Ø Domingo 22 del tiempo ordinario, Ciclo B. (2018). El
corazón. “Toda nuestra obra en esta vida,
queridos hermanos, consiste en curar los ojos del
corazón para que puedan ver a Dios” (San Agustín) En lo profundo del corazón está la raíz de todo bien y, por desgracia, de todo
mal. Al conformar nuestro corazón al de Cristo, los cristianos podemos llevar a
cabo lo más profundo de la vida: ser un don que se realiza al darse. Jesús proclama en el Evangelio de hoy que la
“pureza” no es una cuestión de una limpieza solamente exterior, sino del
“corazón”. Las perversidades salen del corazón y contaminan el hombre. Para que
la sociedad asuma un rostro verdaderamente humano y todos puedan afrontar el
futuro con confianza, es necesario rehacer al hombre desde dentro. La transformación
del corazón es atribuida al Espíritu Santo. Ya
los profetas habían dicho al pueblo de Israel que Dios no aceptaba los
sacrificios exteriores (la matanza de terneros y machos cabritos para
ofrecerlos a Dios) porque tenían el corazón lejos de Él. El corazón es la sede
de la personalidad moral. Son obras impuras no sólo «los pecados de la carne»
en sentido estricto (fornicación, libertinaje, etc.), sino también la
idolatría, los odios, la discordia, la ira, la envidia …
v
Cfr. Dom. 22 tiempo ordinario, Año B
Deuteronomio
4, 1-2.6-8; Santiago 1, 17-18.21-22.27; Marcos 7, 1-8.14-15.21-23
Salmo 15(14)
- 2 de septiembre de 2018
Salmo 15 1 Salmo. De David.
Yahveh, ¿quién morará en tu tienda? , ¿quién habitará en tu santo monte? 2 El
que camina con integridad, el que practica la justicia, el
que habla con corazón sincero, 3 y no
calumnia con su lengua, no hace mal a su hermano, ni levanta infamia contra su
prójimo; 4 el que tiene por vil al réprobo, y honra a los que temen al Señor;
el que no se desdice aunque jure en propio daño, 5 el que no presta a usura su
dinero, ni acepta soborno contra el inocente. Quien obra así jamás vacilará.
Marcos 7 1 . Se
reúnen junto a él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén.
2. Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no
lavadas, 3. - es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse
lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, 4 y
al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que
observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas -. 5
Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: « ¿Por qué tus discípulos
no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos
impuras? » 6 . El les dijo: « Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas,
según está escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero
su corazón está lejos de mí. 7. En
vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres. 8
. Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres. 14 Llamó otra vez a la gente y les
dijo: « Oídme todos y entended. 15 Nada hay fuera del hombre que, entrando en
él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al
hombre. 21 Porque de dentro, del corazón
de los hombres, salen las intenciones
malas: fornicaciones, robos, asesinatos, 22 adulterios, avaricias, maldades,
fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. 23 Todas estas
perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.
Toda
nuestra obra en esta vida, queridos hermanos,
consiste
en curar los ojos del corazón para que puedan ver a Dios
(San Agustín, Sermo
88, 6)
De dentro, del corazón de
los hombres, salen las intenciones malas …
Las perversidades salen de
dentro y contaminan al hombre.
(Marcos 7, 21.23, Evangelio de hoy)
En lo profundo del corazón está la raíz de todo bien
y, por desgracia, de todo mal.
(Juan Pablo II, 22 de junio de 2003, Discurso en Banja
Luka (Bosnia)
1. Jesús proclama en el Evangelio de hoy que la “pureza” no es una cuestión
de una limpieza solamente exterior, sino del “corazón”.
v
Las perversidades salen del corazón y contaminan
al hombre.
- Marcos 7: 14 Llamó otra vez a la gente y les dijo: « Oídme todos y
entended. 15 Nada hay fuera del hombre
que, entrando en él, pueda
contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al
hombre. 21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones
malas: fornicaciones, robos, asesinatos, 22 adulterios, avaricias, maldades,
fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. 23 Todas estas
perversidades salen de dentro y
contaminan al hombre. Cfr. Mateo 15,
1-20
- Se trata de doce acciones
negativas que, en cuanto que son elecciones que hace el hombre en su
corazón,
vuelven impuro y contaminado a
todo el sujeto, en cada acción es involucrada la totalidad de la existencia
humana.
o
Extirpar un vicio del corazón produce
sufrimiento y exige fatiga.
Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo
le Scritture, Anno B, Piemme 4ª
edizione, XXII domenica.
·
“Jesús enumera
doce acciones que son verdaderamente impuras, no tanto porque sean ritualmente
indecorosas, sino
porque son moralmente
indignas. Sobre la prostitución, el hurto, el homicidio, el adulterio, sobre la
avaricia, la maldad, el fraude, el libertinaje, la envidia, la injuria, la insolencia,
sobre la insensatez, se mide la autenticidad de la religiosidad, y no tanto
sobre el lavarse las manos antes de comer, o sobre la purificación ritual del
lavavajillas … Ciertamente es mucho más sencillo y cómodo adaptarse a un rito
de purificación, mientras extirpar un
vicio del corazón produce sufrimiento, exige fatiga … ”.
·
“El corazón en la
Biblia designa la conciencia, las decisiones fundamentales y su operatividad. Las
verdaderas
impurezas nacen en el
remolino de la libertad humana, y ahí debe brotar la genuina observancia, donde
se juega el destino del hombre. Y no en la exterioridad de los trajes de
ceremonia, de los alimentos rituales, de las frías rúbricas.”
o
Para que la sociedad asuma un rostro
verdaderamente humano y todos puedan afrontar el futuro con confianza, es
necesario rehacer al hombre desde dentro.
- Juan Pablo II, 22 de
junio de 2003, Discurso en Banja Luka (Bosnia): Para que la
sociedad
asuma un rostro
verdaderamente humano y todos puedan afrontar el futuro con confianza, es
necesario rehacer al hombre desde dentro, curando las heridas y
realizando una auténtica purificación de la memoria mediante el perdón
recíproco. En lo profundo del corazón está la raíz de todo bien y, por
desgracia, de todo mal (cf. Marcos 7,21-23). Allí es donde debe tener lugar el cambio, gracias al cual será
posible renovar el entramado social y e
ntablar relaciones humanas abiertas a la colaboración
entre las fuerzas vivas del país.
o
Hemos de cultivar la interioridad del hombre: la
conversión constante.
·
Como muchos autores señalan, la
novedad más profunda del perfeccionamiento del Antiguo Testamento realizado por
Jesús es que traslada la ley del exterior al interior, de los labios al
corazón, de «fuera» a «dentro» del
hombre.
Marcos, 7: Los escribas y fariseos piden explicaciones
a Jesús porque «algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir no
lavadas» (v. 2). Y preguntan a Jesús: « ¿Por qué tus discípulos no viven
conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras? »
Jesús denuncia su hipocresía con unos razonamientos muy claros: a) se preocupan
de prescripciones solamente exteriores a
los que califica como «preceptos de hombres» (v. 7): se aferran a esta
«tradición de los hombres» y «dejan el precepto de Dios» (v. 8); b) lo que hace
impuro al hombre son «las cosas que salen del hombre» y «nada hay fuera del
hombre que, al entrar en él, pueda hacerlo impuro» (cfr. vv. 15-16.18-19).
Antes de acabar su discurso insistirá: «Porque de dentro, del corazón de los
hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos,
adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria,
insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre» (vv. 21-23). Como se ve, son 12 las «malas
intenciones» que pueden anidar en el corazón, una realidad interior al hombre
que lleva a la materialidad de los gestos exteriores y que debe ser objeto
de saneamiento: de conversión.
§ Ya
los profetas habían dicho al pueblo de Israel que Dios no aceptaba los
sacrificios exteriores (la matanza de terneros y machos cabritos para
ofrecerlos a Dios) porque tenían el corazón lejos de Él.
·
Ya los profetas habían dicho al
pueblo de Israel que Dios no aceptaba los sacrificios exteriores (la matanza de
terneros y machos cabritos para ofrecerlos a Yahvé) porque tenían el corazón
lejos: “ ¡Estoy harto de holocaustos de carneros y de grasa de animales
cebados! La sangre de novillos, corderos y machos cabríos ¡no la quiero! ... No
traigáis más ofrendas vanas. ¡Abomino del humo del incienso! ... dejad
de hacer el mal, aprended a hacer el bien: buscad la justicia, proteged al
oprimido ....” (cfr. Isaías 1, 10-17); “Este pueblo se me acerca con la boca,
pero su corazón está lejos de mi” (Isaías 29, 13); cfr. Amos 5, 21-24). También
los salmos (Cfr. 40, 7-9; 50, 5-15; 51, 18-19) destacan los sentimientos
que deben inspirar el sacrificio
exterior: obediencia, acción de gracias, contrición.
·
El Catecismo de la Iglesia Católica
explica muy bien esta problemática cuando dice que el sacrificio exterior, para
ser auténtico, debe ser expresión del sacrificio espiritual (cfr. nn. 2100;
2611).
o
Lo que Jesús pide es que nuestras vidas y el
culto y los holocaustos no estén desligados de la pureza de corazón.
·
Lo que Jesús pide es que
nuestras vidas y el culto y los holocaustos no estén desligados de la pureza de
corazón, del ofrecimiento al Señor de la propia vida, de la búsqueda de la
santidad personal y de la justicia y del amor hacia los demás. San Lucas expone, a este respecto,
con mucha sencillez las palabras del Señor:
“¡Hay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la
ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor de Dios!”
(Lucas 11,42).
·
“Jesucristo desenmascara (...) la hipocresía
revestida de legalismo. Hay gentes que, so capa de bien, cumpliendo la mera
letra de los preceptos, no cumplen su espíritu; no se abren al amor de Dios y
del prójimo, y, bajo la apariencia de honorabilidad, apartan a los hombres del
verdadero fervor, haciendo intolerable la virtud.[1]”
·
Sencillas son también otras
palabras del Señor a sus discípulos: «No todo el que me dice: Señor,
Señor», entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi
Padre, que está en los cielos».
o
La transformación del corazón, que hará al pueblo
capaz de observar plenamente la ley de Dios. Este cambio del corazón es
atribuido por Ezequiel a la obra del Espíritu (Ez 36, 6-27),
·
Diccionario Ravasi Cfr.
Enseñanza, II, El conocimiento de Dios: El profeta
Jeremías, por su parte, anuncia que en los últimos tiempos Dios establecerá con
los hijos de Israel una nueva alianza, dentro de la cual escribirá su ley en su
corazón, es decir, en lo que, según la Biblia, es el órgano mismo del
conocimiento; en consecuencia, afirma: "No tendrán ya que instruirse
mutuamente, diciéndose unos a otros: '¡Conoced al Señor!', pues todos me
conocerán, desde el más pequeño al mayor -dice el Señor-, porque perdonaré su
crimen y no me acordaré más de sus pecados" (Jr 31,34). La
enseñanza escatológica de Yhwh no consiste en la comunicación de nuevas
doctrinas o preceptos, sino en una transformación del corazón, que hará al
pueblo capaz de observar plenamente la ley de Dios. Este cambio del corazón es
atribuido por Ezequiel a la obra del Espíritu (Ez 36,26-27), que aparece
así como el maestro interior del pueblo. Por medio del Espíritu Yhwh
desempeñará algún día directamente la función de pastor de Israel (Ez
34,11-16 Jr 23,3 Jr 31,10).
§ Al
conformar nuestro corazón al de Cristo, los cristianos podemos llevar a cabo lo
más profundo de la vida: ser un don que se realiza al darse.
Juan Pablo II, Catequesis
21/10/1998: Jesús, al obtenernos el don del Espíritu
con el sacrificio de su vida, cumple la misión recibida del Padre: "He
venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Juan 10,10).
El Espíritu Santo renueva nuestro corazón (Ezequiel 36,25-27 Jeremías
31,31-34), conformándolo al de Cristo. Así, el cristiano puede
"comprender y llevar a cabo el sentido más verdadero y profundo de la
vida: ser un don que se realiza al darse" (Evangelium vitae, 49). Esta es
la ley nueva, "la ley del Espíritu, que da la vida en Cristo Jesús" (Romanos
8,2). Su expresión fundamental, a imitación del Señor que da la vida por
sus amigos (Juan 15,13), es la entrega de si mismo por amor: "Nosotros
sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los
hermanos" (1Juan 3,14). [La vida según el Espíritu]
v
Cuatro números en el Catecismo de la Iglesia
Católica, entre los numerosos - todos importantes - sobre el corazón.
o
El corazón es la sede de la personalidad moral.
·
n. 2517: El corazón es la sede de la personalidad moral: “de dentro del corazón salen las intenciones
malas,
asesinatos, adulterios, fornicaciones” (Mt 15, 19). La lucha contra la
concupiscencia de la carne pasa por la purificación del corazón:
«Mantente en la
simplicidad y en la inocencia, y serás como los niños pequeños que ignoran la
perversidad que destruye la vida de los hombres» (Hermas, Pastor 27, 1 [mandatum
2, 1]).
o
La educación de la conciencia garantiza la libertad
y genera la paz del corazón.
·
n. 1784:
La educación de la conciencia es una tarea de
toda la vida. Desde los primeros años despierta al
niño al conocimiento y la
práctica de la ley interior reconocida por la conciencia moral. Una educación
prudente enseña la virtud; preserva o cura del miedo, del egoísmo y del
orgullo, de los insanos sentimientos de culpabilidad y de los movimientos de
complacencia, nacidos de la debilidad y de las faltas humanas. La educación de
la conciencia garantiza la libertad y engendra la paz del corazón.
o
El corazón es lugar de la decisión, de la
verdad, de la alianza, del encuentro de la alianza.
·
n. 2563.
El
corazón es la morada donde yo estoy, o donde yo habito (según la expresión
semítica o bíblica: donde yo
"me adentro"). Es nuestro centro escondido, inaprensible, ni por
nuestra razón ni por la de nadie; sólo el Espíritu de Dios puede sondearlo y
conocerlo. Es el lugar de la decisión, en lo más profundo de nuestras
tendencias psíquicas. Es el lugar de la verdad, allí donde elegimos entre la
vida y la muerte. Es el lugar del encuentro, ya que a imagen de Dios, vivimos
en relación: es el lugar de la Alianza.
o
El Reino de los celos pertenece a los pobres y a
los pequeños, es decir a los que lo acogen con un corazón humilde.
·
n. 544.
El Reino
pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con
un corazón humilde. (…) Los
declara bienaventurados porque de "ellos es el Reino de los cielos"
(Mt 5, 3); a los "pequeños" es a quienes el Padre se ha dignado
revelar las cosas que ha ocultado a los sabios y prudentes (cf. Mt 11, 25).
Jesús, desde el pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres; conoce el
hambre (cf. Mc 2, 23 - 26; Mt 21, 18), la sed (cf. Jn 4, 6 - 7; Jn
19, 28) y la privación (cf. Lc 9, 58). Aún más: se identifica con los pobres de
todas clases y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su
Reino (cf. Mt 25, 31 - 46).
2. Son obras impuras no sólo «los pecados de la carne» en sentido estricto
(fornicación, libertinaje, etc.), sino también
la idolatría, los odios, la discordia, la ira, la envidia …
Cfr. san Juan Pablo II, Catequesis del 7 de enero de
1981
·
“Pablo, hablando de las «obras de la carne» (cfr. Gálatas 5, 11-21), menciona no sólo «fornicación,
impureza, libertinaje...
embriaguez, orgías» - o sea, todo lo que, según un modo objetivo de comprender,
tiene el carácter de los «pecados carnales» y del placer sensual unido con la
carne - sino que menciona también otros pecados, a los que no solemos atribuir
un carácter asimismo «carnal» y «sensual»: «idolatría, hechicería, odios,
discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias...» (Gálatas 5, 20-21).
Según
nuestras categorías antropológicas (y éticas) nos inclinaríamos más bien a
llamar a todas las «obras» aquí enumeradas «pecados del espíritu» humano, en
vez de pecados de la «carne». No sin motivo habríamos podido entrever en ellas
más bien los efectos de la «concupiscencia de los ojos» o de la «soberbia de la
vida» que los efectos de la «concupiscencia de la carne».
Sin
embargo, Pablo las califica a todas como «obras de la carne». Esto se entiende
exclusivamente sobre el trasfondo de ese significado más amplio (en cierto
sentido metonímico) que en las cartas paulinas asume el término «carne», contrapuesto
no sólo y no tanto al «espíritu» humano cuanto al Espíritu Santo que obra en el
alma (en el espíritu) del hombre.
3. Breve referencia a la insensatez, la última de las acciones enumeradas
por el Señor que salen del corazón y contaminan al hombre.
v
La insensatez [sinónimos: estupidez, tontería,
torpeza, necedad …]
·
Se consideran
insensatas las personas que en su vida acumulan bienes para sí, pensando que de
ello
depende la felicidad. Sin
embargo, como se ha escrito muchas veces, la felicidad depende de lo que se da,
no de lo que se acumula para sí.
·
Estas personas,
después de haber sacrificado toda una vida para acumular bienes, al final se
dan cuenta
de que no sólo no poseen los
bienes, sino que son ellas mismas poseídas
por los bienes.
·
A este respecto
se pueden recordar las palabras de San Agustín sobre aquello que debe
constituir la obra
de nuestra vida: “Toda
nuestra obra en esta vida, queridos hermanos, consiste en curar los ojos del
corazón para que puedan ver a Dios” (Sermo
88, 6).
Vida Cristiana