2 de Agosto del 2015
(Lo
escribí en el año 2009; conserva una referencia personal a un amigo
que se me iba por las puertas de la vida; espero que el escrito
conserve gracia para llegar al corazón de quienes lo lean en el día
de hoy -1 de agosto de 2015-).
El
Pan de la Vida.
“El
Señor les dio pan del cielo”. Al pronunciar tu oración en la
asamblea eucarística, recuerdas las maravillas que el Señor realizó
en el desierto a favor de su pueblo, recuerdas un pan que el pueblo
de los redimidos no podía preparar, provisiones de las que no podía
disponer, y confiesas con el pueblo de la antigua alianza: “El
hombre comió pan de ángeles, el Señor les mandó provisiones hasta
la hartura”. En tu oración, Iglesia de Dios, recuerdas la
abundancia del paraíso, símbolo de los bienes de la tierra
prometida; y recuerdas esa tierra que manaba leche y miel, la tierra
que el Señor dio a sus hijos para que en ella fuesen dichosos y
libres: ¡“El Señor les dio pan del cielo”!
Al
pronunciar hoy tu oración, recuerdas también la palabra profética
y la palabra inspirada con la que Dios guió a su pueblo, lo alimentó
y lo fortaleció.
Pero
la memoria de la fe te recuerda sobre todo la Palabra encarnada, el
Hijo entregado, que puso su tienda entre nosotros. En verdad, “el
Señor nos dio pan del cielo”, su amor nos dio pan del cielo, la
fidelidad y la misericordia lo amasaron con humildad y sabiduría:
pan de los ángeles, pan de los pobres, pan de los pecadores, ¡pan
de la vida!, para los que teníamos como único destino la muerte.
Tengo
un amigo enfermo. Mi amigo se va. Me dijo: “tengo un bicho malo”.
Nos despedimos hasta el cielo. Nos abrazamos hasta el próximo
abrazo. Había allí dolor de separación. Y había también
esperanza, una esperanza cierta, pues el amor de Dios nos abrazaba a
los dos. Era la vida, ¡la Vida!, era Jesús el Señor quien nos unía
para siempre.
Guarda,
Iglesia amada de Dios, guarda en tu corazón las palabras del Señor:
“Yo soy el pan de vida”. Cree, come y vive.
Feliz
domingo.
P.S.
(1 de agosto de 2015): Hoy he subido con alimentos al monte de
Beliones. Los hijos se me habían multiplicado. El pan era el de
siempre. Sueño con el día en que también a ellos los envuelva la
esperanza porque en la Iglesia han conocido de cerca el amor que Dios
les tiene y se les ha revelado el pan de la vida.
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