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Cfr. Benedicto XVI, Homilía en
o
Significado del título “Inmaculada”: dos
imágenes
§ Primera
imagen. El relato del anuncio a María: el Señor está en ella; ella dice sí al
Señor
§ Segunda
imagen: la lucha en la historia entre el hombre y las fuerzas del mal, y la
victoria de Dios en el linaje de la mujer.
La lucha en la historia entre el hombre y las fuerzas
del mal. El hombre vive con la sospecha de que el amor de Dios crea una
dependencia, y no se fía de él.
o
La libertad de un ser humano es la de un ser
limitado, es limitada por tanto.
o
El pecado original, la historia de todos los
tiempos: una gota de veneno
o
Varias sospechas que son fruto de ese veneno del
pecado original
§ Quien
no peca es aburrido; un poco de mal es bueno para experimentar la plenitud del
ser
o
Pero hemos de reconocer que no es así: el mal
envenena
§ El
mal envilece y humilla; quien se abandona en Dios no se convierte en un títere
de Dios, en una persona aburrida y conformista, no pierde su libertad.
§ Cuanto
más cerca está el hombre de Dios, tanto más cerca está de los hombres.
§ María
nos dice que hay que ser valientes: osar con Dios, no tenerle miedo
Ø Inmaculada Concepción. Ella dijo sí al Señor. La lucha en la historia entre el hombre y las fuerzas del mal y la victoria de Dios en el linaje de la mujer. El hombre vive con la sospecha de que el amor de Dios crea una dependencia, y que necesita desembarazarse de esta dependencia para ser plenamente él mismo. Varias sospechas que tiene el hombre que son fruto del veneno del pecado original.
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Cfr. Benedicto XVI, Homilía en la Misa de
la celebración de los cuarenta años de la clausura del Concilio Vaticano II, 8
de diciembre 2005.
o
Significado del título “Inmaculada”: dos
imágenes
§ Primera
imagen. El relato del anuncio a María: el Señor está en ella; ella dice sí al
Señor
Pero
ahora debemos preguntarnos: ¿Qué significa "María, la Inmaculada"?
¿Este título tiene algo que decirnos? La liturgia de hoy nos aclara el
contenido de esta palabra con dos grandes imágenes. Ante todo, el relato
maravilloso del anuncio a María, la Virgen de Nazaret, de la venida del Mesías.
El saludo del ángel está entretejido con hilos del Antiguo Testamento, especialmente del profeta Sofonías. Nos hace comprender que María, la humilde mujer de provincia, que proviene de una estirpe sacerdotal y lleva en sí el gran patrimonio sacerdotal de Israel, es el "resto santo" de Israel, al que hacían referencia los profetas en todos los períodos turbulentos y tenebrosos. En ella está presente la verdadera Sión, la pura, la morada viva de Dios. En ella habita el Señor, en ella encuentra el lugar de su descanso. Ella es la casa viva de Dios, que no habita en edificios de piedra, sino en el corazón del hombre vivo.
Ella es el retoño que, en la oscura noche invernal de la historia, florece del tronco abatido de David. En ella se cumplen las palabras del salmo: "La tierra ha dado su fruto" (Sal 67, 7). Ella es el vástago, del que deriva el árbol de la redención y de los redimidos. Dios no ha fracasado, como podía parecer al inicio de la historia con Adán y Eva, o durante el período del exilio babilónico, y como parecía nuevamente en el tiempo de María, cuando Israel se había convertido en un pueblo sin importancia en una región ocupada, con muy pocos signos reconocibles de su santidad. Dios no ha fracasado. En la humildad de la casa de Nazaret vive el Israel santo, el resto puro. Dios salvó y salva a su pueblo. Del tronco abatido resplandece nuevamente su historia, convirtiéndose en una nueva fuerza viva que orienta e impregna el mundo. María es el Israel santo; ella dice "sí" al Señor, se pone plenamente a su disposición, y así se convierte en el templo vivo de Dios.
El saludo del ángel está entretejido con hilos del Antiguo Testamento, especialmente del profeta Sofonías. Nos hace comprender que María, la humilde mujer de provincia, que proviene de una estirpe sacerdotal y lleva en sí el gran patrimonio sacerdotal de Israel, es el "resto santo" de Israel, al que hacían referencia los profetas en todos los períodos turbulentos y tenebrosos. En ella está presente la verdadera Sión, la pura, la morada viva de Dios. En ella habita el Señor, en ella encuentra el lugar de su descanso. Ella es la casa viva de Dios, que no habita en edificios de piedra, sino en el corazón del hombre vivo.
Ella es el retoño que, en la oscura noche invernal de la historia, florece del tronco abatido de David. En ella se cumplen las palabras del salmo: "La tierra ha dado su fruto" (Sal 67, 7). Ella es el vástago, del que deriva el árbol de la redención y de los redimidos. Dios no ha fracasado, como podía parecer al inicio de la historia con Adán y Eva, o durante el período del exilio babilónico, y como parecía nuevamente en el tiempo de María, cuando Israel se había convertido en un pueblo sin importancia en una región ocupada, con muy pocos signos reconocibles de su santidad. Dios no ha fracasado. En la humildad de la casa de Nazaret vive el Israel santo, el resto puro. Dios salvó y salva a su pueblo. Del tronco abatido resplandece nuevamente su historia, convirtiéndose en una nueva fuerza viva que orienta e impregna el mundo. María es el Israel santo; ella dice "sí" al Señor, se pone plenamente a su disposición, y así se convierte en el templo vivo de Dios.
§ Segunda
imagen: la lucha en la historia entre el hombre y las fuerzas del mal, y la
victoria de Dios en el linaje de la mujer.
La lucha en la historia entre el hombre y las fuerzas
del mal. El hombre vive con la sospecha de que el amor de Dios crea una
dependencia, y no se fía de él.
La
segunda imagen es mucho más difícil y oscura. Esta metáfora, tomada del libro
del Génesis, nos habla de una gran distancia histórica, que sólo con esfuerzo
se puede aclarar; sólo a lo largo de la historia ha sido posible desarrollar
una comprensión más profunda de lo que allí se refiere. Se predice que, durante
toda la historia, continuará la lucha entre el hombre y la serpiente, es decir,
entre el hombre y las fuerzas del mal y de la muerte. Pero también se anuncia
que "el linaje" de la mujer un día vencerá y aplastará la cabeza de
la serpiente, la muerte; se anuncia que el linaje de la mujer —y en él la mujer
y la madre misma— vencerá, y así, mediante el hombre, Dios vencerá. Si junto
con la Iglesia
creyente y orante nos ponemos a la escucha ante este texto, entonces podemos
comenzar a comprender qué es el pecado original, el pecado hereditario, y
también cuál es la defensa contra este pecado hereditario, qué es la redención.
¿Cuál es el cuadro que se nos presenta en esta página? El hombre no se fía de Dios. Tentado por las palabras de la serpiente, abriga la sospecha de que Dios, en definitiva, le quita algo de su vida, que Dios es un competidor que limita nuestra libertad, y que sólo seremos plenamente seres humanos cuando lo dejemos de lado; es decir, que sólo de este modo podemos realizar plenamente nuestra libertad.
El hombre vive con la sospecha de que el amor de Dios crea una dependencia y que necesita desembarazarse de esta dependencia para ser plenamente él mismo. El hombre no quiere recibir de Dios su existencia y la plenitud de su vida. Él quiere tomar por sí mismo del árbol del conocimiento el poder de plasmar el mundo, de hacerse dios, elevándose a su nivel, y de vencer con sus fuerzas a la muerte y las tinieblas. No quiere contar con el amor que no le parece fiable; cuenta únicamente con el conocimiento, puesto que le confiere el poder. Más que el amor, busca el poder, con el que quiere dirigir de modo autónomo su vida. Al hacer esto, se fía de la mentira más que de la verdad, y así se hunde con su vida en el vacío, en la muerte.
¿Cuál es el cuadro que se nos presenta en esta página? El hombre no se fía de Dios. Tentado por las palabras de la serpiente, abriga la sospecha de que Dios, en definitiva, le quita algo de su vida, que Dios es un competidor que limita nuestra libertad, y que sólo seremos plenamente seres humanos cuando lo dejemos de lado; es decir, que sólo de este modo podemos realizar plenamente nuestra libertad.
El hombre vive con la sospecha de que el amor de Dios crea una dependencia y que necesita desembarazarse de esta dependencia para ser plenamente él mismo. El hombre no quiere recibir de Dios su existencia y la plenitud de su vida. Él quiere tomar por sí mismo del árbol del conocimiento el poder de plasmar el mundo, de hacerse dios, elevándose a su nivel, y de vencer con sus fuerzas a la muerte y las tinieblas. No quiere contar con el amor que no le parece fiable; cuenta únicamente con el conocimiento, puesto que le confiere el poder. Más que el amor, busca el poder, con el que quiere dirigir de modo autónomo su vida. Al hacer esto, se fía de la mentira más que de la verdad, y así se hunde con su vida en el vacío, en la muerte.
o
La libertad de un ser humano es la de un ser
limitado, es limitada por tanto.
Amor no
es dependencia, sino don que nos hace vivir. La libertad de un ser humano es la
libertad de un ser limitado y, por tanto, es limitada ella misma. Sólo podemos
poseerla como libertad compartida, en la comunión de las libertades: la
libertad sólo puede desarrollarse si vivimos, como debemos, unos con otros y
unos para otros. Vivimos como debemos, si vivimos según la verdad de nuestro
ser, es decir, según la voluntad de Dios. Porque la voluntad de Dios no es para
el hombre una ley impuesta desde fuera, que lo obliga, sino la medida
intrínseca de su naturaleza, una medida que está inscrita en él y lo hace
imagen de Dios, y así criatura libre.
Si vivimos contra el amor y contra la verdad —contra Dios—, entonces nos destruimos recíprocamente y destruimos el mundo. Así no encontramos la vida, sino que obramos en interés de la muerte. Todo esto está relatado, con imágenes inmortales, en la historia de la caída original y de la expulsión del hombre del Paraíso terrestre.
Si vivimos contra el amor y contra la verdad —contra Dios—, entonces nos destruimos recíprocamente y destruimos el mundo. Así no encontramos la vida, sino que obramos en interés de la muerte. Todo esto está relatado, con imágenes inmortales, en la historia de la caída original y de la expulsión del hombre del Paraíso terrestre.
o
El pecado original, la historia de todos los
tiempos: una gota de veneno
Queridos
hermanos y hermanas, si reflexionamos sinceramente sobre nosotros mismos y
sobre nuestra historia, debemos decir que con este relato no sólo se describe
la historia del inicio, sino también la historia de todos los tiempos, y que
todos llevamos dentro de nosotros una gota del veneno de ese modo de pensar
reflejado en las imágenes del libro del Génesis. Esta gota de veneno la
llamamos pecado original.
o
Varias sospechas que son fruto de ese veneno del
pecado original
§ Quien
no peca es aburrido; un poco de mal es bueno para experimentar la plenitud del
ser
Precisamente en la fiesta de la Inmaculada Concepción
brota en nosotros la sospecha de que una persona que no peca para nada, en el
fondo es aburrida; que le falta algo en su vida: la dimensión dramática de ser
autónomos; que la libertad de decir no, el bajar a las tinieblas del pecado y
querer actuar por sí mismos forma parte del verdadero hecho de ser hombres; que
sólo entonces se puede disfrutar a fondo de toda la amplitud y la profundidad
del hecho de ser hombres, de ser verdaderamente nosotros mismos; que debemos
poner a prueba esta libertad, incluso contra Dios, para llegar a ser realmente
nosotros mismos. En una palabra, pensamos que en el fondo el mal es bueno, que
lo necesitamos, al menos un poco, para experimentar la plenitud del ser.
Pensamos que Mefistófeles —el tentador— tiene razón cuando dice que es la fuerza "que siempre quiere el mal y siempre obra el bien" (Johann Wolfgang von Goethe, Fausto I, 3). Pensamos que pactar un poco con el mal, reservarse un poco de libertad contra Dios, en el fondo está bien, e incluso que es necesario.
Pensamos que Mefistófeles —el tentador— tiene razón cuando dice que es la fuerza "que siempre quiere el mal y siempre obra el bien" (Johann Wolfgang von Goethe, Fausto I, 3). Pensamos que pactar un poco con el mal, reservarse un poco de libertad contra Dios, en el fondo está bien, e incluso que es necesario.
o
Pero hemos de reconocer que no es así: el mal
envenena
§ El
mal envilece y humilla; quien se abandona en Dios no se convierte en un títere
de Dios, en una persona aburrida y conformista, no pierde su libertad.
Pero al
mirar el mundo que nos rodea, podemos ver que no es así, es decir, que el mal
envenena siempre, no eleva al hombre, sino que lo envilece y lo humilla; no lo
hace más grande, más puro y más rico, sino que lo daña y lo empequeñece. En el
día de la Inmaculada
debemos aprender más bien esto: el hombre que se abandona totalmente en las
manos de Dios no se convierte en un títere de Dios, en una persona aburrida y
conformista; no pierde su libertad. Sólo el hombre que se pone totalmente en
manos de Dios encuentra la verdadera libertad, la amplitud grande y creativa de
la libertad del bien. El hombre que se dirige hacia Dios no se hace más
pequeño, sino más grande, porque gracias a Dios y junto con él se hace grande,
se hace divino, llega a ser verdaderamente él mismo. El hombre que se pone en
manos de Dios no se aleja de los demás, retirándose a su salvación privada; al
contrario, sólo entonces su corazón se despierta verdaderamente y él se
transforma en una persona sensible y, por tanto, benévola y abierta.
§ Cuanto
más cerca está el hombre de Dios, tanto más cerca está de los hombres.
Cuanto
más cerca está el hombre de Dios, tanto más cerca está de los hombres. Lo vemos
en María. El hecho de que está totalmente en Dios es la razón por la que está
también tan cerca de los hombres. Por eso puede ser la Madre de todo consuelo y de
toda ayuda, una Madre a la que todos, en cualquier necesidad, pueden osar
dirigirse en su debilidad y en su pecado, porque ella lo comprende todo y es
para todos la fuerza abierta de la bondad creativa.
En ella Dios graba su propia imagen, la imagen de Aquel que sigue la oveja perdida hasta las montañas y hasta los espinos y abrojos de los pecados de este mundo, dejándose herir por la corona de espinas de estos pecados, para tomar la oveja sobre sus hombros y llevarla a casa.
En ella Dios graba su propia imagen, la imagen de Aquel que sigue la oveja perdida hasta las montañas y hasta los espinos y abrojos de los pecados de este mundo, dejándose herir por la corona de espinas de estos pecados, para tomar la oveja sobre sus hombros y llevarla a casa.
§ María
nos dice que hay que ser valientes: osar con Dios, no tenerle miedo
Como
Madre que se compadece, María es la figura anticipada y el retrato permanente
del Hijo. Y así vemos que también la imagen de la Dolorosa , de la Madre que comparte el
sufrimiento y el amor, es una verdadera imagen de la Inmaculada. Su
corazón, mediante el ser y el sentir con Dios, se ensanchó. En ella, la bondad
de Dios se acercó y se acerca mucho a nosotros. Así, María está ante nosotros
como signo de consuelo, de aliento y de esperanza. Se dirige a nosotros,
diciendo: "Ten la valentía de osar con Dios. Prueba. No tengas miedo de
él. Ten la valentía de arriesgar con la fe. Ten la valentía de arriesgar con la
bondad. Ten la valentía de arriesgar con el corazón puro. Comprométete con
Dios; y entonces verás que precisamente así tu vida se ensancha y se ilumina, y
no resulta aburrida, sino llena de infinitas sorpresas, porque la bondad infinita
de Dios no se agota jamás".
En este día de fiesta queremos
dar gracias al Señor por el gran signo de su bondad que nos dio en María, su
Madre y Madre de la
Iglesia. Queremos implorarle que ponga a María en nuestro
camino como luz que nos ayude a convertirnos también nosotros en luz y a llevar
esta luz en las noches de la historia. Amén.
Vida Cristiana