sábado, 6 de enero de 2018

Solemnidad de la Epifanía del Señor, 6 de enero de 2018.


Ø Fiesta de la Epifanía del 6 de enero de 2018. Conmemoración de la primera manifestación al mundo pagano del Hijo de Dios hecho hombre. Esa manifestación tuvo lugar con la adoración de los Magos referida por S. Mateo.  Esta fiesta subraya el destino y el significado universales del nacimiento de Jesús: vino no sólo para el pueblo de Israel, representado por los pastores de Belén, sino también para toda la humanidad, representada por los Magos. Hoy proponemos una homilía de Benedicto XVI, pronunciada el 6 de enero de 2011. Acerca de los encuentros que tuvieron en Jerusalén (con Herodes, con expertos en las Escrituras y con la Estrella) cuando iban hacia Belén para adorar al Niño Dios.  

v  Cfr. Solemnidad de la Epifanía del Señor, 6 de enero de 2018.

Isaías 60, 1-6; Efesios 3, 2-3.5-6; Mateo 2, 1-12
·                     Isaías 60, 1-6- La gloria del Señor amanece sobre ti! - ¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti. Y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos. Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor.
·         Salmo responsorial  - Sal 71, 1-2. 7-8. 10-11. 12-13 (R.: cf. 11)  - R. Se postrarán ante ti, Señor, todos los
pueblos de la tierra. Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud. R. Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra. R. Que los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo. Que los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones; que se postren ante él todos los reyes, y que todos los pueblos le sirvan. R. Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres. R.
·         Efesios 3, 2-3a. 5-6 - Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos de la promesa
Hermanos: Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro.
Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio.
·         Aleluya Mt 2, 2 - Hemos visto salir su estrella y venimos a adorar al Señor.
Mateo 2, 1-12: Venimos de Oriente a adorar al Rey. Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: -« ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.» Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: -«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: "Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel."» Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: -«Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.»  Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

Una meditación sobre los Magos:
sobre su camino en busca del Mesías.
Tres encuentros que tuvieron,
en la gran ciudad de Jerusalén.
Su deseo de dejarse guiar
por los signos de Dios.

v  Cfr. Benedicto XVI, Homilía en la Epifanía del Señor, 6 de enero de 2011.

Queridos hermanos y hermanas:

Los Magos: personas en busca de una luz capaz de indicar el camino que es preciso

recorrer en la vida.  


v  Tenían la certeza de que en la creación existe lo que podríamos definir la «firma» de Dios.

o   Lo que encontraron en  su camino, en la gran ciudad de Jerusalén.

En la solemnidad de la Epifanía la Iglesia sigue contemplando y celebrando el misterio del nacimiento de Jesús salvador. En particular, la fiesta de hoy subraya el destino y el significado universales de este nacimiento. Al hacerse hombre en el seno de María, el Hijo de Dios vino no sólo para el pueblo de Israel, representado por los pastores de Belén, sino también para toda la humanidad, representada por los Magos. Y la Iglesia nos invita hoy a meditar y orar precisamente sobre los Magos y sobre su camino en busca del Mesías (cf. Mt 2, 1-12). En el Evangelio hemos escuchado que los Magos, habiendo llegado a Jerusalén desde el Oriente, preguntan: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Hemos visto su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo» (v. 2). ¿Qué clase de personas eran y qué tipo de estrella era esa? Probablemente eran sabios que escrutaban el cielo, pero no para tratar de «leer» en los astros el futuro, quizá para obtener así algún beneficio; más bien, eran hombres «en busca» de algo más, en busca de la verdadera luz, una luz capaz de indicar el camino que es preciso recorrer en la vida. Eran personas que tenían la certeza de que en la creación existe lo que podríamos definir la «firma» de Dios, una firma que el hombre puede y debe intentar descubrir y descifrar. Tal vez el modo para conocer mejor a estos Magos y entender su deseo de dejarse guiar por los signos de Dios es detenernos a considerar lo que encontraron, en su camino, en la gran ciudad de Jerusalén.

v  A. Ante todo encontraron al rey  Herodes

o   Éste consideraba a Dios como un rival.

§  ¿También nosotros somos ciegos ante los signos de Dios, sordos a sus palabras, porque pensamos que pone límites a nuestra vida y no nos permite disponer de nuestra existencia como nos plazca?
Ante todo encontraron al rey Herodes. Ciertamente, Herodes estaba interesado en el niño del que hablaban los Magos, pero no con el fin de adorarlo, como quiere dar a entender mintiendo, sino para eliminarlo. Herodes es un hombre de poder, que en el otro sólo ve un rival contra el cual luchar. En el fondo, si reflexionamos bien, también Dios le parece un rival, más aún, un rival especialmente peligroso, que querría privar a los hombres de su espacio vital, de su autonomía, de su poder; un rival que señala el camino que hay que recorrer en la vida y así impide hacer todo lo que se quiere. Herodes escucha de sus expertos en las Sagradas Escrituras las palabras del profeta Miqueas (5, 1), pero sólo piensa en el trono. Entonces Dios mismo debe ser ofuscado y las personas deben limitarse a ser simples peones para mover en el gran tablero de ajedrez del poder. Herodes es un personaje que no nos cae simpático y que instintivamente juzgamos de modo negativo por su brutalidad. Pero deberíamos preguntarnos: ¿Hay algo de Herodes también en nosotros? ¿También nosotros, a veces, vemos a Dios como una especie de rival? ¿También nosotros somos ciegos ante sus signos, sordos a sus palabras, porque pensamos que pone límites a nuestra vida y no nos permite disponer de nuestra existencia como nos plazca? Queridos hermanos y hermanas, cuando vemos a Dios de este modo acabamos por sentirnos insatisfechos y descontentos, porque no nos dejamos guiar por Aquel que está en el fundamento de todas las cosas. Debemos alejar de nuestra mente y de nuestro corazón la idea de la rivalidad, la idea de que dar espacio a Dios es un límite para nosotros mismos; debemos abrirnos a la certeza de que Dios es el amor omnipotente que no quita nada, no amenaza; más aún, es el único capaz de ofrecernos la posibilidad de vivir en plenitud, de experimentar la verdadera alegría.

v  B. Encontraron también a estudiosos, teólogos, expertos.

o   La tentación de considerar   las  S. Escrituras más como objeto de estudio y de debate de especialistas que como el Libro que nos enseña el camino para llegar a la vida.

§  Queremos construir nuestra existencia sobre la roca y no sobre la arena.
Los Magos, luego, se encuentran con los estudiosos, los teólogos, los expertos que lo saben todo sobre las Sagradas Escrituras, que conocen las posibles interpretaciones, que son capaces de citar de memoria cualquier pasaje y que, por tanto, son una valiosa ayuda para quienes quieren recorrer el camino de Dios. Pero, afirma san Agustín, les gusta ser guías para los demás, indican el camino, pero no caminan, se quedan inmóviles. Para ellos las Escrituras son una especie de atlas que leen con curiosidad, un conjunto de palabras y conceptos que examinar y sobre los cuales discutir doctamente. Pero podemos preguntarnos de nuevo: ¿no existe también en nosotros la tentación de considerar las Sagradas Escrituras, este tesoro riquísimo y vital para la fe la Iglesia, más como un objeto de estudio y de debate de especialistas que como el Libro que nos señala el camino para llegar a la vida? Creo que, como indiqué en la exhortación apostólica Verbum Domini, debería surgir siempre de nuevo en nosotros la disposición profunda a ver la palabra de la Biblia, leída en la Tradición viva de la Iglesia (n. 18), como la verdad que nos dice qué es el hombre y cómo puede realizarse plenamente, la verdad que es el camino a recorrer diariamente, junto a los demás, si queremos construir nuestra existencia sobre la roca y no sobre la arena.

v  C. Encontraron una estrella.

o   Lo esencial para conocer esa estrella, más allá de los estudios de los astrónomos, es que esos hombres buscaban la “firma” de la creación, el sentido último de la realidad. El lenguaje de la creación.

Pasemos ahora a la estrella. ¿Qué clase de estrella era la que los Magos vieron y siguieron? A lo largo de los siglos esta pregunta ha sido objeto de debate entre los astrónomos. Kepler, por ejemplo, creía que se trataba de una «nova» o una «supernova», es decir, una de las estrellas que normalmente emiten una luz débil, pero que pueden tener improvisamente una violenta explosión interna que produce una luz excepcional. Ciertamente, son cosas interesantes, pero que no nos llevan a lo que es esencial para entender esa estrella. Debemos volver al hecho de que esos hombres buscaban las huellas de Dios; trataban de leer su «firma» en la creación; sabían que «el cielo proclama la gloria de Dios» (Sal 19, 2); es decir, tenían la certeza de que es posible vislumbrar a Dios en la creación. Pero, al ser hombres sabios, sabían también que no es con un telescopio cualquiera, sino con los ojos profundos de la razón en busca del sentido último de la realidad y con el deseo de Dios, suscitado por la fe, como es posible encontrarlo, más aún, como resulta posible que Dios se acerque a nosotros. El universo no es el resultado de la casualidad, como algunos quieren hacernos creer. Al contemplarlo, se nos invita a leer en él algo profundo: la sabiduría del Creador, la inagotable fantasía de Dios, su infinito amor a nosotros. No deberíamos permitir que limiten nuestra mente teorías que siempre llegan sólo hasta cierto punto y que —si las miramos bien— de ningún modo están en conflicto con la fe, pero no logran explicar el sentido último de la realidad. En la belleza del mundo, en su misterio, en su grandeza y en su racionalidad no podemos menos de leer la racionalidad eterna, y no podemos menos de dejarnos guiar por ella hasta el único Dios, creador del cielo y de la tierra. Si tenemos esta mirada, veremos que el que creó el mundo y el que nació en una cueva en Belén y sigue habitando entre nosotros en la Eucaristía son el mismo Dios vivo, que nos interpela, nos ama y quiere llevarnos a la vida eterna.

o   La estrella desapareció en Jerusalén.

§  Tuvieron que constatar que aquel recién nacido no se encontraba en los lugares del poder y de la cultura, aunque en esos lugares se daban valiosas informaciones sobre él. Los criterios de Dios.
Herodes, los expertos en las Escrituras, la estrella. Sigamos el camino de los Magos que llegan a Jerusalén. Sobre la gran ciudad la estrella desaparece, ya no se ve. ¿Qué significa eso? También en este caso debemos leer el signo en profundidad. Para aquellos hombres era lógico buscar al nuevo rey en el palacio real, donde se encontraban los sabios consejeros de la corte. Pero, probablemente con asombro, tuvieron que constatar que aquel recién nacido no se encontraba en los lugares del poder y de la cultura, aunque en esos lugares se daban valiosas informaciones sobre él. En cambio, se dieron cuenta de que a veces el poder, incluso el del conocimiento, obstaculiza el camino hacia el encuentro con aquel Niño. Entonces la estrella los guió a Belén, una pequeña ciudad; los guió hasta los pobres, hasta los humildes, para encontrar al Rey del mundo. Los criterios de Dios son distintos de los de los hombres. Dios no se manifiesta en el poder de este mundo, sino en la humildad de su amor, un amor que pide a nuestra libertad acogerlo para transformarnos y ser capaces de llegar a Aquel que es el Amor. Pero incluso para nosotros las cosas no son tan diferentes de como lo eran para los Magos. Si se nos pidiera nuestro parecer sobre cómo Dios habría debido salvar al mundo, tal vez responderíamos que habría debido manifestar todo su poder para dar al mundo un sistema económico más justo, en el que cada uno pudiera tener todo lo que quisiera. En realidad, esto sería una especie de violencia contra el hombre, porque lo privaría de elementos fundamentales que lo caracterizan. De hecho, no se verían involucrados ni nuestra libertad ni nuestro amor. El poder de Dios se manifiesta de un modo muy distinto: en Belén, donde encontramos la aparente impotencia de su amor. Y es allí a donde debemos ir y es allí donde encontramos la estrella de Dios.

o   La Palabra de Dios es la verdadera estrella. Escuchar la voz de las Escrituras.

§  Nuestro camino estará siempre iluminado por una luz que ningún otro signo puede darnos.  
Y también nosotros podremos convertirnos en estrellas para los demás.
Así resulta muy claro también un último elemento importante del episodio de los Magos: el lenguaje de la creación nos permite recorrer un buen tramo del camino hacia Dios, pero no nos da la luz definitiva. Al final, para los Magos fue indispensable escuchar la voz de las Sagradas Escrituras: sólo ellas podían indicarles el camino. La Palabra de Dios es la verdadera estrella que, en la incertidumbre de los discursos humanos, nos ofrece el inmenso esplendor de la verdad divina. Queridos hermanos y hermanas, dejémonos guiar por la estrella, que es la Palabra de Dios; sigámosla en nuestra vida, caminando con la Iglesia, donde la Palabra ha plantado su tienda. Nuestro camino estará siempre iluminado por una luz que ningún otro signo puede darnos. Y también nosotros podremos convertirnos en estrellas para los demás, reflejo de la luz que Cristo ha hecho brillar sobre nosotros. Amén.




Vida Cristiana


viernes, 5 de enero de 2018

Mi preferida: Santiago Agrelo


Tú eres mi elegida a quien prefiero

Celebramos el misterio del Bautismos del Señor: “Apenas se bautizó el Señor se abrió el cielo, y el Espíritu se posó sobre él como una paloma. Y se oyó la voz del Padre, que decía: Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto”.
Ahora, Iglesia de Cristo, entra en ese misterio que celebras.
Abre los ojos de la fe y verás que se te ha abierto la morada misma donde Dios habita, pues oyes la voz del Padre, ves al Espíritu Santo, y se te revela la presencia del Hijo predilecto del Padre.
Me dirás con razón que tal cosa es imposible.
Es verdad: nosotros no podemos traspasar la frontera de Dios, pero él puede traspasar nuestras fronteras: es él quien ha venido a tu morada, a tu tierra, a tu pobreza.
El misterio de Dios se ha hecho tan cercano al hombre que pasa por la vida del hombre Cristo Jesús. El cielo se ha hecho tan cercano a la tierra que la Trinidad Santa la ilumina con la claridad de su luz.
Escucha ahora el evangelio de este día: “Tú eres mi Hijo amado, mi preferido”.
En Dios, ésas son palabras de un diálogo eterno de amor.
Pero ahora son también palabras de un diálogo con el hombre, palabras pronunciadas en nuestra tierra, en nuestro tiempo, sobre uno de nosotros, sobre uno como nosotros, sobre un pobre.
Recuerda, Iglesia santa, con cuánta insistencia se te ha dicho durante el tiempo de Navidad que hoy termina: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”.
Recuérdalo y admira lo que eso significa. A ese hombre, a ese hijo que nos ha nacido, a ese niño que se nos ha dado, a esa carne de nuestra carne, a ese humillado que se bautiza entre los humillados del mundo, el Padre Dios puede decirle con toda verdad: “Tú eres mi Hijo amado, mi preferido”.
Lo que era verdad sólo en el cielo, lo es ya también y para siempre en la tierra.
Ése es, Iglesia santa, el fondo luminoso de tu fiesta de hoy.
A ese fondo, añade luego los detalles del misterio que contemplas: “Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu… Promoverá fielmente el derecho”.
Ves que en ese hombre nuevo se dan la mano el Hijo y el Siervo, el amado de Dios y el que Dios ha enviado a promover el derecho entre los hombres, el que es elegido de Dios y el que es luz de las naciones.
Aún no has considerado, sin embargo, lo más asombroso del misterio que celebras, pues a Cristo Jesús, al Siervo de Dios, al Hijo preferido del Padre Dios, tú has sido unida en admirable comunión por la fe, de tal modo que puedes decir con verdad: Él se bautiza y yo soy purificada; él se bautiza, y yo soy santificada; él se bautiza, y sobre mí baja el Espíritu Santo; él se bautiza, y yo oigo la voz del Padre que me dice: “Tú eres mi elegida a quien prefiero”.
De esa comunión admirable y dichosa es sacramento la eucaristía que estamos celebrando. No olvides tu pobreza, Esposa de Cristo, que hoy haces comunión con el Hijo de Dios. Dichosa tú, que has creído, porque hoy los cielos se abren para ti, y baja sobre ti el Espíritu del Señor, y la voz del Padre te penetra con su declaración de amor. Dichosa tú, humanidad nueva, que el Señor ha llamado con justicia, que tu Dios ha tomado de la mano, para hacerte luz de las naciones.
No olvides tu pobreza, no olvides que eres amada, no olvides a los pobres.

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