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sábado, 8 de julio de 2017
Primero de año (2011). La Solemnidad de la Madre de Dios. Evangelio: “María guardaba todas estas cosas ponderándolas [o meditándolas] en su corazón”. Meditar es confrontar nuestras experiencias con el designio de Dios, iluminarlas con la oración. Debemos tomar conciencia de la importancia del tiempo, para santificarlo. La revolución “pacífica” de la maduración de la responsabilidad en las conciencias, que requiere tiempos quizás muy largos. Contenido del “¡feliz año nuevo!”
1 Primero de año (2011). La Solemnidad de la Madre de Dios. Evangelio: “María guardaba todas estas cosas ponderándolas [o meditándolas] en su corazón”. Meditar es confrontar nuestras experiencias con el designio de Dios, iluminarlas con la oración. Debemos tomar conciencia de la importancia del tiempo, para santificarlo. La revolución “pacífica” de la maduración de la responsabilidad en las conciencias, que requiere tiempos quizás muy largos. Contenido del “¡feliz año nuevo!” Cfr. 1 enero de 2011, Año A, Solemnidad de Santa María, Madre de Dios Números 6, 22-27; Gálatas 4, 4-7; Lucas 2, 16-21 Números 6, 22-27: 22 El Señor habló a Moisés diciendo: 23 Habla a Aarón y a sus hijos y diles: «Así habéis de bendecir a los israelitas. Les diréis: 24 El Señor te bendiga y te guarde, 25 el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te conceda su gracia; 26 el Señor alce su rostro hacia ti y te conceda la paz.» 27 Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y Yo los bendeciré.» Gálatas 4, 4-7: 4 Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, 5 para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. 6 La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! 7 De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios. [Biblia de Jerusalén]: [Gal 4,4] Pero al llegar la plenitud de los tiempos: Expresión que designa la llegada de los tiempos mesiánicos o escatológicos que dan cumplimiento a una larga espera de siglos, como algo que colma finalmente una medida (cf. Mc 1,15, At 1,7+, Rm 13,11+, 1Cor 10,11, 2Cor 6,2+, Ef 1,10, Eb 1,2, Eb 9,26, 1Pt 1,20). [Gal 4,5] Aspecto negativo y positivo de la redención: al llegar a ser hijo, el esclavo adquiere la libertad. El esclavo liberado es adoptado como hijo, no sólo por la accesión legal a la herencia (v. 7; ver 3,29), sino también por el don real del Espíritu. Lucas 2, 16-21: 16 Y vinieron presurosos y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. 17 Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; 18 y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. 19 María guardaba todas estas cosas ponderándolas [o meditándolas] en su corazón. 20 Los pastores regresaron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visrto, según les fue dicho. 21 Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como le había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno. 1. Evangelio. María guardaba todas estas cosas ponderándolas [o meditándolas] en su corazón. La meditación: es el descubrimiento de una unidad. La confrontación de las propias experiencias con el designio de Dios. Dicen los filólogos que la palabra griega usada para hablarnos de esta ponderación, o «meditación» significa literalmente «reunir, juntar»: encontrar, o descubrir una unidad. Que es lo que se hace cuando se reflexiona o, en la vida cristiana, cuando, con la gracia de Dios meditamos; con nuestra meditación, los cristianos, los hijos de Dios buscamos, con su gracia, huir de la superficialidad de los hechos y de las cosas, para encontrar la trama, el argumento, el designio de Dios, su voluntad, su providencia. Estamos llamados a descubrir ese «algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir.» (Amar el mundo apasionadamente, Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, 114). La meditación es «Componer las piezas»: reconducir a la unidad un proyecto. Confrontar las propias experiencias con el designio de Dios. Iluminar con la oración las propias experiencias. Buscar atentamente la verdad. 2 La meditación en el Catecismo de la Iglesia. o Es comprender el porqué y el cómo, para adherir a lo que el Señor pide. • En el n. 2705, se nos dice: «La meditación es, sobre todo, una búsqueda. El espíritu trata de comprender el porqué y el cómo de la vida cristiana para adherirse y responder a lo que el Señor pide. Hace falta una atención difícil de encauzar. Habitualmente se hace con la ayuda de algún libro, que a los cristianos no les falta: las Sagradas Escrituras, especialmente el Evangelio, las imágenes sagradas, los textos litúrgicos del día o del tiempo, los escritos de los Padres espirituales, las obras de espiritualidad, el gran libro de la creación y el de la historia, la página del «hoy» de Dios». o La fe trata de comprender • En el n. 158: «La fe trata de comprender» (S. Anselmo, prosl. proem.): es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a aquel en quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado; un conocimiento más penetrante suscitará a su vez una fe mayor, cada vez más encendida de amor. La gracia de la fe abre «los ojos del corazón» (Ef 1, 18) para una inteligencia viva de los contenidos de la Revelación, es decir, del conjunto del designio de Dios y de los misterios de la fe, de su conexión entre sí y con Cristo, centro del Misterio revelado. Ahora bien, «para que la inteligencia de la Revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones» (DV 5). Así, según el adagio de S. Agustín, «creo para comprender y comprendo para creer mejor» (DV 5 Serm. 43, 7, 9). o Meditamos preferentemente sobre los misterios de Cristo • n. 2708: La meditación u oración cristiana “se aplica preferentemente a meditar «los misterios de Cristo»” ... y va aún más lejos: “hacia el conocimiento del amor del Señor Jesús, a la unión con Él”. o El Evangelio es el texto mejor sobre el que meditar • n. 127: El Evangelio cuatriforme ocupa en la Iglesia un lugar único; de ello dan testimonio la veneración de que lo rodea la liturgia y el atractivo incomparable que ha ejercido en todo tiempo sobre los santos: No hay ninguna doctrina que sea mejor, más preciosa y más espléndida que el texto del Evangelio. Ved y retened lo que nuestro Señor y Maestro, Cristo, ha enseñado mediante sus palabras y realizado mediante sus obras (Sta. Cesárea la Joven, Rich). Es sobre todo el Evangelio lo que me ocupa durante mis oraciones; en él encuentro todo lo que es necesario a mi pobre alma. En él descubro siempre nuevas luces, sentidos escondidos y misteriosos (Sta. Teresa del Niño Jesús, ms. auto. A 83v). 2. Al inicio del Año: los cristianos queremos tomar conciencia de la importancia del tiempo: el deber de santificarlo. o En el cristianismo el tiempo tiene una importancia fundamental. • Tertio millenio adveniente, 10: “En el cristianismo el tiempo tiene una importancia fundamental Dentro de su dimensión se crea el mundo, en su interior se desarrolla la historia de la salvación, que tiene su culmen en la « plenitud de los tiempos » de la Encarnación y su término en el retorno glorioso del Hijo de Dios al final de los tiempos. En Jesucristo, Verbo encarnado, el tiempo llega a ser una dimensión de Dios, que en sí mismo es eterno. Con la venida de Cristo se inician los « últimos tiempos » (cf. Hb 1, 2), la « última hora » (cf. 1 Jn 2, 18), se inicia el tiempo de la Iglesia que durará hasta la Parusía. De esta relación de Dios con el tiempo nace el deber de santificarlo.” o La santificación del tiempo es lo que da unidad a nuestra vida. • Esta conciencia de santificar el tiempo es lo que da unidad a nuestra vida, a nuestra existencia, que, de por sí, frecuentemente sería caótica, con dispersión, sin unidad de vida. 3. ¡Feliz año nuevo! • Es lo que deseamos a todos, especialmente a parientes y amigos. o Desde el punto de vista cristiano, lo que lleva a la felicidad está indicado en la liturgia de la Misa de hoy: es la bendición de Dios. • En la primera Lectura: del libro de los Números 6, 22-27, se describe la fórmula de la bendición: 22 El Señor habló a Moisés diciendo: 23 Habla a Aarón y a sus hijos y diles: «Así habéis de bendecir a los israelitas. Les diréis: 24 El Señor te bendiga y te guarde, 25 el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te conceda su gracia; 26 el Señor alce su rostro hacia ti y te conceda la paz.» 27 Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y Yo los bendeciré.» 3 «Brillar el rostro» es una expresión bíblica: en el salterio, se refiere a la benevolencia de Dios Cf. Biblia de Jerusalén, nota a Salmo 4,7. • Pedir que brille su rostro equivale a invocar su piedad, su misericordia: cfr. Salmo 67, Salmo responsorial leído hoy: 2 ¡Dios nos tenga piedad y nos bendiga, su rostro haga brillar sobre nosotros! 3 Para que se conozcan en la tierra tus caminos, tu salvación entre todas las naciones. • El rostro es el aspecto exterior de algo, o de un hombre “cuyos pensamientos o sentimientos hace visibles” (Cf. Gn 4,5 y 31,2). • cfr. Salmo 31,17: “Haz brillar tu rostro sobre tu siervo; por tu misericordia, sálvame” • Cfr.Salmo 4,7-9: 7 Muchos dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha?» ¡Alza sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro! 8 Tú das a mi corazón un gozo mayor que a ellos cuando abundan en trigo y en vino. 9 En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque Tú solo, Señor, me haces vivir seguro. (4, 7-9) • Cfr. Salmo 80. Súplica a Dios: ¡Oh Dios, conviértenos, haz que brille tu rostro, y seremos salvos! (80,4,8,20) • Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno C, Piemme 1999, p. 51: “Cuando el Señor aleja su rostro, comienza para nosotros la prueba, la oscuridad, la infelicidad. Este “volver el rostro hacia otro sitio” por parte de Dios, puede darse por su disgusto a causa de nuestro pecado o bien puede explicarse por su misterioso modo de obrar, que no sigue los caminos humanos. Pero sin su presencia es como si el cielo perdiese el sol: todo caería en el hielo y en la muerte. Por esta razón la oración del justo implora que «el Señor dirija su rostro» hacia él, mientras que el malvado está convencido de que «Dios se ha olvidado, tiene tapado el rostro, no ve nada» (Salmo 10, 11)”. o La salvación es un don de Dios Cfr. Benedicto XVI, Homilía en la Misa del 1 enero 2006: La salvación es don de Dios; en la primera lectura se nos ha presentado como bendición: «te bendiga y te guarde…; te muestre su rostro y te conceda la paz» (Números 6, 24.26). Se trata de la bendición que utilizaban los sacerdotes como invocación sobre el pueblo al final de las grandes fiestas litúrgicas, en particular, en la fiesta del año nuevo. Nos encontramos ante un texto sumamente profundo, salpicado por el nombre del Señor que es repetido al inicio de cada uno de los versículos. Un texto que no es una simple exposición de principios, sino que tiende a realizar lo que afirma. Como se sabe, de hecho, en el pensamiento semítico, la bendición del Señor produce, por su propia fuerza, bienestar y salvación, así como la maldición produce desgracia y ruina. La eficacia de la bendición se concretiza de manera más específica por parte de Dios en la protección (versículo 24), en el hecho de que nos es propicio (versículo 25) y de que nos da la paz, con otras palabras, la abundancia de la felicidad. Al hacernos escuchar esta antigua bendición al inicio de un nuevo año solar, la liturgia está como alentándonos a invocar la bendición del Señor sobre el año nuevo que da sus primeros pasos para que sea para todos nosotros un año de prosperidad y de paz. (...) o La antigua tradición judía de la bendición (cf. Números 6, 22-27): los sacerdotes de Israel bendecían al pueblo "invocando sobre él el nombre" del Señor. Cfr. Benedicto XVI, Homilía en la Solemnidad de Santa MARÍA, Madre de Dios, 1 de enero de 2009 Para poder avanzar por el camino de la paz, los hombres y los pueblos necesitan ser iluminados por el "rostro" de Dios y ser bendecidos por su "nombre". Esto se realizó definitivamente con la Encarnación: la venida del Hijo. Así se realiza la antigua tradición judía de la bendición (cf. Números 6, 22-27): los sacerdotes de Israel bendecían al pueblo "invocando sobre él el nombre" del Señor. Con una fórmula ternaria —presente en la primera lectura— el Nombre sagrado se invocaba tres veces sobre los fieles, como auspicio de gracia y de paz. Esta antigua costumbre nos lleva a una realidad esencial: para poder avanzar por el camino de la paz, los hombres y los pueblos necesitan ser iluminados por el "rostro" de Dios y ser bendecidos por su "nombre". Precisamente esto se realizó de forma definitiva con la Encarnación: la venida del Hijo de Dios en nuestra carne y en la historia ha traído una bendición irrevocable, una luz que ya no se apaga nunca y ofrece a los creyentes y a los hombres de buena voluntad la posibilidad de construir la civilización del amor y de la paz. 4 La historia terrena de Jesús, que culminó en el misterio pascual, es el inicio de un mundo nuevo, porque inauguró realmente una nueva humanidad, capaz de llevar a cabo una "revolución" pacífica, siempre y sólo con la gracia de Cristo. Esta revolución no es ideológica, sino espiritual; no es utópica, sino real; y por eso requiere infinita paciencia, tiempos quizás muy largos, evitando todo atajo y recorriendo el camino más difícil: el de la maduración de la responsabilidad en las conciencias. El concilio Vaticano II dijo, a este respecto, que "el Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre" (Gaudium et spes, 22). Esta unión ha confirmado el plan original de una humanidad creada a "imagen y semejanza" de Dios. En realidad, el Verbo encarnado es la única imagen perfecta y consustancial del Dios invisible. Jesucristo es el hombre perfecto. "En él —afirma asimismo el Concilio— la naturaleza humana ha sido asumida (...); por eso mismo, también en nosotros ha sido elevada a una dignidad sublime" (ib.). Por esto, la historia terrena de Jesús, que culminó en el misterio pascual, es el inicio de un mundo nuevo, porque inauguró realmente una nueva humanidad, capaz de llevar a cabo una "revolución" pacífica, siempre y sólo con la gracia de Cristo. Esta revolución no es ideológica, sino espiritual; no es utópica, sino real; y por eso requiere infinita paciencia, tiempos quizás muy largos, evitando todo atajo y recorriendo el camino más difícil: el de la maduración de la responsabilidad en las conciencias.
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