[Chiesa/Omelie1/Libertà/21B18LibertadFeServicioAdhesiónProyectoDivinoEspírituSanto]
Ø Domingo 21 del tiempo ordinario, Ciclo B (2018). Libertad y servicio. La elección de Dios lleva consigo servir al Señor. El servicio, en el lenguaje bíblico, no tiene una acepción «servil», como en algunos idiomas modernos, sino que indica la gozosa adhesión al proyecto divino de nuestras vidas. Libertad y fe. «¿También vosotros queréis marcharos?»: es una invitación a descubrir que sólo Él tiene “palabras de vida eterna”. Es necesario evitar cualquier libertad aparente y superficial. Cristo libera al hombre de lo que limita, disminuye o destruye la verdadera libertad. Para aceptar las palabras del Señor hace falta la animación de nuestras vidas por el Espíritu Santo.
v
Cfr. Domingo 21 tiempo ordinario Año B,
26 agosto 2018.
Josué 24, 1-2.15-17.18; Efesios
5, 21-32; Juan 6, 60-69
Josué 24:
1 Josué reunió a todas las tribus de Israel en
Siquem, llamó a los ancianos de Israel, a sus jefes, jueces y escribas que se
situaron en presencia de Dios.2 Josué dijo
a todo el pueblo: «Esto dice Yahveh el Dios de Israel: Al otro lado del Río
habitaban antaño vuestros padres, Téraj, padre de Abraham y de Najor, y servían
a otros dioses.15 Pero, si
no os parece bien servir a Yahveh, elegid hoy a quién habéis de servir, o a los
dioses a quienes servían vuestros padres más allá del Río, o a los dioses
de los amorreos en cuyo país habitáis ahora. Yo y mi familia serviremos a Yahveh.» 16 El pueblo respondió: «Lejos de nosotros
abandonar a Yahveh para servir a otros dioses.17 Porque Yahveh nuestro Dios es el que nos hizo
subir, a nosotros y a nuestros padres, de la tierra de Egipto, de la casa de
servidumbre, y el que delante de nuestros ojos obró tan grandes señales y nos
guardó por todo el camino que recorrimos y en todos los pueblos por los que
pasamos.18 Además Yahveh expulsó delante de nosotros a
todos esos pueblos y a los amorreos que habitaban en el país. También nosotros
serviremos a Yahveh, porque él es nuestro Dios.»
Juan 6: 60 Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «
Es duro este lenguaje. ¿Quién puede
escucharlo? » 61 Pero sabiendo Jesús en
su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: « ¿Esto os
escandaliza? 62 ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir
adonde estaba antes? 63 « El espíritu es el que
da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu
y son vida.64 « Pero hay entre vosotros algunos que no
creen. » Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y
quién era el que lo iba a entregar. 65 Y decía:
« Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.
» 66 Desde entonces muchos de sus discípulos se
volvieron atrás y ya no andaban con él.67 Jesús
dijo entonces a los Doce: « ¿También vosotros queréis marcharos? » 68 Le respondió Simón Pedro: « Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de
vida eterna, 69 y nosotros creemos y sabemos que tú eres el
Santo de Dios.»
Libertad y servicio:
para el cristiano «servir es reinar»
y de este modo
participamos en la función regia de Cristo.
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 786)
Servir indica
la gozosa adhesión al
proyecto divino sobre nuestras vidas.
1.
La elección de Dios lleva consigo servir al
Señor.
v
El servicio en el lenguaje bíblico, no tiene una
acepción “servil”, como en algunos idiomas modernos, sino que indica la gozosa
adhesión al proyecto divino.
-
Cfr. Gianfranco Ravasi,
Secondo le Scrittura, Anno B, Piemme 1996 pp. 261-262: Nótese que esa
elección lleva consigo, según la expresión del libro de Josué que se
ha leído, «servir» al Señor. Pero en el
lenguaje bíblico no tiene una acepción “servil” (como en algunos idiomas
modernos), sino que indica la libre y gozosa adhesión al proyecto divino; de
hecho “siervo” es el título de los máximos personajes bíblicos, de Abraham a
Moisés, de Josué a David, de los profetas a la figura mesiánica del “Siervo del
Señor” cantado por Isaías (capítulos 42; 49;
50; 53). Y en el Nuevo Testamento María se declara «sierva del Señor»
(Lucas 1,38), y «siervo» es llamado incluso el Señor (Hechos 3,13; 4,27).
Servir al Señor significa seguir su camino, aceptando su propuesta de vida,
significa reconocer su grandeza y su gloria, significa amarlo con todo el
corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas (Deuteronomio 6,5), significa
creer en él.
v
El Catecismo de la Iglesia Católica explica que
los discípulos de Cristo realizamos nuestra «dignidad regia»
viviendo conforme a la vocación de servir con Cristo. Para el cristiano «servir es reinar»
y de este modo participamos en la función regia de Cristo.
· Cfr. CEC n. 786: El Pueblo de Dios participa, por último, en la función regia de
Cristo. Cristo ejerce su realeza atrayendo a sí a todos los hombres por su
muerte y su resurrección (Cf Juan 12, 32). Cristo, Rey y Señor del universo, se
hizo el servidor de todos, no habiendo «venido a ser servido, sino a servir y
dar su vida en rescate por muchos» (Mt 20, 28). Para el cristiano, «servir es
reinar» (Lumen gentium, 36.) particularmente «en los pobres y en los que
sufren» donde descubre «la imagen de su Fundador pobre y sufriente» (Lumen
gentium, 8). El pueblo de Dios realiza su «dignidad regia» viviendo conforme a
esta vocación de servir con Cristo.
La señal de la cruz hace
reyes a todos los regenerados en Cristo, y la unción del Espíritu Santo los
consagra sacerdotes; y así, además de este especial servicio de nuestro
ministerio, todos los cristianos espirituales y perfectos deben saber que son
partícipes del linaje regio y del oficio sacerdotal. ¿Qué hay más regio que un
espíritu que, sometido a Dios, rige su propio cuerpo? ¿Y qué hay más sacerdotal
que ofrecer a Dios una conciencia pura y las inmaculadas víctimas de nuestra
piedad en el altar del corazón (S. León Magno, serm. 4, 1)?
Libertad y fe:
la gozosa adhesión al
proyecto divino
« ¿También
vosotros queréis marcharos? »
(Juan 6, 67, Evangelio de hoy)
2.
"¿También vosotros queréis marcharos?"
(Evangelio: Juan 6, 67) es una
invitación de amor a
descubrir que sólo Él tiene “palabras de vida eterna”. El descubrimiento de la
libertad.
v
a) La pregunta es una invitación de amor a
descubrir que sólo Él tiene “palabras de vida eterna.
-
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1336: El primer anuncio de la Eucaristía dividió a los discípulos,
igual que el anuncio de la pasión los escandalizó: "Es duro
este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?" (Juan 6,60). La Eucaristía y la cruz
son piedras de tropiezo. Es el mismo misterio, y no cesa de ser ocasión de
división. "¿También vosotros queréis marcharos?" (Juan 6,67): esta pregunta
del Señor resuena a través de las edades, como
invitación de su amor a descubrir que sólo Él tiene "palabras de vida
eterna" (Juan 6,68), y que acoger en la fe el don de su Eucaristía
es acogerlo a El mismo.
o
Nuestra respuesta
§ Nuestra
respuesta a su pregunta, dispuestos a compartir su vida.
-
Juan Pablo II, Catequesis 7/01/1987: Concluimos esta catequesis
introductoria, recordando que
Jesús, en un momento especialmente difícil de la vida de los
primeros discípulos, es decir, cuando la cruz se perfilaba cercana y lo
abandonaban, hizo a los que se habían quedado con El otra de estas preguntas
tan fuertes, penetrantes e ineludibles: "¿Queréis iros vosotros
también?". Fue de nuevo Pedro quien, como intérprete de sus hermanos, le
respondió: "Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna, y
nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo de Dios" (Juan 6,67-69). Que estos apuntes
catequéticos puedan hacernos más disponibles para dejarnos interrogar por Jesús,
capaces de dar la respuesta justa a sus preguntas, dispuestos a compartir su
Vida hasta el final.
§ La
respuesta es una decisión dramática que se plantea en la historia de todo
hombre.
-
La afirmación del Señor en la
sinagoga de Cafarnaún (“El que come carne y bebe mi sangre tiene vida
eterna … Porque mi carne es
verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”, Juan 6, 54-55), provoca la
afirmación de muchos oyentes: “Es dura esta enseñanza”. Lo cual quiere decir que el lenguaje del
Señor es duro, intolerable: en el original griego, un lenguaje casi
incomprensible, lleno de fantasía, que es incluso ofensivo para la inteligencia
de los oyentes (ellos dicen: “¿Quién puede entender esa enseñanza?”).
-
En la historia de todo hombre
se plantea esta decisión dramática: responder ante la persona de Cristo y
sus palabras. En el texto del evangelio de hoy, la falta de fe está
descrita de modo dramático en el v. 66: “Desde entonces muchos de sus
discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él”. Se trata de un alejamiento definitivo del
Señor.
§ Ya
en la primera Lectura se ve cómo Dios exige una decisión libre de su pueblo.
·
Cuando el pueblo
de Israel está a punto de tomar posesión de la tierra prometida Dios le exige
que haga una elección: o Él o
los dioses extranjeros (Josué 24, 2.15). E Israel eligió a su Dios. Aunque,
como ha observado algún autor, esos dioses extranjeros que habitaban «más allá del río» eran menos
exigentes, más cómodos que Yahvé. No pedían que no se matase, que no se robara,
que no fueran codiciosos etc. Dios, por el contrario, pidió a su pueblo que le
adorase como el Dios único, una adoración que “libera al hombre del repliegue
sobre sí mismo, de la esclavitud del pecado y de la idolatría del mundo” (cfr.
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2097).
v
b) La fe es un acto auténticamente humano que no
es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre.
-
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 154:
Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del
Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto
auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia
del hombre depositar la confianza en Dios y adherirse a las verdades por El
reveladas. Ya en las relaciones humanas no es contrario a nuestra propia
dignidad creer lo que otras personas nos dicen sobre ellas mismas y sobre sus
intenciones, y prestar confianza a sus promesas (como, por ejemplo, cuando un
hombre y una mujer se casan), para entrar así en comunión mutua. Por ello, es
todavía menos contrario a nuestra dignidad «presentar por la fe la sumisión
plena de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad al Dios que revela» (Cc.
Vaticano I: DS 3008) y entrar así en comunión íntima con El.
v
c) Es necesario evitar cualquier libertad
aparente y superficial
o
Cristo libera al hombre de lo que limita,
disminuye o destruye la verdadera libertad
en sus raíces, en el alma del hombre, en su corazón, en su conciencia.
-
Juan Pablo II, Redemptor hominis, 12:
“Jesucristo sale al encuentro del hombre de toda época,
También de nuestra época, con las mismas palabras: «Conoceréis la
verdad y la verdad os librará » (Juan 8,
32). Estas palabras encierran una exigencia fundamental y al mismo tiempo
una advertencia: la exigencia de una relación honesta con respecto a la verdad,
como condición de una auténtica libertad; y la advertencia, además, de que se
evite cualquier libertad aparente, cualquier libertad superficial y unilateral,
cualquier libertad que no profundiza en toda la verdad sobre el hombre y sobre
el mundo. También hoy, después de dos mil años, Cristo aparece a nosotros como
Aquel que trae al hombre la libertad basada sobre la verdad, como Aquel que
libera al hombre de lo que limita, disminuye y casi destruye esta libertad en
sus mismas raíces, en el alma del hombre, en su corazón, en su conciencia. ¡Qué
confirmación tan estupenda de lo que han dado y no cesan de dar aquellos que,
gracias a Cristo y en Cristo, han alcanzado la verdadera libertad y la han
manifestado hasta en condiciones de constricción exterior!”.
3.
Jesús dice claramente que para la aceptación de
sus palabras – ejercitando
nuestra libertad - hace
falta la animación de nuestras vidas por el Espíritu Santo.
v
“El
Espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he
dicho son espíritu y son vida” (Evangelio, v. 63).
-
Jesús, por otra parte, dice
claramente para aceptar sus palabras hace falta la animación de nuestras vidas
por el Espíritu Santo: “El Espíritu es el que da vida; la carne no
sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida” (v.
63). La capacidad de ver - de creer y aceptar las palabras de Jesús –
no pertenece al mundo de la “carne”,
entendiendo por “carne” el hombre en su
condición criatural, dominado por la
fragilidad, por la precariedad de la condición natural. Hace falta “renacer” en
el Espíritu (como enseñó Jesús a
Nicodemo). Sin el don del Espíritu no hay posibilidad de relacionarnos con
Jesús. Con palabras del mismo Jesús:
“nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre” (v.65).
Vida Cristiana
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