[Chiesa/Omelie1/Eucaristía/20B18ElDiscernimientoDeLaEucaristía]
Ø Domingo 20
del Tiempo Ordinario, ciclo B (2018). El discernimiento de la Eucaristía. Pedimos
al
Señor
Jesús el don del discernimiento, para aceptar las palabras que él ha dicho
sobre la Eucaristía en el capítulo 6º de San Juan. Efectos de la Eucaristía en
nuestras vidas El pan es mi carne. Probablemente, los fariseos tienen la
sensación de estar ante un exaltado que no tiene remedio. Pero también entre
sus amigos se produce la separación: «Muchos discípulos dijeron al oírlo: Ese
modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?». El pan bajado del
cielo para dar la vida al mundo: un discurso que los oyentes no entienden: Ellos
razonan según la carne, que “no sirve para nada” (Juan 6,63).
Jesús, en cambio, orienta su discurso hacia el horizonte inabarcable del
espíritu: “Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida”. El auditorio
es reacio a las palabras de Jesús y se alejan de Jesús: se consideran personas
con sentido común, con los pies en la tierra, por eso sacuden la cabeza y,
refunfuñando, se marchan uno detrás de otro; Pero respecto al “pan de vida”
Jesús no está dispuesto a contemporizar.
v
Cfr. Dom. 20 del tiempo ordinario Año B -
Proverbios 9, 1-6; Efesios 5, 15-20; Juan 6, 51-58
19 de agosto de 2018
Juan 6: 51 Yo soy
el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre;
y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo. » 52 Discutían entre sí los judíos y decían: «
¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? » 53 Jesús les dijo: « En verdad, en verdad os
digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no
tenéis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y
bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. 55 Porque mi carne es verdadera comida y mi
sangre verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.
57 Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado
y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. 58 Este es el pan bajado del cielo; no como el
que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para
siempre».
Proverbios
9
1 La
Sabiduría ha edificado su casa, asentó sus siete columnas, 2 inmoló sus víctimas, ha mezclado su vino, preparó
también su mesa. 3 Ha enviado
a sus criadas y anuncia desde lo alto de las colinas de la ciudad: 4 « Si alguno es sencillo, véngase acá. »Y al
falto de inteligencia le dice: 5 « Ven, come
de mi pan, y bebe del vino que he mezclado; 6 Deja la
simpleza y vivirás, avanza por los caminos del discernimiento.
Efesios 5
15 Hermanos, mirad atentamente cómo vivís; que no sea como imprudentes, sino como
prudentes; 16 aprovechando
[redimiendo] bien el tiempo presente, porque los días son malos. 17 Por tanto, no seáis insensatos, sino entended
cuál es la voluntad de Señor. 18 No os
embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien del
Espíritu. 19 Recitad entre vosotros salmos, himnos y
cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor, 20 dando
gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor
Jesucristo.
Deja la simpleza y vivirás, avanza por los caminos del discernimiento
(Proverbios 9,6) [primera Lectura de hoy]
No seáis insensatos, sino entended cuál es la voluntad del
Señor
(Efesios 5, 17) [segunda Lectura de hoy]
“Examinad qué es lo que agrada al Señor”
(Efesios 5, 10)
El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en
él
(Juan 6,56) [Evangelio de hoy]
Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos
mediante la renovación de vuestra mente,
de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios:
lo bueno, lo agradable, lo perfecto.
(Romanos 12, 2)
1. Qué es el discernimiento.
Cfr. Wikipedia
v Es
una capacidad del hombre
La palabra “discernimiento” significa “escoger”, en el
sentido de seleccionar, separar. Y viene
del latín: de "cernere" que significa "escoger". Se refiere
a la capacidad del hombre, de su mente, de distinguir, por ejemplo, entre lo
efímero y caduco y lo eterno e imperecedero; entre lo que es real e irreal,
etc.
o Para
discernir se requiere una madurez de la mente que supere la vaguedad.
§ Entre
los obstáculos para el discernimiento se encuentran los bloqueos de todo signo:
bloqueos emocionales, el individualismo, el egoísmo, el orgullo, la presunción,
el fanatismo …
Los especialistas dicen que es un
capacidad distinta de las de comprender, o razonar o analizar, o que, tal
vez, sea el resultado final del uso de
estas capacidades. Para el discernimiento se requiere una madurez de la mente,
y que ésta supere la vaguedad. Hay muchos obstáculos para llegar al
discernimiento, como el estar apegados -
a las personas y a las cosas (y, por
tanto, no estar desprendidos) -, y los bloqueos de todo signo, como podrían
ser, por ejemplo, los bloqueos emocionales, el individualismo, el egoísmo, el
orgullo, la presunción, el fanatismo, etc. Cuando el hombre está sometido a
estas realidades, oscila en sus decisiones continuamente, sin encontrar una
solución a los problemas que tenga planteados, sin saber discernir el bien y el
mal, entre lo justo y lo injusto, entre lo que realmente es útil y lo que es
perjudicial. Entre lo que es un bien para mí y un bien para los demás. Entre lo
que es verdad y lo que es superstición.
El discernimiento huye de los entusiasmos ciegos.
v El
discernimiento sobrenatural
·
Es un don de Dios que nos hace descubrir su
presencia, su rostro en nuestra vida ordinaria, su
voluntad.
2. El discernimiento y la
Eucaristía
v Pedimos
al Señor Jesús el don del discernimiento, para aceptar las palabras que él ha
dicho sobre la Eucaristía en el capítulo 6º de San Juan.
·
Concretamente en el Evangelio de hoy: «El que
come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí
y yo en él» (Juan
6, 56).
o Efectos
de la Eucaristía en nuestras vidas
§ En
el Catecismo de la Iglesia Católica
Recibir la Eucaristía da como fruto principal la unión íntima con Cristo
Jesús.
·
n. 1391: La
comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en la comunión
da como
fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús. En
efecto, el Señor dice: «Quien come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y yo
en él» (Juan 6, 56). La vida en Cristo encuentra su fundamento en el banquete
eucarístico: «Lo mismo que me ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo por el
Padre, también el que me coma vivirá por mí» (Juan 6, 57) (…)
Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida
·
n.
787 Desde el comienzo, Jesús asoció a sus
discípulos a su vida (cf. Marcos 1, 16-20; Marcos 3, 13-19); les
reveló el Misterio del Reino (cf. Mateo
13,10-17); les dio parte en su misión, en su alegría (cf. Lucas
10,17-20) y en sus sufrimientos (cf. Lucas
22,28-30). Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre él y
los que le sigan: "Permaneced en Mí, como yo en vosotros ... Yo soy la vid
y vosotros los sarmientos" (Juan 15,4-5).
Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro:
"Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en Mí y Yo en él" (Juan 6,56).
La Eucaristía no cesa de ser ocasión de división
·
1336 El primer
anuncio de la Eucaristía dividió a los discípulos, igual que el anuncio de la
pasión los
escandalizó:
"Es duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?" (Jn 6,60).
La Eucaristía y la cruz son piedras de tropiezo. Es el mismo misterio, y no
cesa de ser ocasión de división. "¿También vosotros queréis
marcharos?" (Jn 6,67):
esta pregunta del Señor, resuena a través de las edades, invitación de su amor
a descubrir que sólo él tiene "palabras de vida eterna" (Jn 6,68),
y que acoger en la fe el don de su Eucaristía es acogerlo a él mismo.
§ Esta
intimidad y comunión con el Señor es tan profunda que se vive por Cristo como Cristo
vive por el Padre. Evangelio de hoy.
·
v. 57 del Evangelio: «Como me envió el Padre,
principio de la vida, y yo vivo por el Padre, así aquél que me come vivirá por
mí».
·
La eucaristía comunica a los fieles la vida que
el Hijo tiene del Padre
§ La
Eucaristía nos hace poseer la vida eterna, ya ahora, en germen. Evangelio
de hoy.
·
v. 53 «En verdad,
en verdad os digo, si no coméis la carne
del Hijo del Hombre y si no bebéis su sangre, no
tendréis vida en vosotros. v. 54: El que come mi carne
y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día».
§ Un
pan necesario para nuestra peregrinación en esta vida
"La Eucaristía es nuestro pan cotidiano. La
virtud propia de este divino alimento es la fuerza de unión: nos une al Cuerpo
del Salvador y hace de nosotros sus miembros para que vengamos a ser lo que
recibimos... Este pan cotidiano se encuentra, además, en las lecturas que oís
cada día en la Iglesia, en los himnos que se cantan y que vosotros cantáis.
Todo eso es necesario en nuestra peregrinación" (San Agustín, serm 57,7,7)
§ Para
mantener vivo en nosotros el amor a Dios y a los hombres, es necesaria la
Eucaristía. La comunión frecuente, incluso diaria.
Benedicto
XVI, Catequesis sobre san Basilio, 1 de agosto de 2007
La Eucaristía, don
inmenso de Dios, protege en cada uno de nosotros el recuerdo del sello
bautismal y permite vivir en plenitud y con fidelidad la gracia del Bautismo.
Por eso, el santo obispo recomienda la Comunión frecuente, incluso diaria:
"Comulgar también cada día recibiendo el santo cuerpo y la sangre de
Cristo es algo bueno y útil, dado que él mismo dice claramente: "Quien
come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna" (Jn 6,54).
Por tanto, ¿quién dudará de que comulgar continuamente la vida es vivir en
plenitud?" (EP 93, PG 32, 484b). En otras palabras, la
Eucaristía nos es necesaria para acoger en nosotros la verdadera vida, la vida
eterna (cf. Moralia 21, 1: PG 31,737).
v
El pan es mi carne (Juan 6, 51)
Cfr. Romano Guardini, El Señor, ed. Cristiandad, 2ª ed. 2005
·
pp. 257-259: Jesús ya ha anunciado que él mismo
es el «pan» y que comer ese pan equivale a la fe.
Pero ahora el discurso adquiere una literalidad inquietante.
En lugar de «yo soy el pan» se dice: «El pan es mi carne». Jesús tiene ante sí
a judíos para los que el sacrificio y la comida sacrificial forman parte de su
vida cotidiana. No pueden pensar en eso; y entendemos su repugnancia. Pero
Jesús no edulcora nada. No diluye lo dicho en una metáfora, sino que lo
recrudece:
Juan
6, 53-56: 53 Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo que si no coméis la
carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros.
54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré
en el último día. 55 Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera
bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en
él.»
El
pan es la carne del Hijo del hombre; la bebida es su sangre. Se repite una y
otra vez: «verdadera comida, verdadera bebida». Quien come esa comida y bebe
esa bebida, tiene vida eterna ahora, en el tiempo, una vida interior que ningún poder del mundo puede
destruir. Y en su día, resucitará a la inmortalidad bienaventurada. Pero quien
rechaza esa comida y renuncia a esa bebida, no tendrá vida en sí. (…)
o
Probablemente, los fariseos tienen la sensación
de estar ante un exaltado que no tiene remedio. Pero también entre sus amigos
se produce la separación: «Muchos discípulos dijeron al oírlo: Ese modo de
hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?»
¿Qué
podemos decir al respecto? Si alguien estuviera ante nosotros y dijera algo
semejante, nos llenaríamos de espanto. Y no sabríamos qué pensar, por mucho que
se nos hubiera preparado el camino con señales e instrucciones previas. Los
fariseos ciertamente no sabían de dónde les venía aquello. No daban crédito a
sus oídos. Se indignaron, se horrorizaron; y seguramente también se llenaron de
perversa alegría al oír decir a su odiado adversario semejantes
monstruosidades. ¡A uno que hablaba así lo tenían en su mano!
La multitud que había hablado
al principio ha desaparecido. Probablemente, los fariseos tienen la sensación
de estar ante un exaltado que no tiene remedio. Pero también entre sus amigos
se produce la separación: «Muchos discípulos dijeron al oírlo: Ese modo de
hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?» (Jn 6,60). Quizá ya hace
tiempo que no saben muy bien qué pensar de él, pero ahora lo tienen claro.
¡Semejantes discursos ya no hay quien los soporte!
o
El hecho de que las palabras de Jesús sean
«espíritu y vida» no significa que haya que entenderlas metafóricamente. Hay
que tomarlas a la letra, en concreto, pero «en el espíritu»; es decir, hay que
trasladarlas desde la tosquedad de la vida ordinaria al ámbito del misterio,
desde la realidad inmediata a la sacramental.
«Jesús,
sabiendo que sus discípulos protestaban de aquello, les preguntó: ¿Eso os
escandaliza?». Y eso quiere decir: ¿Sois discípulos, o no? ¿Estáis dispuestos a
aprender, o queréis juzgar? ¿Estáis preparados para acoger lo que viene a
vosotros, a aceptar el único principio desde el que se manifiesta lo que es
posible y lo que no lo es, o queréis juzgarlo desde vuestros postulados? Entonces,
¿qué diréis «cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?» (Jn
6,61-62). ¿Qué diréis cuando, por encima de todo lo terrenal, se revele el
carácter inefable de lo que vosotros pretendéis poner en tela de juicio? Los
que han hablado antes se indignaron porque interpretaron esas palabras
«carnalmente». Estaban pensando en lo que han visto siempre en los sacrificios;
y ni siquiera han intentado llegar al punto desde el que es posible
comprenderlas. Vosotros hacéis exactamente lo mismo. Juzgáis sin estar en la
única perspectiva desde la que se puede juzgar: «Sólo el espíritu da vida, la
carne no sirve para nada. Las palabras que yo os he dicho son espíritu y vida»
(Jn 6,63). La frase no atenúa el sentido. El hecho de que las palabras de Jesús
sean «espíritu y vida» no significa que haya que entenderlas metafóricamente.
Hay que tomarlas a la letra, en concreto, pero «en el espíritu»; es decir, hay
que trasladarlas desde la tosquedad de la vida ordinaria al ámbito del
misterio, desde la realidad inmediata a la sacramental. Aquélla tenía que
provocar indignación; ésta, en cambio, es sacrosanta realidad divina y, cuando
se comprende en clima de amor, se transforma en plenitud infinita.
v
Juan Pablo II, Homilía, Misa de Clausura de la
12 Jornada Mundial de la Juventud.
Roma, 20
de agosto de 2000 - Juan 6, 51-58
o
El pan
bajado del cielo para dar la vida al mundo: un discurso que los oyentes no
entienden.
§ Ellos
razonan según la carne, que “no sirve para nada” (Juan 6,63).
Jesús, en cambio, orienta su discurso hacia el horizonte inabarcable del
espíritu: “Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida”.
En
esta celebración eucarística Jesús nos introduce en el conocimiento de un
aspecto particular de su misterio. Hemos escuchado en el Evangelio un pasaje de
su discurso en la sinagoga de Cafarnaúm, después del milagro de la
multiplicación de los panes, en el cual se revela como el verdadero pan de
vida, el pan bajado del cielo para dar la vida al mundo (cf. Juan 6, 51). Es un
discurso que los oyentes no entienden. La perspectiva en que se mueven es
demasiado material para poder captar la auténtica intención de Cristo.
Ellos razonan según la carne, que “no sirve para nada” (Juan 6,63).
Jesús, en cambio, orienta su discurso hacia el horizonte inabarcable del
espíritu: “Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida” (ibíd).
o El
auditorio es reacio a las palabras de Jesús y se alejan de Jesús
§
Se consideran personas con sentido común, con
los pies en la tierra, por eso sacuden la cabeza y, refunfuñando, se marchan
uno detrás de otro.
Pero respecto al “pan de vida” Jesús no
está dispuesto a contemporizar.
Sin embargo el auditorio es reacio: “Es duro este
lenguaje; ¿Quién puede escucharlo?” (Juan 6,60).
Se consideran personas con sentido común, con los pies en la tierra, por eso
sacuden la cabeza y, refunfuñando, se marchan uno detrás de otro. El
número de la muchedumbre se reduce progresivamente. Al final sólo queda un
pequeño grupo con los discípulos más fieles. Pero respecto al “pan de vida”
Jesús no está dispuesto a contemporizar. Está preparado más bien para
afrontar el alejamiento incluso de los más cercanos: “¿También vosotros queréis
marcharos?” (Jn 6,67).
o
Una pregunta de Jesús que nos interpela también
a nosotros
3.“¿También vosotros?” La pregunta de
Cristo sobrepasa los siglos y llega hasta nosotros, nos interpela
personalmente y nos pide una decisión. ¿Cuál es nuestra respuesta? Queridos
jóvenes, si estamos aquí hoy es porque nos vemos reflejados en la afirmación
del apóstol Pedro: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida
eterna” (Juan 6,68).
§ Sólo
Cristo tiene palabras que resisten al paso del tiempo y permanecen para la
eternidad.
Muchas
palabras resuenan en vosotros, pero sólo Cristo tiene palabras que resisten al
paso del tiempo y permanecen para la eternidad. El momento que estáis viviendo
os impone algunas opciones decisivas: la especialización en el estudio, la
orientación en el trabajo, el compromiso que debéis asumir en la sociedad y en
la Iglesia. Es importante darse cuenta de que, entre todas las preguntas que
surgen en vuestro interior, las decisivas no se refieren al “qué”. La pregunta
de fondo es “quién”: hacia “quién” ir, a “quién” seguir, a “quién” confiar la
propia vida.
Pensáis
en vuestra elección afectiva e imagino que estaréis de acuerdo: lo que
verdaderamente cuenta en la vida es la persona con la que uno decide compartirla.
Pero, ¡atención! Toda persona es inevitablemente limitada, incluso en el
matrimonio más encajado se ha de tener en cuenta una cierta medida de
desilusión. Pues bien, queridos amigos: ¿no hay en esto algo que confirma lo
que hemos escuchado al apóstol Pedro? Todo ser humano, antes o después, se
encuentra exclamando con él: “¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de
vida eterna”. Sólo Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios y de María, la Palabra
eterna del Padre, que nació hace dos mil años en Belén de Judá, puede
satisfacer las aspiraciones más profundas del corazón humano.
En
la pregunta de Pedro: “¿A quién vamos a acudir?” está ya la respuesta
sobre el camino que se debe recorrer. Es el camino que lleva a Cristo. Y el
divino Maestro es accesible personalmente; en efecto, está presente sobre el
altar en la realidad de su cuerpo y de su sangre. En el sacrificio eucarístico
podemos entrar en contacto, de un modo misterioso pero real, con su
persona, acudiendo a la fuente inagotable de su vida de Resucitado.
o
La Palabra, que se hizo carne hace dos mil
años, está presente hoy en la Eucaristía
4. Esta es la maravillosa verdad, queridos amigos: la Palabra, que se hizo carne hace dos mil años, está presente hoy en la Eucaristía. Por eso, el año del Gran Jubileo, en el que estamos celebrando el misterio de la encarnación, no podía dejar de ser también un año “intensamente eucarístico” (cf. Tertio millennio adveniente TMA 55).
§ La
Eucaristía es el sacramento de la presencia de Cristo que se nos da porque nos
ama.
La Eucaristía es el sacramento de la presencia de
Cristo que se nos da porque nos ama. Él nos ama a cada uno de nosotros de
un modo personal y único en la vida concreta de cada día: en la familia,
entre los amigos, en el estudio y en el trabajo, en el descanso y en la
diversión. Nos ama cuando llena de frescura los días de nuestra existencia y
también cuando, en el momento del dolor, permite que la prueba se cierna sobre
nosotros; también a través de las pruebas más duras, Él nos hace escuchar su
voz.
Sí,
queridos amigos, ¡Cristo nos ama y nos ama siempre! Nos ama incluso cuando
lo decepcionamos, cuando no correspondemos a lo que espera de nosotros. Él no
nos cierra nunca los brazos de su misericordia. ¿Cómo no estar agradecidos a
este Dios que nos ha redimido llegando incluso a la locura de la Cruz? ¿A este
Dios que se ha puesto de nuestra parte y está ahí hasta al final?
o
Celebrar la Eucaristía “comiendo su carne y
bebiendo su sangre” significa ofrecer la propia disponibilidad para
sacrificarse por los otros, como hizo Él.
5. Celebrar la Eucaristía “comiendo su carne y bebiendo su sangre” significa aceptar la lógica de la cruz y del servicio. Es decir, significa ofrecer la propia disponibilidad para sacrificarse por los otros, como hizo Él.
De
este testimonio tiene necesidad urgente nuestra sociedad, de él necesitan más
que nunca los jóvenes, tentados a menudo por los espejismos de una vida fácil y
cómoda, por la droga y el hedonismo, que llevan después a la espiral de la
desesperación, del sin-sentido, de la violencia. Es urgente cambiar de
rumbo y dirigirse a Cristo, que es también el camino de la justicia, de la
solidaridad, del compromiso por una sociedad y un futuro dignos del hombre.
Ésta
es nuestra Eucaristía, ésta es la respuesta que Cristo espera de nosotros, de
vosotros, jóvenes, al final de vuestro Jubileo. A Jesús no le gustan las medias
tintas y no duda en apremiarnos con la pregunta: “¿También vosotros queréis
marcharos?” Con Pedro, ante Cristo, Pan de vida, también hoy nosotros queremos
repetir: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68).
o
Vivid la Eucaristía dando testimonio del amor de
Dios a los hombres.
6. Queridos jóvenes, al volver a vuestra tierra poned la Eucaristía en el centro de vuestra vida personal y comunitaria: amadla, adoradla y celebradla, sobre todo el domingo, día del Señor.
Os confío, queridos amigos, este don de Dios, el más
grande dado a nosotros, peregrinos por los caminos del tiempo, pero que
llevamos en el corazón la sed de eternidad. ¡Ojalá que pueda haber siempre en
cada comunidad un sacerdote que celebre la Eucaristía! Por eso pido al Señor
que broten entre vosotros numerosas y santas vocaciones al sacerdocio. La
Iglesia tiene necesidad de alguien que celebre también hoy, con corazón puro,
el sacrificio eucarístico. ¡El mundo no puede verse privado de la dulce y
liberadora presencia de Jesús vivo en la Eucaristía!
Sed vosotros mismos testigos fervorosos de la
presencia de Cristo en nuestros altares. Que la Eucaristía modele vuestra vida,
la vida de las familias que formaréis; que oriente todas vuestras opciones de
vida. Que la Eucaristía, presencia viva y real del amor trinitario de Dios, os
inspire ideales de solidaridad y os haga vivir en comunión con vuestros
hermanos dispersos por todos los rincones del planeta.
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Vida
Cristiana
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