[Chiesa/Omelie1/Madonna/Asunción/Asunción18MaríaArcaDeLaAlianzaHomilía
BXVI2011]
Ø Solemnidad de la Asunción de la Virgen María (2018). Homilía de Benedicto XVI (el 15 de agosto de 2011). María es el arca de la alianza. Significado de arca: acogió en sí la Palabra viva, todo el contenido de la voluntad de Dios, de la verdad de Dios; acogió en sí a Aquel que es la Alianza nueva y eterna, que culminó con la ofrenda de su cuerpo y de su sangre: cuerpo y sangre recibidos de María.
v
Cfr. Benedicto XVI, Homilía (15 de agosto de
2011), en la Parroquia de Santo Tomás de Villanueva (Castelgandolfo)
Apocalipsis 1,19; 12,1.3-6.10; 1
Corintios 15,20-26; Lucas 1,39-56.
El Nuevo Testamento nos dice
que la verdadera arca de la alianza es una
persona viva y concreta:
es la Virgen María.
Dios no habita en un mueble, Dios habita
en una persona, en un corazón:
María, la que llevó en su seno al Hijo
eterno de Dios hecho hombre,
(Benedicto XVI, de esta homilía)
Queridos
hermanos y hermanas:
Nos
encontramos reunidos, una vez más, para celebrar una de las más antiguas y
amadas fiestas dedicadas a María santísima: la fiesta de su asunción a la
gloria del cielo en alma y cuerpo, es decir, en todo su ser humano, en la
integridad de su persona. Así se nos da la gracia de renovar nuestro amor a
María, de admirarla y alabarla por las «maravillas» que el Todopoderoso hizo
por ella y obró en ella.
Al
contemplar a la Virgen María se nos da otra gracia: la de poder ver en
profundidad también nuestra vida. Sí, porque también nuestra existencia diaria,
con sus problemas y sus esperanzas recibe luz de la Madre de Dios, de su
itinerario espiritual, de su destino de gloria: un camino y una meta que pueden
y deben llegar a ser, de alguna manera, nuestro mismo camino y nuestra misma
meta.
A. En el Nuevo Testamento la verdadera
arca de la alianza es una persona viva y concreta: es la Virgen María. Dios no habita en un mueble, Dios habita en
una persona, en un corazón: María, la que llevó en su seno al Hijo eterno de
Dios hecho hombre, Jesús nuestro Señor y Salvador.
v María es el
arca de la alianza porque acogió en sí
a Jesús, acogió en sí la
Palabra viva, todo
el contenido de la voluntad de Dios, de la verdad de Dios; acogió en sí a Aquel
que es la Alianza nueva y eterna, que culminó con la ofrenda de su cuerpo y de
su sangre: cuerpo y sangre recibidos de María.
Nos dejamos guiar por los pasajes
de la Sagrada Escritura que la liturgia nos propone hoy. Quiero reflexionar, en
particular, sobre una imagen que encontramos en la primera lectura, tomada del
Apocalipsis y de la que se hace eco el Evangelio de san Lucas: la del arca.
En la primera lectura escuchamos: «Se
abrió en el cielo el santuario de Dios, y apareció en su santuario el arca de su
alianza» (Ap11, 19). ¿Cuál es el significado del arca? ¿Qué aparece?
Para el Antiguo Testamento, es el símbolo
de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Pero el símbolo ya ha cedido el
puesto a la realidad. Así el Nuevo Testamento nos dice que la verdadera arca de
la alianza es una persona viva y concreta: es la Virgen María. Dios no habita
en un mueble, Dios habita en una persona, en un corazón: María, la que llevó en
su seno al Hijo eterno de Dios hecho hombre, Jesús nuestro Señor y Salvador. En
el arca —como sabemos— se conservaban las dos tablas de la ley de Moisés, que
manifestaban la voluntad de Dios de mantener la alianza con su pueblo,
indicando sus condiciones para ser fieles al pacto de Dios, para conformarse a
la voluntad de Dios y así también a nuestra verdad profunda.
§ Con razón, la piedad cristiana se dirige a María
invocándola como Arca de la Alianza.
María es el arca de la alianza, porque
acogió en sí a Jesús; acogió en sí la Palabra viva, todo el contenido de la
voluntad de Dios, de la verdad de Dios; acogió en sí a Aquel que es la Alianza
nueva y eterna, que culminó con la ofrenda de su cuerpo y de su sangre: cuerpo
y sangre recibidos de María. Con razón, por consiguiente, la piedad cristiana,
en las letanías en honor de la Virgen, se dirige a ella invocándola como Foederis
Arca, «Arca de la alianza», arca de la presencia de Dios, arca de la
alianza de amor que Dios quiso establecer de modo definitivo con toda la
humanidad en Cristo.
B. Maria, arca viviente de la alianza, tiene un extraordinario
destino de gloria,
porque está tan
íntimamente unida a su Hijo, a quien acogió en la fe y engendró en la carne,
que comparte plenamente su gloria del cielo.
v
Dios, eligió a
María como verdadera “arca de la alianza” que sigue engendrando y dando
a Cristo Salvador a la humanidad, y nos invita a nosotros a ser, a nuestro modo
modesto, «arca» en la que está presente la Palabra de Dios.
o
Somos lugar de la presencia de Dios, para que
los hombres puedan encontrar en los demás la cercanía de Dios y así vivir en
comunión con Dios y conocer la realidad del cielo.
El pasaje del Apocalipsis quiere indicar otro aspecto
importante de la realidad de María. Ella, arca viviente de la alianza, tiene un
extraordinario destino de gloria, porque está tan íntimamente unida a su Hijo,
a quien acogió en la fe y engendró en la carne, que comparte plenamente su
gloria del cielo. Es lo que sugieren las palabras que hemos escuchado: «Un gran
signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies
y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta (...). Y dio a
luz un hijo varón, el que ha de pastorear a todas las naciones» (12, 1-2; 5).
La grandeza de María, Madre de Dios, llena de gracia, plenamente dócil a la
acción del Espíritu Santo, vive ya en el cielo de Dios con todo su ser, alma y
cuerpo.
San Juan Damasceno refiriéndose a este misterio en una
famosa homilía afirma: «Hoy la santa y única Virgen es llevada al templo
celestial... Hoy el arca sagrada y animada por el Dios vivo, (el arca) que
llevó en su seno a su propio Artífice, descansa en el templo del Señor, no
construido por mano de hombre» (Homilía
II sobre la Dormición, 2: PG 96, 723); y prosigue: «Era preciso que aquella
que había acogido en su seno al Logos divino, se trasladara a los tabernáculos
de su Hijo... Era preciso que la Esposa que el Padre se había elegido habitara
en la estancia nupcial del cielo» (ib., 14: PG 96, 742).
Hoy la Iglesia canta el amor inmenso de Dios por esta
criatura suya: la eligió como verdadera «arca de la alianza», como Aquella que
sigue engendrando y dando a Cristo Salvador a la humanidad, como Aquella que en
el cielo comparte la plenitud de la gloria y goza de la felicidad misma de Dios
y, al mismo tiempo, también nos invita a nosotros a ser, a nuestro modo
modesto, «arca» en la que está presente la Palabra de Dios, que es transformada
y vivificada por su presencia, lugar de la presencia de Dios, para que los
hombres puedan encontrar en los demás la cercanía de Dios y así vivir en
comunión con Dios y conocer la realidad del cielo.
C. En
el Evangelio de hoy, María, arca
viviente, va a ver a Zacarías e Isabel: no
va sola, porque lleva
en su seno al Hijo, Dios hecho hombre.
v
Isabel reconoce en María la verdadera arca de la alianza, diciéndole
«a voz en grito»: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu
vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?» (Lc 1, 42-43).
El Evangelio de san Lucas que acabamos de escuchar (cf.
Lc 1, 39-56) nos muestra esta arca viviente, que es María, en movimiento: tras
dejar su casa de Nazaret, María se pone en camino hacia la montaña para llegar
de prisa a una ciudad de Judá y dirigirse a la casa de Zacarías e Isabel.
Me parece importante subrayar la expresión «de prisa»:
las cosas de Dios merecen prisa; más aún, las únicas cosas del mundo que
merecen prisa son precisamente las de Dios, que tienen la verdadera urgencia
para nuestra vida. Entonces María entra en esta casa de Zacarías e Isabel, pero
no entra sola. Entra llevando en su seno al Hijo, que es Dios mismo hecho
hombre.
Ciertamente, en aquella casa la esperaban a ella y su
ayuda, pero el evangelista nos guía a comprender que esta espera remite a otra,
más profunda. Zacarías, Isabel y el pequeño Juan Bautista son, de hecho, el
símbolo de todos los justos de Israel, cuyo corazón, lleno de esperanza,
aguarda la venida del Mesías salvador. Y es el Espíritu Santo quien abre los
ojos de Isabel para que reconozca en María la verdadera arca de la alianza, la
Madre de Dios, que va a visitarla. Así, la pariente anciana la acoge diciéndole
«a voz en grito»: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu
vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?» (Lc 1, 42-43).
Y es el Espíritu Santo quien, ante Aquella que lleva al Dios hecho hombre, abre
el corazón de Juan Bautista en el seno de Isabel. Isabel exclama: «En cuanto tu
saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre» (v. 44).
Aquí el evangelista san Lucas usa el término «skirtan», es decir, «saltar», el mismo término que encontramos en
una de las antiguas traducciones griegas del Antiguo Testamento para describir
la danza del rey David ante el arca santa que había vuelto finalmente a la
patria (cf. 2 S 6, 16). Juan Bautista en el seno de su madre danza ante el arca
de la Alianza, como David; y así reconoce: María es la nueva arca de la
alianza, ante la cual el corazón exulta de alegría, la Madre de Dios presente
en el mundo, que no guarda para sí esta divina presencia, sino que la ofrece
compartiendo la gracia de Dios. Y así —como dice la oración— María es realmente
«causa nostrae laetitiae», el «arca»
en la que verdaderamente el Salvador está presente entre nosotros.
D. Nosotros
contemplamos a María: ella nos abre a la esperanza, a un futuro lleno
de alegría y nos
enseña el camino para alcanzarlo: acoger en la fe a su Hijo; no perder nunca la
amistad con él, sino dejarnos iluminar y guiar por su Palabra.
v
Seguirlo cada día, incluso en los momentos en
que sentimos que nuestras cruces resultan pesadas.
Queridos
hermanos, estamos hablando de María pero, en cierto sentido, también estamos
hablando de nosotros, de cada uno de nosotros: también nosotros somos
destinatarios del inmenso amor que Dios reservó —ciertamente, de una manera
absolutamente única e irrepetible— a María. En esta solemnidad de la Asunción
contemplamos a María: ella nos abre a la esperanza, a un futuro lleno de
alegría y nos enseña el camino para alcanzarlo: acoger en la fe a su Hijo; no
perder nunca la amistad con él, sino dejarnos iluminar y guiar por su Palabra;
seguirlo cada día, incluso en los momentos en que sentimos que nuestras cruces
resultan pesadas. María, el arca de la alianza que está en el santuario del
cielo, nos indica con claridad luminosa que estamos en camino hacia nuestra
verdadera Casa, la comunión de alegría y de paz con Dios. Amén.
VIDA CRISTIANA
[1] Nota de la Redacción. En el Antiguo
Testamento, el “arca de la alianza” era un cofre, ricamente decorado,
que se hizo por mandato de Dios y según su diseño, en el que se guardaban la
Tablas de la Ley, tablas de piedra en las que estaban inscritos los Diez Mandamientos que Dios entregó a Moisés en el monte Sinaí. Representaba la presencia de Dios. El arca era el
principal objeto que se conservaba en el Tabernáculo o Santuario, llamado
también Tienda del Encuentro: lugar móvil, santuario itinerante, tienda
especial para adorar a Dios, espacio rectangular de unos 13 metros de largo y
10 de ancho. Esta tienda estaba en medio del campamento donde habitaban en
tiendas los israelitas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.