sábado, 14 de enero de 2017

2015/05/24 - Domingo de Pentecostés

Monseñor Agrelo (Arzobispo de Tánger)
DOMINGO DE PENTECOSTÉS



24 de Mayo del 2015





El Espíritu y la esposa dicen: ¡Ven!”

A todos vosotros, amados del Señor: Paz y Bien.

Llega con sus lenguas de fuego la celebración anual de Pentecostés y se cierra el tiempo de Pascua. La Iglesia, bautizada en el Espíritu, sale a los caminos del hombre para llevar a todos, con la gracia del evangelio, el don de la vida eterna.

Sopla el viento de la vida:

Aquella noche, la última de Jesús con sus discípulos, las palabras, también las de la oración, se arenaban en calas de tristeza. Pero eran palabras semilla que llevaban dentro la eternidad de la vida: “Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo” .

Tus palabras, Jesús, se nos quedan dispersas en el alma, ecos entrañables de un diálogo celeste, palabras tuyas y del Padre, de Dios para Dios, misterios que nos sobrepasan. Pero no hablabas del Padre y de ti, sino de los tuyos, de los suyos, de tu Iglesia, de nosotros; hablabas de vida y de conocimiento, hablabas de vida eterna, vida verdadera, la sola a la que el nombre conviene en plenitud, la vida que es conocer al Padre y conocerte a Ti.

Conocer… La vida es conocer. El que a nosotros nos llamó amigos, a sí mismo se llamó vida, y de ambos nombres se entiende la razón: “a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer”. Ese conocimiento es vida celeste, entiéndase verdadera, eterna, perfecta; por eso, para ti que crees, Jesús, el que te da el conocimiento del Padre, es la Vida.

Ese conocimiento, que es vida, sólo puede ser espiritual: echará raíces en las arenas de nuestro desierto sólo cuando el Espíritu Santo nos lo enseñe todo y nos recuerde todo lo que Jesús nos dijo.

Tú necesitas conocer para vivir, y el Espíritu de Dios es el maestro que viene a ti para enseñarte. No dejes de escuchar su voz, y no dejarás de aprender a Cristo Jesús, no dejarás de transformarte en Cristo Jesús, no dejarás que se apague en ti la llama divina de la vida eterna.

Se enciende el fuego del amor:

Si has conocido al Padre y a Jesucristo, si has conocido a Dios, no pienses que has añadido un saber a los que ya tenías, pues aquí se trata, no de saber más, sino de ser cada vez más lo que se va sabiendo.

Si aprendes a Dios, es que Dios vive en ti y tú vives en él. Si aprendes a Cristo el Señor, también tú podrás decir con el apóstol: “Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí” .

Pero, ¿cómo puedes vivir en Dios y puede Cristo vivir en ti? La fe te sugiere que esa posibilidad tendrá que ver con el amor, pues “el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios… porque Dios es amor” . El que ama, ése conoce; con todo, me pregunto todavía: ¿cómo puedes amar para conocer si no conoces para amar? No puedes, ¿verdad? ¡No podemos!

Pero el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” . El amor es don que se te hace para que conozcas, y conociendo vivas, y de ese modo Cristo viva en ti.

Hoy es la fiesta del Espíritu que se nos ha dado para que encienda en el corazón de los fieles el fuego del amor que arde en el seno de Dios.

Dios es amor: lo es en Dios y lo es en ti.

Ahora ya puedes entonar tu salmo personal, tu cantar de los cantares, tu alabanza al que te ama: “Bendice, alma mía al Señor. ¡Dios mío, qué grande eres! Que le sea agradable mi poema, y yo me alegre con el Señor.”

Espíritu de comunión:

A la humanidad, agitada desde el hombre viejo por un espíritu de división, el hombre nuevo, Cristo Jesús, le ofrece un Espíritu de comunión.

Ese Espíritu no se nos ha dado para esconderlo bajo la tierra de nuestros miedos, sino que su poder se ha de manifestar en cada uno de nosotros para el bien de todos.

En ese único Espíritu hemos sido bautizados todos para formar un solo cuerpo.

Ahora, bajo la acción del Espíritu, ya puedes decir con todos: “Jesús es el Señor”, y las palabras de tu oración serán a un tiempo profesión de fe, grito de esperanza, declaración de amor.

Ahora puedes decir con todos: “¡Abba, Padre!”, y las palabras serán reconocimiento de tu condición filial, memoria de tu libertad, descanso del alma, prenda de gloria.

Ahora, con el Espíritu, preparas el pan de la Eucaristía, comes de lo que has preparado, y, para perderte en el que amas, te dispones a ser transformada en lo que has comido, en Cristo.

Ahora, Iglesia de Dios, deja que resuene en tu corazón el anhelo del mundo: “El Espíritu y la esposa dicen: ¡Ven! Y quien lo oiga, diga: «¡Ven!» … ¡Ven, Señor Jesús!”.

Siempre en el corazón Cristo.

+ Fr. Santiago Agrelo Martínez

Arzobispo de Tánger

2015/05/17 - Domingo de la Ascensión

Monseñor Agrelo (Arzobispo de Tánger)
DOMINGO DE LA ASCENSIÓN



17 de Mayo del 2015









Llevados al cielo

Nos disponemos a celebrar la fiesta de la Ascensión del Señor. La fe intuye que el mundo fue creado para el misterio de este día, para hacer posible este día de Jesús, este día de la humanidad, este día de Dios.

El evangelista, como quien guarda la inmensidad del océano en un hoyo de la playa, encerró en la humildad de unas pocas palabras la gloria de la Ascensión del Señor: “Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios”.

La memoria de este misterio de gracia y de gloria te da palabras de eucaristía: “En verdad, es nuestro deber y salvación darte gracias, Señor, Padre santo, porque Jesús ha ascendido hoy a lo más alto del cielo… allí ha querido precedernos… para que vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino”.

Considera, Iglesia de Cristo, cuál es tu destino, pues hoy se te concede contemplar abiertas para quien es nuestra cabeza, para quienes somos su cuerpo y para la creación entera las puertas del cielo.

Dios te ama hasta dar la vida para elevarte con él, por elevarte hasta él.

De ese amor que te diviniza es sacramento el Cuerpo de Cristo que recibes en comunión. Si comulgas, crees que viene a ti tu Señor, y confiesas también que entras con tu Señor en el cielo, pues no se queda él en ti sin que tú te quedes en él.

Feliz comunión, feliz ascensión con Cristo Jesús.

viernes, 13 de enero de 2017

2015/05/10 - VI Domingo de Pascua

Monseñor Agrelo (Arzobispo de Tánger)
VI DOMINGO DE PASCUA



10 de Mayo del 2015









La noche es clara como el día

Tal vez por el sufrimiento multiplicado de los pobres, tal vez por la indiferencia arrogante de la injusticia, tal vez porque la oscuridad del no saber se cierne sobre las certezas de la fe, tal vez porque Dios es Dios y el corazón sólo alcanza a conocer el vértigo de desearlo, tal vez sólo porque yo soy polvo y la finitud, la muerte, como una sombra, se mueve inseparable de mis pasos, tal vez por todo ello, las palabras de la revelación atraviesan como espada de fuego el corazón de esa noche: “Dios es amor”.

Si amas y te preguntan de dónde vienes, tú les podrás decir: vengo del amor; si te preguntan a dónde vas, tú les dirás que vas al amor; y si te preguntan dónde vives, tú les dirás: vivo en el amor.

Si amas, inseparable de tus pasos, y no porque sea tu sombra, sino porque será todo tu ser, irá el amor que es Dios.

Si amas, el amor irá diciendo que has nacido de Dios, que lo conoces, que él te habita, y que tú permaneces en él.

En el corazón de tu noche se encienden hoy las palabras del evangelio. Te lo dice el testigo del amor más grande, el que se ha encarnado para servirte, el que se ha arrodillado a tus pies para lavarlos: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo: permaneced en mi amor”. Te lo dice el que ha entrado en la oscuridad gloriosa de su hora: “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado”. Te lo dice el que conoce más de cerca el vértigo del sufrimiento, de la indiferencia, de la injusticia, del abandono: “Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud”.


Feliz domingo, Iglesia cuerpo de Cristo; feliz comunión con tu Señor, con el que te ama como él es amado por el Padre, con el que viene a ti para que tú vivas en su alegría, con el que irrumpe en tu noche para ser tu día, para ser tu gloria, para ser tu cielo.

2015/05/03 - V Domingo de Pascua

Monseñor Agrelo (Arzobispo de Tánger)
V DOMINGO DE PASCUA



3 de Mayo del 2015










Soñé que me quedaba en ti

Soñé que me quedaba en ti, mi Señor resucitado, como el sarmiento en la vid, como el amado en quien lo ama. Soñé que moraba en ti, que era bautizado en tu muerte, que me ungía tu Espíritu, y que contigo entraba resucitado en la vida de Dios. Soñé que en ti me perdía, hijo en el Hijo, y que allí me alcanzaba y me poseía el amor con que tú eres amado. Soñé que para mí no quería otro sueño, otra dicha, otra recompensa, otro cielo que no fueses tú.

Y tú, viniendo a mí, has hecho realidad lo que habías hecho deseo dentro de mí, pues yo permanezco en ti cuando guardo en mí tu palabra, cuando recibo el admirable sacramento de tu cuerpo y de tu sangre, cuando me visitas en los pobres que tu misericordia me ha permitido asistir.

Abre tus ojos, Iglesia de Cristo, y reconoce en medio de ti la presencia de tu Señor. El lector la recordará proclamando: ¡Palabra de Dios! El que preside la evocará mientras te dice: ¡Cuerpo de Cristo! Y el Espíritu de Jesús te alertará cuando se cruce contigo tu hermano necesitado.

No te sorprendas si a tu Señor lo encuentras pobre, magullado y roto, abandonado en el camino, echado al borde de una esperanza; no te sorprendas si lo ves emigrante, en las cunetas de la vida, que mendiga unas migajas de justicia y de pan, un puñado de arroz y de futuro; no te sorprendas si lo ves niño dormido en tus brazos: tú serás para él un lugar de ternura compasiva, y él será para ti el lugar de la salvación.




Tu palabra, Señor, y tu cuerpo, la eucaristía y los pobres, hacen realidad en tu Iglesia el cielo que le has concedido soñar.

jueves, 12 de enero de 2017

2015/04/012 - II Domingo de Pascua

Monseñor Agrelo (Arzobispo de Tánger)
II DOMINGO DE PASCUA



12 de Abril del 2015







¡Señor mío y Dios mío!:

La noche de Pascua trajo el evangelio más sorprendente: “No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado”. Antes de que el incienso subiese a lo alto de nuestras iglesias, la oración de la fe subía agradecida a lo alto del cielo, a lo más íntimo de nosotros mismos, a la morada santa del Dios de nuestra salvación. Antes de que la luz inundase de claridad nuestra asamblea, el alma se iluminó de esperanza, de alegría y de paz. Antes de que el Resucitado nos recibiera en comunión sacramental, nuestra fe lo había recibido en comunión espiritual, y sabíamos que, por la fe, era nuestro lo que admirábamos en él, pues nuestra era la humanidad en él resucitada, nuestra su gloria, nuestra su vida.

Ahora aprendemos a discernir su presencia en medio de nosotros. Otro le dará voz, pero hoy será él quien te hable, será él quien te abrace con su paz, será él quien te regale con su Espíritu, será él quien pronuncie contigo tu acción de gracias, será él quien resucitado se te entregue en el pan de la bendición, será él el corazón de la palabra que proclames, será él la verdad de los ritos que celebres, será él el corazón y la verdad de tu confesión: “¡Señor mío y Dios mío!”.

Cristo ha resucitado, y hoy nos encontramos con él en nuestra Eucaristía.




Feliz domingo. Feliz Pascua de resurrección.

2015/04/26 - IV Domingo de Pascua

Monseñor Agrelo (Arzobispo de Tánger)
II DOMINGO DE PASCUA



26 de Abril del 2015









La voz de una madre

Lo has oído en el evangelio: “Yo soy el buen pastor, que da su vida por sus ovejas”. Oyéndolo, has entendido que Jesús de Nazaret te ha puesto en el centro de su vida; has entendido que el Hijo de Dios, porque te amaba, se ha hecho vulnerable hasta dar la vida por ti; has entendido que Dios, compadecido de ti, ha abierto de par en par las fronteras de su Reino para que entres, para que seas libre, para que vivas.

Lo has oído en el evangelio, lo has celebrado, lo has revivido, lo has experimentado en la Eucaristía: “Yo soy el buen pastor, que da su vida por sus ovejas”. Y sabes, Iglesia cuerpo de Cristo, que ésa es tu vocación, que estás llamada a poner a los pobres en el centro de tu vida, a dar la vida por ellos, a mantenerte siempre abierta para ellos porque eres su casa. Tu vocación es conocerlos: conocer su voz, su necesidad, sus anhelos, sus miedos, sus alegrías. Tu vocación es hacerte para ellos deseable como un pan, vulnerable como un amante, acogedora como una madre; hacerte toda para ellos como Jesús se hizo todo para ti.

Que los empobrecidos sepan todos que pueden contar contigo: Todos, en todo tiempo, en todo lugar. Que los pobres sepan que, allí donde te encuentren, encontrarán madre, encontrarán ternura, y si lo hay, encontrarán pan.




Que los empobrecidos conozcan tu voz, como reconoce un niño la voz de su madre.

miércoles, 11 de enero de 2017

2015/03/29 - Domingo de Ramos

Monseñor Agrelo (Arzobispo de Tánger)


DOMINGO DE RAMOS



29 de Marzo del 2015






Para qué

Qué puedo deciros en este Domingo de Ramos.

Se me ha explicado de muchas maneras qué es lo que en este día recordamos, pero continúo preguntándome para qué lo recordamos.

Para qué, si los pobres continuarán rebelándose contra Dios en las fronteras.

Para qué, si los opresores continuarán presumiendo de la aprobación de Dios en ritos de engañosa religiosidad.

Para qué, si el bienestar de unos pocos se logrará siempre a costa del sufrimiento de muchos.

Para qué, si una depresión puede ausentar a un hombre de su humanidad y transformarlo en un asesino.

Para qué...

Hoy caminaré detrás de Jesús el Nazareno, para que no me pueda la desesperanza, para ver a dónde lleva su camino de pobre, su personal viacrucis, su libertad de hijo. Hoy caminaré con Jesús porque necesito ver, porque necesito resucitar, porque necesito saber que el futuro es de las víctimas y del amor, porque necesito confirmar que el futuro es de Dios y de los pobres. Hoy caminaré con Jesús, porque Jesús es todo lo que puedo soñar.




Feliz domingo. Feliz camino con Jesús hacia la Pascua.

2015/03/22 - V Domingo de Cuaresma

Monseñor Agrelo (Arzobispo de Tánger)


V DOMINGO DE CUARESMA



22 de Marzo del 2015






Quisiéramos ver a Jesús:

Los griegos de los que habla el evangelio dijeron al apóstol Felipe: “Quisiéramos ver a Jesús”. Y nosotros podemos entender que deseaban encontrarse con Jesús, hablar con él, tal vez creer en él, servirle, seguirle. Que sería algo así como desear ver lo que no está a la vista, lo que pertenece al misterio.

Por eso, el evangelista, en vez de informar sobre un eventual encuentro de Jesús con aquellos griegos, pone delante de ellos y de nosotros el misterio que andan buscando: lo que de Jesús todavía no se puede ver.

Para que alguien pueda ver a Jesús, será necesario que el Hijo del hombre haya vivido entera la hora de su glorificación: caer en tierra, morir, dar fruto…

Entonces, sólo entonces, se hará posible verle: “Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto”. Aquí se habla de morir y fructificar, morir uno y nacer muchos, y ya nos damos cuenta de que se puede ver a Jesús sin nacer de Jesús, se puede ver a Jesús sin encontrarse con Jesús, se puede ver a Jesús sin creer en Jesús; nuestra petición hoy, como la de aquellos griegos ayer, aunque sólo diga “quisiéramos ver a Jesús”, dice que queremos creer en él, encontrarle a él, ¡nacer de él!

¡No basta con ver para ver! A Jesús lo vieron escribas y fariseos, y lo persiguieron; lo vio el sanedrín, y lo declaró reo de muerte; lo vio Herodes, y se burló de él; lo vio Pilato, y lo condenó.

¡Hace falta nacer! Trigo que nace de trigo; cristos que nacen de Cristo. ¡Sólo si naces, has visto! Esto es lo que pertenece al misterio.

Ahora considera lo que vives en el sacramento de la Eucaristía. En él haces memoria de la entrega de Cristo: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre”. En él haces memoria del sacrificio de Cristo, del grano de trigo que, caído en tierra, muere y da fruto. Tú, asamblea santa, eres el fruto de Cristo, tú has salido de Cristo, tú eres atraída por Cristo, tú vuelves a Cristo: muchos son los que han nacido de uno, y todos volvemos, por la comunión, a ser uno en aquel de quien hemos nacido.

Un sueño: Un solo rebaño y un solo pastor, los que ya creen y los que todavía no han visto al Señor, los que han oído su nombre y los que lo aman sin conocerlo. Que todos, Señor, volvamos a sentirnos carne de tu carne, ¡todos!

Una sorpresa: La de saber que eras tú quien llamaba a mi puerta necesitado. Entonces descubrí otro modo de verte, de encontrarte, de comulgar contigo: Ver a los pobres, encontrarlos, comulgar con ellos, hacerme uno con ellos.

Un secreto: Para ver a Jesús, basta el amor.




Feliz domingo.

2015/03/15 - IV Domingo de Cuaresma


Monseñor Agrelo (Arzobispo de Tánger)

IV DOMINGO DE CUARESMA



15 de Marzo del 2015





Mira, cree, vive:

Oído el evangelio de este domingo, en el alma y en los ojos se nos queda la imagen de Cristo crucificado: “Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él, tenga vida eterna”.

Considera lo que has oído y entra en el misterio que se te revela.

Hoy contemplas a Cristo levantado en la cruz, y reconoces en él el árbol de la vida, fuente de la salvación, revelación de las profundidades del amor con que Dios ama.

Ya hablaba de Dios y de la vida la serpiente levantada en el desierto, memoria de la Ley divina que salva, señal de salvación para quienes la miraban y creían, es decir, para quienes escuchaban y obedecían.

Ahora el evangelio nos indica la realidad que la figura anunciaba, la Palabra encarnada que la Ley significaba, el Hijo enaltecido que la serpiente de bronce representaba.

Ahora miras, crees, y vives. Ahora, Iglesia del desierto, miras, crees, y eres curada de la mordedura de la antigua serpiente. Ahora miras, crees, y recibes vida eterna.

Lo que ahora contemplas es el misterio de Cristo crucificado y glorificado, levantado en el desierto donde los hombres peregrinan, levantado para que el mundo vea, crea y se salve.

Asómate al misterio y goza con la salvación: Dios, tu Dios, te ha dado a su Hijo, y este Hijo, levantado ante los ojos de la humanidad herida, es para ella señal de salvación, memoria del amor de Dios, sacramento de la vida que Dios da. Esa señal, esa memoria, ese sacramento es Jesús de Nazaret. ¡Asómate y goza!

No me digas lo que la información o tu propia experiencia te permiten saber acerca de Jesús de Nazaret. Todos, como el fariseo Nicodemo, podemos presumir saberes sobre Jesús, incluso podemos llegar a decir que “sabemos que viene de Dios como maestro”. Pero estos son saberes nuestros, que vienen de nosotros mismos, que pueden hacer de nosotros alumnos de un maestro o seguidores de un gurú, pero nunca podrán hacer de nadie un creyente. Los creyentes nacen  de Dios, con ojos que sólo Dios puede dar, y luz que sólo Dios puede encender. Y porque nacen “de lo alto”, la fe les permite mirar a Cristo crucificado y ver la salvación que viene de Dios; ellos miran a Cristo entregado, y admiran el amor que Dios les tiene; ellos miran al Hijo del hombre, que ha sido elevado en medio del campamento, y encuentran en él la vida que sólo Dios puede dar. ¡Asómate al misterio y goza de él! ¡Mira, contempla y ama!

Hemos hablado de la serpiente de bronce, levantada en el desierto. Hemos hablado del Hijo del hombre, “elevado para que todo el que cree en él, tenga vida eterna”. Hemos recordado misterios de la fe. Pero todavía se nos llama a un nuevo conocimiento. También éste viene “de lo alto”: hoy, en medio de nuestra asamblea, la fe contemplará elevado al Hijo del hombre, como “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, Pan de vida para los que peregrinan en el desierto, sacramento admirable de Cristo resucitado. Mira, contempla y, “de lo alto”, sabrás que Dios te ha hecho vivir con Cristo, que Dios te ha resucitado con Cristo, que están con Cristo en el cielo a la diestra de Dios.

¡Asómate al misterio y goza de él! ¡Mira, contempla y ama!

Y aún has de contemplarle elevado en los pobres: Sólo con la luz “de lo alto” lo reconocerás: el necesitado al que tú acudes para que viva, se te manifestará como tu vida.

Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti…si no pongo a mi Señor en la cumbre de mis alegrías”.


Feliz domingo.

martes, 10 de enero de 2017

2015/03/08 - III Domingo de Cuaresma

Monseñor Agrelo (Arzobispo de Tánger)



III DOMINGO DE CUARESMA




8 de Marzo del 2015







¿Buscas a Dios? Búscalo en sus pobres

Los responsables del templo piden a Jesús credenciales de la autoridad con que ha expulsado del recinto sagrado a los vendedores:

¿Qué signos nos muestras para obrar así?”

Piden una prueba de credibilidad, y Jesús se la da:

Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”.

¿Quién entiende a Jesús? Si habla de nacer de nuevo, imaginamos imposibles retornos al vientre materno; si nos ofrece su agua, entendemos que ya no habrá que volver con el cántaro a la fuente; si multiplica su pan, soñamos que se ha eliminado el gasto en la panadería; y si habla de “destruir y levantar” templos, pensamos como obreros de la construcción, y le replicamos que él no puede entregar en el plazo señalado la obra que se ha comprometido a hacer.

Destruid este templo”, dice Jesús.

No se trata de un farol, de un juego, de una apuesta, de una bravata, o de una salida ingeniosa para una situación difícil. Son palabras que describen algo que a la vista de todos se estaba haciendo: “destruir el templo”; y declaran lo que Jesús hará, si aquel proceso de destrucción no se detiene: “levantarlo”.

El templo, que Jesús llama “la casa de mi Padre”, se destruye cuando alguien lo convierte en “casa de emporio”, cuando se cambia Padre por mercado.

Pero las palabras de Jesús sobre la destrucción remiten sobre todo al templo que es “su cuerpo”, al sacramento de la presencia real de Dios que es Jesús mismo, al proceso de destrucción que desembocará en su cruz y en su muerte. Jesús dice a quienes lo interrogan y le piden signos: «Continuad vuestra obra de demolición, y cuando la hayáis consumado, yo levantaré lo demolido».

A quienes no tenemos la pretensión de pedir signos, la fe nos abre el camino para entender los signos que la gracia de Dios nos regala, también éste del templo destruido y levantado, es decir, de Cristo crucificado y resucitado.

Los creyentes no vamos buscando milagros para creer, sino crucificados a quienes amar, pobres a quienes levantar. Por eso conocemos de cerca la verdad de la destrucción y de la resurrección, de la pasión y de la Pascua.

Iglesia de fe humilde y confiada, si alguien te pide signos, invítalo a acercarse a los pobres del mundo, a los explotados, a los esclavos, a los desechados por los que saben y pueden; muéstrale a tu Cristo destruido y amado… y levantado. Y no te canses de amar lo que encuentras destruido, y de levantar lo que amas.

Tú, experta de cuaresmas innumerables, pones esperanza de Pascua en el camino de los derrotados.


2015/03/06 - Discurso del Papa Francisco a los Obispos de la CERNA

(Su Santidad el Papa Francisco)
A los obispos de la CERNA (Conferencia Episcopal de la Región Norte de África) en visita «al limina»



6 de Marzo del 2015






A los obispos de la CERNA (Conferencia Episcopal de la Región Norte de África) en visita «al limina»

Queridos hermanos en el episcopado:

Os acojo con alegría durante estos días en que realizáis vuestra visita ad limina. Deseo que la peregrinación a la tumba de los Apóstoles fortalezca vuestra fe y consolide vuestra esperanza, para que prosigáis el ministerio que se os ha confiado en cada uno de vuestros países. Doy las gracias a Mons. Vincent Landel, arzobispo de Rabat y presidente de vuestra Conferencia, que en nombre de todos vosotros ha expresado sentimientos de comunión con el Sucesor de Pedro. A través de vosotros, me uno a los fieles de vuestras diócesis del norte de África. Llevadles el afecto del Papa y la certeza de que permanece cercano a ellos y los alienta mientras dan generoso testimonio del Evangelio de paz y amor de Jesús. Mi saludo cordial también se dirige a todos los habitantes de vuestros países, en particular a las personas que sufren.

Desde hace algunos años, vuestra región experimenta desarrollos significativos que han permitido esperar ver realizadas ciertas aspiraciones a una mayor libertad y a la dignidad, y favorecer una libertad de conciencia más amplia. Pero a veces este desarrollo ha llevado a explosiones de violencia. En particular quiero rendir homenaje a la valentía, a la fidelidad y a la perseverancia de los obispos en Libia, así como de los sacerdotes, las personas consagradas y los laicos que permanecen en el país a pesar de los numerosos peligros. Son auténticos testigos del Evangelio. Les doy las gracias de corazón, y os aliento a todos a proseguir vuestros esfuerzos para contribuir a la paz y a la reconciliación en toda vuestra región.

Vuestra Conferencia episcopal, que reúne regularmente a los pastores de Marruecos, Argelia, Túnez y Libia, es un importante lugar de intercambio y diálogo, pero también ha de ser un instrumento de comunión que permita profundizar relaciones fraternas y confiadas entre vosotros. Vuestra peregrinación a Roma es una feliz ocasión para renovar vuestro compromiso común al servicio de la misión de la Iglesia en cada uno de vuestros países. Realizáis esta misión con los sacerdotes, vuestros colaboradores directos, que a veces, al ser originarios de numerosos países, tienen dificultades para adaptarse a situaciones muy nuevas para ellos. Por lo tanto, es particularmente necesario que estéis cerca de cada uno de ellos y atentos a su formación permanente, para que puedan vivir su ministerio plena y serenamente. A cada uno de ellos les dirijo mi más cordial saludo, y les aseguro a todos mi oración.

Las religiosas y los religiosos también tienen un papel importante en la vida y en la misión de nuestras Iglesias. Les agradezco el testimonio de vida fraterna y el compromiso tan generoso al servicio de sus propios hermanos y hermanas. En este Año de la vida consagrada, los invito a tomar renovada conciencia de la importancia de la contemplación en su vida y hacer resplandecer de este modo la belleza y la santidad de su vocación.

En el centro de vuestra misión y en la fuent4e de vuestra esperanza están, ante todo, el encuentro personal con Jesucristo y la certeza de que Él actúa en el mundo al que habéis sido enviados en su nombre. Así pues, la vitalidad evangélica de vuestras diócesis depende de la calidad de la vida espiritual y sacramental de cada uno. La historia de vuestra región se ha caracterizado por numerosas figuras de santidad, desde Cipriano y Agustín, patrimonio espiritual de toda la Iglesia, hasta el beato Carlos de Foucauld, de quien el próximo año celebraremos el centenario de su muerte; y, más cercanos a nosotros, por los religiosos y religiosas que entregaron todo a Dios y a sus hermanos, hasta el sacrificio de su vida. Os corresponde a vosotros desarrollar esta herencia espiritual, ante todo entre vuestros fieles, pero también abriéndola a todos. Además, me alegra saber que durante estos últimos años ha sido posible restaurar diversos santuarios cristianos en Argelia. Acogiendo a cada uno tal como es, con benevolencia y sin proselitismo, vuestras comunidades muestran que quieren ser una Iglesia de puertas abiertas, siempre «en salida» (Evangelii Gaudium, 46-47).

En las situaciones a veces difíciles que vive vuestra región, vuestro ministerio de pastores experimenta muchas alegrías. Así, la acogida de nuevos discípulos que se unen a vosotros, tras descubrir el amor de Dios manifestado en Jesús, es un hermoso signo que da el Señor. Al compartir con sus compatriotas la preocupación por la edificación de una sociedad cada vez más fraterna y abierta, muestran que todos son hijos de un mismo Padre. Los saludo de modo particular y les aseguro mi afecto, deseando que ocupen plenamente su lugar en la vida de vuestras diócesis.

También la universalidad es una característica de vuestras Iglesias, cuyos fieles provienen de numerosas naciones para formar comunidades muy vivas. Los invito a manifestar en su rostro la alegría del Evangelio, la alegría de haber encontrado a Cristo, que los hace vivir. También para vosotros es una ocasión para maravillaros ante la obra de Dios, que se difunde entre todos los pueblos y en todas las culturas. Quiero expresar mi aliento a los numerosos jóvenes estudiantes provenientes del África subsahariana, que forman una parte importante de vuestras comunidades. Manteniéndose firmes en la fe, serán capaces de establecer con todos vínculos de amistad, confianza y respeto, y así contribuirán a la edificación de un mundo más fraterno.

El diálogo interreligioso es una parte importante de la vida de vuestras Iglesias. También en este ámbito, la fantasía de la caridad abre innumerables caminos para llevar el soplo evangélico a las culturas y a los ámbitos sociales más diversos (cfr. Carta apostólica a todos los consagrados, con ocasión del Año de la vida consagrada, 28 de noviembre de 2014).  Sabéis hasta qué punto el escaso conocimiento recíproco es motivo de tantas incomprensiones y, a veces, incluso de enfrentamientos. Sin embargo, como escribió Benedicto XVI en la exhortación apostólica Africae munus, «si todos nosotros, creyentes en Dios, deseamos servir a la reconciliación, la justicia y la paz, hemos de trabajar juntos para impedir toda forma de discriminación, intolerancia y fundamentalismo confesional» (n. 94). El antídoto más eficaz contra toda forma de violencia es la educación en el descubrimiento y en la aceptación de la diferencia como riqueza y fecundidad. Además, es indispensable que en vuestras diócesis sacerdotes, religiosas y laicos se formen en este ámbito. Al respecto, me alegra observar que el Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos (PISAI), que celebra este año su quincuagésimo aniversario, nació en vuestra región, en Túnez. Apoyar y utilizar este Instituto tan necesario para impregnarse de la lengua y de la cultura, permitirá profundizar un diálogo en la verdad y en el amor entre cristianos y musulmanes. También vivís día a día el diálogo con los cristianos de diferentes confesiones. Que el Instituto Ecuménico Al Mowafaqa, fundado en Marruecos para promover el diálogo ecuménico e interreligioso en el contexto que le es propio, contribuya a su vez a un mejor conocimiento recíproco.

Iglesia del encuentro y del diálogo, también queréis estar al servicio de todos, sin distinción. Con medios a menudo humildes, manifestáis la caridad de Cristo y de la Iglesia entre los más pobres, los enfermos, las personas ancianas, las mujeres necesitadas y los detenidos. Os agradezco de corazón el papel que desempeñáis cuando acudís en ayuda de los numerosos inmigrantes originarios de África que buscan en vuestros países un lugar de paso o de acogida. Reconociendo su dignidad humana y esforzándoos por despertar las conciencias ante tantos dramas humanos, mostráis el amor que Dios siente por cada uno de ellos.

Queridos hermanos en el episcopado: Por último, quiero aseguraros el apoyo de toda la Iglesia a vuestra misión. Estáis «en las periferias», con el servicio especial de manifestar la presencia de Cristo en su Iglesia en esta región. Vuestro testimonio de vida, con sencillez y pobreza, es un signo importante para toda la Iglesia. Estad seguros de que el Sucesor de Pedro os acompaña en vuestro duro camino y os alienta a ser siempre hombres de esperanza.

Os encomiendo a la protección de Nuestra Señora de África, que vela sobre todo el continente, y a la intercesión de San Agustín, del beato Carlos de Foucauld y de todos los Santos de África. De todo corazón os imparto una afectuosa bendición apostólica a vosotros y a todos vuestros diocesanos.




(L’Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, Año XLVII, número 10 -6 de marzo de 2015-, p. 3).

lunes, 9 de enero de 2017

2015/03/01 - II Domingo de Cuaresma

Monseñor Agrelo (Arzobispo de Tánger)
II DOMINGO DE CUARESMA



1 de Marzo del 2015







Quién eres para Dios:

El centro de esta celebración dominical lo ocupa, más que el hijo de Abrahán, el Hijo de Dios.

No olvides la relación que la palabra proclamada establece entre esos dos hijos. Del de Abrahán, se dice: “Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y ofrécemelo en sacrificio”. A su vez, de Jesús, contemplado en el misterio de su transfiguración, la voz de la revelación declaraba: “Éste es mi Hijo amado; escuchadle”. Y el apóstol nos recuerda lo esencial de nuestra fe: “Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros”. Se trata de hijos únicos, amados y, por amor, entregados.

Para que no te escandalice lo que Dios pide a Abrahán, mira al Hijo que a ti Dios te entrega. Verás que ese Hijo, sacrificado, no te revela la medida de una crueldad sino un amor sin medida, no te pone delante el horror de una inmolación sino la gracia de una obediencia, no te deja cautivo de tu propia muerte sino heredero de su misma vida.

Con todo, la contemplación de esa vida que se te da, de la obediencia por la que se te da, del amor con que se te da, no hace inútil sino necesaria la contemplación del altar sobre el que todo se te ofrece, y una mirada afectuosa y creyente a la cruz desde donde el Hijo de Dios, el único, el amado, te llama, te atrae y te sostiene con su diestra.

Ahora también tú, con preguntas que llevan implícita la respuesta, puedes, guiado por la fe, entrar en la casa de la confianza: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” El que hoy te entrega su palabra para que la guardes, el que te ofrece el Cuerpo y la Sangre de su Hijo para una comunión de vida contigo, “¿cómo no te dará todo con él?, ¿quién acusará?, ¿quién condenará?”

Mide, si puedes, la grandeza de ese amor que se te revela en Cristo Jesús; entra humilde en el misterio de lo que es Dios para ti y de lo que eres tú para Dios. Si te ha alcanzado la luz de ese misterio, si hoy por la fe y la comunión te envuelve y te ilumina la gloria de Cristo resucitado, entonces sabrás, qué significa para Dios el emigrante, el excluido, el parado, el desahuciado, ¡el hombre!, los pobres a quienes, ciego de amor, Dios ve y bendice como hijos en su único Hijo.

Es hora de que la comunión eucarística se nos vuelva pasión por los pobres, deuda con los amados de Dios, compromiso con el cuerpo de Cristo. Si alguien, después de comulgar, aún ve razonable que se refuerce con cuchillas una frontera, o pide que se despliegue contra los pobres la milicia creada para mantener la paz en un territorio, ése no habrá comulgado con Cristo sino con piedras de molino, y en el día de la verdad será contado entre los malditos por haber ignorado la necesidad del Hijo de Dios, del único, del amado.


Feliz domingo de la transfiguración.

2015/02/22 - I Domingo de Cuaresma

Monseñor Agrelo (Arzobispo de Tánger)
I DOMINGO DE CUARESMA



22 de Febrero del 2015







No apartes de Cristo tus ojos:

No sé si por opción o por necesidad, tal vez porque los años enseñan muchas cosas, talvez porque la realidad ha perdido con el tiempo velos que ocultaban su crueldad, el hecho es que ya sólo me interesa hablar de Cristo y de los que sufren. Los pobres son luz que necesito para acercarme a la verdad del hombre, y Cristo es cuanto necesito para devolverle humanidad al hombre y para acercarme al misterio de Dios.

En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto”: oigo la palabra del evangelio y se me estremecen las entrañas; no hay lugar allí para divagaciones doctrinales sobre Dios, porque Dios no es aquel sobre quien se discute, sino que es Espíritu, viento poderoso y libre que, si le dejas, te agarra, te empuja y te lleva.

El Espíritu empujó a Jesús al desierto”. ¡Cuántas veces lo hemos confesado en el Credo de nuestra celebración dominical!: “Creemos en un solo Señor Jesucristo… que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre”. El Espíritu empujó al Hijo de Dios hasta nuestra condición humana, hasta nuestra miseria, hasta nuestro desierto, hasta nuestra vida, hasta nuestra muerte. El Espíritu empujó a Jesús hasta el desierto donde se pudrían los leprosos, donde yacían los enfermos, donde vagaban los endemoniados, donde se abrasaba la dignidad de ladrones, adúlteros y prostitutas.

Tú, Iglesia amada de Dios, conoces de cerca a este Jesús que va por la vida “empujado” como si tuviese prisa de amar. El Espíritu lo empujó al desierto, hasta la cruz, hasta la última donación, hasta su última tentación, que fue, como la primera, la de servirse del poder de Dios en vez de abandonarse al amor de Dios.

Tú, Iglesia santa y pecadora, contemplas a Jesús en el desierto, en su vida, en su muerte, y, para tu asombro y tu alegría, hallas que Jesús es la respuesta de Dios a tu oración. Tú decías: “Enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas”; y el Señor puso delante de ti el camino que es Cristo. Y mientras el salmista cantaba su plegaria: “Haz que camine con lealtad”, tú contemplabas a Cristo, tu camino, al que es verdad y vida para leprosos, enfermos, endemoniados, ladrones, adúlteros y prostitutas, y aclamabas con la fuerza del canto y el gozo de la salvación recibida: “Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza”.

Las palabras del salmo se llenan de sentido nuevo para la Iglesia si las leemos a la luz del misterio de Cristo Jesús. Al ofrecernos en Cristo la salvación, al mostrarnos en su Hijo el camino de la vida, Dios nos ha manifestado su misericordia, su lealtad, su rectitud y su bondad.

Un sentido nuevo adquieren también las palabras del libro del Génesis proclamadas en nuestra celebración: “Dios dijo a Noé y a sus hijos: _Yo hago un pacto con vosotros y con vuestros descendientes… Y añadió: _Ésta es la señal del pacto que hago con vosotros… Pondré mi arco en las nubes”. En aquel arco los creyentes reconocemos una figura de Cristo, el Hijo del Hombre enaltecido por Dios sobre las nubes del cielo, memoria verdadera de la alianza nueva y eterna que Dios ha sellado con la humanidad.

También adquieren hoy significado nuevo para nosotros las palabras que oímos cada domingo al acercarnos a comulgar. El sacerdote te dirá: “El cuerpo de Cristo”; y tú, con sabiduría espiritual, entenderás: Éste es el arco de Dios en las nubes, la señal de la alianza eterna de Dios con su pueblo, el sacramento del amor que Dios nos tiene, la memoria de su ternura y su misericordia.

No olvides, Iglesia santa y pecadora, que estás siempre al principio de tu camino hacia Cristo, hacia la Pascua de Cristo, y que, si quieres llegar hasta él, has de mantener los ojos fijos en él: en la belleza del arco iris, en la serenidad de la eucaristía, en la noche del Calvario, en el sufrimiento de los pobres. No apartes de Cristo tus ojos ¡y llegarás a la Pascua con él!

Feliz domingo.


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