viernes, 4 de octubre de 2019

EL CORAZÓN QUE NUNCA OLVIDA Antonio Orozco Arvo.net, 19.06.2009




EL CORAZÓN QUE NUNCA OLVIDA
Antonio Orozco
Arvo.net, 19.06.2009

En el mes de junio, el pueblo cristiano dedica especial culto y veneración al Sagrado Corazón de Jesús. El lenguaje bíblico no tiene nuestra palabra persona. Sin embargo, “corazón” es un término frecuente y riquísimo de contenido, con el que se puede elaborar una antropología muy ajustada a la realidad humana, material e inmaterial a un tiempo, inmanente y trascendente al mundo. Unidad de cuerpo corruptible y alma inmortal.

San Josemaría, después de salir al paso de críticas y desviaciones en torno a la tradicional devoción católica al Sagrado Corazón, resume su contenido bíblico, teológico y antropológico, sobre la base de la Escritura: «Tengamos presente, dice, toda la riqueza que se encierra en estas palabras: Sagrado Corazón de Jesús. Cuando hablamos de corazón humano no nos referimos sólo a los sentimientos, aludimos a toda la persona que quiere, que ama y trata a los demás. Y, en el modo de expresarse los hombres, que han recogido las Sagradas Escrituras para que podamos entender así las cosas divinas, el corazón es considerado como el resumen y la fuente, la expresión y el fondo último de los pensamientos, de las palabras, de las acciones. Un hombre vale lo que vale su corazón, podemos decir con lenguaje nuestro.» (Es Cristo que pasa, n. 164).

Juan Pablo II lo dice así: « El corazón decide de la profundidad del hombre. Y, en todo caso, indica la medida de esa profundidad, tanto en la experiencia interior de cada uno de nosotros, como en la comunicación interhumana». Sigamos con San Josemaría: «Al corazón pertenecen la alegría: que se alegre mi corazón en tu socorro; el arrepentimiento: mi corazón es como cera que se derrite dentro de mi pecho (Ps 21, 15); la alabanza a Dios: de mi corazón brota un canto hermoso (Ps 44, 2) ; la decisión para oír al Señor: está dispuesto mi corazón (Ps 56, 8); la vela amorosa: yo duermo, pero mi corazón vigila (Cant 5, 2). Y también la duda y el temor: no se turbe vuestro corazón, creed en mí (Ioh 14, 1). El corazón no sólo siente; también sabe y entiende. La ley de Dios es recibida en el corazón (Cfr. Ps 39, 9)., y en él permanece escrita (Cfr. Prov 7, 3). Añade también la Escritura: de la abundancia del corazón habla la boca (Mt 12, 34) . El Señor echó en cara a unos escribas: ¿por qué pensáis mal en vuestros corazones? ( Mt 9, 4). Y, para resumir todos los pecados que el hombre puede cometer, dijo: del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias (Mt 15, 19).
Cuando en la Sagrada Escritura se habla del corazón, no se trata de un sentimiento pasajero, que trae la emoción o las lágrimas. Se habla del corazón para referirse a la persona que, como manifestó el mismo Jesucristo, se dirige toda ella -alma y cuerpo- a lo que considera su bien: porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón (Mt 15, 19. Por eso al tratar ahora del Corazón de Jesús, ponemos de manifiesto la certidumbre del amor de Dios y la verdad de su entrega a nosotros. Al recomendar la devoción a ese Sagrado Corazón, estamos recomendando que debemos dirigirnos íntegramente -con todo lo que somos: nuestra alma, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones, nuestros trabajos y nuestras alegrías- a todo Jesús » . (Es Cristo que pasa, num.164).
Es a toda la Persona de Cristo a quien se dirige el culto amoroso del cristiano, agradecido a su Dios hecho carne, hombre de carne y hueso, para rescatarnos del pecado y de la «segunda muerte», en palabras de la Escritura. Suele decirse que el Espíritu Santo, tercera persona divina, es el Amor en Persona, y es verdad. Pero las tres Personas son una unidad, un solo Dios, una comunión de Amor. Cada una de ellas es Amor. Jesucristo es el Amor encarnado. Toda su realidad humana, cada momento de su existencia terrena es expresión de su amor de Dios eterno. Así se explica, por su amor sin límite, su anonadamiento en Belén, en Nazaret, en la Pasión, en el Calvario, en la Eucaristía. Y por el amor que contiene, una sola gota de su sangre encierra un valor salvador infinito. Todo ello se plasma de algún modo en el símbolo del corazón.
El Corazón abierto físicamente por una lanza en el Gólgota, del que manó sangre y agua, es también símbolo de la apertura universal de su amor inmenso. Quien no entienda esto, aunque sea solo de un modo teórico, seguramente jamás ha estado enamorado. O lo ha olvidado. Tampoco puede entender las pegatinas con el ingenuo símbolo aludido, las hipérboles amorosas, un elevado tanto por ciento de las canciones populares. En fin, no puede entender casi nada de lo más importante que sucede en este mundo.
«En esto se concreta la verdadera devoción al Corazón de Jesús – dice san Josemaría-: en conocer a Dios y conocernos a nosotros mismos, y en mirar a Jesús y acudir a El, que nos anima, nos enseña, nos guía. No cabe en esta devoción más superficialidad que la del hombre que, no siendo íntegramente humano, no acierta a percibir la realidad de Dios encarnado. Jesús en la Cruz, con el corazón traspasado de Amor por los hombres, es una respuesta elocuente -sobran las palabras- a la pregunta por el valor de las cosas y de las personas. Valen tanto los hombres, su vida y su felicidad, que el mismo Hijo de Dios se entrega para redimirlos, para limpiarlos, para elevarlos. ¿Quién no amará su Corazón tan herido?, preguntaba ante eso un alma contemplativa. Y seguía preguntando: ¿quién no devolverá amor por amor? ¿Quién no abrazará un Corazón tan puro? Nosotros, que somos de carne, pagaremos amor por amor, abrazaremos a nuestro herido, al que los impíos atravesaron manos y pies, el costado y el Corazón. Pidamos que se digne ligar nuestro corazón con el vínculo de su amor y herirlo con una lanza, porque es aún duro e impenitente. Son pensamientos, afectos, conversaciones que las almas enamoradas han dedicado a Jesús desde siempre. Pero, para entender ese lenguaje, para saber de verdad lo que es el corazón humano y el Corazón de Cristo y el amor de Dios, hace falta fe y hace falta humildad.» (nn. 164-165)
«Creadores» de «sentido»
Los símbolos son un medio humano de expresión y comunicación, equivalen a una síntesis, a veces, de elevados conceptos. Dios los ha utilizado a lo largo de la Historia de la salvación para comunicarse con los hombres y sigue haciéndolo. La sagrada liturgia está compuesta de palabras y símbolos, ritos y ceremonias que entran por los sentidos y nos elevan a las realidades más espirituales. Las apariencias del pan y del vino consagrados esconden la Presencia Real del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. La separación de ambas especies simboliza la realidad de la presencia del sacrificio de Cristo en la Cruz. «Cuando el centurión en el Gólgota, traspasó con una lanza el Crucificado, de su costado salió sangre y agua. Este es el signo de la muerte. El signo de la muerte humana del Dios Inmortal.» (Juan Pablo II). Hay símbolos que, por voluntad de Dios, son signos de una realidad sobrenatural, como el agua del bautismo, que nos indica el amor de Dios que se derrama, purifica y eleva al bautizado a la participación en la vida divina.
En sentido estricto sólo Dios puede crear «de la nada». También es verdad que nos ha hecho partícipes de su poder creador. Podemos «crear» desde algo previo. No nos limitamos a emitir sonidos, interjecciones, gritos de pánico o rabia, suspiros de bienestar… Las palabras son sonidos a los que hemos conferido una significación, comunican no solo sentimientos y emociones, también pensamientos, argumentos, discursos… No construimos nidos o madrigueras, hacemos casas y las convertimos en hogares, decoradas - con decoro - por múltiples objetos «inútiles» dotados de sentido evocador. Una fotografía en un marco, una flores, una reliquia familiar... Tienen sentido más que material. Lo hemos creado nosotros.

Alguien toma una flor bonita y se la da a otra persona diciendo: «mira, es como tú». Entonces, todos los elementos materiales de la flor, la forma, el color, el aroma... cobran una nueva significación, se humanizan, adquieren un poder evocador, son origen y causa de profundos sentimientos humanos. Esa flor ha adquirido un poder conmovente. Cambian el rumbo de una vida, o de dos, o de muchas. La flor ha sido dotada de sentido por quien la ofrece de ese modo y ha adquirido un sentido para quien la recibe. El sentido es algo que ponemos y produce efectos reales en las personas. He ahí el sentido de los sacrificios religiosos, presentes en todas las culturas.
El sacrificio religioso es ante todo el reconocimiento de la soberanía de Dios. No es humillación para el hombre. Saberse criatura de Dios es reconocer que sin Dios nada somos, tanto como que con Él somos llamados a la existencia por una razón de amor infinito, y destinados al infinito Amor. Con el misterio de la Encarnación del Verbo, nos sabemos llamados a ser hijos en el Hijo, y lo somos, dice san Juan. Por eso, le adoramos, le glorificamos, le damos gracias. Nos reconocemos de Él y para Él en el Amor de su Espíritu, donde se halla la felicidad completa.

Así la existencia humana se convierte en una historia de amor humano a lo divino. El Hijo se ha entregado gustosamente al sacrificio de la Cruz. Ha dado su vida humana glorificando al Padre en nuestro nombre y el Padre glorifica al Hijo otorgando a su Humanidad todo el poder y la gloria divinas. Un hombre es Dios y, tras su anonadamiento, es exaltado por encima de todo lo creado. Con una vida nueva que nos transmite mediante la comunión eucarística. Dicho todo ello muy en breve. La muerte de cruz era la ejecución de un ser maldito. Cristo antes de entregarse a aquella tortura, en la Última Cena, le confiere un sentido distinto: Este es mi Cuerpo que se entrega por vosotros… Esta es mi Sangre que se derrama para el perdón de los pecados…

Es la más grande declaración de amor habida y que habrá a lo largo y ancho de la Historia. Mediante el Corazón de Jesús el amor ha entrado en la historia de la humanidad como Amor subsistente: «porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo» (Ioh 3, 16) (cfr. JP II). El amor del Corazón de Cristo transforma el odio de los verdugos en sacrificio de adoración, acción de gracias, expiación por los pecados del mundo, impetración de mercedes para la salvación de todos los que quieran ser salvados.

El Corazón de Cristo es horno ardiente de amor, rezan las Letanías del Sagrado Corazón. Horno, porque ese amor es como el fuego, tan intenso que, el hombre, si pudiera captarlo tal como es, no podría soportarlo. Moriría al instante… ¡de Amor! Nadie puede ver a Dios sin morir. No porque sea terrible y espantoso, sino por que es, para la criatura, un exceso de Luz y de Amor. Nadie puede entrar en la plenitud del amor de Dios sin una completa purificación y elevación de todo su ser a lo que la teología llama bienaventuranza eterna y visión beatífica. Será la vida de amor activo eterna y perfectamente poseído, interminable, todo de una vez. ¿No vale la pena pasar un poco de tiempo «de cruz», siempre es breve el tiempo, para gozar eternamente del Corazón de Dios?

Entretanto, mientras caminamos, el «Horno de caridad» arde a nuestra medida. El Corazón de Jesús, el Corazón humano de Dios-Hombre, está abrazado por la «llama viva» del Amor trinitario, que jamás se extingue. Al arder, quema las impurezas con el amor que lo colma. El Corazón de Jesús es horno ardiente de caridad, porque el amor posee algo de la naturaleza del fuego, que arde y quema para iluminar y calentar. El Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad, mientras arde, ilumina las tinieblas de la noche y calienta los cuerpos de los caminantes ateridos (cfr. JP II,). Nos va disponiendo para entrar en el gran «incendio».

Tiene además la bondad de hacernos partícipes de su Amor para poder conmoverle… ¡a Él!. Hacemos un pequeño sacrificio, un trabajo bien hecho, acabado y le decimos: «¡Es por Ti!». Y Dios se conmueve, y nos aprieta contra su Corazón de Padre, de Hermano, de Amigo, de Enamorado. Esto es unirse a Dios, y por tanto, santificar el trabajo y santificarse en el trabajo, en todo momento: «Es por Ti». Damos sentido divino a todo lo humano que acerca a Dios. Por eso, San Josemaría consideraba que un trozo de madera o de hierro trabajado por un hijo de Dios es una cosa muy «espiritual», y que es propio de los hijos de Dios hacer «endecasílabos de la prosa de cada día». Decimos «Es por Ti»... y espiritualizamos todo lo material.

Así todo puede y debe llevar a Dios, las pequeñas o grandes peripecias de los hombres -y, si fuera preciso decirlo explícitamente, de las mujeres- dejan de ser intrascendentes y todo proyecto humano puede convertirse en un modo de relacionarse amorosamente con Dios, es decir, en oración. El trabajo es medio de santificación, la acción misma del trabajo tiene vibración de eternidad.

El Corazón de Cristo no olvida un detalle de amor
¿Cuántos ejemplos tenemos en lo humano, en la vida real, en las películas, héroes que mueren con un pañuelo en la mano, donado por la criatura amada un montón de años atrás, pero llevado siempre consigo como fuente de energía inagotable e incontenible, para todos los combates, para superar peligros, amenazas, desfallecimientos. Cómo no recordar al bravo escocés William Wallace -Braveheard, Mel Gibson- aferrado a un pedazo de tela deshilachado por el tiempo, empapado en sangre y sudores: es su fuerza en la tortura que le propina el tirano inglés de la película; gracias al pañuelo no capitula, no cede a la facilidad de una muerte rápida; asume el tormento, hasta que – tras un grandioso grito desgarrador de ¡¡libertad!! - su brazo desmayado se recorta en el azul, se abren lentamente los dedos de la mano izquierda y se desprende el pañuelo de la amada. Como hoja de otoño cae mansamente, cámara lenta, al suelo, entre la muchedumbre estupefacta por el poderío resistente del héroe que no supo, no pudo, no quiso olvidar.
  
Una pequeña cosa, un trozo de tela deshilachada, impresentable de sudor y sangre, cuánto vale. No se olvida ni en el momento de la muerte. Vence el tormento del tirano. Enardece y libera a un pueblo oprimido por el malo. Cosas semejantes pasan en la vida cotidiana. Incluso tras un largo y penoso alzheimer, cuando la mente se ha olvidado de todo y se va a exhalar el último suspiro, los labios exangües se mueven al ritmo del Ave María que se reza al oído de aquél que todos imaginaban ya en la otra orilla.

Enigmas maravillosos de la memoria del corazón enamorado. Dios es Amor. Dios no tiene memoria, todo en Él es presente, nada puede olvidar, ni detalle alguno escapar de su mente. Él es EL QUE VE… ¿Cómo podrá caérsele de la memoria un «es por Ti», o un «te amo», o un «Señor, perdóname, ayúdame más», o tantas cosas, pequeñas o grandes, que le podemos ofrecer a lo largo de los días que Él nos da de vida en esta tierra? ¿Cómo no ver que todos esos detalles, que nosotros mismos vamos olvidando casi siempre, Él jamás olvidará. ¡No tiene memoria! No la necesita! Es eterno su conocer. Tiene cada uno de nuestros detalles siempre presentes para siempre. ¿No tenemos experiencia sobrada del primer amor? ¿No sabemos cómo afectan detalles insignificantes para otros, pero extremadamente conmovedores para los que se aman?

Horno ardiente de amor, porque da luz y caldea. Protege el hogar de los fríos, de las soledades, de las indigencias, de las incomprensiones, de los desamores. «Este Corazón es la maravillosa Condescendencia de Dios: el Corazón humano que late con la vida divina: la vida divina que late en el corazón humano» (JPII). El Corazón de Cristo es corazón de hombre abrazado por Dios y corazón de hombre que abraza a Dios y así abraza a todo hombre que viene a este mundo. Es el Corazón humano de Dios, en el se encuentran infinitos tesoros de amor y de sabiduría.
Bajo el Corazón de la Virgen de Nazaret
Junto al Corazón de Jesús, mejor, en el Corazón de Jesús, se encuentra el Corazón inmaculado de María. Concluyamos esta ya larga meditación con Juan Pablo II, cuando a la hora del Ángelus invita a «venerar ese momento único en la historia del universo en el que Dios-Hijo se hace hombre bajo el Corazón de la Virgen de Nazaret.¨ Es el momento de la Anunciación que refleja la oración del "Angelus Domini". "Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será... llamado Hijo del Altísimo" (Lc 1, 31-32). María dice: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). Y desde aquel momento su Corazón se prepara a acoger al Dios-Hombre: ¡"Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza"! Nos unimos con la Madre de Dios para adorar a este Corazón del Hombre que, mediante el misterio de la unión hipostática (unión de las naturalezas), es al mismo tiempo el Corazón de Dios. Tributamos a Dios la adoración debida al Corazón de Cristo Jesús, desde el primer momento de su concepción en el seno de la Virgen. Junto con María le tributamos la misma adoración en el momento del nacimiento: cuando vino al mundo en la extrema pobreza de Belén. Le tributamos la misma adoración, junto con María, durante todos los días y los años de su vida oculta en Nazaret, durante todos los días y los años en los que cumple su servicio mesiánico en Israel. Y cuando llega el tiempo de la pasión, del despojamiento, de la humillación y del oprobio de la cruz, nos unimos todavía más ardientemente al Corazón de la Madre para gritar: ¡"Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza"! Sí. ¡Dignísimo de toda alabanza precisamente a causa de este oprobio y humillación! En efecto, entonces el Corazón del Redentor alcanza el culmen del amor de Dios. ¡Y precisamente el Amor es digno de toda alabanza! Nosotros "no nos gloriaremos a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" (cf. Gál 6, 14), escribirá San Pablo, mientras San Juan enseña: "Dios es amor" (1 Jn 4, 8). Jesucristo está en la gloria de Dios Padre. De esta gloria el Padre rodeó en el Espíritu Santo, el Corazón de su Hijo glorificado. Esta gloria anuncia en los siglos la asunción al cielo del Corazón de su Madre. Y todos nosotros nos unimos con Ella para confesar: "Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza, ten piedad de nosotros".

©Arvo Net, 25 de Julio de 2004-19 de junio de 2009


27 Tiempo ordinario Ciclo C - 6 octubre 2019




[Chiesa/Testi/Fede/27C19FeGenuinaYCorazónComuniónCristo]

Ø Domingo 27 del tiempo ordinario, ciclo C (6 de octubre de 2019). El salmo responsorial de la Eucaristía de hoy. La fe y el corazón. «Ninguna de las cosas grandes de la vida humana se debe al solo pensar, sino al corazón y al amor que de él nace». El corazón es el lugar donde la persona se decide o no por Dios. La fe es un don de Dios que mueve el corazón. La fe tiene que ver un poco con el saber, pero es, sobre todo, comunión con Cristo. La peregrinación de nuestra vida: caminamos hacia una meta y necesitamos tener el corazón en actitud de espera; necesitamos un corazón inquieto y abierto. Manifestaciones de la genuina creencia religiosa. 


v  Cfr. Cfr. 27 Tiempo ordinario Ciclo C - 6 octubre 2019

Habacuc 1, 2-3. 2,2-4; Timoteo 1, 6-8.13.14; Lucas 17,5-10; Salmo 94

Habacuc 1,2-3; 2,2-4: 2 ¿Hasta cuándo, Yahveh, pediré auxilio, sin que tú escuches, clamaré a ti: "¡Violencia!" sin que tú salves? 3 ¿Por qué me haces ver la iniquidad, y tú miras la opresión? ¡Ante mí rapiña y violencia, querella hay y discordia se suscita! 2 Y me respondió Yahveh y dijo: "Escribe la visión, ponla clara en tablillas para que se pueda leer de corrido. 3 Porque es aún visión para su fecha, aspira ella al fin y no defrauda; si se tarda, espérala, pues vendrá ciertamente, sin retraso. 4 "He aquí que sucumbe quien no tiene el alma recta, más el justo por su fidelidad vivirá."
2 Timoteo 2, 6-8.13-14: 6 Por esta razón, te recuerdo que revivas el don de Dios que recibiste por la imposición de mis manos, 7 porque Dios no nos dio un espíritu de timidez, sino de fortaleza, caridad y templanza. 8 Así, pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; al contrario, comparte conmigo los sufrimientos por el evangelio con fortaleza de Dios. 13 Ten por norma las palabras sanas que me escuchaste con la fe y la caridad que tenemos en Cristo Jesús. 14 Guarda el precioso depósito por medio del Espíritu Santo que habita en nosotros.
Lucas 17, 5-10: 5 En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe.» 6 El Señor contestó: - «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa montaña: Arráncate de raíz y plántate en el mar." Y os obedecería. 7 Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa`? 8 ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"? 9 ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? 10 Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.

Salmo responsorial – del salmo 95/94: (de este domingo 27 tiempo ordinario C)
R/. Ojalá oyéreis la voz del Señor: No queráis endurecer vuestros corazones
1 ¡Venid! Cantemos jubilosos al Señor,
aclamemos a la Roca de nuestra salvación.
2 Vayamos a su presencia con acción de gracias,
Aclamémosle con salmos.
6 Venid, adoremos y postrémonos,
pongámonos de hinojos
ante el Señor, nuestro Hacedor.
7 Pues Él es nuestro Dios,
y nosotros el pueblo que El apacienta,
las ovejas que Él cuida. 
¡Ojalá escuchéis hoy su voz!
8 No endurezcáis vuestro corazón como en Meribá,
como el día de Masá, en el desierto,
donde me tentaron vuestros padres,
me pusieron a prueba,
aunque había visto mis obras.

¡Ojalá escuchéis hoy su voz!
No endurezcáis vuestro corazón.
(Salmo 95, 7-8)

1.    El corazón


v  a) Fe y corazón

Romano Guardini, El Señor: «ninguna de las cosas grandes de la vida humana se debe al
solo pensar, sino al corazón y al amor que de él nace» [1].

o  El corazón es el lugar donde la persona se decide o no por Dios.

            Catecismo de la Iglesia Católica, n. 368: La tradición espiritual de la Iglesia también
presenta el corazón en su sentido bíblico de «lo más profundo del ser» (Cf Jeremías 31, 33),donde
la persona se decide o no por Dios (Cf Deuteronomio 6, 5; 29, 3; Isaías 29, 13; Ezequiel 36,
26;Mateo 6, 21; Lucas 8, 15; Romanos 5, 5) [2].

o  La fe abre “los ojos  del corazón”.

            Catecismo de la Iglesia Católica, n. 158: (…) La gracia de la fe abre "los ojos del corazón" (Ef 1, 18) para una inteligencia viva de los contenidos de la Revelación, es decir, del conjunto del designio de Dios y de los misterios de la fe, de su conexión entre sí y con Cristo, centro del Misterio revelado. (…)

o  La fe es un don/gracia de Dios que mueve el corazón.

            Catecismo de la Iglesia Católica, n. 153: La fe es una gracia - Cuando San Pedro confiesa
que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Jesús le declara que esta revelación no le ha venido «de
la carne y de la sangre, sino de mi Padre que está en los cielos» (Mateo 16, 17) (Cf Gálatas 1, 15;
Mateo 11, 25). La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por El. «Para dar esta
respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio
interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y
concede "a todos gusto en aceptar y creer la verdad"» (Dei verbum 5).

o  La fe da su fruto en el amor. Guardar su Palabra, sus mandamientos, permanecer con Jesús en el Padre que nos ama.

·         Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2614: (…)  La fe da su fruto en el amor: guardar su
Palabra, Sus mandamientos, permanecer con El en el Padre que nos ama en El hasta permanecer en nosotros. En esta nueva Alianza, la certeza de ser escuchados en nuestras peticiones se funda en la oración de Jesús (cf Jn 14, 13 - 14).

o  La fe tiene que ver un poco con el saber, pero es, sobre todo, comunión con Cristo.

§     La fe es hermana del amor y es precisamente con el lenguaje amoroso con el que los místicos han descrito los secretos del creer en Dios.
·         Gianfranco Ravasi, Avvenire, 5 abril 2007: “Creer es, ciertamente, también un poco saber, pero es,
Sobre todo, comunión de vida con el Otro, es vivir dentro de él, pulsando en su corazón, recorriendo su pensamiento, abandonándose a Él en el sueño, conscientes - como dice la mujer del Cantar de los Cantares – de que “yo duermo, pero mi corazón vigila./ La voz de mi amado llama a la puerta/ (5,2). Sí, la fe es hermana del amor y es precisamente con el lenguaje amoroso con el que los místicos han descrito los secretos del creer en Dios. Por tanto superemos una religiosidad hecha solamente de saber y de deber, aunque sea necesario como primera etapa, y introduzcámonos en el camino de la intimidad y de la comunión, “viviendo dentro de Él”, haciendo que Él viva en nosotros, como confesó san Pablo: “Cristo vive en mí” (Gálatas 2,20)”.
Ibidem: Lalla Romano, escritora fallecida en el 2001, Poesías, ed. Einaudi 1974:
La fe no es saber
que el otro existe
es vivir dentro de él
calor en sus venas
sueño en sus pensamientos.
Aquí vagar durmiendo
en él despertarse.

v  b) Algunos adjetivos que se pueden aplicar  al corazón:

o  Pesado: por el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de la vida.

·         Lucas 21, 34 «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje,
por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, 35 como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. 36 Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.

o  Duro: insensibilidad de conciencia que lleva a no entender el proyecto que Dios tiene para cada uno. 

·         Cfr. Ravasi Gianfranco, Secondo la Scrittura, Anno B Piemme  1996 pp. 295-300:  El
pecado hace que el hombre no sea capaz de entender el proyecto de Dios, que no sea capaz de realizarlo. Por tanto “dureza de corazón” quiere decir insensibilidad de la conciencia, y, como consecuencia, desobediencia a Dios.
        Jesús,  encuentra una causa excusante  de la posibilidad de divorciar reconocida en la Ley biblica: “la sclerokardìa, la «dureza de corazón», una terminología clásica en el Antiguo Testamento, que indicaba la insensibilidad de la conciencia, la fragilidad pecadora, la obstinada desobediencia a Dios.

o  Ofuscado: por los afanes de la vida

·         cfr. Marcos 6, 47-56: “Y se metió con ellos en la barca, y se echó al instante el viento, con lo
cual quedaron mucho más asombrados. Y es que no habían hecho reflexión sobre el milagro de los panes; porque su corazón estaba aún ofuscado”.
·         Debemos vigilar para que, cuando se presente el Seños en nuestras vidas, nuestro corazón no
esté ofuscado por los afanes terrenos, por la tentación de la vida fácil y superficial -que no llena-, por el egoísmo de pensar sólo en mis problemas y en mis intereses.
·         En el diccionario se define “ofuscar” como:
1  perder momentáneamente la capacidad de razonar y no poder pensar con claridad. 
 ofuscarse: obsesionarse con algo y no poder pensar con claridad.

o  contrito ….

  • Cfr. la oración de Azarías en el Horno (Libro de Daniel capítulo 3), Audiencia General de
Juan Pablo II, 14 de mayo de 2003:
“El orante se acerca al Señor ofreciéndole el sacrificio más valioso y agradable: el "corazón
contrito" y el "espíritu humillado" (v. 39; cf. Sal 50, 19). Es precisamente el centro de la existencia, el yo renovado por la prueba, lo que se ofrece a Dios, para que lo acoja como signo de conversión y consagración al bien. Con esta disposición interior desaparece el miedo, se acaban la confusión y la vergüenza (cf. Daniel 3, 40), y el espíritu se abre a la confianza en un futuro mejor, cuando se cumplan las promesas hechas a los padres”.  

o  Empedernido

2.    El corazón en la peregrinación de nuestra vida.

    Cfr. Homilía de Benedicto XVI en el  Santuario Mariazell – Austria – 8 septiembre 2007

v   La necesidad de tener un corazón inquieto y abierto.

o  Peregrinar significa caminar hacia una meta: la necesidad de tener el corazón en actitud de espera. Peregrinar significa estar orientados en cierta dirección, caminar hacia una meta.

  • Esto confiere una belleza propia también al camino y al cansancio que implica. Entre los
peregrinos de la genealogía de Jesús algunos habían olvidado la meta y querían ponerse a sí mismos como meta. Pero el Señor había suscitado siempre de nuevo personas que se habían dejado impulsar por la nostalgia de la meta, orientando hacia ella su vida. El impulso hacia la fe cristiana, el inicio de la Iglesia de Jesucristo fue posible porque existían en Israel personas con un corazón en búsqueda, personas que no se acomodaron en la rutina, sino que escrutaron a lo lejos en búsqueda de algo más grande: Zacarías, Isabel, Simeón, Ana, María y José, los Doce y muchos otros. Al tener su corazón en actitud de espera, podían reconocer en Jesucristo a Aquel que Dios había mandado, llegando a ser así el inicio de su familia universal. La Iglesia de los gentiles pudo hacerse realidad porque tanto en el área del Mediterráneo como en las zonas de Asia más cercanas, a donde llegaban los mensajeros de Jesucristo, había personas en actitud de espera que no se conformaban con lo que todos hacían y pensaban, sino que buscaban la estrella que podía indicarles el camino hacia la Verdad misma, hacia el Dios vivo.

o  Tenemos necesidad de Dios y de su mediador, Jesucristo. Necesitamos un corazón inquieto y abierto: es el núcleo de la peregrinación.

            Necesitamos este corazón inquieto y abierto. Es el núcleo de la peregrinación. Tampoco hoy basta ser y pensar, en cierto modo, como todos los demás. El proyecto de nuestra vida va más allá. Tenemos necesidad de Dios, del Dios que  nos ha mostrado su rostro y abierto  su corazón: Jesucristo. San Juan, con  razón, afirma que "él es el Hijo único, que está en el seno del Padre" (Jn 1, 18); así sólo él, desde  la intimidad de Dios mismo, podía revelarnos a Dios y también  revelarnos quiénes somos nosotros, de dónde venimos y hacia dónde vamos.
            Ciertamente ha habido en la historia muchas grandes personalidades que han hecho bellas y conmovedoras experiencias de Dios. Sin embargo, son sólo experiencias humanas, con su límite humano. Sólo él es Dios y por eso sólo él es el puente que pone realmente en contacto inmediato a Dios y al hombre. Así pues, aunque nosotros lo consideramos el único Mediador de la salvación válido para todos, que afecta a todos y del cual, en definitiva, todos tienen  necesidad, esto no significa de ninguna manera que despreciemos a las otras religiones ni que radicalicemos con soberbia nuestro pensamiento, sino únicamente que hemos sido conquistados por Aquel que nos ha tocado interiormente y nos ha colmado de dones, para que podamos compartirlos con los demás.

3. El padre nuestro: venga a nosotros tu reino.

v  El corazón dócil es necesario para recibir el reino de Dios, que es Cristo mismo: la comunión con Él.

Cfr. BXVI, Jesús de Nazaret, pp. 180-182

o  a) La primacía de Dios. Se establece un orden de prioridades para el obrar humano. No se nos promete a los devotos un mundo utópico que funciona automáticamente. Reino de Dios quiere decir soberanía de Dios: asumir su voluntad como criterio.

Al reflexionar sobre esta petición acerca del Reino de Dios, recordaremos lo que hemos considerado antes acerca de la expresión «Reino de Dios». Con esta petición reconocemos en primer lugar la primacía de Dios; donde El no está, nada puede ser bueno. Donde no se ve a Dios, el hombre decae y decae también el mundo. En este sentido, el Señor nos dice; «Buscad ante todo el Reino (le Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura» (Mateo 6,33). Con estas palabras se establece un orden de prioridades para el obrar humano, para nuestra actitud en la vida diaria.
En modo alguno se nos promete un mundo utópico en el caso de que seamos devotos y de algún modo deseosos del Reino de Dios. No se nos presenta automáticamente un mundo que funciona como lo propuso la utopía de la sociedad sin clases, en la que todo debía salir bien sólo porque no existía la propiedad privada. Jesús no nos da recetas tan simples, pero establece - como se ha dicho -  una prioridad determinante para todo: «Reino de Dios» quiere decir «soberanía de Dios», y eso significa asumir su voluntad como criterio. Esa voluntad crea justicia, lo que implica que reconocemos a Dios su derecho y en él encontramos el criterio para medir el derecho entre los hombres.

o  b) La primera oración de Salomón: pide a Dios un corazón dócil (para que sea Dios quien reine y no nosotros), la capacidad de discernir el bien del mal, para gobernar.

El orden de prioridades que Jesús nos indica aquí nos recuerda el relato veterotestamentario de la primera oración de Salomón tras ser entronizado. En él se narra que el Señor se apareció al joven rey en sueños, asegurándole que le concedería lo que le pidiera. ¡Un tema clásico en los sueños de la humanidad! ¿Qué pidió Salomón? «Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el bien y el mal» (1 Reyes 3, 9). Dios lo alaba porque no ha pedido — como hubiera sido más natural — riqueza, bienes, honores o la muerte de sus enemigos, ni siquiera una vida más larga (cf 2 Cr 1, 11), sino algo verdaderamente esencial: un corazón dócil, la capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Y por eso Salomón recibió también todo lo demás como añadidura.
Con la petición «venga tu reino» (¡no el nuestro!), el Señor nos quiere llevar precisamente a este modo de orar y de establecer las prioridades de nuestro obrar. Lo primero y esencial es un corazón dócil, para que sea Dios quien reine y no nosotros. El Reino de Dios llega a través del corazón que escucha. Ese es su camino. Y por eso nosotros hemos de rezar siempre.

o  c) Jesús es el Reino de Dios en persona: la petición se convierte, por tanto, en petición de la  comunión con Jesucristo.

A partir del encuentro con Cristo esta petición asume un valor aún más profundo, se hace aún más concreta. Hemos visto que Jesús es el Reino de Dios en persona; donde Él está, está el «Reino de Dios». Así, la petición de un corazón dócil se ha convertido en petición de la comunión con Jesucristo, la petición de que cada vez seamos más «uno» con El (cf. Gálatas 3,28). Es la petición del seguimiento verdadero, que se convierte en comunión y nos hace un solo cuerpo con Él. Reinhold Schneider lo ha expresado de modo penetrante: «La vida en este reino es la continuación de la vida de Cristo en los suyos; en el corazón que ya no es alimentado por la fuerza vital de Cristo se acaba el reino; en el corazón tocado y transformado por esa fuerza, comienza... Las raíces del árbol que no se puede arrancar buscan penetrar en cada corazón. El reino es uno; subsiste sólo por el Señor, que es su vida, su fuerza, su centro...» (pp. 3 Is). Rezar por el Reino de Dios significa decir a Jesús: ¡Déjanos ser tuyos, Señor! Empápanos, vive en nosotros; reúne en tu cuerpo a la humanidad dispersa para que en ti todo quede sometido a Dios y Tú puedas entregar el universo al Padre, para que «Dios sea todo para todos» (1 Corintios 15, 28).

4. «Auméntanos la fe». Evangelio de hoy, Lucas 17,5: la genuina creencia religiosa.

o  Nos sitúa  … nos recuerda … nos ilumina …purifica … inspira … nos  mueve a …  nos lleva al …  Más allá de la utilidad presente.

·         Benedicto XVI, Viaje al Reino Unido, Discurso, 17 septiembre 2010:
La genuina creencia religiosa nos sitúa más allá de la utilidad presente, hacia la trascendencia. Nos recuerda la posibilidad y el imperativo de la conversión moral, el deber de vivir en paz con nuestro prójimo y la importancia de llevar una vida íntegra. Entendida de forma adecuada, nos ilumina, purifica nuestros corazones e inspira acciones nobles y generosas, en beneficio de toda la familia humana. Nos mueve a la práctica de la virtud y nos lleva al amor de los unos para con los otros, con el mayor respeto a las tradiciones religiosas distintas de las nuestras.

5. Hans Urs von Balthasar, Luz de la Palabra. Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C.

      Ediciones Encuentro, Madrid 1994 pp. 287 ss.

v   «Dios no nos ha dado un espíritu cobarde».

o  Hay que permanecer en el amor que se nos ha dado. (Segunda Lectura)

La segunda lectura alude a esto. El elegido debe acordarse del Espíritu que le ha sido, conferido con la imposición de manos. Debe «avivar» en sí el fuego que quizá sólo arde tímidamente, porque es un «Espíritu de energía, amor y buen juicio». En estas tres palabras podemos ver tres realidades que se implican mutuamente: la fuerza se encuentra precisamente en el amor, que no es estático, sino sensato y prudente, para luchar contra los poderes antidivinos; esta fuerza del amor es el arma del cristiano. Esto se inculca una vez más: hay que trabajar por el Evangelio según las fuerzas que nos ha conferido el Espíritu, hay que «permanecer» en el «amor» que se nos ha dado, y todo ello conforme al ejemplo de los santos, que incluso en prisión tuvieron fuerza para sufrir por el Evangelio; éste precisamente puede ser el «buen combate» (2 Tm 4,7), el más fecundo, porque se libra junto con el Cordero.

v  «Prepárame de cenar».

o  Creer no es sentarse a esperar hasta que venga el Señor y nos sirva con su gracia, que no puede soportar que nos dejemos servir por él sin hacer nosotros nada (sola fides).

§     Sin llegar a pensar orgullosamente que mi servicio será sumamente útil para el Señor (sin mí el Señor no podría hacer nada), sino justamente al contrario: en la humildad del que sabe que sin Jesús «no podéis hacer nada»
El evangelio lo aclara aún más: creer no es sentarse a esperar hasta que venga el Señor y nos sirva con su gracia, sino que la fe obtiene su inconcebible eficacia (arrancar el árbol de raíz y trasplantarlo al mar) en el servicio al Señor, que se ha convertido en el servidor de todos nosotros y que no puede soportar que nos dejemos servir por él sin hacer nosotros nada (sola fides), sino que considera como algo natural que sirvamos junto con él; y esto significa en realidad que hay que servirle «porque donde estoy yo, allí estará también mi servidor» (Juan 12,26), y esto sin llegar a pensar orgullosamente que mi servicio será sumamente útil para el Señor (sin mí el Señor no podría hacer nada), sino justamente al contrario: en la humildad del que sabe que sin Jesús «no podéis hacer nada» (Juan 15,5). Como él ha hecho ya todo por nosotros, la única manera de valorarnos correctamente a nosotros mismos es la que el propio Señor nos recomendó: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer».


Vida Cristiana





[1]  Cfr. Giacomo Canobbio, El Evangelio en el corazón, en Alfa y Omega n. 499.
[2]  Deuteronomio 6,5: Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas;   Isaías 29, 13:  Dice el Señor: «Este pueblo me alaba con la boca y me honra con los labios, mientras su corazón está lejos de mí, y el culto que me rinde se ha vuelto precepto aprendido de otros hombres. Ezequiel 36, 26: Y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Mateo 6,21: 21 Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón. Lucas 8, 15: Lo de la tierra buena son los que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia. Romanos 5,5: Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.


El amor de pareja peligra cuando dejan de hablar en serio, mirándose a los ojos… pero hay solución




   

Jueves, 03 de octubre de 2019

Religión en Libertad

o  Nacho Tornel, experto en mediación de pareja, anima contra las rupturas

Ø El amor de pareja peligra cuando dejan de hablar en serio, mirándose a los ojos… pero hay solución

La pareja ha de poder hablar con tranquilidad, en profundidad, intimidad y sinceridad... y a ser posible un rato cada día

La pareja ha de poder hablar con tranquilidad, en profundidad, intimidad y sinceridad... y a ser posible un rato cada día

ReL - 03 octubre 2019

"Nuestro principal confidente -no el único, pero sí el principal-, la persona con la que nos desahoguemos, tiene que ser la persona con la que compartimos nuestra vida", explica Nacho Tornel, experto en mediación de pareja. Los matrimonios ganan fortaleza al hablar las cosas en profundidad, con intimidad y densidad, y se debilitan cuando dejan de hacerlo.
Este veterano mediador denuncia que "estamos ante una mentalidad muy rupturista donde parece que no pasa nada [al romper un matrimonio] y sí pasa, mucho". La ruptura de una familia daña al hombre, a la mujer, a los niños, a los amigos y parientes... Incluso en casos de infidelidad vale la pena trabajar duro por recuperar la confianza y la unidad familiar. Nacho Tornel compara la infidelidad con un cáncer: hace daño, puede matar... pero es curable.
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Nacho Tornel lleva 18 años trabajando con parejas en conflictos
Nacho Tornel es Licenciado en Derecho y experto en mediación familiar en Madrid. Es máster en Matrimonio y Familia y desde hace 18 años trabaja con parejas en crisis que buscan una solución a sus problemas. Su libro  Enparejarte (Planeta) daba muchas pistas para mejorar en el arte feliz -pero dedicado- de vivir el noviazgo y matrimonio a través de cuatro capítulos basados en la comunicación, el compromiso, el respeto y la actividad. 

El mediador ha hablado de estos temas con Marisol Nuevo Espín en la revista Hacer Familia, animando siempre a cuidar la relación de pareja y a evitar en lo posible la salida de la ruptura, que es siempre muy dañina.
- ¿Cómo falla la comunicación cuando estamos pasando por un bache?
- La comunicación es medular, y aunque sea evidente, a veces es lo que más rápido perdemos de vista en una relación de pareja. Cuando una pareja empieza a entrar en crisis y se atasca es porque ha empezado a descuidar ese flujo diario de comunicación que debe tener. "¿Cómo voy a tener yo tiempo todos los días para dedicárselo a mi marido, a mi mujer?" ¿Cómo no vas a tenerlo? Tiempo de verdad, del de comunicar de una manera densa, profunda, mirando a los ojos. Cuando eso falla, empezamos como a desconectar, comenzamos a mirar en paralelo y no en convergente.
- ¿Cómo se asegura esa convergencia?
A diario debe haber ese rato donde estamos nosotros dos solos, hablamos, nos comunicamos, nos volcamos, desahogamos y desaguamos el uno del otro y con esto nos aseguramos de esa complicidad y esa confianza tan necesarias para la buena salud de la pareja. Con eso ya estamos poniéndonos una vacuna bárbara para todo lo que venga.
- ¿Qué pasa cuando ese distanciamiento ya se ha producido y nos da vértigo quedarnos a solas?
- El primero que lo percibe ha de ser quien levante la bandera roja. Muchas veces estamos como esperando. "Que diga algo, que haga alguna cosa; ha habido oportunidades que no ha aprovechado". Seguro que sí, pero da tú el paso; estás invirtiendo en lo mejor que tienes: tú relación de pareja. No nos hagamos los 'dignos', hay que romper esa barrera cuanto antes. No hay que tener miedo, hay que ser humilde, sencillo, y decir "bueno, si él o ella no se ha dado cuenta, pues me he dado cuenta yo y lo digo".
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- ¿Qué consejos son los fundamentales para evitar que la falta de confianza se instale en la pareja?
- La confianza es la expresión más directa de la buena comunicación. La confianza, evidentemente, ni se compra, ni se vende, ni se alquila. Nuestra pareja debe conocer quiénes componen nuestro mundo de relaciones, dónde nos movemos. El clásico ejemplo de: "¡Bah! ¿Para qué le voy a hablar de esta compañera de trabajo, si no la conoce?" Cuéntale si resulta que has coincidido un par de veces con ella y habéis hecho alguna gestión y luego habéis acabado tomando algo. No pasa nada por contarlo y no tienes por qué tener miedo a levantar sospechas. Por el contrario, si no cuentas cosas y aquello, de alguna manera, se va alimentando, se genera una 'bolsa de aire' que no nos permite estar limpios del todo. La confianza nos lleva a hacer equipo, a tener complicidad, de saber que le puedo contar lo que sea. Nuestro principal confidente -no el único, pero sí el principal-, la persona con la que nos desahoguemos, tiene que ser la persona con la que compartimos nuestra vida.
- Hoy se pone en duda que el amor pueda ser para siempre. ¿Cómo trabajamos esa capacidad para comprometernos?
- El compromiso en la pareja no está pasando por una buena racha. Actualmente tiene unas connotaciones negativas equiparables a 'comprimido', 'constreñido' o 'contrariado'. Creo que debemos reflexionar. Uno no sale adelante de los problemas por mero 'brazo', 'músculo' o por mero hacer. No, a veces hay que pararse a pensar y decir: "Contigo para siempre. Voy a estar a tu lado, ahora y siempre". Eso da una seguridad, una alegría, una paz, enormes, alguien que verdaderamente 'queme las naves' por ti.
- Entonces, el propio compromiso afianza el compromiso...
- El compromiso tiene esa capacidad potencial de generar fuerza, de uno y una dispuestos a luchar por su relación todos los días de su vida. Esa es la seguridad del compromiso. Hay otra seguridad, que nadie nos puede brindar, que es la de ser fiel hasta la muerte; lo que tienes es la convicción de que quieres luchar, de que vas a poner los medios, de que lo quieres, en un 'sí' para siempre. Si caes en la trampa del abandono, del decir, "bueno, será que esto no sería lo mío", estás diciendo 'no' a un proyecto de vida en común donde los dos habéis apostado muy duro por ser felices juntos. Estamos ante una mentalidad muy rupturista donde parece que no pasa nada y sí pasa, mucho. Cimentemos bien ese compromiso, pensemos de verdad que vale la pena la pelea.
La infidelidad causa un gran daño, pero una pareja puede sobrevivir a ello y sobreponerse, aunque necesitarán mucho tiempo, mucho esfuerzo y decisión; Nacho Tornel lo explica en esta entrevista con HacerFamilia
- ¿Puede sobrevivir una pareja a una infidelidad?
- Sí se sobrevive. Una infidelidad es un cáncer, pero en muchas ocasiones es curable. Aquí estamos en lo mismo. ¿Es un tumor? Sí, pero no tiene por qué ser mortal, es superable, aunque muy lento. La pareja va a tener mucho tiempo por delante de curación y hay que estar preparado para recorrer un camino duro, áspero, cuesta arriba. En ese camino tenemos que encontrar como compañera a la sinceridad absoluta, que quiere decir que uno no oculta ya nada más.
» Sin embargo, no es normalmente una buena receta entrar al pormenor y al detalle de elementos que van a hacer mucho más daño que bien, por mucho que el cónyuge ofendido tenga un legítimo interés en conocer. Cuando se perdona algo así se demuestra la grandeza del corazón humano. Muchas veces hay que resetear la relación, y quizá resulta que ese reseteo hace que os queráis de una manera distinta, que os valoréis de otra manera, que os conozcáis de un modo diferente. En cada uno esa reconstrucción reproduce al final una escultura distinta a la que teníamos antes, que en ocasiones, incluso la mejora. Es un desafío enorme.
- Respeto y admiración son fundamentales. ¿Qué ocurre cuando flaquean?
- Cuando uno se enamora de una persona la admira. Descubres una ensoñación, un deslumbramiento. Evidentemente eso no puede durar para siempre, pero es necesario que exista ese sentimiento de admiración, de pasmo, de asombro, de mirada muy positiva hacia la persona con la que estás, siempre. Si abrimos la puerta a la crítica, al menosprecio interno, a la murmuración, al comentario negativo, entramos en una espiral negativa. Cuando uno deja que estos pensamientos aniden -por supuesto verbalizados son una profunda falta de respeto-, tiene que cuidar continuar viendo en la persona de la que se enamoró esos elementos que le llevaron a estar pasmado, asombrado y entusiasmado. Es un ejercicio de pensar, recordar, reflexionar con la cabeza y el corazón. Ahora lo vemos más nublado, qué ha pasado. ¡Trabaja en los porqués de esas nubes y no te resignes!
(Puede conseguirse el libro Enparejarte aquí en OcioHispano)


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