20 de Septiembre del 2015
Cristo:
tu vocación, tu destino, tu camino.
Cada
domingo, en la celebración eucarística, la Iglesia se encuentra con
Cristo el Señor, escucha su palabra y se hace una sola cosa con él
en la comunión.
La
Iglesia sabe que su vocación es Cristo, y que su destino es el de
aquel a quien ella escucha y con quien comulga. Pues el Hijo de Dios
se hizo hombre, la Palabra eterna habitó entre nosotros, para vivir,
encarnada, lo que nosotros vivimos, sentir la debilidad que sentimos,
llorar nuestras lágrimas, suplicar desde nuestras pobrezas, gritar
de esperanza desde nuestros caminos sin salida.
Ésta
es la oración de tu domingo: “Oh Dios, sálvame por tu nombre, sal
por mí con tu poder”. Son palabras que suben desde el corazón del
justo perseguido, desde la soledad de Cristo, desde tu propia vida de
comunidad creyente.
Considera
y admira el misterio de tu comunión con Cristo en la oración. Tú y
él pronunciáis las palabras del mismo salmo, compartís la misma
fe, lleváis en el alma la misma esperanza. Tú y él experimentáis
la misma salvación, hacéis la misma ofrenda voluntaria y expresáis
el mismo agradecimiento. Tú y él hacéis la misma confesión y vais
repitiendo con la sabiduría de la fe: “El Señor sostiene mi
vida”.
Considera
y admira el misterio de tu comunión con Cristo en la muerte. Tú y
él entregados en manos de los hombres, sometidos a la prueba de la
afrenta y la tortura, condenados a muerte ignominiosa. No es tu
vocación la arrogancia de los poderosos ni el poder de los
arrogantes. Tú, como tu Señor, conocerás la prueba a la que será
sometida tu moderación y tu paciencia. Pues de muchas maneras,
Cristo en nosotros, y nosotros en Cristo, hemos de morir: “El Hijo
del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán”.
Nuestra comunión con Cristo en la muerte se ilumina desde la
comunión con Cristo en la oración. Por eso nosotros y él guardamos
en el corazón y vamos repitiendo las mismas palabras de fe: “Dios
es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida”.
Considera
finalmente y admira, Iglesia santa, el misterio de tu comunión con
Cristo en el servicio a los demás, pues del camino que ha seguido
Cristo, cabeza de la Iglesia, no ha de apartarse la Iglesia, cuerpo
de Cristo. Él, el primero en todo, se hizo el último de todos; él,
el Señor de todos, se hizo siervo de todos. Él es nuestra vocación,
nuestro destino, nuestro camino.
Hoy,
Iglesia santa, cuerpo de Cristo, nos encontramos con él, le
escuchamos a él, comulgamos con él.
Feliz
domingo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.