martes, 18 de julio de 2017

Domingo de Ramos. La identidad de Jesús y de sus discípulos. Jesús, el siervo doliente, es el Hijo de Dios, es el Señor. Humillación y exaltación de Jesucristo. El centurión romano descubre en el hombre que muere en la cruz su verdadera identidad: era el Hijo de Dios. Pablo nos exhorta a imitar los sentimientos de Jesucristo. Creer en el Hijo crucificado significa creer que el amor está presente en el mundo. La cruz de Cristo es testimonio de la fuerza del mal contra el mismo Hijo de Dios; es como un toque del amor eterno sobre las heridas más dolorosas de la existencia terrena del hombre.


1 Domingo de Ramos. La identidad de Jesús y de sus discípulos. Jesús, el siervo doliente, es el Hijo de Dios, es el Señor. Humillación y exaltación de Jesucristo. El centurión romano descubre en el hombre que muere en la cruz su verdadera identidad: era el Hijo de Dios. Pablo nos exhorta a imitar los sentimientos de Jesucristo. Creer en el Hijo crucificado significa creer que el amor está presente en el mundo. La cruz de Cristo es testimonio de la fuerza del mal contra el mismo Hijo de Dios; es como un toque del amor eterno sobre las heridas más dolorosas de la existencia terrena del hombre. Cfr. Domingo de Ramos, 12 abril 2009 Ciclo B - Isaías 50,4-7; Filipenses 2,6-11; Marcos 14,1; 15,47 Isaías 50, 4-7: El Señor me ha dado una lengua de discípulo, que sabe alentar al abatido con palabra que incita. Por la mañana, cada mañana incita mi oído a escucha como los discípulos. El Señor Dios me ha abierto el oído, yo no me he rebelado, ni me he echado atrás. He ofrecido mi espalda a los que me golpeaban, y mis mejillas a quienes arrancaban la barba. No he ocultado mi rostro a las afrentas y salivazos. El Señor Dios me sostiene, por eso no me siento avergonzado; por eso he endurecido mi rostro como el pedernal y sé que no quedaré avergonzado. Salmo 21: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Al verme, todos hacen burla de mí, tuercen los labios, mueven la cabeza: «Confió en el Señor: que lo salve Él, que lo libre si es que lo ama.». Me rodea una jauría de perros, me asedia una banda de malvados. Han taladrado mis manos y mis pies. Puedo contar todos mis huesos. Se reparten mis ropas y echan a suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te alejes. Fuerza mía, date prisa en socorrerme. Anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea. Los que teméis al Señor alabadle; estirpe toda de Jacob, glorificadle, temedle, estirpe toda de Israel. Filipenses 2, 6-11: 6 Cristo Jesús, siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios, 7 sino que se anonadó a sí mismo tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y, mostrándose igual que los demás hombres, 8 se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Y por eso Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre; 10 para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, 11 y toda lengua confiese: «¡Jesucristo es el Señor!», para gloria de Dios Padre. 1. El doble aspecto del misterio Pascual: por su muerte nos libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida. • En la liturgia del Domingo de Ramos la Iglesia nos propone, además de la conmemoración del ingreso solemne de Jesús en Jerusalén, su pasión y muerte. Se podría llamar “el primer acto de la Pascua”. Pascua quiere decir, en el caso del Señor, el «paso» de la muerte a la vida; hoy recordamos la muerte, el domingo próximo la resurrección. En el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 654 • He aquí el doble aspecto del misterio pascual, según el Catecismo de la Iglesia Católica: “Hay un doble aspecto en el misterio pascual: por su muerte nos libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida. Esta es, en primer lugar, la justificación que nos devuelve a la gracia de Dios (Cf Rm 4, 25) «a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos... así también nosotros vivamos una nueva vida» (Rm 6, 4). Consiste en la victoria sobre la muerte y el pecado y en la nueva participación en la gracia (Cf Efesios 2, 4-5; 1 Pedro 1, 3). Realiza la adopción filial porque los hombres se convierten en hermanos de Cristo, como Jesús mismo llama a sus discípulos después de su Resurrección: «Id, avisad a mis hermanos» (Mateo 28, 10; Juan 20, 17). Hermanos no por naturaleza, sino por don de la gracia, porque esta filiación adoptiva confiere una participación real en la vida del Hijo único, la que ha revelado plenamente en su Resurrección.” 2. Primera lectura, Isaías 50, 4-7: Es uno de los Cantos del Siervo doliente donde encontramos rasgos de Jesús • Durante la Semana Santa, en dos días – el domingo de ramos y el viernes santo - se lee en la celebración litúrgica la Pasión del Señor. La lectura de los 4 Cantos del Siervo sufriente (en la primera lectura de hoy leemos el tercer Canto) y la de la Pasión del Señor son un lugar muy adecuado para conocer los rasgos del Señor, como lo declara expresamente el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 713: “Los rasgos del Mesías se revelan sobre todo en los Cantos del Siervo (Cf Isaías 42, 1-9; cf Mateo 12, 18-21; Juan 1, 32-34; después Isaías 49, 1-6; cf Mateo 3, 17; Lucas 2, 32, y en fin Isaías 50, 4-10 y 52, 13-53, 12.). Estos cantos anuncian el sentido de la Pasión de Jesús, e indican así cómo enviará el Espíritu 2 Santo para vivificar a la multitud: no desde fuera, sino desposándose con nuestra «condición de esclavos» (Cf Filipenses 2, 7)”. La descripción de los sufrimientos del Siervo sufriente es más amplia en el Canto cuarto de Isaías ( 52,13-53,12). o El mismo Jesús presenta el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente, según afirma expresamente el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 601. • Fue el mismo Jesús quien presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente: “La muerte redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (Cf Isaías 53, 7-8 y Hechos 8, 32-35). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente (Cf Mateo 20, 28). Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús (Cf Lucas 24, 25-27), luego a los propios apóstoles (Cf Lucas 24, 44-45).” 3. Salmo responsorial, salmo 21: es también importante para entender los sentimientos del Señor. El Salmo 21, es la oración confiada de un justo, enfermo y acosado por sus enemigos, que espera y proclama la salvación de Dios. o Nuestro Señor Jesucristo pronunció la primeras palabras de este salmo cuando estaba clavado en la cruz (Marcos 15,34; Mateo 27,46). • Este salmo “adquiere un valor excepcional en cuanto que, por una parte, podemos ver en él prefigurados los sentimientos de Jesús; y, por otra, nos permite acercarnos un poco más al modo en que Jesús vivió su muerte y al significado que tiene para nosotros. Al narrar la muerte del Señor los evangelistas han querido poner de relieve que entonces se cumplieron las palabras de este salmo. Si, ciertamente, de la letra misma del salmo no puede deducirse con certeza quién es el que sufre y las circunstancias de su sufrimiento, desde el Nuevo Testamento se aclara que el salmo expresa los sufrimientos de Jesús en la cruz, e invita a quien lo reza a unir a ellos los suyos propios” 1 . 4. Segunda lectura, Filipenses 2, 6-11. El himno a la humillación de Cristo de la carta a los Filipenses, es uno de los textos más antiguos del Nuevo Testamento sobre la divinidad de Cristo, quien, siendo Dios, se anonadó a sí mismo. Y fue exaltado como Señor, como Dios. • El himno de la Carta a los Filipenses es uno de los textos más leídos en la liturgia, y también uno de los más ricos y profundos para entender a Cristo. Comienza afirmando la proveniencia divina de Cristo Jesús (v. 6), prosigue con su encarnación y muerte en la cruz (vv. 7-8), concluye con la exaltación por parte de Dios Padre (vv. 9-11). • “En el v. 5, anterior a los versículos que se leen hoy en la liturgia, el Apóstol exhorta a imitar los sentimientos que inspiraron a Jesucristo que renunció al «privilegio» de «ser como Dios» para pasar de la condición divina a la condición humana, o sea, «servil», lo que significa pasar de ser todo a ser nada, pasar a «anonadarse» ( en el texto griego, en el v. 7, encontramos el verbo fuerte ekénosen , del que procede el célebre vocablo kénosis usado en la teología para indicar la anulación a la que Jesús se somete, como obediencia a la voluntad del Padre de salvar a la humanidad)” (cfr. Gaetano Di Palma, Temi di predicazione – Omelie, Editrice Domenicana Italiana , Napoli 1/2009, Domenica delle Palme pp. 104-110) • En este himno se canta la humillación y exaltación de Jesucristo, quien siendo Dios «se anonadó a sí mismo» tomando la forma de siervo. Los comentaristas señalan el contraste entre Jesucristo y Adán: éste, siendo hombre ambicionó ser como Dios (cf Génesis 3,5); indican también que este texto es el punto central de la liturgia de estos días. La exaltación de Cristo Jesús llevó consigo que fuese proclamado Señor: todas las criaturas quedaron sometidas a su poder, y todos debemos confesar la verdad fundamental de la doctrina cristiana: «Jesucristo es el Señor», es decir, Jesucristo es Dios. o Cuando profesamos que Jesús es el Señor, nos salvamos • "Si tus labios profesan que Jesús es el Señor y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás" (Romanos 10,9). 1 Sagrada Biblia, Libros poéticos y sapienciales, Eunsa 2001, nota a Salmo 22 3 o La proclamación «Jesús es el Señor» es el alma de la predicación de los Apóstoles • “Después de Pentecostés, los apóstoles no van por el mundo repitiendo siempre lo mismo: «Jesús es Señor». Lo que hacían cuando anunciaban por primera vez la fe en un determinado ambiente, era, más bien, ir directos al corazón del «evangelio», proclamando dos hechos: Jesús ha muerto - Jesús ha resucitado, y el «porqué» (o, mejor, el «para mí») de estos dos hechos: ha muerto «por nuestros pecados»; ha resucitado «para nuestra justificación» (cfr. 1 Co 15, 4; Rm 4, 25). Dramatizando la cosa, como hace Pedro en sus discursos del libro de los Hechos, éstos proclamaban al mundo: Vosotros habéis matado a Jesús de Nazaret, pero Dios lo ha resucitado, constituyéndolo Señor y Cristo (cfr. Hch 2, 22-36; 3, 14-19; 10, 39-42). El anuncio: «Jesús es Señor» (o lo que es su equivalente en otros contextos, «Jesús es el Hijo de Dios») no es, pues, otro que la conclusión, unas veces implícita y otras explícita, de esta breve historia, narrada en forma siempre viva y nueva, si bien sustancialmente idéntica y, al mismo tiempo, aquello en lo que se resume dicha historia y es hecha actual para quien la escucha. Así aparece, sobre todo, en Flp 2, 6-11: Cristo Jesús... se despojó de sí mismo... obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz, Por lo cual Dios le exaltó... para que toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor. La proclamación: «Jesús es Señor» no constituye, pues, por sí sola, toda la predicación, pero es su alma y, por decirlo así, el sol que la ilumina” 2 . o Decir “¡Jesús es el Señor!” significa entrar libremente en el ámbito de su dominio 3 . “En la frase "¡Jesús es el Señor!" hay también un aspecto subjetivo, que depende de quien la pronuncia. Varias veces me he preguntado por qué los demonios, en los evangelios, nunca pronuncian este título de Jesús. Llegan hasta a decirle a Jesús: "Tú eres el Hijo de Dios", o también "Tú eres el Santo de Dios" (cf Mt 4,3; Mc 3,1 1; 5,7; Lc 4,41); pero nunca los oímos exclamar: '¡Tú eres el Señor!" La respuesta más plausible me parece ésta: Decir "Tú eres el Hijo de Dios" es reconocer un dato real que no depende de ellos y que ellos no pueden cambiar. Pero decir "¡Tú eres el Señor!" es algo muy distinto. Implica una decisión personal. Significa reconocerlo como tal, someterse a su dominio. Si lo hiciesen, dejarían en ese mismo momento de ser lo que son y se convertirían en ángeles de luz. Esa expresión divide realmente dos mundos. Decir “¡Jesús es el Señor!” significa entrar libremente en el ámbito de su dominio. Es como decir: Jesucristo es "mi" Señor; él es la razón de mi vida; yo vivo "para" él, y ya no "para mí". "Ninguno de nosotros - escribía Pablo a los Romanos - vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor" (Rm 14,7-8). La suprema contradicción que el hombre experimenta desde siempre - la contradicción entre la vida y la muerte - ya ha sido superada. Ahora la contradicción más radical no se da entre el vivir y el morir, sino entre el vivir "para el Señor" y el vivir "para sí mismos". Vivir para sí mismos es el nuevo nombre de la muerte.” 5. Evangelio Marcos 14,1-15,47. El centurión que estaba enfrente de él, al ver cómo había expirado, dijo: En verdad este hombre era Hijo de Dios (Marcos 15, 39, reconociendo así la verdadera identidad del ajusticiado. o La identidad de Jesús y la identidad de sus discípulos • “La identidad profunda de Jesucristo, Hijo de dios, anunciada al inicio (1,1) y acogida solo al final (15,39) es, al mismo tiempo, la identidad del fiel que se dibuja precisamente dentro de un camino difícil y fatigoso, el camino de la cruz [via crucis, via de la cruz]. Al final del itinerario es posible reconocer que este «hombre era el Hijo de Dios», el hijo del carpintero no el de un poderoso, que ha actuado con mansedumbre y humildad sin ejercitar la fuerza como convendría a un dios, que opone el perdón incondicionado a la violencia de los hombres y no la venganza y el castigo: no es el Dios que Israel esperaba y tampoco el Dios que los hombres, y frecuentemente los «creyentes», esperan, aceptan o desean. Por eso el Evangelio de Marcos se configura como un viaje de la oscuridad a la fe” (cfr. Gerardo Incalza, Temi di predicazione - Omelie, Editrice Domenicana Italiana, Napoli 1/2009, Domenica delle Palme, pp. 111-115) 2 Cf. R. Cantalamessa, El misterio del Bautismo de Jesús, Edicep1997, cap. III, La unción profética, pp. 51-55 3 Cf. Raniero Cantalamessa, La fuerza de la Cruz, Ed. Monte Carmelo 2000, cap. I: Toda lengua proclame: Jesucristo es el Señor. 4 o Es el Espíritu Santo quien hace que identifiquemos a Jesús en la cruz como Hijo de Dios • El centurión proclama la verdadera identidad de Jesús, confiesa la divinidad de Jesús, aquello que le define en lo más íntimo de su ser: su filiación divina. El militar romano es un gentil – no perteneciente al pueblo elegido -, y de ese modo hace patente que todas las gentes pueden confesar a Dios 4 . Sin duda alguna es el Espíritu Santo quien encendió algo dentro de su corazón que le permitió ver claro, que le permitió identificar al ajusticiado. Es también el Espíritu Santo quien, en nuestro caso, nos permitirá identificar a Jesús en la cruz, cuando se presente en nuestras vidas: “El Espíritu Santo prepara a los hombres, los previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Les manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente para entender su Muerte y su Resurrección” (Cf CCE 737). o La redención nos viene ante todo por la cruz, pero está actuando en toda la vida de Cristo • CCE 517: Toda la vida de Cristo es Misterio de Redención. La Redención nos viene ante todo por la sangre de la cruz (Cf Ef 1, 7; Col 1, 13-14; 1 P 1, 18-19), pero este misterio está actuando en toda la vida de Cristo: ya en su Encarnación porque haciéndose pobre nos enriquece con su pobreza (Cf 2 Co 8, 9); en su vida oculta donde repara nuestra insumisión mediante su sometimiento (Cf Lc 2, 51); en su palabra que purifica a sus oyentes (Cf Jn 15, 3); en sus curaciones y en sus exorcismos, por las cuales «él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades» (Mt 8, 17) (Cf Is 53, 4); en su Resurrección, por medio de la cual nos justifica (Cf Rm 4, 25). • CCE 550 (...) Por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de Dios: «Regnavit a ligno Deus» («Dios reinó desde el madero de la Cruz») (Himno «Vexilla Regis»). 6. Jesús asume su pasión y muerte entregándose libremente al amor redentor del Padre (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 599 y 609) • La Pasión de Jesús y su muerte no responden a una realidad imprevista debida a una trágica fatalidad, o al curso de determinados acontecimientos provocados por los hombres, sino que forman parte del designio de Dios, aunque Él se haya servido de los hombres. CEC n. 599: “La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios, como lo explica S. Pedro a los judíos de Jerusalén ya en su primer discurso de Pentecostés: «Fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios» (Hechos 2, 23).” CEC n. 609: Hay «una soberana libertad del Hijo de Dios cuando Él mismo se encamina hacia la muerte». Él mismo dijo: «Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente» (Juan 10,18). o Del mismo modo, invita a la fe y a la conversión sin imponer la verdad por la fuerza; su reino crece porque atrae los hombres hacia él • CCE 160: (...) Cristo invitó a la fe y a la conversión, El no forzó jamás a nadie. «Dio testimonio de la verdad, pero no quiso imponerla por la fuerza a los que le contradecían. Pues su reino... crece por el amor con que Cristo, exaltado en la cruz, atrae a los hombres hacia El» (Dei Verbum 11). • CCE 542: Sobre todo, él realizará la venida de su Reino por medio del gran Misterio de su Pascua: su muerte en la Cruz y su Resurrección. «Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12, 32). A esta unión con Cristo están llamados todos los hombres (Cf LG 3). • Es Cristo que pasa, 162: Dios no se dirige a nosotros con actitud de poder y de dominio, se acerca a nosotros, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres (Filipenses 2,7). Jesús jamás se muestra lejano o altanero, aunque en sus años de predicación le veremos a veces disgustado, porque le duele la maldad humana. Pero, si nos fijamos un poco, advertiremos en seguida que su enfado y su ira nacen del amor: son una invitación más para sacarnos de la infidelidad y del pecado. 7. La cruz en la Encíclica «Dives in misericordia» de Juan Pablo II o Creer en el Hijo crucificado significa creer que el amor está presente en el mundo. • Dives in misericordia, 7: Creer en el Hijo crucificado significa "ver al Padre" (cf. Jn 14,9), significa creer que el amor está presente en el mundo y que este amor es más fuerte que toda clase de mal, en que el 4 Cf La Casa de la Biblia, Comentario al Nuevo Testamento, 1995, Marcos 15, 33-41 5 hombre, la humanidad, el mundo están metidos. Creer en ese amor significa creer en la misericordia. En efecto, es ésta la dimensión indispensable del amor, es como su segundo nombre y a la vez el modo específico de su revelación y actuación respecto a la realidad del mal presente en el mundo que afecta al hombre y lo asedia, que se insinúa, asimismo en su corazón y puede hacerle "perecer en la gehenna" (Mt 10,28). o La cruz de Cristo es testimonio de la fuerza del mal contra el mismo Hijo de Dios • Dives in misericordia, 8: La cruz de Cristo en el Calvario es asimismo testimonio de la fuerza del mal contra el mismo Hijo de Dios, contra aquel que, único entre los hijos de los hombres, era por su naturaleza absolutamente inocente y libre de pecado, y cuya venida al mundo estuvo exenta de la desobediencia de Adán y de la herencia del pecado original. (...) o La cruz es como un toque del amor eterno sobre las heridas más dolorosas de la existencia terrena del hombre. • Dives in misericordia, 8: La cruz es la inclinación más profunda de la Divinidad hacia el hombre y todo lo que el hombre de modo especial en los momentos difíciles y dolorosos llama su infeliz destino. La cruz es como un toque del amor eterno sobre las heridas más dolorosas de la existencia terrena del hombre, es el cumplimiento, hasta el final, del programa mesiánico que Cristo formuló una vez en la sinagoga de Nazaret (Cf. Lc 4, 18-21) y repitió más tarde ante los enviados de Juan Bautista (Cf Lc 7, 20- 23)0. Según las palabras ya escritas en la profecía de Isaías, tal programa consistía en la revelación del amor misericordioso a los pobres, los que sufren, los prisioneros, los ciegos, los oprimidos y los pecadores. www.parroquiasantamonica.com

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