sábado, 7 de marzo de 2020

Benedicto XVI, Discurso en Polonia a los jóvenes, 26 de mayo de 2006





Jesucristo en el centro de la Cuaresma


Conocer mejor al Señor y vivir la vida en Él.

-          “Al celebrar un año más la santa Cuaresma concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la
inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud”. (Oración colecta del domingo 1º de Cuaresma).

Jesucristo, roca de la Iglesia
-          Catecismo de la Iglesia Católica n. 424: “Movidos por la gracia del Espíritu Santo y atraídos por
el Padre nosotros creemos y confesamos a propósito de Jesús: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16). Sobre la roca de esta fe, confesada por San Pedro, Cristo ha construido su Iglesia (cf. Mt 16, 18; San León Magno, serm. 4, 3;51, 1;62, 2;83, 3)”.

Construir la casa de nuestra vida sobre la roca de Cristo

-Cfr. Benedicto XVI, Discurso en Polonia a los jóvenes, 26 de mayo de 2006
  [Chiesa/Testi/Gesucristo/CristoRocaConstrucciónCasaBXVI]

Ø Cristo es  la roca para la construcción de la casa de nuestra vida.


v  Cfr. Benedicto XVI, Discurso en el encuentro con los jóvenes de Polonia, el sábado 26 de mayo de 2006. 

Queridos jóvenes amigos: 

¡Os doy mi cordial bienvenida! Vuestra presencia me alegra. Doy gracias al Señor por este encuentro con el calor de vuestra cordialidad. Sabemos que "donde están dos o tres reunidos en el nombre de Jesús, él está en medio de ellos" (cf. Mt 18, 20). ¡Pero vosotros sois hoy aquí muchos más! Por esto os doy las gracias a cada uno de vosotros. Así pues, Jesús está aquí con nosotros. Está presente entre los jóvenes de la tierra polaca, para hablar con ellos de una casa que no se desplomará jamás, porque está edificada sobre roca. Es la palabra evangélica que acabamos de escuchar (cf. Mt 7, 24-27).

o   Un deseo y una nostalgia que existe en los corazones jóvenes: una casa donde encontramos el amor, el perdón la necesidad de perdón … Esta nostalgia no es más que el deseo de una vida plena, feliz.

Amigos míos, en el corazón de cada hombre existe el deseo de una casa. En un corazón joven existe con mayor razón el gran anhelo de una casa propia, que sea sólida, a la que no sólo se pueda  volver  con alegría, sino también en la que se pueda acoger con alegría a todo huésped que llegue. Es la nostalgia de una casa en la que el pan de cada día sea el amor, el perdón, la necesidad de comprensión, en la que la verdad sea la fuente de la que brota la paz del corazón.
Es la nostalgia de una casa de la que se pueda estar orgulloso, de la que no se deba avergonzar y por cuya destrucción jamás se deba llorar. Esta nostalgia no es más que el deseo de una vida plena, feliz, realizada. No tengáis miedo de este deseo. No lo evitéis. No os desaniméis a la vista de las casas que se han desplomado, de los deseos que no se han realizado, de las nostalgias que se han disipado. Dios Creador, que infunde en un corazón joven el inmenso deseo de felicidad, no lo abandona después en la ardua construcción de la casa que se llama vida.

o   ¿Cómo construir esta casa? Es una pregunta necesaria que nos debemos hacer cada día.

Amigos míos, se impone una pregunta: "¿Cómo construir esta casa?". Es una pregunta que seguramente ya os habéis planteado muchas veces en vuestro corazón y que volveréis a plantearos muchas veces. Es una pregunta que es preciso hacerse a sí mismos no solamente una vez. Cada día debe estar ante los ojos del corazón: ¿cómo construir la casa llamada vida? Jesús, cuyas palabras hemos escuchado en el pasaje del evangelio según san Mateo, nos exhorta a construir sobre roca. En efecto, solamente así la casa no se desplomará.
§  Quiere decir, ante todo, construir sobre Cristo y con Cristo.
Pero ¿qué quiere decir construir la casa sobre roca? Construir sobre roca quiere decir ante todo: construir sobre Cristo y con Cristo. Jesús dice: "Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que construyó su casa sobre roca" (Mt 7, 24). Aquí no se trata de palabras vacías, dichas por una persona cualquiera, sino de las palabras de Jesús. No se trata de escuchar a una persona cualquiera, sino de escuchar a Jesús. No se trata de cumplir cualquier cosa, sino  de cumplir las palabras de Jesús.
§  Construir con Alguien ante quien somos preciosos, con Alguien que siempre es fiel, con Alguien que se inclina sobre el corazón herido del hombre y no nos condena, con Alguien que da su vida por nosotros.
Construir sobre Cristo y con Cristo significa construir sobre un fundamento que se llama amor crucificado. Quiere decir construir con Alguien que, conociéndonos mejor que nosotros mismos, nos dice:  "Eres precioso a mis ojos, ... eres estimado, y yo te amo" (Is 43, 4). Quiere decir construir con Alguien que siempre es fiel, aunque nosotros fallemos en la fidelidad, porque él no puede negarse a sí mismo (cf. 2 Tm 2, 13). Quiere decir construir con Alguien que se inclina constantemente sobre el corazón herido del hombre, y dice: "Yo no te condeno. Vete, y en adelante no peques más" (cf. Jn 8, 11). Quiere decir construir con Alguien que desde lo alto de la cruz extiende los brazos para repetir por toda la eternidad:  "Yo doy mi vida por ti, hombre, porque te amo".
§  Construir sobre Cristo quiere decir fundar sobre su voluntad todos nuestros deseos, expectativas, sueños, ambiciones, y todos nuestros proyectos.
Por último, construir sobre Cristo quiere decir fundar sobre su voluntad todos nuestros deseos, expectativas, sueños, ambiciones, y todos nuestros proyectos. Significa decirse a sí mismo, a la propia familia, a los amigos y al mundo entero y, sobre todo, a Cristo:  "Señor, en la vida no quiero hacer nada contra ti, porque tú sabes lo que es mejor para mí. Sólo tú tienes palabras de vida eterna" (cf. Jn 6, 68). Amigos míos, no tengáis miedo de apostar por Cristo. Tened nostalgia de Cristo, como fundamento de la vida. Encended en vosotros el deseo de construir vuestra vida con él y por él. Porque no puede perder quien lo apuesta todo por el amor crucificado del Verbo encarnado.

§   Construir sobre roca significa construir sobre Cristo y con Cristo, que es la roca.
Construir sobre roca significa construir sobre Cristo y con Cristo, que es la roca. En la primera carta a los Corintios san Pablo, hablando del camino del pueblo elegido a través del desierto, explica que todos "bebieron... de la roca espiritual que los acompañaba; y la roca era Cristo" (1 Co 10, 4). Ciertamente, los padres del pueblo elegido no sabían que esa roca era Cristo. No eran conscientes de que los acompañaba Aquel que, cuando llegaría la plenitud de los tiempos, se encarnaría, asumiendo un cuerpo humano. No necesitaban comprender que apagaría su sed el Manantial mismo de la vida, capaz de ofrecer el agua viva para saciar la sed de todo corazón. Sin embargo, bebieron de esta roca espiritual que es Cristo, porque sentían nostalgia del agua de la vida, la necesitaban.

o    Debemos ser conscientes de la presencia de Jesús mientras caminamos por las sendas de la vida: en los momentos felices y en las adversidades.

Mientras caminamos por las sendas de la vida, a veces quizá no somos conscientes de la presencia de Jesús. Pero precisamente esta presencia viva y fiel, la presencia en la obra de la creación, la presencia en la palabra de Dios y en la Eucaristía, en la comunidad de los creyentes y en todo hombre redimido por la preciosa sangre de Cristo, esta presencia es la fuente inagotable de la fuerza humana. Jesús de Nazaret, Dios que se hizo hombre, está a nuestro lado en los momentos felices y en las adversidades, y desea esta relación, que es en realidad el fundamento de la auténtica humanidad. En el Apocalipsis leemos estas significativas palabras:  "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo" (Ap 3, 20).

o   La construcción sobre roca: es la construcción sobre Alguien que fue rechazado. Muchas veces Jesús es ignorado, escarnecido, proclamado rey del pasado pero no del hoy y mucho menos del mañana.

Amigos míos, ¿qué quiere decir construir sobre roca? Construir sobre roca significa también construir sobre Alguien che fue rechazado. San Pedro habla a sus fieles de Cristo como de una "piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios" (1 P 2, 4). El hecho innegable de la elección de Jesús por parte de Dios no esconde el misterio del mal, a causa del cual el hombre es capaz de rechazar a Aquel que lo ha amado hasta el extremo. Este rechazo de Jesús por parte de los hombres, mencionado por san Pedro, se prolonga en la historia de la humanidad y llega también a nuestros días.

No se necesita una gran agudeza para descubrir las múltiples manifestaciones del rechazo de Jesús, incluso donde Dios nos ha concedido crecer. Muchas veces Jesús es ignorado, es escarnecido, es proclamado rey del pasado, pero no del hoy y mucho menos del mañana; es arrumbado en el armario de cuestiones y de personas de las que no se debería hablar en voz alta y en público. Si en la construcción de la casa de vuestra vida os encontráis con los que desprecian el fundamento sobre el que estáis construyendo, no os desaniméis. Una fe fuerte debe superar las pruebas. Una fe viva debe crecer siempre. Nuestra fe en Jesucristo, para seguir siendo tal, debe confrontarse a menudo con la falta de fe de los demás.

§  Ser conscientes de que habrá dificultades. “Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos: son fenómenos naturales previsibles que son imagen de las múltiples contrariedades de la condición humana.
Queridos amigos, ¿qué quiere decir construir sobre roca? Construir sobre roca quiere decir ser conscientes de que habrá contrariedades. Cristo dice: "Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa..." (Mt 7, 25). Estos fenómenos naturales no sólo son la imagen de las múltiples contrariedades de la condición humana; normalmente también son previsibles. Cristo no promete que sobre una casa en construcción no caerá jamás un aguacero; no promete que una ola violenta no derribará lo que para nosotros es más querido; no promete que vientos impetuosos no arrastrarán lo que hemos construido a veces a costa de enormes sacrificios. Cristo no sólo comprende la aspiración del hombre a una casa duradera, sino que también es plenamente consciente de todo lo que puede arruinar la felicidad del hombre. Por eso, no debéis sorprenderos de que surjan contrariedades, cualesquiera que sean. No os desaniméis a causa de ellas. Un edificio construido sobre roca no queda exento de la acción de las fuerzas de la naturaleza, inscritas en el misterio del hombre. Haber construido sobre roca significa tener la certeza de que en los momentos difíciles existe una fuerza segura en la que se puede confiar.

o   Construir sobre roca quiere decir construir con sabiduría. Tal vez sea más fácil fundar nuestra vida sobre las arenas movedizas de nuestra visión del mundo, construir nuestro futuro lejos de la palabra de Jesús, y a veces incluso contra ella. Sin embargo, es evidente que quien construye de este modo no es prudente.

Amigos míos, permitidme que insista: ¿qué quiere decir construir sobre roca? Quiere decir construir con sabiduría. Con razón Jesús compara a quienes oyen sus palabras y las ponen en práctica con un hombre sabio que ha construido su casa sobre roca. En efecto, es insensato construir sobre arena cuando se puede hacer sobre roca, teniendo así una casa capaz de resistir a cualquier tormenta. Es insensato construir la casa sobre un terreno que no ofrece garantías de resistir en los momentos más difíciles. Tal vez sea más fácil fundar nuestra vida sobre las arenas movedizas de nuestra visión del mundo, construir nuestro futuro lejos de la palabra de Jesús, y a veces incluso contra ella. Sin embargo, es evidente que quien construye de este modo no es prudente, porque quiere convencerse a sí mismo y a los demás de que en su vida no se desatará ninguna tormenta, de que ninguna ola se estrellará contra su casa. Ser sabio significa tener en cuenta que la solidez de la casa depende de la elección del fundamento. No tengáis miedo de ser sabios; es decir, no tengáis miedo de construir sobre roca.

o   Construir sobre roca quiere decir también construir sobre Pedro y con Pedro

Amigos míos, una vez más: ¿qué quiere decir construir sobre roca? Construir sobre roca quiere decir también construir sobre Pedro y con Pedro, pues a él el Señor le dijo: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18). Si Cristo, la Roca, la piedra viva y preciosa, llama a su Apóstol piedra, significa que quiere que Pedro, y con él toda la Iglesia, sean signo visible del único Salvador y Señor.

Ciertamente aquí, en Cracovia, la ciudad predilecta de mi predecesor Juan Pablo II, a nadie sorprenden las palabras acerca de construir con Pedro y sobre Pedro. Por eso os digo:  no tengáis miedo de construir vuestra vida en la Iglesia y con la Iglesia. Sentíos orgullosos del amor a Pedro y a la Iglesia a él encomendada. No os dejéis engañar por quienes quieren contraponer a Cristo y a la Iglesia. Sólo hay una roca sobre la cual vale la pena construir la casa. Esta roca es Cristo. Sólo hay una piedra sobre la cual vale la pena apoyarlo todo. Esta piedra es aquel a quien Cristo dijo: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16, 18). Vosotros, los jóvenes, habéis conocido bien al Pedro de nuestro tiempo. Por eso, no olvidéis que ni aquel Pedro que está observando nuestro encuentro desde la ventana de Dios Padre, ni este Pedro que ahora está delante de vosotros, ni ningún Pedro sucesivo estará nunca contra vosotros, ni contra la construcción de una casa duradera sobre roca. Al contrario, con su corazón y con sus manos os ayudará a construir la vida sobre Cristo y con Cristo.

o   La última palabra de Cristo es una palabra de esperanza

Queridos amigos, meditando en las palabras de Cristo sobre la roca como fundamento adecuado para la casa, no podemos menos de notar que la última palabra es una palabra de esperanza. Jesús dice que, a pesar de la furia de los elementos, la casa no se desplomó, porque estaba fundada sobre roca. Con estas palabras nos infunde una extraordinaria confianza en la fuerza del fundamento, la fe que no teme ser desmentida porque está confirmada por la muerte y resurrección de Cristo. Esta es la fe que, años después, confesará san Pedro en su carta:  "He aquí que coloco en Sión una piedra angular, elegida, preciosa, y el que crea en ella no será confundido" (1 P 2, 6). Ciertamente "no será confundido...".

Queridos jóvenes amigos, el miedo al fracaso a veces puede frenar incluso los sueños más hermosos. Puede paralizar la voluntad e impedir creer que pueda existir una casa construida sobre roca. Puede persuadir de que la nostalgia de la casa es solamente un deseo juvenil y no un proyecto de vida. Como Jesús, decid a este miedo: "¡No puede caer una casa fundada sobre roca!". Como san Pedro, decid a la tentación de la duda: "Quien cree en Cristo, no será confundido". Sed testigos de la esperanza, de la esperanza que no teme construir la casa de la propia vida, porque sabe bien que puede apoyarse en el fundamento que le impedirá caer: Jesucristo, nuestro Señor.

Entremos en el desierto con Jesús
Audiencia General de Papa Francisco
Miércoles de Ceniza, 26 de febrero de 2020 - Catequesis sobre la Cuaresma

Ø Significado espiritual del desierto

v  El desierto es el lugar donde despegarse del trasiego que nos rodea. Es ausencia de palabras, para dejar sitio a otra Palabra, la Palabra de Dios que, como brisa ligera, nos acaricia el corazón

o   En el desierto se escucha la Palabra de Dios que es como un sonido ligero.

§  A Jesús le gustaba retirarse cada a día a lugares desiertos para rezar.
Hoy, Miércoles de Ceniza, iniciamos el camino cuaresmal, camino de 40 días hacia la Pascua, hacia el corazón del año litúrgico y de la fe, y un camino que sigue el de Jesús que, al principio de su ministerio, se retiró durante 40 días a rezar y ayunar, tentado por el diablo, al desierto. Precisamente del significado espiritual del desierto quería hablaros hoy.
¿Qué significa espiritualmente el desierto para todos nosotros, incluso para los que vivimos en la ciudad? ¿Qué significa el desierto? Imaginemos que estamos en un desierto. La primera sensación sería la de encontrarnos envueltos por un gran silencio, sin ruido, salvo el viento y nuestra respiración. Sí, el desierto es el lugar donde despegarse del trasiego que nos rodea. Es ausencia de palabras, para dejar sitio a otra Palabra, la Palabra de Dios que, como brisa ligera, nos acaricia el corazón (cfr. 1Re 19,12). El desierto es el lugar de la Palabra, con mayúscula. De hecho, en la Biblia al Señor le gusta hablarnos del desierto: en el desierto entrega a Moisés las Diez Palabras, los Diez Mandamientos, y cuando el pueblo se aleja de Él, comportándose como una esposa infiel, Dios dice: “Yo la llevaré al desierto y le hablaré a su corazón. Allí me responderá como en los días de su juventud” (Os 2,16-17). En el desierto se escucha la Palabra de Dios que es como un sonido ligero. El Libro de los Reyes dice que la Palabra de Dios es como un hilo de silencio sonoro. En el desierto se recupera la intimidad con Dios, el amor del Señor. A Jesús le gustaba retirarse cada a día a lugares desiertos para rezar (cfr. Lc 5,16). Nos ha enseñado cómo buscar al Padre que nos habla en el silencio. ¡Y no es fácil guardar silencio en el corazón! Porque siempre estamos procurando hablar con los demás, estar con la gente… ¡El silencio en el corazón!

v  La Cuaresma es el tiempo propicio para dejar sitio a la palabra de Dios, el tiempo para apagar la televisión y abrir la Biblia, el tiempo para separarnos del móvil y conectarnos al Evangelio.

o   Como el pan –más que el pan–, necesitamos la Palabra de Dios, nos hace falta hablar con Dios: ¡nos hace falta rezar! Porque solo ante Dios salen a relucir las inclinaciones del corazón y caen las dobleces del alma.

§  Intentemos de nuevo pensar en un desierto. El desierto es el lugar de lo esencial, como he dicho. Miremos nuestras vidas: ¡cuántas cosas inútiles nos rodean, seguimos mil cosas que parecen necesarias y en realidad no lo son!
¡Qué bien nos haría liberarnos de tantas realidades superfluas para redescubrir lo que cuenta, para reencontrar los rostros de quienes están a nuestro lado!
            La Cuaresma es el tiempo propicio para dejar sitio a la palabra de Dios, el tiempo para apagar la televisión y abrir la Biblia, el tiempo para separarnos del móvil y conectarnos al Evangelio. Cuando era niño, no había televisión, pero estaba la costumbre de no escuchar la radio en Cuaresma: el desierto. Es el tiempo para renunciar a palabras inútiles, chismes, habladurías…, y hablarle de tú al Señor. ¡Tiempo para hablar de tú al Señor! El tiempo para dedicarse a una santa ecología del corazón: ¡hacer una limpieza ahí! Vivimos en un ambiente contaminado por una violencia verbal de tantas palabras ofensivas y nocivas que internet amplifica.
            ¡Hoy se insulta como si se dijese: buen día! Estamos sumergidos en palabras vacías, en publicidad, de mensajes tortuosos…, estamos acostumbrados a oírlo todo de todos, y corremos el riesgo de resbalar a una mundanidad que nos atrofia el corazón. ¡Y no hay bypass para curar esto, solo el silencio! Nos cuesta distinguir la voz del Señor que nos habla, la voz de la conciencia, la voz del bien. Jesús, al llamarnos al desierto, nos invita a prestar atención a lo que cuenta, a lo
importante, a lo esencial. Al diablo que lo tentaba respondió: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). Como el pan –más que el pan–, necesitamos la Palabra de Dios, nos hace falta hablar con Dios: ¡nos hace falta rezar! Porque solo ante Dios salen a relucir las inclinaciones del corazón y caen las dobleces del alma. Eso es el desierto, lugar de vida, no de muerte, porque dialogar en el silencio con el Señor nos da la vida.
            Intentemos de nuevo pensar en un desierto. El desierto es el lugar de lo esencial, como he dicho. Miremos nuestras vidas: ¡cuántas cosas inútiles nos rodean, seguimos mil cosas que parecen necesarias y en realidad no lo son! ¡Qué bien nos haría liberarnos de tantas realidades superfluas para redescubrir lo que cuenta, para reencontrar los rostros de quienes están a nuestro lado!

v  También en esto Jesús nos da ejemplo ayunando. Ayunar es saber renunciar a las cosas vanas, a lo superfluo, para ir a lo esencial.

También en esto Jesús nos da ejemplo ayunando. Ayunar es saber renunciar a las cosas
vanas, a lo superfluo, para ir a lo esencial. ¡Ayunar no es solo para adelgazar! Ayunar es precisamente ir a lo esencial, es buscar la belleza de una vida más sencilla.

v  El desierto, finalmente, es el lugar de la soledad.

o   Cerca de nosotros, hay tantos desiertos, muchas personas solas. Son las personas solas y abandonadas.

§  ¡Tantas miradas silenciosas que piden nuestra ayuda! El camino en el desierto cuaresmal es un camino de caridad con quien es más débil.
            El desierto, finalmente, es el lugar de la soledad. También hoy, cerca de nosotros, hay tantos desiertos, muchas personas solas. Son las personas solas y abandonadas. ¡Cuántos pobres y ancianos están a nuestro lado y viven en silencio, sin hacer ruido, marginalizados y descartados! Hablar de ellos no da audiencia, pero el desierto nos conduce a ellos, a cuantos, obligados a callar,
piden en silencio nuestra ayuda. ¡Tantas miradas silenciosas que piden nuestra ayuda! El camino en el desierto cuaresmal es un camino de caridad con quien es más débil.
            Oración, ayuno, obras de misericordia: ese es el camino del desierto cuaresmal. Queridos hermanos y hermanas, con la voz del profeta Isaías, Dios hizo esta promesa –oídla bien–: “hago una cosa nueva, abriré en el desierto una senda” (Is 43,19). En el desierto se abre la senda que nos lleva de la muerte a la vida.

v  Entremos en el desierto con Jesús y saldremos saboreando la Pascua

o   Sucederá en nosotros como en esos desiertos en que florece la primavera, haciendo germinar de repente, de la nada, yemas y plantas.

            Entremos en el desierto con Jesús y saldremos saboreando la Pascua: el poder del amor de Dios que renueva la vida. Sucederá en nosotros como en esos desiertos en que florece la primavera, haciendo germinar de repente, de la nada, yemas y plantas. ¡Ánimo, entremos en este desierto de la Cuaresma, sigamos a Jesús en el desierto! ¡Con Él, nuestros desiertos florecerán! Gracias.



Vida Cristiana

viernes, 6 de marzo de 2020

AUDIENCIA GENERAL DE Papa Francisco Miércoles de Ceniza, 26 de febrero de 2020 - Catequesis sobre la Cuaresma




AUDIENCIA GENERAL DE Papa Francisco
Miércoles de Ceniza, 26 de febrero de 2020 - Catequesis sobre la Cuaresma

SIGNIFICADO ESPIRITUAL DEL DESIERTO

v  El desierto es el lugar donde despegarse del trasiego que nos rodea. Es ausencia de palabras, para dejar sitio a otra Palabra, la Palabra de Dios que, como brisa ligera, nos acaricia el corazón

o   En el desierto se escucha la Palabra de Dios que es como un sonido ligero.

§  A Jesús le gustaba retirarse cada a día a lugares desiertos para rezar.
Hoy, Miércoles de Ceniza, iniciamos el camino cuaresmal, camino de 40 días hacia la Pascua, hacia el corazón del año litúrgico y de la fe, y un camino que sigue el de Jesús que, al principio de su ministerio, se retiró durante 40 días a rezar y ayunar, tentado por el diablo, al desierto. Precisamente del significado espiritual del desierto quería hablaros hoy.
¿Qué significa espiritualmente el desierto para todos nosotros, incluso para los que vivimos en la ciudad? ¿Qué significa el desierto? Imaginemos que estamos en un desierto. La primera sensación sería la de encontrarnos envueltos por un gran silencio, sin ruido, salvo el viento y nuestra respiración. Sí, el desierto es el lugar donde despegarse del trasiego que nos rodea. Es ausencia de palabras, para dejar sitio a otra Palabra, la Palabra de Dios que, como brisa ligera, nos acaricia el corazón (cfr. 1Re 19,12). El desierto es el lugar de la Palabra, con mayúscula. De hecho, en la Biblia al Señor le gusta hablarnos del desierto: en el desierto entrega a Moisés las Diez Palabras, los Diez Mandamientos, y cuando el pueblo se aleja de Él, comportándose como una esposa infiel, Dios dice: “Yo la llevaré al desierto y le hablaré a su corazón. Allí me responderá como en los días de su juventud” (Os 2,16-17). En el desierto se escucha la Palabra de Dios que es como un sonido ligero. El Libro de los Reyes dice que la Palabra de Dios es como un hilo de silencio sonoro. En el desierto se recupera la intimidad con Dios, el amor del Señor. A Jesús le gustaba retirarse cada a día a lugares desiertos para rezar (cfr. Lc 5,16). Nos ha enseñado cómo buscar al Padre que nos habla en el silencio. ¡Y no es fácil guardar silencio en el corazón! Porque siempre estamos procurando
hablar con los demás, estar con la gente… ¡El silencio en el corazón!

v  La Cuaresma es el tiempo propicio para dejar sitio a la palabra de Dios, el tiempo para apagar la televisión y abrir la Biblia, el tiempo para separarnos del móvil y conectarnos al Evangelio.

o   Como el pan –más que el pan–, necesitamos la Palabra de Dios, nos hace falta hablar con Dios: ¡nos hace falta rezar! Porque solo ante Dios salen a relucir las inclinaciones del corazón y caen las dobleces del alma.

§  Intentemos de nuevo pensar en un desierto. El desierto es el lugar de lo esencial, como he dicho. Miremos nuestras vidas: ¡cuántas cosas inútiles nos rodean, seguimos mil cosas que parecen necesarias y en realidad no lo son!
¡Qué bien nos haría liberarnos de tantas realidades superfluas para redescubrir lo que cuenta, para reencontrar los rostros de quienes están a nuestro lado!
            La Cuaresma es el tiempo propicio para dejar sitio a la palabra de Dios, el tiempo para apagar la televisión y abrir la Biblia, el tiempo para separarnos del móvil y conectarnos al Evangelio. Cuando era niño, no había televisión, pero estaba la costumbre de no escuchar la radio en Cuaresma: el desierto. Es el tiempo para renunciar a palabras inútiles, chismes, habladurías…, y hablarle de tú al Señor. ¡Tiempo para hablar de tú al Señor! El tiempo para dedicarse a una santa ecología del corazón: ¡hacer una limpieza ahí! Vivimos en un ambiente contaminado por una violencia verbal de tantas palabras ofensivas y nocivas que internet amplifica.
            ¡Hoy se insulta como si se dijese: buen día! Estamos sumergidos en palabras vacías, en publicidad, de mensajes tortuosos…, estamos acostumbrados a oírlo todo de todos, y corremos el riesgo de resbalar a una mundanidad que nos atrofia el corazón. ¡Y no hay bypass para curar esto, solo el silencio! Nos cuesta distinguir la voz del Señor que nos habla, la voz de la conciencia, la voz del bien. Jesús, al llamarnos al desierto, nos invita a prestar atención a lo que cuenta, a lo
importante, a lo esencial. Al diablo que lo tentaba respondió: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). Como el pan –más que el pan–, necesitamos la Palabra de Dios, nos hace falta hablar con Dios: ¡nos hace falta rezar! Porque solo ante Dios salen a relucir las inclinaciones del corazón y caen las dobleces del alma. Eso es el desierto, lugar de vida, no de muerte, porque dialogar en el silencio con el Señor nos da la vida.
            Intentemos de nuevo pensar en un desierto. El desierto es el lugar de lo esencial, como he dicho. Miremos nuestras vidas: ¡cuántas cosas inútiles nos rodean, seguimos mil cosas que parecen necesarias y en realidad no lo son! ¡Qué bien nos haría liberarnos de tantas realidades superfluas para redescubrir lo que cuenta, para reencontrar los rostros de quienes están a nuestro lado!

v  También en esto Jesús nos da ejemplo ayunando. Ayunar es saber renunciar a las cosas vanas, a lo superfluo, para ir a lo esencial.

También en esto Jesús nos da ejemplo ayunando. Ayunar es saber renunciar a las cosas
vanas, a lo superfluo, para ir a lo esencial. ¡Ayunar no es solo para adelgazar! Ayunar es precisamente ir a lo esencial, es buscar la belleza de una vida más sencilla.

v  El desierto, finalmente, es el lugar de la soledad.

o   Cerca de nosotros, hay tantos desiertos, muchas personas solas. Son las personas solas y abandonadas.

§  ¡Tantas miradas silenciosas que piden nuestra ayuda! El camino en el desierto cuaresmal es un camino de caridad con quien es más débil.
            El desierto, finalmente, es el lugar de la soledad. También hoy, cerca de nosotros, hay tantos desiertos, muchas personas solas. Son las personas solas y abandonadas. ¡Cuántos pobres y ancianos están a nuestro lado y viven en silencio, sin hacer ruido, marginalizados y descartados! Hablar de ellos no da audiencia, pero el desierto nos conduce a ellos, a cuantos, obligados a callar,
piden en silencio nuestra ayuda. ¡Tantas miradas silenciosas que piden nuestra ayuda! El camino en el desierto cuaresmal es un camino de caridad con quien es más débil.
            Oración, ayuno, obras de misericordia: ese es el camino del desierto cuaresmal. Queridos hermanos y hermanas, con la voz del profeta Isaías, Dios hizo esta promesa –oídla bien–: “hago una cosa nueva, abriré en el desierto una senda” (Is 43,19). En el desierto se abre la senda que nos lleva de la muerte a la vida.

v  Entremos en el desierto con Jesús y saldremos saboreando la Pascua

o   Sucederá en nosotros como en esos desiertos en que florece la primavera, haciendo germinar de repente, de la nada, yemas y plantas.

            Entremos en el desierto con Jesús y saldremos saboreando la Pascua: el poder del amor de Dios que renueva la vida. Sucederá en nosotros como en esos desiertos en que florece la primavera, haciendo germinar de repente, de la nada, yemas y plantas. ¡Ánimo, entremos en este desierto de la Cuaresma, sigamos a Jesús en el desierto! ¡Con Él, nuestros desiertos florecerán! Gracias.


Vida Cristiana

jueves, 5 de marzo de 2020

EUTANASIA: Con ocasión del proyecto de ley en España: los expertos alertan que con la nueva ley se cometerán abusos y se caerá en la ilegalidad





EUTANASIA: Con ocasión del proyecto de ley en España: los expertos alertan que con la nueva ley se cometerán abusos y se caerá en la ilegalidad

o  Expertos de la Asociación Española de Bioética hablan con contundencia

Presión a los más «vulnerables», abusos y tendencia a la «ilegalidad»: expertos, sobre la eutanasia

Los expertos alertan que con la nueva ley se cometán abusos y se caerá en la ilegalidad  /Foto- J. Javier Ramos
/Foto- J. Javier Ramos

J.L./ ReL - 14 febrero 2020
Mientras la eutanasia parece avanzar rápidamente su tramitación en el Congreso de los Diputados sin que se haya realizado un debate científico serio ni los promotores de la ley hayan advertido de los riesgos, los expertos en Bioética están alzando su voz para que la ciudadanía conozca qué pasaría en realidad con la legalización de la eutanasia. Los ejemplos de otros países, que tampoco se citaron en el Congreso, pueden ayudar mucho a entenderlo.
Precisamente la Asociación Española de Bioética y Ética Médica (AEBI) ha puesto de manifiesto uno de los puntos más oscuros, y del que no hablan los promotores de la eutanasia. En un comunicado recuerda regular la eutanasia “es una medida injusta, insolidaria y favorecedora de la desigualdad social, en cuanto se convierte en un instrumento de presión frente los más débiles y vulnerables”.
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El peligro de los más "vulnerables"
La conocida como “pendiente resbaladiza” que se ha producido en países como Bélgica y Holanda confirma justamente que lo que empezó para casos muy concretos se fue abriendo hasta llegar a permitir la eutanasia para “las dificultades típicas de la vejez”. Esto a su vez va generando una presión entre las personas más “vulnerables” que serán las que deben justificar por qué vivir. Y la experiencia de casi dos décadas de la ley en estos países dice que habrá personas que debido a esta presión sucumban y no quieran suponer una carga –este es un argumento clave- para su familia o entorno.
Tal y como prosigue el comunicado, esta situación de legalizar la eutanasia en España es más grave si cabe “cuando las instituciones públicas no han puesto de forma completa y suficiente todos los medios sanitarios y sociales para ayudar a los ciudadanos a vivir con dignidad el proceso final de la vida”. Se refieren en esta asociación a los cuidados paliativos.
Por ello, la Asociación Médica Mundial se opone al suicidio asistido y a la eutanasia reiterando que: “la eutanasia, es decir, el acto deliberado de poner fin a la vida de un paciente, aunque sea por voluntad propia o a petición de sus familiares, es contraria a la ética”.
Una clara exposición a los abusos
De este modo, los expertos de AEBI recuerdan que al igual que en otros derechos fundamentales el estado debe legislar protegiendo a los ciudadanos en su derecho a la vida. “Una situación concreta, por muy dramática que sea, y que no representa la situación más frecuente de los enfermos al final de la vida no puede elevarse como norma, máxime si además conlleva consecuencias negativas para el bien común: debilitamiento de la actitud de respeto a la vida de los más débiles y empobrecimiento del quehacer sanitario”, agrega el texto.
Un hecho importante a destacar es que convertir la eutanasia en un derecho “dejaría a muchos ciudadanos expuestos a abusos a pesar de las medidas preventivas que se tomaran en una regulación legal”.
Una inevitable caída a la ilegalidad
Además, la Asociación Española de Bioética insiste en que tal y como ya se ha comprobado en los pocos países del mundo en donde se ha introducido la práctica de la eutanasia bajo la excepcionalidad de aplicarla en casos extremos de sufrimiento insoportable “ésta produce una insensibilización paulatina de los médicos que la practican, terminando por aplicarla en otros casos de enfermos similares pero que no cumplen con esa condición”.  
“La evolución de la ley de la eutanasia acaba tarde o temprano en la ilegalidad al banalizarse las condiciones iniciales bajo las cuales se legalizó”, sentencian desde la AEBI.
Por su parte, el Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia también muestra su oposición a la eutanasia afirmando que “abordar el sufrimiento humano pretendiendo eliminar a las personas que lo padecen es, ante todo, un fracaso del sistema asistencial, pero también de la sociedad moderna que, lejos de suprimir a los débiles y sufrientes, debería dedicarles los mejores esfuerzos y recursos disponibles, precisamente porque son los que más los necesitan. En el estado actual de la medicina y la práctica clínica, estos recursos existen, son eficaces para aliviar el sufrimiento de los enfermos crónicos o terminales y constituyen, a través de los cuidados paliativos de calidad, la herramienta que procura el trato digno que toda persona merece en atención a su inviolable dignidad, máxime cuando padece un estado de dependencia absoluta”.
Más cuidados paliativos y menos eutanasia
Mientras tanto, la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL) y la Asociación Española de Enfermería en Cuidados Paliativos (AECPAL) también han querido entrar al debate y han recordado que “en nuestro entorno, muy pocos países cuentan con leyes como la que se va a debatir en nuestro Parlamento, pero en casi la totalidad de los países europeos existe legislación que pretende garantizar unos cuidados paliativos de calidad”.
En definitiva, el comunicado señala que son leyes como las de cuidados paliativos las que de verdad “muestra la preocupación de sociedades modernas y progresistas ante el sufrimiento de sus conciudadanos más vulnerables”.
As su juicio, el proyecto de ley de la eutanasia “afronta el sufrimiento extremo de aquellas personas que prefieren dar por finalizada su vida y, en cambio, obvia el de aquellos ciudadanos que piden vivir de forma digna esta etapa con el mayor apoyo posible para paliar ese sufrimiento”.


Vida Cristiana

Proyecto de ley sobre la eutanasia en España marzo de 2020



Proyecto de ley sobre la eutanasia en España marzo de 2020

«Matemos el dolor, no matemos al enfermo»,
la carta del obispo Demetrio contra la ley de eutanasia

El obispo de Córdoba ha dedicado su carta dominical a la ley de la eutanasia que se está tramitando en España

El obispo de Córdoba ha dedicado su carta dominical a la ley de la eutanasia que se está tramitando en España

ReL -  05 marzo 2020
El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, ha querido dedicar su carta del próximo domingo al proyecto de ley de eutanasia que se está tramitando en España. El prelado recuerda de manera clara que esta normativa es “un nuevo ataque a la dignidad de la persona” y “una nueva actuación de la cultura de la muerte”.
Monseñor Fernández recalca que la nueva pretende reconocer el “derecho” que “toda persona con una enfermedad irreversible tiene a  eliminar esa situación, eliminando su vida”.
La eutanasia consiste en poner fin a la vida de un paciente, y hacerlo deliberadamente, o con una sustancia letal o dejando de administrarle los cuidados ordinarios para sobrevivir. El objetivo de la eutanasia es poner fin al sufrimiento. Y el suicidio asistido consiste en proporcionar al enfermo a petición propia los medios necesarios para que se consume el suicidio”, explica el obispo de Córdoba en su carta.
"A nadie le está permitido matar a otro"
Por ello, don Demetrio considera que “la atención al enfermo, por muy extrema que sea su situación y por muy altos que sean sus dolores, ha de estar inspirada por el amor a la persona, por el respeto a su dignidad humana, por el amor a la vida en toda circunstancia, y especialmente cuando esa vida es débil y vulnerable. A nadie le está permitido matar a otro por ninguna razón”.
“En estos casos –agrega- se argumenta que la compasión ‘para que no sufra’ permitiría acabar con su vida, pero con la ayuda de la ciencia, hoy es posible mitigar e incluso eliminar del todo el dolor sin necesidad de eliminar la vida de la persona. Eso se llama cuidados paliativos”.
Aplicar los cuidados paliativos
De este modo, el obispo pide: “Matemos, por tanto, el dolor, pero respetemos la persona, respetemos la vida, porque la vida es un don de Dios y nadie puede disponer de la vida ni en su comienzo ni en su final”.
Además, recuerda que  “en los cuidados paliativos es legítimo aplicar la sedación paliativa, donde se administran bajo control médico fármacos que eliminan el dolor. En este campo la ciencia ha avanzado notablemente, y la ciencia en este caso trabaja en favor del hombre”.
Demetrio insiste en que más que una ley de eutanasia lo urgente es  llegar a todos los que necesiten tales cuidados paliativos.
"No matemos al enfermo"
Por otro lado, también quiso dejar claro que  “no se trata de prolongar la vida indefinidamente y a toda costa, empleando medios desproporcionados para mantener esa vida al precio que sea. Se puede caer por este camino en el encarnizamiento terapéutico, que en definitiva alarga el sufrimiento que padece el enfermo y quienes le rodean. Dejemos que la persona muera en su momento, sin que le falten los medios ordinarios, pero sin necesidad de recurrir a medios extraordinarios para prolongar aquello sea como sea. En definitiva, Dios nos ha enseñado a amar la vida, pero no hemos de temer la muerte”.
“A nadie le está permitido matar a nadie, ni siquiera por la compasión de suprimir el dolor. Matemos el dolor, no matemos al enfermo”, concluye la carta el obispo de Córdoba.



Vida Cristiana

2º Cuaresma A 2020 – 8 de marzo de 2020




[Chiesa/Omelie1/Quaresima/2A20CuaresmaJesucristoTransfiguraciónEscuchadloFortalezaFeApóstoles]

Ø Domingo 2º de Cuaresma (2020), Año A. La Transfiguración de Cristo tiene por finalidad fortalecer la fe de los apóstoles ante la proximidad de la Pasión. Nosotros debemos buscar el rostro de Cristo para ser fortalecidos en las pruebas de la vida. Para llegar a la madurez en la fe, paso a paso, también a través del amor y de la fatiga, de la donación, del morir a nosotros mismos. El Señor puede contar con  tiempos largos. En el centro de nuestra fe, de nuestra liturgia, de nuestra espiritualidad, debe  brillar por encima de todos y de todas las cosas, el rostro de Cristo: él debe  ofuscar las «devocionalismos fáciles», debe confundir las degeneraciones de las diversas sectas, debe  llevar lejos del oscuro abismo de las supersticiones”.


v  Cfr. 2º Cuaresma A 2020 – 8 de  marzo de 2020

Mateo 17, 1-9 (La Transfiguración); Génesis 12, 1-4a; 2 Tm 1, 8b-10


Este es mi Hijo amado: escuchadle

Mateo 17, 1-9: 1 Seis días después [de la primera predición de su Pasión] , Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a un monte alto. 2 Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. 3 Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. 4 Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: -«Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» 5 Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: -«Éste es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido: escuchadle.» 6 Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: -«Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

 

1. Explicación del episodio de la transfiguración (Mt 17, 1-9).


v  La Transfiguración de Cristo tiene por finalidad fortalecer la fe de los apóstoles ante la proximidad de la Pasión.


a  Catecismo de la Iglesia Católica:  la Transfiguración de Cristo tiene por finalidad fortalecer la fe de los apóstoles ante la proximidad de la Pasión.
- n. 568: “La Transfiguración de Cristo tiene por finalidad fortalecer la fe de los apóstoles ante la proximidad de la Pasión: la subida a un «monte alto» prepara la subida al Calvario. Cristo, Cabeza de la Iglesia, manifiesta lo que su cuerpo contiene e irradia en los sacramentos: «la esperanza de la gloria» (Colosenses1, 27). (Cf  S. León Magno, serm. 51, 3)”.
Jesús muestra su gloria divina por un instante
-  n. 555: Por un instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de  Pedro.
Muestra también que para «entrar en su gloria» (Lucas 24, 26), es necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la gloria de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos del Mesías (Cf Lucas 24, 27). La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como siervo de Dios (Cf Is 42, 1). La nube indica la presencia del Espíritu Santo: «Apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube luminosa» (S. Tomás de A., s. th. 3, 45, 4, ad 2).

b Algunos discípulos se desconciertan ante el anuncio de Jesús sobre su pasión y muerte, y ese desconcierto desaparece cuando participan en la Transfguración.
-          El episodio es narrado también por Marcos (9, 2-13) y por Lucas (9,28-36). Y también habla de él San
Pedro en su segunda carta (1, 16-18). Mateo coloca su narración del episodio entre los dos anuncios de la Pasión por parte del Señor (16, 21-23 y 17, 22-23). Sabemos por el Evangelio que algunos de los discípulos se sintieron desconcertados y desanimados ante el anuncio  que había hecho Jesús sobre su  pasión y muerte, antes del episodio de la Transfiguración. Ese desánimo desaparece cuando participan en la Transfiguración: la Luz de la Gloria les confirmó  que Jesús era el Salvador, el Cristo, el Mesías. La Transfiguración es un anticipo de la Resurrección.

c La reacción de Pedro ante el anuncio de la Pasión del Señor
-          Recordemos la reacción de S. Pedro ante el primer anuncio de la Pasión del Señor (16, 21-23): «21
Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y padecer mucho por causa  de los ancianos, de los príncipes de los  sacerdotes y de los escribas, y ser llevado a muerte y resucitar al tercer día. 22 Pedro, tomándolo aparte, se puso a reprenderle diciendo: «¡Dios te libre, Señor! ¡De ningún modo ocurrirá eso!» 23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Apártate de mí, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque no sientes las cosas de Dios sino la de los hombres.  

-          De los sermones de S. León Magno (400-461), papa (Sermón 51, 3-4.8: PL 54, 312-311.313). Sin
Duda esta transfiguración tenía sobre todo la finalidad de quitar del corazón de los discípulos el escándalo de la cruz,  a fin de que la humillación de la pasión voluntariamente aceptada no perturbara la fe de aquellos a quienes había sido revelada la excelencia de la dignidad oculta. Más, con igual providencia, daba al mismo tiempo un fundamento a la esperanza de la Iglesia, ya que todo el cuerpo de Cristo pudo conocer la transformación con que él también sería enriquecido, y todos sus miembros cobraron la esperanza de participar en el honor que había resplandecido en la cabeza.

e  La Transfiguración es uno de los misterios de Luz del Rosario.
-          Juan Pablo II, en su último documento sobre el Rosario [1], propone la Transfiguración del Señor
como uno de los misterios de Luz, y resalta la misma finalidad del Catecismo, es decir, que los discípulos  se dispongan con la Transfiguración a vivir con Él el momento doloroso de la Pasión: “Misterio de luz por excelencia es la Transfiguración, que según la tradición tuvo lugar en el Monte Tabor. La gloria de la Divinidad resplandece en el rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita ante los apóstoles extasiados para que lo « escuchen » (cf. Lc 9, 35 par.) y se dispongan a vivir con Él el momento doloroso de la Pasión, a fin de llegar con Él a la alegría de la Resurrección y a una vida transfigurada por el Espíritu Santo” (n. 21).

f  Jesús quiere hacer entender a sus discípulos que su Pasión no será la realidad última de su vida en la tierra, sino una etapa para llegar a la gloria de la Resurrección.
-          Con el hecho extraordinario de la Transfiguración, Jesús quiere hacer entender a sus discípulos que su
Pasión no será la realidad última de su vida en la tierra, sino una etapa para llegar a la gloria de la Resurrección. Por ello manifiesta a los discípulos que fueron con El al monte, el  misterio de su identidad  y de su gloria. Quiere prevenirlos y fortalecerlos  en la fe. A través del hecho de la transfiguración podían vislumbrar su gloria después de la resurrección.  Prefacio Cuaresma 2º domingo: “Porque Cristo nuestro Señor, después de anunciar su muerte a los discípulos,  les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria, para testimoniar, de acuerdo con le ley y los profetas, que la pasión es el camino de la resurrección”. 

v  En la Transfiguración Jesús se presenta de un modo diverso.   

Con el término «transfiguración» se quiere decir que Jesús se presenta de modo diverso,
transfigurado, es decir, más allá (trans) de su aspecto habitual. Ante la imposibilidad de expresar con palabras los hechos, las sensaciones, las emociones y los sentimientos sobre el hecho acaecido, el evangelista recurre a imágenes: el rostro de Jesús “se puso resplandeciente como el sol”, y sus vestidos  se pusieron  “blancos como la luz”. La presentación que se hace, recuerda a Moisés quien se encuentra con Dios (en un monte, el Sinaí) en medio de la nube (Ex 24, 15-18), que baja del monte con la piel de su rostro radiante (cfr. Ex 34, 29). La luz es símbolo de la presencia divina. La transfiguración es manifestación de la divinidad, que habitualmente estaba escondida detrás de su humanidad.

o   Por qué Jesús les ordena que no cuenten a nadie ese episodio.

            Nos encontramos también con la recomendación que el Señor hace a sus discípulos después de la transfiguración: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos». Es como una orden que encontramos frecuentemente en el Evangelio después de algún milagro ... Esta actitud de Jesús ha sido interpretada como un modo de evitar una publicidad superficial con el riesgo de un malentendido por lo que se refiere a los milagros: no sólo porque Jesús no quería ser exaltado como un mesías político (recordemos que alguna vez después  de un milagro querían hacerlo rey),  sino también porque no quería ser confundido con un curandero o  brujo; pero, sobre todo, porque  en el desarrollo de su misión había etapas, y, una de ellas, era ciertamente el paso por la cruz: esto es lo que dice el Señor a los discípulos de Emaus: «¡Necios y torpes de corazón para creer todo lo que anunciaron los Profetas! ¿No era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y así entrara en su gloria?» (Lc 24,26).

o   La explicación que da San Pedro en su segunda Carta.

            S. Pedro en su segunda carta se refiere al hecho de la transfiguración, diciendo que fue testigo que vio con sus ojos “la majestad de Cristo”, “que recibió de Dios Padre honor y gloria”. 2 Pedro 1, 16-19: “Os hemos dado a conocer el poder de la venida de nuestro Señor Jesucristo, nos siguiendo fábulas ingeniosas, sino después de haber visto con nuestros propios ojos su majestad. Porque recibió de Dios Padre honor y gloria, cuando la sublime gloria le dirigió esta voz: «Este es mi Hijo muy amado en quien me complazco». Nosotros mismos escuchamos esta voz, venida del cielo, estando con él en el monte santo. Y tenemos así mejor confirmada la palabra de los profetas, a la que hacéis bien en prestar atención como a una lámpara que alumbra en la oscuridad, hasta que alboree el día y el lucero de la mañana amanezca en vuestros corazones”.

o   Aplicación a nuestra vida cristiana: debemos pasar por la cruz para llegar con Jesús a participar de su gloria.

            a)  cfr. Maisa Milazzo, Omelie-temi di predicazione, 30 Nuova serie, Ciclo A, p. 37.Sucede lo mismo en nuestra vida cristiana: nos podemos perder en la búsqueda de soluciones mágicas o adivinanzas, o bien buscando métodos de persuasión, como si la evangelización fuese una cuestión de marketing, sin apreciar la madurez en la fe, paso a paso, también a través del amor y de la fatiga, de la donación, del morir a nosotros mismos. El Señor puede contar con  tiempos largos ... 
            b)  De los Sermones de S. León Magno, ibidem: “A este respecto, el mismo Señor había dicho, refiriéndose a la majestad de su advenimiento: Los santos brillarán entonces como el sol en el reino de su Padre (Mt 13,43). Y el apóstol san Pablo afirma lo mismo, cuando dice: Considero que los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá (Rm 8,18); y también: Porque habéis muerto y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios: cuando se manifieste Cristo, que es vuestra vida, os manifestaréis también vosotros con él revestidos de gloria (Col 3, 3.4).”

2. Éste es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido: escuchadle (v. 5 del Evangelio)


v  En el centro de la fe, de la liturgia y de la espiritualidad, debe brillar el rostro de Cristo.

Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture, Anno A, Piemme 1995, p. 69. “En el Evangelio esta voz resuena con las mismas palabras en tres escenas, dispuestas simétricamente de modo que constituyen como un hilo conductor narrativo en la existencia terrena de Cristo. Al inicio (Mt 3), en el bautismo, cuando la voz celeste proclama la misma declaración sobre Cristo inmerso en las aguas del Jordán. En el centro del camino terreno de Jesús, en la Transfiguración, la voz  confirma el misterio que se oculta en el hombre Jesús, residente en Nazaret y predicador ambulante por los caminos de Palestina. Al final del Evangelio, cuando Cristo es elevado en la cruz delante del mundo, un centurión romano será quien proclame el verdadero secreto de Jesús que había sido anunciado antes desde el cielo: «En verdad éste era Hijo de Dios» (Mt 27,54). Por tanto, esa voz contiene el Credo que  Dios nos revela y que la Iglesia profesa. En el centro de nuestra fe, de nuestra liturgia, de nuestra espiritualidad, debe  brillar por encima de todos y de todas las cosas, el rostro de Cristo: él debe  ofuscar las «devocionalismos fáciles», debe confundir las degeneraciones de las diversas sectas, debe llevar lejos del oscuro abismo de las supersticiones”.

o   La contemplación del rostro de Cristo en la Escritura: el testimonio de los Evangelios es una visión de fe basada en un testimonio histórico preciso

Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo millennio ineunte, 6 enero 2001, n. 17: La contemplación del rostro de Cristo se centra sobre todo en lo que de él dice la Sagrada Escritura que, desde el principio hasta el final, está impregnada de este misterio, señalado oscuramente en el Antiguo Testamento y revelado plenamente en el Nuevo, hasta el punto que san Jerónimo afirma con vigor: « Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo mismo » (« Ignoratio enim Scripturarum ignoratio Christi est »: Comm. in Is., Prol.: PL 24, 17).  Teniendo como fundamento la Escritura, nos abrimos a la acción del Espíritu (cf. Jn 15,26), que es el origen de aquellos escritos, y, a la vez, al testimonio de los Apóstoles (cf. ibíd., 27), que tuvieron la experiencia viva de Cristo, la Palabra de vida, lo vieron con sus ojos, lo escucharon con sus oídos y lo tocaron con sus manos (cf. 1 Jn 1,1).
Lo que nos ha llegado por medio de ellos es una visión de fe, basada en un testimonio histórico preciso. Es un testimonio verdadero que los Evangelios, no obstante su compleja redacción y con una intención primordialmente catequética, nos transmitieron de una manera plenamente comprensible (Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 19). 

v  A Jesús se llega por la fe. Es necesaria una gracia de « revelación » que viene del Padre. A la contemplación plena del rostro del Señor no llegamos sólo con nuestras fuerzas, sino dejándonos guiar por la gracia.

o   Sólo la experiencia del silencio y de la oración ofrece el horizonte adecuado en el que puede madurar y desarrollarse el conocimiento más auténtico, fiel y coherente, de aquel misterio

Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo millennio ineunte, 6 enero 2001, nn. 19-20: 19 A Jesús no se llega verdaderamente más que por la fe, a través de un camino cuyas etapas nos presenta el Evangelio en la bien conocida escena de Cesarea de Filipo (cf. Mt 16,13-20). A los discípulos, como haciendo un primer balance de su misión, Jesús les pregunta quién dice la « gente » que es él, recibiendo como respuesta: « Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas » (Mt 16,14). Respuesta elevada, pero distante aún —¡y cuánto!— de la verdad. El pueblo llega a entrever la dimensión religiosa realmente excepcional de este rabbí que habla de manera fascinante, pero que no consigue encuadrarlo entre los hombres de Dios que marcaron la historia de Israel. En realidad, ¡Jesús es muy distinto! Es precisamente este ulterior grado de conocimiento, que atañe al nivel profundo de su persona, lo que él espera de los « suyos »: « Y vosotros ¿quién decís que soy yo? » (Mt 16,15). Sólo la fe profesada por Pedro, y con él por la Iglesia de todos los tiempos, llega realmente al corazón, yendo a la profundidad del misterio: « Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo » (Mt 16,16).
20. ¿Cómo llegó Pedro a esta fe? ¿Y qué se nos pide a nosotros si queremos seguir de modo cada vez más convencido sus pasos? Mateo nos da una indicación clarificadora en las palabras con que Jesús acoge la confesión de Pedro: « No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos » (16,17). La expresión « carne y sangre » evoca al hombre y el modo común de conocer. Esto, en el caso de Jesús, no basta. Es necesaria una gracia de « revelación » que viene del Padre (cf. ibíd.). Lucas nos ofrece un dato que sigue la misma dirección, haciendo notar que este diálogo con los discípulos se desarrolló mientras Jesús « estaba orando a solas » (Lc 9,18). Ambas indicaciones nos hacen tomar conciencia del hecho de que a la contemplación plena del rostro del Señor no llegamos sólo con nuestras fuerzas, sino dejándonos guiar por la gracia. Sólo la experiencia del silencio y de la oración ofrece el horizonte adecuado en el que puede madurar y desarrollarse el conocimiento más auténtico, fiel y coherente, de aquel misterio, que tiene su expresión culminante en la solemne proclamación del evangelista Juan: « Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad » (Jn 1,14).

v  Un programa para nuestra vida: Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia.

Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo millennio ineunte, 6 enero 2001, n 29: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo » (Mt 28,20). Esta certeza, queridos hermanos y hermanas, ha acompañado a la Iglesia durante dos milenios y se ha avivado ahora en nuestros corazones por la celebración del Jubileo. De ella debemos sacar un renovado impulso en la vida cristiana, haciendo que sea, además, la fuerza inspiradora de nuestro camino. Conscientes de esta presencia del Resucitado entre nosotros, nos planteamos hoy la pregunta dirigida a Pedro en Jerusalén, inmediatamente después de su discurso de Pentecostés: « ¿Qué hemos de hacer, hermanos? » (Hch 2,37).
Nos lo preguntamos con confiado optimismo, aunque sin minusvalorar los problemas. No nos satisface ciertamente la ingenua convicción de que haya una fórmula mágica para los grandes desafíos de nuestro tiempo. No, no será una fórmula lo que nos salve, pero sí una Persona y la certeza que ella nos infunde: ¡Yo estoy con  vosotros!
No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste. Es un programa que no cambia al variar los tiempos y las culturas, aunque tiene cuenta del tiempo y de la cultura para un verdadero diálogo y una comunicación eficaz».  

3. Joseph Ratzinger – Benedicto XVI, Jesús de Nazaret: ¡Escuchadlo!  pp. 368-369


o   La nube indicaba la presencia de Dios

Teniendo en cuenta esta panorámica, volvamos de nuevo al relato de la transfiguración. «Se formó una nube que los cubrió y una voz salió de la nube: Este es mi Hijo amado; escuchadlo» (Mc9, 7). La nube sagrada, es el signo de la presencia de Dios mismo, la shekiná. La nube sobre la tienda del encuentro indicaba la presencia de Dios. Jesús es la tienda sagrada sobre la que está la nube de la presencia de Dios y desde la cual cubre ahora «con su sombra» también a los demás. Se repite la escena del bautismo de Jesús, cuando el Padre mismo proclama desde la nube a Jesús como Hijo: «Tú eres mi Hijo amado, mi preferido» (Mc 1, 11).

o   Un imperativo: ¡escuchadlo!, porque Jesús es la Torà misma [2], la misma palabra divina, la Torá viviente.

Pero a esta proclamación solemne de la dignidad filial se añade ahora el imperativo: «Escuchadlo». Aquí se aprecia de nuevo claramente la relación con la subida de Moisés al Sinaí que hemos visto al principio como trasfondo de la historia de la transfiguración. Moisés recibió en el monte la Torá, la palabra con la enseñanza de Dios. Ahora se nos dice, con referencia a Jesús: «Escuchadlo». Hartmut Gese comenta esta escena de un modo bastante acertado: «Jesús se ha convertido en la misma Palabra divina de la revelación. Los Evangelios no pueden expresarlo más claro y con mayor autoridad: Jesús es la Torá misma» (p. 81). Con esto concluye la aparición: su sentido más profundo queda recogido en esta única palabra. Los discípulos tienen que volver a descender con Jesús y aprender siempre de nuevo: «Escuchadlo».
(...)  En el monte experimentan que Jesús mismo es la Torá viviente, toda la Palabra de Dios. En el monte ven el «poder» (dýnamis) del reino que llega en Cristo.

4. Benedicto XVI, Mensaje para la Cuaresma 2011

o   El Evangelio de la Transfiguración del Señor: es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hebreos 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.

·         El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que
anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mateo 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hebreos 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.


Vida Cristiana




[1] Carta Apostólica «Rosarium Virginis Mariae», 16 octubre 2002
[2] Se llama Pentateuco al conjunto de los cinco primeros libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Los judíos (y también con frecuencia los cristianos) dan a esta obra en cinco partes el nombre de “La Ley” de Moisés, que en hebreo es ha-Torah. Fundamentalmente muestra cómo Dios actuó en la historia humana haciendo que surgiera el pueblo de Israel y enseña como la respuesta que éste debía dar a Dios. Por tanto, se presenta como el fundamento de la fe y de la religión de Israel. Esta Ley es, como enseña san Pablo, el pedagogo que nos lleva a Cristo (cfr. Ga 3, 24-25).    “Del Mesías se esperaba que trajera una nueva Torá, su Torá”.  “La «Torá del Mesías» es totalmente nueva, diferente, pero precisamente por eso «da cumplimiento» a la Torá de Moisés”, etc. (vid. Passim “Jesús de Nazaret).

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