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miércoles, 8 de agosto de 2018

Domingo 19 del tiempo ordinario, ciclo B (2018). Benedicto XVI, Rezo del Angelus (12 de agosto del 2012)



Ø Domingo 19 del tiempo ordinario, ciclo B (2018). Benedicto XVI, Rezo del Angelus (12 de agosto del 2012),  La crisis de la fe de los oyentes de Jesús ante sus palabras, que se manifestó en dudas sobre su divinidad: ¿cómo puede decir Jesús que ha «descendido del cielo» cuando es conocido en el registro civil como «hijo de José»? Para creer es necesario que nuestro corazón se abra a la atracción amorosa e interior del Padre: “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no lo atrae”.


v  Cfr. Domingo 19 Tiempo Ordinario,  Ciclo B,  12 agosto 2018

1 Reyes 19, 4-8; Efesios 4,30-5,2; Juan 6, 41-51 

Juan 6, 41-51: 41 Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: « Yo soy el pan que ha bajado del cielo. » 42 Y decían: « ¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo? » 43 Jesús les respondió: « No murmuréis entre vosotros. 44 «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. 45 Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.46 No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre.47 En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de la vida. 49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; 50 este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. 51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».


v  Cfr. Benedicto XVI, Rezo del Angelus

Domingo 19 del tiempo ordinario, Ciclo B, 12 de agosto de 2012

1.   Jesús habla de sí mismo como el verdadero pan bajado del cielo,
capaz de mantener en vida no por un momento o por un tramo de camino, sino para siempre.

v  Él es el alimento que da la vida eterna y vino para dar al hombre la vida en plenitud, para introducir al hombre en la vida misma de Dios.

o   ¿Sentimos el hambre de la Palabra de Dios, el hambre de conocer el verdadero sentido de la vida?

§  Jesús testimonia que es la Palabra de Dios en Persona, la Palabra encarnada, a través de la cual el hombre puede hacer de la voluntad de Dios su alimento, que orienta y sostiene la existencia.
La lectura del capítulo sexto del Evangelio de san Juan, que nos acompaña en estos domingos en la liturgia, nos ha llevado a reflexionar sobre la multiplicación del pan, con el que el Señor sació a una multitud de cinco mil hombres, y sobre la invitación que Jesús dirige a los que había saciado a buscar un alimento que permanece para la vida eterna. Jesús quiere ayudarles a comprender el significado profundo del prodigio que ha realizado: al saciar de modo milagroso su hambre física, los dispone a acoger el anuncio de que él es el pan bajado del cielo (cf. Jn 6, 41), que sacia de modo definitivo. También el pueblo judío, durante el largo camino en el desierto, había experimentado un pan bajado del cielo, el maná, que lo había mantenido en vida hasta la llegada a la tierra prometida. Ahora Jesús habla de sí mismo como el verdadero pan bajado del cielo, capaz de mantener en vida no por un momento o por un tramo de camino, sino para siempre. Él es el alimento que da la vida eterna, porque es el Hijo unigénito de Dios, que está en el seno del Padre y vino para dar al hombre la vida en plenitud, para introducir al hombre en la vida misma de Dios.
En el pensamiento judío estaba claro que el verdadero pan del cielo, que alimentaba a Israel, era la Ley, la Palabra de Dios. El pueblo de Israel reconocía con claridad que la Torah era el don fundamental y duradero de Moisés, y que el elemento basilar que lo distinguía respecto de los demás pueblos consistía en conocer la voluntad de Dios y, por tanto, el camino justo de la vida. Ahora Jesús, al manifestarse como el pan del cielo, testimonia que es la Palabra de Dios en Persona, la Palabra encarnada, a través de la cual el hombre puede hacer de la voluntad de Dios su alimento (cf. Jn 4, 34), que orienta y sostiene la existencia.

2.   Dudar de la divinidad de Jesús, como hacen los judíos del pasaje
evangélico de hoy, significa oponerse a la obra de Dios.

v  Pedimos ser atraídos por Dios Padre, para creer en Jesús, encontrarnos con él, alimentarnos de él y así encontrar la verdadera vida.

Entonces, dudar de la divinidad de Jesús, como hacen los judíos del pasaje evangélico de hoy, significa oponerse a la obra de Dios. Afirman: «Es el hijo de José. Conocemos a su padre y su madre» (cf. Jn 6, 42). No van más allá de sus orígenes terrenos y por esto se niegan a acogerlo como la Palabra de Dios hecha carne. San Agustín, en su Comentario al Evangelio de san Juan, explica así: «Estaban lejos de aquel pan celestial, y eran incapaces de sentir su hambre. Tenían la boca del corazón enferma... En efecto, este pan requiere el hambre del hombre interior» (26, 1). Y debemos preguntarnos si nosotros sentimos realmente esta hambre, el hambre de la Palabra de Dios, el hambre de conocer el verdadero sentido de la vida. Sólo quien es atraído por Dios Padre, quien lo escucha y se deja instruir por él, puede creer en Jesús, encontrarse con él y alimentarse de él y así encontrar la verdadera vida, el camino de la vida, la justicia, la verdad, el amor. San Agustín añade: «El Señor afirmó que él era el pan que baja del cielo, exhortándonos a creer en él. Comer el pan vivo significa creer en él. Y quien cree, come; es saciado de modo invisible, como de modo igualmente invisible renace (a una vida más profunda, más verdadera), renace dentro, en su interior se convierte en hombre nuevo» (ib.).
3.   Pedimos a María que nos guíe al encuentro con Jesús para que nuestra amistad con él sea cada vez más intensa.
Invocando a María santísima, pidámosle que nos guíe al encuentro con Jesús para que nuestra amistad con él sea cada vez más intensa; pidámosle que nos introduzca en la plena comunión de amor con su Hijo, el pan vivo bajado del cielo, para ser renovados por él en lo más íntimo de nuestro ser.

                            

VIDA CRISTIANA

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