sábado, 3 de diciembre de 2016

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO 4 de Diciembre de 2016 Monseñor Agrelo (Arzobispo de Tánger)

Justicia, libertad y paz:

Pregunta, Iglesia en adviento, pregúntale al profeta qué has de esperar, qué nos trae en su misterio la Navidad. Que resuenen con fuerza en tu corazón las palabras de su oráculo: “Brotará un renuevo… florecerá un vástago… Sobre él se posará el espíritu del Señor”.
Pues ésa será tu Navidad: Un renuevo, un vástago, y, ungiéndolo, prudencia y sabiduría, consejo y valentía, ciencia y temor del Señor. Un renuevo, un vástago, que “juzgará con justicia a los pobres, con rectitud a los desamparados”. Un renuevo, un vástago, que será el principio de un mundo tan lleno “de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar”, un mundo que será una epifanía de la paz que anhelamos, una prenda del paraíso que soñamos: “Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito”… Ésa será tu Navidad: Un renuevo, un vástago, ungido por el espíritu para hacer justicia a los pobres e inaugurar un mundo nuevo en el que reine la paz.
Si ahora le preguntas al Salmista, él te hablará del rey que viene, un rey que “librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector”, un rey que “se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres”.
Lo que Dios ha prometido, ciertamente lo cumplirá: el renuevo brotará, el vástago florecerá, el espíritu lo ungirá; en sus días la justicia florecerá, la paz abundará eternamente, y a los pobres se les anunciará la buena noticia.
Si buscas el manantial de las promesas, lo hallarás en el amor eterno de Dios que se ha fijado en tu necesidad.
Si indagas el propósito que le trae hasta ti, lo hallarás en la justicia que esperan los pobres, en la liberación por la que suspiran los oprimidos, en la paz con la que sueñan y por la que trabajan los hijos de Dios.
“Una voz grita en el desierto: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»” Lo has oído, Iglesia en adviento: Preparad el camino a la justicia, a la liberación, a la paz. Trabajad por el mundo que Dios ha soñado, un mundo que él quiere de afligidos liberados, de pobres e indigentes que, arrebujados en la piedad de los santos, experimentan la salvación que les llega de Dios. Preparad el camino a Cristo Jesús, de modo que en vosotros él viva por la fe, y los pobres encuentren la justicia, la libertad y la paz.
Feliz domingo.

Domingo 16 del tiempo ordinario. 17 de julio de 2016. Ciclo C. U


1  Domingo 16 del tiempo ordinario. 17 de julio de 2016. Ciclo C. Un encuentro del Señor con sus amigos Marta, María y Lázaro. Marta se afana por servir al Señor, mientras María le escucha. Por qué no debe haber oposición entre las dos actitudes. El encuentro del Señor en la vida ordinaria. Caminos privilegiados para crecer en la amistad con Cristo: los sacramentos y la escucha de su Palabra. Lucas 10, 38-42: 38 Cuando iban de camino entró en cierta aldea, y un a mujer llamada Marta le recibió en su casa. 39 Tenía ésta una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. 40 Pero Marta andaba afanada con numerosos quehaceres y poniéndose delante dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en las tareas de servir? Dile entonces que me ayude”. 41 Pero el Señor le respondió: “Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. 42 Pero una sola cosa es necesaria: María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada” María escucha la palabra del Señor y Marta andaba afanada con numerosos quehaceres. No debe haber oposición entre las dos actitudes. El Señor corrige la inquietud de Marta. 1. Marta y María no son el símbolo de dos estados externos de vida, como frecuentemente se ha pensado, «sino dos actitudes interiores». cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno C, Piemme 1999, pp. 234-236 1  A) La tradición cristiana: ha presentado Marta y María como una oposición entre vida activa y vida contemplativa La tradición cristiana ha visto María como símbolo de la contemplación, y a Marta como símbolo de la actividad y del trabajo. Como símbolos de dos estados externos de vida, como una oposición entre la «vida activa», considerada además como inferior, como una existencia de «bajo nivel», y la «vida contemplativa», considerada como una noble experiencia, de altura espiritual. “El Tintoretto, por ejemplo, en un cuadro que se conserva en Munich, representa a Cristo que habla con María que está atenta, mientras Marta interviene, con petulancia, molestando la conversación entre los dos para pedir la colaboración doméstica de la hermana” (p. 234) o Sin embargo, el texto evangélico presenta otra antítesis.  “No es relevante el estar en un ciudad abarrotada de gente, en una cocina, in una oficina, en un aula escolar, en un monasterio, en un lugar sagrado. En todos los lugares podemos ser absorbidos por la distracción, por el frenesí de la acción, de la exterioridad. Pero en todos los lugares se puede estar con una ventana del alma abierta, por la que pasen los vientos del cielo, en la que se asome Dios con su palabra”. Marta y María no son el símbolo de dos estados externos de vida, como frecuentemente se ha pensado, «sino de dos actitudes interiores». Por una parte está Marta «afanada con numerosos quehaceres .. preocupada e inquieta por muchas cosas». “Se acentúa la totalidad de una absorción, el obrar se convierte en un absoluto, el frenesí de las cosas colma a la persona enteramente no dejando ningún espacio abierto. Por otra parte se encuentra María cuya representación ideal non es tanto su posición material («sentada a los pies del Señor»), sino la del significado simbólico de un gesto que en el lenguaje bíblico indica el hecho de ser un discípulo. En efecto, la frase fundamental que describe a María es «escuchaba su palabra». Se llega así a la cumbre de la enseñanza de Jesús, a aquella «mejor parte», a «aquella sola cosa necesaria» (p. 235). - “Hace falta tener siempre abierto un canal de escucha hacia el infinito en medio de los acontecimientos de la vida. Es necesario impedir que nuestro ser venga «cogido» totalmente por las cosas y el hacer. No es relevante el estar en un ciudad abarrotada de gente, en una cocina, en una oficina, en un aula escolar, en un monasterio, en un lugar sagrado. En todos los lugares podemos ser absorbidos por la distracción, por el frenesí de la acción, de la exterioridad. Pero en todos los lugares se puede estar con una 1 Traducción de la redacción de Vida Cristiana 2 ventana del alma abierta, por la que pasen los vientos del cielo, en la que se asome Dios con su palabra”. (pp. 235-236)  Es necesario impedir que las cosas nos absorban y nos atenacen con su peso. o Podemos estar apretujados entre la muchedumbre de un vagón del metro o implicados en las mil ocupaciones de la jornada y conservar un corazón puro y abierto a Dios, generoso en relación con los demás, sereno y “en actitud de escucha”. - Ravasi pp. 232-233: El punto fundamental de interpretación de este pasaje del evangelio. “No se ha de buscar tanto en la diversa «profesión» o en el ámbito en el que se desarrolla la acción de las dos mujeres, sino más bien en la actitud de fondo con la que se ponen en relación con su actividad. María, en efecto, es representada casi plásticamente en la actitud simbólica del discípulo: ella está «a los pies del Señor». No se trata de celebrar la superioridad de la contemplación sobre la acción, sino de afirmar una necesidad básica que debe estar presente en todo estado de vida y en toda situación, la de la “escucha” interior de la palabra de Dios. Marta está como envuelta en la torre de marfil de las cosas y arrollada por ellas; María exalta el primado y la necesidad vital de tener abierto el horizonte del infinito y del espíritu. En cualquier situación, en cualquier profesión o compromiso, es necesario tener siempre abierto ese canal de escucha interior que nos mete en Dios y en el misterio de la vida. Es necesario impedir que las cosas nos absorban y nos atenacen con su peso. Por esto, podemos estar en el más silencioso de los retiros y tener la mente devastada por las nostalgias, distraída por los rumores, atormentada por las preocupaciones, conquistada por las imágenes. Y podemos estar apretujados entre la muchedumbre de un vagón del metro o implicados en las mil ocupaciones de la jornada y conservar un corazón puro y abierto a Dios, generoso en relación con los demás, sereno y “en actitud de escucha”. 2. Teresa de Lisieux, Historia de un alma: Jesús corrige la inquietud de la fogosa Marta. No reprueba Jesús en Marta los trabajos, pues a esos mismos se sometió humildemente su divina Madre durante toda su vida; tenía que preparar la comida de la Sagrada Familia. Querríale corregir únicamente la inquietud de su fogosa anfitrión. Así lo han entendido los santos, y más en particular quizás los que extendieron por el mundo la iluminación de la doctrina evangélica. 3. Algunos textos de San Josemaría Escrivá - «Para que este mundo nuestro vaya por un cauce cristiano —el único que merece la pena—, hemos de vivir una leal amistad con los hombres, basada en una previa leal amistad con Dios». (Forja, 943) - «Cuando te hablo de "apostolado de amistad", me refiero a amistad "personal", sacrificada, sincera: de tú a tú, de corazón a corazón». (Surco, 191) - Sobre las malas amistades (que no merecen el nombre de amistad): «Dime, dime: eso... ¿es una amistad o es una cadena?» (Camino, 160) 4. Jesús reprocha la ansiedad de Marta o En el Evangelio no se dice que esté mal trabajar para preparar el almuerzo, como prueba de hospitalidad. • En el caso de Marta se desaprueba el hecho de la agitación desordenada no el hecho de su entrega, entre otras cosas porque - como escribe un autor - «sin los sacrificios de Marta, ni siquiera María podría permitirse el ocuparse solamente de escuchar al Maestro». Jesús no reprocha los trabajos de Marta, sino su inquietud y su agitación. • Raniero Cantalamessa, La parola e la vita, Anno C. Città Nuova editrice, gennaio 1996, p. 288 2 : “Lo 2 Traducción de la redacción de Vida Cristiana 3 que se reprocha tácitamente a Marta , no es su voluntad de servicio, su entrega al huésped: esto entra dentro del mandamiento del amor al prójimo, y todos sabemos cómo esto es querido por Jesús. Lo que Jesús corrige a Marta es que se deja arrastrar por las ocupaciones, su preocupación excesiva, la importancia excesiva que da a las cosas exteriores y materiales y a su propio trabajo, hasta perder el sentido de la proporción y de los valores”. o Escuchar al Señor ayuda a purificar las acciones Raniero Cantalamessa, o.c. pp. 288-289: Por otra parte, “el escuchar atentamente la palabra de Dios, el tener fijos los ojos en el Señor, la costumbre de la oración y de la reflexión, incluso la contemplación, purifica la acción, impide la busca de uno mismo también cuando se vive la caridad con los demás; permite darse cuenta y respetar la prioridad; hace que se haga todo con calma, lo cual es el mejor sistema para hacer las cosas bien y para hacer más cosas”. o ¿Qué cosa reprocha Jesús a Marta? Raniero Cantalamessa, Passa Gesù di Nazaret, Piemme 1999, pp. 203-206 3 - ¿Le reprocha el servir? Ciertamente no, porque el mismo dijo que había venido “para servir”, y ha hecho del servicio la “regla” de su vida. Observemos algunas características del obrar de Marta. Ella “andaba afanada con numerosos quehaceres”; no se ocupa sencillamente del servicio, sino que se preocupa; por esto “se agita”: literalmente, está ansiosa, no tiene paz. Jesús desaprueba en Marta no la actividad, sino el activismo. (…) Las características del carácter de Marta se parecen extraordinariamente a las del hombre moderno, especialmente en las grandes ciudades. Lleva una vida frenética, atraída por mil reclamos, afanada, enferma por la prisa y por la ansia crónica. Queremos hacer muchas cosas al mismo tiempo, hablamos contemporáneamente por dos teléfonos. Hacer las cosas con ansia significa que se ha perdido el baricentro, que se ha perdido de vista la cosa esencial que hay que hacer, que nos hemos convertido en esclavos del propio trabajo. Entre otras cosas, en este caso, generalmente se hacen mal las cosas. El mejor modo de ser Marta es, frecuentemente …., ser María. En efecto, la escucha atenta de la palabra de Dios, la costumbre de la oración y de la reflexión, el mirar las cosas desde el punto de vista de la eternidad, son cosas, todas ellas, que purifican la acción, impiden el buscarse a uno mismo al vivir la caridad con los hermanos; permiten el percatarse de las prioridades, hacen que hagamos todo con calma lo cual, en definitiva, es el mejor sistema para hacer bien las cosas y hacer más. (…) Una y otra vocación son bellas (no olvidemos que también Marta es venerada como santa por la Iglesia, que celebra la fiesta el 29 de julio), y una y otra tienen el propio riesgo del que deben protegerse. Las personas activas de la disipación y del ansia; las personas contemplativas, de la inercia y del desinterés. (…) La verdadera hospitalidad no consiste sólo en atiborrar al invitado con el alimento, sino también en estar con él, conversar, hacerle partícipe de la propia vida y participar en la suya. En definitiva, que también haya un intercambio espiritual que enriquece y hace que vuelva a casa con el corazón más lleno y, tal vez, con menores problemas de estómago. Todo ello es más grave si la preocupación de preparar la comida hace que, sistemáticamente, se deje la Misa dominical, porque, precisamente es el momento en el que tenemos la posibilidad de estar a los pies de Jesús, escuchar su palabra y recibir su alimento. En caso contrario, se descuida “la única cosa necesaria”, para afanarse con los “numerosos quehaceres”. 5. Caminos privilegiados para crecer en la amistad con Cristo: los sacramentos y la escucha de su Palabra. Cfr. Papa Francisco, Mensaje con motivo de la sexta Jornada de los jóvenes de Lituania celebrada en Kaunas (28-30 de junio de 2013).  Los sacramentos El encuentro con el amor de Dios en la amistad de Cristo es posible sobre todo en los sacramentos, en particular la Eucaristía y la Reconciliación. En la santa misa nosotros celebramos el memorial del sacrificio del Señor, su entrega total por nuestra salvación: también hoy Él dona realmente su cuerpo por nosotros y 3 Traducción de la redacción de Vida Cristiana 4 derrama su sangre para redimir los pecados de la humanidad y hacernos entrar en comunión con Él. En la Penitencia, Jesús nos acoge con todas nuestras limitaciones, nos trae la misericordia del Padre que nos perdona, y transforma nuestro corazón, convirtiéndolo en un corazón nuevo, capaz de amar como Él, que amó a los suyos hasta el extremo (cf. Jn 13, 1). Y este amor se manifiesta en su misericordia. Jesús siempre nos perdona.  La escucha de su Palabra Otro camino privilegiado para crecer en la amistad con Cristo es la escucha de su Palabra. El Señor nos habla en la intimidad de nuestra conciencia, nos habla a través de la Sagrada Escritura, nos habla en la oración. Aprended a permanecer en silencio ante Él, a leer y meditar la Biblia, especialmente los Evangelios, a dialogar con Él cada día para sentir su presencia de amistad y de amor. Y aquí quisiera subrayar la belleza de una oración contemplativa sencilla, accesible a todos, grandes y pequeños, cultos o poco instruidos; es la oración del santo rosario. En el rosario nosotros nos dirigimos a la Virgen María para que nos guíe hacia una unión cada vez más estrecha con su Hijo Jesús para identificarnos con Él, tener sus sentimientos, actuar como Él. En el rosario, de hecho, repitiendo el Ave, María, nosotros meditamos los misterios, los hechos de la vida de Cristo para conocerle y amarle cada vez más. El rosario es un instrumento eficaz para abrirnos a Dios, para que nos ayude a vencer el egoísmo y llevar paz a los corazones, a las familias, a la sociedad y al mundo. www.parroquiasantamoica.com Vida Cristiana

Domingo 3º de Adviento (2011) Ciclo B. La alegría.


1 Domingo 3º de Adviento (2011) Ciclo B. La alegría. Estad siempre alegres en el Señor (Filipenses 4, 4-5). Las alegrías naturales - humanas - y la alegría en Cristo. La alegría de los cristianos es fruto del Espíritu Santo, que es el «iconógrafo», quien imprime en el hombre la imagen de Cristo. Las alegrías de Jesús: conoció, apreció y ensalzó alegrías humanas, sencillas y cotidianas que están al alcance de todos. Su felicidad mayor: ver la acogida que se da a la Palabra, la liberación de los posesos, la conversión de una mujer pecadora y de un publicano como Zaqueo, la generosidad de la viuda. El secreto de la insondable alegría que Jesús llevaba dentro de sí: es el amor inefable con que se sabía amado por su Padre. La participación del creyente en la alegría de Jesús. La alegría cristiana supone un hombre capaz de alegrías naturales. Cfr. Dom. 3º de Adviento ciclo B (2011) 1 diciembre 2011 - Isaías 61, 1-2.10-11; 1 Tesalonicenses 5, 16-24; Salmo responsorial Magnificat Lucas 1, 46-50.53-54 Isaías 61, 10-11: 10 «Reboso de gozo en el Señor, y mi alma se alegra en mi Dios, porque me ha vestido con ropaje de salvación, con manto de justicia me ha envuelto, como novio que se ciñe de diadema, como novia se adorna con sus joyas. 11 Lo mismo que la tierra echa sus brotes, y el huerto hace germinar sus semillas, así el Señor Dios hace germinar la justicia y la alabanza ante todas las naciones.» 1 Tesalonicenses 5, 16-24: “16 Estad siempre alegres.17 Orad sin cesar. 18 Dad gracias a Dios por todo, porque eso es lo que Dios quiere de vosotros en Cristo Jesús. 19 No extingáis el Espíritu, 20 ni despreciéis las profecías; 21 sino examinad todas las cosas, retened lo bueno 22 y apartaos de toda clase de mal. 23 Que Él, Dios de la paz, os santifique plenamente, y que vuestro ser entero - espíritu, alma y cuerpo – se mantenga sin mancha hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. 24 El que os llama es fiel, y por eso lo cumplirá. Del Salmo responsorial, Lucas 1, 47.49: Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha hecho en mí cosas grandes el Todopoderoso (Magnificat de la Virgen, en el Salmo responsorial de hoy.) ESTAD SIEMPRE ALEGRES EN EL SEÑOR. EL SEÑOR ESTÁ CERCA. Antífona de entrada en la santa misa del tercer domingo de Adviento (Filipenses 4, 4-5). EL SEÑOR ESTÁ CERCA DE LOS QUE LE INVOCAN, DE CUANTOS LE INVOCAN DE VERDAD Salmo 145 [Vg 144), 18 1. La liturgia de este domingo de Adviento nos habla de la alegría cristiana. a) «Estad siempre alegres en el Señor. (…) El Señor está cerca» o «Estad alegres»: es un imperativo que se encuentra con mucha frecuencia en las Cartas de san Pablo. Cfr. Benedicto XVI, Meditación, 3 de octubre de 2005 La alegría es posible porque el Señor está cerca de cada uno de nosotros. Una alegría que es más grande que todos los sentimientos. En una vida tan atormentada como era la suya, una vida llena de persecuciones, de hambre, de sufrimientos de todo tipo, sin embargo, una palabra clave queda siempre presente: «gaudete», alegraos. . ¿Es posible ordenar la alegría? Sí: porque el Señor está cerca de nosotros. Nace aquí la pregunta: ¿es posible ordenar la alegría? La alegría, quisiéramos decir, llega o no llega, pero no puede ser impuesta como un deber. Y aquí nos ayuda pensar en el escrito más 2 conocido sobre la alegría de las Cartas paulinas, el de la «Domenica Gaudete» 1 en el corazón de la liturgia del Adviento: «Gaudete, iterum dico gaudete quia Dominus prope est», «estad siempre alegres en el Señor. El Señor está cerca». Una alegría más grande que el sufrimiento y la tribulación. Aquí sentimos el motivo del por qué Pablo con todos sus sufrimientos, con todas sus tribulaciones sólo podía decir a los demás «Estad siempre alegres en el Señor»: lo podía decir porque en él mismo la alegría era presente «Estad siempre alegres en el Señor». Si el amado, el amor, el más grande don de mi vida, está cerca de mí, si puedo estar convencido que quien me ama está cerca de mí, aunque esté afligido, queda en el fondo del corazón la alegría que es más grande que todos los sufrimientos. Para todos nosotros son verdaderas las palabras del Apocalipsis 2 : llamo a tu puerta, escúchame, ábreme. Es una invitación a darnos cuenta de la presencia del Señor que llama a nuestra puerta. El apóstol puede decir «gaudete» porque el Señor está cerca de cada uno de nosotros. Y así este imperativo, en realidad, es una invitación a darse cuenta de la presencia del Señor en nosotros. Es la conciencia de la presencia del Señor. El apóstol busca hacernos conscientes de esta presencia de Cristo - escondida pero bastante real - en cada uno de nosotros. Para todos nosotros son verdaderas las palabras del Apocalipsis: llamo a tu puerta, escúchame, ábreme. Una alegría más potente que todas las tristezas del mundo, de nuestra misma vida. Es, por esto, una invitación a ser sensibles por esta presencia del Señor que toca a mi puerta. No debemos ser sordos ante Él, porque los oídos de nuestros corazones están tan llenos de tantos ruidos del mundo que no podemos escuchar esta silenciosa presencia que toca a nuestras puertas. Reflexionemos, en el mismo momento, si estamos realmente dispuestos a abrir las puertas de nuestro corazón; o quizás nuestro corazón está lleno de tantas otras cosas que no hay espacio para el Señor y por el momento no tenemos tiempo para el Señor. Y así, insensibles, sordos ante su presencia, llenos de otras cosas, no escuchamos lo esencial: Él toca a la puerta, está cerca de nosotros y así está cerca la verdadera alegría que es más potente que todas las tristezas del mundo, de nuestra misma vida. Oremos entonces en el contexto de este primer imperativo: Señor haznos sensibles a Tu presencia, ayúdanos a escuchar, a no cerrar nuestros oídos a Ti, ayúdanos a tener un corazón libre y abierto a Ti. b) La alegría en Cristo en tres números del Catecismo de la Iglesia Católica. o La Iglesia es comunión con Jesús, que nos asocia a su vida, dándonos parte en su alegría • CEC n. 787: La Iglesia es comunión con Jesús - Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida (Cf Marcos 1, 16-20; 3, 13-19; les reveló el Misterio del Reino (Cf Mateo 13, 10-17); les dio parte en su misión, en su alegría (Cf Lucas 10, 17-20) y en sus sufrimientos (Cf Lucas 22, 28-30). Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre El y los que le sigan: «Permaneced en mí, como yo en vosotros... Yo soy 1 «Domenica gaudete»: Domingo del “alegraos”. Así se ha llamado tradicionalmente al domingo III de Adviento, por esas palabras - un imperativo, lo llama Benedicto XVI - de san Pablo de la Carta a los Filipenses que aparecen en la Lirturgia: en la Lectura Breve de las II Vísperas, de la Carta a los Filipenses, y en la segunda Lectura de la Misa, de la Carta a los Tesalonicenses. 2 Nota de la redacción de Vida Cristiana: Apocalipsis 3, 20: «Mira, estoy a la puerta y llamo: si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo». “La imagen de Cristo llamando a la puerta es una de las más bellas y enternecedoras de la Biblia. (…) Es un modo de expresar el afán divino que nos llama a una intimidad mayor, y lo hace de mil formas a lo largo de nuestra vida. «Poco a poco el amor de Dios se palpa- aunque no es cosa de sentimientos -, como un zarpazo en el alma. Es Cristo que nos persigue amorosamente: he aquí que estoy a la puerta y llamo» (San Josemaría Escrivá, es Cristo que pasa, n.8)” (Nuevo Testamento, Eunsa 2004, Nota Apocalipsis 3, 14-22) 3 la vid y vosotros los sarmientos» (Juan 15, 4-5). Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: «Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él» (Juan 6, 56). o El fin de la catequesis: conducir a la comunión con Jesucristo • CEC, n. 426: En el centro de la catequesis: Cristo - «En el centro de la catequesis encontramos esencialmente una Persona, la de Jesús de Nazaret, Unigénito del Padre, que ha sufrido y ha muerto por nosotros y que ahora, resucitado, vive para siempre con nosotros... Catequizar es... descubrir en la Persona de Cristo el designio eterno de Dios... Se trata de procurar comprender el significado de los gestos y de las palabras de Cristo, los signos realizados por El mismo» (Catechesi tradendae, 5). El fin de la catequesis: «conducir a la comunión con Jesucristo: sólo El puede conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad» (Catechesi tradendae, 5). o Los primeros cristianos anunciaron la alegría de su comunión con Cristo • CEC n. 425: «Anunciar... la inescrutable riqueza de Cristo» (Efesios 3, 8) - La transmisión de la fe cristiana es ante todo el anuncio de Jesucristo para llevar a la fe en El. Desde el principio, los primeros discípulos ardieron en deseos de anunciar a Cristo: «No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hechos 4, 20). Y ellos mismos invitan a los hombres de todos los tiempos a entrar en la alegría de su comunión con Cristo: Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida -pues la Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba con el Padre y se nos manifestó-, lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo. Os escribimos esto para que vuestro gozo sea completo (1 Juan 1, 1-4). c) La alegría de los cristianos es fruto del Espíritu Santo, que es el «iconógrafo», quien imprime en el hombre la imagen de Cristo. • San Pablo afirma en su Carta a los Gálatas (5,22): “Los frutos del Espíritu Santo son: la caridad, el gozo, la paz ..... ”. Por ello se entiende que el mismo Pablo pueda decir que “estoy lleno de consuelo y sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones”. Y en la segunda Carta a los Corintios (7, 4) afirma que “no consiste el Reino de Dios en comer ni beber, sino que es justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Romanos 14,17). d) Necesidad de elevar los sentimientos y afectos para encontrar la alegría cristiana. • Salmo 68 [Vg 67], 4: “Los justos se alegran, se deleitan en la presencia de Dios y se gozan con alegría”. o Pablo VI, Exhortación Apostólica «Gaudete in Domino», 9 de mayo de 1975. Existen diversos grados en la «felicidad». Las alegrías naturales - humanas - y la alegría en Cristo. • n. 6: Como es sabido, existen diversos grados en esta «felicidad». Su expresión más noble es la alegría o «felicidad» en sentido estricto, cuando el hombre, a nivel de sus facultades superiores, encuentra su satisfacción en la posesión de un bien conocido y amado [Cf. SanTomás, Suma teológica, I-II, q. 31, a. 3]. De esta manera el hombre experimenta la alegría cuando se halla en armonía con la naturaleza y sobre todo la experimenta en el encuentro, la participación y la comunión con los demás. Con mayor razón conoce la alegría y felicidad espirituales cuando su espíritu entra en posesión de Dios, conocido y amado como bien supremo e inmutable [Santo Tomás, ibíd. II-II, q. 28, a. 1 y 4]. Poetas, artistas, pensadores, hombres y mujeres simplemente disponibles a una cierta luz interior, pudieron, antes de la venida de Cristo, y pueden en nuestros días, experimentar de alguna manera la alegría de Dios. • n. 8. La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy 4 difícil engendrar la alegría. Porque la alegría tiene otro origen. Es espiritual. El dinero, el confort, la higiene, la seguridad material no faltan con frecuencia; sin embargo, el tedio, la aflicción, la tristeza forman parte, por desgracia, de la vida de muchos. Esto llega a veces hasta la angustia y la desesperación que ni la aparente despreocupación ni el frenesí del gozo presente o los paraísos artificiales logran evitar. ¿Será que nos sentimos impotentes para dominar el progreso industrial y planificar la sociedad de una manera humana? ¿Será que el porvenir aparece demasiado incierto y la vida humana demasiado amenazada? ¿O no se trata más bien de soledad, de sed de amor y de compañía no satisfecha, de un vacío mal definido? El cristiano podrá purificar, completar y sublimar las alegrías naturales, pero no puede despreciarlas. La alegría cristiana supone un hombre capaz de alegrías naturales. Frecuentemente Cristo ha anunciado el Reino de los Cielos a partir de ellas. • n. 12. Sería también necesario un esfuerzo paciente para aprender a gustar simplemente las múltiples alegrías humanas que el Creador pone en nuestro camino: la alegría exultante de la existencia y de la vida; la alegría del amor honesto y santificado; la alegría tranquilizadora de la naturaleza y del silencio; la alegría a veces austera del trabajo esmerado; la alegría y satisfacción del deber cumplido; la alegría transparente de la pureza, del servicio, del saber compartir; la alegría exigente del sacrificio. El cristiano podrá purificarlas, completarlas, sublimarlas: no puede despreciarlas. La alegría cristiana supone un hombre capaz de alegrías naturales. Frecuentemente, ha sido a partir de éstas como Cristo ha anunciado el Reino de los cielos. El hombre puede verdaderamente entrar en la alegría acercándose a Dios y apartándose del pecado. • n. 15. El hombre puede verdaderamente entrar en la alegría acercándose a Dios y apartándose del pecado. Sin duda alguna «la carne y la sangre» son incapaces de conseguirlo (cf Mt 16, 17). Pero la Revelación puede abrir esta perspectiva y la gracia puede operar esta conversión. Nuestra intención es precisamente invitaros a las fuentes de la alegría cristiana. ¿Cómo podríamos hacerlo sin ponernos nosotros mismos frente al designio de Dios y a la escucha de la Buena Nueva de su Amor?. • n. 16: «La alegría cristiana es por esencia una participación espiritual de la alegría insondable, a la vez divina y humana, del Corazón de Jesucristo glorificado». o La alegría de Jesús El, palpablemente, ha conocido, apreciado, ensalzado toda una gama de alegrías humanas, de esas alegrías sencillas y cotidianas que están al alcance de todos. • n. 23. Hagamos ahora un alto para contemplar la persona de Jesús, en el curso de su vida terrena. El ha experimentado en su humanidad todas nuestras alegrías. El, palpablemente, ha conocido, apreciado, ensalzado toda una gama de alegrías humanas, de esas alegrías sencillas y cotidianas que están al alcance de todos. La profundidad de su vida interior no ha desvirtuado la claridad de su mirada, ni su sensibilidad. Admira los pajarillos del cielo y los lirios del campo. Su mirada abarca en un instante cuanto se ofrecía a la mirada de Dios sobre la creación en el alba de la historia. El exalta de buena gana la alegría del sembrador y del segador; la del hombre que halla un tesoro escondido; la del pastor que encuentra la oveja perdida o de la mujer que halla la dracma; la alegría de los invitados al banquete, la alegría de las bodas; la alegría del padre cuando recibe a su hijo, al retorno de una vida de pródigo; la de la mujer que acaba de dar a luz un niño. Estas alegrías humanas tienen para Jesús tanta mayor consistencia en cuanto son para él signos de las alegrías espirituales del Reino de Dios: alegría de los hombres que entran en este Reino, vuelven a él o trabajan en él, alegría del Padre que los recibe. Por su parte, el mismo Jesús manifiesta su satisfacción y su ternura, cuando se encuentra con los niños deseosos de acercarse a él, con el joven 5 rico, fiel y con ganas de ser perfecto; con amigos que le abren las puertas de su casa como Marta, María y Lázaro. La felicidad mayor de Jesús: ver la acogida que se da a la Palabra, la liberación de los posesos, la conversión de una mujer pecadora y de un publicano como Zaqueo, la generosidad de la viuda. Su felicidad mayor es ver la acogida que se da a la Palabra, la liberación de los posesos, la conversión de una mujer pecadora y de un publicano como Zaqueo, la generosidad de la viuda. El mismo se siente inundado por una gran alegría cuando comprueba que los más pequeños tienen acceso a la revelación del Reino, cosa que queda escondida a los sabios y prudentes (Lc 10,21). Sí, «habiendo Cristo compartido en todo nuestra condición humana, menos en el pecado» [Plegaria eucarística n. IV; cf. Heb 4,15], él ha aceptado y gustado las alegrías afectivas y espirituales, como un don de Dios. Y no se concedió tregua alguna hasta que no «hubo anunciado la salvación a los pobres, a los afligidos el consuelo» (cf. Lc 14,18). El evangelio de Lucas abunda de manera particular en esta semilla de alegría. Los milagros de Jesús, las palabras del perdón son otras tantas muestras de la bondad divina: la gente se alegraba por tantos portentos como hacía (cf. Lc 13,17) y daba gloria a Dios. Para el cristiano, como para Jesús, se trata de vivir las alegrías humanas, que el Creador le regala, en acción de gracias al Padre. El secreto de la insondable alegría que Jesús lleva dentro de sí: es el amor inefable con que se sabe amado por su Padre. • n. 24. Aquí nos interesa destacar el secreto de la insondable alegría que Jesús lleva dentro de sí y que le es propia. Es sobre todo el evangelio de san Juan el que nos descorre el velo, descubriéndonos las palabras íntimas del Hijo de Dios hecho hombre. Si Jesús irradia esa paz, esa seguridad, esa alegría, esa disponibilidad, se debe al amor inefable con que se sabe amado por su Padre. Después de su bautismo a orillas del Jordán, este amor, presente desde el primer instante de su Encarnación, se hace manifiesto: «Tu eres mi hijo amado, mi predilecto» (Lc 3,22). Esta certeza es inseparable de la conciencia de Jesús. Es una presencia que nunca lo abandona (cf. Jn 16,32). Es un conocimiento íntimo el que lo colma: «El Padre me conoce y yo conozco al Padre» (Jn 10,15). Es un intercambio incesante y total: «Todo lo que es mío es tuyo, y todo lo que es tuyo es mío» (Jn 17,19). El Padre ha dado al Hijo el poder de juzgar y de disponer de la vida. Entre ellos se da una inhabitación recíproca: «Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí» (Jn 14,10). En correspondencia, el Hijo tiene para con el Padre un amor sin medida: «Yo amo al Padre y procedo conforme al mandato del Padre» (Jn 14,31). Hace siempre lo que place al Padre, es ésta su «comida» (cf. Jn 8,29; 4,34). Su disponibilidad llega hasta la donación de su vida humana, su confianza hasta la certeza de recobrarla: «Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida, para recobrarla de nuevo» (Jn 10,17). En este sentido, él se alegra de ir al padre. No se trata, para Jesús, de una toma de conciencia efímera: es la resonancia, en su conciencia de hombre, del amor que él conoce desde siempre, en cuanto Dios, en el seno de Padre: «Tú me has amado antes de la creación del mundo» (Jn 17,24). Existe una relación incomunicable de amor, que se confunde con su existencia de Hijo y que constituye el secreto de la vida trinitaria: el Padre aparece en ella como el que se da al Hijo, sin reservas y sin intermitencias, en un palpitar de generosidad gozosa, y el Hijo, como el que se da de la misma manera al Padre con un impulso de gozosa gratitud, en el Espíritu Santo. La participación en la alegría de Cristo de los discípulos y de todos cuantos creen en Cristo. Es la alegría del Reino de Dios, que es concedida a lo largo de un camino escarpado y que requiere una confianza total en el Padre y en el Hijo. • n. 25. De ahí que los discípulos y todos cuantos creen en Cristo, estén llamados a participar de esta alegría. Jesús quiere que sientan dentro de sí su misma alegría en plenitud: «Yo les he revelado tu nombre, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y también yo esté en ellos» (Jn 17,26). 6 • n. 26. Esta alegría de estar dentro del amor de Dios comienza ya aquí abajo. Es la alegría del Reino de Dios. Pero es una alegría concedida a lo largo de un camino escarpado, que requiere una confianza total en el Padre y en el Hijo, y dar una preferencia a las cosas del Reino. El mensaje de Jesús promete ante todo la alegría, esa alegría exigente; ¿no se abre con las bienaventuranzas? «Dichosos vosotros los pobres, porque el Reino de los cielos es vuestro. Dichosos vosotros lo que ahora pasáis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos vosotros, los que ahora lloráis, porque reiréis» (Lc 6,20-21). o El ejemplo de María • Juan Pablo II (23/10/1983): “El Santo Rosario es oración cristiana, evangélica y eclesial, pero también oración que eleva los sentimientos y afectos del hombre. (…) En María, que solícita va a Isabel, está la alegría de servir a los hermanos llevándoles la presencia de Dios; en María, que presenta a los pastores y a los Magos el esperado de Israel, está la coparticipación espontánea y confidencial, propia de la amistad; en María, que en el templo ofrece su propio Hijo al Padre celestial, está la alegría impregnada de ansias, propia de los padres y de los educadores con relación a los hijos o a los alumnos; en María, que después de tres días de afanosa búsqueda, vuelve a encontrar a Jesús, está la alegría paciente de la madre que se da cuenta de que el propio hijo pertenece a Dios antes que a ella misma”. o La alegría cristiana procede del abandono en Dios • Camino 659: La alegría que debes tener no es esa que podríamos llamar fisiológica, de animal sano, sino otra sobrenatural, que procede de abandonar todo y abandonarte en los brazos amorosos de nuestro PadreDios. o Debemos despertar del sueño de la rutina y de la mediocridad; debemos abandonar la tristeza y el desaliento. Es preciso que se alegre nuestro corazón porque "el Señor está cerca". Benedicto XVI, Homilía en el tercer Domingo de Adviento 16 de diciembre de 2007 «Estad siempre alegres en el Señor. Os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca» (Ph 4,4- 5). Con esta invitación a la alegría comienza la antífona de entrada de la santa misa en este tercer domingo de Adviento, que precisamente por eso se llama domingo "Gaudete". En verdad, todo el Adviento es una invitación a alegrarse, porque "el Señor viene", porque viene a salvarnos. Durante estas semanas, casi diariamente, nos consuelan las palabras del profeta Isaías, dirigidas al pueblo judío desterrado en Babilonia después de la destrucción del templo de Jerusalén, el cual había perdido la esperanza de volver a la ciudad santa en ruinas. "A los que esperan en el Señor él les renovará el vigor —asegura el profeta—, subirán con alas como de águilas, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse" (Is 40,31). Y también: "Regocijo y alegría los acompañarán. Pena y aflicción se alejarán" (Is 35,10). La liturgia de Adviento nos repite constantemente que debemos despertar del sueño de la rutina y de la mediocridad; debemos abandonar la tristeza y el desaliento. Es preciso que se alegre nuestro corazón porque "el Señor está cerca". www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

La alegría. Mensaje de Benedicto XVI para la 27 Jornada Mundial de la Juventud 2012.


1 La alegría. Mensaje de Benedicto XVI para la 27 Jornada Mundial de la Juventud 2012. «¡Alegraos siempre en el Señor!» (Filipenses 4,4). Más allá de las satisfacciones inmediatas y pasajeras, nuestro corazón busca la alegría profunda, plena y perdurable, que pueda dar «sabor» a la existencia. Motivos para la alegría y dificultades que encontramos en nuestro corazón. Dios, en Jesucristo, quiere hacernos partícipes de su alegría, divina y eterna. La alegría del amor. Amar significa constancia, fidelidad, tener fe en los compromisos: con las amistades, en el trabajo, en los estudios, en los servicios. Una alegría especial: es la que se siente cuando se responde a la vocación de entregar toda la vida al Señor. Del mismo modo, es grande la alegría que Él regala al hombre y a la mujer que se donan totalmente el uno al otro en el matrimonio. Cfr. BENEDICTO XVI, MENSAJE PARA LA XXVII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD 2012 15 de marzo de 2012 «¡Alegraos siempre en el Señor!» (Flp 4,4) Queridos jóvenes: o La alegría es un testimonio importante de la belleza y fiabilidad de la fe cristiana. La alegría de la comunión, la alegría de ser cristianos, la alegría de la fe. Me alegro de dirigirme de nuevo a vosotros con ocasión de la XXVII Jornada Mundial de la Juventud. El recuerdo del encuentro de Madrid el pasado mes de agosto sigue muy presente en mi corazón. Ha sido un momento extraordinario de gracia, durante el cual el Señor ha bendecido a los jóvenes allí presentes, venidos del mundo entero. Doy gracias a Dios por los muchos frutos que ha suscitado en aquellas jornadas y que en el futuro seguirán multiplicándose entre los jóvenes y las comunidades a las que pertenecen. Ahora nos estamos dirigiendo ya hacia la próxima cita en Río de Janeiro en el año 2013, que tendrá como tema «¡Id y haced discípulos a todos los pueblos!» (cf. Mt 28,19). Este año, el tema de la Jornada Mundial de la Juventud nos lo da la exhortación de la Carta del apóstol san Pablo a los Filipenses: «¡Alegraos siempre en el Señor!» (4,4). En efecto, la alegría es un elemento central de la experiencia cristiana. También experimentamos en cada Jornada Mundial de la Juventud una alegría intensa, Esta es una de las características de estos encuentros. Vemos la fuerza atrayente que ella tiene: en un mundo marcado a menudo por la tristeza y la inquietud, la alegría es un testimonio importante de la belleza y fiabilidad de la fe cristiana. La Iglesia tiene la vocación de llevar la alegría al mundo, una alegría auténtica y duradera, aquella que los ángeles anunciaron a los pastores de Belén en la noche del nacimiento de Jesús (cf. Lc 2,10). Dios no sólo ha hablado, no sólo ha cumplido signos prodigiosos en la historia de la humanidad, sino que se ha hecho tan cercano que ha llegado a hacerse uno de nosotros, recorriendo las etapas de la vida entera del hombre. En el difícil contexto actual, muchos jóvenes en vuestro 2 entorno tienen una inmensa necesidad de sentir que el mensaje cristiano es un mensaje de alegría y esperanza. Quisiera reflexionar ahora con vosotros sobre esta alegría, sobre los caminos para encontrarla, para que podáis vivirla cada vez con mayor profundidad y ser mensajeros de ella entre los que os rodean. o 1. Nuestro corazón está hecho para la alegría Más allá de las satisfacciones inmediatas y pasajeras, nuestro corazón busca la alegría profunda, plena y perdurable, que pueda dar «sabor» a la existencia. La aspiración a la alegría está grabada en lo más íntimo del ser humano. Más allá de las satisfacciones inmediatas y pasajeras, nuestro corazón busca la alegría profunda, plena y perdurable, que pueda dar «sabor» a la existencia. Y esto vale sobre todo para vosotros, porque la juventud es un período de un continuo descubrimiento de la vida, del mundo, de los demás y de sí mismo. Es un tiempo de apertura hacia el futuro, donde se manifiestan los grandes deseos de felicidad, de amistad, del compartir y de verdad; donde uno es impulsado por ideales y se conciben proyectos. o Cada día el Señor nos ofrece tantas alegrías sencillas. La alegría de vivir, la alegría ante la belleza de la naturaleza, la alegría de un trabajo bien hecho, la alegría del servicio, la alegría del amor sincero y puro. Cada día el Señor nos ofrece tantas alegrías sencillas: la alegría de vivir, la alegría ante la belleza de la naturaleza, la alegría de un trabajo bien hecho, la alegría del servicio, la alegría del amor sincero y puro. Motivos para la alegría Y si miramos con atención, existen tantos motivos para la alegría: los hermosos momentos de la vida familiar, la amistad compartida, el descubrimiento de las propias capacidades personales y la consecución de buenos resultados, el aprecio que otros nos tienen, la posibilidad de expresarse y sentirse comprendidos, la sensación de ser útiles para el prójimo. Y, además, la adquisición de nuevos conocimientos mediante los estudios, el descubrimiento de nuevas dimensiones a través de viajes y encuentros, la posibilidad de hacer proyectos para el futuro. También pueden producir en nosotros una verdadera alegría la experiencia de leer una obra literaria, de admirar una obra maestra del arte, de escuchar e interpretar la música o ver una película. Pero encontramos dificultades en nuestro corazón. Pero cada día hay tantas dificultades con las que nos encontramos en nuestro corazón, tenemos tantas preocupaciones por el futuro, que nos podemos preguntar si la alegría plena y duradera a la cual aspiramos no es quizá una ilusión y una huída de la realidad. Hay muchos jóvenes que se preguntan: ¿es verdaderamente posible hoy en día la alegría plena? Esta búsqueda sigue varios caminos, algunos de los cuales se manifiestan como erróneos, o por lo menos peligrosos. Pero, ¿cómo podemos distinguir las alegrías verdaderamente duraderas de los placeres inmediatos y engañosos? ¿Cómo podemos encontrar en la vida la verdadera alegría, aquella que dura y no nos abandona ni en los momentos más difíciles? o 2. Dios es la fuente de la verdadera alegría. Dios quiere hacernos partícipes de su alegría, divina y eterna. Hace que descubramos que el valor y el sentido profundo de nuestra vida está en el ser aceptados, acogidos y amados por Él, y no con una acogida frágil como puede ser la humana, sino con una acogida incondicional como lo es la divina: yo soy 3 amado, tengo un puesto en el mundo y en la historia, soy amado personalmente por Dios. En realidad, todas las alegrías auténticas, ya sean las pequeñas del día a día o las grandes de la vida, tienen su origen en Dios, aunque no lo parezca a primera vista, porque Dios es comunión de amor eterno, es alegría infinita que no se encierra en sí misma, sino que se difunde en aquellos que Él ama y que le aman. Dios nos ha creado a su imagen por amor y para derramar sobre nosotros su amor, para colmarnos de su presencia y su gracia. Dios quiere hacernos partícipes de su alegría, divina y eterna, haciendo que descubramos que el valor y el sentido profundo de nuestra vida está en el ser aceptados, acogidos y amados por Él, y no con una acogida frágil como puede ser la humana, sino con una acogida incondicional como lo es la divina: yo soy amado, tengo un puesto en el mundo y en la historia, soy amado personalmente por Dios. Y si Dios me acepta, me ama y estoy seguro de ello, entonces sabré con claridad y certeza que es bueno que yo sea, que exista. El amor infinito de Dios para con cada uno de nosotros se manifiesta de modo pleno en Jesucristo. Este amor infinito de Dios para con cada uno de nosotros se manifiesta de modo pleno en Jesucristo. En Él se encuentra la alegría que buscamos. En el Evangelio vemos cómo los hechos que marcan el inicio de la vida de Jesús se caracterizan por la alegría. Cuando el arcángel Gabriel anuncia a la Virgen María que será madre del Salvador, comienza con esta palabra: «¡Alégrate!» (Lc 1,28). En el nacimiento de Jesús, el Ángel del Señor dice a los pastores: «Os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2,11). Y los Magos que buscaban al niño, «al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría» (Mt 2,10). El motivo de esta alegría es, por lo tanto, la cercanía de Dios, que se ha hecho uno de nosotros. Esto es lo que san Pablo quiso decir cuando escribía a los cristianos de Filipos: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca» (Flp 4,4-5). La primera causa de nuestra alegría es la cercanía del Señor, que me acoge y me ama. El encuentro con Jesús produce siempre una gran alegría interior: Zaqueo. En efecto, el encuentro con Jesús produce siempre una gran alegría interior. Lo podemos ver en muchos episodios de los Evangelios. Recordemos la visita de Jesús a Zaqueo, un recaudador de impuestos deshonesto, un pecador público, a quien Jesús dice: «Es necesario que hoy me quede en tu casa». Y san Lucas dice que Zaqueo «lo recibió muy contento» (Lc 19,5-6). Es la alegría del encuentro con el Señor; es sentir el amor de Dios que puede transformar toda la existencia y traer la salvación. Zaqueo decide cambiar de vida y dar la mitad de sus bienes a los pobres. En la hora de la pasión de Jesús, este amor se manifiesta con toda su fuerza. En la hora de la pasión de Jesús, este amor se manifiesta con toda su fuerza. Él, en los últimos momentos de su vida terrena, en la cena con sus amigos, dice: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor… Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud» (Jn 15,9.11). Jesús quiere introducir a sus discípulos y a cada uno de nosotros en la alegría plena, la que Él comparte con el Padre, para que el amor con que el Padre le ama esté en nosotros (cf. Jn 17,26). La alegría cristiana es abrirse a este amor de Dios y pertenecer a Él. El encuentro con María Magdalena y otras mujeres. Los Evangelios relatan que María Magdalena y otras mujeres fueron a visitar el sepulcro donde habían puesto a Jesús después de su muerte y recibieron de un Ángel una noticia desconcertante, la de su resurrección. Entonces, así escribe el Evangelista, abandonaron el sepulcro a toda prisa, «llenas de miedo y de alegría», y corrieron a anunciar la feliz noticia a los discípulos. 4 Jesús salió a su encuentro y dijo: «Alegraos» (Mt 28,8-9). Es la alegría de la salvación que se les ofrece: Cristo es el viviente, es el que ha vencido el mal, el pecado y la muerte. Él está presente en medio de nosotros como el Resucitado, hasta el final de los tiempos (cf. Mt 28,21). El mal no tiene la última palabra sobre nuestra vida, sino que la fe en Cristo Salvador nos dice que el amor de Dios es el que vence. Esta profunda alegría es fruto del Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios. Esta profunda alegría es fruto del Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios, capaces de vivir y gustar su bondad, de dirigirnos a Él con la expresión «Abba», Padre (cf. Rm 8,15). La alegría es signo de su presencia y su acción en nosotros. o 3. Conservar en el corazón la alegría cristiana Encontrar y conservar la alegría espiritual surge del encuentro con el Señor. No tengáis miedo de arriesgar vuestra vida abriéndola a Jesucristo y su Evangelio; es el camino para tener la paz y la verdadera felicidad dentro de nosotros mismos. Aquí nos preguntamos: ¿Cómo podemos recibir y conservar este don de la alegría profunda, de la alegría espiritual? Un Salmo dice: «Sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón» (Sal 37,4). Jesús explica que «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo» (Mt 13,44). Encontrar y conservar la alegría espiritual surge del encuentro con el Señor, que pide que le sigamos, que nos decidamos con determinación, poniendo toda nuestra confianza en Él. Queridos jóvenes, no tengáis miedo de arriesgar vuestra vida abriéndola a Jesucristo y su Evangelio; es el camino para tener la paz y la verdadera felicidad dentro de nosotros mismos, es el camino para la verdadera realización de nuestra existencia de hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza. La búsqueda de la alegría en el Señor Es volver a poner nuestra confianza en Él, es crecer en su conocimiento y en su amor. Buscar la alegría en el Señor: la alegría es fruto de la fe, es reconocer cada día su presencia, su amistad: «El Señor está cerca» (Flp 4,5); es volver a poner nuestra confianza en Él, es crecer en su conocimiento y en su amor. El «Año de la Fe», que iniciaremos dentro de pocos meses, nos ayudará y estimulará. Queridos amigos, aprended a ver cómo actúa Dios en vuestras vidas, descubridlo oculto en el corazón de los acontecimientos de cada día. Creed que Él es siempre fiel a la alianza que ha sellado con vosotros el día de vuestro Bautismo. Sabed que jamás os abandonará. Dirigid a menudo vuestra mirada hacia Él. En la cruz entregó su vida porque os ama. La contemplación de un amor tan grande da a nuestros corazones una esperanza y una alegría que nada puede destruir. Un cristiano nunca puede estar triste porque ha encontrado a Cristo, que ha dado la vida por él. Buscar al Señor, encontrarlo, significa también acoger su Palabra. Buscar al Señor, encontrarlo, significa también acoger su Palabra, que es alegría para el corazón. El profeta Jeremías escribe: «Si encontraba tus palabras, las devoraba: tus palabras me servían de gozo, eran la alegría de mi corazón» (Jr 15,16). Aprended a leer y meditar la Sagrada Escritura; allí encontraréis una respuesta a las preguntas más profundas sobre la verdad que anida en vuestro corazón y vuestra mente. La Palabra de Dios hace que descubramos las maravillas que Dios ha obrado en la historia del hombre y que, llenos de alegría, proclamemos en alabanza y 5 adoración: «Venid, aclamemos al Señor… postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro» (Sal 95,1.6). La Liturgia en particular, es el lugar por excelencia donde se manifiesta la alegría que la Iglesia recibe del Señor y transmite al mundo. Cada domingo, en la Eucaristía. La Liturgia en particular, es el lugar por excelencia donde se manifiesta la alegría que la Iglesia recibe del Señor y transmite al mundo. Cada domingo, en la Eucaristía, las comunidades cristianas celebran el Misterio central de la salvación: la muerte y resurrección de Cristo. Este es un momento fundamental para el camino de cada discípulo del Señor, donde se hace presente su sacrificio de amor; es el día en el que encontramos al Cristo Resucitado, escuchamos su Palabra, nos alimentamos de su Cuerpo y su Sangre. Un Salmo afirma: «Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo» (Sal 118,24). En la noche de Pascua, la Iglesia canta el Exultet, expresión de alegría por la victoria de Jesucristo sobre el pecado y la muerte: «¡Exulte el coro de los ángeles… Goce la tierra inundada de tanta claridad… resuene este templo con las aclamaciones del pueblo en fiesta!». La alegría cristiana nace del saberse amados por un Dios que se ha hecho hombre, que ha dado su vida por nosotros y ha vencido el mal y la muerte; es vivir por amor a él. Santa Teresa del Niño Jesús, joven carmelita, escribió: «Jesús, mi alegría es amarte a ti» (Poesía 45/7). o 4. La alegría del amor El amor produce alegría, y la alegría es una forma del amor. Queridos amigos, la alegría está íntimamente unida al amor; ambos son frutos inseparables del Espíritu Santo (cf. Ga 5,23). El amor produce alegría, y la alegría es una forma del amor. La beata Madre Teresa de Calcuta, recordando las palabras de Jesús: «hay más dicha en dar que en recibir» (Hch 20,35), decía: «La alegría es una red de amor para capturar las almas. Dios ama al que da con alegría. Y quien da con alegría da más». El siervo de Dios Pablo VI escribió: «En el mismo Dios, todo es alegría porque todo es un don» (Ex. ap. Gaudete in Domino, 9 mayo 1975). Amar significa constancia, fidelidad, tener fe en los compromisos. Amar significa constancia, fidelidad, tener fe en los compromisos: con las amistades, en el trabajo, en los estudios, en los servicios. Pensando en los diferentes ámbitos de vuestra vida, quisiera deciros que amar significa constancia, fidelidad, tener fe en los compromisos. Y esto, en primer lugar, con las amistades. Nuestros amigos esperan que seamos sinceros, leales, fieles, porque el verdadero amor es perseverante también y sobre todo en las dificultades. Y lo mismo vale para el trabajo, los estudios y los servicios que desempeñáis. La fidelidad y la perseverancia en el bien llevan a la alegría, aunque ésta no sea siempre inmediata. Estamos llamados también a ser generosos, a no conformarnos con dar el mínimo, sino a comprometernos a fondo, con una atención especial por los más necesitados. Para entrar en la alegría del amor, estamos llamados también a ser generosos, a no conformarnos con dar el mínimo, sino a comprometernos a fondo, con una atención especial por los más necesitados. El mundo necesita hombres y mujeres competentes y generosos, que se pongan al servicio del bien común. Esforzaos por estudiar con seriedad; cultivad vuestros talentos y ponedlos desde ahora al servicio del prójimo. Buscad el modo de contribuir, allí donde estéis, a que la sociedad sea más justa y humana. Que toda vuestra vida esté impulsada por el espíritu de servicio, y no por la búsqueda del poder, del éxito material y del dinero. Una alegría especial: es la que se siente cuando se responde a la vocación de entregar toda la vida al Señor. 6 A propósito de generosidad, tengo que mencionar una alegría especial; es la que se siente cuando se responde a la vocación de entregar toda la vida al Señor. Queridos jóvenes, no tengáis miedo de la llamada de Cristo a la vida religiosa, monástica, misionera o al sacerdocio. Tened la certeza de que colma de alegría a los que, dedicándole la vida desde esta perspectiva, responden a su invitación a dejar todo para quedarse con Él y dedicarse con todo el corazón al servicio de los demás. Del mismo modo, es grande la alegría que Él regala al hombre y a la mujer que se donan totalmente el uno al otro en el matrimonio para formar una familia y convertirse en signo del amor de Cristo por su Iglesia. Un tercer elemento para entrar en la alegría del amor: hacer que crezca en vuestra vida y en la vida de vuestras comunidades la comunión fraterna. Quisiera mencionar un tercer elemento para entrar en la alegría del amor: hacer que crezca en vuestra vida y en la vida de vuestras comunidades la comunión fraterna. Hay vínculo estrecho entre la comunión y la alegría. No en vano san Pablo escribía su exhortación en plural; es decir, no se dirige a cada uno en singular, sino que afirma: «Alegraos siempre en el Señor» (Flp 4,4). Sólo juntos, viviendo en comunión fraterna, podemos experimentar esta alegría. El libro de los Hechos de los Apóstoles describe así la primera comunidad cristiana: «Partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón» (Hch 2,46). Empleaos también vosotros a fondo para que las comunidades cristianas puedan ser lugares privilegiados en que se comparta, se atienda y cuiden unos a otros. o 5. La alegría de la conversión Para vivir la verdadera alegría también hay que identificar las tentaciones que la alejan. La cultura actual lleva a menudo a buscar metas, realizaciones y placeres inmediatos, favoreciendo más la inconstancia que la perseverancia en el esfuerzo y la fidelidad a los compromisos. Queridos amigos, para vivir la verdadera alegría también hay que identificar las tentaciones que la alejan. La cultura actual lleva a menudo a buscar metas, realizaciones y placeres inmediatos, favoreciendo más la inconstancia que la perseverancia en el esfuerzo y la fidelidad a los compromisos. Los mensajes que recibís empujar a entrar en la lógica del consumo, prometiendo una felicidad artificial. La experiencia enseña que el poseer no coincide con la alegría. Hay tantas personas que, a pesar de tener bienes materiales en abundancia, a menudo están oprimidas por la desesperación, la tristeza y sienten un vacío en la vida. Para permanecer en la alegría, estamos llamados a vivir en el amor y la verdad, a vivir en Dios. La voluntad de Dios es que nosotros seamos felices. Por ello nos ha dado las indicaciones concretas para nuestro camino: los Mandamientos. Aunque a primera vista puedan parecer un conjunto de prohibiciones, casi un obstáculo a la libertad, si los meditamos más atentamente a la luz del Mensaje de Cristo, representan un conjunto de reglas de vida esenciales y valiosas que conducen a una existencia feliz, realizada según el proyecto de Dios. La voluntad de Dios es que nosotros seamos felices. Por ello nos ha dado las indicaciones concretas para nuestro camino: los Mandamientos. Cumpliéndolos encontramos el camino de la 7 vida y de la felicidad. Aunque a primera vista puedan parecer un conjunto de prohibiciones, casi un obstáculo a la libertad, si los meditamos más atentamente a la luz del Mensaje de Cristo, representan un conjunto de reglas de vida esenciales y valiosas que conducen a una existencia feliz, realizada según el proyecto de Dios. Cuántas veces, en cambio, constatamos que construir ignorando a Dios y su voluntad nos lleva a la desilusión, la tristeza y al sentimiento de derrota. La experiencia del pecado como rechazo a seguirle, como ofensa a su amistad, ensombrece nuestro corazón. Pero aunque a veces el camino cristiano no es fácil y el compromiso de fidelidad al amor del Señor encuentra obstáculos o registra caídas, Dios, en su misericordia, no nos abandona, sino que nos ofrece siempre la posibilidad de volver a Él, de reconciliarnos con Él, de experimentar la alegría de su amor que perdona y vuelve a acoger. ¡Recurrid a menudo al Sacramento de la Penitencia y la Reconciliación! Es el Sacramento de la alegría reencontrada. Queridos jóvenes, ¡recurrid a menudo al Sacramento de la Penitencia y la Reconciliación! Es el Sacramento de la alegría reencontrada. Pedid al Espíritu Santo la luz para saber reconocer vuestro pecado y la capacidad de pedir perdón a Dios acercándoos a este Sacramento con constancia, serenidad y confianza. El Señor os abrirá siempre sus brazos, os purificará y os llenará de su alegría: habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte (cf. Lc 15,7). o 6. La alegría en las pruebas Al final puede que quede en nuestro corazón la pregunta de si es posible vivir de verdad con alegría incluso en medio de tantas pruebas de la vida, especialmente las más dolorosas y misteriosas; de si seguir al Señor y fiarse de Él da siempre la felicidad. La respuesta nos la pueden dar algunas experiencias de jóvenes como vosotros que han encontrado precisamente en Cristo la luz que permite dar fuerza y esperanza, también en medio de situaciones muy difíciles. El beato Pier Giorgio Frassati (1901-1925) experimentó tantas pruebas en su breve existencia; una de ellas concernía su vida sentimental, que le había herido profundamente. Precisamente en esta situación, escribió a su hermana: «Tú me preguntas si soy alegre; y ¿cómo no podría serlo? Mientras la fe me de la fuerza estaré siempre alegre. Un católico no puede por menos de ser alegre... El fin para el cual hemos sido creados nos indica el camino que, aunque esté sembrado de espinas, no es un camino triste, es alegre incluso también a través del dolor» (Carta a la hermana Luciana, Turín, 14 febrero 1925). Y el beato Juan Pablo II, al presentarlo como modelo, dijo de él: «Era un joven de una alegría contagiosa, una alegría que superaba también tantas dificultades de su vida» (Discurso a los jóvenes, Turín, 13 abril 1980). Más cercana a nosotros, la joven Chiara Badano (1971-1990), recientemente beatificada, experimentó cómo el dolor puede ser transfigurado por el amor y estar habitado por la alegría. A la edad de 18 años, en un momento en el que el cáncer le hacía sufrir de modo particular, rezó al Espíritu Santo para que intercediera por los jóvenes de su Movimiento. Además de su curación, pidió a Dios que iluminara con su Espíritu a todos aquellos jóvenes, que les diera la sabiduría y la luz: «Fue un momento de Dios: sufría mucho físicamente, pero el alma cantaba» (Carta a Chiara Lubich, Sassello, 20 de diciembre de 1989). La clave de su paz y alegría era la plena confianza en el Señor y la aceptación de la enfermedad como misteriosa expresión de su voluntad para su bien y el de los demás. A menudo repetía: «Jesús, si tú lo quieres, yo también lo quiero». Son dos sencillos testimonios, entre otros muchos, que muestran cómo el cristiano auténtico no está nunca desesperado o triste, incluso ante las pruebas más duras, y muestran que la alegría cristiana no es una huída de la realidad, sino una fuerza sobrenatural para hacer frente y vivir las dificultades cotidianas. Sabemos que Cristo crucificado y resucitado está con nosotros, es el amigo siempre fiel. Cuando participamos en sus sufrimientos, participamos también en su alegría. Con Él y en Él, el sufrimiento se transforma en amor. Y ahí se encuentra la alegría (cf. Col 1,24). 8 o 7. Testigos de la alegría Id a contar a los demás jóvenes vuestra alegría de haber encontrado aquel tesoro precioso que es Jesús mismo. Queridos amigos, para concluir quisiera alentaros a ser misioneros de la alegría. No se puede ser feliz si los demás no lo son. Por ello, hay que compartir la alegría. Id a contar a los demás jóvenes vuestra alegría de haber encontrado aquel tesoro precioso que es Jesús mismo. No podemos conservar para nosotros la alegría de la fe; para que ésta pueda permanecer en nosotros, tenemos que transmitirla. San Juan afirma: «Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis en comunión con nosotros… Os escribimos esto, para que nuestro gozo sea completo» (1Jn 1,3-4). A veces se presenta una imagen del Cristianismo como una propuesta de vida que oprime nuestra libertad, que va contra nuestro deseo de felicidad y alegría. Pero esto no corresponde a la verdad. Los cristianos son hombres y mujeres verdaderamente felices, porque saben que nunca están solos, sino que siempre están sostenidos por las manos de Dios. Sobre todo vosotros, jóvenes discípulos de Cristo, tenéis la tarea de mostrar al mundo que la fe trae una felicidad y alegría verdadera, plena y duradera. Y si el modo de vivir de los cristianos parece a veces cansado y aburrido, entonces sed vosotros los primeros en dar testimonio del rostro alegre y feliz de la fe. El Evangelio es la «buena noticia» de que Dios nos ama y que cada uno de nosotros es importante para Él. Mostrad al mundo que esto de verdad es así. Por lo tanto, sed misioneros entusiasmados de la nueva evangelización. Llevad a los que sufren, a los que están buscando, la alegría que Jesús quiere regalar. Llevadla a vuestras familias, a vuestras escuelas y universidades, a vuestros lugares de trabajo y a vuestros grupos de amigos, allí donde vivís. Veréis que es contagiosa. Y recibiréis el ciento por uno: la alegría de la salvación para vosotros mismos, la alegría de ver la Misericordia de Dios que obra en los corazones. En el día de vuestro encuentro definitivo con el Señor, Él podrá deciros: «¡Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu señor!» (Mt 25,21). Que la Virgen María os acompañe en este camino. Ella acogió al Señor dentro de sí y lo anunció con un canto de alabanza y alegría, el Magníficat: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador» (Lc 1,46-47). María respondió plenamente al amor de Dios dedicando a Él su vida en un servicio humilde y total. Es llamada «causa de nuestra alegría» porque nos ha dado a Jesús. Que Ella os introduzca en aquella alegría que nadie os podrá quitar. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

3º Domingo de Adviento (2015) Ciclo C.


1  3º Domingo de Adviento (2015) Ciclo C. La alegría en el Señor. Pablo escribe a los filipenses desde la cárcel e invita a la alegría. La alegría cristiana proviene de la fe y se manifiesta incluso en las adversidades. El Señor es semejante al agricultor que con el bieldo eleva la paja para que se la lleve el viento, separándola del trigo. El Señor que viene (el Niño Dios al que festejaremos en la Navidad) distinguirá entre el grano y la paja en nuestras vidas. El fuego hace desaparecer las escorias y que brillen los metales preciosos. La acción de quemar no tiene como meta la destrucción sino la liberación. Jesús nos libera del mal. La alegría de Jesucristo. Estamos llamados a participar de la alegría de Jesús. La alegría de estar dentro del amor de Dios comienza ya aquí abajo  Cfr. Tercer Domingo de Adviento, Ciclo C. 13 de diciembre de 2015 - Sofonías 3, 14-18a; Filipenses 4, 4-7; Lucas 3, 10-18 1ª Lectura Sofonías 3, 14-18a: 14 Alégrate hija de Sión, grita de gozo Israel, regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén. 15 El Señor ha revocado tu sentencia, ha expulsado a tu enemigo. El rey de Israel, el Señor, está en medio de ti, no temas mal alguno. 16 Aquel día se dirá a Jerusalén: «¡No temas! ¡Sión, no desfallezcas!». 17 El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador; se alegra y goza contigo, te renueva con su amor; exulta y se alegra contigo 18 como en día de fiesta. Isaías 12, 2-3; 2 Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré, porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación». 3 Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. 4 «Dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas. 5 Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra; 6 gritad jubilosos, habitantes de Sión, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel. 2ª Lectura (Filipenses 4,4-7): Hermanos míos: 4 Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. 5 Que vuestra comprensión sea patente a todos los hombres. El Señor está cerca. 6 No os preocupéis por nada; al contrario: en toda oración y súplica, presentad a Dios vuestras peticiones con acción de gracias. 7 Y que la paz de Dios que supera todo entendimiento custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Lucas 3, 10-18: 10 La gente le preguntaba: «Pues ¿qué debemos hacer?» 11 Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo.» 12 Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?» 13 El les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado.» 14 Le preguntaron también unos soldados: «Y nosotros ¿qué debemos hacer?» El les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada.» 15 Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; 16 respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. 17 En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga.» 18 Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva. El Señor tu Dios está en medio de ti, se alegra y goza contigo. (Primera Lectura, Sofonías 3, 17) Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. El Señor está cerca. (Segunda Lectura, Filipenses 4, 4-5) Gritad jubilosos «Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel» (Salmo Reponsorial, Isaías 12,6) 1. El proyecto de Dios.  Su proyecto, su providencia, sus preceptos son oferta de salvación; motivo de alegría. 2 o Salmo 1 • La ley de Dios (su proyecto, su providencia, sus preceptos, etc.) es una oferta de salvación: oferta de amor que da frutos; si la aceptamos, somos dichosos, felices; y daremos buenos frutos «como árboles plantados junto al río»; pero, si no aceptamos su oferta, terminamos como la paja que se lleva el viento. Es lo que leemos en el salmo 1, viernes de la segunda semana de Adviento, en la liturgia de la Misa, salmo 1: 1 ¡Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni se entretiene en la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los necios, 2 sino que pone su gozo en la ley del Señor, meditándola día y noche! 3 Es como un árbol plantado junto al río, que da a su tiempo el fruto, y sus hojas no se marchitan; todo lo que hace le sale bien.4 No sucede lo mismo con los malvados, que son como paja que se lleva el viento. 5 No prevalecerán en el juicio los malvados ni los pecadores en la asamblea de los justos. 6 Porque el Señor conoce el camino de los justos, pero el camino de los impíos conduce a la perdición. o En la conversión al Niño Dios radica la alegría  Jesús se propone como Camino, Verdad y Vida: pide que nos convirtamos a Él. • Ese Niño que contemplaremos especialmente durante la Navidad, se propondrá a sí mismo como «camino, verdad y vida»: “Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí»” (Juan 14,6); Ese Niño se propondrá a sí mismo (Mateo 21, 42) como la piedra descartada por los constructores (cfr. Salmo 118,22), que fue elegida por Dios (cfr. Isaías 28, 16), como roca sobre la que se construye la Iglesia, nuevo pueblo de Dios. • Su venida es una llamada a que nos convirtamos a El. En esa oferta radica la alegría, y la felicidad. • Seremos juzgados con relación a esa oferta que nos hará el Niño Dios; dicho con otras palabras, Jesús nos pide que nos convirtamos a Él; y, a través de Él, que nos convirtamos a Dios; precisamente esta conversión, aceptar su salvación, sus leyes, sus preceptos, su proyecto, es el fundamento de la alegría. 2. La alegría en el Señor: «Alegraos siempre en el Señor» Segunda Lectura  Pablo escribe a los filipenses desde la cárcel e invita a la alegría o La alegría cristiana proviene de la fe y se manifiesta incluso en las adversidades. • Pablo escribe a los filipenses desde la cárcel. A pesar de esta situación desfavorable, invita a la alegría, que hay que buscar en Dios. Pablo, a pesar de las cadenas está lleno de gozo. • La alegría cristiana: - proviene de la fe, como en el caso del eunuco que, después de ser bautizado por el diácono Felipe, siguió gozoso su camino (Cf. Hechos 8, 36-39); también el carcelero, después de su conversión, “se alegró con toda su familia por haber creído en Dios” (Cf. Hechos 16, 29-34); los capítulos 1 y 2 del Evangelio según s. Lucas están impregnados de alegría porque se han cumplido las promesas sobre el Señor; - se manifiesta incluso en medio de las adversidades: los Apóstoles, después de haber sido azotados por orden del Sanedrín, cuando fueron dejados libres se marcharon “contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el nombre del Señor” (Hechos 5,41); Santiago en su carta, dice que los cristianos deben considerar como una gran gozo el estar “rodeados por toda clase de pruebas” (Santiago 1, 2); San Pablo dice a los cristianos de Corinto: Estoy muy orgulloso de vosotros. Estoy lleno de consuelo y sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones” (2 Cor 7,4).  La alegría y la imagen del bieldo y del fuego en el Evangelio de hoy. Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno C, III domenica di Avvento, I ed economica 1999. o El Señor es semejante al agricultor que con el bieldo eleva la paja para que se la lleve el viento, separándola del trigo.  El Señor que viene (el Niño Dios al que festejaremos en la Navidad) distinguirá entre el grano y la paja en nuestras vidas. • El Señor tiene el bieldo: Lucas 3, 17 «En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo 3 en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga». - El bieldo es un utensillo agrícola a modo de tenedor, constituido por varios dientes insertos en una pieza a la que va unido un mango largo, que se emplea para diversas operaciones agrícolas: por ejemplo, para aventar o para izar y cargar los haces de mies. En este caso, para aventar (bieldar) el grano de modo que se separe de la paja que se lleva el viento. Esta imagen era muy bien entendida por los que escuchaban a Juan el Bautista. El Señor que viene (el Niño Dios que festejaremos en la Navidad) distinguirá entre grano y paja, es decir, entre el grano y la paja en nuestras vidas ... - El salmo 1 nos habla del siguiente modo sobre el hombre impío: 4 ¡No así los impíos, no así! Que ellos son como paja que se lleva el viento. o El fuego hace desaparecer las escorias y que brillen los metales preciosos  La acción de quemar no tiene como meta la destrucción sino la liberación. Jesús nos libera del mal. • El fuego es bastante más potente para hacer desaparecer las escorias y que brillen los metales preciosos. Corroe hasta la raíz la realidad que entra en contacto con él. Esta presentación de la figura del Señor que hace Juan el Bautista, puede parecer, a primera vista, negativa. En realidad, tiene un valor radical muy preciso que es una novedad que introduce Cristo: él libera totalmente al hombre de su mal, atacando en la raíz su fuerza destructiva. La acción de quemar no tiene como meta la destrucción sino la liberación. o La aplicación de la imagen del bieldo y del fuego a la conciencia del hombre Cfr. Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno C, III domenica di Avvento, I ed economica 1999. • Esa imagen del fuego hace que Cristo no se reduzca a una figura como vaporosa dulzona, ya que nos pone ante elecciones que con más o menos frecuencia son desgarradoras, como se deduce del oráculo que pronunció Simeón ante el niño Jesús: « Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción» (Lc 2,34). También dijo: 34 « No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada». • Podemos aplicar la imagen del bieldo y del fuego a la conciencia del hombre: - El Señor no da lugar al compromiso, no permite fugas estratégicas, no tolera medias medidas y equilibrismos, no se puede estar con él y con su adversario. - Todo creyente debe dirigir a su conciencia la pregunta que hacen a Juan el Bautista algunas personas: ¿qué debemos hacer? - Dostoevskij, en Memorias del subsuelo (1865): “El hombre es una criatura frívola e incoherente, y tal vez, como el jugador de ajedrez, ama sólo el desarrollo del juego, pero no la conclusión”. - El compromiso moral no es un “optional” sino que se da en el corazón mismo del mensaje cristiano; san Pablo en todas sus Cartas, después de la parte teológica dedica una segunda parte al compromiso concreto y cotidiano.  Las palabras exigentes del Señor hacen experimentar una paz y serenidad profundad. • Quien se decide por seguir las palabras exigentes del Señor, experimenta una paz y una serenidad profundas, y el miedo se transforma en confianza. - A esto se refiere el salmo Responsorial de hoy, tomado del libro de Isaías (12, 2-6): 2 He aquí a Dios mi Salvador: estoy seguro y sin miedo, pues Yahveh es mi fuerza y mi canción, él es mi salvación, » 3 Sacaréis agua con gozo de los hontanares de salvación. » 4 y diréis aquel día: « Dad gracias a Yahveh, aclamad su nombre, divulgad entre los pueblos sus hazañas, pregonad que es sublime su nombre. 5 Cantad a Yahveh, porque ha hecho algo sublime, que es digno de saberse en toda la tierra. 6 Dad gritos de gozo y de júbilo, moradores de Sión, que grande es en medio de ti el Santo de Israel. - También encontramos esa llamada a alegrarnos en el Señor en la segunda Lectura (Filipenses 4, 6- 7): Gozaos siempre en el Señor; otra vez os digo, gozaos. .... No tengáis solicitud de cosa alguna (no os agobiéis por cosa alguna) ... la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento, guarde vuestros corazones y vuestros sentimientos en Jesucristo.  La alegría se manifiesta incluso en medio de las adversidades • La alegría se manifiesta incluso en medio de las adversidades: los Apóstoles, después de haber sido 4 azotados por orden del Sanedrín, cuando fueron dejados libres se marcharon “contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el nombre del Señor” (Hechos 5,41); Santiago en su carta, dice que los cristianos deben considerar como una gran gozo el estar “rodeados por toda clase de pruebas” (Santiago 1, 2); San Pablo dice a los cristianos de Corinto: “Estoy muy orgulloso de vosotros. Estoy lleno de consuelo y sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones” (2 Corintios 7,4).  Aún en las etapas duras de la vida, siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado. El amor del Señor no se ha acabado. Cfr. Exhortación Apostólica de Francisco «Evangelii gaudium» (24 de noviembre de 2013) • n. 6: Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo. Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias: «Me encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha […] Pero algo traigo a la memoria, algo que me hace esperar. Que el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura. Mañana tras mañana se renuevan. ¡Grande es su fidelidad! […] Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor» (Lm 3,17.21-23.26). o La alegría y el Espíritu Santo • La alegría es fruto del Espíritu Santo: Gálatas 5,22; “No consiste el Reino de Dios en comer ni beber, sino que es justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo” (Romanos 14, 17); “Los discípulos quedaron llenos de alegría en el Espíritu Santo” (Hechos 13,52) 3. La alegría del Señor Jesús Cfr. Pablo VI, Exhortación Apostólica «Gaudete in Domino», 9 de mayo de 1975.  Nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor. n. 22. Nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor. El gran gozo anunciado por el ángel, la noche de Navidad, lo será de verdad para todo el pueblo (cf. Lc 8,10), tanto para el de Israel que esperaba con ansia un Salvador, como para el pueblo innumerable de todos aquellos que, en el correr de los tiempos, acogerán su mensaje y se esforzarán por vivirlo. Fue la Virgen María la primera en recibir el anuncio del ángel Gabriel y su Magnificat era ya el himno de exultación de todos los humildes. Los misterios gozosos nos sitúan así, cada vez que recitamos el Rosario, ante el acontecimiento inefable, centro y culmen de la historia: la venida a la tierra del Emmanuel, Dios con nosotros. Juan Bautista, cuya misión es la de mostrarlo a Israel, había saltado de gozo en su presencia, cuando aún estaba en el seno de su madre (cf. Lc 1,44). Cuando Jesús da comienzo a su ministerio, Juan «se llena de alegría por la voz del Esposo» (Jn 3,29).  El ha experimentado en su humanidad todas nuestras alegrías. o El, palpablemente, ha conocido, apreciado, ensalzado toda una gama de alegrías humanas, de esas alegrías sencillas y cotidianas que están al alcance de todos. n. 23. Hagamos ahora un alto para contemplar la persona de Jesús, en el curso de su vida terrena. El ha experimentado en su humanidad todas nuestras alegrías. El, palpablemente, ha conocido, apreciado, ensalzado toda una gama de alegrías humanas, de esas alegrías sencillas y cotidianas que están al alcance de todos. La profundidad de su vida interior no ha desvirtuado la claridad de su mirada, ni su sensibilidad. Admira los pajarillos del cielo y los lirios del campo. Su mirada abarca en un instante cuanto se ofrecía a la mirada de Dios sobre la creación en el alba de la historia. El exalta de buena gana la alegría del sembrador y del segador; la del hombre que halla un tesoro escondido; la del pastor que encuentra la oveja perdida o de la mujer que halla la dracma; la alegría de los invitados al banquete, la alegría de las bodas; la alegría del padre cuando recibe a su hijo, al retorno de una vida de pródigo; la de la mujer que acaba de dar a luz un niño. Estas alegrías humanas tienen para Jesús tanta mayor consistencia en cuanto son para él signos de las alegrías espirituales del Reino de Dios: alegría de los hombres que entran en este Reino, vuelven a él o 5 trabajan en él, alegría del Padre que los recibe. Por su parte, el mismo Jesús manifiesta su satisfacción y su ternura, cuando se encuentra con los niños deseosos de acercarse a él, con el joven rico, fiel y con ganas de ser perfecto; con amigos que le abren las puertas de su casa como Marta, María y Lázaro. Su felicidad mayor es ver la acogida que se da a la Palabra, la liberación de los posesos, la conversión de una mujer pecadora y de un publicano como Zaqueo, la generosidad de la viuda. El mismo se siente inundado por una gran alegría cuando comprueba que los más pequeños tienen acceso a la revelación del Reino, cosa que queda escondida a los sabios y prudentes (Lc 10,21). Sí, «habiendo Cristo compartido en todo nuestra condición humana, menos en el pecado» [5], él ha aceptado y gustado las alegrías afectivas y espirituales, como un don de Dios. Y no se concedió tregua alguna hasta que no «hubo anunciado la salvación a los pobres, a los afligidos el consuelo» (cf. Lc 14,18). El evangelio de Lucas abunda de manera particular en esta semilla de alegría. Los milagros de Jesús, las palabras del perdón son otras tantas muestras de la bondad divina: la gente se alegraba por tantos portentos como hacía (cf. Lc 13,17) y daba gloria a Dios. Para el cristiano, como para Jesús, se trata de vivir las alegrías humanas, que el Creador le regala, en acción de gracias al Padre.  La alegría de saberse amado por su Padre n. 24. Aquí nos interesa destacar el secreto de la insondable alegría que Jesús lleva dentro de sí y que le es propia. Es sobre todo el evangelio de san Juan el que nos descorre el velo, descubriéndonos las palabras íntimas del Hijo de Dios hecho hombre. Si Jesús irradia esa paz, esa seguridad, esa alegría, esa disponibilidad, se debe al amor inefable con que se sabe amado por su Padre. Después de su bautismo a orillas del Jordán, este amor, presente desde el primer instante de su Encarnación, se hace manifiesto: «Tu eres mi hijo amado, mi predilecto» (Lc 3,22). Esta certeza es inseparable de la conciencia de Jesús. Es una presencia que nunca lo abandona (cf. Jn 16,32). Es un conocimiento íntimo el que lo colma: «El Padre me conoce y yo conozco al Padre» (Jn 10,15). Es un intercambio incesante y total: «Todo lo que es mío es tuyo, y todo lo que es tuyo es mío» (Jn 17,19). El Padre ha dado al Hijo el poder de juzgar y de disponer de la vida. Entre ellos se da una inhabitación recíproca: «Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí» (Jn 14,10). En correspondencia, el Hijo tiene para con el Padre un amor sin medida: «Yo amo al Padre y procedo conforme al mandato del Padre» (Jn 14,31). Hace siempre lo que place al Padre, es ésta su «comida» (cf. Jn 8,29; 4,34). Su disponibilidad llega hasta la donación de su vida humana, su confianza hasta la certeza de recobrarla: «Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida, para recobrarla de nuevo» (Jn 10,17). En este sentido, él se alegra de ir al padre. No se trata, para Jesús, de una toma de conciencia efímera: es la resonancia, en su conciencia de hombre, del amor que él conoce desde siempre, en cuanto Dios, en el seno de Padre: «Tú me has amado antes de la creación del mundo» (Jn 17,24). Existe una relación incomunicable de amor, que se confunde con su existencia de Hijo y que constituye el secreto de la vida trinitaria: el Padre aparece en ella como el que se da al Hijo, sin reservas y sin intermitencias, en un palpitar de generosidad gozosa, y el Hijo, como el que se da de la misma manera al Padre con un impulso de gozosa gratitud, en el Espíritu Santo.  Estamos llamados a participar de la alegría de Jesús n.25. De ahí que los discípulos y todos cuantos creen en Cristo, estén llamados a participar de esta alegría. Jesús quiere que sientan dentro de sí su misma alegría en plenitud: «Yo les he revelado tu nombre, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y también yo esté en ellos» (Jn 17,26). o La alegría de estar dentro del amor de Dios comienza ya aquí abajo n.26. Esta alegría de estar dentro del amor de Dios comienza ya aquí abajo. Es la alegría del Reino de Dios. Pero es una alegría concedida a lo largo de un camino escarpado, que requiere una confianza total en el Padre y en el Hijo, y dar una preferencia a las cosas del Reino. El mensaje de Jesús promete ante todo la alegría, esa alegría exigente; ¿no se abre con las bienaventuranzas? «Dichosos vosotros los pobres, porque el Reino de los cielos es vuestro. Dichosos vosotros lo que ahora pasáis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos vosotros, los que ahora lloráis, porque reiréis» (Lc 6,20-21). [5] Plegaria eucarística n. IV; cf. Heb 4, 15) www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

Alcohólicos. Austin Ripley, escritor de misterio, fundó «Guest House».


1 Alcohólicos. Austin Ripley, escritor de misterio, fundó «Guest House». Superó su alcoholismo y se dedicó a rescatar del alcoholismo y de otras adicciones (droga, juego, desórdenes alimenticios) a miembros del clero, sacerdotes y religiosos y religiosas, salvando también su vocación. Austin Ripley fue un periodista y escritor de novelas policiacas extraordinariamente popular en los años 30 en Estados Unidos. Se hizo famoso con unas columnas de misterio que el lector debía resolver, llamadas Minute Misteries, que publicaba en 170 periódicos del país. Además eran considerados muy útiles en las escuelas por su inglés sencillo y expresivo. Cfr. Austin Ripley, escritor de misterio, fundó «Guest House» Era alcohólico, venció su adicción, creó una casa de recuperación y ha ayudado así a 9.000 clérigos El escritor Austin Ripley superó su alcoholismo y decidió ayudar a clérigos heridos por esa adicción, salvando también su vocación Actualizado 14 octubre 2013 - Religión en Libertad Compartir: | Imprimir | Corregir | Enviar | Comentar 0 E. R. / P. J. G / ReL Hace pocos años, en 2009, la revista católica norteamericana «Catholic Digest» dedicó un amplio espacio a la figura de Austin Ripley y la institución fundada por él, la Guest House (www.guesthouse.org), dedicada a rescatar del alcoholismo y de otras adicciones (droga, juego, desórdenes alimenticios) a miembros del clero, sacerdotes y religiosos y religiosas. Austin Ripley fue un periodista y escritor de novelas policiacas extraordinariamente popular en los años 30 en Estados Unidos. Se hizo famoso con unas columnas de misterio que el lector debía resolver, llamadas Minute Misteries, que publicaba en 170 periódicos del país. Además eran considerados muy útiles en las escuelas por su inglés sencillo y expresivo. Criminal, drogadicto, asesino... repetir el Padrenuestro le dio la fuerza para cambiar de vida Delincuente infantil y drogadicto, la Iglesia le cobijó y él encontró la paz en Dios y en un violín Drogadicto y ladrón, dos veces pasó por desintoxicación pero recayó... la oración le salvó Adicto al sexo, al alcohol... fue secuestrado por las FARC y Dios le mostró su amor; hoy predica 2 Pero ese éxito profesional escondía una dura lucha con el alcohol. Ripley logró superar esa dependencia en 1942. Ayudar a los clérigos adictos Era católico convencido y percibió ya en ese momento la necesidad de ayudar a clérigos que padecían ese mismo problema. Cinco años después creó el embrión de una institución que entendió que debía atender las peculiaridades de la vida consagrada y sacerdotal. «Salvar a la persona y salvar su vocación»: esa era la intuición que repetía. Con ese objetivo fundó en 1951 la primera de las Guest House (literalmente, «casa de huéspedes»), aunque oficialmente es en 1956, con la inauguración de la sede de Lake Orion (Michigan), cuando se considera que nace la iniciativa. La casa matriz pertenecía a un magnate de la prensa que tuvo que venderla por una décima parte de su valor, y que sufragaron el mismo Ripley y la archidiócesis de Detroit. Hoy esa iniciativa ha crecido y cuenta con dos casas en Estados Unidos (una para hombres y otra para mujeres) y una tercera en Mangalore, India. La casa de Lake Orion se considerael centro de tratamiento de adicciones que lleva más años funcionando de manera ininterrumpida de Estados Unidos y quizá del mundo. El programa entero cuenta con 68 empleados a tiempo completo y 61 a tiempo parcial. Miles de personas sanadas En este medio siglo largo más de 9.000 sacerdotes, religiosos y religiosas (se abrió un centro para ellas en 1994) han sido atendidos en sus diversas casas, con un porcentaje de éxitos en torno al 75%..., mucho mayor que la media en atención a adictos en general en otros centros. De ellos, 2.300 siguen vivos y más de 2.000 siguen activos en su ministerio eclesial. Las estadísticas de Guest House muestran que los clérigos y religiosas que siguen con éxito el proceso sirven a la Iglesia y a sus comunidades aún 20 años más, e incluso más tiempo. 3 El lema oficial de las casas reza: "Nadie demasiado pronto, nadie demasiado tarde". No son malos, tienen un transtorno En el citado número de «Catholic Digest» explicaba su experiencia el padre Bill. Contaba que la Guest House le permitió recuperar la autoestima cuando fue enviado allá por su obispo, como última solución a su problema: «Comprendí que yo no era una mala persona, sino una persona enferma que estaba intentando mejorar». El padre Bill dejó de beber en 1975, y celebraba con su artículo treinta años de sobriedad, ahora que, ya retirado y aquejado de la enfermedad de Parkinson, echa la vista atrás y evoca sus malos momentos. Aunque también los buenos: en 1985 intervino, como experto en alcoholismo y drogas, en la primera sesión del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud, nada menos que ante la madre Teresa de Calcuta. En 1991 el cardenal Fiorenzo Angelini le invitó a contar su caso ante Juan Pablo II. «La Guest House salvó mi vida», titula el padre Bill su artículo, en un homenaje a Austin Ripley, un hombre que apostó por una labor discreta pero necesaria al servicio de la Iglesia mientras quedaban en el tintero, sin resolver, los múltiples crímenes ideados por su fértil imaginación. www.parroquiasantamonica.com Vida Cristiana

viernes, 2 de diciembre de 2016

ADVIENTO: ¿EN QUÉ CONSISTE LA VENIDA DEL SEÑOR?


1 ADVIENTO: ¿EN QUÉ CONSISTE LA VENIDA DEL SEÑOR? Benedicto XVI – Homilía durante el rezo de la primeras vísperas del primer Domingo de Adviento - Sábado 26 de noviembre de 2005 Queridos hermanos y hermanas: Un deseo: que cada uno sea santificado por Dios y se conserve irreprensible en espíritu alma y cuerpo, con la garantía de la fidelidad de Dios, hasta la venida final del Señor Jesús. Con la celebración de las primeras Vísperas del primer domingo de Adviento iniciamos un nuevo Año litúrgico. Cantando juntos los salmos, hemos elevado nuestro corazón a Dios, poniéndonos en la actitud espiritual que caracteriza este tiempo de gracia: "vigilancia en la oración" y "júbilo en la alabanza" (cf. Misal romano, Prefacio II de Adviento). Siguiendo el ejemplo de María santísima, que nos enseña a vivir escuchando devotamente la palabra de Dios, meditemos sobre la breve lectura bíblica que se acaba de proclamar. Se trata de dos versículos que se encuentran al final de la primera carta de san Pablo a los Tesalonicenses (1 Ts 5, 23-24). El primero expresa el deseo del Apóstol para la comunidad; el segundo ofrece, por decirlo así, la garantía de su cumplimiento. El deseo es que cada uno sea santificado por Dios y se conserve irreprensible en toda su persona —"espíritu, alma y cuerpo"— hasta la venida final del Señor Jesús; la garantía de que esto va a suceder la ofrece la fidelidad de Dios mismo, que consumará la obra iniciada en los creyentes. ¿En qué consiste la venida del Señor? Esta primera carta a los Tesalonicenses es la primera de todas las cartas de san Pablo, escrita probablemente en el año 51. En ella, aún más que en las otras, se siente latir el corazón ardiente del Apóstol, su amor paterno, es más, podríamos decir materno, por esta nueva comunidad; y también su gran preocupación de que no se apague la fe de esta Iglesia nueva, rodeada por un contexto cultural contrario a la fe en muchos aspectos. Así, san Pablo concluye su carta con un deseo, podríamos incluso decir, con una oración. El contenido de la oración, como hemos escuchado, es que sean santos e irreprensibles en el momento de la venida del Señor. La palabra central de esta oración es venida. Debemos preguntarnos qué significa venida del Señor. En griego es parusía, en latín adventus, adviento, venida. ¿Qué es esta venida? ¿Nos concierne o no? Además de la venida última al final de los tiempos, el Señor desea venir siempre llamando a la puerta de nuestro corazón Para comprender el significado de esta palabra y, por tanto, de esta oración del Apóstol por esta comunidad y por las comunidades de todos los tiempos, también por nosotros, debemos contemplar a la persona gracias a la cual se realizó de modo único, singular, la venida del Señor: la Virgen María. María pertenecía a la parte del pueblo de Israel que en el tiempo de Jesús esperaba con todo su corazón la venida del Salvador, y gracias a las palabras y a los gestos que nos narra el Evangelio podemos ver cómo ella vivía realmente según las palabras de los profetas. Esperaba con gran ilusión la venida del Señor, pero no podía imaginar cómo se realizaría esa venida. Quizá esperaba una venida en la gloria. Por eso, fue tan sorprendente para ella el momento en el que el arcángel Gabriel entró en su casa y le dijo que el Señor, el Salvador, quería encarnarse en ella, de ella, quería realizar su venida a través de ella. Podemos imaginar la conmoción de la Virgen. María, con un gran acto de fe y de obediencia, dijo "sí": "He aquí la esclava del Señor". Así se convirtió en "morada" del Señor, en verdadero "templo" en el mundo y en "puerta" por la que el Señor entró en la tierra. Hemos dicho que esta venida del Señor es singular. Sin embargo, no sólo existe la última venida, al final de los tiempos. En cierto sentido, el Señor desea venir siempre a través de nosotros, y llama a la puerta de nuestro corazón: ¿estás dispuesto a darme tu carne, tu tiempo, tu vida? Esta es la voz del Señor, que quiere entrar también en nuestro tiempo, quiere entrar en la historia humana a través de nosotros. Busca también una morada viva, nuestra vida personal. Esta es la venida del Señor. Esto es lo que queremos aprender de nuevo en el tiempo del Adviento: que el Señor pueda venir a través de nosotros. Dios nos llama a la comunión consigo, que se realizará plenamente cuando vuelva Cristo, pero el futuro está ya contenido en el presente: la presencia de Dios mismo, de su amor indefectible que no nos deja ya ahora. Por tanto, podemos decir que esta oración, este deseo expresado por el Apóstol, contiene una verdad fundamental, que trata de inculcar a los fieles de la comunidad fundada por él y que podemos resumir así: Dios nos llama a la comunión consigo, que se realizará plenamente cuando vuelva Cristo, y él mismo se compromete a hacer que lleguemos preparados a ese encuentro final y decisivo. El futuro, por decirlo así, está contenido en el presente o, 2 mejor aún, en la presencia de Dios mismo, de su amor indefectible, que no nos deja solos, que no nos abandona ni siquiera un instante, como un padre y una madre jamás dejan de acompañar a sus hijos en su camino de crecimiento. El Espíritu Santo realiza el proyecto de Dios, transformando el corazón y todo el resto: “espíritu, alma y cuerpo” Ante Cristo que viene, el hombre se siente interpelado con todo su ser, que el Apóstol resume con los términos "espíritu, alma y cuerpo", indicando así a toda la persona humana, como unidad articulada en sus dimensiones somática, psíquica y espiritual. La santificación es don de Dios e iniciativa suya, pero el ser humano está llamado a corresponder con todo su ser, sin que nada de él quede excluido. Y es precisamente el Espíritu Santo, que formó a Jesús, hombre perfecto, en el seno de la Virgen, quien lleva a cabo en la persona humana el admirable proyecto de Dios, transformando ante todo el corazón y, desde este centro, todo el resto. Así, sucede que en cada persona se renueva toda la obra de la creación y de la redención, que Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo van realizando desde el inicio hasta el final del cosmos y de la historia. Y como en el centro de la historia de la humanidad está la primera venida de Cristo y, al final, su retorno glorioso, así toda existencia personal está llamada a confrontarse con él —de modo misterioso y multiforme— durante su peregrinación terrena, para encontrarse "en él" cuando vuelva. Que María santísima, Virgen fiel, nos guíe a hacer de este tiempo de Adviento y de todo el nuevo Año litúrgico un camino de auténtica santificación, para alabanza y gloria de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. www.parroquiasantamonica.com
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