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El
sacramento del Bautismo (6). Catequesis de Papa Francisco (2018). La
vestidura blanca. Revestirse de Cristo significa las virtudes que
los bautizados deben cultivar. La entrega ritual de la llama
encendida en el cirio pascual, recuerda el efecto del Bautismo:
«Recibid la luz de Cristo». La presencia viva de Cristo, que se
debe proteger, defender y dilatar en nosotros, es lámpara que
ilumina nuestros pasos, luz que orienta nuestras decisiones, llama
que calienta los corazones al ir al encuentro del Señor, haciéndonos
capaces de ayudar a quien hace el camino con nosotros.
Cfr. Catequesis de Papa Francisco, Audiencia General
Miércoles,
16 de mayo de 2018
Catequesis
sobre el Bautismo: 6. Revestidos de Cristo
Los efectos espirituales del Bautismo se manifiestan con la entrega de la
vestidura blanca y la vela encendida.
La vestidura blanca. Revestirse de Cristo significa las virtudes que los bautizados deben cultivar: revestirnos de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia , sobrellevarnos mutuamente y perdonarnos cuando alguno tenga queja contra otro; sobre todo, revestirnos con la caridad.
Hoy concluíamos
el ciclo de catequesis sobre el Bautismo. Los efectos espirituales de
este sacramento, invisibles a los ojos, pero operativos en el corazón
de quién se ha convertido en nueva criatura, se manifiestan con la
entrega de la vestidura blanca y la vela encendida.
Después del
lavado de regeneración, capaz de recrear al hombre según Dios en la
verdadera santidad (cfr. Ef 4,24), parecía natural, desde los
primeros siglos, revestir a los recién bautizados de una vestidura
nueva, cándida, a semejanza del esplendor de la vida adquirida en
Cristo y en el Espíritu Santo.
La vestidura
blanca, al expresar simbólicamente lo que ha sucedido en el
sacramento, anuncia la condición de los transfigurados en la gloria
divina. Qué significa revestirse de Cristo, lo recuerda san Pablo
explicando cuáles son las virtudes que los bautizados deben
cultivar: «Elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de entrañas
de misericordia, de bondad, de humildad, de
mansedumbre, de paciencia. Sobrellevaos
mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga queja contra otro; como el
Señor os ha perdonado, hacedlo así también vosotros. Sobre todo,
revestíos con la caridad, que es el vínculo de la perfección»
(Col 3,12-14).
La entrega ritual de la llama encendida en el cirio pascual, recuerda el efecto del
Bautismo: «Recibid la luz de Cristo», dice el sacerdote. Esas palabras recuerdan que no somos nosotros la luz, sino que la luz es Jesucristo.
La vocación cristiana es «caminar siempre como hijos de la luz, perseverando en la fe»-
La presencia viva de Cristo, que se debe proteger, defender y dilatar en nosotros, es lámpara que ilumina nuestros pasos, luz que orienta nuestras decisiones, llama que calienta los corazones al ir al encuentro del Señor, haciéndonos capaces de ayudar a quien hace el camino con nosotros.
También la
entrega ritual de la llama encendida en el cirio pascual, recuerda el
efecto del Bautismo: «Recibid la luz de Cristo», dice el sacerdote.
Esas palabras recuerdan que no somos nosotros la luz, sino que la luz
es Jesucristo (Jn 1,9; 12,46), el cual, resucitado de entre los
muertos, ha vencido las tinieblas del mal. ¡Nosotros estamos
llamados a recibir su esplendor! Como la llama del cirio pascual da
luz a las demás velas, así la caridad del Señor Resucitado inflama
los corazones de los bautizados, colmándolos de luz y calor. Y por
eso, desde los primeros siglos el Bautismo se llamaba también
“iluminación” y el que era bautizado era llamado “el
iluminado”.
Porque esa es la
vocación cristiana: «caminar siempre como hijos de la luz,
perseverando en la fe» (cfr. Rito de la iniciación cristiana de los
adultos, n. 226; Jn 12,36). Si se trata de niños, es deber de los
padres, junto a padrinos y madrinas, ocuparse de alimentar la llama
de la gracia bautismal en sus pequeños, ayudándoles a perseverar en
la fe (cfr. Rito del Bautismo de Niños, n. 156). «La educación en
la fe, que en justicia se les debe a los niños, tiende a llevarles
gradualmente a comprender y asimilar el plan de Dios en Cristo, para
que finalmente ellos mismos puedan libremente ratificar la fe en que
han sido bautizados» (ibíd., Introducción, 9).
La presencia viva
de Cristo, que se debe proteger, defender y dilatar en nosotros, es
lámpara que ilumina nuestros pasos, luz que orienta nuestras
decisiones, llama que calienta los corazones al ir al encuentro del
Señor, haciéndonos capaces de ayudar a quien hace el camino con
nosotros, hasta la comunión inseparable con Él. Ese día, dice
también el Apocalipsis, «ya no habrá noche: no tienen necesidad de
luz de lámparas ni de la luz del sol, porque el Señor Dios
alumbrará sobre ellos y reinarán por los siglos de los siglos» (Ap
22,5).
La celebración del Bautismo concluye con la oración del Padrenuestro, propia
de la comunidad de los hijos de Dios.
La celebración
del Bautismo concluye con la oración del Padrenuestro, propia de la
comunidad de los hijos de Dios. En efecto, los niños renacidos en el
Bautismo recibirán la plenitud del don del Espíritu en la
Confirmación y participarán en la Eucaristía, aprendiendo qué
significa dirigirse a Dios llamándolo “Padre”.
Una invitación: : «Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de
santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez».
Al final de estas
catequesis sobre el Bautismo, repito a cada uno la invitación que
expresé en la Exhortación apostólica Gaudete et exsultate: «Deja
que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad.
Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a
Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del
Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es
el fruto del Espíritu Santo en tu vida (cfr. Ga 5,22-23)» (n. 15).
VIDA
CRISTIANA
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