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sábado, 18 de agosto de 2018

Dom. 20 del tiempo ordinario Año B - Proverbios 9, 1-6; Efesios 5, 15-20; Juan 6, 51-58




[Chiesa/Omelie1/Eucaristía/20B18ElDiscernimientoDeLaEucaristía]

Ø Domingo 20 del Tiempo Ordinario, ciclo B (2018). El discernimiento de la Eucaristía. Pedimos al

Señor Jesús el don del discernimiento, para aceptar las palabras que él ha dicho sobre la Eucaristía en el capítulo 6º de San Juan. Efectos de la Eucaristía en nuestras vidas El pan es mi carne. Probablemente, los fariseos tienen la sensación de estar ante un exaltado que no tiene remedio. Pero también entre sus amigos se produce la separación: «Muchos discípulos dijeron al oírlo: Ese modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?». El pan bajado del cielo para dar la vida al mundo: un discurso que los oyentes no entienden: Ellos razonan según la carne, que “no sirve para nada” (Juan 6,63). Jesús, en cambio, orienta su discurso hacia el horizonte inabarcable del espíritu: “Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida”. El auditorio es reacio a las palabras de Jesús y se alejan de Jesús: se consideran personas con sentido común, con los pies en la tierra, por eso sacuden la cabeza y, refunfuñando, se marchan uno detrás de otro; Pero respecto al “pan de vida” Jesús no está dispuesto a contemporizar. 


v  Cfr. Dom. 20 del tiempo ordinario Año B - Proverbios 9, 1-6; Efesios 5, 15-20; Juan 6, 51-58

19 de  agosto de  2018

Juan 6: 51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo. » 52 Discutían entre sí los judíos y decían: « ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? » 53 Jesús les dijo: « En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. 55 Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. 57 Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. 58 Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre». 
Proverbios 9 1 La Sabiduría ha edificado su casa, asentó sus siete columnas, 2 inmoló sus víctimas, ha mezclado su vino, preparó también su mesa. 3  Ha enviado a sus criadas y anuncia desde lo alto de las colinas de la ciudad: 4 « Si alguno es sencillo, véngase acá. »Y al falto de inteligencia le dice: 5 « Ven, come de mi pan, y bebe del vino que he mezclado; 6 Deja la simpleza y vivirás, avanza por los caminos del discernimiento. 
Efesios 5 15 Hermanos, mirad atentamente cómo vivís; que no sea como imprudentes, sino como prudentes; 16 aprovechando [redimiendo] bien el tiempo presente, porque los días son malos. 17 Por tanto, no seáis insensatos, sino entended cuál es la voluntad de Señor. 18 No os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien del Espíritu. 19 Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor, 20 dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Deja la simpleza y vivirás, avanza por los caminos del discernimiento
(Proverbios 9,6) [primera Lectura de hoy]
No seáis insensatos, sino entended cuál es la voluntad del Señor
(Efesios 5, 17) [segunda Lectura de hoy]
“Examinad qué es lo que agrada al Señor”
(Efesios 5, 10)
El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él
(Juan 6,56) [Evangelio de hoy]
Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos
mediante la renovación de vuestra mente,
de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios:
lo bueno, lo agradable, lo perfecto.
(Romanos 12, 2)

1. Qué es el discernimiento.

     Cfr. Wikipedia

v  Es una capacidad del hombre

La palabra “discernimiento” significa “escoger”, en el sentido de seleccionar, separar.  Y viene del latín: de "cernere" que significa "escoger". Se refiere a la capacidad del hombre, de su mente, de distinguir, por ejemplo, entre lo efímero y caduco y lo eterno e imperecedero; entre lo que es real e irreal, etc. 

o   Para discernir se requiere una madurez de la mente que supere la vaguedad.

§    Entre los obstáculos para el discernimiento se encuentran los bloqueos de todo signo: bloqueos emocionales, el individualismo, el egoísmo, el orgullo, la presunción, el fanatismo …
            Los especialistas dicen que es un capacidad distinta de las de comprender, o razonar o analizar, o que, tal vez,  sea el resultado final del uso de estas capacidades. Para el discernimiento se requiere una madurez de la mente, y que ésta supere la vaguedad. Hay muchos obstáculos para llegar al discernimiento, como el estar apegados  - a las personas y a las cosas  (y, por tanto, no estar desprendidos) -, y los bloqueos de todo signo, como podrían ser, por ejemplo, los bloqueos emocionales, el individualismo, el egoísmo, el orgullo, la presunción, el fanatismo, etc. Cuando el hombre está sometido a estas realidades, oscila en sus decisiones continuamente, sin encontrar una solución a los problemas que tenga planteados, sin saber discernir el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto, entre lo que realmente es útil y lo que es perjudicial. Entre lo que es un bien para mí y un bien para los demás. Entre lo que es verdad y lo que es superstición.  El discernimiento huye de los entusiasmos ciegos.

v  El discernimiento sobrenatural

·         Es un don de Dios que nos hace descubrir su presencia, su rostro en nuestra vida ordinaria, su
voluntad.

2. El discernimiento y la Eucaristía


v  Pedimos al Señor Jesús el don del discernimiento, para aceptar las palabras que él ha dicho sobre la Eucaristía en el capítulo 6º de San Juan.


·         Concretamente en el Evangelio de hoy: «El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí
y yo en él» (Juan 6, 56).

o   Efectos de la Eucaristía en nuestras vidas

§    En el Catecismo de la Iglesia Católica
Recibir la Eucaristía da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús.
·         n. 1391: La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en la comunión da como
fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús. En efecto, el Señor dice: «Quien come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y yo en él» (Juan 6, 56). La vida en Cristo encuentra su fundamento en el banquete eucarístico: «Lo mismo que me ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí» (Juan 6, 57) (…)
Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida
·         n. 787 Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida (cf. Marcos 1, 16-20; Marcos 3, 13-19); les
reveló el Misterio del Reino (cf. Mateo 13,10-17); les dio parte en su misión, en su alegría (cf. Lucas 10,17-20) y en sus sufrimientos (cf. Lucas 22,28-30). Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre él y los que le sigan: "Permaneced en Mí, como yo en vosotros ... Yo soy la vid y vosotros los sarmientos" (Juan 15,4-5). Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: "Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en Mí y Yo en él" (Juan 6,56).
La Eucaristía no cesa de ser ocasión de división
·         1336 El primer anuncio de la Eucaristía dividió a los discípulos, igual que el anuncio de la pasión los
escandalizó: "Es duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?" (Jn 6,60). La Eucaristía y la cruz son piedras de tropiezo. Es el mismo misterio, y no cesa de ser ocasión de división. "¿También vosotros queréis marcharos?" (Jn 6,67): esta pregunta del Señor, resuena a través de las edades, invitación de su amor a descubrir que sólo él tiene "palabras de vida eterna" (Jn 6,68), y que acoger en la fe el don de su Eucaristía es acogerlo a él mismo.

§    Esta intimidad y comunión con el Señor es tan profunda que se vive por Cristo como Cristo vive por el Padre. Evangelio de hoy.
·         v. 57 del Evangelio: «Como me envió el Padre, principio de la vida, y yo vivo por el Padre, así aquél que me come vivirá por mí».
·         La eucaristía comunica a los fieles la vida que el Hijo tiene del Padre
§    La Eucaristía nos hace poseer la vida eterna, ya ahora, en germen. Evangelio de hoy.
·         v. 53 «En verdad, en verdad os digo, si no coméis la carne  del Hijo del Hombre y si no bebéis su sangre, no
tendréis vida en vosotros. v. 54: El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día».

§    Un pan necesario para nuestra peregrinación en esta vida
"La Eucaristía es nuestro pan cotidiano. La virtud propia de este divino alimento es la fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador y hace de nosotros sus miembros para que vengamos a ser lo que recibimos... Este pan cotidiano se encuentra, además, en las lecturas que oís cada día en la Iglesia, en los himnos que se cantan y que vosotros cantáis. Todo eso es necesario en nuestra peregrinación" (San Agustín, serm 57,7,7)
§    Para mantener vivo en nosotros el amor a Dios y a los hombres, es necesaria la Eucaristía. La comunión frecuente, incluso diaria.
                                      Benedicto XVI, Catequesis sobre san Basilio, 1 de agosto de 2007
La Eucaristía, don inmenso de Dios, protege en cada uno de nosotros el recuerdo del sello bautismal y permite vivir en plenitud y con fidelidad la gracia del Bautismo. Por eso, el santo obispo recomienda la Comunión frecuente, incluso diaria: "Comulgar también cada día recibiendo el santo cuerpo y la sangre de Cristo es algo bueno y útil, dado que él mismo dice claramente: "Quien come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna" (Jn 6,54). Por tanto, ¿quién dudará de que comulgar continuamente la vida es vivir en plenitud?" (EP 93, PG 32, 484b). En otras palabras, la Eucaristía nos es necesaria para acoger en nosotros la verdadera vida, la vida eterna (cf. Moralia 21, 1: PG 31,737).

v  El pan es mi carne (Juan 6, 51)

            Cfr. Romano Guardini, El  Señor, ed. Cristiandad, 2ª ed. 2005
·         pp. 257-259: Jesús ya ha anunciado que él mismo es el «pan» y que comer ese pan equivale a la fe.
Pero ahora el discurso adquiere una literalidad inquietante. En lugar de «yo soy el pan» se dice: «El pan es mi carne». Jesús tiene ante sí a judíos para los que el sacrificio y la comida sacrificial forman parte de su vida cotidiana. No pueden pensar en eso; y entendemos su repugnancia. Pero Jesús no edulcora nada. No diluye lo dicho en una metáfora, sino que lo recrudece:
Juan 6, 53-56: 53 Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. 55 Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.» 

El pan es la carne del Hijo del hombre; la bebida es su sangre. Se repite una y otra vez: «verdadera comida, verdadera bebida». Quien come esa comida y bebe esa bebida, tiene vida eterna ahora, en el tiempo, una vida  interior que ningún poder del mundo puede destruir. Y en su día, resucitará a la inmortalidad bienaventurada. Pero quien rechaza esa comida y renuncia a esa bebida, no tendrá vida en sí. (…)  

o   Probablemente, los fariseos tienen la sensación de estar ante un exaltado que no tiene remedio. Pero también entre sus amigos se produce la separación: «Muchos discípulos dijeron al oírlo: Ese modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?»

¿Qué podemos decir al respecto? Si alguien estuviera ante nosotros y dijera algo semejante, nos llenaríamos de espanto. Y no sabríamos qué pensar, por mucho que se nos hubiera preparado el camino con señales e instrucciones previas. Los fariseos ciertamente no sabían de dónde les venía aquello. No daban crédito a sus oídos. Se indignaron, se horrorizaron; y seguramente también se llenaron de perversa alegría al oír decir a su odiado adversario semejantes monstruosidades. ¡A uno que hablaba así lo tenían en su mano!
La multitud que había hablado al principio ha desaparecido. Probablemente, los fariseos tienen la sensación de estar ante un exaltado que no tiene remedio. Pero también entre sus amigos se produce la separación: «Muchos discípulos dijeron al oírlo: Ese modo de hablar es intolerable, ¿quién puede admitir eso?» (Jn 6,60). Quizá ya hace tiempo que no saben muy bien qué pensar de él, pero ahora lo tienen claro. ¡Semejantes discursos ya no hay quien los soporte!

o   El hecho de que las palabras de Jesús sean «espíritu y vida» no significa que haya que entenderlas metafóricamente. Hay que tomarlas a la letra, en concreto, pero «en el espíritu»; es decir, hay que trasladarlas desde la tosquedad de la vida ordinaria al ámbito del misterio, desde la realidad inmediata a la sacramental.

«Jesús, sabiendo que sus discípulos protestaban de aquello, les preguntó: ¿Eso os escandaliza?». Y eso quiere decir: ¿Sois discípulos, o no? ¿Estáis dispuestos a aprender, o queréis juzgar? ¿Estáis preparados para acoger lo que viene a vosotros, a aceptar el único principio desde el que se manifiesta lo que es posible y lo que no lo es, o queréis juzgarlo desde vuestros postulados? Entonces, ¿qué diréis «cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?» (Jn 6,61-62). ¿Qué diréis cuando, por encima de todo lo terrenal, se revele el carácter inefable de lo que vosotros pretendéis poner en tela de juicio? Los que han hablado antes se indignaron porque interpretaron esas palabras «carnalmente». Estaban pensando en lo que han visto siempre en los sacrificios; y ni siquiera han intentado llegar al punto desde el que es posible comprenderlas. Vosotros hacéis exactamente lo mismo. Juzgáis sin estar en la única perspectiva desde la que se puede juzgar: «Sólo el espíritu da vida, la carne no sirve para nada. Las palabras que yo os he dicho son espíritu y vida» (Jn 6,63). La frase no atenúa el sentido. El hecho de que las palabras de Jesús sean «espíritu y vida» no significa que haya que entenderlas metafóricamente. Hay que tomarlas a la letra, en concreto, pero «en el espíritu»; es decir, hay que trasladarlas desde la tosquedad de la vida ordinaria al ámbito del misterio, desde la realidad inmediata a la sacramental. Aquélla tenía que provocar indignación; ésta, en cambio, es sacrosanta realidad divina y, cuando se comprende en clima de amor, se transforma en plenitud infinita.

v  Juan Pablo II, Homilía, Misa de Clausura de la 12 Jornada Mundial de la Juventud.

            Roma, 20 de agosto de 2000  - Juan 6, 51-58

o    El pan bajado del cielo para dar la vida al mundo: un discurso que los oyentes no entienden.

§    Ellos razonan según la carne, que “no sirve para nada” (Juan 6,63). Jesús, en cambio, orienta su discurso hacia el horizonte inabarcable del espíritu: “Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida”.
En esta celebración eucarística Jesús nos introduce en el conocimiento de un aspecto particular de su misterio. Hemos escuchado en el Evangelio un pasaje de su discurso en la sinagoga de Cafarnaúm, después del milagro de la multiplicación de los panes, en el cual se revela como el verdadero pan de vida, el pan bajado del cielo para dar la vida al mundo (cf. Juan 6, 51). Es un discurso que los oyentes no entienden. La perspectiva en que se mueven es demasiado material para poder captar la auténtica intención de Cristo. Ellos razonan según la carne, que “no sirve para nada” (Juan 6,63). Jesús, en cambio, orienta su discurso hacia el horizonte inabarcable del espíritu: “Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida” (ibíd).

o   El auditorio es reacio a las palabras de Jesús y se alejan de Jesús

§    Se consideran personas con sentido común, con los pies en la tierra, por eso sacuden la cabeza y, refunfuñando, se marchan uno detrás de otro.
Pero respecto al “pan de vida” Jesús no está dispuesto a contemporizar. 
Sin embargo el auditorio es reacio: “Es duro este lenguaje; ¿Quién puede escucharlo?” (Juan 6,60). Se consideran personas con sentido común, con los pies en la tierra, por eso sacuden la cabeza y, refunfuñando, se marchan uno detrás de otro. El número de la muchedumbre se reduce progresivamente. Al final sólo queda un pequeño grupo con los discípulos más fieles. Pero respecto al “pan de vida” Jesús no está dispuesto a contemporizar. Está preparado más bien para afrontar el alejamiento incluso de los más cercanos: “¿También vosotros queréis marcharos?” (Jn 6,67).

o   Una pregunta de Jesús que nos interpela también a nosotros

3.“¿También vosotros?” La pregunta de Cristo sobrepasa los siglos y llega hasta nosotros, nos interpela personalmente y nos pide una decisión. ¿Cuál es nuestra respuesta? Queridos jóvenes, si estamos aquí hoy es porque nos vemos reflejados en la afirmación del apóstol Pedro: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6,68).

§    Sólo Cristo tiene palabras que resisten al paso del tiempo y permanecen para la eternidad.
Muchas palabras resuenan en vosotros, pero sólo Cristo tiene palabras que resisten al paso del tiempo y permanecen para la eternidad. El momento que estáis viviendo os impone algunas opciones decisivas: la especialización en el estudio, la orientación en el trabajo, el compromiso que debéis asumir en la sociedad y en la Iglesia. Es importante darse cuenta de que, entre todas las preguntas que surgen en vuestro interior, las decisivas no se refieren al “qué”. La pregunta de fondo es “quién”: hacia “quién” ir, a “quién” seguir, a “quién” confiar la propia vida.

Pensáis en vuestra elección afectiva e imagino que estaréis de acuerdo: lo que verdaderamente cuenta en la vida es la persona con la que uno decide compartirla. Pero, ¡atención! Toda persona es inevitablemente limitada, incluso en el matrimonio más encajado se ha de tener en cuenta una cierta medida de desilusión. Pues bien, queridos amigos: ¿no hay en esto algo que confirma lo que hemos escuchado al apóstol Pedro? Todo ser humano, antes o después, se encuentra exclamando con él: “¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”. Sólo Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios y de María, la Palabra eterna del Padre, que nació hace dos mil años en Belén de Judá, puede satisfacer las aspiraciones más profundas del corazón humano.

En la pregunta de Pedro: “¿A quién vamos a acudir?” está ya la respuesta sobre el camino que se debe recorrer. Es el camino que lleva a Cristo. Y el divino Maestro es accesible personalmente; en efecto, está presente sobre el altar en la realidad de su cuerpo y de su sangre. En el sacrificio eucarístico podemos entrar en contacto, de un modo misterioso pero real, con su persona, acudiendo a la fuente inagotable de su vida de Resucitado.

o   La Palabra, que se hizo carne hace dos mil años, está presente hoy en la Eucaristía


4. Esta es la maravillosa verdad, queridos amigos: la Palabra, que se hizo carne hace dos mil años, está presente hoy en la Eucaristía. Por eso, el año del Gran Jubileo, en el que estamos celebrando el misterio de la encarnación, no podía dejar de ser también un año “intensamente eucarístico” (cf. Tertio millennio adveniente TMA 55).
§    La Eucaristía es el sacramento de la presencia de Cristo que se nos da porque nos ama. 
            La Eucaristía es el sacramento de la presencia de Cristo que se nos da porque nos ama. Él nos ama a cada uno de nosotros de un modo personal y único en la vida concreta de cada día: en la familia, entre los amigos, en el estudio y en el trabajo, en el descanso y en la diversión. Nos ama cuando llena de frescura los días de nuestra existencia y también cuando, en el momento del dolor, permite que la prueba se cierna sobre nosotros; también a través de las pruebas más duras, Él nos hace escuchar su voz.
Sí, queridos amigos, ¡Cristo nos ama y nos ama siempre! Nos ama incluso cuando lo decepcionamos, cuando no correspondemos a lo que espera de nosotros. Él no nos cierra nunca los brazos de su misericordia. ¿Cómo no estar agradecidos a este Dios que nos ha redimido llegando incluso a la locura de la Cruz? ¿A este Dios que se ha puesto de nuestra parte y está ahí hasta al final?

o   Celebrar la Eucaristía “comiendo su carne y bebiendo su sangre” significa ofrecer la propia disponibilidad para sacrificarse por los otros, como hizo Él.


5. Celebrar la Eucaristía “comiendo su carne y bebiendo su sangre” significa aceptar la lógica de la cruz y del servicio. Es decir, significa ofrecer la propia disponibilidad para sacrificarse por los otros, como hizo Él.
De este testimonio tiene necesidad urgente nuestra sociedad, de él necesitan más que nunca los jóvenes, tentados a menudo por los espejismos de una vida fácil y cómoda, por la droga y el hedonismo, que llevan después a la espiral de la desesperación, del sin-sentido, de la violencia. Es urgente cambiar de rumbo y dirigirse a Cristo, que es también el camino de la justicia, de la solidaridad, del compromiso por una sociedad y un futuro dignos del hombre.

Ésta es nuestra Eucaristía, ésta es la respuesta que Cristo espera de nosotros, de vosotros, jóvenes, al final de vuestro Jubileo. A Jesús no le gustan las medias tintas y no duda en apremiarnos con la pregunta: “¿También vosotros queréis marcharos?” Con Pedro, ante Cristo, Pan de vida, también hoy nosotros queremos repetir: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68).

o   Vivid la Eucaristía dando testimonio del amor de Dios a los hombres.


6. Queridos jóvenes, al volver a vuestra tierra poned la Eucaristía en el centro de vuestra vida personal y comunitaria: amadla, adoradla y celebradla, sobre todo el domingo, día del Señor. 

Os confío, queridos amigos, este don de Dios, el más grande dado a nosotros, peregrinos por los caminos del tiempo, pero que llevamos en el corazón la sed de eternidad. ¡Ojalá que pueda haber siempre en cada comunidad un sacerdote que celebre la Eucaristía! Por eso pido al Señor que broten entre vosotros numerosas y santas vocaciones al sacerdocio. La Iglesia tiene necesidad de alguien que celebre también hoy, con corazón puro, el sacrificio eucarístico. ¡El mundo no puede verse privado de la dulce y liberadora presencia de Jesús vivo en la Eucaristía!

Sed vosotros mismos testigos fervorosos de la presencia de Cristo en nuestros altares. Que la Eucaristía modele vuestra vida, la vida de las familias que formaréis; que oriente todas vuestras opciones de vida. Que la Eucaristía, presencia viva y real del amor trinitario de Dios, os inspire ideales de solidaridad y os haga vivir en comunión con vuestros hermanos dispersos por todos los rincones del planeta.

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Vida Cristiana


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