sábado, 25 de enero de 2020

LA PALABRA DE DIOS EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA






 

LA PALABRA DE DIOS EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA


81  ... dos modos distintos de transmisión
«La sagrada Escritura es la palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo».
«La Tradición recibe la palabra de Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los apóstoles, y la transmite íntegra a los sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación» (Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum, 9).

103  Por esta razón, la Iglesia ha venerado siempre las divinas Escrituras como venera también el
Cuerpo del Señor. No cesa de presentar a los fieles el Pan de vida que se distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo (71) (Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum, 21).

104  En la Sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin cesar su alimento y su fuerza (Cf DV 24), porque,
en ella, no recibe solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios (1 Ts 2,13). «En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos» (DV 21).

108  Sin embargo, la fe cristiana no es una «religión del Libro». El cristianismo es la religión de la
«Palabra» de Dios, «no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo» (San Bernardo de Claraval, Homilia super “Missus est” 4, 11 ). Para que las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que Cristo, Palabra eterna del Dios vivo, por el Espíritu Santo, nos abra el espíritu a la inteligencia de las mismas (Cfr. Lc 24, 45).

123  Los cristianos veneran el Antiguo Testamento como verdadera Palabra de Dios. La Iglesia ha
rechazado siempre vigorosamente la idea de prescindir del Antiguo Testamento so pretexto de que el Nuevo lo habría hecho caduco (marcionismo).

124  El Nuevo Testamento - «La Palabra de Dios, que es fuerza de Dios para la salvación
del que cree, se encuentra y despliega su fuerza de modo privilegiado en el Nuevo Testamento» (Conc. Vat. II, Const. Dei Verbum, 17)). Estos escritos nos ofrecen la verdad definitiva de la Revelación divina. Su objeto central es Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, sus obras, sus enseñanzas, su pasión y su glorificación, así como los comienzos de su Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo ((Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum, 20)..

131  LA SAGRADA ESCRITURA EN LA VIDA DE LA IGLESIA - «Es tan grande el poder y la fuerza
de la palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual» (Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum, 58). «Los fieles han de tener fácil acceso a la Sagrada Escritura» (Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum, 58).

162  La perseverancia en la fe - La fe es un don gratuito que Dios hace al hombre. Este don
inestimable podemos perderlo; S. Pablo advierte de ello a Timoteo: «Combate el buen combate, conservando la fe y la conciencia recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe» (1 Tm 1, 18-19). Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe debemos alimentarla con la palabra de Dios; debemos pedir al Señor que la aumente (Mc 9,24; Lc 17,5; 22,32); debe «actuar por la caridad» (Ga 5, 6) (St2,14, 26), ser sostenida por la esperanza (Rom 15,13) y estar enraizada en la fe de la Iglesia.

494 «Hágase en mí según tu palabra..» - Al anuncio de que ella dará a luz al «Hijo del Altísimo»
sin conocer varón, por la virtud del Espíritu Santo (Conc. Vat. II, const. Lumen Gentium, 56). María respondió por «la obediencia de la fe» (Rm 1, 5), segura de que «nada hay imposible para Dios»: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 37-38). Así dando su consentimiento a la palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y, aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación, sin que ningún pecado se lo impidiera, se entregó a sí misma por entero a la persona y a la obra de su Hijo, para servir, en su dependencia y con él, por la gracia de Dios, al Misterio de la Redención (Cfr. Rm 1,5):
Ella, en efecto, como dice S. Ireneo, «por su obediencia fue causa de la salvación propia y de la de todo el género humano» (Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 56).  Por eso, no pocos Padres antiguos, en su predicación,  coincidieron con él en afirmar: «el nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su fe» (San Irineo de Lyon, Adversus haereses, 22,4). Comparándola con Eva, llaman a María "Madre de los vivientes" y afirman con mayor frecuencia: «la muerte vino por Eva, la vida por María» (San Irineo de Lyon, Adversus haereses,  22,4).

543  El anuncio del Reino de Dios - Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en
primer lugar a los hijos de Israel (Cfr. Mt 10, 5-7), este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (Cfr. Mt 8, 11; 28, 19). Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús:
La Palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al
pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega (Conc. Vat. II, Const.dogm. Lumen gentiun, 5).

752  En el lenguaje cristiano, la palabra «Iglesia» designa no sólo la asamblea litúrgica (106), sino también
la comunidad local (107) o toda la comunidad universal de los creyentes (108). ö Estas tres significaciones son inseparables de hecho. La «Iglesia» es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero. La Iglesia de Dios existe en las comunidades locales y se realiza como asamblea litúrgica, sobre todo eucarística. La Iglesia vive de la Palabra y del Cuerpo de Cristo y de esta manera viene a ser ella misma Cuerpo de Cristo.

764  «Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y en la presencia de
Cristo» (143). Acoger la palabra de Jesús es acoger «el Reino» (144). El germen y el comienzo del Reino son el «pequeño rebaño» (Lc 12, 32) de los que Jesús ha venido a convocar en torno suyo y de los que él mismo es el pastor (145). Constituyen la verdadera familia de Jesús (146). ö A los que reunió así en torno suyo, les enseñó no sólo una nueva «manera de obrar», sino también una oración propia (147).

798  El Espíritu Santo es «el principio de toda acción vital y verdaderamente saludable en
todas las partes del cuerpo» (225). Actúa de múltiples maneras en la edificación de todo el Cuerpo en la caridad (226): por la Palabra de Dios, «que tiene el poder de construir el edificio» (Hch 20, 32), por el Bautismo mediante el cual forma el Cuerpo de Cristo (227); por los sacramentos que hacen crecer y curan a los miembros de Cristo; por «la gracia concedida a los apóstoles» que «entre estos dones destaca» (228), ö por las virtudes que hacen obrar según el bien, y por las múltiples gracias especiales [llamadas «carismas»] mediante las cuales los fieles quedan «preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o ministerios que contribuyen a renovar y construir más y más la Iglesia» (229).

1101 El Espíritu Santo es quien da a los lectores y a los oyentes, según las disposiciones de sus
corazones, la inteligencia espiritual de la Palabra de Dios. A través de las palabras, las acciones y los símbolos que constituyen la trama de una celebración, el Espíritu Santo pone a los fieles y a los ministros en relación viva con Cristo, Palabra e Imagen del Padre, a fin de que puedan hacer pasar a su vida el sentido de lo que oyen, contemplan y realizan en la celebración.
1480  LA CELEBRACION DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA - Como todos  los sacramentos, la Penitencia es una acción litúrgica. Ordinariamente los elementos de su celebración son: saludo y bendición del sacerdote, lectura de la Palabra de Dios para iluminar la conciencia y suscitar la contrición, y exhortación al arrepentimiento; la confesión que reconoce los pecados y los manifiesta al sacerdote; la imposición y la aceptación de la penitencia; la absolución del sacerdote; alabanza de acción de gracias y despedida con la bendición del sacerdote.
2653 La Palabra de Dios - ö La Iglesia «recomienda insistentemente a todos sus fieles... la
lectura asidua de la Escritura para que adquieran "la ciencia suprema de Jesucristo" (Flp 3, 8)... ö Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues "a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras"».  (3)
1802  La Palabra de Dios es una luz para nuestros pasos. Es preciso que la asimilemos en la fe y en la
oración, y la pongamos en práctica. Así se forma la conciencia moral.
2040  Así puede desarrollarse entre los cristianos un verdadero espíritu filial con respecto a la Iglesia. Es el
desarrollo normal de la gracia bautismal, que nos engendró en el seno de la Iglesia y nos hizo miembros del Cuerpo de Cristo. En su solicitud materna, la Iglesia nos concede la misericordia de Dios que va más allá del simple perdón de nuestros pecados y actúa especialmente en el sacramento de la Reconciliación. ö Como madre previsora, nos prodiga también en su liturgia, día tras día, el alimento de la Palabra y de la Eucaristía del Señor.
2056  El Decálogo en la Sagrada Escritura - La palabra «Decálogo» significa literalmente  «diez
palabras» (Ex 34, 28; Dt 4, 13; 10, 4). Estas «diez palabras» Dios las reveló a su pueblo en la montaña santa. Las escribió «con su Dedo» (Ex 31, 18; Dt 5, 22), a diferencia de los otros preceptos escritos por Moisés (5). Constituyen palabras de Dios en un sentido eminente. Son transmitidas en los libros del Exodo (6) y del Deuteronomio (7). Ya en el Antiguo Testamento, los libros santos hablan de las «diez palabras» (8); pero su pleno sentido será revelado en la nueva Alianza en Jesucristo.
2061  Los mandamientos reciben su plena significación en el interior de la Alianza. Según la
Escritura, el obrar moral del hombre adquiere todo su sentido en y por la Alianza. La primera de las «diez palabras» recuerda el amor primero de Dios hacia su pueblo:
Como había habido, en castigo del pecado, paso del paraíso de la libertad a la servidumbre de este mundo, por eso la primera frase del Decálogo, primera palabra de los mandamientos de Dios, se refiere a la libertad: ö «Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre» (Ex 20, 2; Dt 5, 6) (11).
2084  I «ADORARAS AL SEÑOR TU DIOS, Y LE SERVIRAS» -  Dios se da a conocer recordando su acción todopoderosa, bondadosa y liberadora en la historia de aquel a quien se dirige: «Yo te saqué del país de Egipto, de la casa de servidumbre». La primera palabra contiene el primer mandamiento de la ley: «Adorarás al Señor tu Dios y le servirás... no vayáis en pos de otros dioses» (Dt 6, 13-14). ö La primera llamada y la justa exigencia de Dios consiste en que el hombre lo acoja y lo adore.
2465  I VIVIR EN LA VERDAD - El Antiguo Testamento lo proclama: Dios es fuente de toda verdad. Su
Palabra es verdad (Cf Pr 8, 7; 2 S 7, 28.). Su ley es verdad (203). «Tu verdad, de edad en edad» (Sal 119, 90; Lc 1, 50). Puesto que Dios es el «Veraz» (Rm 3, 4), los miembros de su pueblo son llamados a vivir en la verdad (Cf Sal 119, 142).
2662  La Palabra de Dios, la liturgia de la Iglesia y las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad son fuentes de la oración.

Vida Cristiana

viernes, 24 de enero de 2020

Domingo 3º del Tiempo ordinario (2020). Jesús es presentado en el evangelio






[Chiesa/Omelie1/Vocazione/3A20InicioMinisterioJesúsEnseñandoPredicandoPalabraDios]

Ø Domingo 3º del Tiempo ordinario (2020). Jesús es presentado en el evangelio - haciendo una alusión al libro de Isaías: “el pueblo vio una luz grande” – como luz que saca de las sombras y tinieblas, y llama a la conversión para que se instaure el Reino de Dios en cada uno de nosotros (cfr. también la alusión a la luz del salmo responsorial 27/26, 1). La palabra de Dios: Jesús inicia su ministerio recorriendo toda la Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio, curando enfermedades y dolencias del pueblo (cfr. final del Evangelio de hoy, Mateo 4, 23). Papa Francisco instituyó el 30 de noviembre del año pasado el tercer Domingo del Tiempo Ordinario como Domingo de la Palabra de Dios, dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios. El Papa celebrará en Roma el próximo domingo (26 de enero de 2020) por primera vez la fiesta de la Palabra de Dios.


v  Cfr. Domingo 3º del Tiempo ordinario, Ciclo A

26 de enero de 2020 -  Mateo 4, 12-23; Isaías 8,23b-9-4; 1 Corintios 1, 10-13.17.

Mateo 4, 12-23: 12 Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. 13 Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. 14 Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: 15 «País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles [1]. 16 El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló.» 17 Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: -«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»  18 Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando la red en el lago, pues eran pescadores. 19 Les dijo: -«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» 20 Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. 21 Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes. con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. 22 Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. 23 Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.

Isaías 9: 1 El pueblo que andaba a oscuras 2 vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos. Acrecentaste el regocijo, hiciste grande la alegría. Alegría por tu presencia, cual la alegría en la siega, como se regocijan repartiendo botín. 3 Porque el yugo que les pesaba y la pinga de su hombro - la vara de su tirano - has roto, como el día de Madián. 4 Porque toda bota que taconea con ruido, y el manto rebozado en sangre serán para la quema, pasto del fuego.

Salmo Responsorial: Salmo 27 (Vg 26): 1  El Señor  es mi luz y mi salvación, ¿a quién he de temer? El Señor es  el refugio de mi vida, ¿de quién tendré miedo?  4 Una cosa he pedido al Señor, una cosa sólo busco: morar en la Casa del Señor , todos los días de mi vida, para gozar de las delicias del Señor y contemplar su Templo. 13  Estoy seguro de ver la bondad del Señor en la tierra de los vivos. 14 Espera en el Señor, sé recio, que se reanime tu corazón.
Evangelio de hoy. Inicio del ministerio de Jesús:
“recorría toda Galilea,
enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino,
y curando las enfermedades y dolencias del pueblo”.
(v. 23)


1.  Introducción: uno de los aspectos presentes en el inicio del ministerio de Jesús en Galilea es  la enseñanza y predicación de la Palabra de Dios.


             Iniciamos hoy la lectura del Evangelio según S. Mateo, que nos acompañará durante todo el año. Nos podemos fijar en dos de las realidades que quedan reflejadas en el Evangelio:
1) se describe el inicio del ministerio de Jesús (vv. 12-17). Jesús es presentado - haciendo una alusión al libro de Isaías – como luz que saca de las sombras y tinieblas, y llama a la conversión para que se instaure el Reino de Dios en cada uno de nosotros. Se narra la vocación de los primeros discípulos a los que llama el Señor (vv. 18-22), con los que formará más tarde el grupo de los Doce sobre los que fundará su Iglesia; 
2 )  al final del Evangelio de hoy encontramos una breve síntesis de la actividad del Señor (v. 23), que se refiere  a)  a la  predicación de la Palabra de Dios  (“recorría toda la Galilea enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino” ),  y  b) “curando de toda enfermedad y dolencia del pueblo”.

2.  En varios números del Catecismo de la Iglesia Católica encontramos afirmaciones precisas que tienen que ver con la predicación y acogida de la Palabra de Dios.  

 

-          la Palabra de Dios es “la luz de nuestro caminar” (cfr. n. 1785);
-    en otro número se dice algo semejante: “la Palabra de Dios es una luz para nuestros pasos (n.
1802)”.
-          y en estos dos números se nos recuerda que  “es preciso que asimilemos la Palabra de Dios en
la fe y en la oración, y la pongamos en práctica”;

 

o   La Palabra y el Reino de Dios

-          Todos los hombres estamos llamados a entrar en el Reino de Dios. (…) Para entrar en él, es
necesario acoger la Palabra de Jesús (cfr. n. 543);
-          El Reino de manifiesta en Cristo; este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las
obras y en la presencia de Cristo. Acoger la palabra de Jesús es acoger “el Reino”. (cfr. n. 764).

3. Una reciente institución de Papa Francisco: el III Domingo del Tiempo Ordinario se dedicará  a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios (Carta Apostólica “Aperuit illis”, del 30 de septiembre de 2019).

-         A) En el número 2 de esta Carta Apostólica, aludía Papa Francisco a la justificación del Documento: 
“Tras la conclusión del Jubileo extraordinario de la misericordia, pedí que se pensara en «un domingo completamente dedicado a la Palabra de Dios, para comprender la riqueza inagotable que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo» (Misericordia et misera, 7). Dedicar concretamente un domingo del Año litúrgico a la Palabra de Dios nos permite, sobre todo, hacer que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable”. (…)
“Por tanto, con esta Carta tengo la intención de responder a las numerosas peticiones que me han llegado del pueblo de Dios, para que en toda la Iglesia se pueda celebrar con un mismo propósito el Domingo de la Palabra de Dios”.

-           B) A continuación se ofrecen los resúmenes de los párrafos del mismo documento.

-          se recuerda que “ignorar las Escrituras es ignorancia de Cristo” (n. 1).
-          Jesús abre para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo
esta riqueza inagotable (n. 1).
-          El Señor escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera
enriquecerse en cualquiera de los puntos en que concentrar su reflexión (n. 1).
-          El Concilio Ecuménico Vaticano II dio un gran impulso al redescubrimiento de la Palabra de
Dios con la Constitución dogmática Dei Verbum (n. 2).
-          Benedicto XVI escribió la Exhortación apostólica “Verbum Domini” (Palabra del Señor) (n. 2).
-          El III Domingo del Tiempo Ordinario será dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de
la Palabra de Dios. En ese domingo, de manera especial, será útil destacar su proclamación y adaptar la homilía para poner de relieve el servicio que se hace a la Palabra del Señor (n. 3).
-          La Biblia no puede ser sólo patrimonio de algunos, y mucho menos una colección de libros para
unos pocos privilegiados. Pertenece, en primer lugar, al pueblo convocado para escucharla y reconocerse en esa Palabra. La Palabra de Dios une a los creyentes y los convierte en un solo pueblo (n. 4).
-          La gran responsabilidad de los Pastores  de explicar y permitir que todos entiendan la Sagrada
Escritura. La función peculiar de la homilía: ayuda a profundizar en la Palabra de Dios. Es necesario dedicar el tiempo apropiado para la preparación de la homilía. No se puede improvisar el comentario de las lecturas sagradas. Que nunca nos cansemos de dedicar tiempo y oración a la Sagrada Escritura, para que sea acogida «no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como Palabra de Dios» (1Tesalonicenses 2,13). A los predicadores se nos pide el esfuerzo de no alargarnos desmedidamente con homilías pedantes o temas extraños (n. 5).
-          El encuentro de Jesús con dos discípulos que viajaban de Jerusalén a Emaús. A lo largo del
camino, el Señor los interroga, dándose cuenta de que no han comprendido el sentido de su pasión y su muerte; los llama «necios y torpes» (n. 6).
-          La Biblia, en cuanto Sagrada Escritura, habla de Cristo y lo anuncia como el que debe soportar
los sufrimientos para entrar en la gloria. Las Escrituras hablan de Cristo, y nos ayudan a creer que su muerte y resurrección no pertenecen a la mitología, sino a la historia y se encuentran en el centro de la fe de sus discípulos. La fe proviene de la escucha y la escucha está centrada en la palabra de Cristo (Romanos 10, 17). (n. 7).
-          El contacto frecuente con la Sagrada Escritura y la celebración de la Eucaristía hace posible el
reconocimiento entre las personas que se pertenecen. (n. 8)
-          Cuando los Sacramentos son introducidos e iluminados por la Palabra, se manifiestan más
claramente como la meta de un camino en el que Cristo mismo abre la mente y el corazón al reconocimiento de su acción salvadora. Es necesario, en este contexto, no olvidar la enseñanza del libro del Apocalipsis, cuando dice que el Señor está a la puerta y llama. (n. 8)
-          En la Segunda Carta a Timoteo, que constituye de algún modo su testamento espiritual, san
Pablo recomienda a su fiel colaborador que lea constantemente la Sagrada Escritura. Las verdades contenidas en la Escrituras sirven para nuestra salvación. El papel del Espíritu Santo en la Sagrada Escritura es fundamental. (n. 9).
-          Es necesario tener fe en la acción del Espíritu Santo que sigue realizando una peculiar forma de
inspiración cuando la Iglesia enseña la Sagrada Escritura, cuando el Magisterio la interpreta auténticamente y cuando cada creyente hace de ella su propia norma espiritual. (n. 10)
-          No separar la Sagrada Escritura de la Tradición, sin comprender que juntas forman la única
fuente de la Revelación. (n. 11)
-          Cuando la Sagrada Escritura se lee con el mismo Espíritu que fue escrita, permanece siempre
nueva. El Antiguo Testamento no es nunca viejo en cuanto que es parte del Nuevo, porque todo es transformado por el único Espíritu que lo inspira. (n. 12)
-          La  Sagrada Escritura causa dulzura y amargura. La dulzura de la Palabra de Dios nos impulsa a
compartirla con quienes encontramos en nuestra vida para manifestar la certeza de la esperanza que contiene (cfr. 1 Pedro  3,15-16).  Por su parte, la amargura se percibe frecuentemente cuando comprobamos cuán difícil es para nosotros vivirla de manera coherente, o cuando experimentamos su rechazo porque no se considera válida para dar sentido a la vida. (n. 12)
-          La Palabra de Dios nos señala constantemente el amor misericordioso del Padre que pide a sus
hijos que vivan en la caridad. Cuando Lázaro y el rico mueren, este último, al ver al pobre en el seno de Abrahán, pide ser enviado a sus hermanos para aconsejarles que vivan el amor al prójimo, para evitar que ellos también sufran sus propios tormentos. Escuchar la Sagrada Escritura para practicar la misericordia: este es un gran desafío para nuestras vidas. La Palabra de Dios es capaz de abrir nuestros ojos para permitirnos salir del individualismo que conduce a la asfixia y la esterilidad, a la vez que nos manifiesta el camino del compartir y de la solidaridad. (n. 13).
-          En el camino de escucha de la Palabra de Dios, nos acompaña la Madre del Señor, reconocida
como bienaventurada porque creyó en el cumplimiento de lo que el Señor le había dicho (cfr. Lc 1,45). Ningún pobre es bienaventurado porque es pobre; lo será si, como María, cree en el cumplimiento de la Palabra de Dios. “Son felices quienes oyen y custodian la Palabra de Dios”. «La Virgen es feliz porque custodia la Palabra misma de Dios mediante la que ha sido hecha y que en ella se hizo carne». (n. 15).




Vida Cristiana








[1] La predicación de Jesús se inicia en la "Galilea de los gentiles", en una región donde había una numerosa población pagana. Jesús predica, por tanto, en primer lugar, a los que aún no conocen la "luz" de la revelación porque viven en las "sombras" del paganismo. Por medio  de estos paganos, la predicación de Jesús se dirige a todas las naciones. Así como Samaria era un territorio "herético" (adoraban en Garizim y no en Jerusalén: Jn 4,9.20), para los habitantes de Judea, Galiea era un territorio mezclado, porque se había establecido en ella mucha población no judía. Galilea era considerada por Judea – es decir, por Jerusalén, celosa de la ley, luz de la que vendría la salvación - como una región medio pagana. ¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Juan 1,46).


Carta Apostólica en forma de Motu Proprio del Santo Padre Francisco “Aperuit illis”, con la que se instituye el Domingo de la Palabra de Dios El Domingo 3º del Tiempo Ordinario






[Chiesa/Testi/ParolaDio/DomingoPalabraDios CartaApostólicaInstitución Francisco]

Carta Apostólica en forma de Motu Proprio del Santo Padre Francisco
Aperuit illis”, con la que se instituye el Domingo de la Palabra de Dios
El Domingo 3º del Tiempo Ordinario

1. «Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras» (Lc 24,45). Es uno de los últimos gestos realizados por el Señor resucitado, antes de su Ascensión. Se les aparece a los discípulos mientras están reunidos, parte el pan con ellos y abre sus mentes para comprender la Sagrada Escritura. A aquellos hombres asustados y decepcionados les revela el sentido del misterio pascual: que según el plan eterno del Padre, Jesús tenía que sufrir y resucitar de entre los muertos para conceder la conversión y el perdón de los pecados (cfr. Lc 24,26.46-47); y promete el Espíritu Santo que les dará la fuerza para ser testigos de este misterio de salvación (cfr. Lc 24,49).

v  La profundidad de la Sagrada Escritura: Ignorar las Escrituras es ignorancia de Cristo

La relación entre el Resucitado, la comunidad de creyentes y la Sagrada Escritura es intensamente vital para nuestra identidad. Si el Señor no nos introduce es imposible comprender en profundidad la Sagrada Escritura, pero lo contrario también es cierto: sin la Sagrada Escritura, los acontecimientos de la misión de Jesús y de su Iglesia en el mundo permanecen indescifrables. San Jerónimo escribió con verdad: «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo» (In Is., Prólogo: PL 24,17).

o   Comprender la riqueza inagotable que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo»

§  Jesús abre para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable.
El Señor escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos en que concentrar su reflexión.
2. Tras la conclusión del Jubileo extraordinario de la misericordia, pedí que se pensara en «un domingo completamente dedicado a la Palabra de Dios, para comprender la riqueza inagotable que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo» (Misericordia et misera, 7). Dedicar concretamente un domingo del Año litúrgico a la Palabra de Dios nos permite, sobre todo, hacer que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable. En este sentido, me vienen a la memoria las enseñanzas de san Efrén: «¿Quién es capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con multiplicidad de colores su palabra, para que todo el que la estudie pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos en que concentrar su reflexión» (Comentarios sobre el Diatésaron, 1,18).
§  Se ha convertido en una práctica común vivir momentos en los que la comunidad cristiana se centra en el gran valor que la Palabra de Dios ocupa en su existencia cotidiana.
Hacer cada vez más accesible la Sagrada Escritura a los creyentes.
Por tanto, con esta Carta tengo la intención de responder a las numerosas peticiones que me han llegado del pueblo de Dios, para que en toda la Iglesia se pueda celebrar con un mismo propósito el Domingo de la Palabra de Dios. Ahora se ha convertido en una práctica común vivir momentos en los que la comunidad cristiana se centra en el gran valor que la Palabra de Dios ocupa en su existencia cotidiana. En las diferentes Iglesias locales hay una gran cantidad de iniciativas que hacen cada vez más accesible la Sagrada Escritura a los creyentes, para que se sientan agradecidos por un don tan grande, con el compromiso de vivirlo cada día y la responsabilidad de testimoniarlo con coherencia.

v  El Concilio Ecuménico Vaticano II dio un gran impulso al redescubrimiento de la Palabra de Dios con la Constitución dogmática Dei Verbum.

o   Benedicto XVI: Exhortación apostólica “Verbum Domini”.

El Concilio Ecuménico Vaticano II dio un gran impulso al redescubrimiento de la Palabra de Dios con la Constitución dogmática Dei Verbum. En aquellas páginas, que siempre merecen ser meditadas y vividas, emerge claramente la naturaleza de la Sagrada Escritura, su transmisión de generación en generación (cap. II), su inspiración divina (cap. III) que abarca el Antiguo y el Nuevo Testamento (capítulos IV y V) y su importancia para la vida de la Iglesia (cap. VI). Para aumentar esa enseñanza, Benedicto XVI convocó en el año 2008 una Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre el tema “La Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia”, publicando a continuación la Exhortación apostólica Verbum Domini, que constituye una enseñanza fundamental para nuestras comunidades[1]. En ese Documento en particular se profundiza el carácter performativo de la Palabra de Dios, especialmente cuando su carácter específicamente sacramental emerge en la acción litúrgica[2].
Por tanto, es bueno que nunca falte en la vida de nuestro pueblo esta relación decisiva con la Palabra viva que el Señor nunca se cansa de dirigir a su Esposa, para que pueda crecer en el amor y en el testimonio de fe.

v  El III Domingo del Tiempo Ordinario dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios.

o   En ese domingo, de manera especial, será útil destacar su proclamación y adaptar la homilía para poner de relieve el servicio que se hace a la Palabra del Señor.

3. Así pues, establezco que el III Domingo del Tiempo Ordinario esté dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios. Este Domingo de la Palabra de Dios se colocará en un momento oportuno de ese periodo del año, en el que estamos invitados a fortalecer los lazos con los judíos y a rezar por la unidad de los cristianos. No se trata de una mera coincidencia temporal: celebrar el Domingo de la Palabra de Dios expresa un valor ecuménico, porque la Sagrada Escritura indica a los que se ponen en actitud de escucha el camino a seguir para llegar a una auténtica y sólida unidad.
Las comunidades encontrarán el modo de vivir este Domingo como un día solemne. En cualquier caso, será importante que en la celebración eucarística se entronice el texto sagrado, a fin de hacer evidente a la asamblea el valor normativo que tiene la Palabra de Dios. En ese domingo, de manera especial, será útil destacar su proclamación y adaptar la homilía para poner de relieve el servicio que se hace a la Palabra del Señor. En ese domingo, los obispos podrán celebrar el rito del Lectorado o confiar un ministerio similar para recordar la importancia de la proclamación de la Palabra de Dios en la liturgia. En efecto, es fundamental que no falte ningún esfuerzo para que algunos fieles se preparen con una formación adecuada a ser verdaderos anunciadores de la Palabra, como sucede de manera ya habitual para los acólitos o los ministros extraordinarios de la Comunión. Asimismo, los párrocos podrán encontrar el modo de entregar la Biblia, o uno de sus libros, a toda la asamblea, para resaltar la importancia de seguir en la vida diaria la lectura, la profundización y la oración con la Sagrada Escritura, con una particular consideración a la lectio divina.

v  Importancia para el pueblo de Israel de la lectura del libro de la Ley.

o   La Biblia no puede ser sólo patrimonio de algunos, y mucho menos una colección de libros para unos pocos privilegiados. Pertenece, en primer lugar, al pueblo convocado para escucharla y reconocerse en esa Palabra.

§  La Palabra de Dios une a los creyentes y los convierte en un solo pueblo.
4. El regreso del pueblo de Israel a su patria, después del exilio en Babilonia, estuvo marcado de manera significativa por la lectura del libro de la Ley. La Biblia nos ofrece una descripción conmovedora de ese momento en el libro de Nehemías. El pueblo estaba reunido en Jerusalén en la plaza de la Puerta del Agua, escuchando la Ley. Aquel pueblo había sido dispersado con la deportación, pero ahora se encuentra reunido alrededor de la Sagrada Escritura como si fuera «un solo hombre» (Ne 8,1). Cuando se leía el libro sagrado, el pueblo «escuchaba con atención» (Ne 8,3), sabiendo que podían encontrar en aquellas palabras el significado de los acontecimientos vividos. La reacción al anuncio de aquellas palabras fue la emoción y las lágrimas: «[Los levitas] leyeron el libro de la ley de Dios con claridad y explicando su sentido, de modo que entendieran la lectura. Entonces el gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas que instruían al pueblo dijeron a toda la asamblea: “Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios. No estéis tristes ni lloréis” (y es que todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley). […] “¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza!”» (Ne 8,8-10).
Estas palabras contienen una gran enseñanza. La Biblia no puede ser sólo patrimonio de algunos, y mucho menos una colección de libros para unos pocos privilegiados. Pertenece, en primer lugar, al pueblo convocado para escucharla y reconocerse en esa Palabra. A menudo se dan tendencias que intentan monopolizar el texto sagrado relegándolo a ciertos círculos o grupos escogidos. No puede ser así. La Biblia es el libro del pueblo del Señor que al escucharlo pasa de la dispersión y la división a la unidad. La Palabra de Dios une a los creyentes y los convierte en un solo pueblo.

v  La gran responsabilidad de los Pastores  de explicar y permitir que todos entiendan la Sagrada Escritura.

o   La función peculiar de la homilía: ayuda a profundizar en el Palabra de Dios.

§  Es necesario dedicar el tiempo apropiado para la preparación de la homilía. No se puede improvisar el comentario de las lecturas sagradas.
Que nunca nos cansemos de dedicar tiempo y oración a la Sagrada Escritura, para que sea acogida «no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como Palabra de Dios» (1Tesalonicenses 2,13).
A los predicadores se nos pide el esfuerzo de no alargarnos desmedidamente con homilías pedantes o temas extraños.
5. En esta unidad, generada con la escucha, los Pastores son los primeros que tienen la gran responsabilidad de explicar y permitir que todos entiendan la Sagrada Escritura. Puesto que es el libro del pueblo, los que tienen la vocación de ser ministros de la Palabra deben sentir con fuerza la necesidad de hacerla accesible a su comunidad.
La homilía, en particular, tiene una función muy peculiar, porque posee «un carácter cuasi sacramental» (Evangelii gaudium, 142). Ayudar a profundizar en la Palabra de Dios, con un lenguaje sencillo y adecuado para el que escucha, le permite al sacerdote mostrar también la «belleza de las imágenes que el Señor utilizaba para estimular a la práctica del bien» (ibíd.). Esta es una oportunidad pastoral que hay que aprovechar.
De hecho, para muchos de nuestros fieles esta es la única oportunidad que tienen para captar la belleza de la Palabra de Dios y verla relacionada con su vida cotidiana. Por tanto, es necesario dedicar el tiempo apropiado para la preparación de la homilía. No se puede improvisar el comentario de las lecturas sagradas. A los predicadores se nos pide más bien el esfuerzo de no alargarnos desmedidamente con homilías pedantes o temas extraños. Cuando uno se detiene a meditar y rezar sobre el texto sagrado, entonces se puede hablar con el corazón para alcanzar los corazones de las personas que escuchan, expresando lo esencial con vistas a que se comprenda y dé fruto. Que nunca nos cansemos de dedicar tiempo y oración a la Sagrada Escritura, para que sea acogida «no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como Palabra de Dios» (1Ts 2,13).
            Es bueno que también los catequistas, por el ministerio que realizan de ayudar a crecer en la fe, sientan la urgencia de renovarse a través de la familiaridad y el estudio de la Sagrada Escritura, para favorecer un verdadero diálogo entre quienes los escuchan y la Palabra de Dios.

v  El encuentro de Jesús con dos discípulos que viajaban de Jerusalén a Emaús.

o   A lo largo del camino, el Señor los interroga, dándose cuenta de que no han comprendido el sentido de su pasión y su muerte; los llama «necios y torpes»

6. Antes de reunirse con los discípulos, que estaban encerrados en casa, y de abrirles el entendimiento para comprender las Escrituras (cfr. Lc 24,44-45), el Resucitado se aparece a dos de ellos en el camino que lleva de Jerusalén a Emaús (cfr. Lc 24,13-35). La narración del evangelista Lucas indica que es el mismo día de la Resurrección, es decir el domingo. Aquellos dos discípulos discuten sobre los últimos acontecimientos de la pasión y muerte de Jesús. Su camino está marcado por la tristeza y la desilusión a causa del trágico final de Jesús. Esperaban que Él fuera el Mesías libertador, y se encuentran ante el escándalo del Crucificado. Con discreción, el mismo Resucitado se acerca y camina con los discípulos, pero ellos no lo reconocen (cfr. v. 16). A lo largo del camino, el Señor los interroga, dándose cuenta de que no han comprendido el sentido de su pasión y su muerte; los llama «necios y torpes» (v. 25) y «comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a Él en todas las Escrituras» (v. 27). Cristo es el primer exegeta. No sólo las Escrituras antiguas anticiparon lo que Él iba a realizar, sino que Él mismo quiso ser fiel a esa Palabra para evidenciar la única historia de salvación que alcanza su plenitud en Cristo.

o   La Biblia, en cuanto Sagrada Escritura, habla de Cristo y lo anuncia como el que debe soportar los sufrimientos para entrar en la gloria.

§  Las Escrituras hablan de Cristo, y nos ayudan a creer que su muerte y resurrección no pertenecen a la mitología, sino a la historia y se encuentran en el centro de la fe de sus discípulos.
La fe proviene de la escucha y la escucha está centrada en la palabra de Cristo. En la acción litúrgica y en la reflexión personal.
7. La Biblia, por tanto, en cuanto Sagrada Escritura, habla de Cristo y lo anuncia como el que debe soportar los sufrimientos para entrar en la gloria (cfr. v. 26). No sólo una parte, sino toda la Escritura habla de Él. Su muerte y resurrección son indescifrables sin ella. Por esto una de las confesiones de fe más antiguas pone de relieve que Cristo «murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas» (1Co 15,3-5). Puesto que las Escrituras hablan de Cristo, nos ayudan a creer que su muerte y resurrección no pertenecen a la mitología, sino a la historia y se encuentran en el centro de la fe de sus discípulos.
Es profundo el vínculo entre la Sagrada Escritura y la fe de los creyentes. Porque la fe proviene de la escucha y la escucha está centrada en la palabra de Cristo (cfr. Rm 10,17), la invitación que surge es la urgencia y la importancia que los creyentes tienen que dar a la escucha de la Palabra del Señor tanto en la acción litúrgica como en la oración y la reflexión personal.

o   El “viaje” del Resucitado con los discípulos de Emaús concluye con la Eucaristía.

§  Jesús toma el pan, pronuncia la bendición, lo parte y se lo ofrece a ellos. En ese momento sus ojos se abren y lo reconocen
8. El “viaje” del Resucitado con los discípulos de Emaús concluye con la cena. El misterioso Viandante acepta la insistente petición que le dirigen aquellos dos: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída» (Lc 24,29). Se sientan a la mesa, Jesús toma el pan, pronuncia la bendición, lo parte y se lo ofrece a ellos. En ese momento sus ojos se abren y lo reconocen (cfr. v. 31).
Esta escena nos hace comprender el inseparable vínculo entre la Sagrada Escritura y la Eucaristía. El Concilio Vaticano II nos enseña: «la Iglesia ha venerado siempre la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues, sobre todo en la sagrada liturgia, nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo» (Dei Verbum, 21).

o   El contacto frecuente con la Sagrada Escritura y la celebración de la Eucaristía hace posible el reconocimiento entre las personas que se pertenecen.

El contacto frecuente con la Sagrada Escritura y la celebración de la Eucaristía hace posible el reconocimiento entre las personas que se pertenecen. Como cristianos somos un solo pueblo que camina en la historia, fortalecido por la presencia del Señor en medio de nosotros que nos habla y nos nutre. El día dedicado a la Biblia no ha de ser “una vez al año”, sino una vez para todo el año, porque nos urge la necesidad de tener familiaridad e intimidad con la Sagrada Escritura y con el Resucitado, que no cesa de partir la Palabra y el Pan en la comunidad de los creyentes. Para eso necesitamos entablar un constante trato de familiaridad con la Sagrada Escritura, si no el corazón queda frío y los ojos permanecen cerrados, afectados como estamos por innumerables formas de ceguera.

v  Es necesario, en este contexto, no olvidar la enseñanza del libro del Apocalipsis, cuando dice que el Señor está a la puerta y llama. Si alguno escucha su voz y le abre, Él entra para cenar juntos (cfr. 3,20).

La Sagrada Escritura y los Sacramentos no se pueden separar. Cuando los Sacramentos son introducidos e iluminados por la Palabra, se manifiestan más claramente como la meta de un camino en el que Cristo mismo abre la mente y el corazón al reconocimiento de su acción salvadora. Es necesario, en este contexto, no olvidar la enseñanza del libro del Apocalipsis, cuando dice que el Señor está a la puerta y llama. Si alguno escucha su voz y le abre, Él entra para cenar juntos (cfr. 3,20). Jesucristo llama a nuestra puerta a través de la Sagrada Escritura; si escuchamos y abrimos la puerta de la mente y del corazón, entonces entra en nuestra vida y se queda con nosotros.

v  En la Segunda Carta a Timoteo, que constituye de algún modo su testamento espiritual, san Pablo recomienda a su fiel colaborador que lea constantemente la Sagrada Escritura.

o   Las verdades contenidas en la Escrituras sirven para nuestra salvación.

El papel del Espíritu Santo en la Sagrada Escritura es fundamental.
9. En la Segunda Carta a Timoteo, que constituye de algún modo su testamento espiritual, san Pablo recomienda a su fiel colaborador que lea constantemente la Sagrada Escritura. El Apóstol está convencido de que «toda Escritura es inspirada por Dios es también útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar» (3,16). Esta recomendación de Pablo a Timoteo constituye una base sobre la que la Constitución conciliar Dei Verbum trata el gran tema de la inspiración de la Sagrada Escritura, un fundamento del que emergen en particular la finalidad salvífica, la dimensión espiritual y el principio de la encarnación de la Sagrada Escritura.

Al evocar sobre todo la recomendación de Pablo a Timoteo, la Dei Verbum subraya que «los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación» (n. 11). Puesto que las mismas instruyen en vista a la salvación por la fe en Cristo (cfr. 2Tm 3,15), las verdades contenidas en ellas sirven para nuestra salvación. La Biblia no es una colección de libros de historia, ni de crónicas, sino que está totalmente dirigida a la salvación integral de la persona. El innegable fundamento histórico de los libros contenidos en el texto sagrado no debe hacernos olvidar esta finalidad primordial: nuestra salvación. Todo está dirigido a esta finalidad inscrita en la naturaleza misma de la Biblia, que está compuesta como historia de salvación en la que Dios habla y actúa para ir al encuentro de todos los hombres y salvarlos del mal y de la muerte.
Para alcanzar esa finalidad salvífica, la Sagrada Escritura bajo la acción del Espíritu Santo transforma en Palabra de Dios la palabra de los hombres escrita de manera humana (cfr. Dei Verbum, 12). El papel del Espíritu Santo en la Sagrada Escritura es fundamental. Sin su acción, el riesgo de permanecer encerrados en el mero texto escrito estaría siempre presente, facilitando una interpretación fundamentalista, de la que es necesario alejarse para no traicionar el carácter inspirado, dinámico y espiritual que el texto sagrado posee. Como recuerda el Apóstol: «La letra mata, mientras que el Espíritu da vida» (2Co 3,6). El Espíritu Santo, por tanto, transforma la Sagrada Escritura en Palabra viva de Dios, vivida y transmitida en la fe de su pueblo santo.

o   Es necesario tener fe en la acción del Espíritu Santo que sigue realizando una peculiar forma de inspiración cuando la Iglesia enseña la Sagrada Escritura, cuando el Magisterio la interpreta auténticamente y cuando cada creyente hace de ella su propia norma espiritual.

10. La acción del Espíritu Santo no se refiere sólo a la formación de la Sagrada Escritura, sino que actúa también en aquellos que se ponen a la escucha de la Palabra de Dios. Es importante la afirmación de los Padres conciliares, según la cual la Sagrada Escritura «se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita» (Dei Verbum, 12). Con Jesucristo la revelación de Dios alcanza su culminación y plenitud; aun así, el Espíritu Santo continúa su acción. De hecho, sería reductivo limitar la acción del Espíritu Santo sólo a la naturaleza divinamente inspirada de la Sagrada Escritura y a sus distintos autores. Por tanto, es necesario tener fe en la acción del Espíritu Santo que sigue realizando una peculiar forma de inspiración cuando la Iglesia enseña la Sagrada Escritura, cuando el Magisterio la interpreta auténticamente (cfr. ibíd., 10) y cuando cada creyente hace de ella su propia norma espiritual. En este sentido podemos comprender las palabras de Jesús cuando, a los discípulos que le confirman haber entendido el significado de sus parábolas, les dice: «Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo» (Mt 13,52).

o   No separar la Sagrada Escritura de la Tradición, sin comprender que juntas forman la única fuente de la Revelación.

11. La Dei Verbum afirma, además, que «la Palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre, asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres» (n. 13). Es como decir que la Encarnación del Verbo de Dios da forma y sentido a la relación entre la Palabra de Dios y el lenguaje humano, con sus condiciones históricas y culturales. En este acontecimiento toma forma la Tradición, que también es Palabra de Dios (cfr. ibíd., 9). A menudo se corre el riesgo de separar la Sagrada Escritura de la Tradición, sin comprender que juntas forman la única fuente de la Revelación. El carácter escrito de la primera no le quita nada a su ser plenamente palabra viva; así como la Tradición viva de la Iglesia, que la transmite constantemente de generación en generación a lo largo de los siglos, tiene el libro sagrado como «regla suprema de la fe» (ibíd., 21). Por otra parte, antes de convertirse en texto escrito, la Sagrada Escritura se transmitió oralmente y se mantuvo viva por la fe de un pueblo que la reconocía como su historia y su principio de identidad en medio de muchos otros pueblos. Por consiguiente, la fe bíblica se basa en la Palabra viva, no en un libro.

o   Cuando la Sagrada Escritura se lee con el mismo Espíritu que fue escrita, permanece siempre nueva.

§  El Antiguo Testamento no es nunca viejo en cuanto que es parte del Nuevo, porque todo es transformado por el único Espíritu que lo inspira.
12. Cuando la Sagrada Escritura se lee con el mismo Espíritu que fue escrita, permanece siempre nueva. El Antiguo Testamento no es nunca viejo en cuanto que es parte del Nuevo, porque todo es transformado por el único Espíritu que lo inspira. Todo el texto sagrado tiene una función profética: no se refiere al futuro, sino al presente de aquellos que se nutren de esta Palabra. Jesús mismo lo afirma claramente al comienzo de su ministerio: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc 4,21). Quien se alimenta de la Palabra de Dios todos los días se convierte, como Jesús, en contemporáneo de las personas que encuentra; no tiene tentación de caer en nostalgias estériles por el pasado, ni en utopías desencarnadas hacia el futuro.

o   La  Sagrada Escritura causa dulzura y amargura.

§  La dulzura de la Palabra de Dios nos impulsa a compartirla con quienes encontramos en nuestra vida para manifestar la certeza de la esperanza que contiene (cfr. 1P 3,15-16).
§  Por su parte, la amargura se percibe frecuentemente cuando comprobamos cuán difícil es para nosotros vivirla de manera coherente, o cuando experimentamos su rechazo porque no se considera válida para dar sentido a la vida.
La Sagrada Escritura realiza su acción profética sobre todo en quien la escucha. Causa dulzura y amargura. Vienen a la mente las palabras del profeta Ezequiel cuando, invitado por el Señor a comerse el libro, manifiesta: «Me supo en la boca dulce como la miel» (3,3). También el evangelista Juan en la isla de Patmos evoca la misma experiencia de Ezequiel de comer el libro, pero agrega algo más específico: «En mi boca sabía dulce como la miel, pero, cuando lo comí, mi vientre se llenó de amargor» (Ap 10,10).
La dulzura de la Palabra de Dios nos impulsa a compartirla con quienes encontramos en nuestra vida para manifestar la certeza de la esperanza que contiene (cfr. 1P 3,15-16). Por su parte, la amargura se percibe frecuentemente cuando comprobamos cuán difícil es para nosotros vivirla de manera coherente, o cuando experimentamos su rechazo porque no se considera válida para dar sentido a la vida. Por tanto, es necesario no acostumbrarse nunca a la Palabra de Dios, sino nutrirse de ella para descubrir y vivir en profundidad nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos.

v  La Palabra de Dios nos señala constantemente el amor misericordioso del Padre que pide a sus hijos que vivan en la caridad.

o   Cuando Lázaro y el rico mueren, este último, al ver al pobre en el seno de Abrahán, pide ser enviado a sus hermanos para aconsejarles que vivan el amor al prójimo, para evitar que ellos también sufran sus propios tormentos.

§  Escuchar la Sagrada Escritura para practicar la misericordia: este es un gran desafío para nuestras vidas. La Palabra de Dios es capaz de abrir nuestros ojos para permitirnos salir del individualismo que conduce a la asfixia y la esterilidad, a la vez que nos manifiesta el camino del compartir y de la solidaridad.
13. Otra interpelación que procede de la Sagrada Escritura se refiere a la caridad. La Palabra de Dios nos señala constantemente el amor misericordioso del Padre que pide a sus hijos que vivan en la caridad. La vida de Jesús es la expresión plena y perfecta de este amor divino que no se queda con nada para sí mismo, sino que se ofrece a todos incondicionalmente. En la parábola del pobre Lázaro encontramos una indicación valiosa. Cuando Lázaro y el rico mueren, este último, al ver al pobre en el seno de Abrahán, pide ser enviado a sus hermanos para aconsejarles que vivan el amor al prójimo, para evitar que ellos también sufran sus propios tormentos. La respuesta de Abrahán es aguda: «Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen» (Lc 16,29). Escuchar la Sagrada Escritura para practicar la misericordia: este es un gran desafío para nuestras vidas. La Palabra de Dios es capaz de abrir nuestros ojos para permitirnos salir del individualismo que conduce a la asfixia y la esterilidad, a la vez que nos manifiesta el camino del compartir y de la solidaridad.

v  La Transfiguración: hace referencia a la fiesta de la Tiendas, cuando Esdras y Nehemías leían el texto sagrado al pueblo, después de su regreso del exilio.

o   Al mismo tiempo, anticipa la gloria de Jesús en preparación para el escándalo de la pasión, gloria divina que es aludida por la nube que envuelve a los discípulos, símbolo de la presencia del Señor. 

§  La Transfiguración es similar a la de la Sagrada Escritura, que se trasciende a sí misma cuando alimenta la vida de los creyentes.
14. Uno de los episodios más significativos de la relación entre Jesús y los discípulos es el relato de la Transfiguración. Jesús sube a la montaña para rezar con Pedro, Santiago y Juan. Los evangelistas recuerdan que, mientras el rostro y la ropa de Jesús resplandecían, dos hombres conversaban con Él: Moisés y Elías, que encarnan la Ley y los Profetas, es decir, la Sagrada Escritura. La reacción de Pedro ante esa visión está llena de un asombro gozoso: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías» (Lc 9,33). En aquel momento una nube los cubrió con su sombra y los discípulos se llenaron de temor.
            La Transfiguración hace referencia a la fiesta de las Tiendas, cuando Esdras y Nehemías leían el texto sagrado al pueblo, después de su regreso del exilio. Al mismo tiempo, anticipa la gloria de Jesús en preparación para el escándalo de la pasión, gloria divina que es aludida por la nube que envuelve a los discípulos, símbolo de la presencia del Señor. Esta Transfiguración es similar a la de la Sagrada Escritura, que se trasciende a sí misma cuando alimenta la vida de los creyentes. Como recuerda la Verbum Domini: «Para restablecer la articulación entre los diferentes sentidos escriturísticos es decisivo comprender “el paso de la letra al espíritu”. No se trata de un paso automático y espontáneo; se necesita más bien trascender la letra» (n. 38).

v  En el camino de escucha de la Palabra de Dios, nos acompaña la Madre del Señor, reconocida como bienaventurada porque creyó en el cumplimiento de lo que el Señor le había dicho (cfr. Lc 1,45).

o   Ningún pobre es bienaventurado porque es pobre; lo será si, como María, cree en el cumplimiento de la Palabra de Dios.

§  “Son felices quienes oyen y custodian la Palabra de Dios”.
«La Virgen es feliz porque custodia la Palabra misma de Dios mediante la que ha sido hecha y que en ella se hizo carne»
15. En el camino de escucha de la Palabra de Dios, nos acompaña la Madre del Señor, reconocida como bienaventurada porque creyó en el cumplimiento de lo que el Señor le había dicho (cfr. Lc 1,45). La bienaventuranza de María precede a todas las bienaventuranzas pronunciadas por Jesús para los pobres, los afligidos, los mansos, los pacificadores y los perseguidos, porque es la condición necesaria para cualquier otra bienaventuranza. Ningún pobre es bienaventurado porque es pobre; lo será si, como María, cree en el cumplimiento de la Palabra de Dios. Lo recuerda un gran discípulo y maestro de la Sagrada Escritura, san Agustín: «Entre la multitud ciertas personas dijeron admiradas: “Feliz el vientre que te llevó”; y Él: “Más bien, felices quienes oyen y custodian la Palabra de Dios”. Esto equivale a decir: también mi madre, a quien habéis calificado de feliz, es feliz precisamente porque custodia la Palabra de Dios; no porque en ella la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, sino porque custodia la Palabra misma de Dios mediante la que ha sido hecha y que en ella se hizo carne» (Tratados sobre el evangelio de Juan, 10,3).

Que el domingo dedicado a la Palabra haga crecer en el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura, como el autor sagrado lo enseñaba ya en tiempos antiguos: esta Palabra «está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que la cumplas» (Dt 30,14).

Dado en Roma, en San Juan de Letrán, el 30 de septiembre de 2019.
Memoria litúrgica de San Jerónimo en el inicio del 1600 aniversario de la muerte.




Vida Cristiana



[1] Cfr. AAS 102 (2010), 692-787.
[2] «La sacramentalidad de la Palabra se puede entender en analogía con la presencia real de Cristo bajo las especies del pan y del vino consagrados. Al acercarnos al altar y participar en el banquete eucarístico, realmente comulgamos el cuerpo y la sangre de Cristo. La proclamación de la Palabra de Dios en la celebración comporta reconocer que es Cristo mismo quien está presente y se dirige a nosotros para ser recibido» (Ex. ap. Verbum Domini, 56).

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