior se haya convertido en un mercado (Mt 21,13). Si expulsa a los mercaderes del Templo es por celo hacia las cosas de su Padre: "no hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado. Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: 'El celo por tu Casa me devorará' (Ps 69,10)" (Jn 2,16-17). Después de su Resurrección, los Apóstoles mantuvieron un respeto religioso hacia el Templo (cf. Ac 2,46 Ac 3,1 Ac 5,20 Ac 5,21 etc. ).
585 Jesús anunció, no obstante, en el umbral de su Pasión, la ruina de ese espléndido edificio del cual no quedará piedra sobre piedra (cf. Mt 24,1-2). Hay aquí un anuncio de una señal de los últimos tiempos que se van a abrir con su propia Pascua (cf. Mt 24,3 Lc 13,35). Pero esta profecía pudo ser deformada por falsos testigos en su interrogatorio en casa del sumo sacerdote (cf. Mc 14,57-58) y serle reprochada como injuriosa cuando estaba clavado en la cruz (cf. Mt 27,39-40).

2.    Exposición  esquemática de algunos puntos de exégesis del texto del Evangelio.


v  El respeto de la familia de Nazaret  por las prescripciones de la Ley

·         La Presentación es una prueba más del respeto de la familia de Nazaret por las
prescripciones de la Ley: junto con la prescripción de la circuncisión, la purificación de la madre, etc. “Cumplidos los días de su purificación según la Ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén  para presentarlo al Señor, como está mandado en la Ley del Señor” (Lucas 2, 22-23).

v  La acción del Espíritu Santo en Simeón

·         Tres veces seguidas, se habla expresamente de la acción del Espíritu Santo en
Simeón: «El Espíritu Santo estaba con él», «había recibido la revelación del Espíritu Santo de que no moriría antes de ver al Cristo del Señor», fue al Templo en el momento oportuno para encontrarse con la Sagrada Familia «movido por el Espíritu Santo».  
“Ante el Niño Jesús, Simeón empieza a hablar con Palabras que no proceden del hombre.  Profetiza: habla movido por el Espíritu Santo; habla en vez de Dios, ese Dios en cuyo honor se construyó el templo y que es su Dueño legal”. (Karol Wojtyla, Signo de contradicción”, BAC 3ª edición, p. 54).

v  Simeón bendice a Dios por la salvación universal

·         Simeón bendice en primer lugar a Dios con una alabanza porque se están
cumpliendo las profecías: “Tomó en sus brazos al niño y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes .....»  (Lucas 2, 29-32); bendice a Dios por la salvación universal («luz para iluminar a los gentiles»), que viene de Israel, que no es renegado («gloria de tu pueblo Israel»).

v  Delante del Niño no se podrá ser neutrales: se acepta o se rechaza. Él nos juzgará

·         Simeón pronuncia una segunda bendición, al padre y a la madre del Niño
(Lucas 2,34), señalando de este modo que junto al origen divino del Niño, también hay un origen humano; en este momento, Simeón también hace una profecía (vv. 34-35) que tiene varios elementos: el Niño lleva a la “ruina” o a la “salvación” de muchos en Israel, y será “signo de contradicción”: es decir, delante de ese Niño no se podrá ser neutrales, hará falta tomar decisiones esenciales para la vida, de aceptación o rechazo.  La «espada que traspasará el alma de María» y el hecho de que Él «descubrirá los pensamientos de muchos corazones», hacen referencia a que Jesús pondrá al desnudo la verdad profunda del hombre, y nos juzgará, provocando el que tengamos que tomar posición a su favor o en contra. 

3.    Una meditación sobre el Cántico de Simeón: “Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz...”.

1996, cap. III pp. 55-75

v  El nacimiento del Niño tiene un significado determinante para la humanidad entera. Jesús es presentado por Simeón como luz para alumbrar a las naciones.

·         (...) “Podemos apreciar de inmediato que el rito de la presentación aparece distinto
de como es habitual y se realiza de una forma totalmente especial.  Los términos se invierten tácitamente: en lugar de ser los hombres quienes presentan un niño a Dios, en este caso único es Dios quien presenta un niño a los hombres, por medio de un profeta suyo.  Dios «introduce a su Primogénito en el mundo» (Hebreos 1, 6).  Antes del rito legal de la Presentación y del rescate del primogénito - que, aunque tuvo lugar, no se describe -, encontramos el nuevo rito en el que Simeón, «movido por el Espíritu Santo», toma al niño Jesús entre sus brazos y lo presenta al mundo con su cántico, donde lo define como «luz de los gentiles y gloria de su pueblo Israel». (...) En pocas palabras, es proclamada una cosa de incalculable importancia: el nacimiento de este niño tiene un significado determinante para la humanidad entera, sobrepasa los confines de Israel; ante él se decide quién se mantiene en pie y quién cae. (...)

v  La lección de Simeón: desprendimiento, libertad de espíritu y pureza de corazón

            (...) Quizás ahora podamos comprender mejor la parte inicial del cántico de Simeón que he llamado parte subjetiva o personal. ¿Cómo se comporta Simeón frente a la grandiosa perspectiva que ve abrirse para su pueblo, al despuntar los nuevos tiempos mesiánicos?  Saber esto se hace actual e importante porque, a través del ejemplo de Simeón, la palabra de Dios nos indica cómo debemos comportamos ante esas perspectivas nuevas que también hoy la historia abre ante la Iglesia.  Simeón, con pocas palabras, nos da una enseñanza fundamental que sirve sobre todo para aquellos que desempeñan alguna misión pública en la Iglesia.  Nos enseña el desapego, la libertad de espíritu y la pureza de corazón.  Nos enseña cómo afrontar serenamente ese momento tan delicado de la vida que supone la despedida del servicio, la llamada jubilación; o, como se dice también, el estar jubilado, que tan a menudo se convierte en un drama, o al menos en causa de sufrimiento y de pérdida de la paz interior.  Ahora, Señor - dice el anciano sacerdote -, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz... Lo menos que se puede decir ante estas palabras es que Simeón ve con serenidad su muerte.  No le importa tomar parte o inscribir su nombre en la incipiente era mesiánica; está contento de que se realice la obra de Dios; si es con él o sin él, no tiene importancia. (...)

v  El cántico del Nunc dimittis nos estimula ya ahora a vivir y a trabajar según su espíritu; a ocupar el oficio que ocupamos y a desarrollar la misión que desarrollamos, pequeña o grande, de forma que podamos dejarla con  serenidad y con paz.

            (...) El Nunc dimittis no nos sirve solamente para la hora de nuestra muerte, o de nuestra «despedida» del servicio.  Este cántico nos estimula ya ahora a vivir y a trabajar según su espíritu; a ocupar el oficio que ocupamos y a desarrollar la misión que desarrollamos, pequeña o grande, de forma que podamos dejarla con la serenidad y la paz con que lo hizo Simeón. Vivir en el espíritu de la Pascua: con la cintura ceñida, el bastón en la mano, las sandalias en los pies: dispuestos a abrirle la puerta al Señor cuando llegue y llame...
                        Para poder hacer esto es necesario que también nosotros, como el anciano Simeón, «estrechemos al Niño Jesús entre los brazos».  Con él apretado a nuestro corazón, todo es más fácil.  Simeón ve con gran serenidad su propia muerte, porque sabe que ya también más allá de la muerte encontrará al mismo Señor y será un estar todavía con él, de otro modo. «Si uno sale del mundo - exhorta Orígenes -, si es liberado de la cárcel y de la morada de los prisioneros para ir a reinar, tome entre sus manos a Jesús, rodéelo con sus brazos, estréchelo a su pecho y entonces podrá ir exultante de gozo allá donde desee»[1].

Vida Cristiana


[1] ORÍGENES, In Luc., XV; GCS 35,103.

El suicidio, un grave problema al que no se da respuesta: ¿qué pueden hacer los católicos?



 

o   En España se suicidan cada año 3600 personas,

    el doble de muertos que en accidentes de tráfico

Ø El suicidio, un grave problema al que no se da respuesta: ¿qué pueden hacer los católicos?

El suicidio es una cuestión de salud pública en la que en muchos países no se está dando respuesta

El suicidio es una cuestión de salud pública en la que en muchos países no se está dando respuesta

J.L. / ReL - 31 enero 2020
El suicidio se ha convertido en uno de los grandes dramas de nuestro tiempo sin que se esté abordando de manera seria un problema que se lleva cada año la vida de miles de personas. Según los datos de la Organización Mundial de la Salud cada año se suicidan en el mundo cerca de 800.000 personas.
En España, por ejemplo, más de 3.600 personas se suicidan al año, unas cifras que impresionan aún más si se comparan, pues son el doble que los fallecidos en accidentes de tráfico, 11 veces más que por homicidio y hasta 80 veces más que por violencia doméstica.
No son muy diferentes los porcentajes en otros países como EEUU, donde en 2017 se suicidaron 47.000 ciudadanos, una media de 129 personas al día. Y además, el suicidio es una de las causas de muerte principales entre los jóvenes.

¿Qué respuesta pueden dar los católicos?
Este problema de salud pública sigue siendo tabú para las administraciones públicas, pero en gran medida todavía también para la Iglesia. ¿Qué respuesta se puede dar desde el catolicismo ante esta oleada de suicidios y ante las causas que pueden provocarlo?
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Laura Lewis es experta en temas de prevención de suicidio en la Universidad Estatal de Ohio
Laura Lewis, consejera clínica profesional y experta en temas de prevención del suicidio en la Universidad Estatal de Ohio, aborda este problema en un artículo publicado en Catholic Digest. Antes de nada, avisa que el suicidio sigue siendo un tema complejo, sensible y difícil, donde todavía se dan estigmas y conceptos erróneos.
Como experta profesional en el ámbito de la salud mental, pero también como católica afirma haber escuchado a menudo a cristianos realizar comentarios como “si hubieran tenido fe no se habrían suicidado” o “ir a la iglesia de manera más constante podría haberles salvado la vida”. Sin embargo, Lewis afirma que ojalá todo esto fuera así de simple.

Una realidad muy compleja
Por ello, esta experta considera que como católicos hay que intentar entender y abordar mejor la cuestión del suicidio pues no tiene una sola causa sino que es algo que no entiende de nacionalidades, etnias, culturas, clases sociales o edades. “Si bien a menudo se simplifica demasiado, el suicidio en realidad es una situación muy compleja de entender y se da con mayor frecuencia cuando los factores estresantes y de salud convergen creando una experiencia de desesperanza y desesperación”.
Los factores de riesgo para el suicidio –señala- “a menudo provienen de múltiples fuentes”. Algunos de ellos pueden ser el sentirse desesperado o indefenso, experimentar una situación de gran estrés como un divorcio o graves problemas financieros, tener antecedentes de suicidio en la familia…
Además, los trastornos de salud mental graves y persistentes también contribuyen al comportamiento suicida aunque por sí solos no suelen ser la causa del suicidio. De este modo, problemas como la depresión, la ansiedad, la psicosis, el uso y abuso de sustancias y otros problemas mentales no tratados adecuadamente pueden aumentar el riesgo de suicidio.

La fe, uno de los grandes "factores protectores"
Pero igualmente importantes para entender el “por qué” son los factores protectores, características que pueden ayudar a disminuir el riesgo de suicidio de una persona. Aquí se incluyen sistemas de apoyo social, familiar, creencias culturales o habilidades para resolver problemas, entre otros muchos.
Y aquí entra en escena también la fe. De hecho, uno de los factores protectores más importantes son la espiritualidad y la religión, que pueden ser importantes elementos de disuasión para el suicidio. Lewis afirma que distintas investigaciones han demostrado que las personas con afiliación religiosa muestran niveles más altos de apoyo social, bienestar y razones para vivir.
De este modo, esta experta indica que esta fe y la práctica espiritual ofrece conexión, significado y propósito, todo lo cual contribuye a sentirse más esperanzado y tener una vida más satisfactoria.
Cuando la persona tiene confianza en hacer frente a cada suceso, cree que otras personas se preocupan por él o ella, y que hay razones para vivir el suicidio es una posibilidad mucho más lejana.

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Compartir el amor de Cristo a las personas en riesgo de suicidarse
Y Lewis añade que como conocer a Cristo es un elemento crucial, los cristianos deben compartir el amor de Cristo con todos, especialmente con aquellas personas que pueden estar en riesgo de terminar con sus propias vidas.
Por ello, es muy importante estar atentos a las señales de advertencia pues muchas de las personas en riesgo grave de suicidio no suelen pedir ayuda directamente. Pueden comunicar su angustia de diferentes maneras y por ello es crucial prestar atención a estas demandas de ayuda indirectas.
Las investigaciones demuestran de manera consistente en que aquellos que han intentado suicidarse pero no lo han logrado en realidad nunca quisieron quitarse la vida. El dolor se le había vuelto insoportable los que les llevó a buscar una forma de aliviarlo. Es decir, estas personas no querían morir sino que su dolor terminase.
Hablar de de manera clara y directa sobre el suicidio
¿Cómo ayudar? Para derribar muros y estigmas lo mejor es hablar de manera directa y precisa sobre la realidad del suicidio y esto puede fomentar que la persona pueda buscar ayuda y encontrar el tratamiento que necesita.
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Los católicos están llamados por su fe a ayudar a estas personas que en ese momento de su vida sólo ven oscuridad. Para ello, Laura Lewis recomienda hablar con la persona que pueda tener esta tendencia con una actitud sin prejuicios, teniendo en cuenta que muy a menudo sienten vergüenza lo que les lleva al aislamiento y reduce la posibilidad de pedir ayuda.
Escuchar y ofrecer esperanza
Hay que mostrar atención y preocupación por la persona. Hay que escuchar de verdad, tener empatía y comunicar esperanza y sanación. No es necesario caminar de puntillas sobre el tema o evitar preguntas. Por ello, el lenguaje claro y directo puede ayudar porque normaliza la conversación y así también será más fácil poder ofrecer ayuda.
Además, esta experta en prevención de suicidio recuerda a los católicos que muchos de los que han muerto por suicidio creyeron en Dios, pero que en los días en los que se sentían felices y realizados nunca soñaron con acabar con su vida y dañar su relación con Dios y sus familias. Pero en un momento dado la desesperación pudo con ellos. Por ello, anima a llevar el amor de Cristo a las personas desesperadas, pero a la vez mirarlas como personas con una dignidad total.





Vida Cristiana

jueves, 30 de enero de 2020

EUTANASIA Y CUIDADOS PALIATIVOS



Inicio/Vida y familia

EUTANASIA Y CUIDADOS PALIATIVOS

o   El Gobierno de Sánchez apuesta por la eutanasia y deja de lado los paliativos

Ø ¿Por qué no legalizar la eutanasia? 10 razones de los médicos para impulsar los cuidados paliativos

El doctor Jacinto Bátiz ha sido durante 25 años el responsable del área de cuidados paliativos del Hospital San Juan de Dios de Santurce (Vizcaya)

El doctor Jacinto Bátiz ha sido durante 25 años el responsable del área de cuidados paliativos del Hospital San Juan de Dios de Santurce (Vizcaya)

ReL - 30 enero 2020
Mientras el Gobierno de Pedro Sánchez ya ha anunciado públicamente que una de las prioridades de esta legislatura será la legalización de la eutanasia, los médicos españoles siguen pidiendo una ley nacional de cuidados paliativos, una ayuda eficaz y buena para los pacientes al final de la vida.
Sin embargo, el Ministerio de Sanidad no se plantea otra cosa que la vía de la eutanasia, dejando de lado los cuidados paliativos, algo que los propios especialistas médicos consideran un error.
El doctor Jacinto Bátiz, uno de los grandes expertos en cuidados paliativos en España y secretario de la Comisión Central de Deontología de la Organización Médica Colegial (OMC), afirma que "tratar el dolor y aliviar el sufrimiento de forma inadecuada es un grave problema asistencial y un problema ético de primera magnitud".
Sobre todo esto y la importancia de impulsar los cuidados paliativos reflexiona el doctor Bátiz en este artículo de opinión que publica la web Médicos y Pacientes:
Artículo del doctor Jacinto Bátiz 
El dolor es una de las causas que más afectan a la calidad de vida de las personas. Tratar el dolor y aliviar el sufrimiento de forma inadecuada es un grave problema asistencial y un problema ético de primera magnitud que afecta directamente a las personas y atenta contra su dignidad. Es incomprensible que, con todos los avances en los que estamos inmersos y las armas terapéuticas tan sencillas y eficaces de que disponemos, no hayamos superado este problema en un gran porcentaje de enfermos.
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La formación en cuidados paliativos y en el tratamiento del dolor es uno de los recursos que escasean y sin embargo es fundamental para el desarrollo de los cuidados paliativos en nuestro país. Se debiera formar a las nuevas generaciones de médicos en el tratamiento del dolor no sólo desde el punto de vista estrictamente científico, sino teniendo presente la dimensión cultural, social, psicológica, espiritual y humana para poder ser capaces de abordar con eficacia el “dolor total” que padecen los enfermos.
Es preciso tener en cuenta que el tratamiento del dolor no es una cuestión opcional, sino un imperativo ético. Con respecto a la formación en Cuidados paliativos podemos decir que tradicionalmente la formación académica en Medicina se ha centrado en la curación como objetivo, lo que ha provocado que en muchos casos los profesionales carezcan de herramientas clínicas y personales, para enfrentarse a situaciones en la que no es posible curar al enfermo.
Esta falta de formación en Medicina Paliativa suele derivar en tres tipos de actitudes:
1.      Los que consideran que se encuentran ante una situación compleja y deciden evitarla y dejan a la persona enferma y a su familia a la libre evolución de su proceso, entendiendo además que los cuidados paliativos sólo deben ser aplicados en las fases agónicas.
2.      Los que consideran una situación nimia y de escasa complejidad que puede ser fácilmente manejada con unos mínimos conocimientos técnicos y la atención de los síntomas físicos.
3.      Los que, ante el miedo y las reticencias a aceptar la situación, emprenden actitudes más intervencionistas y evitan la comunicación y los encuentros incómodos con el enfermo y su familia.
Estas tres actitudes pueden provocar que la persona al final de la vida y su familia sufran la falta de atención integral del proceso, la falta de apoyo domiciliario, la escasez de cuidados continuados. Sin embargo, hay evidencia alentadora de que estas actitudes pueden evitarse con los conocimientos y las habilidades adquiridas durante la formación académica y de postgrado. Invertir en formación es invertir en Cuidados Paliativos.
Desde la Organización Médica Colegial de España, a través del Observatorio Atención Médica al final de la vida, se han planteado algunas consideraciones para el desarrollo de los cuidados paliativos en nuestro país, pudiendo así garantizar la adecuada atención a enfermos en situación avanzada o terminal y a sus familiares para aliviarles el dolor y el sufrimiento en esos momentos tan difíciles para ellos:
1. El desarrollo de los cuidados paliativos representa una garantía para la correcta atención al final de la vida de las personas. Tras más de 50 años de historia en todo el mundo, y más de 30 años en España, los cuidados paliativos han demostrado ser la alternativa más eficaz en el tratamiento de los enfermos en fase terminal y en el acompañamiento de sus familiares.
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2. La planificación de los cuidados paliativos en los servicios de salud debe contar con la opinión de profesionales expertos en la materia. La participación de los profesionales debería ser tenida en cuenta tanto para la redacción de nuevos planes como para la corrección, mejora o actualización de los antiguos.
3. Es necesario habilitar un sistema específico de selección, capacitación, acreditación y reconocimiento para los médicos y para el resto de profesionales sanitarios que trabajen en los equipos de cuidados paliativos. La ausencia de un sistema de selección de personal específico es una de las principales amenazas para el desarrollo de los cuidados paliativos.
4. El desarrollo de los cuidados paliativos requiere la búsqueda de acuerdos entre las diferentes sociedades científicas y los diferentes colegios profesionales implicados.
5. Es urgente calcular las necesidades de profesionales sanitarios capacitados en cuidados paliativos. La creación de equipos específicos en todas las Comunidades Autónomas requerirá de un número adecuad de profesionales preparados
6. La medicina paliativa deber ser practicada en todos los niveles asistenciales, para lo que se precisan medidas de coordinación eficaces. Es conveniente establecer criterios claros de derivación a los equipos especializados teniendo en cuenta la ubicación, la complejidad y las necesidades de los enfermos.
7. La confianza en el médico y en el entorno sanitario es fundamental para una correcta atención al final de la vida. La administración sanitaria debe fomentar el establecimiento de dicha confianza.
8. Las administraciones educativas y sanitarias han de garantizar la formación de grado en cuidados paliativos en todas las facultades de medicina, así como en las de otras profesiones sanitarias. La Medicina Paliativa ha adquirido un rango asistencial y científico suficiente como para ser impartida en todas las facultades de medicina por profesores que puedan acreditar una formación y experiencia clínica suficientes.
9. Las administraciones autonómicas competentes en materia social deben desarrollar medidas ágiles de acceso a sus prestaciones, especialmente a aquellas relacionadas con la ley de dependencia.
10. Se debe promover la investigación en cuidados paliativos considerando sus peculiaridades.
Desde la OMC seguiremos reivindicando la universalización homogénea de los cuidados paliativos para todos los ciudadanos que los necesiten. Y seguimos contribuyendo a través del Observatorio Atención Médica al Final de la Vida en la formación de los profesionales para aliviar el sufrimiento de las personas. Ejemplo de ello son:
- La elaboración de la Guía de Sedación Paliativa en 2012.
- Diseño y docencia del Taller ético-clínico sobre sedación paliativa. Aprendiendo la práctica clínica de la sedación paliativa a la cabecera del paciente. Con una acreditación de 10 horas. Se ha comenzado a impartir en 2019 en los Colegios de Médicos de Zaragoza, Badajoz y Toledo (30 médicos por Colegio) y se pretende impartirlo por todos los Colegios de Médicos que lo soliciten.
Desde la profesión médica nos debemos al imperativo deontológico de contribuir al control del dolor y al alivio del sufrimiento que nos recuerda nuestro Código de Deontología Médica en su articulo 36.1: “El médico tiene el deber de intentar la curación o mejoría del paciente siempre que sea posible. Cuando ya no lo sea, permanece la obligación de aplicar las medidas adecuadas para conseguir su bienestar, aún cuando de ello pudiera derivarse un acortamiento de la vida”.


Vida Cristiana

Y CAYENDO DE RODILLAS LO ADORARON Homilía del Papa Francisco en la Epifanía del Señor Lunes, 6 de enero de 2020




[Chiesa/Omelie1/Natale/Epifanía/Epifanía20HomilíaLaAdoraciónDelNiñoFrancisco]

Y CAYENDO DE RODILLAS LO ADORARON

Homilía del Papa Francisco en la Epifanía del Señor
Lunes, 6 de enero de 2020

v  Los Magos adoran al Niño, otros personajes no logran adorar

o   No adoran el rey Herodes, los jefes de los sacerdotes, los escribas del pueblo

En el Evangelio (Mt 2,1-12) hemos escuchado que los Magos comienzan manifestando sus intenciones: «Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo» (v. 2). La adoración es la finalidad de su viaje, el objetivo de su camino. De hecho, cuando llegaron a Belén, «vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron» (v. 11). Si perdemos el sentido de la adoración, perdemos el sentido del movimiento de la vida cristiana, que es un camino hacia el Señor, no hacia nosotros. Es el riesgo del que nos advierte el Evangelio, presentando, junto a los Reyes Magos, a unos personajes que no logran adorar.

En primer lugar, está el rey Herodes, que usa el verbo adorar, pero de manera engañosa. De hecho, le pide a los Reyes Magos que le informen sobre el lugar donde estaba el Niño «para ir —dice— yo también a adorarlo» (v. 8). En realidad, Herodes sólo se adoraba a sí mismo y, por lo tanto, quería deshacerse del Niño con mentiras. ¿Qué nos enseña esto? Que el hombre, cuando no adora a Dios, está orientado a adorar su yo. E incluso la vida cristiana, sin adorar al Señor, puede convertirse en una forma educada de alabarse a uno mismo y el talento que se tiene: cristianos que no saben adorar, que no saben rezar adorando. Es un riesgo grave: servirnos de Dios en lugar de servir a Dios. Cuántas veces hemos cambiado los intereses del Evangelio por los nuestros, cuántas veces hemos cubierto de religiosidad lo que era cómodo para nosotros, cuántas veces hemos confundido el poder según Dios, que es servir a los demás, con el poder según el mundo, que es servirse a sí mismo.

Además de Herodes, hay otras personas en el Evangelio que no logran adorar: son los jefes de los sacerdotes y los escribas del pueblo. Ellos indican a Herodes con extrema precisión dónde nacería el Mesías: en Belén de Judea (cfr. v. 5). Conocen las profecías y las citan exactamente. Saben a dónde ir —grandes teólogos, grandes—, pero no van. También de esto podemos aprender una lección. En la vida cristiana no es suficiente saber: sin salir de uno mismo, sin encontrar, sin adorar, no se conoce a Dios. La teología y la eficacia pastoral valen poco o nada si no se doblan las rodillas; si no se hace como los Magos, que no sólo fueron sabios organizadores de un viaje, sino que caminaron y adoraron. Cuando uno adora, se da cuenta de que la fe no se reduce a un conjunto de doctrinas bonitas, sino que es la relación con una Persona viva a quien amar. Conocemos el rostro de Jesús estando cara a cara con Él. Al adorar, descubrimos que la vida cristiana es una historia de amor con Dios, donde las buenas ideas no son suficientes, sino hay que ponerlo en primer lugar, como lo hace un enamorado con la persona que ama. Así debe ser la Iglesia, una adoradora enamorada de Jesús, su esposo.

v  La adoración es una exigencia de fe

o   Adorar es poner al Señor en el centro para dejar de estar centrados en nosotros mismos. Es aceptar la enseñanza de la Escritura: «Al Señor, tu Dios, adorarás».

§  Es hablarle de “tu” en la intimidad, presentarle la vida y dejarle entrar en nuestras vidas.
Es encontrarse con Jesús sin una lista de peticiones, sino con la única solicitud de estar con Él.
Es la forma de desintoxicarse de muchas cosas inútiles, de adicciones que adormecen el corazón y aturden la mente.
Al inicio del año redescubrimos la adoración como una exigencia de fe. Si sabemos arrodillarnos ante Jesús, venceremos la tentación de ir cada uno por su camino. De hecho, adorar es hacer un éxodo de la esclavitud más grande, la de uno mismo. Adorar es poner al Señor en el centro para dejar de estar centrados en nosotros mismos. Es poner cada cosa en su lugar, dejando el primer puesto a Dios. Adorar es poner los planes de Dios antes que mi tiempo, mis derechos, mis espacios. Es aceptar la enseñanza de la Escritura: «Al Señor, tu Dios, adorarás» (Mt 4,10). Tu Dios: adorar es experimentar que, con Dios, nos pertenecemos mutuamente. Es hablarle de “tu” en la intimidad, presentarle la vida y dejarle entrar en nuestras vidas. Es hacer descender su consuelo al mundo. Adorar es descubrir que para rezar basta con decir: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20,28), y dejarnos llenar de su ternura.

Adorar es encontrarse con Jesús sin una lista de peticiones, sino con la única solicitud de estar con Él. Es descubrir que la alegría y la paz crecen con la alabanza y la acción de gracias. Cuando adoramos, permitimos que Jesús nos sane y nos cambie. Al adorar, le damos al Señor la oportunidad de transformarnos con su amor, de iluminar nuestra oscuridad, de darnos fuerza en la debilidad y valentía en las pruebas. Adorar es ir a lo esencial: es la forma de desintoxicarse de muchas cosas inútiles, de adicciones que adormecen el corazón y aturden la mente. De hecho, al adorar se aprende a rechazar lo que no debe ser adorado: el dios del dinero, el dios del consumo, el dios del placer, el dios del éxito, nuestro yo erigido en dios. Adorar es hacerse pequeño en presencia del Altísimo, descubrir ante Él que la grandeza de la vida no consiste en tener, sino en amar. Adorar es redescubrirnos hermanos y hermanas ante el misterio del amor que supera toda distancia: obtener el bien de la fuente, encontrar en el Dios cercano la valentía de acercarnos a los demás. Adorar es saber guardar silencio ante la Palabra divina, para aprender a decir palabras que no duelen, sino que consuelan.

v  La adoración es un gesto de amor que cambia la vida.

o   Al adorar, nosotros también descubriremos, como los Magos, el significado de nuestro camino. Y, como los Magos, experimentaremos una «inmensa alegría»

La adoración es un gesto de amor que cambia la vida. Es actuar como los Magos: llevar oro al Señor, para decirle que nada es más precioso que Él; ofrecerle incienso, para decirle que sólo con Él puede elevarse nuestra vida; darle mirra, con la que se ungían los cuerpos heridos y destrozados, para pedirle a Jesús que socorra a nuestro prójimo marginado y que sufre, porque ahí está Él. En general sabemos cómo orar —le pedimos, le damos gracias al Señor—, pero la Iglesia debe ir aún más allá con la oración de adoración, debemos crecer en adoración. Es una sabiduría que debemos aprender todos los días. Rezar adorando: la oración de adoración.

Queridos hermanos y hermanas, hoy cada uno de nosotros puede preguntarse: “¿Soy un adorador cristiano?”. Muchos cristianos que oran no saben adorar. Hagámonos esta pregunta. ¿Encontramos momentos para la adoración en nuestros días y creamos espacios para la adoración en nuestras comunidades? Depende de nosotros, como Iglesia, poner en práctica las palabras que rezamos hoy en el Salmo: «Señor, que todos los pueblos te adoren». Al adorar, nosotros también descubriremos, como los Magos, el significado de nuestro camino. Y, como los Magos, experimentaremos una «inmensa alegría» (Mt 2,10).


Vida Cristiana


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