[Chiesa/Omelie1/Jesucristo/31C19CristoCaracterìsticasDelEncuentroConEl
JPIIJustoCatecismo]
Ø Domingo 31 del Tiempo Ordinario (2019). Cristo se hace
siempre el encontradizo con todos.
Necesidad de querer ver a
Cristo. El encuentro con Cristo provoca la conversión. El episodio de Zaqueo[1] que acabamos de escuchar demuestra que
el Señor nos conoce por nuestro nombre y se interesa por cada uno. Cualquier empeño nuestro por acercarnos a Jesús es
recompensado como nos dice S. Agustín: “Quien consideraba un privilegio el
verle pasar tan solo, mereció tenerlo a la mesa en su casa”.
El recaudador de
impuestos “No se asusta de que la acogida de Cristo en la propia casa pudiese
amenazar, por ejemplo, su carrera profesional, o hacerle difícil algunas
acciones ligadas con su actividad de jefe de publicanos”. Al acoger en su casa
a Jesús, la vida de Zaqueo cambió radicalmente: “Señor, doy la mitad de mis
bienes a los pobres y si he defraudado a alguien le devolveré cuatro veces
más”.
Lucas 19, 1-10.
1 Entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. 2 En esto, un hombre llamado
Zaqueo, jefe de publicanos y rico, 3 trataba de ver quién era Jesús, pero no lo
lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. 4 Corriendo más
adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. 5
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa
y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». 6 Él se dio prisa en
bajar y lo recibió muy contento. 7 Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha
entrado a hospedarse en casa de un pecador». 8 Pero Zaqueo, de pie, dijo al
Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he
defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». 9 Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de
esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. 10 Porque el Hijo del hombre
ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
EL ENCUENTRO CON CRISTO: CARACTERÍSTICAS
Cfr. Domingo
de la semana 31 de tiempo ordinario; ciclo C - Cfr.Almudi.org
3 de
noviembre de 2019
v A. Homilía I: con
el texto de la homilía pronunciada por el Papa Juan Pablo
II, en Roma, en la parroquia del Santísimo Sacramento y de los Mártires
Canadienses, el 2 de noviembre de 1980,
o
--- Cristo se hace siempre el encontradizo con
todos
El fragmento del Evangelio de San
Lucas, que la liturgia de hoy propone para meditar recuerda el episodio que
tuvo lugar mientras Jesús estaba atravesando la ciudad de Jericó. Fue un
acontecimiento tan significativo que, aunque ya lo sabemos de memoria, es
preciso meditar otra vez con atención en cada uno de sus elementos. Zaqueo era
no sólo un publicano (igual que lo había sido Leví, después el Apóstol Mateo),
sino un "jefe de publicanos", y era muy "rico". Cuando
Jesús pasaba cerca de su casa, Zaqueo, a toda costa, "hacía por ver a
Jesús" (Lc 19,3), y para ello -por ser pequeño de estatura- ese día se
subió a un árbol (el Evangelista dice a un sicómoro), "para verle"
(Lc 19,4).
Cristo vio de este modo a Zaqueo
y se dirigió a él con las palabras que nos hacen pensar tanto. Efectivamente,
Cristo no sólo le dio a entender que le había visto (a él, jefe de publicanos,
por lo tanto, hombre de una cierta posición) sobre el árbol, sino que además
manifestó ante todo que quería "hospedarse en su casa" (Cf. Lc 19,5).
Lo que suscitó alegría en Zaqueo y, a la vez, murmuraciones entre aquellos a
quienes evidentemente no agradan estas manifestaciones de las relaciones del
Maestro de Nazaret con "los publicanos y pecadores".
o
--- Necesidad de querer ver a Cristo: ir a su
encuentro como Zaqueo.
Esta es la primera parte de la
perícopa, que merece una reflexión. Sobre todo, es necesario detenerse en la
afirmación de que Zaqueo "hacía por ver a Jesús" (Lc 19,3). Se trata
de una frase muy importante que debemos referir a cada uno de nosotros aquí
presentes. Más aún, indirectamente, a cada uno de los hombres. ¿Quiero yo "ver a Cristo"?
¿Hago todo para "poder verlo"? Este problema, después de dos mil
años, es tan actual como entonces, cuando Jesús atravesaba las ciudades y los
poblados de su tierra. Es el problema actual para cada uno de nosotros
personalmente: ¿quiero?, ¿quiero verdaderamente? O, quizá más bien, ¿evito el encuentro con Él? ¿Prefiero no verlo o
prefiero que Él no me vea (al menos a mi modo de pensar y de sentir)? Y si ya
lo veo de algún modo, ¿prefiero entonces verlo de lejos, no acercándome
demasiado, no poniéndome ante sus ojos para no llamar la atención demasiado...,
para no tener que aceptar toda la verdad que hay en Él, que proviene de Él, de
Cristo?
Esta es una dimensión del
problema que encierran las palabras del Evangelio de hoy sobre Zaqueo.
En la segunda lectura de la Misa,
tomadas de la Carta de San Pablo a los Tesalonicenses: Hermanos...
"rogamos en todo tiempo por vosotros: que nuestro Dios os haga dignos de
la vocación y lleve a término con su poder todo vuestro deseo de hacer el bien
y la actividad de la fe, para que así, el nombre de nuestro Señor Jesús sea
glorificado en vosotros, y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y
del Señor Jesucristo" (2 Tes 1,11-12). Es decir -hablando con el lenguaje
del pasaje evangélico de hoy-, oremos para que vosotros tratéis de ver a Cristo
(Cf. Lc 19,3), para que vayáis a su
encuentro, como Zaqueo... y que, si sois pequeños de estatura, subáis, por este
motivo, un árbol.
o
--- El encuentro con Cristo provoca la
conversión
Y Pablo continúa desarrollando su
oración, pidiendo a los destinatarios de su carta que no se dejen demasiado
fácilmente confundir y turbar, por supuestas inspiraciones de este mundo...
(Cf. 2 Tes 2,2). ¿Por qué "inspiraciones"? Acaso sencillamente por
las "inspiraciones de este mundo". Digámoslo con lenguaje de hoy: por
una oleada de secularización e indiferencia respecto a los mayores valores
divinos y humanos. Después dice Pablo: "ni por palabras".
Efectivamente, no faltan hoy palabras que tienden a "confundir" o a
"turbar" a los cristianos.
Zaqueo no se dejó confundir ni
turbar. No se asustó de que la acogida de Cristo en la propia casa pudiera
amenazar, por ejemplo, su carrera profesional o hacer difíciles algunas
acciones, ligadas con su actividad de jefe de publicanos. Acogió a Cristo en su
casa y dijo: "Señor doy la mitad de mis bienes a los pobres y, si a
alguien he defraudado en algo, le devuelvo el cuádruplo" (Lc 19,8).
En este punto se hace evidente
que no sólo Zaqueo "ha visto a Cristo", sino que, al mismo tiempo,
Cristo ha escrutado su corazón y su conciencia; lo ha radiografiado hasta el
fondo. Y he aquí que se realiza lo que constituye el fruto propio de "ver"
a Cristo, del encuentro con Él en la verdad plena: se realiza la apertura del
corazón, se realiza la conversión. Se realiza la obra de la salvación. Lo
manifiesta el mismo Cristo cuando dice: "Hoy ha venido la salud a tu casa,
por cuanto éste es también hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a
buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc 19,9-10). Y ésta es una de las
expresiones más bellas del Evangelio.
Estas últimas palabras tienen una
importancia particular. Descubren el universalismo de la misión salvífica de
Cristo. De la misión que permanece en la Iglesia. Sin estas palabras sería
difícil comprender la enseñanza del Vaticano II y en particular sería difícil
comprender la Constitución dogmática sobre la Iglesia "Lumen gentium".
Hoy escuchamos con una emoción
especial las palabras del Evangelio de San Juan: "Porque tanto amó Dios al
mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no
perezca, sino que tenga la vida eterna" (Jn 3,16).
Renovemos la fe y la esperanza de la vida eterna: porque
"el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba
perdido" (Lc 19,10).
DP-286
1980
v
B. Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez
Sánchez de Alva
Hay quienes por estar
excesivamente absorbidos por las cosas de este mundo, se olvidan del Dios
Creador del mundo y tienden a imaginarlo como un ser lejano y ajeno a sus
expectativas.
Sin embargo el episodio de Zaqueo
que acabamos de escuchar demuestra que el Señor nos conoce por nuestro nombre y
se interesa por cada uno. Jesús va camino de Jerusalén rodeado de una
muchedumbre entre la que se encuentra Zaqueo, un jefe de publicanos y rico que,
debido al gentío y su corta estatura, decide sin rubor subirse a una higuera
para poder verlo pasar. No conocía a Jesús y deseaba verle, pero el Señor le
vio y le llamó por su nombre, como a un viejo amigo y como tal se invitó a
comer en su casa. ¡Jesús le conocía, le llamó por su nombre! ¡Jesús nos conoce,
sabe nuestro nombre! ¡Ha venido a este mundo a por nosotros!
Cualquier empeño nuestro por
acercarnos a Jesús es recompensado como nos dice S. Agustín: “Quien consideraba
un privilegio el verle pasar tan solo, mereció tenerlo a la mesa en su casa”.
Comentando este episodio, Juan Pablo II decía: “No se asusta de que la acogida
de Cristo en la propia casa pudiese amenazar, por ejemplo, su carrera
profesional, o hacerle difícil algunas acciones ligadas con su actividad de
jefe de publicanos”, que, como recaudador de impuestos, no gozaba de la
simpatía del pueblo, y menos aún de los judíos que, como pueblo elegido, veía
en ello una afrenta.
No le importa a Zaqueo, un
personaje de cierto rango, trepar como un chiquillo a un árbol, “el qué dirán”,
“los respetos humanos”. Vivimos en una sociedad abierta y plural en la que cada
uno puede expresarse libremente, silenciar nuestra condición de cristianos
supone una falta de personalidad alarmante: ¿qué libertad tendría quien no se
atreviera a vivir según sus creencias? Esto en lo humano ya es preocupante,
pero en el plano espiritual es grave: “Todo el que me confiese delante de los
hombres, también yo le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos
.Pero el que me niegue delante de los hombres, también yo le negaré delante de
mi Padre que está en los cielos” (Mt 10, 32 y 33).
Al acoger en su casa a Jesús, la
vida de Zaqueo cambió radicalmente: “Señor, doy la mitad de mis bienes a los
pobres y si he defraudado a alguien le devolveré cuatro veces más”. Jesús le
respondió: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, pues también éste es hijo
de Abrahán; porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba
perdido”.
¡Si generosa fue la determinación
de Zaqueo, más espléndida fue la respuesta de Jesucristo: la Salvación! No
descalifiquemos espiritualmente a nadie. A nuestro alrededor hay personas a las
que un malentendido, una experiencia negativa, o una equivocada orientación de
sus vidas, les ha alejado de Dios pero conservan, como Zaqueo, la nostalgia de
la verdad, y si una persona amiga les trata con respeto, sin el desprecio de
los hipócritas, recuperarían la confianza en Dios y en su Iglesia.
www.parroquiasantamonica.com
Vida
Cristiana
[1] Recaudador de impuestos judío.
Zaqueo era odiado por sus compatriotas a causa de su profesión.
Y era considerado un pecador público. Hombre de baja estatura, para ver pasar a Jesús por Jericó tuvo que encaramarse a un árbol, y allí le sorprendió la benévola mirada del Maestro, que le dijo: "Baja en seguida, Zaqueo, porque hoy necesito parar en tu casa". Esto produjo la irritación de la muchedumbre, que acusó a Jesús de entrar en casa de un pecador. Pero Zaqueo declaró su gratitud a Jesús: "He aquí, Señor, que doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si alguna vez defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo".
Y era considerado un pecador público. Hombre de baja estatura, para ver pasar a Jesús por Jericó tuvo que encaramarse a un árbol, y allí le sorprendió la benévola mirada del Maestro, que le dijo: "Baja en seguida, Zaqueo, porque hoy necesito parar en tu casa". Esto produjo la irritación de la muchedumbre, que acusó a Jesús de entrar en casa de un pecador. Pero Zaqueo declaró su gratitud a Jesús: "He aquí, Señor, que doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si alguna vez defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo".
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