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sábado, 8 de julio de 2017
Navidad (2012). Las figuras de la Nochebuena (1). De una homilía de Joseph Ratzinger en la Misa de Gallo de 1979. José, María y el Niño.
1 Navidad (2012). Las figuras de la Nochebuena (1). De una homilía de Joseph Ratzinger en la Misa de Gallo de 1979. José, María y el Niño. Cfr. Predicaciones navideñas de Joseph Ratzinger: Las figuras de la Nochebuena Alfa y Omega, n. 811, 13 de diciembre de 2012 El relato de la Nochebuena nos incumbe directamente a cada uno de nosotros, «aquí y ahora», hacía ver, durante la Misa de Gallo de 1979, el entonces cardenal arzobispo de Munich. En Belén, comienza un nueva creación, en la que nos ha sido dado introducirnos... Ediciones Encuentro acaba de publicar una recopilación de homilías navideñas de Joseph Ratzinger, antes y después de su elección como sucesor de Pedro Benedicto XVI ora ante el belén de la Plaza de San Pedro, en la Navidad de 2008 o José Dios ha echado a un lado la idea que José tenía de su propia vida y ha hecho con él otra cosa. No se trabó, atravesado en la idea que él mismo tenía de su vida y que le fue arrebatada, no se envenenó interiormente en el resentimiento, sino que se puso de pie, libre y disponible para colocarse a disposición de lo nuevo que se le avecinaba. En contra de sus propios planes, su vida adquiere el sentido grande y real que le está asignado. Ahí está, en primer lugar, José. Lucas sólo le dedica una frase: dice que, como hijo de David, va camino hacia Belén en compañía de María, su prometida, que estaba encinta. Por la elección y colocación de las palabras, la frase recuerda, una vez más, que ese hijo de su prometida no es hijo suyo, sino que tiene un origen diferente, divino. Todo el drama de esa vida destella así en esa única frase. Dios ha echado a un lado la idea que José tenía de su propia vida y ha hecho con él otra cosa. No se trabó, atravesado en la idea que él mismo tenía de su vida y que le fue arrebatada, no se envenenó interiormente en el resentimiento, sino que se puso de pie, libre y disponible para colocarse a disposición de lo nuevo que se le avecinaba. En contra de sus propios planes, su vida adquiere el sentido grande y real que le está asignado. Él, el hijo de David, es remitido a la ciudad real de Israel, a su ciudad. Es notable: mientras Roma de alguna manera pisotea a Israel y consuma su dominación, en realidad, justamente de ese modo está cumpliendo las promesas. Mientras cree estar triunfando, está sirviendo a la voluntad de Dios, y se convierte en su instrumento. Por supuesto, Roma no lo sabe, sino que el censo sirve para colocar el mundo entero al servicio de la política económica de la potencia mundial y para cumplir sus planes. Tales planes apuntan a realizar por las propias fuerzas el evangelio, la promesa de la paz mundial y de un mundo mejor. Poco antes del nacimiento de Jesús, Augusto había hecho erigir el Ara Pacis, el altar de la paz, partes importantes del cual pueden verse todavía hoy cerca del Tíber. Augusto había colocado su reinado bajo la consigna Paz a los hombres en la tierra. Quería instaurar la Edad Saturnal, construir el mundo paradisíaco. 2 o María «Dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre». A partir de este gesto, podemos entrever con qué esperanza, con qué alegría, con qué disposición se aproximó ella a la hora del nacimiento. Nos invita a crear en nuestra vida el espacio para la Palabra de Dios, a cuidarla y protegerla dentro de ese espacio. El gesto de la madre de Jesús nos remite también a todos los hermanos de Jesucristo, a todos los hombres que sufren, a los que carecen de techo, de hogar, a los rechazados. Después, allí está María. Poca cosa es también lo que Lucas dice acerca de ella en el párrafo sobre el nacimiento. Sólo nos permite vislumbrar cómo ella hace con José el camino hacia Belén en una hora difícil para ella. Después dice que «dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre». En esta pequeña frase podemos descubrir toda una imagen de esta mujer. A partir de este gesto, podemos entrever con qué esperanza, con qué alegría, con qué disposición se aproximó ella a la hora del nacimiento. Cómo preparó todas las cosas. A partir de él podemos ver cómo el Sí que había dado al ángel había madurado en ella, cómo ese Sí se había tornado en un ámbito de su cuerpo y de su alma, y Jesús, que es el Sí de Dios, entra de ese modo en ese Sí humano. Creo que, justamente la sencilla frase de los pañales, puede darnos qué pensar. Nos invita a crear en nuestra vida el espacio para la Palabra de Dios, a cuidarla y protegerla dentro de ese espacio. Nos invita a buscarle un lugar en nosotros y a nuestro alrededor. Y más aún. El gesto de la madre de Jesús nos remite también a todos los hermanos de Jesucristo, a todos los hombres que sufren, a los que carecen de techo, de hogar, a los rechazados. Me ha impresionado profundamente cuando, hace poco, vi en una revista de actualidad política una caricatura en la que se representa a un niño como un grillete que impide a una mujer continuar su camino. Cuando los hombres ven de semejante manera en el otro nada más que un impedimento para sí mismos y para su libertad, se dirán mutuamente No y, en última instancia, después se dirán No a sí mismos. El Sí no tiene allí oportunidad de crecer. o El Niño El primogénito. El comienzo de la nueva creación. Después de Él vienen hermanos, y esos hermanos somos nosotros. Se nos concede serlo y queremos serlo introduciéndonos en ese nuevo comienzo. Por último, está allí el Niño, de quien Lucas dice que era el primogénito. En el lenguaje de la Biblia, como también en el de las culturas del entorno, la palabra primogénito no es un numeral que inaugura una serie, sino un título de dignidad. Sobre todo, este título de primogénito es una asignación a la historia de las promesas de Dios. Ella caracteriza a su titular como portador de la línea de las promesas de Dios. «Todo primogénito ha de ser santo», dice la ley. Este primogénito es el santo de Dios y, como ello, es ahora realmente el primero, el comienzo de la nueva creación. Así, Pablo puede decir: Él es el primogénito de la nueva creación. Después de Él vienen hermanos, y esos hermanos somos nosotros. Se nos concede serlo y queremos serlo introduciéndonos en ese nuevo comienzo. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana
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