sábado, 30 de noviembre de 2019

Principios y orientaciones sobre la piedad popular y la liturgia del Adviento





Ø Principios y orientaciones sobre la piedad popular y la liturgia del Adviento

 

v  cfr. Vaticano, Directorio de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, de 9 de abril de 2002 

cfr. Almudi.org: Selección de los textos más significativos que se refieren el Adviento

o   Tiempo de Adviento

96 El Adviento es tiempo de espera, de conversión, de esperanza:
            - espera-memoria de la primera y humilde venida del Salvador en nuestra carne mortal; espera-súplica de la última y gloriosa venida de Cristo, Señor de la historia y Juez universal;
            - conversión, a la cual invita con frecuencia la Liturgia de este tiempo, mediante la voz de los profetas y sobre todo de Juan Bautista: "Convertios, porque está cerca el reino de los cielos" (Mt 3,2);
            - esperanza gozosa de que la salvación ya realizada por Cristo (cfr. Rom 8,24-25) y las realidades de la gracia ya presentes en el mundo lleguen a su madurez y plenitud, por lo que la promesa se convertirá en posesión, la fe en visión y "nosotros seremos semejantes a Él porque le veremos tal cual es" (1 Jn 3,2)

97 La piedad popular es sensible al tiempo de Adviento, sobre todo en cuanto memoria de la preparación a la venida del Mesías. Está sólidamente enraizada en el pueblo cristiano la conciencia de la larga espera que precedió a la venida del Salvador. Los fieles saben que Dios mantenía, mediante las profecías, la esperanza de Israel en la venida del Mesías.
            A la piedad popular no se le escapa, es más, subraya llena de estupor, el acontecimiento extraordinario por el que el Dios de la gloria se ha hecho niño en el seno de una mujer virgen, pobre y humilde. Los fieles son especialmente sensibles a las dificultades que la Virgen María tuvo que afrontar durante su embarazo y se conmueven al pensar que en la posada no hubo un lugar para José ni para María, que estaba a punto de dar a luz al Niño (cfr. Lc 2,7).
            Con referencia al Adviento han surgido diversas expresiones de piedad popular, que alientan la fe del pueblo cristiano y transmiten, de una generación a otra, la conciencia de algunos valores de este tiempo litúrgico.

o   La Corona de Adviento

98 La colocación de cuatro cirios sobre una corona de ramos verdes, que es costumbre sobre todo en los países germánicos y en América del Norte, se ha convertido en un símbolo del Adviento en los hogares cristianos.
            La Corona de Adviento, cuyas cuatro luces se encienden progresivamente, domingo tras domingo hasta la solemnidad de Navidad, es memoria de las diversas etapas de la historia de la salvación antes de Cristo y símbolo de la luz profética que iba iluminando la noche de la espera, hasta el amanecer del Sol de justicia (cfr. Mal 3,20; Lc 1,78).

o   Las Procesiones de Adviento

99 En el tiempo de Adviento se celebran, en algunas regiones, diversas procesiones, que son un anuncio por las calles de la ciudad del próximo nacimiento del Salvador (la "clara estrella" en algunos lugares de Italia), o bien representaciones del camino de José y María hacia Belén, y su búsqueda de un lugar acogedor para el nacimiento de Jesús (las "posadas" de la tradición española y latinoamericana).

o   Las "Témporas de invierno"

100  En el hemisferio norte, en el tiempo de Adviento se celebran las "témporas de invierno". Indican el paso de una estación a otra y son un momento de descanso en algunos campos de la actividad humana. La piedad popular está muy atenta al desarrollo del ciclo vital de la naturaleza: mientras se celebran las "témporas de invierno", las semillas se encuentran enterradas, en espera de que la luz y el calor del sol, que precisamente en el solsticio de invierno vuelve a comenzar su ciclo, las haga germinar.
            Donde la piedad popular haya establecido expresiones celebrativas del cambio de estación, consérvense y valórense como tiempo de súplica al Señor y de meditación sobre el significado del trabajo humano, que es colaboración con la obra creadora de Dios, realización de la persona, servicio al bien común, actualización del plan de la Redención.

o   La Virgen María en el Adviento

101 Durante el tiempo de Adviento, la Liturgia celebra con frecuencia y de modo ejemplar a la Virgen María: recuerda algunas mujeres de la Antigua Alianza, que eran figura y profecía de su misión; exalta la actitud de fe y de humildad con que María de Nazaret se adhirió, total e inmediatamente, al proyecto salvífico de Dios; subraya su presencia en los acontecimientos de gracia que precedieron el nacimiento del Salvador. También la piedad popular dedica, en el tiempo de Adviento, una atención particular a Santa María; lo atestiguan de manera inequívoca diversos ejercicios de piedad, y sobre todo las novenas de la Inmaculada y de la Navidad.
            Sin embargo, la valoración del Adviento "como tiempo particularmente apto para el culto de la Madre del Señor" no quiere decir que este tiempo se deba presentar como un "mes de María".
            En los calendarios litúrgicos del Oriente cristiano, el periodo de preparación al misterio de la manifestación (Adviento) de la salvación divina (Teofanía) en los misterios de la Navidad-Epifanía del Hijo Unigénito de Dios Padre, tiene un carácter marcadamente mariano. Se centra la atención sobre la preparación a la venida del Señor en el misterio de la Deípara. Para el Oriente, todos los misterios marianos son misterios cristológicos, esto es, referidos al misterio de nuestra salvación en Cristo. Así, en el rito copto durante este periodo se cantan las Laudes de María en los Theotokia; en el Oriente sirio este tiempo es denominado Subbara, esto es, Anunciación, para subrayar de esta manera su fisonomía mariana. En el rito bizantino se nos prepara a la Navidad mediante una serie creciente de fiestas y cantos marianos.

102 La solemnidad de la Inmaculada (8 de Diciembre), profundamente sentida por los fieles, da lugar a muchas manifestaciones de piedad popular, cuya expresión principal es la novena de la Inmaculada. No hay duda de que el contenido de la fiesta de la Concepción purísima y sin mancha de María, en cuanto preparación fontal al nacimiento de Jesús, se armoniza bien con algunos temas principales del Adviento: nos remite a la larga espera mesiánica y recuerda profecías y símbolos del Antiguo Testamento, empleados también en la Liturgia del Adviento.
            Donde se celebre la Novena de la Inmaculada se deberían destacar los textos proféticos que partiendo del vaticinio de Génesis 3,15, desembocan en el saludo de Gabriel a la "llena de gracia" (Lc 1,28) y en el anuncio del nacimiento del Salvador (cfr. Lc 1,31-33).
            Acompañada por múltiples manifestaciones populares, en el Continente Americano se celebra, al acercarse la Navidad, la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe (12 de Diciembre), que acrecienta en buena medida la disposición para recibir al Salvador: María "unida íntimamente al nacimiento de la Iglesia en América, fue la Estrella radiante que iluminó el anunció de Cristo Salvador a los hijos de estos pueblos".

o   La Novena de Navidad

103 La Novena de Navidad nació para comunicar a los fieles las riquezas de una Liturgia a la cual no tenían fácil acceso. La novena navideña ha desempeñado una función valiosa y la puede continuar desempeñando. Sin embargo en nuestros días, en los que se ha facilitado la participación del pueblo en las celebraciones litúrgicas, sería deseable que en los días 17 al 23 de Diciembre se solemnizara la celebración de las Vísperas con las "antífonas mayores" y se invitara a participar a los fieles. Esta celebración, antes o después de la cual podrían tener lugar algunos de los elementos especialmente queridos por la piedad popular, sería una excelente "novena de Navidad" plenamente litúrgica y atenta a las exigencias de la piedad popular. En la celebración de las Vísperas se pueden desarrollar algunos elementos, tal como está previsto (p. ej. homilía, uso del incienso, adaptación de las preces).

o   El Nacimiento

104  Como es bien sabido, además de las representaciones del pesebre de Belén, que existían desde la antigüedad en las iglesias, a partir del siglo XIII se difundió la costumbre de preparar pequeños nacimientos en las habitaciones de la casa, sin duda por influencia del "nacimiento" construido en Greccio por San Francisco de Asís, en el año 1223. La preparación de los mismos (en la cual participan especialmente los niños) se convierte en una ocasión para que los miembros de la familia entren en contacto con el misterio de la Navidad, y para que se recojan en un momento de oración o de lectura de las páginas bíblicas referidas al episodio del nacimiento de Jesús.

o   La piedad popular y el espíritu del Adviento

105  La piedad popular, a causa de su comprensión intuitiva del misterio cristiano, puede contribuir eficazmente a salvaguardar algunos de los valores del Adviento, amenazados por la costumbre de convertir la preparación a la Navidad en una "operación comercial", llena de propuestas vacías, procedentes de una sociedad consumista.
            La piedad popular percibe que no se puede celebrar el Nacimiento de Señor si no es en un clima de sobriedad y de sencillez alegre, y con una actitud de solidaridad para con los pobres y marginados; la espera del nacimiento del Salvador la hace sensible al valor de la vida y al deber de respetarla y protegerla desde su concepción; intuye también que no se puede celebrar con coherencia el nacimiento del que "salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1,21) sin un esfuerzo para eliminar de sí el mal del pecado, viviendo en la vigilante espera del que volverá al final de los tiempos.





Vida Cristiana

Domingo 1º de Adviento, Año A, 1 de diciembre de 2019



[Chiesa/Omelie1/Avvento/1Adv19PreparaciónVigilanciaVenidasCristoAbandonoTinieblasRevestirseCristoBXVIFrancisco]

Ø Primer domingo de Adviento Año A (2019).  En el Adviento celebramos el Aniversario del Nacimiento del Señor, y, también, preparamos de modo especial las otras venidas del Señor: el Señor sale muchas veces a nuestro encuentro en esta vida (en la Palabra, en la Liturgia/Sacramentos, en las necesidades del prójimo), y al final de ella, cuando vendrá al final de los tiempos, como juez.  Como preparación a estos encuentros somos llamados a abandonar las obras de las tinieblas para revestirnos de Cristo. Una imagen sobre la venida del Señor: vendrá como ladrón, hay que estar vigilantes.


Cfr. Domingo 1º de Adviento, Año A, 1 de diciembre de 2019


Mateo 24, 37-44: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«37 Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. 38 Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; 39 y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: 40 Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; 41 dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. 42 Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. 43 Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. 44 Por eso, estad
también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»

Romanos 13, 11-14:  «11 Hermanos, ya es hora de que despertéis del sueño, pues ahora nuestra salvación está más cerca que cuando abrazamos la fe. 12 La noche está avanzada, el día está cerca. Abandonemos, por tanto, las obras de las tinieblas, y revistámonos con las armas de la luz. 13 Como en pleno día tenemos que comportarnos honradamente, no en comilonas y borracheras, no en fornicaciones y en desenfrenos, no en contiendas y envidias; 14 al contrario, revestíos del Señor Jesucristo, y no estéis pendientes de la carne para satisfacer sus concupiscencias».

Dios todopoderoso, aviva en tus fieles,
al comenzar el Adviento,
el deseo de salir al encuentro de Cristo.
(Oración colecta, domingo primero de Adviento)
Abandonemos las obras de las tinieblas (…)
y revistámonos con las armas de la luz.
Revestíos del Señor Jesucristo.
(Segunda Lectura, Romanos 13, 11.14a)

1. El Adviento. Las diversas venidas del Señor a nuestras vidas.
· Es tiempo de preparación para celebrar la Navidad (el aniversario del nacimiento del Señor),
y, al mismo tiempo, para que nos preparemos a las otras venidas del Señor: el Señor sale muchas veces a nuestro encuentro en nuestra vida (son llamadas venida intermedia: en la Palabra, en la Liturgia/Sacramentos, en las necesidades del prójimo), y al final de nuestra vida. Y vendrá al final de los tiempos, como juez.

La venida intermedia

De los sermones de san Bernardo, abad (1090-1153) - Sermón 5 en  el  Adviento del
             Señor, 1-3: Opera omnia, edición cisterciense, 4, 1996, 188-190  (Oficio de Lectura del
             miércoles de la primera semana de adviento).   
La intermedia es oculta, y en ella sólo los elegidos ven al Señor en lo más íntimo de sí mismos, y así sus almas se salvan. De manera que, en la primera venida, el Señor vino en carne y debilidad; en esta segunda, en espíritu y poder; y, en la última, en gloria y majestad.
Esta venida intermedia es como una senda por la que se pasa de la primera a la última: en la primera, Cristo fue nuestra redención; en la última, aparecerá como nuestra vida; en ésta, es nuestro descanso y nuestro consuelo.
            Y para que nadie piense que es pura invención lo que estamos diciendo de esta venida intermedia, oídle a él mismo: El que me ama - nos dice- guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él (Cfr. Juan 14, 23). He leído en otra parte: El que teme a Dios obrará el bien (Cfr. Sirácida 15,1); pero pienso que, se dice algo más del que ama, porque éste guardará su palabra. ¿Y dónde va a guardarla? En el corazón, sin duda alguna, como dice el profeta: En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti (Salmo 118,11).
     Así es cómo has de cumplir la palabra de Dios, porque son dichosos los que la cumplen. (...)

Sobre el tiempo de Adviento: la venida de Cristo en cualquier momento para habitar espiritualmente en nuestra alma.

De las cartas pastorales de san Carlos Borromeo, obispo (Acta Ecclesiae Mediolanensis, t. 2, Lyon 1683, 916-917) (Segunda Lectura del lunes de la primera semana de Adviento)

Tiempo favorable, día de la salvación, de la paz y de la reconciliación. El

Padre nos envió a su Hijo único para librarnos … invitarnos … introducirnos

…  manifestarnos…  enseñarnos… comunicarnos… enriquecernos… y

hacernos …

· Ha llegado, amadísimos hermanos, aquel tiempo tan importante y solemne, que, como dice
el Espíritu Santo es tiempo favorable, día de la salvación, de la paz y de la reconciliación; el tiempo que tan ardientemente desearon los patriarcas y profetas y que fue objeto de tantos suspiros y anhelos; el tiempo que Simeón vio lleno de alegría, que la Iglesia celebra solemnemente y que también nosotros debemos vivir en todo momento con fervor, alabando y dando gracias al Padre eterno por la misericordia que en este misterio nos ha manifestado. El Padre por su inmenso amor hacia nosotros, pecadores, nos envió a su Hijo único, para librarnos de la tiranía y del poder del demonio, invitarnos al cielo e introducirnos en lo más profundo de los misterios de su reino, manifestarnos la verdad, enseñarnos la honestidad de costumbres, comunicarnos el germen de las virtudes, enriquecernos con los tesoros de su gracia y hacernos sus hijos adoptivos y herederos de la vida eterna.

La eficacia de la vida de Cristo aún hoy se nos comunica si queremos recibir, mediante la fe y los sacramentos, la gracia que él nos prometió, y si ordenamos nuestra conducta conforme a sus mandamientos.

§ Así como Cristo vino una vez al mundo en la carne, de la misma manera está dispuesto a volver en cualquier momento, para habitar espiritualmente en nuestra alma con la abundancia de sus gracias, si nosotros, por nuestra parte, quitamos todo obstáculo.
La Iglesia celebra cada año el misterio de este amor tan grande hacia nosotros, exhortándonos a tenerlo siempre presente. A la vez nos enseña que la venida de Cristo no sólo aprovechó a los que vivían en el tiempo del Salvador, sino que su eficacia continúa, y aún hoy se nos comunica si queremos recibir, mediante la fe y los sacramentos, la gracia que él nos prometió, y si ordenamos nuestra conducta conforme a sus mandamientos.
La Iglesia desea vivamente hacernos comprender que así como Cristo vino una vez al mundo en la carne, de la misma manera está dispuesto a volver en cualquier momento, para habitar espiritualmente en nuestra alma con la abundancia de sus gracias, si nosotros, por nuestra parte, quitamos todo obstáculo.
Por eso, durante este tiempo, la Iglesia, como madre amantísima y celosísima de nuestra salvación, nos enseña, a través de himnos, cánticos y otras palabras del Espíritu Santo y de diversos ritos, a recibir convenientemente y con un corazón agradecido este beneficio tan grande, a enriquecernos con su fruto y a preparar nuestra alma para la venida de nuestro Señor Jesucristo con tanta solicitud como si hubiera él de venir nuevamente al mundo. No de otra manera nos lo enseñaron con sus palabras y ejemplos los patriarcas del antiguo Testamento para que en ello los imitáramos.

Las venidas intermedias han sido calificadas por diversos autores como venidas «silenciosas».

Cristo llama a la puerta de nuestra vida con su Palabra, con una inspiración, con un sufrimiento, en las incidencias del trabajo profesional, de la vida familiar y social, a través de  las necesidades del prójimo, etc.

· Se trata de la venida de cada día cuando Cristo llama a la puerta de nuestro vida con su Palabra,
con algún sucedido, con una inspiración, con un sufrimiento, en las incidencias del trabajo profesional, de la vida familiar y social. A todo esto podemos referir las palabras del libro de Apocalipsis (3,20): “Mira, estoy a la puerta y llamo: si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo”.

En estas venidas silenciosas se pueden considerar dos aspectos importantes.

El ejercicio de nuestra libertad
a) Los hombres deberemos ejercitar nuestra libertad, que Él respeta. En el cuadro de un pintor inglés, Golman Hunt (1827-1910) que hay en la Catedral de San Pablo, en Londres, Jesús está delante de una puerta, donde han crecido arbustos y hierbas. Acaba de llamar y está esperando la respuesta. Al ser un pintor meticuloso en los detalles, alguien le hizo notar que en su cuadro había cometido un olvido: poner una manilla en la puerta. Y él respondió que lo había hecho a posta: en esa puerta hay una sola manilla que está en la parte interna. Porque debemos ser nosotros  quienes abrimos a Cristo que llama. Él respeta nuestra libertad: llama y espera, no entra forzando la puerta.
La petición de luz al mismo Señor para distinguir su llamada de otras muchas llamadas (impresiones, tentaciones, etc.) que también recibimos.
b) En  nuestra puerta recibiremos muchas llamadas (acontecimientos, impresiones, tentaciones, etc. etc.) además de las del Señor: hemos de pedir luz al mismo Señor (que nos envíe su Espíritu Santo) para reconocer cuándo los golpes o el timbre que suenan en la puerta son la voz del Señor. El Catecismo afirma:  (cfr. CEC 2849): “el Espíritu Santo trata de despertarnos continuamente a esta vigilancia (cf 1 Corintios 16, 13; Colosenses 4, 2; 1 Tesalonicenses 5, 6; 1 Pedro 5, 8)”.

3. Adviento: el abandono de las obras de las tinieblas y el encuentro con Cristo

Algunos de los textos de la Escritura que nos hablan del abandono de las obras de las tinieblas y del encuentro con Cristo.

a) Romanos 13, 11b-12: “Ya es hora que despertéis del sueño, pues ahora nuestra salvación está más cerca que cuando creímos. 12 La noche está avanzada, el día se ha acercado. Abandonemos, pues, las obras de las tinieblas, y revistámonos con las armas de la luz”. (Lectura breve, Laudes del domingo 1º de Adviento).
b) Romanos 13, 13-14a: “13 Como en pleno día conduzcámonos con decoro, no en comilonas y borracheras, no en fornicaciones y en desenfrenos, no en contienda y envidia, 14 sino revestíos del Señor Jesucristo”. (Lectura Breve, Hora Tercia del domingo 1º de Adviento).

El encuentro con Cristo y las obras de las tinieblas: el pecado, el vacío interior, el aislamiento, la tristeza individualista, la clausura en los propios intereses, etc.

       Cfr. Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 24 de noviembre de 2013

El encuentro con Cristo para ser liberados del pecado y nazca la alegría

n. 1 “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes
se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.”

Cuando la vida interior s cierra en los propios intereses

n. 2.   “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado”.

Una invitación a cada cristiano: renovar su en cuentro personal con Jesucristo

n. 3. Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. (…)
Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores».

No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona.

n. 7. No me cansaré de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del Evangelio: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva».[Carta enc. Deus caritas est (25 diciembre 2005), 1: AAS 98 (2006), 217.]

3. Adviento y una imagen sobre la venida del Señor. Vendrá como ladrón: hay que estar vigilantes, tener los ojos abiertos para descubrir su presencia.
Cfr. Evangelio de hoy: Mateo 24, 37-44

El Señor vendrá como el ladrón; no sabemos qué día. Hay que estar en vela (vigilar), estar preparados.

Todo ingreso de Dios en nuestra  historia personal es libre y misterioso. No es calculable con previsiones cronológicas como se obstinan en hacer ciertas sectas.

§ Por tanto, es necesario ser hombres «despiertos», no entorpecidos por la indiferencia; es necesario tener los ojos abiertos para descubrir su presencia.
· Gianfranco Ravasi, Secondo le Scritture Anno A, III Edizione Piemme 1995, p. 10: “La fuerza
del ladrón está precisamente en la sorpresa y en la oscuridad: es afortunado el padre de familia que estará despierto esa  noche, preparado para reaccionar ante la irrupción del atracador. Pues el ingreso de Dios en nuestra historia personal y en la universal es libre y misterioso, no calculable con previsiones cronológicas como se obstinan en hacer ciertas sectas. Por tanto, es necesario ser hombres «despiertos», no entorpecidos por la indiferencia; es necesario tener los ojos abiertos para descubrir la presencia, y los oídos  atentos para oir los pasos y las palabras: «Bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen» (Mateo 13,16)”.
(pp. 13-14) “El estilo de vida del cristiano no se hunde en el sueño de la indiferencia sino que vigila como el dueño de la casa,  que está atento para registrar la más pequeña señal que llega a los oídos desde la oscuridad de la noche. Cristo viene hoy y al final de la historia inesperadamente y de modo secreto; es necesario tener los ojos limpios y los oídos sensibles para captar las huellas de su paso”  (pp. 13-14).  

El “hoy” en la vida cristiana

· Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2730: (...) Cuando Jesús insiste en la vigilancia, es siempre en
relación a El, a su Venida, al último día y al "hoy". El esposo viene en mitad de la noche; la luz que no debe apagarse es la de la fe: "Dice de ti mi corazón: busca su rostro" (Sal 27, 8).

Jesús, que en la Navidad vino a nosotros y volverá glorioso al final de los tiempos,

     no se cansa de visitarnos continuamente en los acontecimientos de la vida. La

     vigilancia.

             Cfr. Benedicto XVI, Homilía en 2/12/2007, Domingo 1º de Adviento.

Nos pide estar atentos para percibir su presencia, su adviento, y nos advierte que lo esperemos vigilando, puesto que su venida no se puede programar o pronosticar, sino que será repentina e imprevisible.

A la «vigilancia», que por lo demás es la palabra clave de todo este período litúrgico, nos exhorta la página evangélica que acabamos de proclamar: «Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor» (Mt 24, 42). Jesús, que en la Navidad vino a nosotros y volverá glorioso al final de los tiempos, no se cansa de visitarnos continuamente en los acontecimientos de cada día. Nos pide estar atentos para percibir su presencia, su adviento, y nos advierte que lo esperemos vigilando, puesto que su venida no se puede programar o pronosticar, sino que será repentina e imprevisible. Sólo quien está despierto no será tomado de sorpresa. Que no os suceda —advierte— lo que pasó en tiempo de Noé, cuando los hombres comían y bebían despreocupadamente, y el diluvio los encontró desprevenidos (cf. Mt 24, 37-38). Lo que quiere darnos a entender el Señor con esta recomendación es que no debemos dejarnos absorber por las realidades y preocupaciones materiales hasta el punto de quedar atrapados en ellas. Debemos vivir ante los ojos del Señor con la convicción de que cada día puede hacerse presente. Si vivimos así, el mundo será mejor.
«Estad, pues, en vela...». Escuchemos la invitación de Jesús en el Evangelio y preparémonos para revivir con fe el misterio del nacimiento del Redentor, que ha llenado de alegría el universo; preparémonos para acoger al Señor que viene continuamente a nuestro encuentro en los acontecimientos de la vida, en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad; preparémonos para encontrarlo en su venida última y definitiva.


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