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Solemnidad de Cristo Rey (2015). El reinado de Cristo. La frase: «Cristo reina» tiene su
equivalente en la profesión de fe: «Jesús es el Señor», que ocupó un lugar central en la predicación de los
Apóstoles. El reinado de Cristo sobre el mundo interior del hombre. Si queremos que Dios reine en
nosotros, procuremos que de ningún modo nos domine el pecado. El reinado sobre los propios afectos,
sentimientos y tendencias: ser dueños de la actividad del pensamiento, de la fantasía y del instinto.
Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de todos, no habiendo «venido a ser servido, sino a
servir y dar su vida en rescate por muchos». El pueblo de Dios realiza su «dignidad regia» viviendo
conforme a esta vocación de servir con Cristo. La dignidad de la realeza se expresa en la disponibilidad
para servir dominándose a uno mismo. A la vez el «servir» exige tal madurez espiritual que es necesario
definirlo como el «reinar». Jesús ejerce su realeza desde la Cruz. Es un rey que salva con su sacrificio,
con la donación de la vida.
Cfr. Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo – ciclo B - 22 noviembre 2015
Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno B, Piemme 1996 //Vincenzo Raffa, Liturgia Festiva,
Tipografía Poliglota Vaticana , 1983 //Sagrada Biblia, Nuevo Testamento, Facultad de Teología, Universidad
de Navarra, 1999// Es Cristo que pasa, Homilía «Cristo Rey»// Joseph Ratzinger – Benedicto XVI, Jesús de
Nazaret, La Esfera de los Libros, 2007.
Juan 18, 33-37: 33 Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?»
34 Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?» 35 Pilato respondió: «¿Es que yo
soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» 36 Respondió Jesús: «Mi Reino
no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los
judíos: pero mi Reino no es de aquí.» 37 Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como
dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que
es de la verdad, escucha mi voz.»
Daniel 7, 13-14: 13 Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía
como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia. 14 A él se le dio imperio, honor y
reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su
reino no será destruido jamás.
Apocalipsis 1, 5-8: Jesucristo, es el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la
tierra. Al que nos ama y nos ha lavado con su sangre de nuestros pecados 6 . y ha hecho de nosotros un Reino de
Sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. 7 Mirad, viene acompañado
de nubes: todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por él harán duelo todas las razas de la tierra. Sí. Amén. 8 Yo
soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, « Aquel que es, que era y que va a venir », el Todopoderoso.
CRISTO REINA. SU EQUIVALENTE EN LA PROFESIÓN DE FE:
«JESÚS ES EL SEÑOR»
OCUPÓ UN LUGAR CENTRAL EN LA PREDICACIÓN DE LOS APÓSTOLES.
EL SEÑORÍO DE CRISTO EN NUESTRAS VIDAS
La institución de la solemnidad de Cristo Rey es bastante reciente. Fue establecida por el Papa Pío
XI en 1925 para hacer frente al ateísmo y totalitarismos que se estaban extendiendo en la época. Pero
aunque la institución de la fiesta sea reciente, no lo es su contenido ni su idea central, que es antiquísima y
nace, se puede decir, con el cristianismo. La frase: «Cristo reina» tiene su equivalente en la profesión de
fe: «Jesús es el Señor», que ocupa un lugar central en la predicación de los Apóstoles. Además, el reinado
de Cristo no se entiende en sentido político, sino que se trata del señorío del Señor en nuestras vidas. Así en
la oración colecta del ciclo A, se pide que “toda criatura, liberada de la esclavitud del pecado, le sirva y
alabe sin fin”.
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1. Algunos aspectos que nos dan a conocer la verdadera naturaleza del Reino de
Cristo.
A) Una acusación a Jesús ante Pilato de carácter político
o La respuesta de Jesús: Cristo reina sobre aquellos que aceptan y viven la
Verdad por El revelada: el amor del Padre.
• Nuevo Testamento, Eunsa Juan 18,28-40: “Ante el sumo pontífice la acusación era religiosa (ser Hijo
de Dios, cfr. Mateo 26,57-68). Ahora ante Pilato es de carácter político. Con ella quieren comprometer la
autoridad del Imperio romano: Jesús, al declararse Mesías y Rey de los judíos, aparecía un revolucionario
que conspiraba contra el César. A Pilato no le incumbe intervenir en cuestiones religiosas, pero, como la
acusación que le presentan contra Jesús afecta al orden público y político, su interrogatorio comienza
obviamente con la averiguación de la denuncia fundamental: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» (v. 33).
Jesús, al contestar con una nueva pregunta, no rehúye la respuesta, sino que quiere, como siempre,
dejar en claro el carácter espiritual de su misión. Realmente la respuesta no era fácil. Desde la perspectiva de
un gentil, un rey de los judíos era sencillamente un conspirador contra el Imperio; y, desde la perspectiva de
los judíos nacionalistas, el Rey Mesías era el libertador político-religioso que les conseguiría la
independencia. La verdad del mesianismo de Cristo transciende por completo ambas concepciones, y es lo
que Jesús explica al procurador (v. 36), aun sabiendo la enorme dificultad que entraña entender la verdadera
naturaleza del Reino de Cristo.
Este es el sentido profundo de su realeza: su reino es «el reino de la Verdad y la Vida, el reino de la
Santidad y la Gracia, el reino de la Justicia, el Amor y la Paz» (Misal Romano, Prefacio de la Misa de Cristo
Rey). Cristo reina sobre aquellos que aceptan y viven la Verdad por El revelada: el amor del Padre (3,16; 1
Juan 4,9).
B) Mi reino no es de este mundo (Evangelio de hoy, Juan 18, 36)
o No es un proyecto político tutelado por el aparato militar; es un reino de amor
y de paz.
• El Señor recalca que su reino no es de este mundo: “Mi reino no es de este mundo ... si mi reino fuese de
este mundo ... mi reino no es de aquí”. (v. 36).
• Ravasi o.c. p. 336: “No se trata, por tanto, de un proyecto político ni de una estrategia socio-económica
o militar. Jesús, al recordar que todo poder se funda sobre el aparato militar, contrapone su solitaria
debilidad, no tutelada por guardias del cuerpo o de legiones terrenas, como prueba de la diversidad radical
positiva de la realeza de Cristo”.
• Cristo afirma que no se funda sobre servidores que están obligados a combatir para defenderlo (Juan
18, 36); de esto se habla claramente en el ya citado Prefacio de la Misa: «un Reino eterno y universal: Reino
de la verdad y de la vida, Reino de la santidad y de la gracia, Reino de la justicia, del amor y de la paz».
Jesús no es rey en sentido político, como Pilato podía entenderlo.
o Eternidad y trascendencia del reino
• Ravasi p. 337: “Todas las lecturas de la solemnidad subrayan la eternidad, la trascendencia – y, por
tanto, la indestructibilidad – de este pequeño reino, de este semen escondido en la tierra de la historia. En la
celebre visión mesiánica de Daniel (primera lectura) el Hijo del hombre está revestido por Dios «de un
imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás». El Salmo 92 (93) exalta el trono
divino que «para siempre está firme». Y el Cristo del Apocalipsis (segunda lectura) es el Alfa y Omega de
la historia, es decir, la primera y la última palabra de nuestra vida humana, es «el que es, el que era y el que
ha de venir», abraza en sí las tres dimensiones del tiempo, el pasado, el presente y el futuro”.
o El reino de Cristo está en este mundo aunque no es de este mundo porque es
peregrino.
San Agustín, Comentario al Evangelio según S. Juan, Nuova Biblioteca Agostiniana, vol. XXV,
Roma 1968, p. 1521.
• (...) Su reino, en efecto, está aquí abajo hasta el final de los siglos, llevando en su seno mezclada la
cizaña hasta el momento de la siega, que tendrá lugar al fin de los tiempos, cuando vendrán los segadores, es
decir, los ángeles, a quitar de su reino todos los escándalos.(cf. Mateo 13, 38-41). Y esto no podría suceder si
su reino no estuviese aquí en guerra. Sin embargo, no es de este mundo, porque es peregrino en el mundo. Y
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es precisamente a los que pertenecen a su reino a quienes se dirige cuando dice: «Vosotros no sois del
mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo» (Juan 15, 19).
Es del mundo lo que ha sido creado por Dios; pero no es ya más de
este mundo lo que ha sido regenerado en Cristo. Dios nos ha
sustraído del poder de las tinieblas en este mundo transfiriéndonos
al reino del Hijo.
Eran, por tanto, del mundo cuando todavía no formaban parte de su reino, y pertenecían al príncipe
del mundo. Es, por tanto, del mundo todo lo que de humano ha sido creado por el verdadero Dios, pero que
ha sido generado de la estirpe corrompida e condenada de Adán; sin embargo, se ha hecho reino de Dios, y
no es ya más de este mundo, todo lo que ha sido regenerado en Cristo. Dios nos ha sustraído del poder de las
tinieblas en este mundo, y nos he transferido al reino del Hijo de su amor (cf. Col 1,13). Y es, en efecto, de
este reino del que dice Jesús: Mi reino no es de este mundo, y también, mi reino no es de aquí abajo.”
C) El reinado de Cristo sobre el mundo interior del hombre
o Si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo
nos domine el pecado.
• Orígenes, Sobre la oración, cap. 25: “Con respecto al reino de Dios, hay que tener también esto en
cuenta: del mismo modo que no tiene que ver la luz con las tinieblas, ni la justicia con la maldad, ni pueden
estar de acuerdo Cristo y el diablo (Cf. 2 Cor 6, 14-15), así tampoco pueden coexistir el reino de Dios y el
reino del pecado.
Por consiguiente, si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo el
pecado siga dominando nuestro cuerpo mortal (Romanos 6,12), antes bien, mortifiquemos todo lo terreno
que hay en nosotros (Cf. Colosenses 3,5) y fructifiquemos por el Espíritu; de este modo, Dios se paseará por
nuestro interior como por un paraíso espiritual y reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará
en nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se sentará hasta que todos sus
enemigos que hay en nosotros sean puestos por estrado de sus pies, y sean reducidos a la nada en nosotros
todos los principados, todos los poderes y todas las fuerzas”.
Los cristianos vencemos el reino del pecado con una vida santa.
• Catecismo de la Iglesia Católica n. 908: Por su obediencia hasta la muerte (Cf Filipenses 2, 8-
9), Cristo ha comunicado a sus discípulos el don de la libertad regia, «para que vencieran en sí mismos, con
la propia renuncia y una vida santa, al reino del pecado» (Lumen gentium 36).
El que somete su propio cuerpo y domina su alma, sin dejarse llevar por las pasiones es dueño de sí
mismo: se puede llamar rey porque es capaz de gobernar su propia persona; es libre e independiente
y no se deja cautivar por una esclavitud culpable (S. Ambrosio, Psal. 118, 14, 30: PL 15, 1403A.).
• Ibídem n. 549 Al liberar a algunos hombres de los males terrenos del hambre (cf. Juan 6,5-15),
de la injusticia (cf. Lucas 19,8), de la enfermedad y de la muerte (cf. Mateo 11,5), Jesús realizó unos signos
mesiánicos; no obstante, no vino para abolir todos los males aquí abajo (cf. Lucas 12,13 Lucas 12,14 Juan
18,36), sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado (cf. Juan 8,34-36), que es el
obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres humanas.
o El reinado sobre los propios afectos, sentimientos y tendencias: ser dueños
de la actividad del pensamiento, de la fantasía y del instinto.
• Vincenzo Raffa o.c. n. 871: “Una manera de ejercitar la realeza, por parte nuestra, con Cristo, como
prenda de la vida eterna, es el dominio de sí, no por cálculo humano sino por solidaridad con Cristo. Y esto
es un don del Espíritu Santo (Gálatas 5, 22-23: 22 «En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz,
paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, 23 mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley»).
Es realeza divina reinar sobre el mundo interior de los propios afectos, sentimientos y tendencias; ser
dueños de la actividad del pensamiento, de la fantasía, del ámbito instintivo; coordinar la propia existencia y
orientarla conscientemente y firmemente hacia un fin; resistir a los estímulos contrarios del mundo exterior.
(...) No como simple fruto de especiales técnicas psico-físicas, que refuerzan el yo y su concentración. No
por estos o semejantes motivos, sino principalmente para una perfecta liberación espiritual como imitación
de la realeza victoriosa de Cristo”.
A este tipo de realeza se refieren diversas exhortaciones de San Pablo
en sus Cartas.
* Colosenses 3, 5-15: 5 Por tanto, mortificad vuestros miembros terrenos: fornicación, impureza,
pasiones, malos deseos y la codicia, que es una idolatría, 6 todo lo cual atrae la cólera de Dios sobre los
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rebeldes, 7 y que también vosotros practicasteis en otro tiempo, cuando vivíais entre ellas. 8 Mas ahora,
desechad también vosotros todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y palabras groseras, lejos de vuestra
boca. 9 No os mintáis unos a otros. Despojaos del hombre viejo con sus obras, 10 y revestíos del hombre
nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento pefecto, según la imagen de su Creador, 11
donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es
todo y en todos. 12 Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de
bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, 13 soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si
alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. 14 Y por encima de
todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección. 15 Y que la paz de Cristo presida vuestros
corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos.
* Romanos 6, 12-23: 12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que
obedezcáis a sus apetencias. 13 Ni hagáis ya de vuestros miembros armas de injusticia al servicio del pecado;
sino más bien ofreceos vosotros mismos a Dios como muertos retornados a la vida; y vuestros miembros,
como armas de justicia al servicio de Dios. 14 Pues el pecado no dominará ya sobre vosotros, ya que no
estáis bajo la ley sino bajo la gracia.
* 1 Corintios 6, 19-20: 19 ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo, que
está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? 20 Habéis sido comprados mediante un
precio. Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo.
* Cfr. también Gálatas 5, 1-26
Con el pecado el hombre pierde el dominio interior; con la Redención
recupera la imagen perdida.
• Vincenzo Raffa o.c.: n. 871 “Con el pecado el hombre perdió el dominio interior, llegando a ser
esclavo de la concupiscencia (Rom 6, 12-23). Se convirtió en un rey sin corona. La redención le da la
posibilidad de volver a tener el poder perdido y re-adquirir la imagen del Soberano (Col 3, 18). Puede
volver a adquirir aquella imagen que estuvo siempre presente en Cristo, en grado perfectísimo. (Rom.
8,29).
La imagen de la supremacía divina es una gloria que se proyecta de Cristo sobre el rostro de todo
bautizado, hasta transfigurarlo: «Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un
espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es
como actúa el Señor, que es Espíritu» (1 Cor 3,18)”.
2. La realeza y el espíritu servicio: el reinado de Cristo no tiene como ley el dominio
sobre los demás.
• No tiene como ley el dominio, sino el servicio (cfr. Marcos 10, 41-45). No se construye sobre la
prevaricación sino sobre la justicia.
o A) Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de todos, no habiendo
«venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos»
(Mateo 20, 28).
El pueblo de Dios realiza su «dignidad regia» viviendo conforme a esta
vocación de servir con Cristo.
• Catecismo de la Iglesia Católica n. 786: (...) Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de
todos, no habiendo «venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20, 28).
Para el cristiano, «servir es reinar» (Lumen gentium, 36) particularmente «en los pobres y en los que sufren»
donde descubre «la imagen de su Fundador pobre y sufriente» (Lumen gentium, 8). El pueblo de Dios
realiza su «dignidad regia» viviendo conforme a esta vocación de servir con Cristo.
o B) Si dejamos que Cristo reine en nuestra alma, también los cristianos
seremos servidores de todos los hombres.
• San Josemaría, Es Cristo que pasa, 182: “Si dejamos que Cristo reine en nuestra alma, no nos
convertiremos en dominadores, seremos servidores de todos los hombres. Servicio. ¡Cómo me gusta esta
palabra! Servir a mi Rey y, por El, a todos los que han sido redimidos con su sangre. ¡Si los cristianos
supiésemos servir! Vamos a confiar al Señor nuestra decisión de aprender a realizar esta tarea de servicio,
porque sólo sirviendo podremos conocer y amar a Cristo, y darlo a conocer y lograr que otros más lo amen”.
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3. La vocación cristiana: nuestra participación en la realeza de Cristo. Los
cristianos reinamos sirviendo.
Reinar es servir y servir es reinar
Cfr. Juan Pablo II, Enc. Redemptor hominis, n. 21
o La dignidad de la realeza se expresa en la disponibilidad para servir
dominándose a uno mismo.
A la vez, el «servir » exige tal madurez espiritual que es necesario
definirla como el « reinar».
• “El Concilio Vaticano II, construyendo desde la misma base la imagen de la Iglesia como Pueblo de
Dios --a través de la indicación de la triple misión del mismo Cristo, participando en ella, nosotros formamos
verdaderamente parte del pueblo de Dios-- ha puesto de relieve también esta característica de la vocación
cristiana, que puede definirse « real ». Para presentar toda la riqueza de la doctrina conciliar, haría falta citar
numerosos capítulos y párrafos de la Constitución Lumen gentium y otros documentos conciliares. En medio
de tanta riqueza, parece que emerge un elemento: la participación en la misión real de Cristo, o sea el hecho
de re-descubrir en sí y en los demás la particular dignidad de nuestra vocación, que puede definirse como «
realeza ». Esta dignidad se expresa en la disponibilidad a servir, según el ejemplo de Cristo, que « no ha
venido para ser servido, sino para servir ».(Mt 20, 28). Si, por consiguiente, a la luz de esta actitud de Cristo
se puede verdaderamente « reinar » sólo « sirviendo », a la vez el «servir » exige tal madurez espiritual que
es necesario definirla como el « reinar». Para poder servir digna y eficazmente a los otros, hay que saber
dominarse, es necesario poseer las virtudes que hacen posible tal dominio. Nuestra participación en la misión
real de Cristo --concretamente en su « función real » (munus)-- está íntimamente unida a todo el campo de la
moral cristiana y a la vez humana”.
4. Por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de Dios. Es un rey
que salva con su sacrificio, con la donación de la vida.
A) El Prefacio de la Solemnidad de hoy expresa bien la unión entre sacrificio y
realeza.
• «Has consagrado Sacerdote eterno y Rey del universo a tu Hijo unigénito, nuestro Señor Jesucristo, para
que, ofreciéndose a sí mismo como víctima perfecta y pacificadora en el altar de la cruz, consumara el
misterio de la redención humana; y sometiendo a su poder la creación entera, entregara a tu majestad infinita
un Reino eterno y universal.».
B) El Reino de Dios crece por el amor con que Cristo, exaltado en la Cruz, atrae a
los hombres hacia Él.
o Por la Cruz de Cristo se establecerá definitivamente el Reino de Dios. Llega en
la muerte y resurrección de Cristo.
• CEC 160: el Reino de Dios «crece por el amor con que Cristo, exaltado en la cruz, atrae a los hombres
hacia El» (DV 11).
• CEC 542: Cristo « realizará la venida de su Reino por medio del gran Misterio de su Pascua: su muerte
en la Cruz y su Resurrección. «Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Juan 12, 32).
A esta unión con Cristo están llamados todos los hombres (Cf LG 3)
• CEC 550: Por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de Dios: «Regnavit a ligno
Deus» («Dios reinó desde el madero de la Cruz») (Himno «Vexilla Regis).
• CEC 2816: En el Nuevo Testamento, la palabra "basileia" se puede traducir por realeza (nombre
abstracto), reino (nombre concreto) o reinado (de reinar, nombre de acción). El Reino de Dios está ante
nosotros. Se aproxima en el Verbo encarnado, se anuncia a través de todo el Evangelio, llega en la muerte y
la Resurrección de Cristo. El Reino de Dios adviene en la Ultima Cena y por la Eucaristía está entre
nosotros. El Reino de Dios llegará en la gloria cuando Jesucristo lo devuelva a su Padre. (...)
C) Cristo no se declara rey hasta que llega el momento de su pasión.
Cfr. Hans Urs von Balthasar, Luz de la Palabra, A-B-C, Ediciones Encuentro 1994, Jesucristo, Rey del
Universo, pp. 206-207
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o Anteriormente, cuando se le había querido hacer rey, Jesús lo había evitado y
se había retirado.
La cruz es la prueba de la verdad de que el Padre ama tanto a su
creación que permite esto.
• Cristo no se declara rey hasta que llega el momento de su pasión. Anteriormente, cuando se le había
querido hacer rey, Jesús lo había evitado y se había retirado, como si se hubiera tratado de una malentendido
(Juan 6, 15). Pero ahora, cuando llega el momento de la verdad, cuando se acerca la hora de la cruz, puede y
debe manifestarse como el que es: origen (principio) y fin del mundo, como se dice en el Apocalipsis. Los
inevitables malentendidos ya no importan ahora: Pilato no comprenderá la esencia de su pretensión de
realeza, los judíos la rechazarán. Pero Jesús la mantiene: «Tú lo dices: Soy Rey», porque «he venido al
mundo para ser testigo de la verdad». La verdad es el amor del Padre por el mundo, amor que el Hijo
representa en su vida, muerte y resurrección. La cruz es la prueba de la verdad de que el Padre ama tanto a su
creación que permite esto. Y el letrero, escrito en las tres lenguas del mundo, que Pilato mandó colocar sobre
la cruz testimonia sin saberlo esta verdad para todos y cada uno.
Ciertamente se puede decir que Jesús, humillado hasta la muerte en la cruz, fue constituido soberano
del mundo entero con su resurrección de la muerte. Pero esto es posible únicamente porque había sido
elegido para esta realeza desde la eternidad, e incluso la poseía desde siempre en cuanto que la creación del
mundo jamás habría tenido lugar sin la previsión de la cruz (1 P 1, 19-20). Es investido con una dignidad que
ya poseía desde siempre.
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