DOMINGO 25 DEL TIEMPO ORDINARIO
18 de Septiembre del 2016
El
Señor alza de la basura al pobre:
La
liturgia de la palabra de este domingo, al decir: “alabad al Señor,
que ensalza al pobre”, señala cuál es el aspecto fundamental de
la experiencia de fe que nos disponemos a vivir en la Eucaristía,
pues somos hoy el pobre que el Señor enaltece, somos el pueblo que
alaba al Señor.
La
alabanza que la comunidad de los fieles ofrece a su Señor nace de la
memoria que hacemos de sus obras a favor de los pobres. Conviene,
pues, que recordemos con fe lo que el Señor ha hecho, para que
podamos alabar con verdad su santo nombre.
De
él dice el Salmista: “El Señor se eleva sobre todos los pueblos”.
No hay a su lado otro dios, nadie hay que se le pueda comparar, no
hay pueblo alguno que se substraiga a su poder soberano, no hay lugar
alguno donde no brille su gloria. Si lo contemplamos sentado en su
trono, nos sobrecoge la majestad de la dignidad real. Si a la luz de
la fe seguimos su mirada, vemos que él, el Altísimo, se fija en el
humilde y en el abatido, para levantar del polvo al desvalido y alzar
de la basura al pobre.
Recordad
las palabras del Señor a Moisés, cuando le habló desde la zarza
ardiente: “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído
sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Y
he bajado a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra para
llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y
miel”. He visto, he oído, me he fijado, he bajado. Y son aquellos
pobres, que han experimentado la fuerza salvadora del brazo del
Señor, los que cantan para él un cántico que es nuevo, porque
nuevo es el conocimiento que han adquirido de su Dios: “Cantaré al
Señor, sublime es su victoria… mi fuerza y mi poder es el Señor,
el fue mi salvación. Él es mi Dios, yo lo alabaré, el Dios de mis
padres, yo lo ensalzaré”.
Recordad
también la pobreza de Ana, sus lágrimas, su aflicción, la amargura
de su alma derramada en palabras de fe delante del Señor: “Señor
de los ejércitos, si te fijas en la humillación de tu sierva y te
acuerdas de mí, si no te olvidas de tu sierva y le das a tu sierva
un hijo varón, se lo entrego al Señor de por vida”. El Señor se
fijó y se acordó, y Ana concibió y dio a luz un hijo. Y ella, que
había derramado delante del Señor la oración de su amargura
lamentando su humillación, derramará delante de él la oración de
su alegría celebrando su salvación.
Recordad
la pobreza de la Virgen María, mujer a quien llamamos dichosa porque
ha creído, mujer a quien reconocemos bendita entre todas las
mujeres. El Señor se ha fijado en la pequeñez de su esclava, el
Poderoso ha hecho obras grandes por ella, y ella proclama la grandeza
del Señor, su espíritu se alegra en Dios su salvador, porque la
misericordia del que es santo llega a sus fieles de generación en
generación.
Y
ahora volvamos los ojos a nuestra pobreza, nuestras lágrimas,
nuestra humillación, nuestra esclavitud, nuestra esterilidad,
nuestra pequeñez, y contemplemos, a la luz de la fe, de qué modo el
Señor nos ha visitado, cómo se ha fijado en nosotros, cómo se ha
abajado hasta nosotros, y hallaréis que “se despojó de su rango y
tomó la condición de esclavo… se abajó, obedeciendo hasta la
muerte y muerte en cruz”. Se abajó naciendo pobre para levantar al
desvalido y alzar de la basura a los pobres. Él se abajó hasta la
muerte para que los muertos alcanzásemos su vida. En verdad, no sólo
se nos concede contemplar misterios que pertenecen al pasado de la
Historia de la Salvación, sino que contemplamos también cómo hoy
nos visita nuestro Dios, y se fija en nosotros, y se abaja hasta
nosotros, humilde y pequeño como el pan de nuestras mesas. Dios nos
visita en Cristo, nos mira con los ojos de su Hijo, nos abraza en su
Hijo, nos salva por Cristo Jesús.
Los
que hemos experimentado, como pobres, la gracia de Dios sobre
nuestras vidas, somos llamados a imitar lo que hemos conocido.
Nosotros, como el Señor, somos llamados a fijarnos en el humilde, a
oír el grito de los oprimidos, a bajar hasta su necesidad para
remediarla. Como el Señor, somos llamados a seguirle por el camino
que lleva a compartir la condición y la vida de los humildes. Como
el Señor, somos llamados a dar la vida por sus pobres. Para
nosotros se dice hoy la palabra de Jesús: “Ganaos amigos con el
dinero injusto, para que cuando os falte, os reciban en las moradas
eternas”. Que los pobres reciban de vuestras manos la salvación de
Dios, de modo que, por vosotros, también ellos conozcan la bondad
del Señor y le alaben.
Feliz
domingo.
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