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martes, 13 de junio de 2017
Domingo 27 del tiempo ordinario, ciclo C (2010). La fe y el corazón. «Ninguna de las cosas grandes de la vida humana se debe al solo pensar, sino al corazón y al amor que de él nace». El corazón es el lugar donde la persona se decide o no por Dios. La fe es un don de Dios que mueve el corazón. La fe tiene que ver un poco con el saber, pero es, sobre todo, comunión con Cristo. La peregrinación de nuestra vida: caminamos hacia una meta y necesitamos tener el corazón en actitud de espera; necesitamos un corazón inquieto y abierto. Manifestaciones de la genuina creencia religiosa.
1 Domingo 27 del tiempo ordinario, ciclo C (2010). La fe y el corazón. «Ninguna de las cosas grandes de la vida humana se debe al solo pensar, sino al corazón y al amor que de él nace». El corazón es el lugar donde la persona se decide o no por Dios. La fe es un don de Dios que mueve el corazón. La fe tiene que ver un poco con el saber, pero es, sobre todo, comunión con Cristo. La peregrinación de nuestra vida: caminamos hacia una meta y necesitamos tener el corazón en actitud de espera; necesitamos un corazón inquieto y abierto. Manifestaciones de la genuina creencia religiosa. Cfr. Cfr. 27 Tiempo ordinario Ciclo C - 3 octubre 2010 Lucas 17,5-10; Salmo 94 LA FE, EL SABER Y EL CORAZÓN, LA COMUNIÓN CON CRISTO. LA GENUINA CREENCIA RELIGIOSA. Lucas 17, 5-10: 5 En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe.» 6 El Señor contestó: - «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa montaña: Arráncate de raíz y plántate en el mar." Y os obedecería. 7 Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa`? 8 ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"? 9 ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? 10 Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer. " » Salmo responsorial – del salmo 94: (de este domingo 27 tiempo ordinario C) R/. Ojalá oyéreis la voz del Señor: No queráis endurecer vuestros corazones 1 ¡Venid! Cantemos jubilosos al Señor, aclamemos a la Roca de nuestra salvación. 2 Vayamos a su presencia con acción de gracias, Aclamémosle con salmos. 6 Venid, adoremos y postrémonos, pongámonos de hinojos ante el Señor, nuestro Hacedor. 7 Pues Él es nuestro Dios, y nosotros el pueblo que El apacienta, las ovejas que Él cuida. ¡Ojalá escuchéis hoy su voz! 8 No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá, como el día de Masá, en el desierto, donde me tentaron vuestros padres, me pusieron a prueba, aunque había visto mis obras. 1. El corazón a) Los adjetivos del corazón: duro, pesado, ofuscado, contrito …. • Lucas 21, 34 «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, 35 como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. 36 Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre. • Duro, empedernido, pesado, ofuscado (por los afanes de la vida) • Avaro (la avaricia es una idolatría: cfr. Colosenses 3,5 y Efesios 5, 5-9). 2 • Corazón contrito: Cfr. la oración de Azarías en el Horno`(Libro de Daniel capítulo 3), Audiencia General de Juan Pablo II, 14 de mayo de 2003 1 . b) La importancia del corazón. • Romano Guardini, El Señor: «ninguna de las cosas grandes de la vida humana se debe al solo pensar, sino al corazón y al amor que de él nace» 2 . o El corazón es el lugar donde la persona se decide o no por Dios. • Catecismo de la Iglesia Católica, n. 368: La tradición espiritual de la Iglesia también presenta el corazón en su sentido bíblico de «lo más profundo del ser» (Cf Jeremías 31, 33),donde la persona se decide o no por Dios (Cf Deuteronomio 6, 5; 29, 3; Isaías 29, 13; Ezequiel 36, 26;Mateo 6, 21; Lucas 8, 15; Romanos 5, 5). o La fe es un don de Dios que mueve el corazón. • Catecismo de la Iglesia Católica, n. 153: La fe es una gracia - Cuando San Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Jesús le declara que esta revelación no le ha venido «de la carne y de la sangre, sino de mi Padre que está en los cielos» (Mateo 16, 17) (Cf Gálatas 1, 15; Mateo 11, 25). La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por El. «Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, ö que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede "a todos gusto en aceptar y creer la verdad"» (Dei verbum 5). o La fe tiene que ver un poco con el saber, pero es, sobre todo, comunión con Cristo. • Gianfranco Ravasi, Avvenire, 5 abril 2007: “Creer es, ciertamente, también un poco saber, pero es, sobre todo, comunión de vida con el Otro, es vivir dentro de él, pulsando en su corazón, recorriendo su pensamiento, abandonándose a Él en el sueño, conscientes - como dice la mujer del Cantar de los Cantares – de que “yo duermo, pero mi corazón vigila./ La voz de mi amado llama a la puerta/ (5,2). Sí, la fe es hermana del amor y es precisamente con el lenguaje amoroso con el que los místicos han descrito los secretos del creer en Dios. Por tanto superemos una religiosidad hecha solamente de saber y de deber, aunque sea necesario como primera etapa, y introduzcámonos en el camino de la intimidad y de la comunión, “viviendo dentro de Él”, haciendo que Él viva en nosotros, como confesó san Pablo: “Cristo vive en mí” (Gálatas 2,20)”. Ibidem: Lalla Romano, escritora fallecida en el 2001, Poesias, ed. Einaudi 1974: La fe no es saber que el otro existe es vivir dentro de él calor en sus venas sueño en sus pensamientos. Aquí vagar durmiendo en él despertarse. 2. El corazón en la peregrinación de nuestra vida. Cfr. Homilía de Benedicto XVI en el Santuario Mariazell – Austria – 8 septiembre 2007 La necesidad de tener un corazón inquieto y abierto. o Peregrinar significa caminar hacia una meta: la necesidad de tener el corazón en actitud de espera; necesitamos un corazón inquieto y abierto. • Peregrinar significa estar orientados en cierta dirección, caminar hacia una meta. Esto confiere una 1 “El orante se acerca al Señor ofreciéndole el sacrificio más valioso y agradable: el "corazón contrito" y el "espíritu humillado" (v. 39; cf. Sal 50, 19). Es precisamente el centro de la existencia, el yo renovado por la prueba, lo que se ofrece a Dios, para que lo acoja como signo de conversión y consagración al bien. Con esta disposición interior desaparece el miedo, se acaban la confusión y la vergüenza (cf. Dn 3, 40), y el espíritu se abre a la confianza en un futuro mejor, cuando se cumplan las promesas hechas a los padres”. 2 Cfr. Giacomo Canobbio, El Evangelio en el corazón, en Alfa y Omega n. 499. 3 belleza propia también al camino y al cansancio que implica. Entre los peregrinos de la genealogía de Jesús algunos habían olvidado la meta y querían ponerse a sí mismos como meta. Pero el Señor había suscitado siempre de nuevo personas que se habían dejado impulsar por la nostalgia de la meta, orientando hacia ella su vida. El impulso hacia la fe cristiana, el inicio de la Iglesia de Jesucristo fue posible porque existían en Israel personas con un corazón en búsqueda, personas que no se acomodaron en la rutina, sino que escrutaron a lo lejos en búsqueda de algo más grande: Zacarías, Isabel, Simeón, Ana, María y José, los Doce y muchos otros. Al tener su corazón en actitud de espera, podían reconocer en Jesucristo a Aquel que Dios había mandado, llegando a ser así el inicio de su familia universal. La Iglesia de los gentiles pudo hacerse realidad porque tanto en el área del Mediterráneo como en las zonas de Asia más cercanas, a donde llegaban los mensajeros de Jesucristo, había personas en actitud de espera que no se conformaban con lo que todos hacían y pensaban, sino que buscaban la estrella que podía indicarles el camino hacia la Verdad misma, hacia el Dios vivo. o Tenemos necesidad de Dios y de su mediador, Jesucristo. Necesitamos este corazón inquieto y abierto. Es el núcleo de la peregrinación. Tampoco hoy basta ser y pensar, en cierto modo, como todos los demás. El proyecto de nuestra vida va más allá. Tenemos necesidad de Dios, del Dios que nos ha mostrado su rostro y abierto su corazón: Jesucristo. San Juan, con razón, afirma que "él es el Hijo único, que está en el seno del Padre" (Jn 1, 18); así sólo él, desde la intimidad de Dios mismo, podía revelarnos a Dios y también revelarnos quiénes somos nosotros, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Ciertamente ha habido en la historia muchas grandes personalidades que han hecho bellas y conmovedoras experiencias de Dios. Sin embargo, son sólo experiencias humanas, con su límite humano. Sólo él es Dios y por eso sólo él es el puente que pone realmente en contacto inmediato a Dios y al hombre. Así pues, aunque nosotros lo consideramos el único Mediador de la salvación válido para todos, que afecta a todos y del cual, en definitiva, todos tienen necesidad, esto no significa de ninguna manera que despreciemos a las otras religiones ni que radicalicemos con soberbia nuestro pensamiento, sino únicamente que hemos sido conquistados por Aquel que nos ha tocado interiormente y nos ha colmado de dones, para que podamos compartirlos con los demás. 3. El padre nuestro: venga a nosotros tu reino. El corazón dócil es necesario para recibir el reino de Dios, que es Cristo mismo: la comunión con Él. Cfr. BXVI, Jesús de Nazaret, pp. 180-182 o a) La primacía de Dios. Se establece un orden de prioridades para el obrar humano. No se nos promete a los devotos un mundo utópico que funciona automáticamente. Reino de Dios quiere decir soberanía de Dios: asumir su voluntad como criterio. Al reflexionar sobre esta petición acerca del Reino de Dios, recordaremos lo que hemos considerado antes acerca de la expresión «Reino de Dios». Con esta petición reconocemos en primer lugar la primacía de Dios; donde El no está, nada puede ser bueno. Donde no se ve a Dios, el hombre decae y decae también el mundo. En este sentido, el Señor nos dice; «Buscad ante todo el Reino (le Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura» (Mateo 6,33). Con estas palabras se establece un orden de prioridades para el obrar humano, para nuestra actitud en la vida diaria. En modo alguno se nos promete un mundo utópico en el caso de que seamos devotos y de algún modo deseosos del Reino de Dios. No se nos presenta automáticamente un mundo que funciona como lo propuso la utopía de la sociedad sin clases, en la que todo debía salir bien sólo porque no existía la propiedad privada. Jesús no nos da recetas tan simples, pero establece - como se ha dicho - una prioridad determinante para todo: «Reino de Dios» quiere decir «soberanía de Dios», y eso significa asumir su voluntad como criterio. Esa voluntad crea justicia, lo que implica que reconocemos a Dios su derecho y en él encontramos el criterio para medir el derecho entre los hombres. o b) La primera oración de Salomón: pide a Dios un corazón dócil (para que sea Dios quien reine y no nosotros), la capacidad de discernir el bien del mal, para gobernar. El orden de prioridades que Jesús nos indica aquí nos recuerda el relato veterotestamentario de la primera oración de Salomón tras ser entronizado. En él se narra que el Señor se apareció al joven rey en 4 sueños, asegurándole que le concedería lo que le pidiera. ¡Un tema clásico en los sueños de la humanidad! ¿Qué pidió Salomón? «Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el bien y el mal» (1 Reyes 3, 9). Dios lo alaba porque no ha pedido — como hubiera sido más natural — riqueza, bienes, honores o la muerte de sus enemigos, ni siquiera una vida más larga (cf 2 Cr 1, 11), sino algo verdaderamente esencial: un corazón dócil, la capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Y por eso Salomón recibió también todo lo demás como añadidura. Con la petición «venga tu reino» (¡no el nuestro!), el Señor nos quiere llevar precisamente a este modo de orar y de establecer las prioridades de nuestro obrar. Lo primero y esencial es un corazón dócil, para que sea Dios quien reine y no nosotros. El Reino de Dios llega a través del corazón que escucha. Ese es su camino. Y por eso nosotros hemos de rezar siempre. o c) Jesús es el Reino de Dios en persona: la petición se convierte, por tanto, en petición de la comunión con Jesucristo. A partir del encuentro con Cristo esta petición asume un valor aún más profundo, se hace aún más concreta. Hemos visto que Jesús es el Reino de Dios en persona; donde Él está, está el «Reino de Dios». Así, la petición de un corazón dócil se ha convertido en petición de la comunión con Jesucristo, la petición de que cada vez seamos más «uno» con El (cf. Gálatas 3,28). Es la petición del seguimiento verdadero, que se convierte en comunión y nos hace un solo cuerpo con Él. Reinhold Schneider lo ha expresado de modo penetrante: «La vida en este reino es la continuación de la vida de Cristo en los suyos; en el corazón que ya no es alimentado por la fuerza vital de Cristo se acaba el reino; en el corazón tocado y transformado por esa fuerza, comienza... Las raíces del árbol que no se puede arrancar buscan penetrar en cada corazón. El reino es uno; subsiste sólo por el Señor, que es su vida, su fuerza, su centro...» (pp. 3 Is). Rezar por el Reino de Dios significa decir a Jesús: ¡Déjanos ser tuyos, Señor! Empápanos, vive en nosotros; reúne en tu cuerpo a la humanidad dispersa para que en ti todo quede sometido a Dios y Tú puedas entregar el universo al Padre, para que «Dios sea todo para todos» (1 Corintios 15, 28). 4. «Auméntanos la fe». Evangelio de hoy, Lucas 17,5: la genuina creencia religiosa. o Nos sitúa … nos recuerda … nos ilumina …purifica … inspira … nos mueve a … nos lleva al … • Benedicto XVI, Viaje al Reino Unido, Discurso, 17 septiembre 2010: La genuina creencia religiosa nos sitúa más allá de la utilidad presente, hacia la trascendencia. Nos recuerda la posibilidad y el imperativo de la conversión moral, el deber de vivir en paz con nuestro prójimo y la importancia de llevar una vida íntegra. Entendida de forma adecuada, nos ilumina, purifica nuestros corazones e inspira acciones nobles y generosas, en beneficio de toda la familia humana. Nos mueve a la práctica de la virtud y nos lleva al amor de los unos para con los otros, con el mayor respeto a las tradiciones religiosas distintas de las nuestras. www.parroquiasantamonica.com
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